Pedro nació en un pequeño pueblo de Castilla a principios del siglo XX. Trabajó como pastor desde los 10 años mientras desarrollaba su pasión por la lectura. Se enamoró de Andrea durante su permiso del ejército y decidieron casarse, pero Pedro quería estudiar medicina. Siguiendo el consejo de Andrea, se reincorporó al ejército para financiar sus estudios. Logró convertirse en médico a los 52 años y ejerció con éxito, pero problemas de salud lo obligaron a retirarse anticipadamente.
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Luchadores sin suerte
1. LUCHADORES SIN SUERTE
La vida no siempre es justa, ni siempre da a cada uno lo que se merece.
Ocurre con frecuencia que el lema “salud, dinero y amor” falla en alguno
de sus componentes. Incluso aquellas personas que se han sacrificado a lo
largo de su vida por conseguir su ilusión de niños, una vez conseguido no
lo han podido disfrutar por fallarles la salud o el amor.
Esto es lo que le pasó a un buen hombre que nació en el primer cuarto del
Siglo XX en un pequeño pueblo de Castilla en el seno de una humilde
familia y al que de nombre llamaron Pedro. Desde muy pequeños tuvo una
muy importante obligación y una no menos importante afición. Cumplidos
los 10 años trabajaba de pastor, cuidando las pocas ovejas que tenían sus
padres. Eran pocas pero le ocupaban todo el día, con lo que no tenía tiempo
de acudir a la escuela y practicar su gran afición de la lectura. Para paliar
esta falta de asistencia a la escuela, siempre llevaba en su morral un libro
junto a la comida y el agua. Libro que devoraba en cuanto las ovejas
sesteaban.
Fueron pasando los años y Pedro compartía su trabajo de pastor con la
continua lectura de todo tipo de temas hasta que llegó a la edad de realizar
el servicio militar. Esto supuso para él un verdadero trauma, al ser la
primera vez que salía del pueblo, la primera vez que se alejaba de sus
ovejas y el miedo que le producía el pensar que en el ejército no tendría
tiempo para la lectura. Y, lo cierto es que no se equivocó mucho, pues
cuando no estaba haciendo maniobras, estaba haciendo guardias.
Después de cumplidos dos de los tres años obligatorios de la “mili”, tuvo
su primer permiso de dos semanas. Al día siguiente estaba en su pueblo
natal cuidando sus ovejas y reanudando su querida lectura. En sus pocos
ratos libres descubrió una nueva afición, la de hablar y conversar, gracias a
una chica llamada Andrea con la que nunca había cruzado palabra y con la
que tenía en común el entusiasmo por la lectura. Los quince días de
permiso se le pasaron volando, cuando quiso darse cuenta, ya estaba
haciendo guardias. Guardias que pudo suportar gracias a la compañía de las
cartas que le escribía su amiga Andrea. Carta viene y carta va, pasaban los
días, las semanas y los meses; diez meses cumplidos desde que conoció a
su amiga. Y, ya eran más que amigos, habían decidido pasar el resto de su
vida juntos, se casarían solo terminar “la mili”; pero ¿de qué vivirían?, ¿de
las ovejas?, ¿Cómo cumplir Pedro su gran ilusión de estudiar Medicina?
Estuvieron varios meses pensando como planificar su futuro, hasta que en
una carta Andrea le propuso a Pedro que se reenganchara al Servicio
Militar e iniciar estudios militares para convertirse en profesional del
ejército. A Pedro en principio le pareció una idea absurda, pues estaba
2. esperando como loco que lo licenciaran para poder estar junto a Andrea.
Una vez meditada la propuesta de Andrea, pensó que sería una decisión
muy inteligente, pues tendría una fuente de ingresos que le permitirían
casarse con Andrea e iniciar sus deseados estudios de Medicina.
Se casaron en un permiso de 15 días y Pedro regresó al Servicio Militar con
la propuesta de reengancharse e iniciar estudios militares. Al mes estaba en
la Academia Militar y en un año fue destinado a una pequeña ciudad del
interior peninsular. Allí vivió durante varios años con su esposa, allí nació
su primera hija, allí llegó hasta Capitán del Ejército y allí terminó el
Bachiller Superior.
Al año siguiente de su ascenso a Capitán fue trasladado a la Tercera Región
Militar. Allí continuó con su carrera militar y allí comenzó a cumplirse
parte de la gran ilusión de su vida, se había matriculado en primero de
Medicina. Fueron necesarios el doble de los años para terminar la carrera;
pero a pesar de que tenía 52 años, estaban contentísimos, pues a Pedro se le
había cumplido su gran sueño de la infancia de ser Licenciado en Medicina.
Sus primeras aplicaciones médicas las realizó dentro del Ejército hasta que
transcurridos unos años solicitó pasar a la “Reserva” como Comandante. A
partir de esta nueva situación profesional, pudo dedicar más tiempo a su
mujer y a sus tres hijos. Se inició en la medicina popular como médico de
ambulatorio. Su progresión profesional fue espectacular, pues destacó por
sus conocimientos y por su trato humano y psicológico de los pacientes.
Habían transcurrido tres escasos años y lo nombraron Director de
Ambulatorio. Estuvo ejerciendo este cargo muy poco tiempo, pues su
humildad y sensibilidad no le permitieron afrontar sin afectarle
personalmente las quejas de los pacientes sobre el funcionamiento de la
Sanidad. Quejas que muchas veces fueron insultos hacia el Director del
Ambulatorio. Su salud comenzó a fallar, primero fueron mareos por
subidas bruscas de tensión arterial, luego una pequeña embolia, luego otra
de mayor intensidad, hasta que uno de los achuchones le dejó paralizado la
mitad de su cuerpo y le hizo jubilarse anticipadamente y dejar el ejercicio
de la gran ilusión de su vida, la Medicina. La degeneración de su cuerpo
fue creciendo años tras año, hasta dejarlo imposibilitado de caminar y
hablar. Ha estado más de 20 años sin poder ejercitar sus dos de sus tres
grandes aficiones, la Medicina y la palabra; porque la de la lectura continuó
ejercitándola hasta última hora. Durante todo este tiempo y hasta que
falleció siempre estuvo a su lado la persona que más le adoraba, su mujer
Andrea. Y, como ya no tenía a quien cuidar, Andrea su fue con él al año
siguiente.
Moraleja: “El futuro es incierto e imprevisible, pero a pesar de ello, no
dejes de luchar por lo que realmente quieres”.