Este monólogo explora el dilema de si es mejor sufrir los males de la vida o ponerle fin al suicidarse. El autor considera que la única razón por la que la gente soporta las desgracias es el miedo a lo desconocido después de la muerte y a las consecuencias de actos desesperados. Finalmente, el autor pide a Ofelia que recuerde sus pecados en sus oraciones.