Un hombre muy desgraciado se preguntaba un día qué habría hecho Dios justo y bueno, con su parte de felicidad y resolvió que lo iría a ver y se la reclamaría.
Llegado a un pueblecito pidió hospitalidad en nombre de Dios a una mujer que le dijo que su marido había matado ya a noventa y nueve personas y que él corría peligro de convertirse en la centésima víctima. De todas formas ocultó al viajero en un cobertizo fuera de la casa tras haberle dado de comer.
Clasificaciones, modalidades y tendencias de investigación educativa.
El hombre que fue a pedirle su parte
1.
2. Un hombre muy desgraciado se preguntaba un día
qué habría hecho Dios justo y bueno, con su parte de
felicidad y resolvió que lo iría a ver y se la reclamaría.
Llegado a un pueblecito pidió hospitalidad en nombre
de Dios a una mujer que le dijo que su marido había
matado ya a noventa y nueve personas y que él corría
peligro de convertirse en la centésima víctima. De
todas formas ocultó al viajero en un cobertizo fuera de
la casa tras haberle dado de comer.
Una vez vuelto su esposo, le contó la mujer lo que
había pasado, pero le suplicó que no matase a aquel
viajero que había partido para reclamarle a Dios su
parte.
3.
4. Después llegó a un
bosque donde había un
ermitaño que vivía en
penitencia y a quien,
cada noche, mandaba
Dios alimento milagro-
samente.
El ermitaño invitó al
viajero a compartir la
cena que aquella noche
resultó estar compuesta
de dos platos enviados,
como siempre, por el
cielo.
5.
6. El viajero llegó a un
desierto en el que
distinguió a un hombre
de delgadez esque-
lética, completamente
desnudo, que se
escondía en un agujero
cavado en la arena.
Le preguntó al
peregrino cuál era su destino y, enterado, le pidió que
le dijese a Dios que aquel que no tenía otra cosa para
cubrirse más que arena, le enviaba a decir que estaba
dispuesto a aceptar una desgracia más, proclamando
esto con aire desafiante.
7.
8. El ángel partió como un rayo y volvió con las
respuestas:
“El que mató, pero te ha alimentado y se arrepiente,
está perdonado. Al ermitaño, que tomó para sí los
mejores trozos, no le sirven de nada sus
mortificaciones anteriores. En cuanto al que desafía
a Dios a que le envíe una desgracia más, tú mismo
podrás juzgar. A ti, por último; Dios te concederá tu
parte”.
A su vuelta el viajero vio al hombre desnudo en su
agujero: ya ni arena tenía para vestirse. Transmitió
las respuestas celestiales al ermitaño y al asesino;
volvió a su casa, y, a partir de entonces fue feliz.
9. “Dios, a quien no gustan ni la rebelión ni la
presunción, es por excelencia el que perdona y
ama, y sólo Él puede dar la felicidad o la desdicha”
10. Cuestionario para reflexionar de M. Sánchez Monge
1. ¿Te quejas de Dios, te rebelas contra Él?
¿Te has cansado de amarle, de sacrificarte por Él y
por los demás, como el ermitaño?
¿Te sientes tan completamente lleno del mal –
como el asesino- que crees que Dios no puede
estar cerca de ti?
2. Reflexionar sobre la conclusión del cuento: “Dios, a
quien…”.
11. Pon a Dios en todo lo que haces,
en todos los problemas.
Te darás cuenta por ti mismo, que
tus sufrimientos se volverán
experiencia y escuela de vida