En el siglo XIII ocurren muchos cambios so-ciales: Surgimiento de las comunas, la autonomía de las universidades, las cruzadas, nuevas rela-ciones comerciales con Oriente, el islamismo asomándose por el sur de Europa.
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misiones y predicación
celebraciones y oración
diálogo y comunidad
e s t u d i o s y r e f l e x i ó n
Dominicos: Comunidades en evolución
por Julián Riquelme, O.P.
Julián Riquelme es miembro del consejo de redacción de la
revista Testimonio, ha sido asesor teológico de la
Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR).
Tiempos fundacionales
1. Contextomedieval
En el siglo XIII ocurren muchos cambios so-
ciales: Surgimiento de las comunas, la autonomía
de las universidades, las cruzadas, nuevas rela-
ciones comerciales con Oriente, el islamismo
asomándose por el sur de Europa.
Aparecen movimientos religiosos, algunos
separados de la Iglesia católica como los valden-
ses y los albigenses, y otros adheridos al Papa,
como las órdenes mendicantes.
El IV Concilio de Letrán (1215) prohíbe que,
en adelante, se funden “nuevas religiones”, es
decir, nuevas órdenes religiosas. Por eso, la Curia
Romana suele distinguir dos categorías de con-
templativos: las órdenes “monásticas” y los gru-
pos “canonicales”, esto es, de canónigos.
Por su parte, los obispos consideran la mi-
sión de predicar, como una facultad propia de
ellos (“¿Cómo predicarán si no han sido enviados?”,
Rm 10,15).
Finalmente, Inocencio III (1198-1216) y Ho-
norio III (1216-1227), son papas con sentido
evangelizador, que envían a los cistercienses y a
los premonstratenses a las misiones entre los
paganos y los herejes.
2. Losdominicoscomomovimientodeevangelización
Domingo de Guzmán nace en Caleruega (Es-
paña) hacia 1172. Estudia en la Universidad de
Palencia. A los 21 años se incorpora a una comu-
nidad de presbíteros como canónigo de Osma.
Evangelizando en el sur de Francia, reúne a
nueve convertidas del albigenismo, dando origen
al monasterio de Prulla (1206), que le apoya en su
vida apostólica.
En 1211 varios varones se unen a su tarea mi-
sionera. Con ellos quiere seguir de cerca a Jesucris-
to, y vivir comunitariamente como los primeros
Apóstoles. Están convencidos de que uno de los
mayores actos de caridad es la evangelización.
Este ideal tratan de alcanzarlo personal y comuni-
tariamente.
Domingo se esfuerza por conseguir del Papa
varias Bulas de aprobación y recomendación de
la Orden. Se conservan 50 Bulas, que ponen de
manifiesto simultáneamente la plena conciencia
que el Fundador tiene de la idea de su Orden y la
plena confianza de la Iglesia en la Orden de Pre-
dicadores (M. H. Vicaire).
⦁ Contemplativos, pero no monjes
Domingo de Guzmán es un contemplativo,
pero no un monje. Se dice de él que “habla con Dios
o de Dios en su propio interior o al prójimo”: Esta
afirmación sintetiza dos aspectos de su vida y
supera cualquier dualismo. Su existencia tiene tanta
mayor armonía cuanto más sus actos se orienten al
Dios de la vida. La fórmula está tomada de San
Esteban de Thiers o de Muret (1046-1124),
fundador de la Orden de Grandmont. Domingo
desea esta experiencia también para sus frailes; por
eso, para dedicarse más a la contemplación, piensa
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2. 2
encargar la mendicidad y el gobierno a los
hermanos cooperadores; lo propone al capítulo
general de Bolonia, pero no es aceptado por la
asamblea (1220).
⦁ Distinción entre lo esencial y lo que hay que ir cambiando
El Fundador y sus compañeros no se cierran
a los cambios; están abiertos a ellos y los previe-
nen. Hay una frase que Domingo de Guzmán
siempre repite: “Prodesse fidelium” = “para provecho
de los fieles”; diríamos hoy, “para el crecimiento
personal de la gente”, esto es, “todo lo que hu-
maniza hay que apoyarlo”.
Domingo y los primeros frailes distinguen en-
tre los valores esenciales de la Orden y las formas
o estructuras cambiantes para vivir estos valores,
según las circunstancias de lugar y tiempo.
Entran, por ejemplo, entre los valores esencia-
les la finalidad de la Orden, la vida común, los
consejos evangélicos, la oración y el estudio.
Los capítulos generales, provinciales y locales
buscan periódicamente, mediante el discernimien-
to comunitario, las formas más adecuadas, para
vivir y anunciar el Evangelio al interior de las dis-
tintas culturas. Las comunidades de la Orden de-
ben estar en constante evolución.
⦁ Respeto por la libertad individual y colectiva
En primer lugar, el compromiso voluntario de
cada fraile es fundamental para realizar el
propósito común de la Orden. Este compromiso
alcanza su apogeo en la profesión religiosa; pero
va preparándose y prolongándose con otros
actos, desde el principio hasta el fin de la vida
del predicador.
En segundo lugar, para que el individuo sea él
mismo, con libertad, dentro del proyecto común,
el Fundador y los primeros frailes introducen la
ley de la dispensa. Ella es esencial para los
predicadores, por razones de estudio y de
predicación, porque es una mediación para
compaginar la legislación comunitaria y las
situaciones concretas de los individuos. Si un
fraile tiene que estudiar o predicar, obviamente
que puede ser dispensado de algunos actos
comunitarios y de la oración litúrgica (la oración
personal no se dispensa, porque “desde antiguo”
es de derecho divino, ver Lc 18,1-8; 1 Tes 5,17).
Se busca que el fraile armonice la misión, su
crecimiento personal y la vida comunitaria.
3. SurgealgonuevoenlaIglesia
La vida religiosa, hasta la época de Santo
Domingo de Guzmán, es esencialmente vida
contemplativa y monástica. Los ‘canónigos
regulares’ no son propiamente religiosos, sino
sacerdotes diocesanos viviendo un proyecto de
vida comunitaria.
La vida monástica propicia la “huida” del
mundo, la inserción, el testimonio y la misión
locales. La vida dominicana busca la inserción, el
compromiso en el mundo, la ciudadanía, la pre-
dicación y la misión universales.
La vida monástica se dedica a la contempla-
ción. Mientras la vida dominicana articula la con-
templación y la acción.
La vida monástica admite la propiedad co-
munitaria, la estabilidad y el régimen ‘patriarcal’
del abad. En cambio, la vida dominicana asume
la mendicancia y el compartir, la itinerancia apos-
tólica y el régimen ‘democrático’.
La vida monástica trata de unir la oración
con el trabajo manual. La vida dominicana se
esfuerza por vincular la oración y el estudio,
para la predicación.
II. La Reforma de Raimundo de Capua
A fray Raimundo de Capua (1330-1399) le toca
vivir tiempos muy tormentosos.
Por un lado, la peste negra o bubónica (1346-
1361), aquella pandemia que deja diezmados a
los conventos de Europa. En algunos casos fa-
llecen más de la mitad de los frailes de las comu-
nidades. Fray Raimundo se contagia con la epi-
demia, pero logran recuperarlo.
3. 3
Por otro lado, el Cisma de Occidente (1378-
1417), en que dos o tres obispos se disputan la
autoridad papal. Con Catalina de Siena, laica do-
minica, fray Raimundo trabaja por la unidad de la
Iglesia, para que se reconozca al Papa de Roma,
entonces en Aviñón. Este Cisma daña también a
la Orden Dominicana desde 1380 a 1399.
En este contexto, la Orden de Predicadores,
como en general la vida religiosa, está muy merma-
da y se cultiva bastante individualismo. En 1380 se
elige a fray Raimundo de Capua como Maestro de la
Orden. Al visitar los distintos conventos, el nuevo
Maestro descubre que, aquí y allá, hay frailes dis-
puestos a participar, libre y voluntariamente, en la
vida comunitaria. Los agrupa en un convento para
que se habitúen a una vida de comunión fraterna,
les insiste en tener gran respeto por los acuerdos
comunitarios, y, después de un tiempo, los va en-
viando de dos en dos a contagiar y restaurar la vida
común en los conventos de las provincias.
Dispensa a los priores, que quieran aban-
donar su oficio o ministerio, para formar parte
de los conventos reformados. La vida común
es lo más básico.
La reforma pretende que se retorne a la for-
ma primitiva de la comunidad como en el tiem-
po de Santo Domingo de Guzmán. Más allá del
lenguaje de la “estricta observancia”, se busca
vivir y anunciar el Evangelio. La comunidad ha
de imitar a los doce apóstoles de Cristo (Hch
1,12-14), ser sal de la tierra (Mt 5,13), llamar a la
gente a la conversión (Mc 1,15) y ser como leva-
dura en la masa (Lc 13,21).
Recomienda a los frailes de la reforma respe-
tar a los no reformados, porque el amor a Dios y
el amor al prójimo es más importante que la
observancia material (Mt 22,35-38); además, les
pide no ser orgullosos ni creerse mejores que los
no reformados, pues al Apóstol Pablo afirma:
“El que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se
engaña” (Gál 6,3).
Fray Raimundo de Capua se compromete a
evitar enfrentamientos y conflictos entre los
frailes observantes y los no observantes, por
ejemplo, no colocando en la misma ciudad dos
conventos, uno de observancia y el otro no;
tampoco asignando a una misma comunidad un
fraile observante y otro no observante.
III. La Restauración de Alejandro Jandel
Fray Alejandro Vicente Jandel, francés (1810-
1872) gobierna la Orden durante 22 años: prime-
ro como Vicario (1850-1855) y después como
Maestro de la Orden elegido (1855-1872).
En primer lugar, Jandel recibe la influencia
del jansenismo, que es un movimiento piadoso
elitista, iniciado por el obispo Cornelio Jansen
(1585-1638). La tendencia espiritualista y moral
del jansenismo produce rigorismo en algunos
grupos católicos de los siglos XVIII y XIX, es-
pecialmente en parte de la vida religiosa y del
clero secular en el Viejo Mundo.
El jansenismo tiene una visión pesimista de
la realidad, porque sostiene que todos somos
“masa condenada” después del pecado de
Adán. Desde entonces habría dos procesos:
uno de salvación y otro de condenación, que es
el de la mayoría.
Además, después de Cristo los paganos van
a la reprobación, pues Jesús muere y resucita
sólo por los elegidos previamente por Dios.
Esto conduce a algunos bautizados de menta-
lidad jansenista a creerse una élite, que despre-
cia a las masas.
Finalmente, se insiste en la mística del cora-
zón, que aleja de la práctica del sacramento de la
penitencia y en especial del de la eucaristía. La
ascética jansenista le pregunta a la persona si está
dispuesta o no, si tiene en sí la “gracia eficaz”,
porque la “gracia suficiente” no garantiza la sal-
vación: Se participa en los sacramentos cuando
sentimos que estamos amando solamente a Dios,
sin mezcla de amor a las creaturas. Esto conduce
a una severidad moral, unida a una enconada
lucha contra el laxismo.
En segundo lugar, a Jandel le toca vivir las
consecuencias de la Revolución francesa (1789),
que convulsiona social y políticamente a Euro-
pa y a las nacientes naciones de América Latina
y El Caribe, poniendo las bases para las demo-
cracias modernas.
Jandel escribe: “Conocimiento y doctrina son necesa-
rios, pero no bastan…Cuanto más la sociedad moderna se
apega a los bienes y a los placeres terrenos, colocando en
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ellos el fin último, tanto más nosotros necesitamos oponer a
los seguidores del mundo, como los Apóstoles a la sociedad
pagana, estos ejemplos de perfección evangélica, de desprecio
de las cosas terrenas, de mortificación de la carne. Todo esto
nos es proporcionado en abundancia por la práctica exacta
de nuestras leyes…” (cf. Bonvin, nota 73, p. 129).
Sin fundamento histórico ni crítico, Jandel
llega a afirmar que Santo Domingo fue forma-
do en la disciplina regular por San Agustín y
por San Benito, pues fue canónigo por profe-
sión y monje por estilo de vida, e insertó am-
bas Reglas en las Constituciones de la Orden,
para que sus hijos las observasen (cf. Bonvin,
p. 17). De este modo trata de “restaurar” a los
Frailes Predicadores estructurándolos como
una orden monástica.
Por eso, propicia en cada provincia un con-
vento grande con treinta frailes; y en todas la
comunidades, la celebración solemne del Oficio
divino, el cultivo de la vida regular y de las ob-
servancias monásticas (Bonvin, pp. 130-131).
Trata de restaurar también el Oficio nocturno,
“para dar un ejemplo que impacte a nuestro siglo tibio”
(Const. Jandel).
IV. El “Aggiornamento” del Vaticano II
Orientados por el decreto “Perfectae caritatis”
(1965) del Concilio Vaticano II y por las letras
apostólicas “Eclesiae Sanctae” (1966), fray Aniceto
Fernández, Maestro
de la Orden, y su
consejo, inician la
tarea del “aggiorna-
mento” o renovación
de la Orden de Pre-
dicadores.
La revisión de las
constituciones dura
dos años: Se envía un
cuestionario a todos
los frailes, incluidos
los novicios. Se reci-
ben 2.500 respuestas,
algunas de grupos y
otras individuales, las cuales se resumen por un
equipo en 6.556 proposiciones. Un congreso de
priores provinciales y peritos, durante un mes,
analizan los problemas y aspectos de las socieda-
des contemporáneas, que afectan a las provincias,
y redactan 386 conclusiones a tener en cuenta en
la revisión más definitiva de las constituciones.
Una comisión central elabora el esquema del
“Libro de las constituciones y ordenaciones de la Orden de
los frailes predicadores” y lo dialoga con las provin-
cias. Este quehacer se realiza en seis meses. Por
fin, el capítulo general de “River Forest” en los
Estados Unidos (1968), estudia las materias en
comisiones, define los temas en plenarios y, en el
plazo de dos meses, consigue ofrecer las constitu-
ciones renovadas a los frailes predicadores.
Como sucede en toda obra humana, hay al-
gunas deficiencias en los textos, pero también se
han alcanzado, entre otros, tres aciertos:
Primero: la “cons-
titución fundamen-
tal”, que, siendo lo
principal, está codifi-
cada antes que todos
los demás textos.
Contiene los elemen-
tos esenciales de la
vida de la Orden,
que no pueden ser
modificados subs-
tancialmente.
En esta constitu-
ción fundamental le-
emos la finalidad de
la Institución: “§ I.– El Papa Honorio III expresó
el ideal de la Orden escribiendo a Domingo y a sus
frailes estas palabras: “Aquel que incesantemente
fecunda la Iglesia con nuevos hijos [Orac. por
catecúmenos, Viernes Santo], queriendo asemejar
los tiempos actuales a los primitivos y propagar la fe
católica, les inspiró el piadoso deseo de abrazar la
pobreza y profesar la vida regular para consagrarse a la
predicación de la palabra de Dios, propagando por el
mundo el nombre de nuestro Señor Jesucristo”
[HONORIO III, Carta a Santo Domingo,
18.01.1221; MOPH XXV, p. 144].
La misma constitución fundamental contiene
la síntesis de los valores de la Orden, con estas
expresiones: “§ IV.– Y, puesto que nos hacemos
partícipes de la misión de los Apóstoles, imitamos tam-
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bién su vida según el modo ideado por Santo Domingo,
manteniéndonos unánimes en la vida común, fieles a la
profesión de los consejos evangélicos, fervorosos en la cele-
bración comunitaria de la liturgia, principalmente de la
Eucaristía y del oficio divino, y en la oración, asiduos en
el estudio, perseverantes en la observancia regular”.
Segundo: se subraya el carácter medular y
universal del Ministerio de la Palabra de Dios: Para
alimentar la fe del pueblo fiel; para que brote la
fe en los infieles; para que la teología entre en
diálogo con las ciencias humanas en los grupos
universitarios; para fomentar la unión ecuménica
con los hermanos separados y con otros grupos
religiosos; para dar testimonio del Evangelio y
buscar la verdad en el mundo del trabajo.
Tercero: se destaca la dimensión apostólica y
comunitaria del estudio, porque el Fundador in-
serta en el ideal de su Orden el estudio dirigido
al ministerio de la salvación y lleva siempre con-
sigo el Evangelio de San Mateo y las Epístolas de
San Pablo. Deja en claro su importancia e indica
sus fuentes. Bosqueja caminos para su promo-
ción y ofrece criterios para su organización local,
regional y universal.
V. Conclusiones
1. La vida fraterna y la dimensión comunitaria
de la predicación, son el meollo del carisma de la
Orden, su núcleo fundamental.
2. El binomio “misión” – “vida” de la Orden de
Predicadores se ha ido adaptando de acuerdo a los
cambios requeridos por los lugares y por las épo-
cas, a veces con acierto y a veces con menos éxito.
3. Sería conveniente para la Iglesia que la Orden
Dominicana lograra ser una red de comunidades,
que, con la ayuda de las modernas tecnologías y
con la lectura de especialistas, analizaran la reali-
dad y buscaran caminos para evangelizar, pro-
moviendo la humanización y haciendo presente
el Evangelio en la interculturalidad.
Milagro de los panes - Sepulcro de Santo Domingo – Bolonia
Este ensayo fue publicado en la revista TESTIMONIO, de la Conferencia de Religio-
sos y Religiosas de Chile, en un número de homenaje a la Orden de Predicadores.
TESTIMONIO se puede adquirir en las oficinas de CONFERRE: Erasmo Escala 2180, Santiago
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