Los frailes predicadores tienen una misión universal sin fronteras, predicando el Evangelio en diferentes tiempos y culturas dentro y fuera de la Iglesia. En tiempos de cambios profundos como el actual, se requiere "coraje de futuro" para afrontar la crisis, concretado en itinerancia y misión de frontera. La itinerancia significa no tener una posada permanente para adaptarse a los rápidos cambios de la sociedad, mientras que la misión sin fronteras requiere una sensibilidad profética para discernir lo que debe morir y nacer y superar fron
Frailes predicadores sin fronteras (Tras los pasos de Santo Domingo de Guzmán Nº 6)
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Tras los pasos de Santo Domingo de Guzmán
Nº 6
Frailes predicadores sin fronteras
En la Edad Media los pueblos europeos occidentales vivían en situación de cristiandad;
todos eran oficialmente cristianos, y no se contaba con “los otros. Es verdad que, en la sociedad
española de la Reconquista, convivían tres religiones –católica, judía, musulmana- hasta la
uniformidad decidida por los Reyes Católicos en 1492. Pero Domingo inició su actividad como
predicador en la región meridional de Francia poblada de sectas heréticas que se alejaban de la
Iglesia oficial y se perdían en el error con la apariencia de una pobreza evangélica. Como
predicador itinerante derribó los muros del monasterio para dedicarse a la predicación de la
gracia, si bien su actividad brota espontáneamente de la contemplación; es totalmente
contemplativo e incansablemente activo. Con su obispo Diego, se adentra en la región poblada
por los herejes vitandos; y cuando solo son 17, dispersa a los frailes para que vayan a las ciudades
nacientes y más representativas por sus centros universitarios para que perciban lo nuevo que
ya despunta.
Los frailes predicadores tienen una misión universal que atraviesa todas las fronteras.
Honorio III en febrero de 1221 recomienda: “Los Predicadores, por su profesión de pobreza y de
vida regular, están totalmente dedicados a la Palabra de Dios para la salvación de las almas”.
Luego es una vocación de universalidad. Predicar el Evangelio en distintos tiempos y culturas,
fuera y dentro de la Iglesia. Sobre todo en tiempos de cambios profundos como el que estamos
viviendo, la predicación sin fronteras exige lo que con acierto Vicente de Couesnongle , entonces
Maestro de la Orden, 1975 llamó “coraje de futuro”. Dice así: “Cualquiera sea nuestra situación
dentro de la Orden y ante la llamada de Dios, la actual crisis en que se encuentra la Iglesia y toda
institución religiosa nos obliga a afrontarla. Nuestra vida no puede ser fácil. Lo que más
necesitamos es coraje. No se trata de cualquier clase de coraje sino del que ha configurado la
vida de Santo Domingo”.
El coraje de futuro se concreta en dos actitudes: itinerancia y misión de frontera.
Itinerancia significa ir de camino, sin tener
posada permanente. Todo lo contrario, a
instalación. No es inestabilidad psicológica de
quien en ninguna comunidad asienta, sino
exigencia y expresión de la estabilidad en el
carisma del fraile predicador. Dejemos a un lado
la necesidad de itinerancia en la actitud de cada
fraile; la instalación se busca tapaderas muy
variadas e incluso a veces de tipo religioso. Jesús
de Nazaret que, siguiendo el espíritu de la
tradición bíblica, pedía un cambio de corazón y
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de conducta, fue rechazado por religiosos cerrados en tradicionalismos.
Hoy la itinerancia viene exigida por los cambios rápidos de la sociedad a la que debe servir
la Iglesia. Cambios en lo cultural, en la ética, en la religión, en los medios de comunicación. Hace
ya más de cincuenta años el Vaticano II constató: “La humanidad se encuentra hoy en una nueva
era de su historia, caracterizada por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se
extiende al universo”. Los cambios en estos cincuenta últimos años son tan rápidos que dan
vértigo. En su memorable carta sobre el coraje de futuro, el Maestro V.De Cuoesnongle ve la
situación y pregunta: “¿Quién entre nosotros no se siente a veces tentado a plantear a sus
hermanos que Jesús después de la marcha de algunos discípulos ´vosotros también queréis
marcharos?”.`
Urge la disposición al cambio. El fraile predicador debe sentirse a gusto en este gran
movimiento que afecta a la humanidad, ya que la Orden ha nacido en un periodo en que la vida
cultural y las estructuras sociales de Occidente sufrían profundas transformaciones. Toda
nuestra historia muestra cómo estamos caracterizados por esta atención especial a todo lo que
es nuevo, a todo lo que comienza. Los dominicos más ilustres ¿no se han encontrado frene a
situaciones aparentemente sin salida donde ellos han debido emplear su espíritu creador? Si
creemos en la encarnación, debemos aceptar que la gracia está presente y activa en estos
cambios que nos descolocan.
Y la misión sin fronteras. En esta época de cambios urge una
sensibilidad profética para discernir entre lo que debe morir y lo que
quiere nacer. Hay que dejar morir lo que ya no sirve para transmitir el
Evangelio; y hay que abrirse a lo nuevo que está sucediendo para
escuchar la llamada del Espíritu que continuamente renueva la faz de
la tierra. Urge superar la frontera entre los pocos privilegiados y los
muchos empobrecidos, entre los hombres que se creen superiores y las mujeres todavía
marginadas, entre las religiones, en el diálogo intergeneracional. En nuestra situación hay
que discernir la frontera entre creyentes, agnósticos e indiferentes.
Frailes predicadores enviados a vivir y proclamar el Evangelio de la fraternidad. Una
utopía todavía en camino. Un proceso en que van cayendo los falsos absolutos. Una
invitación a crecer en el amor capaz de romper barreras y derribar muros de separación.
En este proceso teniendo como inspiración el horizonte de la fraternidad, hay que
interpretar la itinerancia y misión sin fronteras del carisma dominicano.
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