Untuosidad desbocada: crítica a la hipocresía y la superficialidad
1. Untuosidad desbocada
Esa miel en boca, jugosa a toda costa rosa,
decora con palabras de azúcar
una montaña de deliciosas pamplinas,
caminando por un paladar de terciopelo,
y haciendo cosquillas en la retina.
No les importa arrimarse al precipicio
de un caramelo, tocando la lira,
enjuagándose con su propia saliva
casi todas las partes dulces del cuerpo.
Cumbres grasas, vegas pegajosas,
nubes sensibleras de postre
son las migas melifluas de estos dioses.
Mentiras de algodón de almíbar,
sacarosas escritas con el cálamo de una oca.
Sobredosis de reverencias confitadas,
cuya amabilidad en los extremos
del amor absoluto se fabricó azucarada
con miles de terrones de fingimiento.
Todo lo ecuo respira encima de un pudin inflado,
agotando por su persistente hipocresía.
Tostada al fuego mientras se hiela tu estupor,
mientras se fusionan las alas de la pluma,
y edulcorada acaba falleciendo de rencor.
Guardo en mi cofre del sobresalto,
la última brisa que me atiza la vista,
me revuelve las esquinas y apresa mi habitáculo.
Soporto en uno de mis orificios
un baile cuya melosidad es la música de fondo.
Escribo con mohines en un lamento
multitud de párrafos de nata que me quito de la piel.
La cosmética en el habla y en el comportamiento,
para darse a uno mismo constantemente brillo,
hace que rehúya de ducharme en esa sopa tan espesa.
La consistencia es pastosa, untándose toda la sencillez.
Las cosas más bonitas no son las que de crema se maquillan,
sino aquellas que guardan el silencio, en silencio.
Martes, 17 de septiembre de 2019
Félix Sánchez
Un ciudadano más.