El documento narra la historia de Citerea y Taeton. Citerea se siente triste cuando Taeton le dice que tiene que irse de viaje, pero decide aprovechar al máximo el tiempo que les queda juntos. Van a visitar a las águilas reales y vuelan sobre paisajes hermosos. Al final, Taeton besa a Citerea antes de irse y le dice que nunca la olvidará.
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TAETON en Peña LARA (Capítulo IV)
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…/… Día 1 del MAYO
- ¡Ah! ¡Otra vez en casa! - suspiró Citerea. Despidiéndose con un beso de su familia,
Citerea se fue a su habitación. No hubiera deseado quedarse dormida aquella noche
para seguir "rumiando todas su felicidad" pero el travieso dios "Morfeo" la venció
sumiéndola en un plácido sueño reparador que bien necesitaba.
Las cuatro semanas siguientes al uno de mayo, pasaron velozmente ocupados en
atender a los pequeños polluelos que apenas salidos del cascarón ya empezaban a
piar y piar reclamando comida.
Golondrinas, aviones y vencejos iban y venían sin cesar buscando presurosamente
avituallamiento para sus exigentes crías.
Un día a primeros de JUNIO, mientras comían, Taeton les comunicó que en unos
días tenía pensado marcharse pues tenía la intención de viajar hasta el Monte
Anboto en el País de los Baskones pues su tía Cloelia - hermana de su padre - le
había invitado a pasar con ella y su familia la noche conocida como la de "San Juan"
que era cuándo celebraban el Solsticio de VERANO.
Citerea tuvo que levantarse de la mesa murmurando una excusa para evitar que los
demás viesen las lágrimas que, contra su voluntad, brotaban de sus ojos por más
esfuerzos que hiciese para retenerlas.
Toda la tarde la pasó dentro de su habitación alegando "un terrible dolor de
cabeza". Tampoco tenía ánimos para levantarse a cenar, así que se quedó dormida
tras haberse tomado una infusión calentita de hojas de mejorana, salvia y mímulo
que su experta mamá la llevó a la cama.
Al día siguiente despertó apática y melancólica. Mientras se vestía consideró que
con tal estado de ánimo, ella iba a sentirse mal e iba a hacer sentir mal a los
demás. Eso sería "egoísta" por su parte.
Triste se sentía, eso era patente, pero tenía muy claro que lo que más la importaba
era que "Taeton se llevase una buena impresión de ella". Ya no solamente como
chica simpática y divertida sino también como chica valiente y noble.
Cuándo se sentó a desayunar, con su tazón de humeante de chocolate delante de
ella, una amplía y sincera sonrisa iluminaba toda su cara.
Se dio cuenta que una vez hecho "el primer esfuerzo" de sinceramente desear
"estar bien", el siguiente paso era más fácil y el siguiente "más fácil aún".
Decidió una vez más, aprovechar al máximo las horas que le quedaban de estar en
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compañía de Taeton. Si felices habían sido los días anteriores, los que restaban
serían más estupendos aún.
Esa misma tarde, después de comer, invitó a Taeton a dirigirse con ella en
dirección este, camino de las "Covas - Rubias" ancladas en las proximidades de los
Montes de Oca. Agarrados a las plumas del cuello de una OCA emprendieron el
vuelo.
Las gentes que habitaban las "covas-rubias" eran conocid@s como "L@s Racheles".
La palabra "rachel", explicó Citerea a Taeton, provenía de una antigua expresión
utilizada por los primeros pobladores de la zona.
Implicaba un significado de "brillante - bello - bonito".
Se dirigían hacía allí porque iban a visitar al pueblo de las Águilas Reales que
también habitaban en las cercanías.
La gente menuda del Valle de Lara se servía de ellas como "vehículo" cuando
necesitaban desplazarse a largas distancias.
Ya próximos al lugar, el sol poniente reavivaba con sus rayos bermejos el ya de por
si deslumbrante color rojo–fuego de la tierra que conformaba el magnético paisaje
de las "covas" (= cuevas) "rubias" (= dorado - rojizo - rubio).
El recibimiento de las ÁGUILAS REALES a Taeton y Citerea fue magnánimo,
demostrando una vez más ser unos magníficos anfitriones dignos de la noble fama
que les caracteriza y precede.
Aquella noche ultimaron los detalles y al día siguiente, Citerea y Taeton,
suspendidos en pequeños arneses - colocados a ambos lados del cuello del Águila -
volaron en dirección oeste hacia la Peña de LARA.
Desde lo alto pudieron ver un exótico paraje.
Era una especie de mausoleo antiguo construido por un rey castellano a la memoria
de su esposa escandinava; una princesa del lejano reino de Avalon situado en la
legendaria Isla de Thule muy al norte y ya casi cerca del POLO.
La princesa había muerto muy joven.
Su esposo la dedicó un parque diseñado en forma CÍRCULAR y dividido en cuatro
partes iguales.
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En el centro del jardín, una colina. Encima de la colina, una estatua de la rubia
princesa escandinava con su pelo peinado en dos largas trenzas. Su nombre era
CRISTINA.
Desde donde estaban Taeton y Citerea, el conjunto se veía como una gran cruz de
brazos iguales rodeada por un círculo.
Rosas blancas y acebo rojo enmarcaban los espacios.
Al llegar delante de la casa de Citerea, Águila Real detuvo suavemente su vuelo
para que tanto Taeton como ella pudieran descender hasta el suelo.
En la puerta de la casa estaba toda la familia esperando para despedirse de Taeton
que seguiría de inmediato rumbo Nor-Este.
Después de besos y abrazos a toda la familia, Taeton se acercó a Citerea y
tomando suavemente las manos de ella entre las suyas, depositó un cálido y dulce
beso sobre su frente mientras muy bajito le decía:
* NUNCA te OLVIDARÉ *