Santa Luisa de Marillac nos muestra: Los escollos a evitar
Manchado de silencio
1. Manchado de silencio
Enmudecen las ramas en una foto sin aire.
Grises y cenizas esconden los dientes,
sepultan la lengua postiza
y fingen en los huecos de un tronco cobarde
los límites de la oscuridad del océano,
entre el silente de un aliento
depredador de alas despiertas.
Antes de los aplausos se cuelan nubes reservadas
por el secreto de las sombras
y plumas enraizadas alrededor de un dogal.
Quien grita ya no es niño, sino el obstáculo que impide
volver de un puente hecho de noche,
regresar a una bolsa de destinos,
ser libre en el reposo y en el capricho,
por un despeinado túnel de agujeros y espinos,
como los rayos dormidos
si el sol menos perezoso los sacude.
Los dedos de la vida esconden en un puño
el agua estancada de un pecho escondido.
Alimentar la solemnidad
en el hábito de numerar los pasos
hace indescifrable la fatiga de la tierra.
Vuelve inexpresivo al cielo
cuando despejado el horizonte es la meta.
El canto de la naturaleza se vuelve insípido,
los árboles hechos de interrogantes
dejan caer al infierno sus nidos
y el confín nunca es futuro
en la perspectiva de un sigilo.
A pesar de que los ojos
son los únicos que desatan su alma,
simpatiza con un cultivo de absurdos mandamientos.
La inmovilidad del habla por un mal juramento
convierte en mudo el estallido de un deseo.
Estar afónico por mostrar
respeto a la crueldad de un diluvio,
convierte a la lluvia en cómplice del luto de la risa,
cortina que cubre otra cortina
durante la muerte de la muerte.
Las cartas, las llamadas,
los cantos, los lloros de la desnudez,
las palabras de miradas, las caras al atardecer,
aun cuando se amarren
a las cadenas de la grosería
y se despida la luz
en la madurez anochecida,
la grosería es más limpia que un látigo callado.
El silencio es maleducado, y siempre suena a mancha.
Miércoles, 1 de enero de 2020
Félix Sánchez
Un ciudadano más.