2. La creación y evolución de la Odontología en Chile
La historia de la odontología en Chile está ligada a un origen laborioso y a una anécdota
que hasta nuestros días sigue pareciendo increíble.
En nuestro país, los primeros que se acercaron al tema dental en forma sistemática fueron
los barberos. Ellos se dedicaban principalmente a realizar extracciones de piezas dentarias,
tarea que a la mayoría de los médicos del siglo XVIII no les atraía, pues en general solían
delegar aquellas labores en las que hubiese “sangramiento”.
Los barberos conformaban entonces un gremio distinto al de los médicos. Por
largos años las barberías usaron como símbolo un cilindro con líneas blancas,
azules y rojas. Este objeto nació inspirado en las trastiendas, donde los barberos
colgaban sus vendas blancas (con poco uso), azules (que ya estaban sucias y
muy desgastadas) y rojas (manchadas por la sangre de sus clientes).
A mediados del siglo XIX, a los barberos que se ocupaban de las extracciones
dentales y a todos quienes practicaran "sangrados" a sus clientes, se les
comenzó a llamar flebótomos.
Para entonces no existía en Chile la intención oficial de realizar cursos docentes de
odontología.
La primera iniciativa surgió en 1853 cuando el administrador del hospital San Juan de Dios,
Antonio de Torres e Irarrázabal, le sugirió al Presidente Manuel Montt, la necesidad de
dictar cursos de flebotomía, idea que se materializó un año más tarde.
Para ser admitido en este curso se requería saber leer,
escribir y tener nociones de aritmética; acreditar buena
conducta y tener, por lo menos, 16 años de edad. Las
clases duraban un año, pero los alumnos debían trabajar
durante 12 meses más prestando servicios en el hospital,
para ejercitar sus conocimientos.
En 1865 el curso estaba a cargo del doctor Pablo Zorrilla
y en 1877 pasó a manos del doctor Miguel Semir. A partir
de entonces, la odontología comenzó a adquirir mayor
reconocimiento, lo que se tradujo en grandes y variados
avances teóricos y prácticos.
Así nació la idea de crear una Escuela Dental, proyecto que se materializó en el año 1888,
cuando se constituyó en forma anexa al hospital San Vicente de Paul.
En un principio, la carrera duraba sólo dos años, era dictada por médicos y dependía de la
Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
3. A fines del siglo XIX, el director de la Escuela de Dentística era el doctor Germán
Valenzuela Basterrica, quien luego de estudiar medicina había sido enviado por el gobierno
a especializarse como odontólogo a París.
El doctor Germán Valenzuela Basterrica partió en
1897 a especializarse durante un año en la escuela
Dental de París, donde recibió el tituló de dentista. A
su regreso fue designado como director de la Escuela
de Dentística de Chile. Este hecho es considerado
como el primer paso de la odontología contemporánea
en nuestro país.
El profesional cumplió con la tarea encomendada por el Gobierno de actualizar la
enseñanza odontológica, en conformidad con la educación que se impartía en las
instituciones extranjeras. Desde entonces, se exigió que los alumnos hubieran cursado por
lo menos el cuarto año de humanidades para ingresar a la Escuela de Dentística; se
consideró en el estudio todos los ramos médicos fundamentales, y se dio mayor amplitud a
las instalaciones físicas y a las clínicas dentales.
El esclarecimiento del crimen de Beckert en 1909,
fue el primer peritaje dental de la historia de Chile,
demostrando el valor de la odontología en las
investigaciones de carácter legal. Asimismo, el
Presidente Pedro Montt, en agradecimiento por la
labor desarrollada por Valenzuela Basterrica -pues
había permitido reposicionar el nombre de la Nación
en el ámbito internacional-, le ofreció al odontólogo
una recompensa a su elección.
Con la sencillez que lo caracterizaba el profesional
no solicitó ningún bien para sí mismo, sino que, en
un acto que forma parte de la historia, le pidió al Primer Mandatario comprometer los
fondos para construir un edificio propio para la Escuela de Dentística, de modo que la
institución tuviera un edificio independiente al de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Chile.
Con modernas instalaciones clínicas para la época, el
nuevo establecimiento fue inaugurado el 10 de
septiembre de 1911 en la Avenida Santa María.
Igualmente se impulsó un gran desarrollo de sus
programas de estudios y del personal docente,
aspectos que elevaron su categoría hasta convertirla
en la primera escuela dental de Sudamérica.
En cuanto a los requerimientos para estudiar allí,
desde 1917 se exigió el bachillerato en humanidades.
Ese mismo año el título de dentista pasó a ser
universitario y al poco tiempo, mediante una Ley
4. especial, la odontología fue reconocida entre las profesiones liberales.
En 1945, gracias a la preocupación y trabajo conjunto de profesores, médicos y
odontólogos, la Escuela Dental de la Facultad de Biología y Ciencias Médicas de la
Universidad de Chile se constituyó como una facultad independiente y, dos años más tarde,
comenzó a entregar a los profesionales el título de cirujano-dentista.
El primer decano de la facultad fue el doctor Alfonso Leng, quien además de odontólogo
fue un destacado compositor, obteniendo en 1957 el Premio Nacional de Arte, mención
música. Una de sus obras clásicas es “La muerte de Alsino”, pieza que es interpretada cada
año por músicos de la casa de estudios.
En el Museo Odontológico que se creó en la nueva
Facultad de Odontología, se encuentra el cráneo de
Exequiel Tapia.
Así, gracias a la recompensa que recibió el doctor
Valenzuela Basterrica, la Facultad de Odontología
continuo construyendo su futuro y su historia.
El crimen de Beckert
En forma paralela, el país era estremecido por un serio problema
diplomático: el crimen de Beckert. La tarde del viernes 5 de
febrero de 1909, un voraz incendio afectó la sede diplomática de
Alemania, ubicada en la calle Nataniel Cox esquina de Alonso
Ovalle. Entre los escombros se encontró un cuerpo carbonizado
que portaba la argolla de matrimonio, colleras y reloj del
canciller de dicha Legación, Guillermo Beckert Trambauer. En
vista de tales evidencias, los médicos alemanes Westenhoffer y
Aichell, certificaron su muerte.
La culpa del siniestro recayó sobre el portero de la Legación, el chileno
Exequiel Tapia, quien tras el incidente desapareció junto con la
cantidad de 25.000 mil pesos de la época, que el representante del
gobierno alemán, Von Bodman, había depositado el día anterior en la
caja de seguridad de la Cancillería.
El emisario Von Bodman sostenía que el canciller había sido asesinado
por el portero Tapia, no sólo impulsado por el móvil del robo, sino
además, argumentó que Beckert había recibido varios anónimos con
amenazas de muerte.
5. El joyero Otto Izacovich, quien conocía a Beckert, se presentó ante el juez Bianchi al día
siguiente del incendio asegurando haber visto al canciller la madrugada del sábado en el
Portal Edwards. Sin embargo, el magistrado no le creyó y le pidió que no complicara más
las cosas, pues el cadáver carbonizado ya había sido reconocido oficialmente como el de
Guillermo Beckert, canciller de la Legación de Alemania en Santiago.
El funeral se llevó a cabo con grandes honores, propios de
una persona de su rango, y contó con la presencia del
Ministro de Relaciones Exteriores y de gran parte de los
integrantes del cuerpo diplomático. El acto fue
sumamente tenso, pues corrían rumores de que el
gobierno alemán pediría a Chile una indemnización
territorial: el Estrecho de Magallanes.
Algunas personas comenzaron a sospechar por la
presencia de "cabos sueltos" en la muerte del canciller.
Entre ellos se encontraba el odontólogo de más prestigio
de Chile, el doctor Germán Valenzuela Basterrica.
El profesional, junto al periodista Vicente Donoso,
obtuvieron permiso para exhumar el cráneo de Beckert y se dispusieron a llevar los restos
al consultorio del dentista Juan Denis Lay, quien había atendido al canciller en varias
oportunidades.
En su libro “Yo soy tú”, el dibujante Jorge Délano reproduce el relato de Donoso: “Envolví
aquellos restos en un diario y le pedí a don Germán que nos dirigiéramos al consultorio de
Denis Lay. Tomamos un carro Catedral y dejamos el macabro envoltorio sobre el asiento.
Con tanto interés íbamos discutiendo los pormenores del crimen y sus proyecciones
internacionales, nada favorables para nuestra patria, que seguimos viaje sin darnos cuenta
que debíamos bajarnos. Descendimos sobreandando del tranvía; ¡pero habíamos olvidado la
cabeza del muerto en el asiento! Es de imaginarse la carrera que emprendimos tras el carro.
Al atildado odontólogo se le hacían cortas las
piernas para correr. Tres cuadras corrimos en
persecución del tranvía hasta darle alcance
nuevamente. Jadeante me trepé a él y recuperé el
paquete que sirvió para salvar el honor de Chile.
¡Imagínese, compañero, mi responsabilidad si
hubiera perdido la cabeza de Beckert! ¿No era
para perder la cabeza? Tal vez ya nos habrían
quitado el Estrecho de Magallanes y sabe Dios
si la historia del mundo hubiera variado”.
Al confrontar la dentadura del cráneo del
supuesto Beckert con la información de la ficha
que conservaba el doctor Denis Lay, pudo comprobarse que los restos no correspondían al
canciller, pues los tratamientos que éste había recibido no estaban en las piezas dentales del
6. cráneo calcinado. De hecho, el muerto tenía los dientes sanos y, según el archivo del
profesional, a Beckert se le habían realizado extracciones, coronas de oro y obturaciones en
platino.
Efectivamente, los restos eran de Exequiel Tapia, portero de la Legación, desaparecido
desde el incendio, a quien el propio Beckert había primero asesinado, luego vestido con sus
ropas, sin olvidar poner en su dedo su propia argolla matrimonial y luego prendido fuego a
la sede diplomática.
Se comprobó así que el cadáver sepultado con tanta pompa no era el del canciller alemán,
sino del portero Exequiel Tapia. Desde ese momento el proceso tomó un giro en 180
grados. Toda la policía se abocó a la búsqueda del asesino germano, que fue encontrado en
Lonquimay dos días más tarde, mientras intentaba cruzar a territorio argentino. Se le
condenó a muerte y fue fusilado el 4 de julio de 1910.
Historia
Vestíbulo de ingreso de la antigua
Escuela Dental
Oficina de la Dirección
7. Antigua Escuela Dental ubicada
en Av. Santa María Nº 571,
Recoleta, Santiago
Profesores de la antigua
Escuela Dental