1. La epístola del Apóstol San Pablo a los GALATAS
INTRODUCCIÓN
1. Título.
Esta carta fue dirigida a las iglesias de Galacia. No se sabe si estas
,iglesias estaban en el norte de Galacia, en ciudades como Tavion,
Pesino y Ancira (Angora), o en el sur, en Antioquía, Iconio, Listra, Derbe
y otras ciudades (ver mapa frente a p. 33). A la primera opinión se le da
el nombre de teoría de la Galacia del norte; y a la segunda, teoría de la
Galacia del sur. El tema de estas dos teorías se trata detenidamente en
las dos Notas Adicionales de Hech. 16. El nombre Galacia se debe a las
tribus de galos que invadieron el Asia Menor alrededor del año 278 a.
C. y se establecieron en la parte norte de lo que en el 25 a. C. se
transformó en la provincia romana de Galacia.
2. Paternidad literaria.
La paternidad literaria paulina de esta epístola no ha sido puesta en
duda seriamente. La evidencia interna de la epístola es convincente, y
concuerda en forma completa con el carácter de Pablo como es
descrito en los Hechos y en otras cartas atribuidas a él. Los escritores
cristianos posteriores a los apóstoles conocían la epístola, y
consideraban que provenía de la mano de Pablo. Aparece en las listas
más antiguas de libros del NT.
3. Marco histórico.
Pablo y Bernabé fundaron en su primer viaje las iglesias de Antioquía de
Pisidia, Iconio, Listra y Derbe (ver Hech. 13:14 a 14:23), alrededor de los
años 45-47 d. C. Después de volver a Antioquía fueron enviados a
2. Jerusalén con la pregunta de si se debía imponer a los gentiles
convertidos al cristianismo la práctica de los ritos y las ceremonias del
judaísmo (ver Hech. 15). El Concilio de Jerusalén, celebrado alrededor
del año 49 d. C., se pronunció en contra de imponer dichos ritos y
ceremonias a los que no eran judíos. Pablo comenzó su segundo viaje
misionero poco después de ese concilio, acompañado por Silas. Primero
visitaron de nuevo las iglesias del sur de Galacia que Pablo había
organizado en su primer viaje, tres de las cuatro se mencionan
específicamente: Derbe, Listra e Iconio (ver Hech. 16: 15). Después
llevaron el Evangelio a Frigia y Galacia (vers. 6). Los que sostienen la
teoría de la Galacia del norte (ver Nota Adicional de Hech. 16), hacen
notar que después de esta visita a Derbe, Listra e Iconio, Pablo y Silas
pasaron por el lugar que Lucas llama "la provincia de Galacia". Por esto
se puede deducir que Lucas hablaba de la región donde se
establecieron los galos y no lo que los Romanos llamaban la 930
provincia de Galacia, que incluía otras zonas hacia el sur (ver mapa
frente a p. 33). Pablo volvió una vez más a Galacia a comienzos de su
tercer viaje misionero, alrededor de los años 53 y 54 d. C.
La Epístola a los Gálatas tuvo que haber sido escrita después de los
sucesos registrados en Gál. 2:1-14. Si aquí se hace alusión al concilio de
Jerusalén descrito en Hech. 15, la carta debe haber sido escrita después
de la terminación del primer viaje, pues ese concilio se celebró entre el
primer viaje misionero y el segundo (ver Hech. 15:36-41). Además, de
acuerdo con Gál. 4:13, parece que Pablo ya había visitado las iglesias de
Galacia dos veces, y si es así, la carta tuvo que haber sido escrita
después de que terminara su segundo viaje. Si se acepta la teoría de la
Galacia del norte, la carta a los Gálatas fue escrita después del tercer
viaje, pues Pablo no había visitado las iglesias del norte de Galacia en su
primer viaje. Por lo tanto, el momento cuando escribió la epístola
podría ser el invierno (diciembre febrero) del año 57/58 d. C.
Un argumento presentado en favor de Corinto como lugar de donde se
escribió la epístola, es el gran parecido entre el tema de esa carta y
Romanos, que fue escrita durante la tercera visita de Pablo a Corinto.
3. La justificación por la fe es el tema de ambas epístolas, y ambas tratan
ampliamente la diferencia entre "la ley" y el Evangelio.
Pero si se acepta la teoría de la Galacia del sur, es posible fijar la fecha
más temprana de 45 d. C. Algunos piensan que pudo haber sido escrita
aún antes del concilio de Jerusalén, inmediatamente después del
regreso de Pablo a Antioquía al terminar su primer viaje. La razón que
se da para esta conclusión es que la epístola no contiene ninguna
mención específica del concilio ni de la decisión que allí se tomó. Ante
la objeción de que Pablo ya había visitado dos veces las iglesias del sur
de Galacia, los que aceptan la teoría de la Galacia del sur argumentan
que su regreso a ellas durante el primer viaje debe ser considerado
como una segunda visita (ver Hech. 14: 21-23).
El propósito de la carta es evidente por su contenido. Amenazaba la
apostasía -Si es que ya no había comenzado, por lo cual la carta era
naturalmente una epístola polémica. La apostasía sobrevino debido a la
acción de algunos maestros judaizantes, quizá del mismo grupo que
causó dificultades en la iglesia de Antioquía de Siria en cuanto a la
misma cuestión (Hech. 15: l). La discordia de esos hombres en
Antioquía determinó la celebración del concilio de Jerusalén, en donde
los judaizantes se opusieron otra vez a Pablo argumentando que los
conversos cristianos debían observar las ordenanzas legales judaicas, y
exigían la circuncisión de Tito (Gál. 2: 3-4). En esta epístola Pablo no se
ocupa mucho de la circuncisión, ni en particular de cualquier otra
característica de la ley ceremonial, sino de la falsa enseñanza de que el
hombre puede salvarse a sí mismo observando los preceptos de "la
ley". Esto es evidente por el hecho de que el apóstol en algunas
ocasiones había participado de los ritos (Hech. 18: 18; 21: 20-27).
También permitió que Timoteo fuera circuncidado (Hech. 16: 3).
Es indudable que esos falsos maestros habían logrado gran éxito en sus
esfuerzos y hasta habían engañado con sus enseñanzas a una cantidad
no pequeña de los feligreses de las iglesias de Galacia (ver Gál. 1: 6). No
se puede saber con exactitud hasta dónde habían llegado las iglesias
engañadas en la práctica del legalismo antes de que recibieran la
4. epístola de Pablo, pero se nota por el tono general de la carta que
había un peligro inminente de apostasía general. Esos maestros iban
directamente en contra de la decisión del concilio. No sólo repudiaban
el Evangelio de Pablo, sino que desalaban su autoridad como apóstol,
haciendo mucho énfasis en el hecho de que 931 Pablo no era uno de
los doce elegidos y ordenados por Cristo.
Para que los gálatas vieran con claridad el error en el cual habían caído,
Pablo reafirmó los grandes principios del Evangelio tal como se los
había enseñado. Pero como se acusaba al apóstol de que predicaba un
evangelio falso, y eso implicaba la otra afirmación de que él no estaba
calificado para enseñar, Pablo se sintió obligado a dar pruebas que
demostraran su apostolado. Esto explica la parte autobiográfica de la
carta (cap. l: 11 a 2: 14). Su propósito al presentar un relato tan
detallado de hechos personales relacionados con el problema, era
probar la validez de su Evangelio. También destacó que sus enseñanzas
que explicó a los apóstoles en el concilio estaban en armonía con las de
los dirigentes que se habían relacionado personalmente con Jesús y
habían recibido sus mensajes directamente de él.
4. Tema.
El tema de la Epístola a los Gálatas es la justificación por medio de la fe
en Jesucristo, lo cual presenta un contraste con el concepto judaico de
la justificación por medio del cumplimiento de las "obras" prescritas en
el sistema legal judío. Esta carta ensalza lo que Dios ha hecho mediante
Cristo para la salvación del hombre, y rechaza categóricamente la idea
de que una persona puede ser justificada por sus propios méritos.
Ensalza la dádiva gratuita de Dios, en contraste con los esfuerzos del
hombre de salvarse por sí mismo. La pregunta específica en disputa
entre Pablo y los maestros de la herejía en Galacia era: el cumplimiento
de las ceremonias y requisitos prescritos en el judaísmo, ¿le da derecho
a una persona al favor divino y a ser aceptada por Dios? La respuesta
fue un rotundo No: "el hombre no es justificado por las obras de la ley,
5. sino por la fe de Jesucristo" (ver com. cap. 2: 16). El cristiano que trata
de ganar la salvación mediante las "obras de la ley", está renunciando
completamente a la gracia de Cristo (cap. 2: 21; 5: 4). Los cristianos,
como "hijos de la promesa" (cap. 4: 28), son "herederos" (cap. 3: 6-7,
14, 29). Ya no eran niños inmaduros en la fe para necesitar un "ayo"
que los guiara (Gál. 3: 23-26; 4: 1-7), pues se habían convertido en
nuevas criaturas en Cristo (cap. 4: 7; 6: 15), "guiados por el Espíritu"
(cap. 5: 18), y Cristo vivía por la fe en sus corazones, en donde tenían
escrita la ley moral (Gál. 2: 20; Heb. 8: 10). Pero entre tanto que los
judíos se jactaban de una justificación que pretendían adquirir
mediante sus propios esfuerzos, observando las leyes de Dios (Rom. 2:
17; 9: 4), los cristianos reconocían -y reconocen- que no tenían nada de
qué gloriarse, excepto en el poder salvador de "la cruz de nuestro Señor
Jesucristo" (ver Gál. 6: 14).
"Ley" en la epístola de Gálatas equivale a toda la revelación recibida en
el Sinaí, las reglas de Dios para sus hijos: leyes morales, estatutos civiles
y ritos ceremoniales; aunque posteriormente los judíos les añadieron
por su cuenta un cúmulo de leyes. Pensaban equivocadamente que por
sus propios esfuerzos podían obedecer perfectamente esas leyes y que
con semejante obediencia podían ganar su salvación. La Epístola a los
Gálatas no se ocupa prácticamente de ninguna de esas leyes en
particular, sino de la falsa idea de que alguien pueda ganar su propia
salvación mediante el cumplimiento riguroso de los diversos
requerimientos legales. El dilema es: o la salvación por la fe, o la
salvación por las obras; ambas se excluyen entre sí.
Pablo explica que las promesas del, Evangelio fueron confirmadas a
Abrahán en el pacto, y que la revelación de la ley de Dios 430 años
después no alteró las condiciones de ese pacto (cap. 3:6-9, 14-18). "La
ley" no tenía el propósito de reemplazar el pacto o de proporcionar
otro medio de salvación, sino de ayudar a los hombres a que
entendieran las condiciones del pacto de la gracia divina y se
apropiaran de ella. "La ley" no tenía el propósito de ser un fin en sí
misma, como suponían los judíos, sino un medio -un "ayo"- para guiar a
6. los hombres a la salvación en Cristo de acuerdo con las promesas del
pacto. El propósito de "la ley", su "fin", o meta, es 932 conducir a los
hombres a Cristo (ver com. Rom. 10: 4), no abrirles otro sendero de
salvación. Sin embargo, la mayoría de los judíos voluntariamente
permanecieron en la ignorancia del plan de Dios de justificar a los
hombres por la fe en Cristo, y continuaron tratando de establecer su
propia justicia "por las obras de la ley" (Gál. 2: 16; ver Rom. 10: 3).
Pablo explica, además, que el pacto con Abrahán hacía provisión para la
salvación de los gentiles, pero "la ley" no; y que por tal razón los
gentiles debían encontrar la salvación por medio de la fe en la promesa
hecha a Abrahán, y no por medio de "la ley" (Gál. 3: 8-9, 14, 27-29). El
error y el grave problema que los judaizantes habían introducido en las
iglesias de Galacia consistía en tratar de imponer sobre los conversos
gentiles formas ceremoniales como la circuncisión y la observancia
ritual de "los días, los meses, los tiempos y los años" (cap. 4: 10; 5: 2).
Ese problema específico había dejado de existir, pues los cristianos ya
no estaban -ni están, por supuesto- en peligro de tener que practicar
las leyes rituales del judaísmo (cf. cap. 4: 9; 5: 1). Pero esto no equivale
a decir que el libro de Gálatas tiene únicamente interés histórico, y
ningún valor espiritual y pedagógico para los cristianos modernos. La
inclusión de la epístola en el canon sagrado demuestra su tremendo
valor e importancia para nuestros días (cf. Rom. 15: 4; 1 Cor. 10: 11; 2
Tim. 3: 16-17).
Como ya se ha hecho notar (ver p. 931), la palabra "ley" en Gálatas
incluye dentro de sus alcances tanto la ley moral como la ceremonial.
En realidad la ley ceremonial no habría tenido sentido sin la ley moral
(ver com. cap. 2: 16). La ley ceremonial terminó en la cruz debido a su
limitación (ver com. Col. 2: 14-17); pero la ley moral -el Decálogo-
permanece en plena vigencia (ver com. Mat. 5: 17-18). Existe aún el
peligro de aferrarse a la "letra" del Decálogo sin penetrar o comprender
su espíritu (Mat. 19: 16-22; ver com. Gál. 5: 17-22), como sucedió en los
días de Pablo: el peligro de participar en el sistema de sacrificios sin
comprender que sus símbolos señalaban a Cristo. Por lo tanto, si los
7. cristianos modernos aceptan el error -no importa en qué grado sea- de
tratar de salvarse por sus esfuerzos guardando el Decálogo, caen de la
gracia y quedan "sujetos" al "yugo de esclavitud" (Gál. 5: 1, 4). Para
ellos Cristo habrá muerto en vano (cap. 2: 21); se les aplica la
advertencia de Gálatas. El cristiano guarda el Decálogo no para ganar la
salvación, sino porque ha sido salvo. No hay duda de que sólo una
persona que es salva porque Cristo mora en ella, puede guardarlo.
Esta advertencia se aplica también a los que piensan alcanzar un nivel
más alto de justicia delante de Dios porque practican minuciosamente
reglas humanas sobre normas de vida cristiana, como el vestido y el
régimen alimentarlo. Al hacerlo cometen el mismo error que los judíos
de los días de Cristo (ver Rom. 14: 17; com. Mar. 7: 1-14). Otros
devuelven sus diezmos, asisten a la iglesia y aun observan el sábado
porque creen equivocadamente que de esa manera ganan méritos
delante de Dios. Es cierto que el cristiano deseará cumplir fielmente
con todos esos mandatos divinos, pero lo hará no con la esperanza de
congraciarse con Dios, sino porque como hijo de Dios por la fe en la
gracia salvadora de Jesucristo, siente supremo gozo y felicidad de vivir
en armonía con la voluntad expresada por Dios (ver com. Mat. 7: 21-27;
Material Suplementario de EGW de Gál. 3: 24).
La lección que se destaca en Gálatas para la iglesia actual es la misma
que en los días de Pablo: que la salvación sólo se puede lograr por
medio de una fe sencilla en los méritos de Cristo (cap. 2: 16; 3: 2; 5: l), y
que nada de lo que el hombre pueda hacer mejora en lo más mínimo su
condición delante de Dios ni incremento sus posibilidades de obtener el
perdón y la redención. La ley, ya sea moral o ceremonial, no tiene
poder para librar a los hombres de la condición de pecado en que se
933 encuentran (ver com. Rom. 3: 20; 7: 7). Este es el "Evangelio" de
Pablo en contraste con el "evangelio" pervertido de los judaizantes
(Gál. 1: 6-12; 2: 2, 5, 7, 14).
La carta concluye con una exhortación para que no abusaran de la
libertad que poco antes habían encontrado en el Evangelio, sino para
que vivieran una vida santa (cap. 6). El amor cristiano debía inducir a los
8. gálatas a estar en guardia contra un espíritu de santidad fingida y a
tratar bondadosamente a los que cayeran en error. La iglesia debía ser
conocida por sus buenas obras al fruto del Espíritu, y no debía tratar de
sustituir la fe en los méritos salvadores de Cristo con las buenas obras.
5.
Bosquejo.
I. Saludo e introducción, 1: 1 - 10.
A. La autoridad apostólica del autor, 1: 1-5.
B. La ocasión para escribir la carta y su propósito, 1: 6-10.
II. Defensa de la autoridad apostólica de Pablo, 1: 11 a 2: 14.
A. La autenticidad de su conversión al cristianismo, 1: 11-24.
1. El origen divino de su interpretación del Evangelio, 1: 11 -12.
2. Su celo anterior por la fe judía, 1: 13-14.
3. Su conversión y su misión entre los paganos, 1: 15-16.
4. Su retiro preparatorio en Arabia, 1: 17.
5. Su primer contacto con los apóstoles en Jerusalén, 1: 18-20.
6. Su aceptación por las iglesias de Judea, 1: 21-24.
9. EVANGELIOS EN CONFLICTO Y LA AUTORIDAD DE PABLO
"Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea
anatema" (Gál. 1:9b).
En el Nuevo Testamento, ninguno ha provisto una enseñanza tan
explícita sobre la naturaleza de la salvación como lo hizo Pablo. Como
señaló a los Efesios, "por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no
de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe" (Efe. 2:8, 9).
No obstante, ese mismo evangelio de sola gracia por medio de la fe
solamente era el que estaba bajo ataque por parte de los que llegaban
de Jerusalén. En el centro de su ataque estaba el impulso de socavar la
autoridad de Pablo, de hacerlo aparecer como un apóstol de segunda,
en el mejor de los casos; implicando con ello que sus enseñanzas no
debían ser tomadas muy en serio. Y, para el asombro de Pablo, los
miembros de la iglesia en Galacia habían aceptado el engaño.
EL APOSTOLADO DE PABLO Y SU EVANGELIO (GÁL 1:1-5)
En su Carta a los Gálatas, Pablo no desperdicia energías en humoradas.
En el primer versículo mismo, Pablo va derecho al corazón de las
acusaciones contra él. Afirma ser en realidad un apóstol, designado por
el mismo Jesús resucitado. Aquí, Pablo se refiere a su llamado camino a
Damasco (ver Hech. 9:1-22).
No es circunstancial que Pablo describiera a Jesús como el "Resucitado"
en Gálatas 1:1. Después de todo, fue el Jesús resucitado en persona
quien lo comisionó; y además, una de las características aceptadas de
un apóstol verdadero era que podía testificar de la resurrección de
Jesús (Hech. 1:22). Pablo, desde el evento del camino a Damasco, había
tenido esta característica especial. Como lo dijo en 1 Corintios 15,
después de que Jesús se hubo revelado a los apóstoles y a otros, Jesús,
10. "al último de todos, como a un abortivo, se me apareció a mí" (vers. 5-
8).
La palabra griega para "apóstol", apóstolos, significa uno que es
enviado. En el mundo judío, significaba un mensajero especial con un
estatus singular, que tenía una comisión proveniente de un cuerpo
superior. De este modo, escribe R. A. Colé, "un apóstolos judío
normalmente era enviado desde un grupo (tal vez, el Sanedrín), y había
recibido su comisión del sumo sacerdote o de algún alto oficial similar.
Cuando Pablo fue en su viaje a Damasco, su apostolado era de esta
naturaleza (Hech. 9:2)".' Pero ahora no era así. En su lugar, afirma sin
vacilación que su comisión es de ningún otro que Jesús, el Cristo, a
quien Dios "resucitó de los muertos" (Gál. 1:1).
Siguiendo su defensa inicial de su apostolado en el versículo 1, en los
versículos 2 y 3 Pablo pronuncia su acostumbrada bendición de gracia y
paz a las congregaciones gálatas. Ambas cosas son palabras
peculiarmente paulinas, y ambas están saturadas de significado.
Gracia (járis) es lo que llena con gozo.2
Y, en el contexto cristiano, nada
puede producir más gozo que lo que Dios hizo por nosotros en Cristo.
La palabra paz también está directamente relacionada con lo que Dios
hizo por los cristianos por medio de la vida, la muerte y el ministerio
celestial de Jesús. Era una palabra de gran importancia para Pablo,
quien enseñó que todas las personas estaban bajo la maldición de la
penalidad de la Ley quebrantada, pero que "Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición" (Gál. 3:10-
13; cf. Rom. 6:23; 3:21-25). Para el apóstol, el resultado de aceptar el
sacrificio de Cristo por la fe es tanto justificación como paz para con
Dios (Rom. 5:1). Aquellos que aceptaron a Cristo han sido
"reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (vers. 10). Ya no son
más enemigos de Dios, sino que tienen paz con él (vers. 10) y, por
extensión, con otras personas y consigo mismos. No es casual que
11. Pablo con frecuencia combinara la gracia con la paz en sus saludos.
Ambos estaban en el centro de su comprensión del evangelio.
Ese evangelio pasa al frente en Gálatas 1:4, donde Pablo escribe de
"nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo por nuestros
pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad
de nuestro Dios y Padre". El núcleo del evangelio de Pablo es que Jesús
"se dio a sí mismo por nuestros pecados", para que nosotros
pudiéramos ser liberados. La salvación no es el resultado de nuestras
acciones, sino de las de él. No es consecuencia de algo grande que
como humanos pudiéramos hacer, como una ofrenda o sacrificio para
apaciguar a Dios, sino algo hecho en nuestro favor por Jesús, quien
llevó nuestros pecados y ocupó nuestro lugar en el madero del Calvario
(Gál. 3:13). Aquí tenemos el centro de la comprensión que tenía Pablo
de las buenas nuevas.
El fundamento mismo del evangelio es que la salvación descansa sobre
lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo, más bien que sobre algo
que debamos hacer para él. Esa es la enseñanza que los falsos maestros
que invadieron las congregaciones de Galacia desafían ahora.
Ellos arrojaron el guante, y Pablo lo recoge. Como una manera de
desacreditar su evangelio, cuestionan su apostolado. Pablo, por otro
lado, defenderá su apostolado como la vindicación de su comprensión
del evangelio.
En el proceso, Pablo nos ofrece, en Gálatas 1:4, lo que F. F. Bruce
sugiere que "es probablemente la afirmación escrita más antigua del
Nuevo Testamento acerca de la importancia de la muerte de
Cristo".3
Esa importancia no solo relaciona la muerte de Cristo con el
perdón de los pecados de su pueblo, sino también con su liberación del
"presente siglo [o "mundo", NVI, BJ] malo" (vers. 4). Los judíos creían
que la historia se dividía en dos eras (o mundos): la presente y la era por
venir. Los primeros cristianos adoptaron esa idea. De este modo, para
12. Pablo, en un sentido los cristianos ya han sido salvados. Dios los
rescató, los libró y los emancipó de una etapa de esclavitud, de este
"presente siglo malo".
ESE OTRO "EVANGELIO" (GAL. 1:6-10)
"Estoy maravillado", escribió Pablo a los Gálatas, "de que tan pronto os
hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un
evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os
perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun
nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare oro evangelio diferente del
que os hemos anunciado, sea anatema" (vers. 6-9).
¡Qué párrafo duro! Difícilmente sea uno que quisieran encontrar en su
correo. "Esas palabras", escribe G. G. Findlay, "estaban calculadas para
sacudir a los Gálatas de su inconstancia. Son como un relámpago que lo
muestra a uno parado al borde de un precipicio".4
Y ¿qué era lo que debían percibir por medio de ese sacudón? Ese es el
tema de los versículos 6 al 9. Pablo comienza diciendo que está
"maravillado" por el cambio ocurrido entre los creyentes.
Generalmente, la palabra "maravillado" lleva consigo la idea de una
sorpresa; pero como Pablo la usa aquí, la palabra tiene connotaciones
de "irritación" y "reprensión".5
Lo que habían hecho los conversos gálatas para perturbarlo tanto era
alejarse del evangelio de gracia hacia un evangelio diferente (vers. 6).
La palabra "alejado" que usa Pablo es la misma que se emplea para
describir a los soldados que desertan o huyen, para gente que cambia
de bando político o filosófico, o personas que dan su espalda a una
religión, para ir a otra. En su contexto en Gálatas 1:6, es el abandonar
precisamente lo que los ha salvado (la gracia de Dios en Cristo), para ir
a una manera diferente de "salvación".
13. El evangelio de Pablo -el que él había predicado a los Gálatas y en otras
partes- era "el evangelio de la gracia de Dios" (Hech. 20:24). Su
evangelio declaraba que "por las obras de la ley ningún ser humano
será justificado delante de él" (Rom. 3:20); que todos son "justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo
Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su
sangre" (vers. 24, 25). Por sobre todo, claramente enseña que Jesús ha
hecho plena provisión para la salvación, al llevar nuestro pecado y
llegar a ser maldito por nosotros en el madero del Calvario (Gál. 3:13).
Y ¿qué era este "evangelio diferente" que se predicaba en Galacia, que
no era realmente un evangelio sino, más bien, una perversión del único
evangelio (Gal. 1:6, 7)? Aparentemente, tenía algo que ver con la
necesidad de que los gentiles conversos fueran circuncidados y
siguieran la ley de Moisés antes de que pudieran llegar a ser miembros
plenos del pacto abrahámico y del pueblo de Dios (Gál. 6:12; 5:11; 3:29,
16-18; 4:21-31). Los predicadores de este "evangelio diferente", sin
duda, eran aquellos que enseñaban que "si no os circuncidáis conforme
al rito de Moisés, no podéis ser salvos" (Hech. 15:1); una posición que
pronto conduciría al Concilio de Jerusalén, en el cual Pablo y Bernabé se
encontraron con los dirigentes de la iglesia de Jerusalén. En esa reunión
importante, la iglesia en conjunto oficialmente rechazaría el "evangelio
diferente" de los judaizantes (ver Hech. 15). Pero, entretanto, Pablo
tenía que tratar con aquellos que pervertían el evangelio en Galacia.
Su verdadero problema era que ellos parecían ser buenos líderes
cristianos; en realidad, su alegato contra los judaizantes probablemente
hubiera chocado a los miembros de las iglesias de Galacia. Después de
todo, R. Alan Colé señala que ellos "ciertamente predicaban la salvación
por medio de Cristo. Hasta donde sepamos, no negaban que era
necesario creer en Jesús como el Mesías y Salvador". ¿Cómo podría
Pablo argumentar que ellos tenían un evangelio "diferente"? Esa
pregunta es especialmente pertinente, porque "es altamente probable
14. que los judaizantes no observaran otras costumbres que las del grueso
de la iglesia de Jerusalén; y Pablo ciertamente nunca acusó a Santiago,
o a Juan o a Pedro de predicar un 'evangelio diferente' ".6
¿Por qué se
alteró tanto Pablo con este grupo específico de maestros cristianos
judíos?
Otra vez, la respuesta se encuentra en el hecho de que los judaizantes
estaban instruyendo a creyentes gentiles en el sentido de que aceptar a
Cristo por ,1a fe no era suficiente para ser justificados; que ellos, como
gentiles, tenían que circuncidarse y observar la ley judía, si querían
formar parte del pueblo del Pacto de Dios. El aspecto con el que
luchaba Pablo era su enseñanza de que la predicación acerca de Cristo
solo era insuficiente para su salvación, y que necesitaban añadir sus
obras a las de Cristo.
Para Pablo, cualquier adición al evangelio de la gracia gratuita de Dios
hacía que fuera ningún evangelio; era, más bien, una perversión del
evangelio (Gál. 1:7). Predicar tal doctrina erosionaba el corazón mismo
del mensaje cristiano. Después de todo, Pablo dirá, más tarde, que "si
la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano"
(Gál. 2:21, NVI). En otras palabras, añadir algo a la gracia de Dios como
medio divino de justificación es destruir la idea misma de la gracia.
Eso continúa siendo cierto hoy. Siempre encontraremos esas personas
"buenas" en la iglesia que quieren añadir obras a la fe. Además,
encontramos a quienes quieren restar el aspecto sustitutivo del
evangelio (Gál. 3:13). Ante todos los tales en cada época, Pablo estalla
con indignación. Él no acepta ninguna perversión del evangelio, en
términos de adición o sustracción. Argumenta que la fidelidad al
mensaje del evangelio define quién es un maestro cristiano genuino.
Dos veces en los versículos 8 y 9 dice: "Sea anatema". Pablo no podría
haber usado otra palabra más fuerte. La herejía en Galacia era peligrosa
porque estaban en juego tanto la gloria de Cristo como la salvación de
las almas. Para él, nada era más central que el mensaje evangélico de
15. que la justificación es solo por gracia por medio de solo la fe, sin las
obras de la Ley. El apóstol reconocía solo un evangelio, una exclusiva
manera de ir a Dios.
MÁS SOBRE LA AUTORIDAD APOSTÓLICA DE PABLO (GÁL. 1:11-24)
¿Ha sido acusado alguna vez injustamente? ¿Han sido puestos en tela
de juicio sus motivos o su honestidad? Tales acusaciones pueden ser
devastadoras, especialmente cuando usted ha dado de su tiempo y
hecho lo mejor posible para decir la verdad, en su deseo de ayudar a
otros. Aquellos que han pasado por tal experiencia pueden comenzar a
captar los sentimientos del apóstol Pablo, quien se da cuenta de que no
solo han desafiado su persona, sino también la validez del mensaje que
significaba tanto para él.
Pablo responde con una vigorosa defensa autobiográfica, con la cual
espera aclarar tanto lo que se refiere a él -y, aún más importante-,
como a su mensaje evangélico. Hasta Gálatas 1:10, Pablo se había
mencionado a sí mismo solo una vez: en el versículo 1, en el que se
había presentado como un apóstol de Cristo. Pero, desde el versículo
10 hasta el versículo 14 del capítulo 2, ofrece un informe de su
experiencia personal desde su conversión hasta el momento en que
escribe, al procurar refutar las falsas acusaciones e insinuaciones de
quienes lo atacaban.
Para Pablo, la diferencia entre él y sus adversarios no es una pequeña
diferencia de opinión: es un asunto de vida o muerte, sin un lugar
intermedio posible. Pablo hasta llegó a pretender no solo que su
evangelio era el correcto, sino además que era el único.
Una pretensión tan estupenda plantea la pregunta acerca del origen del
evangelio de Pablo. ¿De dónde provino? ¿Lo inventó él? ¿O lo obtuvo
de los apóstoles en Jerusalén, y luego lo cambió (pervirtió, como
parecían sostener los judaizantes)? En los versículos 11 y 12, afirmará
16. que su evangelio procede directamente de Dios. Su pretensión no tiene
nada de humildad o de retroceso.
Pero, una pretensión tal demanda una prueba; desde el versículo 13 se
aboca a documentarla. Como su primera línea de argumentación,
señala la evidencia incontrovertible del cambio en su vida. No hay
registro de un enemigo más violento y persistente de la iglesia cristiana
primitiva que Pablo, entonces Saulo. Él mismo cuenta "de la furia con
que perseguía a la iglesia de Dios, tratando de destruirla" (1:13, NVI). La
palabra que usa para"destruir" es la misma que se emplea para
describir el saqueo total de una ciudad.
Pero, necesitamos preguntarnos: ¿por qué odiaba él tanto a la iglesia
cristiana? Es muy interesante: su hostilidad probablemente se centrara
en la crucifixión de Jesús. "Para Pablo, como para todo otro judío",
escribe Ronald Fung, "un Mesías [Cristo] crucificado no era solo un
insulto a sus esperanzas mesiánicas político-nacionales, sino también
era un 'absurdo incomprensible', ya que el Mesías era, casi por
definición, alguien singularmente favorecido por Dios (cf. Isa. 11:2),
mientras que un hombre colgado era, de acuerdo con la ley, maldito
por Dios (Deut. 21:23). [...] Pablo debió haber visto en la cruz la
refutación decisiva de la pretensión de que Jesús era el Mesías [...] y la
pretensión adicional [de los cristianos] de que él había resucitado no
podía tratarse menos que como un engaño criminal".7
No era de extrañar que el Pablo no convertido procurara eliminar a la
nueva secta. Para su mente, era una banda de herejes máximos,
engañosos y peligrosos.
No obstante, ahora estaba dispuesto a dar su propia vida por difundir el
mensaje que una vez había procurado destruir. ¿Por qué? Pablo
argumentará que semejante cambio implica una causa adecuada.
17. Él volverá a esa causa en Gálatas 1:16 y 17. Pero primero, nos
proporciona un segundo vistazo a su pasado en el versículo 14, notando
que "en la práctica del judaismo, yo aventajaba a muchos de mis
contemporáneos en mi celo exagerado por las tradiciones de mis
antepasados" (NVI). Con palabras sencillas, "él había sido un fanático de
la Ley. La Ley había sido su vida; había sido el único objeto de su
estudio conocerla; había sido el único esfuerzo de su vida el guardarla".
No obstante, "ahora el centro dominante de su vida era la gracia".8
Una vez más, debemos maravillarnos por esta transformación. El
hombre que una vez había destruido al pueblo por problemas con la
Cruz, la resurrección y la gracia, ahora encuentra que esos tres
conceptos están en el centro mismo de su existencia.
Gálatas 1 concluye con la demostración de Pablo en el versículo 16, y
siguiendo hasta el capítulo 2 versículo 1, de que no hubo lapso durante
el cual pudo haber estado en Jerusalén por el tiempo suficiente para
que los apóstoles lo instruyeran. Por lo tanto, el argumento de sus
oponentes queda derribado. Su mensaje provino directamente de Dios.
AMENAZAS A LA UNIDAD DEL EVANGELIO
(GÁL 2:1-14)
"Los falsos hermanos [...] a escondidas [...] entraban para espiar
nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a
esclavitud" (Gál. 2:4).
"Cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de
condenar" (Gál. 2:11).
álatas 1 introdujo la idea de que había quienes estaban procurado
pervertir el evangelio. El capítulo 2 comienza encarando el problema
con mayor intención, mientras sigue la validación de Pablo de su
apostolado y su mensaje. El capítulo demuestra que el evangelio es
18. fundacional para la unidad. Los primeros 14 versículos destacan dos
amenazas a la unidad del evangelio.
LA AMENAZA DE JERUSALÉN (GÁL. 2:1-10) 1
La primera amenaza se encuentra entre algunos de los "falsos
hermanos" de Jerusalén, que habían procurado pervertir el evangelio.
Con respecto al evangelio, John Stott escribe que Pablo "ha mostrado
en el capítulo 1 que su evangelio provino de Dios, y no del hombre.
Ahora, muestra en la primera parte del capítulo 2
29
1 >R. Alan Colé, The Epistle of Paul to the Galatians (Granel Rapids, MI:
Eerd-mans, 1965), p. 31.