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Geoarte: Relatos, poemas, fotos y pinturas
Mas información www.geoarte.es
Autor José Antonio Suárez Lopez
77541055M-Tfno 955845142
Compañía b A Bajo Izda Marchena 41620Sevilla.
El proceso del Geoarte
El Geoarte es un estilo de pintura que mace de la pura experimentación y del más simple sentido
del juego con el color y la forma. Pero también de la búsqueda y el desarrollo personal.
Huye pues de catalogaciones, serializaciones o etiquetas y por
lo tanto del mercadeo barato imperante hoy en el arte, donde se confunde el
valor y el precio, de las ideas y de la cultura.
La definición más formal del Geoarte, son imágenes del planeta que parten de
los satélites, y a partir de esta referencia trabajo sobre ellas, o las
interpreto pictóricamente de forma directa, o me inspiro en ellas para crear una
obra completamente autónoma. También me sirven para compararlas con
imágenes de suelos, texturas o formas biológicas, creando así un diálogo
enriquecedor entre lo micro y lo macro. Es por tanto un arte que se inspira en
una fotografía, pero que no le debe nada a ella, sino que lo trasciende, es solo
una herramienta mas en un largo proceso.
Las pinturas nos llegan con una primera apariencia de abstracción, pero
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siguiendo el ejemplo de Perez Aguilera, una mirada mas detallada, nos desvela
que no se pierde la referencia de la realidad.
El Geoarte es una pintura filosóficamente y psicológicamente espiritual e
ideológicamente conservacionista. Es algo mágico, mítico y profundo, es algo
que se puede tocar, es orgánico y es natural, pero al mismo tiempo es simbólico,
es parte de nosotros, o nosotros somos parte de ello.
Al mismo tiempo la serie Geoarte que es un goce para la vista, tiene además un mensaje
profundo conservacionista y ecologista.
Es un estilo sin más pretensión intelectual que la de colocar a la tierra en el centro de todo el
mensaje humano, y que tiene como mayor exponente la obra del planeta tierra al completo, la
esfera del planeta plasmada sobre un metro por un metro. Esta plasmación ha implicado un
sentimiento de búsqueda pero también un juego de intuiciones y razones. Tanto los tipos de
pinturas usados, acrílicos liquidos, espátulas, geles y texturas, como los soportes, madera por un
lado y por otro, carton pluma sobre vinilo, buscan extraer las mejores cualidades del acrílico
líquido. He querido que cada medio represente y se comporte de forma artificial de la misma
forma que lo haría en el medio natural.
Es decir, los mares, ríos y lagos están representados con acrílico liquido, que se ha ido
mezclando de forma natural, esto es con pocas ayudas de pinceles y otro tipo de herramientas.
La tierra está representada con adición de algunas arenas, o geles que la simulan y
las nubes y otros elementos gaseosos, pintadas con aerógrafo. Es decir, el agua con agua,
la tierra con tierra y el aire con aire.
En fotografía, el Geoarte son fotocomposiciones asistidas por ordenador que buscan una fusión
entre el hombre y la naturaleza. El ejemplo más claro es la mano cuyas venas se han
convertido en las bocas del rio Missisipi.
Las fotografías acompañan en la exposición a las pinturas
para enriquecerlas.
Y por último está la palabra, la poesía y la literatura. Los
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geoversos están hechos sobre un mapa, pero también sobre
una persona. Detrás de cada poema hay una persona, a la que se retrata en el poema, siendo
además, el paisaje, la geografía del país donde nace, protagonista del hecho creativo.
Siempre hay una referencia concreta de la que se parte, por tomemos como ejemplo
“Mirada Delta” dedicada a una persona nacida en Venezuela, y que versa sobre el Río
Orinoco con muy claras referencias a lugares concretos del planeta y del mapa,
pero también a rasgos concretos de una personalidad de una persona.
Por último los relatos breves son fruto de otro largo proceso, de casi una década.
Historias de personas y lugares, repartidos por la geografía mundial, a modo de
cuentos del planeta, que bucean en las culturas, ritos, o asuntos menos
conocidos, y en épocas remotas y presentes que tiene en común la búsqueda de
la sabiduría ancestral, la que siempre ha estado más en contacto con el planeta,
con la naturaleza y con los elementos.
Todos somos el todo
Todos los protagonistas de los relatos nos vienen a decir lo mismo. Que cada uno
de nosotros está, estará o ha estado aquí para sentir lo mismo, que no somos tan distintos
y que el egoismo mal entendido no conduce a nada.
Celebra la conexión misteriosa y el tiempo sencilla de unos con otros que aun
conservan las culturas antiguas, pero que nosotros hemos perdido.
La conciencia de que nuestro camino pasa por lugares comunes. La búsqueda de
la verdad, como una misteriosa pero profunda convicción de lo ineludible. Una
certeza que nos conduce a nuestro completo desarrollo como seres humanos en
el más pleno sentido de la palabra.
Una necesidad de ir más allá del accidental teatro artificial de plástico que se
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nos ofrece cada día. Un anhelo de quitarnos de los ojos ese velo, esa venda para
olvidar lo accesorio, buscar lo más profundo en los otros, en los paisajes, entre
las piedras.
Una pequeña rebelión individual buscando la alegría de lo cotidiano,
alejándonos de forma natural de la intransigencia, las consignas y los
dogmas, y contemplándolo todo desde una perspectiva aéreas. Tomando
elementos de todas las tradiciones y culturas. Moldeando con mirada de
alfarero, una nueva percepción de la realidad.
Los personajes de estos relatos se desatan suavemente –pero con una
convicción inquebrantable- de su destino, para buscar la belleza, la felicidad y la
paz, por encima de las ciudades, de los países, de las épocas, de los reyes, de las
ideologías, de las lenguas y las monedas.
También buscan entablar una conversación íntima con la dama negra, la que no
tiene nombre, o es el mismo en cada rincón.
Una dama que sobrevuela estas letras igual que nuestras vidas, y a la que hay
que hablarle de vez en cuando para que no se nos olvide que existe, y cuando
llegue la veamos como a una vieja amiga, y nos perdamos en la bruma
charlando con ella amenamente sobre lo divino y lo humano.
Si cuando leas alguno de estos relatos, alguien te propone una nueva forma de
abrazar el mundo, y la aceptas, éstas letras habrán cumplido sobradamente su
cometido.
Una lúcida anciana me recomendó en una ocasión sin titubear: leer mucho,
viajar mucho y conversar mucho, pues esas son las claves para mantener una
mente ejercitada al final de tu vida. A ello me entrego cuando puedo en cada
palabra, en cada letra, en cada suspiro, esperando que el destino me regale
nuevas formas de abrazar al mundo. Sabiendo que cada uno de nosotros tiene
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su propia forma de abrazarlo.
Solsticio de invierno
Mi vida cambió un solsticio de invierno, cuando menos horas de sol hay, la oscuridad se
enseñorea de la tierra y antiguas fuerzas se enseñorean del aire.
Lo entenderás en seguida. Era un día 24 de diciembre por la mañana y aproveché el único día
soleado, en medio de tanta lluvia para huir a mi huerto. Aquella visita me hizo retomar el
contacto con lo más profundo.
Yo soy Luis, vivo en un pueblo perdido de México. Y soy el hijo de un campesino que murió hace
tiempo, mientras trabajaba en el campo.
Todos mis hermanos se dedican a oficios distintos, pero yo trabajo el campo por afición.
Ese día, el agua inundaba todos los sembrados y olivares, y los improvisados riachuelos
cortaban los caminos de parte a parte con profundas hendiduras desfigurando
profundamente. ¡Qué triste¡. Si todo esto era hasta hace poco una plácida campiña
que había dado de comer durante siglos. ¿Qué está cambiando?. No lo sé, pero lo averiguaremos
pronto.
El viento rugía de una forma implacable, como nunca antes, trayendo sobre su
voz ecos de furia contenida y de inmensidades oceánicas. Entendí que pronto llovería y me
apresuró para llegar pronto a los huertos vecinales.
Allí labran la tierra muchas personas pero hoy no hay nadie, por ser víspera
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de un festivo como navidad. Entré y cerré la puerta. Allí había una silla que alguien abandonó,
la acerqué al huerto y dejó allí mi chaqueta de paño negro colgada sobre el respaldo y las
gafas de sol, sobre el asiento, con las patillas cruzadas.
Empecé a trabajar sobre el huerto, a quitar las malas hierbas y a coger las papas, rábanos, rúcula,
zanahoria, y coles. Pensaba hacer una rica ensalada de navidad. Ya se que no es muy común
pero me apetecía comer sano y no tanta grasa.
Me sentí orgulloso de mi trabajo y se me pasó por la cabeza, que mi padre estaría orgulloso si
me viera trabajar el campo, algo que hacía por primera vez. Tanto que cuando de
repente, la mirada me traía involuntariamente la mancha negra de la chaqueta
sobre la silla, parecía que allí había otra persona.
Me lo expliqué por la falta de costumbre de aquella visión, pero no solo me pasó
una vez sino varias más. Cada vez que veía la chaqueta de soslayo me parecía que
allí había alguien más. Una sensación extraña se apoderó de mí.
Cuando me acerqué a la silla para soltar en un plástico las verduras me sorprendí
de que las gafas de sol, que había soltado encima de la silla, no estaban.
Miré en derredor pero no había nadie, y encontré sus gafas en el suelo un metro
al sur de la silla. Como soplaba viento muy fuerte pensé que las gafas se habían
caído al suelo, pero reparé que estaban en la misma posición que las había
dejado encima del asiento de la silla, como si alguien, una mano invisible las
hubiera dejado cuidadosamente sobre el suelo. No estaban volteadas, ni
doblabas, ni con una patilla abierta y otra cerrada, como habría sido lógico si se
hubieran caído.
No. Estaban perfectas, cruzadas una patilla sobre la otra y en línea con el borde
de la silla, como las dejé pero en el suelo.
Seguí trabajando como si nada y sin darle importancia al asunto. De nuevo me
sintí dichoso y feliz con su trabajo y empecé a canturrear cancioncillas
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aprovechando que estaba en medio del campo y que nadie me oía.
Curiosamente y contra todo pronóstico, me gustaba trabajar el campo, algo que toda
mi familia había hecho antes, menos yo.
Cogí un manojo de rábanos y fuí a ponerlos sobre la silla, donde nuevamente,
las gafas se habían movido de su sitio. Estaban de nuevo sobre el suelo, en la
misma posición, como si alguien las hubiera dejado cuidadosamente, mientras
que en el asiento de la silla se dibujaban sobre el mullido asiento el hueco exacto
como si alguien se hubiera sentado y casi sin tiempo a reaccionar dejé
mecánicamente los rábanos sobre el hueco del mullido asiento. No quería
pensar sobre el asunto de la silla, ya tenía demasiados problemas y me
gustaba buscar una solución lógica para todo.
Yo no era Pedro Páramo, ni esto era Comala.
Por fin después de más de cinco meses encontró una zanahoria.
–Que difícil es sacar las hortalizas adelante, pensé. Y más con este mal tiempo
mientras se secaba el sudor de la frente.
-¿Qué esperabas, que te iban a regalar la vida?. Tendrás que trabajar duro como
hacen todos.
-Eso intento, pero a veces todo se hace muy cuesta arriba. Dijo esta vez en voz
alta.
De repente cayó en la cuenta, y levantó la mirada lentamente con la certeza de
que había alguien sentado en la silla. Pero no había nadie y las gafas estaban de
nuevo sobre la silla.
Comencé a llorar de emoción mientras se oía una canción de fondo que cantaba mi padre:
comienza el llanto de la guitarra, llora como el viento sobre la nevada. Es inútil callarla, es
imposible callarla….. Y me fuí contento, camino de casa, a preparar la cena de navidad,
ahora sabía que mi padre, estuviera donde estuviera, estaba orgulloso de mí.
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Los ojos de Maga
Adentro estoy oyendo el run rún de las voces en la oficina, mientras aparto los visillos de la
ventana de mi oficina y mis colegas se quejan por tonterías como si fueran las más importantes
del mundo. Hace un calor sofocante.
Afuera, Raúl, el anciano vagabundo ciego cruza la calle sorteando los vehículos que circulan por
aquella arteria, guiado por su perro cuya mirada nos tiene enamorados. El perro nos llevó a
querer a su dueño y gracias a él descubrimos la verdad, su verdad.
¡Mierda!. el pobre perro se asusta en medio de un caos de ruedas y humo insalubre. Ha mordido a
un motorista que dio propina una patada, provocando un accidente de tráfico. ¡Hay que llamar a
la ambulancia!. Grito señalando a la calle. Mis compañeros me miran sorprendidos. Salgo
corriendo a la calle.
En medio de la avenida yacen sin sentido, el viejo indigente, un motorista y su perro blanco en
medio de un caos de vehículos y sangre. Llamo a la policía, que llega a la media hora llevándose al
perro y su dueño. Cuando intento acercarme a ayudar la policía me retiene, digo que lo conozco.
Gracias a mí pudieron identificarle. Después de aquello, nunca más volvimos a verle. De vuelta a
mi mesa, me siento impotente. Un famoso escritor dice por Youtube: no hay nada nuevo que
escribir ni inventar, todo está ya creado. Me siento impotente.
-Las guerras pasadas ya no interesan a nadie. Interesa la guerra de hoy. Métetelo en la cabeza.
Dijo apuntándome con el dedo, amenazadora, mi amada directora. Tiró sobre la mesa la portada
del periódico del día, y salió del despacho con aquel típico meneo de culo embutido en falda de
cuero con olor a tabaco.
Mis compañeros me observaban como si dijeran, “te estás jugando el cuello, chaval”. Durante el
resto el día, caminé triste por la redacción, hasta que por fin, el jefe de mi sección me dio la tarde
libre: -Es agosto, no hay noticias que contar - argumentó.
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-Yo tengo una historia interesante. Quero contar la historia de Raúl, el vagabundo.- Le dije. Mi
jefe me observaba con cara de curiosidad. -Es absurdo que no contemos historias de gente
sencilla, o que repitamos los teletipos y ruedas de prensa. Argumenté. Mi jefe me indicó con el
dedo que le siguiera hasta su despacho. –No me gusta que me discutas delante de todos. Dijo.
-Comienza. Te doy una hora. Si la historia es buena, la publicamos.
Entonces empecé a contársela a mi jefe como si fuera una película. Le dije que la caravana se
movía como un animal enloquecido mientras se ponía el sol tras las montañas. El joven Raúl ya
sabía que tendría que hacerse a sí mismo, lleno de preguntas sin que nadie le ofreciese respuestas.
El odio se masticaba en su familia, en su casa, en su país. No podía soportar aquel aire, aquella
agua estancada y maloliente así que decidió irse.
-Me gusta, pero resume, no tengo todo el tiempo del mundo, ahorra detalles y adornos poéticos.
En la caravana se había formando un tapón de vehículos que impedía todo avance. Las gentes se
lanzaban entonces fuera de los coches y los camiones buscando la frontera. Muchos de aquellos
hombres miraban tristemente sus manos como si ya no quedaran batallas por luchar.
Las manos de mi jefe martilleaban el cuero de su mesa, mientras las mías volaban por el aire,
explicándose. Sonó el teléfono, lo descolgó y volvió a colgar , se aflojó la corbata, se soltó el botón
del cuello de la camisa y me miró a los ojos. -Sigue.- dijo con voz fría.
Le conté que la aviación enemiga sobrevolaba los tejados mientras cundía el pánico en la ciudad.
Escaleras de catedrales donde dormían niños y mujeres, ante inmensas y antiguas puertas
cerradas. Soldados aturdidos en busca de un líder, y lógicamente la muerte de los poetas era
ignorada. Retumbaba el monte, el mar humeaba, y la sierra era un alarido que llenaba de frío las
almas.
Cerca de los Pirineos comenzó a nevar sin tregua, se hizo necesario cruzar a pié con la nieve hasta
las rodillas. En cabeza, los más fuertes luchaban a paladas titánicas contra la nieve y en la cola de
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la caravana, rezagado por el cansancio Raúl miró atrás. Allí quedaron los días azules y el sol de la
infancia.
-Y cómo el perro salvó la vida a Raúl?. Te has adelantado, le dije. –Te recuerdo que tengo prisa,
me replicó.
Ocurrió cuando Raúl asomó a la boca de una cueva en la que habían pasado la
primera noche, ya en Francia. Todos los demás dormían, pero él no pudo pegar
ojo. Se asomó a la boca de la cueva para ver el amanecer.
Vertiginosos desniveles rodeaban el camino, desafiando a la gravedad, entre el reino de lo
horizontal y lo vertical. Vivir allí parecía un desafío.
-Sé de lo que me hablas. Mi familia es oriunda de las montañas.
-Claro. Pero la madre tierra, siempre acaba por reclamar lo que es suyo.
Hacía sol y Raúl, se sentía optimista y salió a dar un pequeño paseo. Su hermano Toni
desayunaba un poco de leche de cabra recién ordeñada e intentaba calentarse mientras oyeron
una vibración, primero imperceptible, y luego en aumento hasta convertirse en un estruendo
ensordecedor, casi como un terremoto.
-Un alud.
-Exacto. Todos corrieron afuera para contemplar que el alud había cubierto una gran área bajo la
que probablemente se encontrase Raúl. Así que no había tiempo que perder, inmediatamente se
organizaron grupos con palas para buscarlo antes de que se congelase bajo la nieve.
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En medio de la desesperación Toni encontró como salido de la nada a Joan, el mejor amigo de su
padre, que había viajado desde que salieron de Solsona con ellos sin haberse encontrado. Toni
solo supo decirle entre lágrimas:
-Ayúdame por favor, mi hermano....
-¿Raúl está bajo la nieve?. -Creo que sí….
Inmediatamente Joan organizó grupos de búsqueda. Entre ellos había milicianos rastreadores
conocedores de la montaña, con sus perros. Los canes no tardaron en encontrar algunas pisadas
humanas, que pronto se perdían bajo la nieve. Los dos perros rastrearon cerca de una hectárea en
una media hora y de pronto encontraron una mano en medio de la nieve. Siguieron cavando y
encontraron a Raúl que estaba semi-inconsciente.
Cuando Raúl abrió los ojos por fin, vio a su hermano con lágrimas en los ojos, a un grupo de
hombres a su alrededor y un perro labrador de color blanco empezó a lamerle en la mejilla,
diciéndole “bienvenido a la vida”. -Gracias a él, estás con vida.-, dijo señalando al perro.
El director no hizo ningún comentario, descolgó el auricular, me dio la mano con una sonrisa que
yo intuí de enhorabuena y me hizo salir del despacho. Una hora después, habían decidido que la
historia de Raúl se publicaría.
El reportaje de dos páginas había quedado genial, estaba satisfecho de mí mismo. Una grata
sensación que no duró mucho. Al poco rato me llamó el director para decir que necesitaba mis
dos páginas por algo importante. La historia de Raúl nunca llegó a ver la luz.
Saqué con la impresora el reportaje, lo doblé y lo metí en un sobre. El sobre fue lo único que pude
dejarles como un silencioso homenaje en la tumba de Raúl y Maga.
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El nacimiento de Yemayá
Ah, flores en el mar. Sonaba la música del coro.
Las olas respondían murmurando silenciosas y rítmicas estrofas. Yemayá reina de las aguas ,
agua en esplendor, a tí mi madre ésta ti oración. Era verano, y apetecía pasear por la playa así
que llevé a mi hija al anochecer.
Las barcas de Yemayá partían al ocaso llenas de flores blancas, y de gente con velas en las manos.
-En un mar de naturaleza y armonía quiero vivir. Proteged a mis seres queridos de todos los
males y peligros. Salve Yemanjá, Reina del Mar.
Mi hija, Caridad, me preguntó entonces, quien era Yemayá.
Ofreced una novena de flores blancas al solicitar la gracia, llevar al mar en un día de sol y buena
mar un ramo de flores atadas con cinta celeste y lanzad sobre las aguas. Repetía mecánicamente
la vieja negra.
Y yo le conté la historia sobre Yemayá.
Hace mucho, mucho tiempo vivió un hombre llamado Paulo, que antes de morir ahogado, se dio
cuenta de que nunca supo cómo ni porqué las dos mujeres de su vida se habían unido.
La tierra es una obra de arte 12
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Una noche, Paulo terminó el trabajo más temprano de lo habitual, fue al centro a tomar una copa.
Al pasar por un callejón de casetas de madera, se abrió una puerta y una mano lo arrastró hacia la
oscuridad y lo encerró en una habitación.
Una negra desnuda, jadeante y sudorosa lo tumbó sobre la cama y lo hizo suyo en medio de la
oscuridad sin darle la oportunidad de decir ni pío. Aquella negra se movía como un animal en
celo. Ella abrió su cuerpo para él, que se vació como en una copa. Cuando la tormenta amainó, la
mujer desconocida pareció recuperar su dimensión humana y le dijo que aquello no había
sucedido en realidad.
Paulo aún no sabía que aquella mujer sería la mejor amiga de su esposa.
Salió del camastro un poco confundido y se perdió por un dédalo de calles un poco huérfano,
como si por vez primera hubiera sabido lo que es una mujer.
La volvió a ver un día en el mercado de los criollos brasileños, la negra Perla vendía especias
traídas desde Brasil, algunas veces al mes y el resto del tiempo deambulaba por las ciudades. Ella
le sonrió. Estuvieron toda la tarde conversando, Paulo dejó todo lo que tuviese que hacer para
más tarde, la invitó en un restaurante a la moda.
Ella no dudó un segundo en hablarle de las idas y venidas a su Cuba natal y por el Caribe. Ya de
noche fueron a tugurios de los barrios pobres de la ciudad a emborracharse y en medio de la
camaradería, él le pidió que le volviese a hacer el amor como aquel primer día.
Fue entonces cuando Paulo le ofreció comprarle una pequeña casita de madera en las afueras y
ella aceptó.
Al día siguiente Paulo llevó a su esposa, a ver lo que sería su nueva casa, y ella quedó muy
impresionada.
-Mira que joven tan educado, hija. Podrías hacerle un poco de caso. Lleva días detrás de ti. Le
advirtió. Se llama Paulo y es de buena familia.
-Lo siento, pero no tengo ánimos para nada, respondió Rita.
-Hija mía, enamórate de un gran hombre y no volverás a llorar.
La tierra es una obra de arte 13
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Al ver su nueva casa, Rita recordó aquellas palabras de su madre y se dio cuenta que había estado
tan perdida en su mundo, que no hacía demasiado caso a su marido, siempre ocupado en sus
negocios. En los últimos meses había buscado consuelo a su soledad acudiendo a las reuniones
de grupos de mujeres ricas de la ciudad, pero resultaron acartonadas y previsibles, terminando
por aburrirle.
Habría dejado de ir si no fuese porque una tarde apareció en el salón de los espejos del Casino de
los Artesanos, una mulata cubana con un brillo especial en la mirada.
Perla pronto se convirtió en el centro de las reuniones gracias a su sabiduría, a sus buenas
maneras, que enseguida sorprendieron a todos, a pesar de que se le intuía un pasado más que
turbulento y un origen ínfimo.
Sin embargo era un placer oírla evocar viajes a remotos lugares de los pantanales de la selva de
Brasil, infestados de pirañas, adonde ella acudía para recoger las plantas con que hacía sus
mezclas y cocciones para adivinar el futuro o administrar remedios naturales. Rememoraba
fiestas populares sobre las murallas de Cartagena de Indias en donde la invitaban a fiestas
privadas de algún político-narcotraficante que siempre engendraban extrañas parejas de
carcamales podridos de dinero y droga con modelos, presentadoras de televisión o cantantes de
moda. En todos esos ambientes brillaba la negra Perla, y en todos ellos era simplemente una
sagaz observadora.
Rita se dejó seducir por aquella negra, que comenzó a llevarla a los barrios del extrarradio y allí le
mostraba las miradas de la necesidad en niños hambrientos y madres solteras, maltratadas por
mil y un hombres, que chapoteaban en medio del fango de la nada. De allí le nació la necesidad de
ayudar, pues Rita se identificó tanto con aquellas mujeres, que pensó que era una cuestión de
pura suerte que ella misma no se encontrara en esa circunstancia. Todas aquellas mujeres
estaban o habían estado sujetas a la voluntad y capricho de un hombre. Y por vez primera en su
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vida entendió la necesidad de que una mujer se ganase su propia independencia económica.
Quizá por eso Perla fascinaba tanto a mujeres como a hombres.
Cuando en la placidez de la tarde soleada de la casita de madera de las afueras y después de
haberse volcado el uno en el otro, Perla contó a Paulo su amistad con su esposa, él entendió
perfectamente que su vida estaba en manos de aquella mujer.
No se alarmó porque sabía que a pesar de toda la parafernalia externa, era una mujer de
principios de la que te podías fiar. Con el tiempo, Paulo se dio cuenta de que aquella amistad
entre las dos mujeres podía beneficiarle. La Perla nunca defraudó a Paulo ni le traicionó, fue la
naturaleza la que se encargó de hacer el resto.
Paulo había acudido a una consulta y le habían administrado un tratamiento de fertilidad. De
repente Rita supo que Perla había tenido que irse de la ciudad aunque no se extrañó teniendo en
cuenta su naturaleza viajera. Luego, ya no tuvo tiempo de preocuparse más porque llegó la noticia
que cambiaría definitivamente su vida.
Supo que estaba embarazada y eso les convirtió en un matrimonio casi feliz. Durante la gestación,
vivieron los momentos más dichosos de su vida. Mientras crecía una nueva vida en el interior de
Rita, Paulo veía crecer poco a poco su sueño de tener una pequeña casa de huéspedes, que había
podido comprar gracias a su afán de ahorro.
Una madrugada lluviosa, Rita se puso de parto casi sin avisar y Paulo sólo tuvo tiempo de coger el
coche y cruzar la ciudad bajo la lluvia. Nacería una niña de cara redondita y guapa a la que
pusieron de nombre Yemayá.
Fue una niña emprendedora y traviesa, como su padre, y al tiempo soñadora y melancólica como
su madre. Pronto fue creciendo y se le conoció por si espíritu luchador, y por ayudar a todas las
mujeres en situaciones difíciles, sobre todo las maltratadas por su maridos. Por eso comenzó a
vestir de blanco, como un símbolo de la paz y siendo no más que una adolescente creó la
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hermandad de las mujeres de agua, con las que empezó a hacer rituales de naturaleza en las que
todas vestían de blanco y lanzaban flores blancas a la mar.
Poco tiempo después nació en una ciudad de la selva al sur de Brasil, Faber , un niño mulato,
grande y poderosos de cuerpo y mente, que estaría destinado a dominar a sus semejantes, según
dijo el chamán de la tribu, después de ingerir gran cantidad de ayahuasca.
Con varias típicas excusas de hombres de negocios, Paulo pudo ver a su primer hijo varón, un mes
después de su nacimiento en una choza bajo la lluvia amazónica, en los brazos de su madre. Perla
le agradeció su visita, le dio la bienvenida y no le reprochó ni le pidió nada.
Pero el desenlace estaba por llegar. Fue un accidente casual. De vuelta a su casa, Paulo tuvo un
percance en el río Pilcomayo, aquel que un día le regaló el amor de Rita. Ese día el río bajaba muy
crecido y las autoridades habían recomendado no viajar, pero él tenía que volver para disimular
ante su mujer, y por motivos de trabajo. No le quedaba otra opción. Cuentan que los indios lo
encontraron ahogado, con dos fotos de dos niños en la cartera, una niña blanco y un niño blanco.
Los dos se conocieron, por así decirlo, en el entierro de su padre, siguieron tratándose, durante
toda su vida, pues las dos madres, decidieron vivir juntas para así aprovechar la experiencia en el
comercio de la Perla negra. Así que a las madres no les sorprendió en absoluto que se
enamorasen, y que cuando cumplieron 18 años, les pidieran matrimonio. Cuando supieron la
noticia las dos mujeres se cogieron de la mano, se sonrieron y se abrazaron, orgullosas.
Igual que su padre Yemayá, murió ahogada y virgen y en el futuro, fue conocida en todo el Caribe
por los siglos de los siglos y de tanto repetir su historia de generación en generación, los mestizos
mulatos y criollos la convirtieron en diosa, y cada año en las costas la celebran como diosa de la
fertilidad, tirando flores blancas en la mar.
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Mira Caridad, como se van las barcas de Yemaya. En el borde de las aguas hay un murmullo de
sal, el salado tu cantar. Caridad miró a su padre y sonrió y los dos paseantes curiosos se perdieron
en medio de la playa, camino de la nada.
Monólogo del muerto
José A. Suárez
A mi cabeza, llegó la palabra muerte. Esto significa que alguien va a morir, se
dijo a sí mismo en medio del duermevela.
Estaba cogiendo aceitunas en las lomas blancas que el cielo amenazaba con una
lluvia triste, cuando vino una mujer corriendo por los campos, gritando como
loca.
Llorando y gimiendo, era la viva imagen de la desesperación, era la viva imagen
del dolor, era la misma Virgen de los Dolores. Se tiró de rodillas, se llevó las
manos al corazón. –el abuelo ha muerto-, dijo como si dejara caer al suelo un
fardo que llevase bien sujeto al alma.
-Pero, mujer, hace media hora hablé con él, -dijo uno. ¿Estás segura de lo que
dices?.Yo tenía previsto verle dentro de un cuarto de hora, dijo otro.
Ya se lo llevan camino de su casa. Se desplomó al suelo mientras trabajaba. El
médico dijo que no se podía hacer nada por su vida.
-¡Que me dejes!, susurró el abuelo a un amigo que acudió a auxiliarle con las
pastillas. -¡Que no hagas nada!, le respondió a otro que quería
llevarlo a casa del médico.
-!Que no llores¡- Ordenó a una vendedora de claveles que derramó sin querer
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las flores en el suelo. En ese lecho florido, rodeado de desconocidos, pensó qué
absurda es la muerte, antes de exhalar su último aliento y escaparse feliz, como
un líquido por los iluminados conductos del alma.
El abuelo sintió que se sentía como sin peso, como si le trajese sin
cuidado lo que pensaran de él los demás. Como si no fuera ya de nadie, ni de
ningún sitio. Sintió que se elevaba sobre sí mismo y sintió lástima de aquel
pobre viejecito y estuvo preocupado por dejarlo allí entre aquellos extraños,
tirado en el suelo.
Le bastó el deseo de acercarse a una mujer para hacerlo misteriosamente,
descubriendo aquel fundirse con las cosas y con las otras gentes, sin dolor ni
miedo, ni nada, nada de nada. Solo elevarse lentamente y a su voluntad con el
timón de sus pies y los remos de sus brazos por las olas del aire. Denso, lleno
del ruido del gentío.
Puso rumbo a los olivares cercanos y se enredó entre ellos con el aire de la
mañana sobre las yerbas reverdecidas por las lluvias del invierno, acarició los
troncos retorcidos. Se hizo luz que iluminó todas las plantas de aquel
improvisado vergel y sintió el olor de rocío, romero, yerbabuena, tomillo, y
albahaca. Se hizo denso y frío, huidizo e imprevisible. Fue agua, dejándose caer
por una pequeña cascada sintiendo la caricia del musgo. Hizo tres mil cosas más
que nunca había podido hacer, sintiéndose más vivo que nunca.
Hasta que se dio cuenta que se llevaban a aquel viejecito a su casa en volandas.
Cuando le veían muerto gritaban y chillaban cosas sin sentido que en realidad
no sentían.
Él sentía que no estaba muerto, pues si lo estuviera no podría sentir
nada. Quizá ya habría muerto antes, otras veces, cuando se creía vacío o solo, o
impotente, intangible, inespacial, inexistente, insignificante. Sin embargo, por
más que un médico le dijese, tiene usted una enfermedad grave: la muerte, él
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sabía que no había muerto y no iba a dejarse morir allí de muerte, que era su
enfermedad.
Se preguntaba si no sería todo aquello un gran sueño o una broma
pesada de alguien y si su vida anterior no era en realidad alguna extraña forma
de muerte.
Así torció varias calles hasta que llegaron a su casa. Lo cogieron, lo lavaron.
Inútilmente intentaron quitarle aquel olor de almendra amarga. Le pusieron su
traje de los domingos. Aquel traje que él compró una vez, pero ni siquiera se lo
puso porque le parecía que iba disfrazado, que no sería él mismo. Le parecía que
intentaba aparentar lo que no era. La casa se le llenó de gente. Los que estaban
cerca de la cama lloraban como con más ganas, pero los más de más lejos
charlaban animadamente. Vi a una mujer cuyo rostro me resultó
familiar diciendo, ¡abuelo de mi alma!, qué asco me da a veces la boca que
tengo. Si yo te dije hará dos días que te dejes de tonterías y te dediques a tu casa,
tantos disgustos y tantas preocupaciones no podían ser nada bueno para tu
corazón de cristal y tu me dijiste: mañana lo dejo Francisca, cuando termine
ésta reunión. Y yo te repliqué que a veces cuando se quiere uno dar cuenta es
demasiado tarde para dejar las cosas porque son las cosas las que te dejan a ti.
¡Que asco me da a veces la boca que tengo. Abuelo de mi sinrazón!.
Me senté en la cocina junto a dos viejas charlatanas que comadreaban, y me
sentí alegre de que todo aquello continuara como si nada, el círculo de la vida, el
gran teatro del mundo.
Un poco harto de todo aquello me fui a la casa del vecino. Allí resguardaron a mi
nieto de tres años. El niño dormía quedamente sobre la blanca almohada besado
por el sol. Me acurruqué allí junto a él, le abracé y le canté.
En sueños le transmití sentimientos. La sorpresa de los primeros días, la alegría
del trabajo, la actividad febril del aprendizaje, la emoción del primer amor, del
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primer beso, el deseo. El respeto a las mujeres, el amor a las artes y las cosas
que elevan el espíritu. El cariño a las conversaciones reposadas en que las letras
transcurren sobre los bordes de las tazas de café y se enredan en pequeñas
columnas de humo.
Le transmití todo eso y mucho más para que cuando él quiera algún día,
asciendan de su instinto hasta sus labios. Al día siguiente anduve todo el rato
vagabundeando por la casa despistado hasta que alguien me llamó y me dijo: la
hora. ¡Ah!, no tengo reloj. La hora.
No sé que hora es, ¿usted tiene hora?, le pregunté a uno que me ignoró, como si
no me viera.
Y el otro me volvió a decir. La Hora: que ha llegado La Hora. Es la hora de
partir.
El muerto era una de esas personas que poco a poco se van haciendo tan
indispensables, que cuando no están, parece como si al mundo le costase más
trabajo girar.
La gente lloraba en el velatorio. Ulises nunca llora. No le salen las lágrimas.
Los ancianos del velatorio conversaban en sillas contiguas a la suya. A él le
pareció que el único sentido de la charla era revelarle secretos imposibles de ser
descubiertos durante mil vidas intensas. Él quiso retenerlo todo. Pero ellos le
miraron con una calma infinita, como diciéndole, todo esto se quedará
grabado para siempre dentro de tu alma.
De repente desperté y recordé que la noche anterior se había acostado
con el presentimiento de que alguien iba a morir.
Me levanté y en la ducha intenté tonificarse para alejar los malos recuerdos del
sueño, mientras el agua me tamborileaba en la cabeza plácidamente. El café del
desayuno me terminó de reconciliar con el mundo, y el sabor de la mermelada,
con el placer. El periódico de la mañana me confirmó que todo seguía igual en el
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absurdo mundo. Disipé por completo los temores anunciados por sus
presentimientos y cogí mis cosas para irme a trabajar.
Fue entonces cuando sonó el teléfono y una voz conocida al otro lado, me
anunció la muerte de mi abuelo.
Dança de la primavera
Conocí la historia de Mar a las puertas del Ayuntamiento de Paris, -donde
habíamos ido de viaje de novios. Mar, mi mujer, se había antojado de
un bolso blanco de Cartier, a lo Audrey Hepburn, con quien siempre la
comparaban.
Al cruzar la Rue Rivoli camino del Sena nos vimos sorprendidos al ver a
políticos y periodistas, arremolinarse al pie de las escalinatas, del imponente
edificio consistorial, cuya fachada estaba presidida por una imagen gigantesca.
Aquella famosa foto del beso de Robert Doisneau se bamboleaba con el viento
colgada del balcón, sobre las cabezas de todos. En silencio, el Alcalde, y el
resto de concejales miraban al suelo, formando un gris semicírculo sobre una foto y
unas velas en el suelo.
Aquel paisaje con figuras grises era solo roto por el azul de la imagen de la foto que
representaba a un cuadro del mar, mediterráneo y unas flores rojas,
acompañadas de un cartel en el suelo que decía “Pas plus de femmes victimes”.
Pregunté a un periodista qué era aquello. Y me contaron que un político local,
había asesinado por celos a su mujer, una pintora española, llamada Mar Bonet.
Todas las miradas estaban puestas sobre aquella foto, de un cuadro donde había
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acantilados y un mar azul turquesa, que no hacía en nada presagiar el acto de
violencia del que sería testigo, salvo por un detalle pequeño, insignificante y al
mismo tiempo elocuente: tenía una pequeña mancha de sangre que clamaba roja, en
medio de aquella sinfonía azul.
El gris del cielo de Paris comenzó a deshacerse sobre nuestras felices cabezas de
recién casados, así que apretamos el paso hacia nuestro hotel que estaba al otro
lado del río. Mar, mi mujer ya no quería el bolso, había entristecido de repente y
solo quería llegar a la habitación del hotel para llorar.
-Que te ocurre ?.
-La pintora, Mar, era mi compañera de colegio. Siempre nos decían los dos
mares. Mar Bonet y Mar López. Parece que estoy oyendo a la profesora.
Teníamos almas gemelas.
La abracé con todas mi firmeza y le prometí que entre nosotros dos no podía
suceder nada malo, y mucho menos hacernos daño. En el equipo de música puse
la danza de la primavera, la música que sabía que le alegraba por las mañanas
cuando ella estaba triste, y dedicamos todo el día a averiguar por la prensa algo
más, qué le había podido pasar a aquella mujer asesinada. Vimos sus cuadros,
por Internet, cuadros azules cargados de luz, vida y optimismo y averiguamos
algo más. Solo tras largos años de desvelos, preguntas y casualidades, del
tiempo, pudimos averiguar mucho después qué había pasado, como si
el mar empujando restos del naufragio, nos viniera a traer hasta la playa de
nuestra memoria, la imagen de la mujer valiente, íntegra y libre que había sido.
Después de todas las pesquisas que hicimos, se podría decir que había
Misteriosas casualidades, conexiones ocultas entre el mar y la mujer muerta.
Finalmente, con todo lo aprendido, mi mujer escribió su historia, una especie de
cuento, en su homenaje y a modo de despedida. Es el siguiente.
“La música llegaba desde el interior de la casa. Febrer m'ha duit la carta tan
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Precisa vol que els lilàs s'obrin pel dits i en el cor m'hi creixi una palmera que
exigent que ve la Primavera!. Que exigent que ve la Primavera i el meu cor tan
malaltís tinc por que es cremi dintre la foguera, no puc desfer-me del seu encís.
Mar, estaba -como de costumbre- pintando un paisaje, apurando los últimos
días de vacaciones en Dalt Vila. El azul llenaba todo el cuadro, azul melancolía,
azul recuerdo, azul tiempo. De repente, Mar, vio un hombre que tomaba el sol
desnudo entre rocas. El no podía divisarla.
Abandonó el cuadro, y avisó a su marido que iba a dar un paseo y se adentró por
algunos senderos que bajaban hacia las cuevas colgadas en los acantilados.
Acostado en una roca plana y levemente inclinada sobre el mar estaba un joven
de apenas treinta años con cuerpo de atleta, cabellos morenos ensortijados.
De repente el joven se sintió observado, se irguió levemente y la siguió.
Ella se avergonzó y se escondió aún más. El joven se levantó y se dirigió a ella.
Mar se quedó inmóvil y salió corriendo, presa del miedo y la vergüenza,
confundida, se perdió árboles y pequeños senderos.
Resbaló sobre unas piedras que se habían desprendido bajo sus pies del
estrecho sendero colgado sobre el precipicio y a punto estuvo de caerse al mar,
de no ser porque acertó a llegar a sus manos la rama de un árbol. Vacío, luz y
silencio. En frente Es Vedrá.
Trepó por la rama hasta alcanzar el tronco y de ahí saltó de nuevo al camino dejando
resbalar algunas piedras que minutos más tarde fueron tragadas por el océano. Mar
respiró aliviada hasta que comprobó que aquel hombre, seguía persiguiéndola.
Echó de nuevo a correr. Cerca había una imagen de Buda sonriente dibujado en la
pared. Mientras exploraba despreocupada la pared de la cueva, no se percataba
que alguien a sus espaldas estaba entrando. Se volvió de repente y gritó. Los
bañistas de las playas cercanas y los navegantes que estaban cerca pudieron oír un
lejano y estridente grito, ahogado entre el bramar de las olas, que rompían contra
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las rocas.
Maurice, su marido, había acabado de almorzar y fregado los platos.
Se cruzó con el cuadro de Mar y estuvo un rato observándolo. Había decidido
bajar a buscarla para hacer el amor, como cada día a aquella hora, a una
pequeña cala que había bajo el acantilado, rodeada de rocas y de cuevas por las
que se colaban las olas haciendo un ruido ensordecedor. La espuma saltaba por
los aires cada vez que las olas chocaban contra la rocas violentamente. Su deseo
se apagó cuando llegó a la playa y descubrió que no estaba ella.
Comenzó a preocuparse por su mujer cuando de repente escuchó un grito
ahogado por el bramar de las olas que azotaba un creciente levante. Aguzó el
oído y comenzó a seguir la pista del grito.
Durante un momento no oyó nada más que el ruido ensordecedor del mar.
Estaba metido en una cueva en la que aún entraba el mar, de una especie de
bóveda hendida por un agujero, entraba la luz del sol. Su corazón comenzaba a
latir con fuerza, sus músculos se comenzaron a tensar. Se quedó en silencio un
minuto atendiendo a su oído. Sólo oyó los latidos de su corazón. Y una voz
ahogada.
Esta vez estaba seguro de que era la voz de Mar. Ahora oía un leve rumor que no
sabía si procedía del mar ya lejano o de su mujer, era como un lamento triste, como
un leve jadeo, como un canto de sirena o quizá como el rumor del viento por entre
las rocas. Otro gemido, esta vez muy placentero, hizo vibrar su tímpano
contagiándose de una ola de tierno erotismo.
Su preocupación aumentó y también su miedo. Los gemidos se hacían cada vez
más presentes y corpóreos. De repente y tras dejar atrás un angosto corredor
desembocó en una cueva grande en la que entraba abundante luz. Sólo quería ver
para creer. Se acercó y vio tras la piedra a Mar y a un desconocido. Ella parecía
experimentar un gran placer, tenía los ojos cerrados, mientras el bocabajo la besaba.
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De repente ella abrió los ojos y en ellos se dibujó el terror cuando vio a su marido.
Dos años más tarde, Maurice encontró a Mar un domingo tomando el sol en
una de aquellas deliciosas terrazas junto al Sena, con la niña en brazos. El se
acercó muy amablemente para saludarla, pues no conocía a la pequeña y
aunque ya se habían visto y hablado en varias ocasiones.
-Qué niña tan guapa y tan morenita, se parece a su padre con el pelito rizado.
¿Cómo se llama?.
Ella le dio dos besos en la mejilla, le sonrió y respondió que el nombre de la niña
era Ibiza.
-Qué buena idea. Si tienes otra siempre puedes ponerle Formentera. Y si te
decides a tener familia numerosa, puedes seguir buscando nombres por el
Mediterráneo. Luego hizo una pausa pensativa y dijo. ¿Tiene dos años, no?.
-Efectivamente. Dijo ella sonriendo. Siguieron charlando plácidamente
mientras caminaban pausadamente, por las calles del barrio Marais, pasaron
por la iglesia de Saint Merri, en donde habían planeado casarse y entonces, él la
cogió del hombro. Y le dijo.
-Perdona que insista en esta cuestión, pero hay algo que nunca te he
preguntado, y es algo que me da vueltas en la mente, porque no puedo
encontrar una respuesta.
-Dime. Respondió ella.
-¿Porqué?. Preguntó simplemente Maurice.
Ella se quedó largos segundos en silencio y después de buscar la verdadera
respuesta en su interior, respondió con una sinceridad abrumadora: -No lo sé-.
Pocos minutos después, llegó a su casa y besó a su pareja. Maurice se alegró
de haber salido de la vida de Mar y tomó una decisión.
La misma noche la encontraron muerta en su casa, y sin que nadie se explicase
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cómo ni porqué, en uno de sus cuadros que estaba en su casa de Ibiza, apareció
una mancha de sangre, que nunca pudo ser retirada.
Lo que el rumor esconde
-¿Qué son los cátaros, Therese?. Preguntó Antonio.
-Puros, hombres buenos que intentaban seguir una vida pobre sencilla, pero fueron aniquilados,
quizá por envidia.
-Paire Nòstre qu'ei ath cèl, qu'eth tièu nòm sia sanctificat; qu'eth tièu règne
venga. Qu'era tia volontat sia hèita ara tèrra coma ath cèl.
Therese enseñó a Antonio a hablar francés correctamente y algunas palabras en lengua occitana.
Aquella cultura le pareció a Antonio impropio de sencillos agricultores, aunque fueran dueños de
un “lalot” sencillo y alegre, con flores en las ventanas, acogedor y alegre, sabia, antigua y noble,
quizá como sus dueños.
Gérard, el propietario, -un hombre fuerte y afable de 40 años, cabello rubio, sonrisa fácil y ojos
claros-, no se apartaba demasiado de su terruño, excepto los fines de semana, cuando acudía al
pueblo a realizar las compras ir a misa o a hablar con el sacerdote Sauniéres. Rennes le Chateau
era un pueblo pequeño, en la ribera del río Aude, con su pequeño hotel decadente lleno de
ancianas ricas. Un joven republicano español no podía pedir más.
-¿Y si los cátaros eran buenos, porque fueron aniquilados?. Preguntó Antonio.
-Pensaban que la Iglesia cristiana, rica y corrupta.
-Que cosas. ¿Y tú crees todo eso?.
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-Es mi padre el que cuenta esas historias. Hay muchos en esta región que sí creen. A mí me da
igual, mientras me cuente historias antes de dormir.
-Y dime. Qué tipo de historias te cuenta.
-La de un tesoro escondido. Cada día le añade nuevos datos. ¿Tu padre no te contaba historias?.
Preguntó Therese.
-Mi padre, siempre estaba muy ocupado trabajando en el campo y ahora es soldado, no sé dónde.
-Vaya, lo siento-. Antonio iba a decir algo pero Therese le cerró los labios con un beso.
Únicamente las murmuraciones rompían la paz de aquel hogar. Vecinos y familiares, le avisaban
insistentemente de que su amistad con aquel extraño cura no podría beneficiarle. Gerard no se
sorprendía, le quitaba importancia, y a continuación proponía un brindis. Antonio ya tenía sus
sospechas, pero no quiso hacer mas preguntas.
Un dia la radio anunció la noticia de que los alemanes habían entrado en París. El locutor leía un
comunicado severamente, mientras el patrón de la granja escuchaba mirando al suelo, y el resto
permanecía en silencio.
-Petain es peor que los boches. Decía Gerard, muy afectado por todo aquello y dijo a su mujer e
hija que no había que preocuparse pues en el sur estaban a salvo, que todo aquello quedaba lejos.
Gerard se llevó a una habitación aparte a Antonio y le habló largo tiempo.
-Dime Antonio, si tu tierra fuera invadida por extranjeros qué harías.
Antonio dudó por un momento la respuesta, tampoco sabía adónde quería llegar su patrón, que
fumaba en pipa pausadamente, y lanzaba al aire bocanadas de humo.
-Defenderla, sin duda. Respondió el zagal.
-Bien ¿y..... si defenderla supusiera..... peligros para ti y tu familia?.
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El patrón miraba distraídamente por la ventana de su biblioteca, mientras Antonio se recostaba
en un mullido sillón de piel.
-Nadie tendría porqué saber mis opiniones. Pero mi postura sería la misma. Opinó.
Gerard inició un monólogo. Le advirtió que en tiempos de guerra suelen ocurrir cosas que
normalmente no pasan, y que aunque parezca inexplicable, todo tenía una finalidad.
-Puede que en los próximos días veas cosas que no entiendas. -Le anunció-. Y puede que la
curiosidad te lleve a comprometerte con la verdad. Si lo haces será para siempre. Las puertas en
estas circunstancias no están entreabiertas. Están abiertas o cerradas. Y si abres una puerta, ésta
se cerrará a tus espaldas. Así son las cosas. Hay que elegir, tomar decisiones.
Antonio no estuvo seguro de haber entendido el verdadero significado de las palabras de su
patrón. Sin embargo el buen ambiente de la casa continuó inalterable.
Antonio sentía que se aburría demasiado en la granja y se hizo amigo de Pierre, un pelirrojo lleno
de pecas: malhumorado, irónico y gracioso, hijo del panadero. Era solo unos años mayor que él,
pero con aires de grandeza. Fumaba, bebía, y presumía de haber estado con muchas chicas. Las
jarras de cerveza corrían por encima de la mesa, mientras Pierre, se convertía poco a poco en
Pierre el fanfarrón. El le contó la historia del cura Saunieres, el amigo de su patrón.
Los pergaminos que encontró y su interpretación por un experto de Roma, que hablaban de la
muerta de Dagoberto, rey cátaro, casado en esa iglesia, hace siglos.
Desde entonces la vida del cura cambió iba a Paris con mucha frecuencia, se codeaba con la alta
sociedad, le habló de la restauración de toda la iglesia, la Tour Magdala, y una casa de huéspedes.
-¿Y bien?-. Preguntó. ¿Adónde nos conduce todo esto?.
-La gente del pueblo no se fía del cura. Se dice que halló la tumba de alguien importante y cobró
alguna suma importante.
-Debe haber una explicación lógica. Dijo Antonio.
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-¿Lógica?. Que pinta un demonio en una pila de agua bendita. La gente del pueblo teme a este
cura.
-Mi patrón le aprecia. –Explicó Antonio. Y yo me fío de su criterio. Pero si no te fías podríamos
entrar en la iglesia, de noche, así tendremos nuestras propias respuestas.
-Por mí ahora mismo. Dijo Pierre, dando un golpe sobre la mesa con la mano.
No le viene mal a este lugar olvidado del mundo, tanto misterio, -pensaba Antonio- antes de
entrar en uno de aquellos famosos túneles, para cumplir la etílica apuesta que había hecho con su
amigo Pierre.
La amorfa disposición de la roca en el inicio del túnel se había transformado en un perfecto
corredor hecho por la mano del hombre, un pasillo le conducía a otro y una puerta a otra. El
alcohol y su curiosidad empujaban sus pies, sin que él supiera de forma precisa en qué lugar se
encontraba.
Abrió una puerta y vio algo terrible que le causó gran impresión, por un segundo, su corazón
comenzó a latir más fuerte, hasta que logró dominarse. Era una gran escultura que sujetaba una
pila de agua bendita, representaba a un diablo de madera policromada, de piel roja, ojos saltones
y amenazadores. De repente desaparecieron todos los síntomas de embriaguez.
Sobre el umbral de entrada pudo leer la frase Terribilis est locus iste. Este es un lugar terrible.
Estaban nada más y nada menos que en el interior de la iglesia. Era noche cerrada y apenas unos
cirios iluminaban escasamente las bóvedas románicas del interior.
Le gustaba mucho el arte antiguo, por eso esta era una oportunidad única. Desde muy pequeño,
su padre la había llevado a la biblioteca pública de su pueblo natal, donde pasaba horas y horas
leyendo sobre arte.
Cogió un gran cirio y fue a mirar las yeserias. Los añadidos de Saunieres a la iglesia no eran capaz
de transmitir ni el más mínimo simulacro de vida o emoción, mucho menos divina. Luego fue a
ver la hombruna Magdalena, de oscuros y enormes carillos hinchados, y ojos vacíos, pintada por
el párroco.
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Empujó la puerta del cementerio y salió fuera aspirando con placer el aire de la campiña que
refrescaba su rostro perlado de sudor. De repente una mano, sobre su
hombro le detuvo.
-¿A donde crees que vas jovencito?. Alguien le colocó una tela sobre la cara y le tiró al suelo.
Pierre le había gastado una broma.
-Me has dado un susto de muerte. ¿Cómo es que no está cerrado el acceso a la iglesia por los
túneles?.
-Nadie en el pueblo se atrevería a entrar en la iglesia de noche. Piensan que está maldita.
-Alguien quiere que la gente no se acerque aquí, pensó.
Dejaron la explanada del cementerio por un nuevo túnel similar al anterior. Se abrió la siguiente
puerta bajo el nervioso empuje de su mano. Vio una sencilla habitación iluminada por luz
artificial una gran mesa en el centro, planos de la región, escritos, restos de comida, bebida,
tabaco, y muchas sillas desordenadas alrededor.
El mapa tenía marcas en las minas de oro de Salsigne al norte de Carcassone, en la Montaigne
Noire. Oyó pasos y decidió salió corriendo por el oscuro pasillo, mientras escuchaba cómo la
habitación que abandonaba se llenaba de gente.
Oyó voces de hombres y mujeres se diría que era una reunión privada, sonaba música en la radio
y se hizo el silencio cuando un locutor de la BBC de Londres anunciaba un mensaje especial para
los oyentes franceses, -un poema de Paul Verlaine-, todos contuvieron la respiración, como si
aquel poema pusiese en juego sus vidas. Oyeron el poema, y cuando concluyó, todos mostraron
un gran descanso.
-Falsa alarma- comentaron aliviados algunos.
-No podemos dar un solo paso en falso, ya lo sabéis.–Dijo otra voz más autoritaria-.
-Esperar, esperar. ¡Estamos hartos de esperar!. Dijo alguien con acento español.
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-No es fácil. Golpear donde más les duela en el momento justo sin que sepan de dónde salimos, ni
quiénes somos.
Una voz mucho más serena, pausada y al mismo tiempo débil, como gastada por el tiempo vino a
dar la razón al anterior comentario.
-Gerard tiene razón. Los que ahora nos miran con miedo, nos apoyarán. Debéis tener fe hijos
míos.
Antonio contenía la respiración detrás de la puerta cerrada, cuando un fuerte golpe en la cabeza
lo dejó sin sentido.
Cuando abrió los ojos se encontró tendido en una cama, y vio a Gerard, su patrón, el dueño de la
granja junto a su amigo el cura y a otras personas influyentes del pueblo. Se frotó los ojos para ver
si estaba soñando, y luego echó un vistazo a la habitación, pero no estaban en la granja, sino en el
interior de una cueva excavada en la roca. Le dolía tremendamente la cabeza y no entendía nada.
A la mañana siguiente Antonio había decidido unirse al grupo. Caminaron
muchas horas en silencio repartiendo pasquines en el interior de tabernas. En
Couiza, Montazels, Alet les Bains y Limoux repartieron pasquines y carteles, que
pegaron sobre otros que decían “Ils asassinnet, enveloppés dans les plis de notre
drapeau”.
-Dime Gerard, ¿porqué me habéis aceptado?. Preguntó Antonio.
-Eres inteligente, comedido, fuerte, decidido y refugiado español. Tienes experiencia en luchar
contra fascistas. A Pierre le dije que te llevase cerca de los túneles. Todo misterio tiene su
explicación y sino, su finalidad.
-¿Y el cura?.
-Fue él quien lo inició todo. Nos reunió, nos habló, nos contó lo que ocurriría y
vimos con claridad que tenía razón. Petain y los nazis son la misma cosa.
-¿Y tu?. Corres muchos riesgos, tienes familia, negocios.
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-Precisamente por eso. Merecen algo mejor.
Antonio se mantuvo en silencio. Tengo mis propios planes. Os ayudaré un par de semanas, luego
me iré a donde no haya guerras.
-Lo comprendo. Mi mundo es éste y tengo que hacer algo por él. Tu debes buscar el tuyo.
Antonio y Gerard se dieron la mano. Bienvenido a la resistencia francesa.
De esa forma Antonio aprendió que el rumor siempre es interesado y siempre esconde algo peor.
Tras algunas escaramuzas con nazis en la zona del Languedoc, Antonio Fernández Ternero,
natural de La Luisiana, Sevilla, pasó muchas veces por cárceles del sur de Francia, e incluso
estuvo en algún campo de concentración, pero siempre lograba fugarse. Finalmente se las apañó
para entrar con los americanos en la toma de Paris y fue considerado un héroe de dos guerras, la
española y la mundial. Finalmente se embarcó en Marsella rumbo a Bolivia, donde fundó el hotel
Andalucía en Santa Cruz. Hace pocos años, sus descendientes se instalaron de nuevo en su
Andalucía natal.
El corazón de Africa
-Los espíritus malignos nos envían desgracias. Dijo Abendé.
El jefe preguntó entonces si alguno había molestado a algún espíritu de la
oscuridad.
-Lo sabríamos, eso siempre se sabe. Le respondieron.
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Abendé decidió ir a la aldea de su hermano Abessé, donde vivía la otra mitad del
grupo, para preguntarle si ellos estaban sintiendo lo mismo.
A la mañana siguiente un grupo de diez cazadores y el jefe salieron en busca de
Abessé, pero antes recibieron la bendición de Emelé, la mujer que habla con las
plantas, que los bendijo.
El grupo vio una de aquellas chozas -un elig- de los come-hombres, brujos bantúes
que hacían ceremonias malignas con rituales. Abendé comprobó que aquella choza
había sido usada recientemente para sacrificios rituales.
-Traed el fuego, debemos quemarlo todo. Dijo Abendé. El fuego lo limpiará todo.
Salieron corriendo de nuevo con la intención de no parar en toda la noche,
pero el cansancio les pudo, y se sentaron a descansar, contemplando la luna.
-La noche suena diferente. Dijo Abendé.
-Los animales tienen miedo. Algo les pasa. Le respondió un cazador.
Llegaron al poblado casi al amanecer, despertaron a la familia de su hermano.
Abessé sabía que estaban en peligro y quizá tendrían que marcharse de allí. -El
mundo está cambiando-. Profetizó. Los animales huyen y cazamos poco, pasamos
hambre, hay enfermedades desconocidas. Y lo peor hemos dejado de soñar.
Abendé asintió y después de ir a hablar con las mujeres, los jefes hermanos
decidieron ir a hablar con Bakú, el jefe de los bantúes que comerciaba con los
blancos y siempre sabía qué estaba ocurriendo. Abessé debía quedarse, pues al
atardecer varios niños se convertirían en hombres.
De pronto un niño distraído estuvo a punto de aplastar con el pie a un
camaleón, el animal sagrado. Abessé reunió a los niños y les explicó que estaban
allí gracias al camaleón. Un día, cuando no existían hombres, un camaleón se
acercó a un árbol que hacía extraños ruidos y lo partió en dos. Del tronco del
árbol brotó un gran río y alrededor de él surgió la selva y de entre las aguas
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surgieron un hombre y una mujer, los primeros baká.
El niño despistado fue reprendido duramente por el jefe. Los baká solo
mataban para comer.
-Vosotros los niños tenéis la obligación de escuchar atentamente a los mayores
para que os enseñen cómo es el mundo. Ubangui nos alimenta y nos puede
matar.
La aldea de Bakú estaba hecha en un claro del bosque con casetas de madera, en
cuyas paredes había colgados toda clase de utensilios metálicos. Cuando Bakú vio
llegar a los pigmeos, los saludó alegremente y les ofreció la nueva mercancía que
acaba de comprar a los blancos, pues necesitaba de los productos que los pequeños
les ofrecían: hierbas-medicina, colmillos, pieles o caza.
-Solo he venido a hablar. Dijo el jefe pigmeo. No tardó en salir, para sorpresa de
todos, corriendo hacia el bosque y llamando a los suyos, alarmado por algo que Baká
le había revelado. -¡Venid, seguidme rápido!.
-¡Están matando a Ubangui!-. Enseguida fueron a un claro del bosque adonde
pudieron comprobar cómo enormes máquinas estaban cortando los árboles
centenarios. Abendé no podía creerlo, era lo peor que les podía ocurrir. ¡Están
matando al bosque, repetía. Los bantúes manipulaban enormes motosierras
que lograban cortar limpiamente y en un segundo árboles que ya estaban en
aquel bosque cuando el abuelo del abuelo de Abendé era solo un niño.
Abendé dio la orden de atacar, pero apenas diez lanzas solo lograron asustar a
los conductores de una máquina, luego salieron corriendo ante el estruendo de
un disparo de arma de fuego.
Cuando llegaron al campamento de Abessé, las mujeres lloraban. Los come-
hombres, no solo mataban al bosque, también habían secuestrado a dos niñas del
poblado.
Los mayores decidieron enviar un grupo de tres rastreadores a buscar a las
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niñas, mientras los ancianos fueron al kalambako, el lugar más sagrado,
para pedir ayuda a los antepasados.
Junto a los colmillos de marfil de los elefantes que habían matado sus
antecesores, apareció misterioso Kemé, el único que sabía qué cantidad de
la raíz de embondo había que mezclar con agua para ver más lejos, en busca del
gran espíritu de los señores de la selva y se lo dio de beber a los cinco hombres
más fuertes.
Los elegidos bailaban circularmente en torno a la hoguera animados por los rítmicos
golpes de la percusión, hasta que cayeron al suelo y empezaron a tener espasmos
musculares y temblores. Kemé, el engangui de la tribu y los mayores, los
protegieron.
Cuando volvieron en sí, dijeron que el gran espíritu les contó dónde estaban las
niñas, atadas y llorando, luego les mostró el lugar donde el hombre blanco mataba a
los árboles y de allí partía un camino muy largo hacia el corazón de Ubangui. El
mensaje era muy claro. Buscarían a las niñas y luego, viajarían al corazón de la
selva.
Los hombres se dedicaron a preparar las armas -amarrar las puntas de flechas
con astas de antílope enano, hacer los arcos y las cerbatanas y untarlas con el
mortal estraganto, que acaba con los animales más grandes-.
Al día siguiente, la lucha era inminente. Llegó toda la gente de Abendé, y la tribu se
reunió al completo por primera vez desde hace años.
-Este lugar no es seguro, decía. Debemos defendernos y salvar a las niñas, antes de
que se las coman. Después nos iremos lejos. El gran espíritu ha hablado y así lo
quiere. La selva es nuestra y no nos van a echar.
En el cobertizo de los bantúes, se celebraba la llegada del marfil de los pigmeos, -
habían robado el kalambako. -Ya huelo a dinero, decía uno. Mientras tanto, los
exploradores baká, los observaban escondidos en la maleza, descubriendo a las dos
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niñas atadas a un árbol.
Los bantúes bebían mucho y fumaron mucho banga para atraer a los
oscuros espíritus que invocaban. Les rodearon sin que se diesen cuenta y los
bantúes se asustaron mucho al verse rodeados de centenares de pigmeos que les
gritaban y les apuntaban con toda clase de armas. Los colgaron de los árboles,
dejaron que la selva se encargaran de ellos y quemaron sus chozas.
Al día siguiente, Abendé ordenó que cogieran miel, el mejor don de Ubangui, el
único alimento con el que un hombre puede vivir sano muchos años para fortalecer
las niñas secuestradas. A los dos días estaban completamente recuperadas y Abendé
dio la orden de marcha, pidiendo a todos que no miraran atrás.
Las mujeres llevaban lo más importante, el tizón del fuego. Centenares de baká
cruzaron la selva siguiendo el camino que el gran espíritu les había señalado hasta
que llegaron a donde el hombre mataba a los árboles. El jefe no quiso evitar aquel
lugar, para rodear con toda la tribu a los blancos que manejaban las máquinas, se
dirigió a un estupefacto jefe de los blancos y le pidió que no siguiera matando a
Ubangui, a la selva, pues caería sobre ellos una terrible maldición.
Continuaron el camino guiados por los espíritus hasta que de repente el jefe
escuchó el canto de los pájaros que volvía a ser alegre, y notó que allí nunca había
entrado antes ningún otro hombre
Aquel era el corazón del bosque, cuando colocaron el kalambako, se oyeron
los gorilas por largo espacio de tiempo, se trataba del gran espíritu que les estaba
dando la bienvenida. Al día siguiente, Abendé, salió sonriente de su tienda, todos
supieron que había vuelto a soñar y que todo iría bien allí.
El reloj de la memoria
Una noche, mi hijo me vio guardar aquel viejo reloj de plata con un nombre de mujer grabado.
-Lola. Indicada. Mi hijo me preguntó quién era aquella Lola y yo le conté la historia de
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sus abuelos.
Cuando Lucas Hidalgo se casó con Lola Humanes, tuvo plena conciencia de que
no solo había logrado sobrevivir, sino de que se había hecho a sí mismo aunque era apenas un
adolescente.
Lucas Hidalgo llegó una mañana al campo, con el lucero matagañanes aún en el
firmamento, y construyó su casa con sus propias manos. La casa en la que nacerían
generaciones de Hidalgo estaba hecha de estacas, barro, cañas y cal.
Duró cerca de cien años.
Cavó con sus propias manos de huérfano y jornalero adolescente, el pozo,
morada del agua, y de allí brotó con generosidad el líquido elemento.
Era la casa de los tiempos antiguos, que fue estrenada con ocasión de la boda.
En el trabajo, el joven recién casado contaba el tiempo que le quedaba para
terminar la jornada mirando un reloj de bolsillo, regalo de boda de su esposa,
que tenía dentro de la caja una foto de ella y por fuera llevaba grabado su
nombre. Lola, -l,o,l, a- letras que él acariciaba en la superficie de plata repujada,
como si acariciase los muslos de su amada.
Y cuando parecía que el mundo se iba a detener de tan lenta rutina un día
Lola Humanes a contarle a su marido que una nueva vida estaba creciendo en su
Interior. En ese momento Lucas se supo creador, prolífico y grande, como justo
en el momento en que una inhumana furia imparable estaba recorriendo aquella
paz de cielos, campos y vida, sin la angustia dolorosa del pequeño fracaso cotidiano.
Al principio no supieron muy bien de qué se trataba. Comprendieron
súbitamente, cuando una mala tarde llegaron a la puerta de la choza de Lucas
tres jinetes buscando a alguien. Armaban mucho ruido, los niños se escondían,
los perros ladraban. -Señora, sujete usted a esos perros o le pegamos un tiro-.
Lola tuvo coraje para tomar las riendas de los caballos y apartarlos -casi nos
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pisotean- dijo ella. Comprobaron que allí no estaba lo que buscaban.
Poco días después Lola, de tez pálida y trajes eternamente negros iba a por agua
a un pozo cercano, sujetando con una mano las riendas del mulo que soportaba
el peso de grandes cantaras y con la otra el pequeño universo que crecía en su
interior. De repente, las bestias se pararon en seco, se negaban a seguir
avanzando, no había forma humana de hacerlos avanzar.
Entonces ella cogió uno de los cántaros y fue andando hasta el pozo. No vio el
reflejo de su cara en el agua, tal y como esperaba, sino una cara blanca y azul,
unos ojos que miraban a través de la carne y las piedras, un cuerpo deformado.
Allí estaba, muerto, el hombre que andaban buscando los jinetes. Blanca parió
poco después un feto que nació muerto. Presagio de algo terrible.
Las cosas fueron cambiando paulatinamente. La sinrazón se fue apoderando
lentamente del aire hasta viciarlo.
Una mañana llegó un señor vestido de negro con una gorra y una saca de cuero,
de la que sacó un papel con un sello, en el que se ordenaba a Lucas que fuese a
defender un polvorín.
Lo vieron partir por un camino entre olivares, con su cuerpo de niño grande, su
sonrisa luminosa, sencilla, fresca y sus ojos transparentes. Lola se quedó sola en
medio de la nada. Pudo sobrevivir gracias a los libros, creando el milagro de las letras
entre pólvora y llanto.
Ella le escribía versos y luego los releía. Lucas no sabía leer, pero eso daba igual.
De repente apareció un niño de seis años en medio del barro, miró suplicante a
Lola, ella supo que habían matado a sus padres, que no tenía familia y que
necesitaba ayuda. El destino le devolvía lo que antes le arrebató. -¿Cómo te llamas?.
-Luis, respondió.
-Ahora yo soy tu nueva madre.
Una mañana Lola despertó al niño antes de salir el sol y cuando hubo terminado
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de vestirlo y lavarlo le dijo, hoy vamos a hacer un viaje para ver a Lucas.
A la puerta de la casa llegó un carro, con un lento traqueteo, como si no fuese a
ninguna parte, los dejó en la lejana estación de ferrocarril, sin demasiado interés,
como a un equipaje.
Lucas intentó por todos los medios disuadir a Lola de la idea de ir a verle. Era muy
peligroso pero ella sentía que tenía que verlo urgentemente. Temía perderlo en medio
de la guerra o en brazos de otra.
Al bajar del tren, un militar un militar entregó a Lola, una nota firmada por
Lucas, la leyó y en su rostro se dibujó el terror. Sólo tuvo tiempo de oír: -no se
asuste, sólo tiene que dirigirse a la dirección que está escrita en el papel, no le
pasará nada si se dirige allí-.
Lola sintió un escalofrío de terror, cogió en brazos a Luis y el niño sintió que
ella estaba aterrada.
Iban cruzando una calle estrecha cuando se oyó un disparo, e inmediatamente
puertas y ventanas se cerraron casi al unísono en un gesto mecánico, sincronizado,
amenazador.
Un niño jugaba en el suelo con un montón de arena. De una casa salió su madre.
Lo cogió de forma violenta lo zarandeó y lo condujo al interior a toda prisa. Al
cerrar la puerta vio a Luis y Lola. Les miró como si estuviesen sentenciados.
Ella miró una vez más el papel con la dirección. Caminó las calles desiertas buscando
a alguien, pero no había nadie.
Una fila de soldados les prohibió el acceso a una plaza que necesitaban cruzar
para llegar al lugar apuntado en el papel y Lola lloró por vez primera, bajo la
atenta mirada de Luis, justo cuando comenzaron a oírse gritos que salían de la
iglesia.
Fue la primera vez que Luis vio a aquella misteriosa dama vestida de blanco que
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caminaba por una calle.
Fue ella la que dijo -¡Luis corre, corre, corre!-. El niño soltó la mano de Lola y
corrió en dirección adonde le señalaba.
Lola comenzó a correr detrás del niño para darle alcance y perderse por una
calle, hacia otra plaza donde no había nadie. Eso les salvó la vida.
Lola corría calle abajo hasta que por fin pudo dar alcance al niño, justo frente a
la puerta en la que la otra madre había recogido al niño que jugaba en la arena.
Tras los disparos, se hizo un silencio sepulcral, una leve pausa que anunciaba el
gran desastre. Lola oyó muy cerca el ruido del cerrojo de una puerta que se
abría. Salió de nuevo aquella madre e invitó a Lola y Luis a que entrasen para
resguardarse antes de que comenzara la gran carnicería.
La puerta detrás de sí con un enorme cerrojo.
Estaban en la casa cuya dirección estaba apuntada en el papel que le dieron al
bajar del tren. Lola se quedó mucho más tranquila al saber que aquella mujer
era amiga de su marido.
Ahora las dos mujeres rezaban para que sus seres queridos salieran ilesos de la batalla,
que duró varios días en los que no cesaron de oírse disparos y ráfagas atronadoras.
Aquella mujer hablaba muy poco y Lola se sintió abandonada a su suerte.
Durante la noche extrañas luces iluminaban la oscuridad y un silencio sepulcral
se apoderó del pueblo.
Perdieron la cuenta de cuántos días estuvieron allí encerradas y casi en silencio.
Cuando todo hubo pasado las dos mujeres quitaron las trancas, abrieron las puertas,
olieron un aroma extraño, familiar, dulzón y descubrieron sobre los adoquines extraños
destellos de brillo intenso rojo.
Una tormenta descargó y la lluvia mezclada con sangre que corría calle abajo era el único
sonido perceptible. En el pueblo ya no quedaba apenas nadie.
Pasaron varios días más hasta que la situación se normalizó, uno de los dos
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bandos había sido aniquilado. Como Lucas no aparecía, Lola salió a buscarlo,
enseñando una foto rota a la gente, pero nadie sabía nada en medio de aquel
caos de funerales y llantos en aquel pueblo de locos.
Una semana más tarde abandonó toda esperanza de encontrarlo con vida, así
que se despidió de la mujer que le había ayudado a salvar la vida y se dirigió a la
estación de tren, de vuelta a casa.
Compró los billetes y cruzó el andén de la estación llena de soldados anónimos y
de aspecto demacrado, de familias que se reencontraban llorando y de mujeres
vestidas de negro, con niños pequeños que tenían en sus manos fotos de
soldados desaparecidos y billetes para escapar.
Lola se subió al tren lentamente, como demorándose adrede, como si en aquel
lugar se quedase para siempre algo suyo.
No dejaba de mirar atrás en busca de algo o alguien. Luis, le preguntó, -¿qué
buscas?-, ella respondió: nada. Sin embargo, mientras buscaban asiento en el
interior del tren, ella miraba las caras de cada uno de los soldados.
El tiempo inexorable, no iba a detenerse ni siquiera por una vez.
Cuando, el jefe de estación dio con su silbato la orden de salida, aquel silbido,
fue como el del agua que hirviendo bulle en el interior de un recipiente sobre el
fuego, que busca el mas mínimo resquicio para salir al exterior.
El primer giro seco de las ruedas del tren fue como un golpe en el corazón de Lola.
Vio un hombre joven, en el que no había reparado anteriormente, estaba
sentado en el suelo, tenía los ojos vendados y charlaba con otros soldados.
Lola creyó encontrar un gesto familiar, y se aferró ciegamente a su última
esperanza. Avisó a su hijo, cogió de nuevo su equipaje y bajaron de un tren que
lentamente inició su marcha para luego perderse en el horizonte.
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Lola miró a aquel hombre más cerca y con más detenimiento, para comprobar
que no era lo que ella esperaba, era más viejo y moreno que su marido. Se dio la
vuelta y contempló los raíles vacíos.
Se dio cuenta de que no tenía dinero para comprar otro billete así que tendría
que pedirlo, sólo de pensarlo se le nubló la vista y sintió una leve sensación de
mareo. Creyó que se iba a caer en medio de las vías, justo cuando se acercaba un
nuevo tren.
Le salvó la mano de Luis que se aferraba a ella con toda su fuerza. Cuando lo
miró sonreía dándole ánimos y pudo ver que el soldado de los ojos vendados
sacaba del bolsillo de su chaqueta unos cigarrillos y un plateado reloj de bolsillo
con un retrato dentro y un nombre de mujer grabado en el lomo, que él
acariciaba como si fueran los muslos de su amada.
Cuando terminé de contarle la historia a mi hijo, le regalé el reloj pidiéndole que lo
guardara como un secreto tesoro y que nunca por nada del mundo lo perdiera, y que
cuando fuera mayor, se lo regalara a sus hijos.
El enemigo
Los isleños llegarían a la playa en minutos, sedientos de sangre. Y allí habían
dejado a Yusuf, abandonado, que lloraba desconsoladamente invocando a Alá,
preguntando a las olas del mar porqué.
Contra el sol se recortaban las velas de su nave, que ya marchaba rumbo a la lejana Izmir,
con sus bodegas llenas de un botín compuesto por animales de granja, alimentos frescos
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recién robados en las huertas de la isla, algunas armas incautadas y una decena de
esclavos.
-¿Porque?-. Preguntaba el desgraciado a las olas, que le respondían con un
desconocido lenguaje de oscuras y extranjeras espumas, devolviéndole la misma
pregunta. Porqué, porqué, porqué.
Entonces decidió que no sabía cómo, pero sobreviviría y sería feliz junto a una mujer
que lo quisiese. -Así se los trague el océano-. Masculló entre dientes. Pero el viento le trajo
también sonidos de perros furiosos del interior de la isla.
Entonces sus instintos más primarios le empujaron a huir hacia los caminos que
iban a los acantilados, donde recordó que había unas cuevas; guiado, -casi
salvado-, por la luna llena, que se erguía de puntillas sobre el horizonte.
Las luces de las antorchas se acercaban acompañadas de ladridos de perros.
Perdió el equilibrio y cayó al vacío, con tal suerte que pudo asirse a la rama de
un pino, luego comprobó en medio del vacío de la noche y del estruendo de
espumas que rompían contra la piedra, que había un saliente de roca por donde
podía caminar.
Un pequeño camino que le conducía hacia una cueva que nada mas ver reconoció
como un lugar ideal para pasar el tiempo que fuese necesario.
No le asustaban las alturas, era fuerte y valiente, y de adolescente ya le gustaba
subirse a los acantilados de Karaburun a coger huevos de las aves que allí
anidaban, así que se encontraba a sus anchas. Y sus enemigos no podrían alcanzarlo allí.
Al principio no se alejó demasiado de su cueva, por precaución. Pero poco a
poco se fue adentrando hacia tierras pobladas de olivares, pinos, encinas, algarrobos y
alguna que otra palmera.
Más por culpa de la soledad que por otra cosa, se acercaba a algunas casas
rurales a curiosear. Sin querer, aprendía algo de aquel idioma que no le era del
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todo ajeno. Lo había oído en muchos barcos en los que había cruzado tantas
veces el Mediterráneo.
Aquella isla estaba aun poblada de milagro. En el pasado las autoridades pensaron
seriamente despoblar y abandonar la isla, pero sus habitantes se negaban a perder
sus tierras y enviaban cartas al Rey hablando de “la riqueza que los dichos turcos y moros
han avido, y la gran destruición y assolación que han hecho en la costa. Las tierras marítimas
se están incultas, bravas y por labrar y cultivar; porque a cuatro o cinco leguas del agua no
osan las gentes estar".
El día en que María, -la solitaria y joven viuda con dos hijos, -objeto del deseo y víctima
de un Duque-, cuya vida fue de boca en boca por toda la isla, vio a Yusuf bañarse desnudo
en su pequeña cala, algo se movió en su interior.
María esperaba ya poco de la vida cuando encontró a aquel náufrago, a su vez
una tabla a la que amarrar el naufragio de su propia existencia. No tenía nada
que perder. Poco le importaba si era un extranjero.
Al domingo siguiente después de misa, volvió a la posada en que trabajaba y se
tomó el resto del día libre. Cogió algo de comida, la puso en una cesta y se fue a
la playa. Allí se aseguró la atención del náufrago que parecía surgir súbitamente
de las rocas y cuando estuvo segura de que la miraba se quitó la ropa y se dio un
baño.
Se le insinuó con gestos y se contorneó varias veces, lo suficiente como para conducirle
a aquella escena bajo los árboles que jamás olvidaría en su vida.
Yusuf consideró aquello como un regalo del cielo y rezó más que nunca a Alá,
para que aquellos encuentros no terminasen y en segundo, para
que la mujer a la que él llamaba Azahara no revelase a nadie su paradero pues
su vida dependía de ello. Así se lo había pedido.
-Te llamaré Xoroi, -dijo ella-. Que quiere decir bello-. Y él respondió con una
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sonrisa aprobatoria.
Pronto, los dos amantes alcanzaron gran confianza. Las visitas de María se
repetían cada fin de semana y el cariño fue creciendo entre ellos. El no era un
salvaje como ella podría haber pensado inicialmente, ni ella provocaba los
recelos y desconfianza del huidizo y asustado extranjero.
Yusuf le mostró el escondite de su cueva y ella se quedó estupefacta. Allí, el
náufrago había sembrado tomates, pimientos y otras plantas que le servían de
alimento, creando un sistema de riego, con aguas de lluvia. Había cerrado un
espacio con palos y cañas y allí criaba aves de corral robadas de granjas
cercanas.
Cada vez que iba a la cueva de Xoroi vivía los mejores momentos de la semana.
Nadaban desnudos por aquellas aguas cristalinas junto a los acantilados, al abrigo
de las miradas. Cogían peces frescos, mariscos y crustáceos, huevos de aves que comían
mientras veía ponerse el sol en el océano.
Ella mantenía el secreto, le enseñaba algunas palabras en su lengua, le
proporcionaba herramientas para cortar y trabajar la madera, para que
construyese muebles.
A cambio, él le ofrecía la hospitalidad de su cueva, y de buen grado enseñaba a
los dos niños de Azahara, -Joan y Jordi, de ocho y diez años- a pescar con una
rudimentaria caña, a cazar, a nadar, a ser hombres fuertes, libres e independientes.
Los niños comenzaban a sentir por primera vez la figura de algo parecido a un padre.
A pesar de la precaución extrema con que se conducían Azahara y sus hijos no
pudieron evitar levantar sospechas. Cuando les veían los dueños de la posada en
que trabajaba, coger cantidades inhabituales de comida, aquella ropa de día
especial, o aquella injustificada expresión de alegría.
Fueron poco a poco sacando la madeja por el hilo, atando cabos, levantando
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sospechas, comprobando cómo desaparecían aves de corral y otros alimentos de
las granjas, haciendo preguntas a los niños.
Y la respuesta llegó un domingo de verano. Les bastó seguirla hasta la cueva de
los acantilados para comprenderlo todo. Cuando los soldados entraron en la
cueva, armados de mosquetes y espadas, la sorpresa les paralizó.
Los soldados entraron, apuntaron con sus armas y solo vieron a María
aterrorizada apretando contra sí a sus dos pequeños.
Cuando los soldados dieron el primer paso hacia la mujer, de la oscuridad salió
la mirada fiera de Xoroi que intentó inútilmente reducir a los soldados. Cuando
se cansó de luchar y se dio cuenta de que los soldados se aprestaban a disparar,
prefirió correr y lanzarse ciegamente al vacío de los acantilados ante los gritos
de Azahara. Veinte metros más abajo, solo vieron el mar pardo, oscuro, casi de
luto, pero ribeteado de espumas blancas llenas de esperanza.
Xoroi había pasado definitivamente a la leyenda. Jamás nadie en aquella isla
sabría nada más de él. Infructuosamente buscaron durante horas su cuerpo,
pero no lo encontraron. Los soldados solo pudieron llevarse a María y a sus
hijos de vuelta a la posada.
Ella cayó en un mutismo absoluto, no hablaba, y respondía con vaguedades ante las
preguntas. En el siguiente mes, ella pareció olvidarse por completo de su vida pasada y se
reintegró con una pasmosa normalidad a su nueva vida, como si Xoroi no hubiese
existido jamás.
Una noche, cuando todos dormían, Azahara se levantó en su cuarto de la
posada, vistió a sus dos niños, salieron sin hacer ruido ni ser vistos por nadie y
se dirigieron hacia la playa cercana a la cueva de Xoroi.
Una vez llegó a la playa la luna llena dibujó con toda nitidez una pequeña barca
hecha a mano, y en su interior, un que hombre reamaba. Cuando la barca llegó
hasta donde estaba la mujer, el hombre puso pié a tierra y su huella quedó
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grabada en la arena: Xoroi que avanzaba hacia ellos.
Azahara y los dos niños le abrazaron emocionadamente. Tal y como habían acordado, se
subieron en la barca y remaron con destino a un futuro mejor.
En la isla, quinientos años después aún corre de boca en boca la leyenda de
Xoroi, aquel moro pirata que raptó a una mujer y la llevó a vivir a su cueva.
Cuando afuera sopla la tramontana las madres cuentan a sus hijos mientras los
arropan en la cama, que tienen que portarse bien y dormirse. De lo contrario
podría venir Xoroi, con una oreja menos, que aún se desliza por los campos y las
huertas de la isla, sediento de sangre, acechando entre las sombras.
El misterio de los ojos de luna llena
Los que conocíamos a Marisa, -aquella cuarentona de ingenuos ojos grandes - no teníamos
porqué saber cual sería su reacción ante la luna llena.
Esa noche de verano la luna reinaba sobre el la hoguera y las sierras al fondo.
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Yo la conocía hacía décadas, aprendí a amarla con el tiempo, y a olvidarla luego.
Yo la conocía, pero los que se sentaban con ella alrededor de una hoguera por vez
primera en una noche de luna llena quedaron tan impactados por aquella historia, como ella
misma al vivirlo.
Una hoguera nocturna en medio del campo siempre alcanza un punto de misterio.
Un chico reveló el espanto que le produjo descubrir un cuchillo puesto al azar en una bolsa de
plástico en un viaje de verano, que apuntaba de forma inmisericorde hacia la parte trasera
de su cabeza sin que él lo supiera. Fue su novia de entonces la que lo salvó.
Cualquier movimiento de cabeza, risa o gesto propio de una conversación podría
haber tenido graves consecuencias.
La chica que desde entonces fue su ángel, retiró el cuchillo que estaba colocado sobre el asiento
trasero del coche donde ambos viajaban.
-Es lo mas parecido a un ángel que he tenido. Concluyó.
Cuando Marisa, escuchó la palabra ángel, dos lágrimas rodaron por sus mejillas y
sonrió:
-Así que habláis de ángeles. ¿De verdad queréis escuchar historias sobre ángeles?.
Todas las miradas se dirigieron hacia ella.
-Yo tendría unos diez años. -comenzó. Sin embargo, hasta años después no comprendí qué había
ocurrido verdaderamente. Mi tío Joaquín tenía apenas 30 años pero ya se había ganado maña
fama en el pueblo.
Las malas lenguas decían que su tío iba definitivamente por el mal camino, -esas palabras usó-
hablaban de las malas compañías que lo frecuentaban, de demasiado alcohol y quizá de alguna que
otra sustancia. Además lo acusaban de tener ideas demasiado avanzadas.
-En casa lo veían como un bala perdida, pero era un buenazo en el fondo, para mí se
trataba de un tipo divertido que hacía cosas que a mí me gustaría hacer a su edad.
Una noche llegó la casa para decir que lo acompañásemos a ver la luna llena que esta
saliendo
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-Esa noche su rostro tenía una aspecto distinto cuya causa yo no lograba identificar.
Yo sólo noté un brillo especial de sus ojos, iluminados por la luz de la luna, como
ésta de hoy.
Después se encaminó hacia una habitación, para hablar a solas con mi padre.
Yo pegué el oído a la puerta, pero no se oía nada.
Finalmente, decidí escuchar la conversación por la pequeña ventana que daba al
patio, como había hecho tantas veces.
-Te juro que hoy no he tomado nada, mi mente está más clara que nunca. -Decía
mi tío.
-Pero eso es imposible, hermano, ¿no lo entiendes?, nadie, puede conocer cuando
ha llegado la hora de alguien. Y menos la tuya.
-¿Tu has hecho algo para enfadar a alguien de modo que quiera matarte?.
-Créeme si te digo que no, en el fondo no le importo a nadie demasiado.
Esto es algo distinto. Había en ese muchacho algo absolutamente diferente.
Me hablaba con un cariño como nadie nunca lo ha hecho antes. Desde el primer
momento me sentí muy bien.
-Y ¿qué te dijo exactamente?.
-Yo caminaba por la calle, tan tranquilo cuando llegó me saludó muy
educadamente y me dijo que estaba allí porque había llegado mi hora y me tenía
que poner en paz con Dios, tal y como te he dicho antes. Luego hubo un silencio denso.
-Y qué más.
-Y nada más luego me dijo que iríamos a una iglesia, pero solo porque allí había
más silencio. Que él sabía que yo no creía en estas cosas, etc.....
-¿Y qué hicisteis luego?.
-Entré en la iglesia y allí estuvimos un rato en silencio. El solo me acompañaba, mientras
una lucidez extrema me recorrió las entrañas y supe qué ciego he estado todo estos años
atrás a las cosas que verdaderamente merecen la pena. Me puse nervioso, pero el me cogió
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de la mano y sentí una paz especial.
-Y después.
-Después hablamos algunas pocas palabras más y de repente sin saber cómo, desapareció
en medio de la multitud. Luego llegué a casa, me acosté la siesta y hasta ahora.
-Mi padre lo consoló y mi tío se quedó más tranquilo, vete tu a saber
que explicaciones buscaría mi padre para calmarlo, cuando salió de mi casa, era un hombre
nuevo.
Mamá le preguntó a papá qué pasaba y él le respondió que su hermano estaba
mal, que parecía que delirabas.
Dos horas llamaron por teléfono confirmando la noticia.
El entierro fue muy íntimo, apenas con unos pocos amigos, que hablaban de él
como un alma perdida.
Ninguna de las reiterativas palabras de trámite se quedaron clavadas tanto en
memoria, como aquella de una buena amiga de mi tío:
-Qué pena, ahora que parecía que había encontrado un buen amigo, que lo llevó
esta mañana a la iglesia.
Mirada Delta
El rio se desdibuja en tu espalda
Tu mirada se funde en mi océano.
Esmeralda y azul, tus ojos
Sencilla y grande, tu alma
Como el Orinoco.
El río celeste se desliza
por la selva esmeralda
como tu cuerpo repta
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por mi mente,
por mis venas,
camino de mi corazón.
Tu voz es un violonchelo
que rie al atardecer
a la sombra de una Ceiba.
Tu sonrisa es blanca y negra,
Blanco Boyacá por las comisuras
Negra por donde mas duele.
Hay tantas cosas
Yo solo preciso dos
Mi guitarra y vos.
El río celeste se desliza
por la selva esmeralda
como tu cuerpo repta
por mi mente,
por mis venas,
camino de mi perdición
camino del bello Monte.
Viva el quejido valiente
Del agua de tu voz
Que se arroja y vuela
Como ave blanca
Sobre la verde espesura
El Caribe desemboca en la Alhambra
Mi mirada en tu voz.
El Orinoco en la Esperanza.
El Guadalquivir en mi corazón.
El juego de las miradas
Tu mirada es la antesala
del templo de tu alma
La claraboya del pensamiento
recogiendo los versos que
quedaron esparcidos
en el suelo del tiempo.
La tierra es una obra de arte 51
geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc
Tu mirada es el planeta
y tu boca la luna nueva,
omnipotente, que al mirarla
levanta un rumor de versos,
revoloteando sobre un corazón
de papel.
Tu mirada es universo
y si los abres la luz se hace,
y si los cierras la noche cae
de tus párpados invocando
un estruendo de silencios.
Tu mirada caza al vuelo
lo que otras solo intuyen
Tu mirar disparar besos,
escupe risas, escudriña, busca,
curiosea, la vida como deseo.
Tu mirada, es el viento
que mi mirar balancea,
Y canta una nana, ea, ea
Vuela en la cama, vuela,
vuela y tiembla, aporrea.
Tu mirada es adivina,
engendra versos,
Mi mirada es certera
alberga proyectos.
El ave de tu mirada y
y el viento de mi mirar
Fluyen al mismo tiempo.
navegando rumbo al mar.
Yo seré tú
Yo seré tú
Y te cantaré la vida.
Te enseñaré el mundo
Como por primera vez.
Tú serás corazón que tirita
esperando la voz,
La tierra es una obra de arte 52
geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc
que le diga: confía en mí,
y tú, serás yo.
Tú serás yo
Y abrirás mis surcos,
cerrarás las heridas.
Te alimentarás de mi piel.
Yo seré tú
Y comeré de tu alma
beberé de tu cuerpo:
sembraré la semilla,
tendré tu sed.
Tú serás la llamada,
que sin querer, he respondido.
Estoy aquí para estrenar
tu primavera y enterrar la soledad
que te condena.
Yo estoy aquí para gritar
tu primavera.
Las palabras oscuras
que te nombran.
Los silencios que gritan
bajo tu piel.
Beberme la voz que te corona,
probar el sabor
de tu miel.
Tu viniste para amanecer,
cantarme la vida
bailarme las penas,
y tocarme las alegrías.
Sonrisa amazónica
Llegaste de otro mundo
armado con tu sonrisa
amazónica.
Te colaste de repente
Suavemente, sin ruido
La tierra es una obra de arte 53
geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc
En el salón de mi vida
En el centro de mi ruido.
Me traíste tu silencio
La certeza del cóndor
el secreto del fuego
la aceptación de lo eterno.
Desarmaste mis miedos
Volaste sobre mis deseos
aire de niño desvalido
olor de hombre bueno.
Te quedaste para siempre
Pase lo que pase
Siempre serás conmigo.
Redescubrí de repente
Lo que significa la
palabra amigo.
Nombre de Arcángel
A los lejos tu barco, vestido de fiesta
fondeado en la rada, blanco azul vaivén.
Tus piernas seguían el ritmo
Sin mucho que perder.
Vámonos pal cielo, el cielo de tu piel
La tierra es una obra de arte 54
geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc
Era una tarde plomiza, sobre las tres
Mirábamos el horizonte, tu bebías café,
Tienes nombre de arcángel, y secretos en la piel.
Sobre tu hombro un ancla, sobre el ancla una mujer.
Sobre mi mano la tuya. Sonríe el atardecer.
Sobre tu labio el mío, sobre el tuyo mi timón
Tu quilla rompe mi espuma. Mi mástil es tu temblor.
Vámonos valiente, tu proa al atardecer.
El viento empuja tu vientre elegante cual bajel.
La espuma me trae tu nombre, a la boca, con la miel.
La noche trae el nombre del arcángel, de su piel.
Tienes nombre de Arcángel,
Es todo cuanto de ti sé.
Los árboles amantes
Mi abuela me contó la leyenda
Del árbol de los dos troncos.
Mil amantes se encuentran a su sombra
rodeada de montañas, al abrigo de los vientos
Los días de fiesta, las flores se alegran
y mil historias juguetean bajo sus ramas,
que el pequeño riachuelo murmura,
y esparce mas allá del tiempo y el espacio.
Se dice que el muchacho triste
encerrado en la habitación del norte
vencido de aguas ácidas e invierno,
acosado por la tierra arrasada
y enfermo de desamor y muerte.
Cansado de sufrir, comenzó a andar,
por no enfermar o perecer.
Su abuela me contó el romance
del hombre de los ojos limpios.
Vacío de lágrimas, de repente seguía,
un reguero de hormigas negras y raras.
Viajó por líneas de letras y metáforas
Días y noches, noches y días.
Su vida parecía menos vacía.
La tierra es una obra de arte 55
geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc
Las hormigas de la poesía,
Nunca se sabe donde te llevarán
me decía la abuela en aquel patio.
¡Se diría que siempre saben dónde van¡.
Como si alguien las animara.
Siempre adelante, taca, taca, tá.
Las abuelas cuentan el romance
el poema del niño del corazón grande
Llegó al valle en el tiempo de abrir
y el hombre de la boca triste
se enamoró de aquel aire dulce,
cuando las hormigas señalaron
una brecha en el tronco de fresno.
Era entonces pequeño, simple y sin hojas
pero las hormigas raras lo eligieron.
En sus entrañas le susurraban historias
que enseñaban cosas hermosas y sencillas
como insectos, diminutos y grandes.
Sucedió así el milagro de la primavera
Según cuentan las madres del mundo.
Se abrazó a aquel tronco y entonces la amó.
creció y sus pies se hundieron en la tierra.
Sus piernas se endurecieron, madera se sintió
alrededor del tronco, se retorció de placer.
Sus brazos se alzaron, unidos, al cielo
en busca de verdad, respuesta y consuelo.
la luz se hizo dorada, se paró el tiempo.
Bajo la luna llena, gemidos de madera se oyeron.
cantata secreta de planetas y universos
bailando bajo el coro lejano de los astros.
Desde entonces las dos troncos fueron uno solo.
Al poco tiempo dos parejas de arbolillos
retoñaron por parejas a sus pies
que con el tiempo se hicieron bosque.
reverdeciendo la tierra por colinas y lagos.
Muchos no creerán esta historia
verdadera, pero digan lo que digan,
Mi abuela me dijo que nunca se sabe
Adonde te llevarán las hormigas.
La tierra es una obra de arte 56
geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc
El Silencio
Caen los ojos traviesos
amarillos, dorados, ocres,
rojos y finalmente negros,
brillantes como la tarde
sagrada y silenciosa,
que yace bajo la torre.
El silencio…
La paz se hizo en su sombra
y se irguió la daga de oro
en este remanso del tiempo
Vencejos y cernícalos
luchan en las alturas
por un nido entre las rocas
paz en la tierra
y alegría en los cielos.
La paz se hizo en mi sombra
y se irguió la torre dorada
en este remanso sin tiempo.
Llama la primavera
en la puerta de mis sueños
golpea con sus nudillos
en la boca del estómago.
Y el silencio.
Se abre la puerta.
Y de repente no pasa nada
en esta tarde sagrada
más que la primavera.
Y la luz besando rocas
Y el silencio.
Y lo noche que nace.
Y las estrellas que giran.
El vértigo dentro.
y el silencio fuera.
El silencio.
La tierra es una obra de arte 57
geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc
Balada de mis noches
Cántame la valentía
de mis días y tus noches.
De tus noches y mis días.
Cántame la balada de los lagos
llenos
del saber de los ancestros
de la luz, oh la luz
que llena huecos
de esta inmensa oscuridad.
Cántame la salada claridad
el aplauso y la piedad
y háblame del despertar
de amar, oh si
Amame, háblame.
Cántame.
Cántame la serenata de
la mirada que enseña
a los ojos que no ven
a la madre que padece
por nosotros, cántame.
Cántame de tu tacto
La tierra es una obra de arte 58
geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc
como un árbol
de esos años alegrando
insuflando tu verdad.
Y yo te cantaré
Que necesito de palabras
Como el viento del sol
Como la soledad.
Cántame la sencillez
de tu obra maestra
de saber y mirar, caminar
aprender, aprender.
Atardeceres que cabalgan
sobre todas las nubes
y fluyen en las fuentes
donde los abuelos cuentan
esos cuentos que abren.
Y son solo cosas
cotidianas y grandes las
que alimentan el alma
limpia, entera, nueva.
Cántame la poesía,
Cántame la valentía
de mis días y tus noches.
La tierra es una obra de arte 59
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  • 1. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Geoarte: Relatos, poemas, fotos y pinturas Mas información www.geoarte.es Autor José Antonio Suárez Lopez 77541055M-Tfno 955845142 Compañía b A Bajo Izda Marchena 41620Sevilla. El proceso del Geoarte El Geoarte es un estilo de pintura que mace de la pura experimentación y del más simple sentido del juego con el color y la forma. Pero también de la búsqueda y el desarrollo personal. Huye pues de catalogaciones, serializaciones o etiquetas y por lo tanto del mercadeo barato imperante hoy en el arte, donde se confunde el valor y el precio, de las ideas y de la cultura. La definición más formal del Geoarte, son imágenes del planeta que parten de los satélites, y a partir de esta referencia trabajo sobre ellas, o las interpreto pictóricamente de forma directa, o me inspiro en ellas para crear una obra completamente autónoma. También me sirven para compararlas con imágenes de suelos, texturas o formas biológicas, creando así un diálogo enriquecedor entre lo micro y lo macro. Es por tanto un arte que se inspira en una fotografía, pero que no le debe nada a ella, sino que lo trasciende, es solo una herramienta mas en un largo proceso. Las pinturas nos llegan con una primera apariencia de abstracción, pero La tierra es una obra de arte 1
  • 2. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc siguiendo el ejemplo de Perez Aguilera, una mirada mas detallada, nos desvela que no se pierde la referencia de la realidad. El Geoarte es una pintura filosóficamente y psicológicamente espiritual e ideológicamente conservacionista. Es algo mágico, mítico y profundo, es algo que se puede tocar, es orgánico y es natural, pero al mismo tiempo es simbólico, es parte de nosotros, o nosotros somos parte de ello. Al mismo tiempo la serie Geoarte que es un goce para la vista, tiene además un mensaje profundo conservacionista y ecologista. Es un estilo sin más pretensión intelectual que la de colocar a la tierra en el centro de todo el mensaje humano, y que tiene como mayor exponente la obra del planeta tierra al completo, la esfera del planeta plasmada sobre un metro por un metro. Esta plasmación ha implicado un sentimiento de búsqueda pero también un juego de intuiciones y razones. Tanto los tipos de pinturas usados, acrílicos liquidos, espátulas, geles y texturas, como los soportes, madera por un lado y por otro, carton pluma sobre vinilo, buscan extraer las mejores cualidades del acrílico líquido. He querido que cada medio represente y se comporte de forma artificial de la misma forma que lo haría en el medio natural. Es decir, los mares, ríos y lagos están representados con acrílico liquido, que se ha ido mezclando de forma natural, esto es con pocas ayudas de pinceles y otro tipo de herramientas. La tierra está representada con adición de algunas arenas, o geles que la simulan y las nubes y otros elementos gaseosos, pintadas con aerógrafo. Es decir, el agua con agua, la tierra con tierra y el aire con aire. En fotografía, el Geoarte son fotocomposiciones asistidas por ordenador que buscan una fusión entre el hombre y la naturaleza. El ejemplo más claro es la mano cuyas venas se han convertido en las bocas del rio Missisipi. Las fotografías acompañan en la exposición a las pinturas para enriquecerlas. Y por último está la palabra, la poesía y la literatura. Los La tierra es una obra de arte 2
  • 3. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc geoversos están hechos sobre un mapa, pero también sobre una persona. Detrás de cada poema hay una persona, a la que se retrata en el poema, siendo además, el paisaje, la geografía del país donde nace, protagonista del hecho creativo. Siempre hay una referencia concreta de la que se parte, por tomemos como ejemplo “Mirada Delta” dedicada a una persona nacida en Venezuela, y que versa sobre el Río Orinoco con muy claras referencias a lugares concretos del planeta y del mapa, pero también a rasgos concretos de una personalidad de una persona. Por último los relatos breves son fruto de otro largo proceso, de casi una década. Historias de personas y lugares, repartidos por la geografía mundial, a modo de cuentos del planeta, que bucean en las culturas, ritos, o asuntos menos conocidos, y en épocas remotas y presentes que tiene en común la búsqueda de la sabiduría ancestral, la que siempre ha estado más en contacto con el planeta, con la naturaleza y con los elementos. Todos somos el todo Todos los protagonistas de los relatos nos vienen a decir lo mismo. Que cada uno de nosotros está, estará o ha estado aquí para sentir lo mismo, que no somos tan distintos y que el egoismo mal entendido no conduce a nada. Celebra la conexión misteriosa y el tiempo sencilla de unos con otros que aun conservan las culturas antiguas, pero que nosotros hemos perdido. La conciencia de que nuestro camino pasa por lugares comunes. La búsqueda de la verdad, como una misteriosa pero profunda convicción de lo ineludible. Una certeza que nos conduce a nuestro completo desarrollo como seres humanos en el más pleno sentido de la palabra. Una necesidad de ir más allá del accidental teatro artificial de plástico que se La tierra es una obra de arte 3
  • 4. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc nos ofrece cada día. Un anhelo de quitarnos de los ojos ese velo, esa venda para olvidar lo accesorio, buscar lo más profundo en los otros, en los paisajes, entre las piedras. Una pequeña rebelión individual buscando la alegría de lo cotidiano, alejándonos de forma natural de la intransigencia, las consignas y los dogmas, y contemplándolo todo desde una perspectiva aéreas. Tomando elementos de todas las tradiciones y culturas. Moldeando con mirada de alfarero, una nueva percepción de la realidad. Los personajes de estos relatos se desatan suavemente –pero con una convicción inquebrantable- de su destino, para buscar la belleza, la felicidad y la paz, por encima de las ciudades, de los países, de las épocas, de los reyes, de las ideologías, de las lenguas y las monedas. También buscan entablar una conversación íntima con la dama negra, la que no tiene nombre, o es el mismo en cada rincón. Una dama que sobrevuela estas letras igual que nuestras vidas, y a la que hay que hablarle de vez en cuando para que no se nos olvide que existe, y cuando llegue la veamos como a una vieja amiga, y nos perdamos en la bruma charlando con ella amenamente sobre lo divino y lo humano. Si cuando leas alguno de estos relatos, alguien te propone una nueva forma de abrazar el mundo, y la aceptas, éstas letras habrán cumplido sobradamente su cometido. Una lúcida anciana me recomendó en una ocasión sin titubear: leer mucho, viajar mucho y conversar mucho, pues esas son las claves para mantener una mente ejercitada al final de tu vida. A ello me entrego cuando puedo en cada palabra, en cada letra, en cada suspiro, esperando que el destino me regale nuevas formas de abrazar al mundo. Sabiendo que cada uno de nosotros tiene La tierra es una obra de arte 4
  • 5. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc su propia forma de abrazarlo. Solsticio de invierno Mi vida cambió un solsticio de invierno, cuando menos horas de sol hay, la oscuridad se enseñorea de la tierra y antiguas fuerzas se enseñorean del aire. Lo entenderás en seguida. Era un día 24 de diciembre por la mañana y aproveché el único día soleado, en medio de tanta lluvia para huir a mi huerto. Aquella visita me hizo retomar el contacto con lo más profundo. Yo soy Luis, vivo en un pueblo perdido de México. Y soy el hijo de un campesino que murió hace tiempo, mientras trabajaba en el campo. Todos mis hermanos se dedican a oficios distintos, pero yo trabajo el campo por afición. Ese día, el agua inundaba todos los sembrados y olivares, y los improvisados riachuelos cortaban los caminos de parte a parte con profundas hendiduras desfigurando profundamente. ¡Qué triste¡. Si todo esto era hasta hace poco una plácida campiña que había dado de comer durante siglos. ¿Qué está cambiando?. No lo sé, pero lo averiguaremos pronto. El viento rugía de una forma implacable, como nunca antes, trayendo sobre su voz ecos de furia contenida y de inmensidades oceánicas. Entendí que pronto llovería y me apresuró para llegar pronto a los huertos vecinales. Allí labran la tierra muchas personas pero hoy no hay nadie, por ser víspera La tierra es una obra de arte 5
  • 6. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc de un festivo como navidad. Entré y cerré la puerta. Allí había una silla que alguien abandonó, la acerqué al huerto y dejó allí mi chaqueta de paño negro colgada sobre el respaldo y las gafas de sol, sobre el asiento, con las patillas cruzadas. Empecé a trabajar sobre el huerto, a quitar las malas hierbas y a coger las papas, rábanos, rúcula, zanahoria, y coles. Pensaba hacer una rica ensalada de navidad. Ya se que no es muy común pero me apetecía comer sano y no tanta grasa. Me sentí orgulloso de mi trabajo y se me pasó por la cabeza, que mi padre estaría orgulloso si me viera trabajar el campo, algo que hacía por primera vez. Tanto que cuando de repente, la mirada me traía involuntariamente la mancha negra de la chaqueta sobre la silla, parecía que allí había otra persona. Me lo expliqué por la falta de costumbre de aquella visión, pero no solo me pasó una vez sino varias más. Cada vez que veía la chaqueta de soslayo me parecía que allí había alguien más. Una sensación extraña se apoderó de mí. Cuando me acerqué a la silla para soltar en un plástico las verduras me sorprendí de que las gafas de sol, que había soltado encima de la silla, no estaban. Miré en derredor pero no había nadie, y encontré sus gafas en el suelo un metro al sur de la silla. Como soplaba viento muy fuerte pensé que las gafas se habían caído al suelo, pero reparé que estaban en la misma posición que las había dejado encima del asiento de la silla, como si alguien, una mano invisible las hubiera dejado cuidadosamente sobre el suelo. No estaban volteadas, ni doblabas, ni con una patilla abierta y otra cerrada, como habría sido lógico si se hubieran caído. No. Estaban perfectas, cruzadas una patilla sobre la otra y en línea con el borde de la silla, como las dejé pero en el suelo. Seguí trabajando como si nada y sin darle importancia al asunto. De nuevo me sintí dichoso y feliz con su trabajo y empecé a canturrear cancioncillas La tierra es una obra de arte 6
  • 7. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc aprovechando que estaba en medio del campo y que nadie me oía. Curiosamente y contra todo pronóstico, me gustaba trabajar el campo, algo que toda mi familia había hecho antes, menos yo. Cogí un manojo de rábanos y fuí a ponerlos sobre la silla, donde nuevamente, las gafas se habían movido de su sitio. Estaban de nuevo sobre el suelo, en la misma posición, como si alguien las hubiera dejado cuidadosamente, mientras que en el asiento de la silla se dibujaban sobre el mullido asiento el hueco exacto como si alguien se hubiera sentado y casi sin tiempo a reaccionar dejé mecánicamente los rábanos sobre el hueco del mullido asiento. No quería pensar sobre el asunto de la silla, ya tenía demasiados problemas y me gustaba buscar una solución lógica para todo. Yo no era Pedro Páramo, ni esto era Comala. Por fin después de más de cinco meses encontró una zanahoria. –Que difícil es sacar las hortalizas adelante, pensé. Y más con este mal tiempo mientras se secaba el sudor de la frente. -¿Qué esperabas, que te iban a regalar la vida?. Tendrás que trabajar duro como hacen todos. -Eso intento, pero a veces todo se hace muy cuesta arriba. Dijo esta vez en voz alta. De repente cayó en la cuenta, y levantó la mirada lentamente con la certeza de que había alguien sentado en la silla. Pero no había nadie y las gafas estaban de nuevo sobre la silla. Comencé a llorar de emoción mientras se oía una canción de fondo que cantaba mi padre: comienza el llanto de la guitarra, llora como el viento sobre la nevada. Es inútil callarla, es imposible callarla….. Y me fuí contento, camino de casa, a preparar la cena de navidad, ahora sabía que mi padre, estuviera donde estuviera, estaba orgulloso de mí. La tierra es una obra de arte 7
  • 8. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Los ojos de Maga Adentro estoy oyendo el run rún de las voces en la oficina, mientras aparto los visillos de la ventana de mi oficina y mis colegas se quejan por tonterías como si fueran las más importantes del mundo. Hace un calor sofocante. Afuera, Raúl, el anciano vagabundo ciego cruza la calle sorteando los vehículos que circulan por aquella arteria, guiado por su perro cuya mirada nos tiene enamorados. El perro nos llevó a querer a su dueño y gracias a él descubrimos la verdad, su verdad. ¡Mierda!. el pobre perro se asusta en medio de un caos de ruedas y humo insalubre. Ha mordido a un motorista que dio propina una patada, provocando un accidente de tráfico. ¡Hay que llamar a la ambulancia!. Grito señalando a la calle. Mis compañeros me miran sorprendidos. Salgo corriendo a la calle. En medio de la avenida yacen sin sentido, el viejo indigente, un motorista y su perro blanco en medio de un caos de vehículos y sangre. Llamo a la policía, que llega a la media hora llevándose al perro y su dueño. Cuando intento acercarme a ayudar la policía me retiene, digo que lo conozco. Gracias a mí pudieron identificarle. Después de aquello, nunca más volvimos a verle. De vuelta a mi mesa, me siento impotente. Un famoso escritor dice por Youtube: no hay nada nuevo que escribir ni inventar, todo está ya creado. Me siento impotente. -Las guerras pasadas ya no interesan a nadie. Interesa la guerra de hoy. Métetelo en la cabeza. Dijo apuntándome con el dedo, amenazadora, mi amada directora. Tiró sobre la mesa la portada del periódico del día, y salió del despacho con aquel típico meneo de culo embutido en falda de cuero con olor a tabaco. Mis compañeros me observaban como si dijeran, “te estás jugando el cuello, chaval”. Durante el resto el día, caminé triste por la redacción, hasta que por fin, el jefe de mi sección me dio la tarde libre: -Es agosto, no hay noticias que contar - argumentó. La tierra es una obra de arte 8
  • 9. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc -Yo tengo una historia interesante. Quero contar la historia de Raúl, el vagabundo.- Le dije. Mi jefe me observaba con cara de curiosidad. -Es absurdo que no contemos historias de gente sencilla, o que repitamos los teletipos y ruedas de prensa. Argumenté. Mi jefe me indicó con el dedo que le siguiera hasta su despacho. –No me gusta que me discutas delante de todos. Dijo. -Comienza. Te doy una hora. Si la historia es buena, la publicamos. Entonces empecé a contársela a mi jefe como si fuera una película. Le dije que la caravana se movía como un animal enloquecido mientras se ponía el sol tras las montañas. El joven Raúl ya sabía que tendría que hacerse a sí mismo, lleno de preguntas sin que nadie le ofreciese respuestas. El odio se masticaba en su familia, en su casa, en su país. No podía soportar aquel aire, aquella agua estancada y maloliente así que decidió irse. -Me gusta, pero resume, no tengo todo el tiempo del mundo, ahorra detalles y adornos poéticos. En la caravana se había formando un tapón de vehículos que impedía todo avance. Las gentes se lanzaban entonces fuera de los coches y los camiones buscando la frontera. Muchos de aquellos hombres miraban tristemente sus manos como si ya no quedaran batallas por luchar. Las manos de mi jefe martilleaban el cuero de su mesa, mientras las mías volaban por el aire, explicándose. Sonó el teléfono, lo descolgó y volvió a colgar , se aflojó la corbata, se soltó el botón del cuello de la camisa y me miró a los ojos. -Sigue.- dijo con voz fría. Le conté que la aviación enemiga sobrevolaba los tejados mientras cundía el pánico en la ciudad. Escaleras de catedrales donde dormían niños y mujeres, ante inmensas y antiguas puertas cerradas. Soldados aturdidos en busca de un líder, y lógicamente la muerte de los poetas era ignorada. Retumbaba el monte, el mar humeaba, y la sierra era un alarido que llenaba de frío las almas. Cerca de los Pirineos comenzó a nevar sin tregua, se hizo necesario cruzar a pié con la nieve hasta las rodillas. En cabeza, los más fuertes luchaban a paladas titánicas contra la nieve y en la cola de La tierra es una obra de arte 9
  • 10. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc la caravana, rezagado por el cansancio Raúl miró atrás. Allí quedaron los días azules y el sol de la infancia. -Y cómo el perro salvó la vida a Raúl?. Te has adelantado, le dije. –Te recuerdo que tengo prisa, me replicó. Ocurrió cuando Raúl asomó a la boca de una cueva en la que habían pasado la primera noche, ya en Francia. Todos los demás dormían, pero él no pudo pegar ojo. Se asomó a la boca de la cueva para ver el amanecer. Vertiginosos desniveles rodeaban el camino, desafiando a la gravedad, entre el reino de lo horizontal y lo vertical. Vivir allí parecía un desafío. -Sé de lo que me hablas. Mi familia es oriunda de las montañas. -Claro. Pero la madre tierra, siempre acaba por reclamar lo que es suyo. Hacía sol y Raúl, se sentía optimista y salió a dar un pequeño paseo. Su hermano Toni desayunaba un poco de leche de cabra recién ordeñada e intentaba calentarse mientras oyeron una vibración, primero imperceptible, y luego en aumento hasta convertirse en un estruendo ensordecedor, casi como un terremoto. -Un alud. -Exacto. Todos corrieron afuera para contemplar que el alud había cubierto una gran área bajo la que probablemente se encontrase Raúl. Así que no había tiempo que perder, inmediatamente se organizaron grupos con palas para buscarlo antes de que se congelase bajo la nieve. La tierra es una obra de arte 10
  • 11. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc En medio de la desesperación Toni encontró como salido de la nada a Joan, el mejor amigo de su padre, que había viajado desde que salieron de Solsona con ellos sin haberse encontrado. Toni solo supo decirle entre lágrimas: -Ayúdame por favor, mi hermano.... -¿Raúl está bajo la nieve?. -Creo que sí…. Inmediatamente Joan organizó grupos de búsqueda. Entre ellos había milicianos rastreadores conocedores de la montaña, con sus perros. Los canes no tardaron en encontrar algunas pisadas humanas, que pronto se perdían bajo la nieve. Los dos perros rastrearon cerca de una hectárea en una media hora y de pronto encontraron una mano en medio de la nieve. Siguieron cavando y encontraron a Raúl que estaba semi-inconsciente. Cuando Raúl abrió los ojos por fin, vio a su hermano con lágrimas en los ojos, a un grupo de hombres a su alrededor y un perro labrador de color blanco empezó a lamerle en la mejilla, diciéndole “bienvenido a la vida”. -Gracias a él, estás con vida.-, dijo señalando al perro. El director no hizo ningún comentario, descolgó el auricular, me dio la mano con una sonrisa que yo intuí de enhorabuena y me hizo salir del despacho. Una hora después, habían decidido que la historia de Raúl se publicaría. El reportaje de dos páginas había quedado genial, estaba satisfecho de mí mismo. Una grata sensación que no duró mucho. Al poco rato me llamó el director para decir que necesitaba mis dos páginas por algo importante. La historia de Raúl nunca llegó a ver la luz. Saqué con la impresora el reportaje, lo doblé y lo metí en un sobre. El sobre fue lo único que pude dejarles como un silencioso homenaje en la tumba de Raúl y Maga. La tierra es una obra de arte 11
  • 12. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc El nacimiento de Yemayá Ah, flores en el mar. Sonaba la música del coro. Las olas respondían murmurando silenciosas y rítmicas estrofas. Yemayá reina de las aguas , agua en esplendor, a tí mi madre ésta ti oración. Era verano, y apetecía pasear por la playa así que llevé a mi hija al anochecer. Las barcas de Yemayá partían al ocaso llenas de flores blancas, y de gente con velas en las manos. -En un mar de naturaleza y armonía quiero vivir. Proteged a mis seres queridos de todos los males y peligros. Salve Yemanjá, Reina del Mar. Mi hija, Caridad, me preguntó entonces, quien era Yemayá. Ofreced una novena de flores blancas al solicitar la gracia, llevar al mar en un día de sol y buena mar un ramo de flores atadas con cinta celeste y lanzad sobre las aguas. Repetía mecánicamente la vieja negra. Y yo le conté la historia sobre Yemayá. Hace mucho, mucho tiempo vivió un hombre llamado Paulo, que antes de morir ahogado, se dio cuenta de que nunca supo cómo ni porqué las dos mujeres de su vida se habían unido. La tierra es una obra de arte 12
  • 13. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Una noche, Paulo terminó el trabajo más temprano de lo habitual, fue al centro a tomar una copa. Al pasar por un callejón de casetas de madera, se abrió una puerta y una mano lo arrastró hacia la oscuridad y lo encerró en una habitación. Una negra desnuda, jadeante y sudorosa lo tumbó sobre la cama y lo hizo suyo en medio de la oscuridad sin darle la oportunidad de decir ni pío. Aquella negra se movía como un animal en celo. Ella abrió su cuerpo para él, que se vació como en una copa. Cuando la tormenta amainó, la mujer desconocida pareció recuperar su dimensión humana y le dijo que aquello no había sucedido en realidad. Paulo aún no sabía que aquella mujer sería la mejor amiga de su esposa. Salió del camastro un poco confundido y se perdió por un dédalo de calles un poco huérfano, como si por vez primera hubiera sabido lo que es una mujer. La volvió a ver un día en el mercado de los criollos brasileños, la negra Perla vendía especias traídas desde Brasil, algunas veces al mes y el resto del tiempo deambulaba por las ciudades. Ella le sonrió. Estuvieron toda la tarde conversando, Paulo dejó todo lo que tuviese que hacer para más tarde, la invitó en un restaurante a la moda. Ella no dudó un segundo en hablarle de las idas y venidas a su Cuba natal y por el Caribe. Ya de noche fueron a tugurios de los barrios pobres de la ciudad a emborracharse y en medio de la camaradería, él le pidió que le volviese a hacer el amor como aquel primer día. Fue entonces cuando Paulo le ofreció comprarle una pequeña casita de madera en las afueras y ella aceptó. Al día siguiente Paulo llevó a su esposa, a ver lo que sería su nueva casa, y ella quedó muy impresionada. -Mira que joven tan educado, hija. Podrías hacerle un poco de caso. Lleva días detrás de ti. Le advirtió. Se llama Paulo y es de buena familia. -Lo siento, pero no tengo ánimos para nada, respondió Rita. -Hija mía, enamórate de un gran hombre y no volverás a llorar. La tierra es una obra de arte 13
  • 14. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Al ver su nueva casa, Rita recordó aquellas palabras de su madre y se dio cuenta que había estado tan perdida en su mundo, que no hacía demasiado caso a su marido, siempre ocupado en sus negocios. En los últimos meses había buscado consuelo a su soledad acudiendo a las reuniones de grupos de mujeres ricas de la ciudad, pero resultaron acartonadas y previsibles, terminando por aburrirle. Habría dejado de ir si no fuese porque una tarde apareció en el salón de los espejos del Casino de los Artesanos, una mulata cubana con un brillo especial en la mirada. Perla pronto se convirtió en el centro de las reuniones gracias a su sabiduría, a sus buenas maneras, que enseguida sorprendieron a todos, a pesar de que se le intuía un pasado más que turbulento y un origen ínfimo. Sin embargo era un placer oírla evocar viajes a remotos lugares de los pantanales de la selva de Brasil, infestados de pirañas, adonde ella acudía para recoger las plantas con que hacía sus mezclas y cocciones para adivinar el futuro o administrar remedios naturales. Rememoraba fiestas populares sobre las murallas de Cartagena de Indias en donde la invitaban a fiestas privadas de algún político-narcotraficante que siempre engendraban extrañas parejas de carcamales podridos de dinero y droga con modelos, presentadoras de televisión o cantantes de moda. En todos esos ambientes brillaba la negra Perla, y en todos ellos era simplemente una sagaz observadora. Rita se dejó seducir por aquella negra, que comenzó a llevarla a los barrios del extrarradio y allí le mostraba las miradas de la necesidad en niños hambrientos y madres solteras, maltratadas por mil y un hombres, que chapoteaban en medio del fango de la nada. De allí le nació la necesidad de ayudar, pues Rita se identificó tanto con aquellas mujeres, que pensó que era una cuestión de pura suerte que ella misma no se encontrara en esa circunstancia. Todas aquellas mujeres estaban o habían estado sujetas a la voluntad y capricho de un hombre. Y por vez primera en su La tierra es una obra de arte 14
  • 15. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc vida entendió la necesidad de que una mujer se ganase su propia independencia económica. Quizá por eso Perla fascinaba tanto a mujeres como a hombres. Cuando en la placidez de la tarde soleada de la casita de madera de las afueras y después de haberse volcado el uno en el otro, Perla contó a Paulo su amistad con su esposa, él entendió perfectamente que su vida estaba en manos de aquella mujer. No se alarmó porque sabía que a pesar de toda la parafernalia externa, era una mujer de principios de la que te podías fiar. Con el tiempo, Paulo se dio cuenta de que aquella amistad entre las dos mujeres podía beneficiarle. La Perla nunca defraudó a Paulo ni le traicionó, fue la naturaleza la que se encargó de hacer el resto. Paulo había acudido a una consulta y le habían administrado un tratamiento de fertilidad. De repente Rita supo que Perla había tenido que irse de la ciudad aunque no se extrañó teniendo en cuenta su naturaleza viajera. Luego, ya no tuvo tiempo de preocuparse más porque llegó la noticia que cambiaría definitivamente su vida. Supo que estaba embarazada y eso les convirtió en un matrimonio casi feliz. Durante la gestación, vivieron los momentos más dichosos de su vida. Mientras crecía una nueva vida en el interior de Rita, Paulo veía crecer poco a poco su sueño de tener una pequeña casa de huéspedes, que había podido comprar gracias a su afán de ahorro. Una madrugada lluviosa, Rita se puso de parto casi sin avisar y Paulo sólo tuvo tiempo de coger el coche y cruzar la ciudad bajo la lluvia. Nacería una niña de cara redondita y guapa a la que pusieron de nombre Yemayá. Fue una niña emprendedora y traviesa, como su padre, y al tiempo soñadora y melancólica como su madre. Pronto fue creciendo y se le conoció por si espíritu luchador, y por ayudar a todas las mujeres en situaciones difíciles, sobre todo las maltratadas por su maridos. Por eso comenzó a vestir de blanco, como un símbolo de la paz y siendo no más que una adolescente creó la La tierra es una obra de arte 15
  • 16. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc hermandad de las mujeres de agua, con las que empezó a hacer rituales de naturaleza en las que todas vestían de blanco y lanzaban flores blancas a la mar. Poco tiempo después nació en una ciudad de la selva al sur de Brasil, Faber , un niño mulato, grande y poderosos de cuerpo y mente, que estaría destinado a dominar a sus semejantes, según dijo el chamán de la tribu, después de ingerir gran cantidad de ayahuasca. Con varias típicas excusas de hombres de negocios, Paulo pudo ver a su primer hijo varón, un mes después de su nacimiento en una choza bajo la lluvia amazónica, en los brazos de su madre. Perla le agradeció su visita, le dio la bienvenida y no le reprochó ni le pidió nada. Pero el desenlace estaba por llegar. Fue un accidente casual. De vuelta a su casa, Paulo tuvo un percance en el río Pilcomayo, aquel que un día le regaló el amor de Rita. Ese día el río bajaba muy crecido y las autoridades habían recomendado no viajar, pero él tenía que volver para disimular ante su mujer, y por motivos de trabajo. No le quedaba otra opción. Cuentan que los indios lo encontraron ahogado, con dos fotos de dos niños en la cartera, una niña blanco y un niño blanco. Los dos se conocieron, por así decirlo, en el entierro de su padre, siguieron tratándose, durante toda su vida, pues las dos madres, decidieron vivir juntas para así aprovechar la experiencia en el comercio de la Perla negra. Así que a las madres no les sorprendió en absoluto que se enamorasen, y que cuando cumplieron 18 años, les pidieran matrimonio. Cuando supieron la noticia las dos mujeres se cogieron de la mano, se sonrieron y se abrazaron, orgullosas. Igual que su padre Yemayá, murió ahogada y virgen y en el futuro, fue conocida en todo el Caribe por los siglos de los siglos y de tanto repetir su historia de generación en generación, los mestizos mulatos y criollos la convirtieron en diosa, y cada año en las costas la celebran como diosa de la fertilidad, tirando flores blancas en la mar. La tierra es una obra de arte 16
  • 17. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Mira Caridad, como se van las barcas de Yemaya. En el borde de las aguas hay un murmullo de sal, el salado tu cantar. Caridad miró a su padre y sonrió y los dos paseantes curiosos se perdieron en medio de la playa, camino de la nada. Monólogo del muerto José A. Suárez A mi cabeza, llegó la palabra muerte. Esto significa que alguien va a morir, se dijo a sí mismo en medio del duermevela. Estaba cogiendo aceitunas en las lomas blancas que el cielo amenazaba con una lluvia triste, cuando vino una mujer corriendo por los campos, gritando como loca. Llorando y gimiendo, era la viva imagen de la desesperación, era la viva imagen del dolor, era la misma Virgen de los Dolores. Se tiró de rodillas, se llevó las manos al corazón. –el abuelo ha muerto-, dijo como si dejara caer al suelo un fardo que llevase bien sujeto al alma. -Pero, mujer, hace media hora hablé con él, -dijo uno. ¿Estás segura de lo que dices?.Yo tenía previsto verle dentro de un cuarto de hora, dijo otro. Ya se lo llevan camino de su casa. Se desplomó al suelo mientras trabajaba. El médico dijo que no se podía hacer nada por su vida. -¡Que me dejes!, susurró el abuelo a un amigo que acudió a auxiliarle con las pastillas. -¡Que no hagas nada!, le respondió a otro que quería llevarlo a casa del médico. -!Que no llores¡- Ordenó a una vendedora de claveles que derramó sin querer La tierra es una obra de arte 17
  • 18. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc las flores en el suelo. En ese lecho florido, rodeado de desconocidos, pensó qué absurda es la muerte, antes de exhalar su último aliento y escaparse feliz, como un líquido por los iluminados conductos del alma. El abuelo sintió que se sentía como sin peso, como si le trajese sin cuidado lo que pensaran de él los demás. Como si no fuera ya de nadie, ni de ningún sitio. Sintió que se elevaba sobre sí mismo y sintió lástima de aquel pobre viejecito y estuvo preocupado por dejarlo allí entre aquellos extraños, tirado en el suelo. Le bastó el deseo de acercarse a una mujer para hacerlo misteriosamente, descubriendo aquel fundirse con las cosas y con las otras gentes, sin dolor ni miedo, ni nada, nada de nada. Solo elevarse lentamente y a su voluntad con el timón de sus pies y los remos de sus brazos por las olas del aire. Denso, lleno del ruido del gentío. Puso rumbo a los olivares cercanos y se enredó entre ellos con el aire de la mañana sobre las yerbas reverdecidas por las lluvias del invierno, acarició los troncos retorcidos. Se hizo luz que iluminó todas las plantas de aquel improvisado vergel y sintió el olor de rocío, romero, yerbabuena, tomillo, y albahaca. Se hizo denso y frío, huidizo e imprevisible. Fue agua, dejándose caer por una pequeña cascada sintiendo la caricia del musgo. Hizo tres mil cosas más que nunca había podido hacer, sintiéndose más vivo que nunca. Hasta que se dio cuenta que se llevaban a aquel viejecito a su casa en volandas. Cuando le veían muerto gritaban y chillaban cosas sin sentido que en realidad no sentían. Él sentía que no estaba muerto, pues si lo estuviera no podría sentir nada. Quizá ya habría muerto antes, otras veces, cuando se creía vacío o solo, o impotente, intangible, inespacial, inexistente, insignificante. Sin embargo, por más que un médico le dijese, tiene usted una enfermedad grave: la muerte, él La tierra es una obra de arte 18
  • 19. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc sabía que no había muerto y no iba a dejarse morir allí de muerte, que era su enfermedad. Se preguntaba si no sería todo aquello un gran sueño o una broma pesada de alguien y si su vida anterior no era en realidad alguna extraña forma de muerte. Así torció varias calles hasta que llegaron a su casa. Lo cogieron, lo lavaron. Inútilmente intentaron quitarle aquel olor de almendra amarga. Le pusieron su traje de los domingos. Aquel traje que él compró una vez, pero ni siquiera se lo puso porque le parecía que iba disfrazado, que no sería él mismo. Le parecía que intentaba aparentar lo que no era. La casa se le llenó de gente. Los que estaban cerca de la cama lloraban como con más ganas, pero los más de más lejos charlaban animadamente. Vi a una mujer cuyo rostro me resultó familiar diciendo, ¡abuelo de mi alma!, qué asco me da a veces la boca que tengo. Si yo te dije hará dos días que te dejes de tonterías y te dediques a tu casa, tantos disgustos y tantas preocupaciones no podían ser nada bueno para tu corazón de cristal y tu me dijiste: mañana lo dejo Francisca, cuando termine ésta reunión. Y yo te repliqué que a veces cuando se quiere uno dar cuenta es demasiado tarde para dejar las cosas porque son las cosas las que te dejan a ti. ¡Que asco me da a veces la boca que tengo. Abuelo de mi sinrazón!. Me senté en la cocina junto a dos viejas charlatanas que comadreaban, y me sentí alegre de que todo aquello continuara como si nada, el círculo de la vida, el gran teatro del mundo. Un poco harto de todo aquello me fui a la casa del vecino. Allí resguardaron a mi nieto de tres años. El niño dormía quedamente sobre la blanca almohada besado por el sol. Me acurruqué allí junto a él, le abracé y le canté. En sueños le transmití sentimientos. La sorpresa de los primeros días, la alegría del trabajo, la actividad febril del aprendizaje, la emoción del primer amor, del La tierra es una obra de arte 19
  • 20. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc primer beso, el deseo. El respeto a las mujeres, el amor a las artes y las cosas que elevan el espíritu. El cariño a las conversaciones reposadas en que las letras transcurren sobre los bordes de las tazas de café y se enredan en pequeñas columnas de humo. Le transmití todo eso y mucho más para que cuando él quiera algún día, asciendan de su instinto hasta sus labios. Al día siguiente anduve todo el rato vagabundeando por la casa despistado hasta que alguien me llamó y me dijo: la hora. ¡Ah!, no tengo reloj. La hora. No sé que hora es, ¿usted tiene hora?, le pregunté a uno que me ignoró, como si no me viera. Y el otro me volvió a decir. La Hora: que ha llegado La Hora. Es la hora de partir. El muerto era una de esas personas que poco a poco se van haciendo tan indispensables, que cuando no están, parece como si al mundo le costase más trabajo girar. La gente lloraba en el velatorio. Ulises nunca llora. No le salen las lágrimas. Los ancianos del velatorio conversaban en sillas contiguas a la suya. A él le pareció que el único sentido de la charla era revelarle secretos imposibles de ser descubiertos durante mil vidas intensas. Él quiso retenerlo todo. Pero ellos le miraron con una calma infinita, como diciéndole, todo esto se quedará grabado para siempre dentro de tu alma. De repente desperté y recordé que la noche anterior se había acostado con el presentimiento de que alguien iba a morir. Me levanté y en la ducha intenté tonificarse para alejar los malos recuerdos del sueño, mientras el agua me tamborileaba en la cabeza plácidamente. El café del desayuno me terminó de reconciliar con el mundo, y el sabor de la mermelada, con el placer. El periódico de la mañana me confirmó que todo seguía igual en el La tierra es una obra de arte 20
  • 21. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc absurdo mundo. Disipé por completo los temores anunciados por sus presentimientos y cogí mis cosas para irme a trabajar. Fue entonces cuando sonó el teléfono y una voz conocida al otro lado, me anunció la muerte de mi abuelo. Dança de la primavera Conocí la historia de Mar a las puertas del Ayuntamiento de Paris, -donde habíamos ido de viaje de novios. Mar, mi mujer, se había antojado de un bolso blanco de Cartier, a lo Audrey Hepburn, con quien siempre la comparaban. Al cruzar la Rue Rivoli camino del Sena nos vimos sorprendidos al ver a políticos y periodistas, arremolinarse al pie de las escalinatas, del imponente edificio consistorial, cuya fachada estaba presidida por una imagen gigantesca. Aquella famosa foto del beso de Robert Doisneau se bamboleaba con el viento colgada del balcón, sobre las cabezas de todos. En silencio, el Alcalde, y el resto de concejales miraban al suelo, formando un gris semicírculo sobre una foto y unas velas en el suelo. Aquel paisaje con figuras grises era solo roto por el azul de la imagen de la foto que representaba a un cuadro del mar, mediterráneo y unas flores rojas, acompañadas de un cartel en el suelo que decía “Pas plus de femmes victimes”. Pregunté a un periodista qué era aquello. Y me contaron que un político local, había asesinado por celos a su mujer, una pintora española, llamada Mar Bonet. Todas las miradas estaban puestas sobre aquella foto, de un cuadro donde había La tierra es una obra de arte 21
  • 22. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc acantilados y un mar azul turquesa, que no hacía en nada presagiar el acto de violencia del que sería testigo, salvo por un detalle pequeño, insignificante y al mismo tiempo elocuente: tenía una pequeña mancha de sangre que clamaba roja, en medio de aquella sinfonía azul. El gris del cielo de Paris comenzó a deshacerse sobre nuestras felices cabezas de recién casados, así que apretamos el paso hacia nuestro hotel que estaba al otro lado del río. Mar, mi mujer ya no quería el bolso, había entristecido de repente y solo quería llegar a la habitación del hotel para llorar. -Que te ocurre ?. -La pintora, Mar, era mi compañera de colegio. Siempre nos decían los dos mares. Mar Bonet y Mar López. Parece que estoy oyendo a la profesora. Teníamos almas gemelas. La abracé con todas mi firmeza y le prometí que entre nosotros dos no podía suceder nada malo, y mucho menos hacernos daño. En el equipo de música puse la danza de la primavera, la música que sabía que le alegraba por las mañanas cuando ella estaba triste, y dedicamos todo el día a averiguar por la prensa algo más, qué le había podido pasar a aquella mujer asesinada. Vimos sus cuadros, por Internet, cuadros azules cargados de luz, vida y optimismo y averiguamos algo más. Solo tras largos años de desvelos, preguntas y casualidades, del tiempo, pudimos averiguar mucho después qué había pasado, como si el mar empujando restos del naufragio, nos viniera a traer hasta la playa de nuestra memoria, la imagen de la mujer valiente, íntegra y libre que había sido. Después de todas las pesquisas que hicimos, se podría decir que había Misteriosas casualidades, conexiones ocultas entre el mar y la mujer muerta. Finalmente, con todo lo aprendido, mi mujer escribió su historia, una especie de cuento, en su homenaje y a modo de despedida. Es el siguiente. “La música llegaba desde el interior de la casa. Febrer m'ha duit la carta tan La tierra es una obra de arte 22
  • 23. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Precisa vol que els lilàs s'obrin pel dits i en el cor m'hi creixi una palmera que exigent que ve la Primavera!. Que exigent que ve la Primavera i el meu cor tan malaltís tinc por que es cremi dintre la foguera, no puc desfer-me del seu encís. Mar, estaba -como de costumbre- pintando un paisaje, apurando los últimos días de vacaciones en Dalt Vila. El azul llenaba todo el cuadro, azul melancolía, azul recuerdo, azul tiempo. De repente, Mar, vio un hombre que tomaba el sol desnudo entre rocas. El no podía divisarla. Abandonó el cuadro, y avisó a su marido que iba a dar un paseo y se adentró por algunos senderos que bajaban hacia las cuevas colgadas en los acantilados. Acostado en una roca plana y levemente inclinada sobre el mar estaba un joven de apenas treinta años con cuerpo de atleta, cabellos morenos ensortijados. De repente el joven se sintió observado, se irguió levemente y la siguió. Ella se avergonzó y se escondió aún más. El joven se levantó y se dirigió a ella. Mar se quedó inmóvil y salió corriendo, presa del miedo y la vergüenza, confundida, se perdió árboles y pequeños senderos. Resbaló sobre unas piedras que se habían desprendido bajo sus pies del estrecho sendero colgado sobre el precipicio y a punto estuvo de caerse al mar, de no ser porque acertó a llegar a sus manos la rama de un árbol. Vacío, luz y silencio. En frente Es Vedrá. Trepó por la rama hasta alcanzar el tronco y de ahí saltó de nuevo al camino dejando resbalar algunas piedras que minutos más tarde fueron tragadas por el océano. Mar respiró aliviada hasta que comprobó que aquel hombre, seguía persiguiéndola. Echó de nuevo a correr. Cerca había una imagen de Buda sonriente dibujado en la pared. Mientras exploraba despreocupada la pared de la cueva, no se percataba que alguien a sus espaldas estaba entrando. Se volvió de repente y gritó. Los bañistas de las playas cercanas y los navegantes que estaban cerca pudieron oír un lejano y estridente grito, ahogado entre el bramar de las olas, que rompían contra La tierra es una obra de arte 23
  • 24. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc las rocas. Maurice, su marido, había acabado de almorzar y fregado los platos. Se cruzó con el cuadro de Mar y estuvo un rato observándolo. Había decidido bajar a buscarla para hacer el amor, como cada día a aquella hora, a una pequeña cala que había bajo el acantilado, rodeada de rocas y de cuevas por las que se colaban las olas haciendo un ruido ensordecedor. La espuma saltaba por los aires cada vez que las olas chocaban contra la rocas violentamente. Su deseo se apagó cuando llegó a la playa y descubrió que no estaba ella. Comenzó a preocuparse por su mujer cuando de repente escuchó un grito ahogado por el bramar de las olas que azotaba un creciente levante. Aguzó el oído y comenzó a seguir la pista del grito. Durante un momento no oyó nada más que el ruido ensordecedor del mar. Estaba metido en una cueva en la que aún entraba el mar, de una especie de bóveda hendida por un agujero, entraba la luz del sol. Su corazón comenzaba a latir con fuerza, sus músculos se comenzaron a tensar. Se quedó en silencio un minuto atendiendo a su oído. Sólo oyó los latidos de su corazón. Y una voz ahogada. Esta vez estaba seguro de que era la voz de Mar. Ahora oía un leve rumor que no sabía si procedía del mar ya lejano o de su mujer, era como un lamento triste, como un leve jadeo, como un canto de sirena o quizá como el rumor del viento por entre las rocas. Otro gemido, esta vez muy placentero, hizo vibrar su tímpano contagiándose de una ola de tierno erotismo. Su preocupación aumentó y también su miedo. Los gemidos se hacían cada vez más presentes y corpóreos. De repente y tras dejar atrás un angosto corredor desembocó en una cueva grande en la que entraba abundante luz. Sólo quería ver para creer. Se acercó y vio tras la piedra a Mar y a un desconocido. Ella parecía experimentar un gran placer, tenía los ojos cerrados, mientras el bocabajo la besaba. La tierra es una obra de arte 24
  • 25. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc De repente ella abrió los ojos y en ellos se dibujó el terror cuando vio a su marido. Dos años más tarde, Maurice encontró a Mar un domingo tomando el sol en una de aquellas deliciosas terrazas junto al Sena, con la niña en brazos. El se acercó muy amablemente para saludarla, pues no conocía a la pequeña y aunque ya se habían visto y hablado en varias ocasiones. -Qué niña tan guapa y tan morenita, se parece a su padre con el pelito rizado. ¿Cómo se llama?. Ella le dio dos besos en la mejilla, le sonrió y respondió que el nombre de la niña era Ibiza. -Qué buena idea. Si tienes otra siempre puedes ponerle Formentera. Y si te decides a tener familia numerosa, puedes seguir buscando nombres por el Mediterráneo. Luego hizo una pausa pensativa y dijo. ¿Tiene dos años, no?. -Efectivamente. Dijo ella sonriendo. Siguieron charlando plácidamente mientras caminaban pausadamente, por las calles del barrio Marais, pasaron por la iglesia de Saint Merri, en donde habían planeado casarse y entonces, él la cogió del hombro. Y le dijo. -Perdona que insista en esta cuestión, pero hay algo que nunca te he preguntado, y es algo que me da vueltas en la mente, porque no puedo encontrar una respuesta. -Dime. Respondió ella. -¿Porqué?. Preguntó simplemente Maurice. Ella se quedó largos segundos en silencio y después de buscar la verdadera respuesta en su interior, respondió con una sinceridad abrumadora: -No lo sé-. Pocos minutos después, llegó a su casa y besó a su pareja. Maurice se alegró de haber salido de la vida de Mar y tomó una decisión. La misma noche la encontraron muerta en su casa, y sin que nadie se explicase La tierra es una obra de arte 25
  • 26. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc cómo ni porqué, en uno de sus cuadros que estaba en su casa de Ibiza, apareció una mancha de sangre, que nunca pudo ser retirada. Lo que el rumor esconde -¿Qué son los cátaros, Therese?. Preguntó Antonio. -Puros, hombres buenos que intentaban seguir una vida pobre sencilla, pero fueron aniquilados, quizá por envidia. -Paire Nòstre qu'ei ath cèl, qu'eth tièu nòm sia sanctificat; qu'eth tièu règne venga. Qu'era tia volontat sia hèita ara tèrra coma ath cèl. Therese enseñó a Antonio a hablar francés correctamente y algunas palabras en lengua occitana. Aquella cultura le pareció a Antonio impropio de sencillos agricultores, aunque fueran dueños de un “lalot” sencillo y alegre, con flores en las ventanas, acogedor y alegre, sabia, antigua y noble, quizá como sus dueños. Gérard, el propietario, -un hombre fuerte y afable de 40 años, cabello rubio, sonrisa fácil y ojos claros-, no se apartaba demasiado de su terruño, excepto los fines de semana, cuando acudía al pueblo a realizar las compras ir a misa o a hablar con el sacerdote Sauniéres. Rennes le Chateau era un pueblo pequeño, en la ribera del río Aude, con su pequeño hotel decadente lleno de ancianas ricas. Un joven republicano español no podía pedir más. -¿Y si los cátaros eran buenos, porque fueron aniquilados?. Preguntó Antonio. -Pensaban que la Iglesia cristiana, rica y corrupta. -Que cosas. ¿Y tú crees todo eso?. La tierra es una obra de arte 26
  • 27. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc -Es mi padre el que cuenta esas historias. Hay muchos en esta región que sí creen. A mí me da igual, mientras me cuente historias antes de dormir. -Y dime. Qué tipo de historias te cuenta. -La de un tesoro escondido. Cada día le añade nuevos datos. ¿Tu padre no te contaba historias?. Preguntó Therese. -Mi padre, siempre estaba muy ocupado trabajando en el campo y ahora es soldado, no sé dónde. -Vaya, lo siento-. Antonio iba a decir algo pero Therese le cerró los labios con un beso. Únicamente las murmuraciones rompían la paz de aquel hogar. Vecinos y familiares, le avisaban insistentemente de que su amistad con aquel extraño cura no podría beneficiarle. Gerard no se sorprendía, le quitaba importancia, y a continuación proponía un brindis. Antonio ya tenía sus sospechas, pero no quiso hacer mas preguntas. Un dia la radio anunció la noticia de que los alemanes habían entrado en París. El locutor leía un comunicado severamente, mientras el patrón de la granja escuchaba mirando al suelo, y el resto permanecía en silencio. -Petain es peor que los boches. Decía Gerard, muy afectado por todo aquello y dijo a su mujer e hija que no había que preocuparse pues en el sur estaban a salvo, que todo aquello quedaba lejos. Gerard se llevó a una habitación aparte a Antonio y le habló largo tiempo. -Dime Antonio, si tu tierra fuera invadida por extranjeros qué harías. Antonio dudó por un momento la respuesta, tampoco sabía adónde quería llegar su patrón, que fumaba en pipa pausadamente, y lanzaba al aire bocanadas de humo. -Defenderla, sin duda. Respondió el zagal. -Bien ¿y..... si defenderla supusiera..... peligros para ti y tu familia?. La tierra es una obra de arte 27
  • 28. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc El patrón miraba distraídamente por la ventana de su biblioteca, mientras Antonio se recostaba en un mullido sillón de piel. -Nadie tendría porqué saber mis opiniones. Pero mi postura sería la misma. Opinó. Gerard inició un monólogo. Le advirtió que en tiempos de guerra suelen ocurrir cosas que normalmente no pasan, y que aunque parezca inexplicable, todo tenía una finalidad. -Puede que en los próximos días veas cosas que no entiendas. -Le anunció-. Y puede que la curiosidad te lleve a comprometerte con la verdad. Si lo haces será para siempre. Las puertas en estas circunstancias no están entreabiertas. Están abiertas o cerradas. Y si abres una puerta, ésta se cerrará a tus espaldas. Así son las cosas. Hay que elegir, tomar decisiones. Antonio no estuvo seguro de haber entendido el verdadero significado de las palabras de su patrón. Sin embargo el buen ambiente de la casa continuó inalterable. Antonio sentía que se aburría demasiado en la granja y se hizo amigo de Pierre, un pelirrojo lleno de pecas: malhumorado, irónico y gracioso, hijo del panadero. Era solo unos años mayor que él, pero con aires de grandeza. Fumaba, bebía, y presumía de haber estado con muchas chicas. Las jarras de cerveza corrían por encima de la mesa, mientras Pierre, se convertía poco a poco en Pierre el fanfarrón. El le contó la historia del cura Saunieres, el amigo de su patrón. Los pergaminos que encontró y su interpretación por un experto de Roma, que hablaban de la muerta de Dagoberto, rey cátaro, casado en esa iglesia, hace siglos. Desde entonces la vida del cura cambió iba a Paris con mucha frecuencia, se codeaba con la alta sociedad, le habló de la restauración de toda la iglesia, la Tour Magdala, y una casa de huéspedes. -¿Y bien?-. Preguntó. ¿Adónde nos conduce todo esto?. -La gente del pueblo no se fía del cura. Se dice que halló la tumba de alguien importante y cobró alguna suma importante. -Debe haber una explicación lógica. Dijo Antonio. La tierra es una obra de arte 28
  • 29. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc -¿Lógica?. Que pinta un demonio en una pila de agua bendita. La gente del pueblo teme a este cura. -Mi patrón le aprecia. –Explicó Antonio. Y yo me fío de su criterio. Pero si no te fías podríamos entrar en la iglesia, de noche, así tendremos nuestras propias respuestas. -Por mí ahora mismo. Dijo Pierre, dando un golpe sobre la mesa con la mano. No le viene mal a este lugar olvidado del mundo, tanto misterio, -pensaba Antonio- antes de entrar en uno de aquellos famosos túneles, para cumplir la etílica apuesta que había hecho con su amigo Pierre. La amorfa disposición de la roca en el inicio del túnel se había transformado en un perfecto corredor hecho por la mano del hombre, un pasillo le conducía a otro y una puerta a otra. El alcohol y su curiosidad empujaban sus pies, sin que él supiera de forma precisa en qué lugar se encontraba. Abrió una puerta y vio algo terrible que le causó gran impresión, por un segundo, su corazón comenzó a latir más fuerte, hasta que logró dominarse. Era una gran escultura que sujetaba una pila de agua bendita, representaba a un diablo de madera policromada, de piel roja, ojos saltones y amenazadores. De repente desaparecieron todos los síntomas de embriaguez. Sobre el umbral de entrada pudo leer la frase Terribilis est locus iste. Este es un lugar terrible. Estaban nada más y nada menos que en el interior de la iglesia. Era noche cerrada y apenas unos cirios iluminaban escasamente las bóvedas románicas del interior. Le gustaba mucho el arte antiguo, por eso esta era una oportunidad única. Desde muy pequeño, su padre la había llevado a la biblioteca pública de su pueblo natal, donde pasaba horas y horas leyendo sobre arte. Cogió un gran cirio y fue a mirar las yeserias. Los añadidos de Saunieres a la iglesia no eran capaz de transmitir ni el más mínimo simulacro de vida o emoción, mucho menos divina. Luego fue a ver la hombruna Magdalena, de oscuros y enormes carillos hinchados, y ojos vacíos, pintada por el párroco. La tierra es una obra de arte 29
  • 30. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Empujó la puerta del cementerio y salió fuera aspirando con placer el aire de la campiña que refrescaba su rostro perlado de sudor. De repente una mano, sobre su hombro le detuvo. -¿A donde crees que vas jovencito?. Alguien le colocó una tela sobre la cara y le tiró al suelo. Pierre le había gastado una broma. -Me has dado un susto de muerte. ¿Cómo es que no está cerrado el acceso a la iglesia por los túneles?. -Nadie en el pueblo se atrevería a entrar en la iglesia de noche. Piensan que está maldita. -Alguien quiere que la gente no se acerque aquí, pensó. Dejaron la explanada del cementerio por un nuevo túnel similar al anterior. Se abrió la siguiente puerta bajo el nervioso empuje de su mano. Vio una sencilla habitación iluminada por luz artificial una gran mesa en el centro, planos de la región, escritos, restos de comida, bebida, tabaco, y muchas sillas desordenadas alrededor. El mapa tenía marcas en las minas de oro de Salsigne al norte de Carcassone, en la Montaigne Noire. Oyó pasos y decidió salió corriendo por el oscuro pasillo, mientras escuchaba cómo la habitación que abandonaba se llenaba de gente. Oyó voces de hombres y mujeres se diría que era una reunión privada, sonaba música en la radio y se hizo el silencio cuando un locutor de la BBC de Londres anunciaba un mensaje especial para los oyentes franceses, -un poema de Paul Verlaine-, todos contuvieron la respiración, como si aquel poema pusiese en juego sus vidas. Oyeron el poema, y cuando concluyó, todos mostraron un gran descanso. -Falsa alarma- comentaron aliviados algunos. -No podemos dar un solo paso en falso, ya lo sabéis.–Dijo otra voz más autoritaria-. -Esperar, esperar. ¡Estamos hartos de esperar!. Dijo alguien con acento español. La tierra es una obra de arte 30
  • 31. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc -No es fácil. Golpear donde más les duela en el momento justo sin que sepan de dónde salimos, ni quiénes somos. Una voz mucho más serena, pausada y al mismo tiempo débil, como gastada por el tiempo vino a dar la razón al anterior comentario. -Gerard tiene razón. Los que ahora nos miran con miedo, nos apoyarán. Debéis tener fe hijos míos. Antonio contenía la respiración detrás de la puerta cerrada, cuando un fuerte golpe en la cabeza lo dejó sin sentido. Cuando abrió los ojos se encontró tendido en una cama, y vio a Gerard, su patrón, el dueño de la granja junto a su amigo el cura y a otras personas influyentes del pueblo. Se frotó los ojos para ver si estaba soñando, y luego echó un vistazo a la habitación, pero no estaban en la granja, sino en el interior de una cueva excavada en la roca. Le dolía tremendamente la cabeza y no entendía nada. A la mañana siguiente Antonio había decidido unirse al grupo. Caminaron muchas horas en silencio repartiendo pasquines en el interior de tabernas. En Couiza, Montazels, Alet les Bains y Limoux repartieron pasquines y carteles, que pegaron sobre otros que decían “Ils asassinnet, enveloppés dans les plis de notre drapeau”. -Dime Gerard, ¿porqué me habéis aceptado?. Preguntó Antonio. -Eres inteligente, comedido, fuerte, decidido y refugiado español. Tienes experiencia en luchar contra fascistas. A Pierre le dije que te llevase cerca de los túneles. Todo misterio tiene su explicación y sino, su finalidad. -¿Y el cura?. -Fue él quien lo inició todo. Nos reunió, nos habló, nos contó lo que ocurriría y vimos con claridad que tenía razón. Petain y los nazis son la misma cosa. -¿Y tu?. Corres muchos riesgos, tienes familia, negocios. La tierra es una obra de arte 31
  • 32. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc -Precisamente por eso. Merecen algo mejor. Antonio se mantuvo en silencio. Tengo mis propios planes. Os ayudaré un par de semanas, luego me iré a donde no haya guerras. -Lo comprendo. Mi mundo es éste y tengo que hacer algo por él. Tu debes buscar el tuyo. Antonio y Gerard se dieron la mano. Bienvenido a la resistencia francesa. De esa forma Antonio aprendió que el rumor siempre es interesado y siempre esconde algo peor. Tras algunas escaramuzas con nazis en la zona del Languedoc, Antonio Fernández Ternero, natural de La Luisiana, Sevilla, pasó muchas veces por cárceles del sur de Francia, e incluso estuvo en algún campo de concentración, pero siempre lograba fugarse. Finalmente se las apañó para entrar con los americanos en la toma de Paris y fue considerado un héroe de dos guerras, la española y la mundial. Finalmente se embarcó en Marsella rumbo a Bolivia, donde fundó el hotel Andalucía en Santa Cruz. Hace pocos años, sus descendientes se instalaron de nuevo en su Andalucía natal. El corazón de Africa -Los espíritus malignos nos envían desgracias. Dijo Abendé. El jefe preguntó entonces si alguno había molestado a algún espíritu de la oscuridad. -Lo sabríamos, eso siempre se sabe. Le respondieron. La tierra es una obra de arte 32
  • 33. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Abendé decidió ir a la aldea de su hermano Abessé, donde vivía la otra mitad del grupo, para preguntarle si ellos estaban sintiendo lo mismo. A la mañana siguiente un grupo de diez cazadores y el jefe salieron en busca de Abessé, pero antes recibieron la bendición de Emelé, la mujer que habla con las plantas, que los bendijo. El grupo vio una de aquellas chozas -un elig- de los come-hombres, brujos bantúes que hacían ceremonias malignas con rituales. Abendé comprobó que aquella choza había sido usada recientemente para sacrificios rituales. -Traed el fuego, debemos quemarlo todo. Dijo Abendé. El fuego lo limpiará todo. Salieron corriendo de nuevo con la intención de no parar en toda la noche, pero el cansancio les pudo, y se sentaron a descansar, contemplando la luna. -La noche suena diferente. Dijo Abendé. -Los animales tienen miedo. Algo les pasa. Le respondió un cazador. Llegaron al poblado casi al amanecer, despertaron a la familia de su hermano. Abessé sabía que estaban en peligro y quizá tendrían que marcharse de allí. -El mundo está cambiando-. Profetizó. Los animales huyen y cazamos poco, pasamos hambre, hay enfermedades desconocidas. Y lo peor hemos dejado de soñar. Abendé asintió y después de ir a hablar con las mujeres, los jefes hermanos decidieron ir a hablar con Bakú, el jefe de los bantúes que comerciaba con los blancos y siempre sabía qué estaba ocurriendo. Abessé debía quedarse, pues al atardecer varios niños se convertirían en hombres. De pronto un niño distraído estuvo a punto de aplastar con el pie a un camaleón, el animal sagrado. Abessé reunió a los niños y les explicó que estaban allí gracias al camaleón. Un día, cuando no existían hombres, un camaleón se acercó a un árbol que hacía extraños ruidos y lo partió en dos. Del tronco del árbol brotó un gran río y alrededor de él surgió la selva y de entre las aguas La tierra es una obra de arte 33
  • 34. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc surgieron un hombre y una mujer, los primeros baká. El niño despistado fue reprendido duramente por el jefe. Los baká solo mataban para comer. -Vosotros los niños tenéis la obligación de escuchar atentamente a los mayores para que os enseñen cómo es el mundo. Ubangui nos alimenta y nos puede matar. La aldea de Bakú estaba hecha en un claro del bosque con casetas de madera, en cuyas paredes había colgados toda clase de utensilios metálicos. Cuando Bakú vio llegar a los pigmeos, los saludó alegremente y les ofreció la nueva mercancía que acaba de comprar a los blancos, pues necesitaba de los productos que los pequeños les ofrecían: hierbas-medicina, colmillos, pieles o caza. -Solo he venido a hablar. Dijo el jefe pigmeo. No tardó en salir, para sorpresa de todos, corriendo hacia el bosque y llamando a los suyos, alarmado por algo que Baká le había revelado. -¡Venid, seguidme rápido!. -¡Están matando a Ubangui!-. Enseguida fueron a un claro del bosque adonde pudieron comprobar cómo enormes máquinas estaban cortando los árboles centenarios. Abendé no podía creerlo, era lo peor que les podía ocurrir. ¡Están matando al bosque, repetía. Los bantúes manipulaban enormes motosierras que lograban cortar limpiamente y en un segundo árboles que ya estaban en aquel bosque cuando el abuelo del abuelo de Abendé era solo un niño. Abendé dio la orden de atacar, pero apenas diez lanzas solo lograron asustar a los conductores de una máquina, luego salieron corriendo ante el estruendo de un disparo de arma de fuego. Cuando llegaron al campamento de Abessé, las mujeres lloraban. Los come- hombres, no solo mataban al bosque, también habían secuestrado a dos niñas del poblado. Los mayores decidieron enviar un grupo de tres rastreadores a buscar a las La tierra es una obra de arte 34
  • 35. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc niñas, mientras los ancianos fueron al kalambako, el lugar más sagrado, para pedir ayuda a los antepasados. Junto a los colmillos de marfil de los elefantes que habían matado sus antecesores, apareció misterioso Kemé, el único que sabía qué cantidad de la raíz de embondo había que mezclar con agua para ver más lejos, en busca del gran espíritu de los señores de la selva y se lo dio de beber a los cinco hombres más fuertes. Los elegidos bailaban circularmente en torno a la hoguera animados por los rítmicos golpes de la percusión, hasta que cayeron al suelo y empezaron a tener espasmos musculares y temblores. Kemé, el engangui de la tribu y los mayores, los protegieron. Cuando volvieron en sí, dijeron que el gran espíritu les contó dónde estaban las niñas, atadas y llorando, luego les mostró el lugar donde el hombre blanco mataba a los árboles y de allí partía un camino muy largo hacia el corazón de Ubangui. El mensaje era muy claro. Buscarían a las niñas y luego, viajarían al corazón de la selva. Los hombres se dedicaron a preparar las armas -amarrar las puntas de flechas con astas de antílope enano, hacer los arcos y las cerbatanas y untarlas con el mortal estraganto, que acaba con los animales más grandes-. Al día siguiente, la lucha era inminente. Llegó toda la gente de Abendé, y la tribu se reunió al completo por primera vez desde hace años. -Este lugar no es seguro, decía. Debemos defendernos y salvar a las niñas, antes de que se las coman. Después nos iremos lejos. El gran espíritu ha hablado y así lo quiere. La selva es nuestra y no nos van a echar. En el cobertizo de los bantúes, se celebraba la llegada del marfil de los pigmeos, - habían robado el kalambako. -Ya huelo a dinero, decía uno. Mientras tanto, los exploradores baká, los observaban escondidos en la maleza, descubriendo a las dos La tierra es una obra de arte 35
  • 36. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc niñas atadas a un árbol. Los bantúes bebían mucho y fumaron mucho banga para atraer a los oscuros espíritus que invocaban. Les rodearon sin que se diesen cuenta y los bantúes se asustaron mucho al verse rodeados de centenares de pigmeos que les gritaban y les apuntaban con toda clase de armas. Los colgaron de los árboles, dejaron que la selva se encargaran de ellos y quemaron sus chozas. Al día siguiente, Abendé ordenó que cogieran miel, el mejor don de Ubangui, el único alimento con el que un hombre puede vivir sano muchos años para fortalecer las niñas secuestradas. A los dos días estaban completamente recuperadas y Abendé dio la orden de marcha, pidiendo a todos que no miraran atrás. Las mujeres llevaban lo más importante, el tizón del fuego. Centenares de baká cruzaron la selva siguiendo el camino que el gran espíritu les había señalado hasta que llegaron a donde el hombre mataba a los árboles. El jefe no quiso evitar aquel lugar, para rodear con toda la tribu a los blancos que manejaban las máquinas, se dirigió a un estupefacto jefe de los blancos y le pidió que no siguiera matando a Ubangui, a la selva, pues caería sobre ellos una terrible maldición. Continuaron el camino guiados por los espíritus hasta que de repente el jefe escuchó el canto de los pájaros que volvía a ser alegre, y notó que allí nunca había entrado antes ningún otro hombre Aquel era el corazón del bosque, cuando colocaron el kalambako, se oyeron los gorilas por largo espacio de tiempo, se trataba del gran espíritu que les estaba dando la bienvenida. Al día siguiente, Abendé, salió sonriente de su tienda, todos supieron que había vuelto a soñar y que todo iría bien allí. El reloj de la memoria Una noche, mi hijo me vio guardar aquel viejo reloj de plata con un nombre de mujer grabado. -Lola. Indicada. Mi hijo me preguntó quién era aquella Lola y yo le conté la historia de La tierra es una obra de arte 36
  • 37. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc sus abuelos. Cuando Lucas Hidalgo se casó con Lola Humanes, tuvo plena conciencia de que no solo había logrado sobrevivir, sino de que se había hecho a sí mismo aunque era apenas un adolescente. Lucas Hidalgo llegó una mañana al campo, con el lucero matagañanes aún en el firmamento, y construyó su casa con sus propias manos. La casa en la que nacerían generaciones de Hidalgo estaba hecha de estacas, barro, cañas y cal. Duró cerca de cien años. Cavó con sus propias manos de huérfano y jornalero adolescente, el pozo, morada del agua, y de allí brotó con generosidad el líquido elemento. Era la casa de los tiempos antiguos, que fue estrenada con ocasión de la boda. En el trabajo, el joven recién casado contaba el tiempo que le quedaba para terminar la jornada mirando un reloj de bolsillo, regalo de boda de su esposa, que tenía dentro de la caja una foto de ella y por fuera llevaba grabado su nombre. Lola, -l,o,l, a- letras que él acariciaba en la superficie de plata repujada, como si acariciase los muslos de su amada. Y cuando parecía que el mundo se iba a detener de tan lenta rutina un día Lola Humanes a contarle a su marido que una nueva vida estaba creciendo en su Interior. En ese momento Lucas se supo creador, prolífico y grande, como justo en el momento en que una inhumana furia imparable estaba recorriendo aquella paz de cielos, campos y vida, sin la angustia dolorosa del pequeño fracaso cotidiano. Al principio no supieron muy bien de qué se trataba. Comprendieron súbitamente, cuando una mala tarde llegaron a la puerta de la choza de Lucas tres jinetes buscando a alguien. Armaban mucho ruido, los niños se escondían, los perros ladraban. -Señora, sujete usted a esos perros o le pegamos un tiro-. Lola tuvo coraje para tomar las riendas de los caballos y apartarlos -casi nos La tierra es una obra de arte 37
  • 38. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc pisotean- dijo ella. Comprobaron que allí no estaba lo que buscaban. Poco días después Lola, de tez pálida y trajes eternamente negros iba a por agua a un pozo cercano, sujetando con una mano las riendas del mulo que soportaba el peso de grandes cantaras y con la otra el pequeño universo que crecía en su interior. De repente, las bestias se pararon en seco, se negaban a seguir avanzando, no había forma humana de hacerlos avanzar. Entonces ella cogió uno de los cántaros y fue andando hasta el pozo. No vio el reflejo de su cara en el agua, tal y como esperaba, sino una cara blanca y azul, unos ojos que miraban a través de la carne y las piedras, un cuerpo deformado. Allí estaba, muerto, el hombre que andaban buscando los jinetes. Blanca parió poco después un feto que nació muerto. Presagio de algo terrible. Las cosas fueron cambiando paulatinamente. La sinrazón se fue apoderando lentamente del aire hasta viciarlo. Una mañana llegó un señor vestido de negro con una gorra y una saca de cuero, de la que sacó un papel con un sello, en el que se ordenaba a Lucas que fuese a defender un polvorín. Lo vieron partir por un camino entre olivares, con su cuerpo de niño grande, su sonrisa luminosa, sencilla, fresca y sus ojos transparentes. Lola se quedó sola en medio de la nada. Pudo sobrevivir gracias a los libros, creando el milagro de las letras entre pólvora y llanto. Ella le escribía versos y luego los releía. Lucas no sabía leer, pero eso daba igual. De repente apareció un niño de seis años en medio del barro, miró suplicante a Lola, ella supo que habían matado a sus padres, que no tenía familia y que necesitaba ayuda. El destino le devolvía lo que antes le arrebató. -¿Cómo te llamas?. -Luis, respondió. -Ahora yo soy tu nueva madre. Una mañana Lola despertó al niño antes de salir el sol y cuando hubo terminado La tierra es una obra de arte 38
  • 39. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc de vestirlo y lavarlo le dijo, hoy vamos a hacer un viaje para ver a Lucas. A la puerta de la casa llegó un carro, con un lento traqueteo, como si no fuese a ninguna parte, los dejó en la lejana estación de ferrocarril, sin demasiado interés, como a un equipaje. Lucas intentó por todos los medios disuadir a Lola de la idea de ir a verle. Era muy peligroso pero ella sentía que tenía que verlo urgentemente. Temía perderlo en medio de la guerra o en brazos de otra. Al bajar del tren, un militar un militar entregó a Lola, una nota firmada por Lucas, la leyó y en su rostro se dibujó el terror. Sólo tuvo tiempo de oír: -no se asuste, sólo tiene que dirigirse a la dirección que está escrita en el papel, no le pasará nada si se dirige allí-. Lola sintió un escalofrío de terror, cogió en brazos a Luis y el niño sintió que ella estaba aterrada. Iban cruzando una calle estrecha cuando se oyó un disparo, e inmediatamente puertas y ventanas se cerraron casi al unísono en un gesto mecánico, sincronizado, amenazador. Un niño jugaba en el suelo con un montón de arena. De una casa salió su madre. Lo cogió de forma violenta lo zarandeó y lo condujo al interior a toda prisa. Al cerrar la puerta vio a Luis y Lola. Les miró como si estuviesen sentenciados. Ella miró una vez más el papel con la dirección. Caminó las calles desiertas buscando a alguien, pero no había nadie. Una fila de soldados les prohibió el acceso a una plaza que necesitaban cruzar para llegar al lugar apuntado en el papel y Lola lloró por vez primera, bajo la atenta mirada de Luis, justo cuando comenzaron a oírse gritos que salían de la iglesia. Fue la primera vez que Luis vio a aquella misteriosa dama vestida de blanco que La tierra es una obra de arte 39
  • 40. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc caminaba por una calle. Fue ella la que dijo -¡Luis corre, corre, corre!-. El niño soltó la mano de Lola y corrió en dirección adonde le señalaba. Lola comenzó a correr detrás del niño para darle alcance y perderse por una calle, hacia otra plaza donde no había nadie. Eso les salvó la vida. Lola corría calle abajo hasta que por fin pudo dar alcance al niño, justo frente a la puerta en la que la otra madre había recogido al niño que jugaba en la arena. Tras los disparos, se hizo un silencio sepulcral, una leve pausa que anunciaba el gran desastre. Lola oyó muy cerca el ruido del cerrojo de una puerta que se abría. Salió de nuevo aquella madre e invitó a Lola y Luis a que entrasen para resguardarse antes de que comenzara la gran carnicería. La puerta detrás de sí con un enorme cerrojo. Estaban en la casa cuya dirección estaba apuntada en el papel que le dieron al bajar del tren. Lola se quedó mucho más tranquila al saber que aquella mujer era amiga de su marido. Ahora las dos mujeres rezaban para que sus seres queridos salieran ilesos de la batalla, que duró varios días en los que no cesaron de oírse disparos y ráfagas atronadoras. Aquella mujer hablaba muy poco y Lola se sintió abandonada a su suerte. Durante la noche extrañas luces iluminaban la oscuridad y un silencio sepulcral se apoderó del pueblo. Perdieron la cuenta de cuántos días estuvieron allí encerradas y casi en silencio. Cuando todo hubo pasado las dos mujeres quitaron las trancas, abrieron las puertas, olieron un aroma extraño, familiar, dulzón y descubrieron sobre los adoquines extraños destellos de brillo intenso rojo. Una tormenta descargó y la lluvia mezclada con sangre que corría calle abajo era el único sonido perceptible. En el pueblo ya no quedaba apenas nadie. Pasaron varios días más hasta que la situación se normalizó, uno de los dos La tierra es una obra de arte 40
  • 41. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc bandos había sido aniquilado. Como Lucas no aparecía, Lola salió a buscarlo, enseñando una foto rota a la gente, pero nadie sabía nada en medio de aquel caos de funerales y llantos en aquel pueblo de locos. Una semana más tarde abandonó toda esperanza de encontrarlo con vida, así que se despidió de la mujer que le había ayudado a salvar la vida y se dirigió a la estación de tren, de vuelta a casa. Compró los billetes y cruzó el andén de la estación llena de soldados anónimos y de aspecto demacrado, de familias que se reencontraban llorando y de mujeres vestidas de negro, con niños pequeños que tenían en sus manos fotos de soldados desaparecidos y billetes para escapar. Lola se subió al tren lentamente, como demorándose adrede, como si en aquel lugar se quedase para siempre algo suyo. No dejaba de mirar atrás en busca de algo o alguien. Luis, le preguntó, -¿qué buscas?-, ella respondió: nada. Sin embargo, mientras buscaban asiento en el interior del tren, ella miraba las caras de cada uno de los soldados. El tiempo inexorable, no iba a detenerse ni siquiera por una vez. Cuando, el jefe de estación dio con su silbato la orden de salida, aquel silbido, fue como el del agua que hirviendo bulle en el interior de un recipiente sobre el fuego, que busca el mas mínimo resquicio para salir al exterior. El primer giro seco de las ruedas del tren fue como un golpe en el corazón de Lola. Vio un hombre joven, en el que no había reparado anteriormente, estaba sentado en el suelo, tenía los ojos vendados y charlaba con otros soldados. Lola creyó encontrar un gesto familiar, y se aferró ciegamente a su última esperanza. Avisó a su hijo, cogió de nuevo su equipaje y bajaron de un tren que lentamente inició su marcha para luego perderse en el horizonte. La tierra es una obra de arte 41
  • 42. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Lola miró a aquel hombre más cerca y con más detenimiento, para comprobar que no era lo que ella esperaba, era más viejo y moreno que su marido. Se dio la vuelta y contempló los raíles vacíos. Se dio cuenta de que no tenía dinero para comprar otro billete así que tendría que pedirlo, sólo de pensarlo se le nubló la vista y sintió una leve sensación de mareo. Creyó que se iba a caer en medio de las vías, justo cuando se acercaba un nuevo tren. Le salvó la mano de Luis que se aferraba a ella con toda su fuerza. Cuando lo miró sonreía dándole ánimos y pudo ver que el soldado de los ojos vendados sacaba del bolsillo de su chaqueta unos cigarrillos y un plateado reloj de bolsillo con un retrato dentro y un nombre de mujer grabado en el lomo, que él acariciaba como si fueran los muslos de su amada. Cuando terminé de contarle la historia a mi hijo, le regalé el reloj pidiéndole que lo guardara como un secreto tesoro y que nunca por nada del mundo lo perdiera, y que cuando fuera mayor, se lo regalara a sus hijos. El enemigo Los isleños llegarían a la playa en minutos, sedientos de sangre. Y allí habían dejado a Yusuf, abandonado, que lloraba desconsoladamente invocando a Alá, preguntando a las olas del mar porqué. Contra el sol se recortaban las velas de su nave, que ya marchaba rumbo a la lejana Izmir, con sus bodegas llenas de un botín compuesto por animales de granja, alimentos frescos La tierra es una obra de arte 42
  • 43. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc recién robados en las huertas de la isla, algunas armas incautadas y una decena de esclavos. -¿Porque?-. Preguntaba el desgraciado a las olas, que le respondían con un desconocido lenguaje de oscuras y extranjeras espumas, devolviéndole la misma pregunta. Porqué, porqué, porqué. Entonces decidió que no sabía cómo, pero sobreviviría y sería feliz junto a una mujer que lo quisiese. -Así se los trague el océano-. Masculló entre dientes. Pero el viento le trajo también sonidos de perros furiosos del interior de la isla. Entonces sus instintos más primarios le empujaron a huir hacia los caminos que iban a los acantilados, donde recordó que había unas cuevas; guiado, -casi salvado-, por la luna llena, que se erguía de puntillas sobre el horizonte. Las luces de las antorchas se acercaban acompañadas de ladridos de perros. Perdió el equilibrio y cayó al vacío, con tal suerte que pudo asirse a la rama de un pino, luego comprobó en medio del vacío de la noche y del estruendo de espumas que rompían contra la piedra, que había un saliente de roca por donde podía caminar. Un pequeño camino que le conducía hacia una cueva que nada mas ver reconoció como un lugar ideal para pasar el tiempo que fuese necesario. No le asustaban las alturas, era fuerte y valiente, y de adolescente ya le gustaba subirse a los acantilados de Karaburun a coger huevos de las aves que allí anidaban, así que se encontraba a sus anchas. Y sus enemigos no podrían alcanzarlo allí. Al principio no se alejó demasiado de su cueva, por precaución. Pero poco a poco se fue adentrando hacia tierras pobladas de olivares, pinos, encinas, algarrobos y alguna que otra palmera. Más por culpa de la soledad que por otra cosa, se acercaba a algunas casas rurales a curiosear. Sin querer, aprendía algo de aquel idioma que no le era del La tierra es una obra de arte 43
  • 44. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc todo ajeno. Lo había oído en muchos barcos en los que había cruzado tantas veces el Mediterráneo. Aquella isla estaba aun poblada de milagro. En el pasado las autoridades pensaron seriamente despoblar y abandonar la isla, pero sus habitantes se negaban a perder sus tierras y enviaban cartas al Rey hablando de “la riqueza que los dichos turcos y moros han avido, y la gran destruición y assolación que han hecho en la costa. Las tierras marítimas se están incultas, bravas y por labrar y cultivar; porque a cuatro o cinco leguas del agua no osan las gentes estar". El día en que María, -la solitaria y joven viuda con dos hijos, -objeto del deseo y víctima de un Duque-, cuya vida fue de boca en boca por toda la isla, vio a Yusuf bañarse desnudo en su pequeña cala, algo se movió en su interior. María esperaba ya poco de la vida cuando encontró a aquel náufrago, a su vez una tabla a la que amarrar el naufragio de su propia existencia. No tenía nada que perder. Poco le importaba si era un extranjero. Al domingo siguiente después de misa, volvió a la posada en que trabajaba y se tomó el resto del día libre. Cogió algo de comida, la puso en una cesta y se fue a la playa. Allí se aseguró la atención del náufrago que parecía surgir súbitamente de las rocas y cuando estuvo segura de que la miraba se quitó la ropa y se dio un baño. Se le insinuó con gestos y se contorneó varias veces, lo suficiente como para conducirle a aquella escena bajo los árboles que jamás olvidaría en su vida. Yusuf consideró aquello como un regalo del cielo y rezó más que nunca a Alá, para que aquellos encuentros no terminasen y en segundo, para que la mujer a la que él llamaba Azahara no revelase a nadie su paradero pues su vida dependía de ello. Así se lo había pedido. -Te llamaré Xoroi, -dijo ella-. Que quiere decir bello-. Y él respondió con una La tierra es una obra de arte 44
  • 45. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc sonrisa aprobatoria. Pronto, los dos amantes alcanzaron gran confianza. Las visitas de María se repetían cada fin de semana y el cariño fue creciendo entre ellos. El no era un salvaje como ella podría haber pensado inicialmente, ni ella provocaba los recelos y desconfianza del huidizo y asustado extranjero. Yusuf le mostró el escondite de su cueva y ella se quedó estupefacta. Allí, el náufrago había sembrado tomates, pimientos y otras plantas que le servían de alimento, creando un sistema de riego, con aguas de lluvia. Había cerrado un espacio con palos y cañas y allí criaba aves de corral robadas de granjas cercanas. Cada vez que iba a la cueva de Xoroi vivía los mejores momentos de la semana. Nadaban desnudos por aquellas aguas cristalinas junto a los acantilados, al abrigo de las miradas. Cogían peces frescos, mariscos y crustáceos, huevos de aves que comían mientras veía ponerse el sol en el océano. Ella mantenía el secreto, le enseñaba algunas palabras en su lengua, le proporcionaba herramientas para cortar y trabajar la madera, para que construyese muebles. A cambio, él le ofrecía la hospitalidad de su cueva, y de buen grado enseñaba a los dos niños de Azahara, -Joan y Jordi, de ocho y diez años- a pescar con una rudimentaria caña, a cazar, a nadar, a ser hombres fuertes, libres e independientes. Los niños comenzaban a sentir por primera vez la figura de algo parecido a un padre. A pesar de la precaución extrema con que se conducían Azahara y sus hijos no pudieron evitar levantar sospechas. Cuando les veían los dueños de la posada en que trabajaba, coger cantidades inhabituales de comida, aquella ropa de día especial, o aquella injustificada expresión de alegría. Fueron poco a poco sacando la madeja por el hilo, atando cabos, levantando La tierra es una obra de arte 45
  • 46. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc sospechas, comprobando cómo desaparecían aves de corral y otros alimentos de las granjas, haciendo preguntas a los niños. Y la respuesta llegó un domingo de verano. Les bastó seguirla hasta la cueva de los acantilados para comprenderlo todo. Cuando los soldados entraron en la cueva, armados de mosquetes y espadas, la sorpresa les paralizó. Los soldados entraron, apuntaron con sus armas y solo vieron a María aterrorizada apretando contra sí a sus dos pequeños. Cuando los soldados dieron el primer paso hacia la mujer, de la oscuridad salió la mirada fiera de Xoroi que intentó inútilmente reducir a los soldados. Cuando se cansó de luchar y se dio cuenta de que los soldados se aprestaban a disparar, prefirió correr y lanzarse ciegamente al vacío de los acantilados ante los gritos de Azahara. Veinte metros más abajo, solo vieron el mar pardo, oscuro, casi de luto, pero ribeteado de espumas blancas llenas de esperanza. Xoroi había pasado definitivamente a la leyenda. Jamás nadie en aquella isla sabría nada más de él. Infructuosamente buscaron durante horas su cuerpo, pero no lo encontraron. Los soldados solo pudieron llevarse a María y a sus hijos de vuelta a la posada. Ella cayó en un mutismo absoluto, no hablaba, y respondía con vaguedades ante las preguntas. En el siguiente mes, ella pareció olvidarse por completo de su vida pasada y se reintegró con una pasmosa normalidad a su nueva vida, como si Xoroi no hubiese existido jamás. Una noche, cuando todos dormían, Azahara se levantó en su cuarto de la posada, vistió a sus dos niños, salieron sin hacer ruido ni ser vistos por nadie y se dirigieron hacia la playa cercana a la cueva de Xoroi. Una vez llegó a la playa la luna llena dibujó con toda nitidez una pequeña barca hecha a mano, y en su interior, un que hombre reamaba. Cuando la barca llegó hasta donde estaba la mujer, el hombre puso pié a tierra y su huella quedó La tierra es una obra de arte 46
  • 47. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc grabada en la arena: Xoroi que avanzaba hacia ellos. Azahara y los dos niños le abrazaron emocionadamente. Tal y como habían acordado, se subieron en la barca y remaron con destino a un futuro mejor. En la isla, quinientos años después aún corre de boca en boca la leyenda de Xoroi, aquel moro pirata que raptó a una mujer y la llevó a vivir a su cueva. Cuando afuera sopla la tramontana las madres cuentan a sus hijos mientras los arropan en la cama, que tienen que portarse bien y dormirse. De lo contrario podría venir Xoroi, con una oreja menos, que aún se desliza por los campos y las huertas de la isla, sediento de sangre, acechando entre las sombras. El misterio de los ojos de luna llena Los que conocíamos a Marisa, -aquella cuarentona de ingenuos ojos grandes - no teníamos porqué saber cual sería su reacción ante la luna llena. Esa noche de verano la luna reinaba sobre el la hoguera y las sierras al fondo. La tierra es una obra de arte 47
  • 48. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Yo la conocía hacía décadas, aprendí a amarla con el tiempo, y a olvidarla luego. Yo la conocía, pero los que se sentaban con ella alrededor de una hoguera por vez primera en una noche de luna llena quedaron tan impactados por aquella historia, como ella misma al vivirlo. Una hoguera nocturna en medio del campo siempre alcanza un punto de misterio. Un chico reveló el espanto que le produjo descubrir un cuchillo puesto al azar en una bolsa de plástico en un viaje de verano, que apuntaba de forma inmisericorde hacia la parte trasera de su cabeza sin que él lo supiera. Fue su novia de entonces la que lo salvó. Cualquier movimiento de cabeza, risa o gesto propio de una conversación podría haber tenido graves consecuencias. La chica que desde entonces fue su ángel, retiró el cuchillo que estaba colocado sobre el asiento trasero del coche donde ambos viajaban. -Es lo mas parecido a un ángel que he tenido. Concluyó. Cuando Marisa, escuchó la palabra ángel, dos lágrimas rodaron por sus mejillas y sonrió: -Así que habláis de ángeles. ¿De verdad queréis escuchar historias sobre ángeles?. Todas las miradas se dirigieron hacia ella. -Yo tendría unos diez años. -comenzó. Sin embargo, hasta años después no comprendí qué había ocurrido verdaderamente. Mi tío Joaquín tenía apenas 30 años pero ya se había ganado maña fama en el pueblo. Las malas lenguas decían que su tío iba definitivamente por el mal camino, -esas palabras usó- hablaban de las malas compañías que lo frecuentaban, de demasiado alcohol y quizá de alguna que otra sustancia. Además lo acusaban de tener ideas demasiado avanzadas. -En casa lo veían como un bala perdida, pero era un buenazo en el fondo, para mí se trataba de un tipo divertido que hacía cosas que a mí me gustaría hacer a su edad. Una noche llegó la casa para decir que lo acompañásemos a ver la luna llena que esta saliendo La tierra es una obra de arte 48
  • 49. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc -Esa noche su rostro tenía una aspecto distinto cuya causa yo no lograba identificar. Yo sólo noté un brillo especial de sus ojos, iluminados por la luz de la luna, como ésta de hoy. Después se encaminó hacia una habitación, para hablar a solas con mi padre. Yo pegué el oído a la puerta, pero no se oía nada. Finalmente, decidí escuchar la conversación por la pequeña ventana que daba al patio, como había hecho tantas veces. -Te juro que hoy no he tomado nada, mi mente está más clara que nunca. -Decía mi tío. -Pero eso es imposible, hermano, ¿no lo entiendes?, nadie, puede conocer cuando ha llegado la hora de alguien. Y menos la tuya. -¿Tu has hecho algo para enfadar a alguien de modo que quiera matarte?. -Créeme si te digo que no, en el fondo no le importo a nadie demasiado. Esto es algo distinto. Había en ese muchacho algo absolutamente diferente. Me hablaba con un cariño como nadie nunca lo ha hecho antes. Desde el primer momento me sentí muy bien. -Y ¿qué te dijo exactamente?. -Yo caminaba por la calle, tan tranquilo cuando llegó me saludó muy educadamente y me dijo que estaba allí porque había llegado mi hora y me tenía que poner en paz con Dios, tal y como te he dicho antes. Luego hubo un silencio denso. -Y qué más. -Y nada más luego me dijo que iríamos a una iglesia, pero solo porque allí había más silencio. Que él sabía que yo no creía en estas cosas, etc..... -¿Y qué hicisteis luego?. -Entré en la iglesia y allí estuvimos un rato en silencio. El solo me acompañaba, mientras una lucidez extrema me recorrió las entrañas y supe qué ciego he estado todo estos años atrás a las cosas que verdaderamente merecen la pena. Me puse nervioso, pero el me cogió La tierra es una obra de arte 49
  • 50. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc de la mano y sentí una paz especial. -Y después. -Después hablamos algunas pocas palabras más y de repente sin saber cómo, desapareció en medio de la multitud. Luego llegué a casa, me acosté la siesta y hasta ahora. -Mi padre lo consoló y mi tío se quedó más tranquilo, vete tu a saber que explicaciones buscaría mi padre para calmarlo, cuando salió de mi casa, era un hombre nuevo. Mamá le preguntó a papá qué pasaba y él le respondió que su hermano estaba mal, que parecía que delirabas. Dos horas llamaron por teléfono confirmando la noticia. El entierro fue muy íntimo, apenas con unos pocos amigos, que hablaban de él como un alma perdida. Ninguna de las reiterativas palabras de trámite se quedaron clavadas tanto en memoria, como aquella de una buena amiga de mi tío: -Qué pena, ahora que parecía que había encontrado un buen amigo, que lo llevó esta mañana a la iglesia. Mirada Delta El rio se desdibuja en tu espalda Tu mirada se funde en mi océano. Esmeralda y azul, tus ojos Sencilla y grande, tu alma Como el Orinoco. El río celeste se desliza por la selva esmeralda como tu cuerpo repta La tierra es una obra de arte 50
  • 51. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc por mi mente, por mis venas, camino de mi corazón. Tu voz es un violonchelo que rie al atardecer a la sombra de una Ceiba. Tu sonrisa es blanca y negra, Blanco Boyacá por las comisuras Negra por donde mas duele. Hay tantas cosas Yo solo preciso dos Mi guitarra y vos. El río celeste se desliza por la selva esmeralda como tu cuerpo repta por mi mente, por mis venas, camino de mi perdición camino del bello Monte. Viva el quejido valiente Del agua de tu voz Que se arroja y vuela Como ave blanca Sobre la verde espesura El Caribe desemboca en la Alhambra Mi mirada en tu voz. El Orinoco en la Esperanza. El Guadalquivir en mi corazón. El juego de las miradas Tu mirada es la antesala del templo de tu alma La claraboya del pensamiento recogiendo los versos que quedaron esparcidos en el suelo del tiempo. La tierra es una obra de arte 51
  • 52. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Tu mirada es el planeta y tu boca la luna nueva, omnipotente, que al mirarla levanta un rumor de versos, revoloteando sobre un corazón de papel. Tu mirada es universo y si los abres la luz se hace, y si los cierras la noche cae de tus párpados invocando un estruendo de silencios. Tu mirada caza al vuelo lo que otras solo intuyen Tu mirar disparar besos, escupe risas, escudriña, busca, curiosea, la vida como deseo. Tu mirada, es el viento que mi mirar balancea, Y canta una nana, ea, ea Vuela en la cama, vuela, vuela y tiembla, aporrea. Tu mirada es adivina, engendra versos, Mi mirada es certera alberga proyectos. El ave de tu mirada y y el viento de mi mirar Fluyen al mismo tiempo. navegando rumbo al mar. Yo seré tú Yo seré tú Y te cantaré la vida. Te enseñaré el mundo Como por primera vez. Tú serás corazón que tirita esperando la voz, La tierra es una obra de arte 52
  • 53. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc que le diga: confía en mí, y tú, serás yo. Tú serás yo Y abrirás mis surcos, cerrarás las heridas. Te alimentarás de mi piel. Yo seré tú Y comeré de tu alma beberé de tu cuerpo: sembraré la semilla, tendré tu sed. Tú serás la llamada, que sin querer, he respondido. Estoy aquí para estrenar tu primavera y enterrar la soledad que te condena. Yo estoy aquí para gritar tu primavera. Las palabras oscuras que te nombran. Los silencios que gritan bajo tu piel. Beberme la voz que te corona, probar el sabor de tu miel. Tu viniste para amanecer, cantarme la vida bailarme las penas, y tocarme las alegrías. Sonrisa amazónica Llegaste de otro mundo armado con tu sonrisa amazónica. Te colaste de repente Suavemente, sin ruido La tierra es una obra de arte 53
  • 54. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc En el salón de mi vida En el centro de mi ruido. Me traíste tu silencio La certeza del cóndor el secreto del fuego la aceptación de lo eterno. Desarmaste mis miedos Volaste sobre mis deseos aire de niño desvalido olor de hombre bueno. Te quedaste para siempre Pase lo que pase Siempre serás conmigo. Redescubrí de repente Lo que significa la palabra amigo. Nombre de Arcángel A los lejos tu barco, vestido de fiesta fondeado en la rada, blanco azul vaivén. Tus piernas seguían el ritmo Sin mucho que perder. Vámonos pal cielo, el cielo de tu piel La tierra es una obra de arte 54
  • 55. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Era una tarde plomiza, sobre las tres Mirábamos el horizonte, tu bebías café, Tienes nombre de arcángel, y secretos en la piel. Sobre tu hombro un ancla, sobre el ancla una mujer. Sobre mi mano la tuya. Sonríe el atardecer. Sobre tu labio el mío, sobre el tuyo mi timón Tu quilla rompe mi espuma. Mi mástil es tu temblor. Vámonos valiente, tu proa al atardecer. El viento empuja tu vientre elegante cual bajel. La espuma me trae tu nombre, a la boca, con la miel. La noche trae el nombre del arcángel, de su piel. Tienes nombre de Arcángel, Es todo cuanto de ti sé. Los árboles amantes Mi abuela me contó la leyenda Del árbol de los dos troncos. Mil amantes se encuentran a su sombra rodeada de montañas, al abrigo de los vientos Los días de fiesta, las flores se alegran y mil historias juguetean bajo sus ramas, que el pequeño riachuelo murmura, y esparce mas allá del tiempo y el espacio. Se dice que el muchacho triste encerrado en la habitación del norte vencido de aguas ácidas e invierno, acosado por la tierra arrasada y enfermo de desamor y muerte. Cansado de sufrir, comenzó a andar, por no enfermar o perecer. Su abuela me contó el romance del hombre de los ojos limpios. Vacío de lágrimas, de repente seguía, un reguero de hormigas negras y raras. Viajó por líneas de letras y metáforas Días y noches, noches y días. Su vida parecía menos vacía. La tierra es una obra de arte 55
  • 56. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Las hormigas de la poesía, Nunca se sabe donde te llevarán me decía la abuela en aquel patio. ¡Se diría que siempre saben dónde van¡. Como si alguien las animara. Siempre adelante, taca, taca, tá. Las abuelas cuentan el romance el poema del niño del corazón grande Llegó al valle en el tiempo de abrir y el hombre de la boca triste se enamoró de aquel aire dulce, cuando las hormigas señalaron una brecha en el tronco de fresno. Era entonces pequeño, simple y sin hojas pero las hormigas raras lo eligieron. En sus entrañas le susurraban historias que enseñaban cosas hermosas y sencillas como insectos, diminutos y grandes. Sucedió así el milagro de la primavera Según cuentan las madres del mundo. Se abrazó a aquel tronco y entonces la amó. creció y sus pies se hundieron en la tierra. Sus piernas se endurecieron, madera se sintió alrededor del tronco, se retorció de placer. Sus brazos se alzaron, unidos, al cielo en busca de verdad, respuesta y consuelo. la luz se hizo dorada, se paró el tiempo. Bajo la luna llena, gemidos de madera se oyeron. cantata secreta de planetas y universos bailando bajo el coro lejano de los astros. Desde entonces las dos troncos fueron uno solo. Al poco tiempo dos parejas de arbolillos retoñaron por parejas a sus pies que con el tiempo se hicieron bosque. reverdeciendo la tierra por colinas y lagos. Muchos no creerán esta historia verdadera, pero digan lo que digan, Mi abuela me dijo que nunca se sabe Adonde te llevarán las hormigas. La tierra es una obra de arte 56
  • 57. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc El Silencio Caen los ojos traviesos amarillos, dorados, ocres, rojos y finalmente negros, brillantes como la tarde sagrada y silenciosa, que yace bajo la torre. El silencio… La paz se hizo en su sombra y se irguió la daga de oro en este remanso del tiempo Vencejos y cernícalos luchan en las alturas por un nido entre las rocas paz en la tierra y alegría en los cielos. La paz se hizo en mi sombra y se irguió la torre dorada en este remanso sin tiempo. Llama la primavera en la puerta de mis sueños golpea con sus nudillos en la boca del estómago. Y el silencio. Se abre la puerta. Y de repente no pasa nada en esta tarde sagrada más que la primavera. Y la luz besando rocas Y el silencio. Y lo noche que nace. Y las estrellas que giran. El vértigo dentro. y el silencio fuera. El silencio. La tierra es una obra de arte 57
  • 58. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc Balada de mis noches Cántame la valentía de mis días y tus noches. De tus noches y mis días. Cántame la balada de los lagos llenos del saber de los ancestros de la luz, oh la luz que llena huecos de esta inmensa oscuridad. Cántame la salada claridad el aplauso y la piedad y háblame del despertar de amar, oh si Amame, háblame. Cántame. Cántame la serenata de la mirada que enseña a los ojos que no ven a la madre que padece por nosotros, cántame. Cántame de tu tacto La tierra es una obra de arte 58
  • 59. geoarte-relatosypoemasversionsolotexto-180117182704.doc como un árbol de esos años alegrando insuflando tu verdad. Y yo te cantaré Que necesito de palabras Como el viento del sol Como la soledad. Cántame la sencillez de tu obra maestra de saber y mirar, caminar aprender, aprender. Atardeceres que cabalgan sobre todas las nubes y fluyen en las fuentes donde los abuelos cuentan esos cuentos que abren. Y son solo cosas cotidianas y grandes las que alimentan el alma limpia, entera, nueva. Cántame la poesía, Cántame la valentía de mis días y tus noches. La tierra es una obra de arte 59