LA FE

1. Lección 11 para el 12 de marzo de 2022

2. Llegando al final de su discurso, Pablo introduce un tema
básico para la vida del creyente: la fe. Y la define de esta
manera: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).
La fe es un requisito indispensable para “agradar a Dios”
(Heb. 11:6). Es lo que sostuvo a los grandes héroes de la
fe, hombres y mujeres de los cuales “el mundo no era
digno” (Heb. 11:38).
Entre estos héroes aún hay lugar para ti.

3. “Porque aún un poquito, Y el que ha de venir
vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá
por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi
alma” (Hebreos 10:37-38)
Jesús (“el que ha de venir”) vendrá con toda seguridad
(Hechos 1:11). Lo ha prometido y lo cumplirá. ¿Lo crees?
¿Estás convencido de ello?
Si es así, Dios te invita a mantenerte aferrado a esa fe.
Cuando flaquee tu fe echa un vistazo a la lista de hombres y
mujeres que pusieron su vista en el galardón (Heb. 11:26).
Fieles que descansan a la espera de recibir, junto a nosotros,
lo prometido.
El que ha hecho la promesa es fiel. Y su fidelidad produce,
como resultado, nuestra fe. No hablamos de un acto aislado
de fe, sino de una vida de fe: “Sé fiel hasta la muerte, y yo
te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).

4. “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que
había recibido las promesas ofrecía su unigénito” (Hebreos 11:17)
Las leyes naturales le decían que le era imposible tener hijos. Sin
embargo, Sara creyó contra toda lógica, porque creyó en el que
prometía. Y Dios no miente.
Una anciana concibió de uno “ya casi muerto” (Heb. 11:12). Y
después de darles un hijo, Dios le pide a Abraham que lo sacrifique.
En ese momento, Abraham tuvo que echar mano de su fe, una fe
basada en las promesas ya cumplidas.
“Después de todo –razonó–, ¿no nació este
niño de alguien casi muerto? ¿Es difícil para
Dios darle de nuevo la vida una vez muerto?”
(Heb. 11:17-19).
Creer en Dios es creer en lo imposible. Y,
gracias a Él, lo imposible sucede.

5. Desde su nacimiento, la vida de Moisés estuvo rodeada de actos de fe:
Sus padres lo
escondieron, a pesar
del decreto del rey
(v. 23).
Ya grande, rechazó el
trono de Egipto
(v. 24-26).
Dejó Egipto aferrado
al Invisible (v. 27).
Celebró la pascua,
evitando la muerte de
los primogénitos (v.
28).
Pasó el Mar Rojo en
seco (v. 29).
Vivió 40 años
acompañado de
continuos milagros
de fe.
De la experiencia de Moisés podemos aprender a:
Fijar nuestros ojos en Jesús, sin perder de vista el galardón.
Soportar insultos y desdenes debidos a nuestra fe en Jesús.
No aferrarnos a las cosas materiales.
Esperar milagros en nuestra vida.

6. Al contrario que Josué, hombre piadoso que sirvió fielmente a Dios toda su
vida, Rahab no contaba con ninguna virtud resaltable. Sin embargo, Pablo
no menciona a Josué, sino a Rahab, cuando habla de Jericó. ¿Por qué?
Porque Rahab es un ejemplo de fe para todos los que, sin
haber visto, creen. Escuchó, creyó y obedeció. Cuando
tuvo que decidir, decidió por Dios.
Y así fue con el resto de héroes a los que Pablo no tiene tiempo de
mencionar en detalle. Entre ellos, vemos a aquellos que, “no aceptando el
rescate” (Heb. 11:35), decidieron seguir a Dios a pesar de las consecuencias.

7. “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2)
¿Cómo mantenernos firmes en nuestra fe? Fijándonos en Jesús, del cual
se nos dan dos cualidades relacionadas con la carrera de nuestra fe.
El autor de nuestra fe
Es el único que ha llegado al final de
la carrera.
Su vida perfecta hace posible que
nosotros podamos correr.
Es la razón de ser de nuestra fe, y el
que la crea en nosotros (Flp. 2:13).
El consumador de nuestra fe
Renunció a todo por nosotros.
Nunca pecó.
Mantuvo su vista en el gozo
puesto ante él.
Soportó incomprensión y
abusos.
Por la fe en Él, siguiendo su ejemplo, y manteniendo nuestra vista
en Él, seguimos adelante con fe, confiando en sus promesas.

8. “Tratad de ser fieles alumnos en la escuela de
Cristo, aprendiendo diariamente a
conformar vuestra vida al Modelo divino.
Dirigid vuestro rostro hacia el cielo, y
avanzad hacia el blanco del premio de
vuestra elevada vocación en Cristo Jesús.
Corred la carrera cristiana con paciencia […]
Acercaos a Dios; y si estáis deseosos de tomar
el primer paso hacia arriba, encontrareis su
mano extendida en vuestro auxilio”
E. G. W. (The Youth’s Instructor, 30 de mayo de 1895)