Pablo Freire analiza en "Política y Educación" la necesidad de una educación que promueva la participación y libertad del estudiante. Freire argumenta que la educación debe ser un proceso que involucre a toda la comunidad y fomente la curiosidad natural del ser humano por aprender y transformar el mundo, en lugar de ser un proceso autoritario. Además, sostiene que la educación y la política están intrínsecamente ligadas y que una educación de calidad es fundamental para promover cambios sociales y económicos.
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Pablo freire. análisis
1. ANÁLISIS DE “POLÍTICA Y EDUCACIÓN” DE PABLO FREIRE
Pablo Freire nació en Recife, Brasil, en 1921 y muere en 1997, fue uno de los pedagogos más importantes
del SXX en América Latina, teniendo como principal objeto de estudio el método educativo y las relaciones
que se operan dentro de él.
En “Política y Educación” Freire realiza un recorrido por lo político-pedagógico, enfatizando su posición
política en inherente relación de simbiosis con la práctica pedagógica. Sin embargo Pablo Freire plantea de
que a pesar de tener en claro su verdad, siempre está a la búsqueda del cambio. Cambio del conocimiento
que se encuentra en un permanente devenir histórico. Para este pedagogo el conocimiento es una producción
social, resultante de una acción reflexiva y producto de la curiosidad. Curiosidad que es parte de la
naturaleza humana, y es lo que nos permite estar en constante movimiento y en la permanente gestación de
los descubrimientos. Curiosidad es con la cual los hombres se arriesgan a saber, a aventurarse, es típica
característica de los educandos, la cual los lleva a conocer el objeto, a descubrir el mundo. Una curiosidad
que los llevará muchas veces al error, pero también a la satisfacción, a la alegría, cuando logre transformar el
mundo.
Freire se preocupa y se ocupa de la naturaleza humana, para encontrase ante un ser que no se termina de
formar, conciente de su duración, y que por lo tanto lo lleva a querer “ser más”, y en esa búsqueda puede
deshumanizarse, esto es, que pierda su dirección, que pierda su vocación, y a esto Freire lo llama inmoral.
Para pretender “ser más”, es necesario que participe en el dominio político, rehaciendo las estructuras
sociales, económicas, en las que se dan las relaciones de poder y se generan las ideologías. Cuando Freire se
refiere al ser humano lo cataloga como un ser programado para aprender, de ahí deriva su curiosidad. Un ser
humano que utiliza instrumentos para la producción y adquisición de alimentos y otros bienes, cosa que nos
deferencia de los animales, ese poder de transformar el medio en el que vivimos, y adaptarnos a él. Un ser
humano que para ser tal tiene que estar siempre creando, transformando, que se reinventa, que no solo es un
ser histórico, social, conciente, también es un ser condicionado a la experiencia, al aprendizaje y a la
enseñanza.
Para ser un ser humano curioso, activo, se requiere que participe en los cambios sociales y económicos. Una
participación sobre todo en el quehacer educativo. Una participación que infiere sobre la intervención, de
decidir como ciudadano con derechos de voz y voto. Una intervención de padres, profesores, alumnos, de la
comunidad local, de una escuela de puertas abiertas, una escuela popular, sin dejar de recibir la acción
estatal, pero ésta debe ser más rápida y eficiente.
2. Esta participación de la que habla Freire va de la mano con la lucha política, una lucha por el poder, poder
que se encuentra en una minoría. La práctica política a lo largo de la historia redujo a las clases populares de
su capacidad de decidir, de elegir, estando bajo la explotación y sumisión de las clases dominantes; la
política de dirigentes llamados progresistas no quiere problematizar con esta clase dominante.
En la historia está llena de confrontaciones de conflictos que por sí mismos generan la necesidad de
educación. Una educación que se caracteriza por ser un factor fundamental en la reinvención del mundo, en
la transformación de éste. La educación es práctica indispensable y específica del ser humano en la
construcción de su historia como movimiento, como lucha. Con la educación estamos generando en el
individuo la participación, cuando participa actúa como integrante de una sociedad que crea prácticas
educativas, por lo tanto que para ser tal necesita de sujetos, un sujeto que enseñando aprende y un sujeto que
aprendiendo enseña. La práctica educativa necesita también de un objeto de conocimiento, enseñado por el
profesor, y aprehendido por el alumno, así como también de objetivos hacia los cuales se orienta. Por eso la
práctica educativa debe ser neutral, por lo tanto el educador debe decidir, envistiéndolo Freire al docente
como sujeto participante y no como manipulado; una práctica educativa neutral implica estar en armonía con
nuestra opción política, siendo por tanto indefectiblemente coherente con el discurso de cada uno.
Una práctica educativa coherente necesita de un ámbito de libertad, libertad conquistada tras una lucha en el
juego de la educación. Es esta libertad la que nos lleva a la necesidad de elegir, y esta no nos permite ser
neutrales, nos permite ser críticos, ser libres. Y es por esto que los seres humanos no son seres totalmente
determinados. Según Freire el determinismo no nos permitiría reflexionar críticamente e ir más allá de
nuestro propio condicionamiento; ser determinado implica estar limitado.
Esta libertad a la que se refirió antes está basada en una democracia, una democracia que reconoce el
derecho natural de voz de los alumnos, a los docentes, reduciendo el poder de los directores y permitiendo la
injerencia de los padres y vecinos en la vida misma de la escuela de sus niños. Es preciso para esto realizar
una reforma administrativa, descentralizar decisiones. Decisiones que en muchos casos se toman en forma
autoritaria.
El autoritarismo se manifiesta por ejemplo en la autoridad del educador que anula la libertad del educando,
porque no cree en él, o cuando los directores ya tienen un programa curricular armado sin haber escuchado
la voz de los docentes. Una dirigencia autoritaria apuesta a sus propuestas y a la evaluación posterior, para
ver si el programa curricular fue aceptado y seguido. Para Freire esta forma autoritaria de apostar a la
currícula y no a la formación científica, pedagógica, política de los educadores y las educadoras revela como
el autoritario teme a la libertad, a la incertidumbre, el sueño, teme cuando las clases populares se hacen
presentes en las escuelas, en las calles denunciando la fealdad del mundo y anunciando un mundo más
3. bonito. El autoritarismo anhela el inmovilismo. Dentro de esta línea de dirección podemos encontrar al
intolerante, quien en nada ayuda al desarrollo de la democracia. Adoptar posiciones intolerantes hace
imposible aceptar la convivencia con los que son diferentes. La intolerancia es sectaria, castradora, acrítica.
El intolerante se siente dueño de la verdad. Es imposible crecer en este régimen.
Por eso la escuela debe contar con educadores progresistas coherentes, en continua formación, que no se
permitan ser domesticados. La escuela debe mantenerse fuera de las luchas, de los conflictos; debe tomar al
educando como sujeto y no como objeto, y debe tomar en consideración el conocimiento de experiencia con
que el educando llega a la escuela. En tanto que los educadores deben hacer posible que los educandos se
apropien de la significación del objeto de la única manera aprehendiéndolo es como pueden aprenderlo.
El lenguaje es producto de la interacción entre los seres humanos, en su necesidad por comunicarse.
Mediante el lenguaje mismo muñido de curiosidad es que los seres humanos han descubierto a través de la
historia, la libertad, los instrumentos para transformar al medio. El lenguaje se desarrolla haciendo cosas
para uno y para los demás en cooperación.
Reflexión: las ideas de Pablo Freire en “Política y Educación” revela la necesidad del ser humano por
liberarse a través de una educación integradora y comunitaria, no autoritaria, pero si que englobe la
cooperación de varios actores. La educación debe incluir al pueblo, un pueblo que hace historia
reinventándose a través del descubrimiento. La práctica educativa debe ser un acto político y pedagógico a la
vez, un acto con reflexiones y críticas, de constante cambio, porque la realidad cambia, y cambia por la
curiosidad del hombre que no para de asombrarse.
BIBLIOGRAFÍA: FREIRE, P. “Política y Educación” 2º Edición. Siglo XXI Editores.