1. ¿Elegía de mi llanto?
Esas lágrimas, de tinte diamante, no desparramadas por
improvisación, suelen acabar sin caída; entre roces íntimos
arrastradas, distraídas. Pendientes en la cuesta,
encaramadas entre relieves a la mejilla, necias de dirección.
Desenrollando el dolor en láminas solubles cual grabado a
prima faz. Quebrantando un alud estrepitoso de silencio, la
parte muda del lloro. Es inmerecida la resolución sorbida
por la hazaleja de la feroz decaída; imagen viva para no
arrojarla.
Muera el llanto. ¡Muerte al llanto! Muere el llanto. Ingreso
en el conjunto de asientos de los sollozos, la sequedad de un
rostro áspero sin lamento. Episodio brusco por clamor,
surge la edición del saneamiento de un espíritu debilitado.
Carrillos y nudillos se aparean sin disfraces, engendrando a
mi expresión un par de cachetes encarnados: sonrientes,
¡amantes!
Componiendo el semblante con claves de sol, de luz aguda.
En armónica claridad para ejemplo del destello reparador,
tocan sin sabor las notas finales de este trance. El pesar con
magnitudes de tortura suelta su lastre al vacío, hasta golpear
en un solar pavimentado con millares de trozos de amargor.
Empedrado, haciéndose compacto, duro y resistente.
Muera el llanto. ¡Muerte al llanto! Muere el llanto.
Desempolvo las estáticas cenizas. Hago un hueco ufano para
presumir de crespón. Así el olvido podrá evitar la omisión de
las venturas más vistosas. Las muecas del aire agradecerán
la caricia en un terreno heredado sin escombros ni restos.
Jueves, 29 de marzo de 2018
Félix Sánchez
Un ciudadano más.