Aquella fría noche – poco antes de las doce- una llorosa mujer afroamericana de edad avanzada estaba parada en la vera de una autopista de Alabama, tratando de soportar la fuerte tormenta. Su automóvil se había descompuesto y necesitaba desesperadamente llegar a la ciudad. Tiritando de frío, asustada y toda mojada, decidió detener, como fuere, al próximo vehículo que apareciera.