Jesús siempre tuvo conciencia de su vocación al sacrificio redentor. Sabía que sería bautizado con un "bautismo de sangre" y que daría su vida como rescate por la humanidad, cumpliendo así el eterno designio de Dios Padre y la razón de su Encarnación. Desde que fue encontrado en el templo de niño, Jesús orientó su vida hacia este sacrificio final.