Proposta de lectura i comprensió per a la segona prova de Llengua Castellana.

1. S E G O N A L E C T U R A D E
L L E N G U A C A S T E L L A N A
L A F U E R Z A G L O B A L D E L A H O R M I G A
El coyote Bernat había dejado atrás la pampa argentina y había emprendido un largo viaje
hacia las praderías norteamericanas donde, al parecer, abundaba el alimento fácil y había
muchas presas que cazar. Desde que en su tierra natal se había firmado el decreto de respeto
hacia los animales más débiles y desfavorecidos, Bernat se las había tenido que ingeniar para
comer saltamontes asados, helados de gusano y zumo de escarabajo (animal que exprimía él
mismo con sus garras) para poder seguir sobreviviendo. Lejos habían quedado los días en que
se hinchaba de deliciosos conejos, musarañas y ratones al ajillo o aderezados con kétchup y
mostaza.
El entorno hostil y el hambre voraz habían empujado a Bernat a subirse de incógnito a un
camión de largo recorrido y, tras diez noches de interminable carretera, había finalmente llegado
al desierto de Arizona, en Estados Unidos. Allí no había ninguna norma estipulada y, al parecer,
los animales podían comerse, cazarse y asociarse tranquilamente sin miedo a acabar con sus
patas en la cárcel. Nada estaba terminantemente prohibido así que cuando puso la primera
pata en suelo arenoso se dispuso a salir en una cacería gloriosa que tenía que acabar con su
miserable hambre.
El coyote Bernat hizo su primera salida a mediodía, para así aprovechar el tumulto de
mamíferos menores que supuestamente debían andar por aquellos parajes. Muy pronto, sin
embargo, se dio cuenta de que lo único que se movía por aquel suelo arenoso eran las enormes
hierbas rodadoras, que avanzaban de un lado hacia otro sin rumbo ni dirección. Ni un tejón, ni
un ratón, ni un triste conejo…¡Nada!
Desanimado, Bernat se dio cuenta de que quizá no podría aprovechar sus virtudes y su
potencial en la caza porque, sencillamente, no había nada que cazar. Hizo un inciso en su
desesperación por llevarse algo bueno al estómago y, de pronto, observó cómo un fino caminito
de bichejos que se movían sin parar avanzaba en dirección a un maizal, el único campo fértil
que había por esos lugares. El grupo numerosísimo de hormigas estaba capitaneado por el
hormigón Pol y el hormigazo Sergi, dos descomunales hormigas con un tórax increíblemente
abultado. Si su tórax hubiese sido un vientre humano serían hormigas cerveceras en toda regla

2. (con unas barrigas redondas a punto de explotar), pero su buena alimentación dependía única y
exclusivamente de los granos de las mazorcas de maíz. Las hormigas trabajaban de sol a sol e
iban acumulando en su hormiguero una gran cantidad de pequeños granitos desmenuzados que
podían comer cada día.
El coyote Bernat esperó a que anocheciese para robar una por una las mazorcas que las
hormigas habían preparado ya para desmenuzar y llevar a su hormiguero. Satisfecho, se tumbó
panza arriba e intentó morder los granos de maíz. Al hacerlo, lo único que percibió su boca fue
un par de colmillos que se le habían caído con grandísimo dolor, pues los granos estaban
extraduros y no había forma de poderlos comer. Desilusionado, cayó en un sueño profundo.
Al despertar al día siguiente, observó que las mazorcas de maíz que había robado se habían
transformado en simples cilindros de paja, desprovistos de maíz. No podía explicarse aquel
fenómeno, pues él había intentado morder y separar los granos de la mazorca y no lo había
conseguido. Pronto se dio cuenta, sin embargo, de que alguien le hacía un gesto similar a una
burla con una de sus patas delanteras… El hormigón Pol, a paso calmado, junto a su ejército de
cientos de hormigas, se iba alejando de la posición del coyote. Sobre sus espaldas, cada
hormiga transportaba aquello que les había sido robado: granos y granos de trigo
desmenuzados lentamente gracias a la colaboración de toda la colonia de hormigas trabajando a
la vez. Su tesoro, el que el coyote había intentado robar y tragar (sin éxito), había sido
recuperado gracias a su fuerza global.
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