El resumen describe la perfección de la naturaleza a través de la descripción de un manantial. Dividido en tres momentos: 1) la descripción del agua, 2) su relación con el sol durante el día, 3) su quietud al anochecer cuando refleja la luna y las estrellas. El autor utiliza un lenguaje poético para enaltecer la belleza de los elementos naturales y su amor incondicional.
Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
El agua y la infanta
1. Estela Chagas 3° Idioma Español Literatura Española
El agua y la infanta
Este manantial ancho, quieto, es de una desnudez, de una pureza, de una
luminosidad tan perfectas, que no parece agua, sino aire del collado, que se acostó al
amor de los árboles y ya no quiere subir.
Dicen que es agua dormida. ¡Cómo ha de estar dormida el agua que acoge
sensitivamente todo lo que está cerca para mostrarlo, aunque no haya nadie que la mire!
Tiene la mirada abierta de día y de noche. De día la enciende y la traspasa el
sol y el azul. Todas las mañanas les ofrece el agua de su virginidad, desde las orillas de
sus frescas vestiduras al profundo centro y a la otra ribera. Todo el tremendo sol se
aprieta en una medalla de lumbre, y el manantial la mece como una hoja, y la va
calando, derritiéndola y haciéndola cuerpo suyo desde la superficie al fondo. Por la
tarde no tiene el sol más que un poco de fuego y de sangre.
Después, el agua se queda un momento ciega. Es un ojo de azul helado, todo
órbita vacía, inmóvil. ¿Se habrá muerto para siempre esta pobre agua? Venimos muy
despacio, como si nos llegásemos de puntillas a una mujer acostada que no se la oye
respirar, que no tiene color, que no mueve los parpados, y, de pronto, salen los ojos
ávidos, asustados, sale toda la imagen dentro de la quietud del agua ciega. Estamos allí
del todo; está todo mirándose. Nos aguardaban. El agua se ha llenado de corazón, y el
corazón de esta agua era la ansiedad de nosotros.
Apagado el día, principia a recoger estrellas, que deshojan su luz cuando pasan
por encima. La luna es hermana suya. Agua y luna se abrazan se denudan, inocentes y
necesitadas la una de la otra para la misma belleza.
Gabriel Miró. (El ángel, el molino, el caracol del faro.)
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Esta es una obra de Miró la cual hace parte de una colección de descripciones
del libro “El ángel, el molino, el caracol del faro”. El autor pertenece a la Generación
del 14 o Novecentismo, movimiento artístico literario que se caracteriza por desviarse
de las tendencias del siglo XIX. El crítico Ricardo Guillón, ha calificado los relatos de
Miró como novelas líricas. Son obras más atentas a la expresión de sentimiento y
sensaciones que a contar sucesos, es un poeta en prosa.
Con referencia al tema de este fragmento podemos decir que trata del
deslumbramiento de la perfección de la naturaleza en el transcurso del día. Se puede
dividir en tres momentos, la primera describe el agua misma, de una forma muy
peculiar, no intenta solo describirla sino exaltarla; la segunda, el contacto del agua con
el sol y su relación; en tercer lugar retornamos a una descripción del agua pero durante
el crepúsculo, ya que esta cambia su parecer. Y por último, durante la noche, la relación
de hermandad que entablan agua y luna.
Más que una descripción es un cuadro, utiliza un lenguaje connotativo para
otorgarnos una imagen que abarca todos los sentidos. Comienza la descripción con su
percepción de la naturaleza, con mucha poesía, por eso está plagado de observaciones
subjetivas del personaje. Le otorga al comienzo una personificación al agua que solo él
la ve. Establece una relación de amor perfecto entre los elementos de la naturaleza que
aquí presenta. “…que no parece agua, sino aire del collado, que se acostó al amor de
los árboles y ya no quiere subir.” Este amor representado, refiere a la entrega del todo,
ofrece lo que tiene sin pedir nada a cambio, ya que los árboles necesitan al agua y ella,
a su vez de estos. El determinante “este” indica la distancia que el personaje está del
agua, está muy cercano, por ese motivo puede percibir con facilidad lo que está viendo.
Le otorga el sustantivo “manantial” que es un agua que brota, que nace de la tierra
constantemente, es un agua viva, en constante movimiento aunque no sea perceptible.
El verbo en presente “es” denota una singularidad que luego se sigue afirmando
mediante los sustantivos que le otorgan ciertas cualidades al agua: “desnudes”,
“pureza”, “luminosidad”, junto al determinante “una”. El adjetivo “tan” junto a
“perfectas” funciona como un superlativo. En el pronombre reflexivo “se” podemos
identificar la personificación antedicha, ya que se utiliza para referir a una acción que el
sujeto ejerce sobre sí mismo. “ya no quiere subir”, el adverbio se utiliza para
intensificar la acción venidera, construida mediante una perífrasis para enlentecer la
acción de subir. El agua no quiere subir más, aunque sabe que esto sucederá.
En el siguiente párrafo hay un contraste entre lo que dicen las otras personas y
lo que piensa el personaje. El personaje luego de enaltecerla, muestra la opinión de los
otros, “Dicen que es un agua dormida”, siendo que al llamarla de manantial demuestra
vivacidad y toda la vida que alberga en ella. Luego usa una construcción exclamativa
subjetiva demostrando su indignación frente a los otros comentarios. Es una respuesta a
lo que dicen lo demás. Describe todo lo que el agua hace por lo demás sin recibir
méritos, ni reconocimientos, continúa en ese amor incondicional por los demás
elementos de la naturaleza. La primera oración del párrafo, cuyo núcleo es el verbo
“dicen”, el sujeto es gramatical, por lo tanto le otorga una suerte de impersonalidad, ya
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que los otros no están presentes, se los omite, su opinión no importa. El adverbio
“todo” es hiperbólico, es generalizador, es como si todo el esplendor existente se
pudiera reflejar en ella. Que ese todo esté acogido sensitivamente demuestra el amor
mediante el adverbio, es de forma dulce, cálida, amable y amistosa, para reflejarlo y
mostrarlo sin obtener méritos, ni nada a cambio.
En el segundo momento describe la relación que tiene el agua con el sol.
Comienza el día y ambos se encuentran para llevar a cabo ese amor incondicional. El
personaje hace su descripción a partir de su sentimiento de deslumbramiento por la
escena y lo organiza de forma cronológica. Comienza a describir el cielo, el sol y el
agua. Pero antes hace una aclaración: “Tiene la mirada abierta de día y de noche”, es
decir, le dedica tiempo y atención a todos los que en los diferentes momentos del día se
valen de ella, ya sea para reflejarse o simplemente para donarse a sí mismos. En cada
escena se presentan protagonistas que se relacionan e intercambian el uno con el otro.
Este párrafo comienza con otro verbo “tiene” conjugado en presente y en tercera
persona, refiriéndose al agua. El personaje dejó bien claro en los párrafos anteriores
quién es la protagonista, ya se la detecta con facilidad debido a todo su esplendor
enmarcado por él. Esta imagen se pinta como un diálogo entre el agua y el sol. Los
verbos “enciende” y “traspasa” personifica a los elementos que vendrán a continuación,
el sol y el cielo. Al cielo, lo metaforiza como “azul”, para darle esa carga de vivacidad y
esplendor máximo del sol, ya que cuando el cielo está nublado él no se puede presentar
con toda su inmensidad, el sol es dependiente a su vez del cielo, continua
demostrándonos esa perfección de la naturaleza. A continuación, nos sitúa en la
mañana. Presenta al agua con una cierta delicadeza, suavidad y ternura, respondiendo al
sol y entregándose a él. Utiliza el sustantivo “virginidad”, para describirla, así como la
construcción “frescas vestiduras”. El sol, la enciende por completo, la recorre, ya que
esta se ofreció por completo, podemos observar la entrega en la siguiente secuencia
“orillas… profundo centro y a la otra ribera”. Nos otorga la sensación del transcurso
de día, el sol pasa por todo el agua con su movimiento natural. “Tremendo sol” funciona
como un superlativo que posteriormente se condensará en un pequeño punto,
demostrando la entrega total por parte del sol al igual que la del agua. Deja su
majestuosidad para entregársela a ella. Se entrega como una medalla, puede referirse a
la pequeñez pero también como si fuera un premio. El sustantivo lumbre que ejerce
como un complemento adjetival de medalla, afirma el esplendor que el sol ha entregado
al agua. El agua, citada por el personaje, una vez más como “manantial”, juega con el
sol, y lo trata como a otros elementos de la naturaleza, como podemos observar en la
comparación “la mece como una hoja”. Una enumeración que coordina sucesivos
hechos por la conjunción “y”, se representan con los gerundios “calando”, “derritiendo”
y “haciendo”, dando la sensación de continuidad en el tiempo. Estos hechos ocurren de
la superficie hasta el fondo, proceso que debe pasa la medalla de lumbre para reflejarse
y entregarse del todo, el amor es un proceso que debe ser tratado con paciencia y
constancia para llegar al fondo y ser uno, en suma para conquistarla. La secuencia por la
tarde nos vuelve a situar temporalmente, observamos que la situación anteriormente
descripta era el mediodía, punto máximo del sol, por ese motivo toda esa interacción tan
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vivaz e intensa. El sol aquí comienza a perder su intensidad, se lo describe como con
poco fuego y poca sangre, características que mantenían al agua y al sol en esa relación
intensificada por el cenit. Nos continua situando temporalmente con el adverbio
“después” del otro párrafo, lo utiliza como un conector a esa pérdida del esplendor en la
relación entablada con el astro rey.
El agua sigue personificada y la describe en la llegada del ocaso; con una
quietud distinta a la anterior, la muestra como si estuviese muerta. Deja de detallarla y
el personaje se inserta junto al lector en la imagen. Se pregunta si habrá muerto de
verdad, si estará dormida, no entiende bien que sucede y decide acercarse a ella para ver
qué ocurre. Pero resulta que ella está viva, aunque quieta. La quietud de la naturaleza
era parcial se complementa en el momento que el personaje se inserta y entra en este
bello cuadro. La describe como “ojo azul helado”, continua siendo el agua, bella, azul
del día pero ahora es helada como la muerte. “todo órbita vacía”, este “todo” es
hiperbólico, ya que frente a la aparente muerte del agua, el resto de la naturaleza
también muere, también está “inmóvil”. En estos dos enunciados observamos con
tristeza la quietud del agua, entonces se pregunta, si habrá muerto para siempre el agua,
utiliza la construcción “pobre agua”, ya que siente pena de ella por haber perdido
aquella relación tan linda y acogedora con el sol; siente como si ella no viera más
sentido en su existencia. Con el verbo construido en primera persona del plural
“venimos”, el personaje incrusta a él y a los lectores en la imagen. Lo hace con
precaución para no invadir de repente tan bella pintura, compara al agua con una mujer
acostada, “como si nos llegásemos de puntillas a una mujer acostada que no se la oye
respirar, que no tiene color, que no mueve los parpados” llega de puntillas porque es
necesario verificar si está bien, la ve como una mujer que ha salido de un
relacionamiento, está pálida y con un mal parecer. Utiliza el pronombre “nos” y otro
verbo construido en primera persona del singular (“llegásemos”) para hacer sentir al
lector dentro de la imagen. Enumera con una descripción fugas pero con muchos
detalles que nos demuestra brevemente esa sensación de desespero por saber si está
muerta o no. Al llegar lo suficientemente cerca, se llega a la conclusión que está viva y
continúa mostrando en su quietud imágenes y reflejos de los demás elementos. Muestra
a los ojos con el adjetivo “ávidos”, porque el personaje ha llegado tan cerca de ella que
vio su reflejo en el agua y logra ver a todos los reflejos que antes se veían de lejos y
ahora, a causa de la poca luz, se pueden observar solamente muy de cerca. Se puede
observar esto en el siguiente fragmento: “El agua se ha llenado de corazón, y el
corazón de esta agua era la ansiedad de nosotros.” Lo que el personaje veía era a sí
mismo, también él, de tanto observar esa naturaleza, quedó dentro de ella y el agua
también se entregó a él.
En el último momento, anochece, el autor describe a través de una
circunlocución, que es un recurso que no construye una idea de modo concreto sino a
través de un rodeo, en este caso, quiere situarnos temporalmente diciendo que
anocheció: “Apagado el día, principia a recoger estrellas, que deshojan su luz cuando
pasan por encima. Continúa la descripción de la perfección de la naturaleza,
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describiendo a la luna como hermana del agua, pierde aquél amor más intenso que tenía
con el sol y encuentra uno totalmente fraternal. El agua refleja el esplendor de la luna,
se muestran tal cual son y con un mismo propósito embellecer aún más esta imagen. El
amor incondicional entre estas dos protagonistas se representa con los adjetivos
“inocentes” y “necesitadas”.
En suma, el amor que ronda toda la obra, no muestra de una forma muy clara
cuán bella y perfecta puede ser la naturaleza y todos sus componentes. Somos parte de
ella y la necesitamos. El hecho de darnos un tiempo y apreciar pequeños paisajes como
este hasta al punto de enamorarnos de lo que está frente a nosotros, hace que este pasaje
sea tan actual. Aprender de la naturaleza, disfrutar de ella, es lo que hace le personaje
creado por el autor hace y lo describe con una destreza que más que imágenes nos
llegan sentimientos de alegría, melancolía, felicidad y paz.