La cultura empresarial es la personalidad y los valores de una empresa que dan forma a la forma en que trabajan las personas. Una buena cultura empresarial es abierta y transparente, donde el compromiso de las personas surge naturalmente de su entusiasmo individual. Para fomentar una buena cultura, las empresas deben asegurarse de que todos los empleados conozcan y vivan los valores de la empresa a través de actividades y sean embajadores de la marca.
1. CULTURA EMPRESARIAL:
¿Qué diferencia a unas empresas de otras? ¿La calidad? ¿La innovación? ¿El marketing?
Obviamente todos estos aspectos influyen muchísimo a la hora de hacer comparaciones entre
distintas organizaciones pero, desde mi punto de vista, las personas que trabajan en una
empresa y por tanto dan vida a su cultura corporativa, son la clave del éxito y la diferencia de
cualquier organización.
Pero… ¿qué es la cultura empresarial? Para mí es la forma de ser de la empresa, su
personalidad, sus valores, sus usos y costumbres. Algunas de estas cosas pueden estar escritas
pero muchas otras están en el “espíritu” de la organización.
Todos nos enfrentamos a un mundo cambiante, lleno de incertidumbres y retos. Desde mi punto
de vista lo que va a diferenciar a unas empresas de otras será la manera de ejecutar la
respuesta a esos retos. Y cómo todas y cada una de las personas que ahí trabajan se vuelquen
en resolverlos. Y aquí es dónde la cultura empresarial vuelve a ser la clave.
Estoy convencida de que un buen entorno de trabajo ha de ser abierto y transparente, en el
que el compromiso de las personas sea una respuesta natural al entusiasmo propio de cada
individuo. Partiendo de estas premisas, lo que intentamos hacer en ING DIRECT es
potenciarlas, haciendo que todos conozcamos y vivamos los valores, participemos de la cultura
corporativa a través de distintas actividades y así seamos verdaderos embajadores de nuestra
marca.
PASOS:
Mantener las promesas. Nada perjudica más a una cultura corporativa que la falta de
integridad de sus líderes.
Tener unos valores por escrito que conozcan todos los miembros de la organización y que
se repitan en todos los discursos.
Menos pensar y más hacer. La paralización de las acciones puede matar a cualquier
cultura corporativa.
2. Priorizar. Tener claro cuáles son tus objetivos y llevarlos a cabo en primer lugar.
Contagiar a la organización de energía positiva. Un líder establece el tono de su discurso
y con él debe compartir su energía y su optimismo.
No pensar solo en el beneficio. Los profesionales de cualquier organización quieren
formar parte de algo más grande: una empresa con valores, responsable y que vela por
sus intereses. (Cada día estoy más convencida del liderazgo con propósito).
Establecer expectativas claras y ofrecer recompensas cuando se logren los objetivos.
Eliminar lo negativo. Evitar el”no puedo”. (El mundo está hecho de dos tipos de personas:
los que dan razones y los que dan resultados).
Usar bien los pronombres. No se trata de “yo” ni de “ellos”. Todos estamos en el mismo
barco. Se trata de “nosotros”.
Compartir y celebrar los éxitos. Si algo está funcionando bien, hay que darle la
importancia que se merece y compartirlo con la organización.
Ser uno más en el equipo.