Naomi puede comunicarse a través de un dispositivo después de sufrir un accidente que la dejó paralizada. Ella se reencuentra telepáticamente con su novio Lucas años más tarde gracias a la investigación del Dr. Obaky sobre la telepatia cerebral. Obaky gana el Premio Nobel por su descubrimiento de la comunicación cerebral sin palabras. Lucas y Naomi ahora pueden comunicarse y expresar su amor telepáticamente.
Trabajo historia sobre el Renacimiento en la arquitectura
Danzas telepaticas
1. DA N Z AS
T E L E PÁT I C AS
(un cuento de Federico González)
Todo parecía ir bien, más allá de la tragedia. Naomi podía
ahora comunicarse a través del extraño artilugio. Nunca
pensó que aquellas tediosas horas dedicadas a aprender
el inasible alfabeto serían, años después, su único puente
hacia los otros.
Con Lucas se conocieron en aquella kermese. Lucas no po-
día comprender por qué Verónica, la mamá de su novia,
la había bautizado con ese nombre para él tan distante.
En cambio “Nao”, como le gustaba decirle, era el sonido
perfecto para señalar la ternura desbordante que ella le
inspiraba. La novia de los besos con gusto a chocolate.
Peluches y flores. Caminatas tomados de la mano. Risas y
sonrisas. Eran de otra época. Iban cantando el milagro de
su felicidad radiante. Nao era azules. Puros azules. Amor
florcita.
Demasiada dicha para ser verdad. “¿Por qué debe ser
así?”, se preguntaba Lucas, mientras esperaban el parte
médico. Las horas de angustia. El gesto severo del Dr. Riz-
zo. Era irreversible: el accidente había afectado todos los
centros motores. La frase hirió el corazón de Lucas como
un látigo de acero: “Síndrome de enclaustramiento: solo
podrá abrir y cerrar los ojos; pero nada más”.
Les costó conectar. Nunca sabrán si fue por fallas en la
interfaz o porque simplemente Nao se extravió en inson-
dables abismos de silencio. Claro, el 23 de setiembre no
era un día más. Lucas conservaba la entrada de $5: “Gran
Kermese Los Cielitos – 23 de setiembre de 2017”. En el
monitor se dibujó la palabra mágica: “Hola”. Y después las
otras: “Hola mi amor”; “¿Qué me pasó?”; ¿Dónde estoy?”.
Los médicos aconsejaron prudencia. Pero los corazones
de los amantes tienen vocación de caricia. Sed de pala-
bras. Todas las palabras. Danzas de corazones acariciando
los frágiles soles.
Meses tristes y dorados. Dorados y tristes. El amor que es
palabra. La palabra que es el amor. Amores sin cuerpos
pero con la magia del nombre. “I love you”. “je taimé”.
“Me gustás”, como se decía antes. “Te pondrás bien”.
“Están ensayando un nuevo modo para reparar las cone-
xiones”. “Mielinización regenerativa”. “Dendritas artificia-
les”. “Mi amor: siempre estoy con vos”.
2. “¿Por qué ni eso?”. “Si no le hemos hecho mal a nadie”.
“Nao, Nao: ¿Por qué te me escapás de nuevo?”. “¿Y ahora
cómo te encontraré?”. El Dr. Rizzo fue taxativo: la inerva-
ción de los párpados había colapsado también. “Hay ape-
nas un caso en un millón. No hay nada que hacer: Nao ya
no volverá”. Hasta que finalmente se quebró: “Recen por
Nao. Ya no es vida”
Anduvo perdido por varias semanas. Corazón enamorado
tocado por la daga del dolor. “Nao”. “Nao”. “¿Dónde estás
Nao?”. Ríos de lágrimas. Noches sombrías. Hasta que de-
cidió salir de su laberinto.
Tsukuba quedaba a tres horas al sur de Nagasaki. El Dr.
Nario Obaky se lo explicó con detalle. “Codificación inver-
sa” era el nombre del pasadizo mágico. Los ensayos de la-
boratorio eran promisorios. El caso de Nao calificaba con
un coeficiente de adecuación del 98%. Obaky le confesó
que parecía haber trabajado para ella. Si no, no se explica
por qué había ido por un camino tan sinuoso. Obaky le
habló de la inasible presencia del tao. Lucas asintió con
la fe del converso. Podían comenzar los ensayos en una
semana. Obaky se despidió confesando que uno de sus
sueños de viajero era conocer las cataratas del Iguazú. Lu-
cas prometió acompañarlo.
Si se puede decodificar el pensamiento, también se pue-
de codificar. Leer la mente y escribir en la mente. Toda
escritura es una especie de viaje. Al fin al cabo es lo que
hacemos cuando escribimos y alguien nos lee. Telepatía
mediatizada por grafemas. Lo mismo que hablar. Senti-
mientos que se transforman en sonidos. Sonidos que via-
jan por el aire. Cadenas de transformaciones hasta llegar
a ser pensamientos, emociones, caricias en el ser.
A Lucas le gustaba decir que se tocaban en el alma. El
amor es una ráfaga de bien que inunda el ser. Aprendiz
de poeta. Nao escuchaba. Nao decía que le gustaba tejer
cielos bordados con las letras de Lucas y de ella. Nao era
celestes y azules. Como sus ojos. Lucas era negro inten-
so. Como su pelo. Claroscuros de azules. Nao tejía filigra-
nas de viento y ternura. Ahora Lucas recordaba aquellas
tardes junto al río tomados de la manos, mientras fanta-
seaba con tapices multicolores. Formas aladas. Círculos.
Semicírculos. Puentes. Puentes. Tapices de puentes. Un
puente alado de azules para tocarse más allá de las pala-
bras. Emociones sin verbo. Sentimientos despojados de
las palabras.
Obaky lo explicó sencillo: “la palabra es el último escalón
de la cadena”. Antes es el reino de la idea. Y de la emo-
ción. Idea y emoción en una amalgama perfecta. Como
las filigranas de Nao. Como los tapices de Lucas. Solo des-
pués se transforma en palabra. Milisegundos. “Seteamos
el escáner a escala de nanosegundos y entonces lo captu-
ramos”. Viaje al corazón de la mente.
3. “Un himno sin sonido, sin voz y sin palabras que encie-
rre sentimientos de amor y de nostalgia”. Lucas apenas
vio alguna película del “gitano” Sandro en ese canal de
revivals. Pero no sabe por qué “se le pegó” la letra de
aquella canción gitana. Era eso: el himno sin sonido que
portaba emociones. Un extracto de amor en estado puro,
pensó. Pero, “¿cómo sentiría la presencia de Nao?”. ¿Cuál
sería el feedback que indicaría que la conexión existió?.
“Si Nao realmente conectara, ¿cómo se daría cuenta?”, se
preguntó a sí mismo?. Puentes de ida y vuelta. O un es-
pacio único, más allá de los puentes. Zona de encuentro.
Comunión de las almas.
Lucas no podía resolver el enigma. Y sospechaba que
Obaky ni siquiera lo había imaginado. Porque: ¿de qué
serviría que Lucas estuviera allí si no sabría lo que sentiría
Nao?. ¿Y si le preguntaba?
¿Cómo sería preguntarle a Nao?, inquirió Lucas a Obaky.
El japonés lo miró fijo, como desafiándolo. “Es sencillo. Es
tan simple que resulta inconcebible que no la haya pen-
sado antes. Es telepatía pura. Es cómo un diálogo, pero
sin palabras”. Obaky continuó: “Lucas le dice a Nao que
solo piense. Que piense más allá de las letras. Que pien-
se y responda si está ahí. Si quiere comunicarse”. Ya no
hará falta deletrear. No a los alfabetos de artificio. Solo
pensar y sentir. Lucas solo tiene que oficiar de intérprete.
Como cuando se habla con un extranjero: “entendí esto”.
Lucas le dice esto a Nao, pero con el pensamiento. Nao
entonces confirma o —en caso de ser errónea la interpre-
tación de Lucas— cambia el tono mental. Como cuando
se ensayan nuevas palabras para transmitir la misma idea.
Diálogo mental. Sin palabras. A puro pensamiento. A puro
sentimiento. Danza telepática.
Han pasado meses. Años. Obaky ganó el Nobel. El título
del paper fue: “Transducción telepática cerebro a cerebro
anterior a la encodificación verbal.” Se trató de uno de los
trabajos científicos más citado en la historia de la ciencia.
Casi como el original de Watson y Crick sobre la doble
hélice del ADN.
La última vez que Lucas y Obaky se vieron fue en las cata-
ratas. Obaky contemplaba exultante. Maravillado.
Lucas se conecta todos los días con Nao. A la mañana, a
la tarde, a la noche. Bluetooth y la nube. Ciberespacio.
Pero hay algo más. Danzas telepáticas para acariciarse las
almas. Como delfines en el cielo. Nao y Lucas caminando
de la mano. Como cuando iban al río. Ahora cantan con la
mente. A pura emoción. Cataratas de amor. Se tocan con
el alma. Se acarician. Bailan. Hacen el amor a puro cielo.
Para siempre.
F FG