1. Oda de unosojos
Hay algo en una mirada,
brindando lindura y simpatía, sin cruzarse con la mía,
pareja de ases ámbar arrasando en cualquier partida.
En ese juego de la hermosura donde solo llegan las mejores atletas:
acróbatas y malabaristas del encanto,
dueñas en el anfiteatro de la admiración y la fantasía.
Tan solo como expectante observador
logro pervivir en la embestida, arrebatado.
A mí por el momento se me prohíbe el sueño, de calor roto.
Echando un vistazo a los astros
entiendo mejor el espacio inalcanzable,
comprendo la prohibición algo afectado,
fascinado de sentir reflejos involuntarios,
en el flanco separado, a lo lejos.
Hay algo en unos ojos,
pudiendo hablar del amor y de la guerra,
del desamor y de la nobleza,
y de todo lo que en una conversación
a mi vista le enriquezca.
Parpadeando aunque no pudiera
con colores de avellana, ser de mieles sobre hojuelas,
en una panorámica donde asustado bien muriera.
Mucho riesgo, repleto de peligros,
dejarse llevar por el hechizo sin dotes de brujo,
tan solo a uno mismo seducido.
Siendo solo cosa de pupilas, permítame quien lo viera
cometer de refilón una inofensiva inspiración,
de musa pasajera;
de un chalado e iluso narrador que con luceros dorados
anima sus alas, transitando por lo elegante, por lo perfecto.
Así es posible sentirse uno el cronista de algo que deslumbra,
acicalándose de osadía.
Hay algo en los romances que con esos ojos,
mantienen viva la más ecuánime de las intrigas,
descubriendo si su diosa advirtiera tu presencia
en el conjunto de sus paisajes, por alguna ladera.
Ellos solo pueden ser contemplados,
pero yo saber qué es lo que sucede
durante dos o tres segundos sin nada que decirse.
Domingo, 15 de abril de 2018
Félix Sánchez
Un ciudadano más.