El documento describe la Presentación del Niño Jesús en el templo según el Evangelio de Lucas. Simeón, un hombre justo y piadoso que vivía en Jerusalén, recibió una revelación del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Mesías. Cuando María y José llevaron al niño Jesús al templo, Simeón lo tomó en brazos, alabó a Dios y profetizó que Jesús sería la salvación y la luz para las naciones. También la profetisa Ana reconoció a Jesús como la esperada liber
5. Simeón lo tomó en brazos
y alabó a Dios diciendo:
Ahora, Señor, tu promesa
está cumplida: puedes
dejar que tu siervo muera
en paz.
Porque ya he visto la
salvación que has
comenzado a realizar a la
vista de todos los pueblos,
la luz que alumbrará a las
naciones y que será la
gloria de tu pueblo Israel.”
6. El padre y la madre de Jesús se quedaron admirados al
oír lo que Simeón decía del niño. Entonces Simeón les
dio su bendición, y dijo a María, la madre de Jesús:
-Mira, este niño esta destinado a hacer que muchos
en Israel caigan o se levanten. Él será una señal que
muchos rechazarán, a fin de que las intenciones de
muchos corazones queden al descubierto. Pero todo
esto va a ser para ti como una espada que atraviese tu
propia alma.
7. También estaba allí una
profetisa llamada Ana, hija de
Penuel, de la tribu de Aser.
Ana se presentó en aquel
mismo momento, y comenzó a
dar gracias a Dios y a hablar
del niño Jesús a todos los que
esperaban la liberación de
Jerusalén.
8.
9.
10.
11. La ofrenda que llevó María, la madre de Jesús, fue la
de las familias pobres: un par de palomitas.
12. El segundo acontecimiento es el rescate del
primogénito, que es propiedad de Dios. La Ley de Moisés
mandaba que todo “primer hijo” quedaba consagrado a
Dios. Había que rescatar al niño que se llevaban a casa
ofreciendo a Dios por él, algún pequeño sacrificio. El precio
del rescate era de cinco ciclos y se podía pagar en todo el
país a cualquier sacerdote .
Lucas cita el derecho a reservarse al
primogénito varón. “todo primogénito
varón será consagrado al Señor, pero
luego no habla del rescate de Jesús,
sino de un tercer acontecimiento la
“presentación” de Jesús, es decir la
entrega.
sa
13.
14.
15. Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón que
tenía tres cualidades: era honrado, era piadoso, es
decir vive en profunda intimidad con Dios, y
esperaba que llegará el Mesías, que salvaría al
pueblo de Israel.
El divino espíritu moraba
en él y le había hecho una
promesa que no moriría
sin ver antes en esta tierra
al Salvador del Mundo.
16.
17. Levantó a Jesús en alto y entonó un himno de acción
de gracias. Y podía morirse en paz porque había
logrado lo que toda su vida deseo: ver con sus ojos al
Mesías.
Simeón le da tres títulos
a Jesús: Salvador para
todos los pueblos; luz
para todas las naciones
y gloria de su pueblo
Israel.
José y María, la madre de Jesús estaban admirados de
lo que se decía del niño, no esperaban escuchar en el
templo tan grandes elogios acerca del niño Jesús.
18.
19. Simeón y Ana reflejan el anhelo y la expectación de
todo Israel por la venida del Mesías, el Salvador del
mundo, exultan de gozo al verle que ha llegado.
Simeón en su canto dice que
ha llegado para iluminar
también a los gentiles, esto
es sumamente importante, y
más que lo reconozca un
judío, pues creían que el
Mesías era únicamente para ellos. Todos los
seguidores de Jesús tenemos el gozo de tener entre
nosotros al Salvador, a Jesús, que nos ha preparado
un reino para siempre. SIGAMOSLE
20. Junto al profeta Simeón comparece la profetisa Ana, es la
imagen de la persona piadosa. Es una mujer colmada de
Espíritu, una profetisa. Era ya muy anciana.
Se casó siendo muy joven, y había vivido
con su marido siete años; hacía ya
ochenta y cuatro años que se había
quedado viuda. Nunca salía del templo,
vivía en él y no se apartaba ni de día ni de
noche, estaba en constante adoración,
sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.
Por consiguiente está allí cuando llega
Jesús. El Evangelio dice:
“Presentándose en aquel momento, daba gracias a Dios y
hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de
Jerusalén”.
Su profecía consiste en su anuncio, en la transmisión de la
esperanza de la que ella vive.