El escudo de Navarra: génesis y representación. Heráldica. Parte 1. Este trabajo consta de dos partes: la primera es el estudio sistemático de la génesis del escudo de Navarra en su complejidad, y la segunda incide en su representación gráfica desde comienzos del s. XV hasta el s. XVIII inclusives. Se aporta abundante material gráfico propio. En el texto se siguen las tesis de Faustino Menéndez Pidal, Javier Martínez de Aguirre y Fortún Pérez de Ciriza, aunque en algunos puntos realicemos algunas profundizaciones personales. El tema se trata académicamente, siendo la introducción más discutible por tratarse del confictivo ambiente social -aunque sea minoritario- sobre estos temas.
El escudo de Navarra: génesis y representación. Parte 1
1. El escudo de Navarra:
génesis y representación
Heráldica. Parte 1
Col. Nueva Bermeja nº 18
2018
José Fermín Garralda Arizcun
2. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
1
José Fermín Garralda Arizcun. Doctor en Historia
“El escudo de Navarra: génesis y representación. Heráldica” Parte I y II. Parte 1 (44 pp.)
Pamplona, 2018
C/ Arrieta nº 2
31002 Pamplona – Navarra - España
rargonz@gmail.com
historiadenavarraacuba.blogspot.com
Colección: Nueva Bermeja nº 18
* Queda prohibida la reproducción total o parcial de este trabajo, texto e imágenes
inéditas, sin permiso del autor. Está protegido. Puede ser citado mencionando autor, título,
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3. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
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Índice
1. Introducción:
1.1.Una cuestión candente de sociología
1.2. No parecen napartarras
PARTE Iª: (documento 1)
2. En busca de la historia: “son cadenas o qué son”. Hasta que el
concepto y la imagen coincidan:
2.1.Emblemas, divisas, escudos personales y escudos de la
comunidad.
2.2.Los autores
2.3. Sellos de cera, capiteles e inscripciones de Sancho VI a
Teobaldo II
2.4. Carlos III: criterio heráldico y conmemorativo
2.5. La batalla de las Navas de Tolosa dimensiona el escudo
de Navarra
2.6. El Libro de Armería de Navarra
PARTE IIª: (documento 2)
3. Galería de imágenes que sustanciarán las cadenas de Navarra:
3.1. Sigilografía o validación regia
3.2. Numismática
3.3. Las claves de los reyes mecenas en la catedral de
Pamplona
3.4. Escudos labrados
3.5. El Privilegio de la Unión
3.6. Armorial o Libro de Armería
3.7.Impresiones
4.Conclusiones
5.Prontuario sobre las cadenas del Reino
6. Fuentes y bibliografía
7. Notas
4. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
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5. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
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El escudo de Navarra:
génesis y representación.
Heráldica. Parte 1
José Fermín Garralda Arizcun, 2018
1. Introducción
1.1. Una cuestión candente de sociología
hora que, amparándose en consideraciones pretendidamente
científicas, se buscan las reinterpretaciones más variadas,
recordemos el origen y evolución del escudo de Navarra,
investigado por diversos autores y recordado y ampliado en estas páginas, y
aclaremos este complejo tema a quienes asisten a cómo se mediatiza y polariza
en el ámbito de la comunicación.
En todo trabajo conviene presentar el estado de la cuestión. Por eso
recordamos que este tema lo han tratado quienes, conociendo la raíz del Reino de
Navarra, su tronco de roble milenario y su propia espiritualidad, no necesitan
propiamente aferrarse a unos símbolos. Por algo, cuando hace muchos años
Faustino Menéndez Pidal de Navascués expuso razonadamente, en el foro
académico del Ier Congreso General de Historia de Navarra, que las cadenas del
escudo de Navarra no se habían generado inmediatamente a la gesta de Sancho
VII el Fuerte en las Navas de Tolosa, nadie lo tomó a mal. Las cosas deben
explicarse.
A
6. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
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Estas páginas carecen de interés reivindicativo, y están ajenas a todo
lo que no recuerde a Historia “pura y dura”; de ahí que ofrecen abundantes datos,
a veces presentados con alguna complejidad con el ánimo de precisar la cuestión.
Pretenden recordar lo que han estudiado autores como Faustino Menéndez Pidal,
Martínez de Aguirre, Fortún Pérez de Ciriza, y Martinena Ruiz. Nosotros
añadiremos algunas cuestiones clarificadoras y, en ese sentido, mostraremos los
bellos trazos de las imágenes que hemos tomado de numerosos escudos con las
Armas de Navarra hasta el siglo XVIII inclusive.
Que carezcan de un carácter reivindicativo no significa que en esta
introducción deje de reflejarse la extrañeza y aún molestia que supone el
ambiente que algunos van creando en contra de los símbolos del viejo Reino de
Navarra. Más que el hecho en sí de los símbolos nos interesa las ignorancias,
afirmaciones y falta de justificación de quienes quieren cambiarlos.
Para entender el presente, la sociología nos acerca a diferentes
perfiles humanos y a una compleja casuística. Por un lado, son frecuentes los
amigos de novedades por motivos ideológicos y políticos, que quisieran cambiar
lo que hoy día llaman el imaginario colectivo, creyendo que la realidad está en
función de lo que se piensa y dice de ella. Primero suprimieron la laureada del
escudo de Navarra, porque recordaba a la última guerra, y después algunos se
empeñan en suprimir las cadenas y hasta la corona.
Sobre la laureada que orlaba el escudo, digamos que fue otorgada por
el jefe de Estado el 8-XI-1937 a la heroica contribución de Navarra en la última
guerra, vista desde Navarra -y el resto de España en general- como Cruzada, por
lo que es una simplificación aguda el pensar que la laureada sea “franquista”,
máxime cuando los voluntarios carlistas -determinantes en Navarra- se
sublevaron por orden de Alfonso Carlos I y muchos de ellos fueron contrarios al
decreto de Unificación. Sea lo que fuere, en 1981 hubo una extraña dejación de
dicha laureada, rebatida en las páginas de “El Pensamiento Navarro” y en los
trabajos de Javier Nagore, entre otros.
Quizás algunos recelen de las cadenas de las Navas de Tolosa, traídas
a Navarra por Sancho VII de Navarra, porque recuerdan una empresa espiritual
-una Cruzada anti almohade-, esto es, una empresa hispánica y que Navarra
estaba involucrada en la Reconquista. No por eso decimos nosotros que las
cadenas del escudo de Navarra procedan inmediatamente de esta batalla de 1212,
sino que dos siglos después -a comienzos del s. XV- Carlos III el Noble interpretó
el carbunclo como cadenas y precisamente lo hizo en un ambiente que recordaba
y quería recordar dicha batalla.
Algunos llegan a afirmar que la bandera de Navarra nació en 1910, lo
que es otro dislate más de quienes se presentan como si fuesen los más navarros.
Parece que nuestra idiosincrasia nos hace rivalizar entre nosotros mismos,
competir y pensar por los bajines: “- ¿Navarro?, pues yo más”. La bandera de
Navarra ya estaba formada al menos en 1556, pues las actas municipales de
Pamplona expresan lisa y llanamente que es roja, con cadenas y corona.
También puede molestar la corona real del escudo, que es una parte
externa pero verdadera del mismo. En la República se sustituyó por la corona
mural, y hoy otros la suprimen lisa y llanamente una y otra, pues no quieren saber
nada de una nueva República en cuanto que española.
Hay amigos de ciertas ideologías que cuestionan todo lo que no sea
ellos mismos. Aplicándolo a las cadenas del escudo de Navarra, su diseño e
iconografía, utilizan cierto neo romanticismo difundido ad hoc, con un propósito
calculador, racionalista y utilitario. Así, cuando “visten” ciertos actos, omiten
7. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
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símbolos y toman supuestas imágenes del pasado medieval logrando un
pasacalles festivo con una indudable ambientación política carente de sentido
heráldico.
Otros se exhiben y quisieran quedarse en el entorno de pertenencia;
recordemos por ejemplo el rostro de quien ocupa la alcaldía de Pamplona en un
enorme cómic conmemorativo sobre 1512, que en su día contemplamos perplejos
en una lujosa exposición municipal en el palacio del Condestable de Navarra.
Ocurre que quienes proponen rupturas, las vinculan de alguna manera
al pasado más lejano, sin que puedan ni quieran inventar todo. Se muestran
amigos de un purismo que suena a falso, y todo indica que así es. En efecto, tratan
de suprimir y sustituir la realidad de siglos con el pretexto de suponer otra
realidad más antigua. Pues bien, además que las cadenas son de comienzos del s.
XV, habrá que recordar que las blocas y carbunclos de los Teobaldos de mediados
1234 carecen de simbolismo y que no son motivos heráldicos. También carece de
sentido rebuscar lo más antiguo porque sí, desposeer a las cadenas su
recordatorio de las Navas de Tolosa, o bien suprimir algunos elementos del actual
escudo de Navarra utilizados al menos desde hace seis siglos y las cadenas desde
hace siete.
Ya sustrajeron del escudo de Vizcaya en 1986 los dos lobos sable
(negros) que simbolizaban una familia castellana, el león y le añadieron una
laureada. Ya sustrajeron también del escudo de Guipúzcoa en 1979 la figura de
Alfonso VIII o Enrique IV como rey sentado, pues era rey de Castilla, y los doce
cañones que Castilla, con ayuda de milicias guipuzcoanas, tomó a Navarra en la
llamada batalla de Velate en 1512, como si hiciesen daño unos cañones sin ruido
desde hace siglos. La “Fidelissima Vardulia numquam superata” mantiene al
menos su corona, en este caso ducal. Si a muchos navarros esto les trajo sin
cuidado, otros pensaron que actuar de esa manera sí tenía importancia, tanto en
sí mismo, como por comunicar al Parlamento de Navarra dicha sustracción en un
mensaje de hermandad, y porque algún día los afanes nacionalistas se centrarían
en Navarra.
Algunos actúan como si se propusieran eliminar el devenir de los siglos
y las grandes hazañas. Para ello estiran arbitrariamente el pasado histórico como
un chiclé. Vuelven a épocas pretéritas y hasta si fuera posible al Paleolítico
superior, a cuevas mayores o menores que las de Zugarramurdi. Todo lo intentan
con tal de evadirse de una realidad que desean “superar” -al menos en imagen-,
problematizar artificialmente, aunque sepan que la vida ordinaria, a fuerza de
naturalidad, tiene menos problemas que los imaginados. Este es un elemento más
en el afán por despersonalizar Navarra como comunidad para desorientarla y
cambiar su modo de ser.
Este método o falta de método, pudiera hacer tabla rasa de todo.
Lógicamente, para ser creíbles, quienes lo siguen pueden parecer eruditos
bienintencionados, gente culta y hasta seria, aunque hablar de serenidad resulta
chocante cuando su forma de expresarse permite recelar que pretenden
demasiado.
En mi blog historiadenavarraacuba.blogspot.com, un comentario
anónimo, a una entrada en marzo de 2010, decía así:
Me gustaría que escribiera sobre los orígenes de los escudos de
Navarra (Arrano Beltza, las cadenas...). Desde cuándo se utilizó cada
uno. Por qué... Un cordial saludo
8. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
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Ocho años puede parecer algo tarde para satisfacer esta petición, pero
creo que ha llegado el momento de escribir sobre el escudo de Navarra. Los pasos
del historiador son demasiado lentos y están lejos de otros intereses que no sean
el conocimiento de la verdad, de modo pueden ser más fiables que los de algunos
periodistas e historiadores de ocasión. Nos mueve a ello la extrañeza ante lo que
ocurre en nuestros días, y también la necesidad de servir al hombre actual.
Nos preocupa el presente del conocimiento histórico, pero también el
presente y futuro -el “destino”- de los historiadores. Hablemos algo de
estos últimos, los historiadores que “dejaron su vocación” antes o después de
escribir sus brillantes tesis doctorales, aunque desde luego hayan tenido una
mejor fortuna intelectual que los autores instrumentalizados por las ideologías.
Así, cuando en dicho blog historiadenavarraacuba.blogspot.com
ofrecimos una entada el miércoles 8 de noviembre de 2017 sobre “La memoria en
Navarra: el ayer y hoy de los historiadores y los temas”, a la que nos remitimos,
pensábamos en el largo camino recorrido desde que éramos universitarios. Por
entonces nos ilusionaba la gran capacidad intelectual y el empuje de muchos
jóvenes historiadores, considerados con fundamento como una gran promesa, sin
que pudiésemos imaginar que con el tiempo iban a retirarse poco a poco de la
investigación histórica. Motivos profesionales por no encontrar su puesto en las
universidades, la soledad frente al grupo endogámico, la falta de ayuda material,
desilusiones y desmotivación personal, han debido de ser la causa de dicho
abandono. Ha pasado el tiempo -contamos el paso de cuatro décadas desde
entonces-, y ahora la escasez de vocaciones de historiador corre parejas a qué se
hizo con las hermosas hornadas de estudiantes de historia y posgraduados de las
décadas de los setenta y algo posteriores. El enchufismo y endogamia en la
universidad española tiene mucho que decir, así como la falta de presupuesto en
las facultades de Letras, o que las becas dependan del Seminario y de quién es su
director.
Pero el vacío es imposible. El vacío creado en la disciplina histórica por
el abandono ayer de muchas jóvenes vocaciones, está siendo ocupado por otras
profesiones y sectores que, si bien ofrecen una menor formación académica en
los temas que tratan, sin embargo, gozan de capacidad de organización, actividad,
capacidad comunicativa, captación de recursos públicos, y saben entretener y
satisfacer la innata curiosidad sobre el pasado asociándolo incluso al ocio y al
turismo.
Puede preocupar que los estudios históricos -como ciencia o bien como
divulgación- pretendan influir en la construcción del presente, contaminando el
pensamiento y las valoraciones del hombre actual, y sirviendo a ideas
preconcebidas conforme a determinados planteamientos. Por eso nos
preguntamos: ¿es el conocimiento de la historia como ciencia un instrumento o
herramienta ideológica? ¿Puede serlo la divulgación de sus resultados? La
respuesta brota sola: la ciencia histórica y el historiador no deben ser utilizados
ideológica ni políticamente, porque sólo se deben a la verdad del pasado que
deben encontrar mediante fuentes primarias. Son estas las que mandan.
Respecto al divulgador o periodista -que sin duda los hay de calidad-, sus
contenidos referidos al pasado deberán subordinarse a la verdad demostrada con
fuentes primarias.
La llamada “desmitificación” ha recaído sobre numerosos aspectos
de la historia de Navarra. Su camino ha sido largo y está creando a su vez nuevos
mitos. Uno de los temas menores, aunque efectistas ante la opinión pública, es
“desmitificar” el escudo de Navarra para así cambiarlo, eliminando de esta
9. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
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manera los signos de identidad del viejo Reino. Propondrán sustituir las cadenas
del escudo por el carbunclo y retrotraerse hasta la bloca inicial, por lo mismo que
elevaron el sello personal del rey Sancho VII -el águila real y sólo él- a rango de
bandera grupal y hasta étnica. Otros quisieran suprimir del escudo de Navarra
la corona real rematada con una cruz, por lo mismo que años antes, allá el 4-VII-
1980, le quitaron -por un voto muy "democrático"- la mencionada laureada. Ya
han intentado cambiar la letra del zortzico “El Roncalés” cuyo verso canta “del
jardín español de flores sin igual…”. Identificar arbitrariedades en orden a la
grafía de la lengua sería muy largo, siendo un ejemplo de ello los rifi-rafe sobre
el término Chantrea/Txantrea en la Pamplona de este 2017-18. Estas iniciativas
van unidas al intento de relegar la bandera de Navarra como Comunidad
diferenciada.
Ha casi un año nos informaban de lo siguiente:
“Hace unos días el Gobierno de Navarra anunció la concesión de
la Medalla de Oro de Navarra a Arturo Campión, Hermilio de Olóriz y
Julio Altadill por su aportación a la historia, la cultura y la identidad de
la Comunidad Foral, además de ser los artífices en 1910 del diseño de
la actual bandera de Navarra” (“Navarra Confidencial” 7-XI-2017).
Y continúa esta prensa digital con un párrafo crítico siguiendo la estela
de muchos comentaristas del momento:
“La cosa ya empezó con mal pie porque de algún modo se dejaba
caer la idea de que la bandera de Navarra era una cosa que se habían
inventado de buenas a primeras estos tres señores en 1910 (…)”.
Repitamos; en un día no muy lejano se suprimió de facto -por una
dejación que tras hacerse no es obligado reconocer- la laureada de Navarra, y
ahora algunos quisieran suprimir la corona para constituir una República....
Quizás mañana las cadenas sean sustituidas por el carbunclo e incluso la bloca
inicial a gusto de los islamitas. Ciertamente, hacer uso indiscriminado del pasado
a gusto propio, permite todo y da aparente satisfacción a todos; pero así es
imposible entenderse, conservarse, y lograr una adecuada representación de sí
mismo y ante el exterior.
Cualquier historiador sabe que los datos son muy importantes y hasta
decisivos, y que el hecho de aportar un amplio aparato crítico con apariencia de
seriedad no garantiza por sí mismo la verdad de las conclusiones. Es preferible
escribir menos y de forma clara que mucho y confuso. Por lo mismo, el quién
escribe es lo de menos, pues la investigación debe depender sobre todo de los
datos. Los enfoques y las expresiones utilizadas en la redacción de la historia
debieran ser lo más representativas posible.
Diremos más, pues el excesivo interés mostrado actualmente hacia la
historia por parte de cierta prensa y redes sociales no es necesariamente paralelo
a la exposición desinteresada de la verdad histórica. Quien desea que algo cambie
a toda costa en la sociedad política sobre realidades mantenidas largo tiempo,
puede estar inclinado a sembrar dudas o desconcierto en el gran público. Para
lograrlo, puede aparentar erudición en el foro, realizar afirmaciones socialmente
sorprendentes, y descalificar al otro quitando hasta las ganas de debatir a quien
no desea hacerlo más allá de las buenas maneras. Por ejemplo, en algunos libros
de hace algunas décadas -es el caso de Del Río, Pan Montojo y algún autor más
relevante- pueden leerse algunas ironías y descalificaciones gratuitas por parte de
10. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
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sus autores contra otros historiadores, y hasta universidades y editoriales,
afectados quizás los primeros por su joven edad o bien la necesidad de hacer
“méritos”.
1.2. No parecen napartarras
Aunque este punto es muy secundario en el presente trabajo, creemos
que le otorga actualidad. Es sólo un ejemplo. En este epígrafe recogemos un
sencillo caso de la instrumentalización de la Historia a la que nos hemos referido.
Puede parecer una “nueva” perspectiva política, no ayuna de cierta pedantería
cultural, que no obstante y en realidad afirma lo mismo que otros sectores con
planteamientos más directos.
No es la primera vez que el grupo autodenominado Libertad navarra
exhibe sus carteles por el Casco Viejo de Pamplona. Más que por su valor
sociológico, nos interesa por el hecho de utilizar la calle como medio, aunque
también por el reto que supone.
En alguna ocasión reciente, tal grupo se presentó a elecciones, pero
con casi cero resultados. El 17 de junio de 2017 se concentraron contadas cinco
personas enfrente del Parlamento de Navarra, en respuesta a la concentración de
30.000 navarros el día 3 de dicho mes. Ocurre que se planteó hacer una
contramanifestación, y que la discusión sobre su diseño redujo el intento a dichas
cinco personas (digital Navarra confidencial día 22).
Esta iniciativa de inspiración personalista pretende hacer sonar todas
las teclas de la tergiversación sobre qué fue y es Navarra. La misma melodía tiene
diversas alturas y timbres para decir lo mismo. Quizás quisieran recordar a los
napartarras de finales del s. XIX, para construir Euzkadi desde Navarra, lo que
no puede ser porque aquellos a los que nos referimos lo hacen desde la supuesta
nación vasca como dato previo.
Enfocan la realidad navarra desde un a priori de intención
nacionalista y disgregadora de España, identificando lo vasco con Navarra.
Retrotraen Navarra a las fechas medievales para separarla del resto de España,
formando un “Estado soberano de las vascas y los vascos” (ni siquiera dicen de
navarros y navarras). Cualquiera que sea el objetivo que pretendan, no escriben
con acierto la historia de Navarra.
Su mensaje sería el siguiente: la verdadera Navarra es la separada del
resto de España y, siendo "vasca" y cuna de "lo vasco", mañana podría llegar a
construir la parte esencial de lo que se denomina Euskadi -término que ahora
ellos omiten rotundamente-. Lo que no sabemos es, al final, qué podrá prevalecer,
si la nobleza, personalidad y antigua independencia del viejo Reino de Navarra,
si el capital financiero de la ría de Bilbao, o bien la belleza desconcertante de la
bahía de San Sebastián. Tampoco sabríamos decir qué sería de la llanada de
Vitoria o de las alturas de ultrapuertos.
Tal iniciativa elimina del escudo de Navarra la corona del Reino -
tampoco quiere la corona mural republicana-, así como las cadenas,
sustituyéndolas por los clavos o esferillas unidas por el carbunclo cerrado,
volviendo a la Edad Media de Teobaldo I, y negando el camino que después
siguieron los monarcas medievales hasta que Carlos III configuró las cadenas.
¿Qué hay de esto desde el punto de vista histórico? -nos preguntamos-.
11. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
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El cartel en batúa de la iniciativa que hemos explicado afirma lo
siguiente:
Si se traducen al castellano el primero y último de sus seis puntos, el
primero dice:
“La bandera pomelada es la auténtica bandera, la de la libertad,
unión, soberanía e independencia, izada siempre en Navarra antes de
la cruel conquista”.
El último afirma:
“Es roja y en el centro tiene el escudo propio representado en el
Libro de Armería del Reino de Navarra, el del carbunclo: representado
como un rombo verde. De este centro, salen ocho rayos dorados que
quedan unidos en forma de escudo por sus extremos… no son cadenas.
Fue el mito de la batalla de las Navas de Tolosa el utilizado después de
las conquistas desde España, para ocultar y negar la independencia
propia de Navarra y reemplazar su símbolo”
12. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
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El tranquilo paseante por los tres Burgos de Pamplona puede intuir
fácilmente que dicho cartel tiene un propósito político. ¿No se atribuye a la
bandera representada unos caracteres subjetivos, generalizados en el tiempo?
¿No se pretende desvelar intenciones ajenas, hablando también de asuntos ajenos
a la bandera misma?
Llama la atención que se mencione la “cruel conquista” de Navarra en
la que recordamos colaboraron miles de guipuzcoanos, vizcaínos y alaveses
armados, que se sumaron al resto del Ejército castellano duque de Alba en 1512.
También es llamativo que se atribuya a los supuestos opresores el ocultar, negar
y reemplazar los símbolos de Navarra.
La perspectiva del cartel se equivoca si desea imitar al estilo
napartarra de comienzos del s. XX, pues el giro de muy navarro es sustituido
por el de muy vasco, no se reconoce la pluralidad en Navarra y que Navarra sea
una gran síntesis, y son partidarios de la expansión de Navarra hacia Guipúzcoa,
Álava y Vizcaya. Nadie en su sano juicio creerá esto último, pues la parte menor -
aunque mayor en territorio- no puede absorber a la parte mayor en población,
recursos y actividad expansiva. También puede observarse que para ellos los
Fueros no existen al quedar identificados con la independencia. Quizás en 2035
hablen de Sancho III el Mayor, ignorando que para este rey su territorio
patrimonial sólo era la actual Navarra y que, a su muerte en 1035, no dividió el
reino entre sus hijos, sino que otorgó a cada uno de ellos un territorio diferente e
individualizado. De todas maneras, los napartarras de finales el s. XIX eran
mucho menos beligerantes y menos políticos que los editores del cartel
comentado, y desde luego no manipulaban como ellos el pasado.
El texto de la imagen se sirve de una parte de verdad, pues no existe
un decreto regio o de las Cortes medievales aislado que fije cuál era el escudo del
Reino. No se puede olvidar que, la mentalidad y quehacer de los siglos
medievales, desarrollaban estas cuestiones de forma natural y paulatina, con
unas fuentes de inspiración muy plurales, tomando incluso fuentes secundarias,
“viajeras” o cosmopolitas. El diseño del listel (barras) con botones o clavos
(besantes) unidos por un carbunclo (piedra que ilumina la oscuridad), sí se
utilizó, pero su significado experimentó antes y después un proceso de cambio.
Ejemplo de la manera espontánea, algo desordenada y quizás
sorprendente del quehacer medieval, es en el Capítulo XV del Privilegio de la
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Unión de Pamplona en 1423 donde, con ocasión de describir el pendón que debía
tener esta Ciudad, se dice que las Armas de Pamplona estarán rodeadas por “una
hilera de armas de Navarra, que el campo será rojo, y las cadenas que irán
alrededor de oro”. Así pues, conocemos las Armas de Navarra al explicar las
Armas de Pamplona, y además en un Privilegio municipal elevado a Ley del
Reino. Todavía más, pues la corona real de oro sobre las Armas de Pamplona que
contenían la propias de Navarra, no se debe al Reino navarro como tal sino -según
el cap. XV- “en señal de que los reyes de Navarra suelen y deben ser coronados
en la catedral de Santa María de Pamplona”. Se trataba de hechos y de
realidades previas al escudo a configurar, forma esta algo extraña a una
mentalidad racionalista.
El escudo de Navarra no surge por decreto, sino que en todo caso el
decreto de 1910 fija lo ya existente durante muchos siglos.
El escudo surgía de la
conveniencia -casual o buscada-,
estaba vinculado a la realidad y se
encontraba sujeto a la disciplina
de la genealogía y a los
conocimientos de heráldica.
El diseño de fantasía
que algunos utilizan hoy nos habla
de barras y carbunclos y no de
cadenas. Suprime la corona como
si no estuviese inserta en el escudo
aunque sea externa a él. Ni
siquiera quieren la corona mural
porque nada quieren saber de la
república en cuanto que es
española. Todo ello indica que
quieren partir de cero y que lo
heráldico nada les importa. En el
simpático e infantil pasquín
callejero adjunto, que recordaba
la conquista por el duque de Alba
en 1512, se elige la barra con el
eslabón de la cadena como botón abierto, y las armas de los Evreux con el águila
de Sancho VII el Fuerte al fondo.
* * *
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PARTE Iª
2. En busca de la historia: son cadenas o
qué son. Hasta que el concepto y la imagen
coincidan.
2.1. Emblemas, divisas, escudos personales y
escudos de la comunidad
El tema del escudo de Navarra es complejo. En primer lugar, se
advierte en él una larga serie de cambios de unas formas básicas, realizados de
una manera coherente y casual a la vez. Después se sumarán unas circunstancias
singulares, al parecer de perfeccionamiento cultural, que darán origen a algo
nuevo, como son las cadenas, fruto de exigencias heráldicas y de la comprensible
memoria y proyección histórica de los navarros del momento.
Comencemos identificando en la época medieval los emblemas,
escudos, estandartes regios, sellos oficiales y signum regis, sabiendo que no
existieron banderas como hoy.
Los emblemas heráldicos eran una señal de identificación y no un
escudo de armas. Aparecen en Occidente en el segundo cuarto del siglo XII (F.
Menéndez-Pidal). En Navarra no existió emblema alguno salvo la cruz de la
Victoria de la monarquía asturiana y la cruz de doble traversa propia de Aragón.
Los primeros testimonios de emblemas son los de Sancho VII el Fuerte a
comienzos del s. XIII, concretamente la figura del águila, aunque es probable que
ésta ya la utilizase su abuelo García Ramírez.
Entre los emblemas medievales se distinguen dos: la enseña y la divisa.
Ambos son emblemas personales. La enseña o estandarte real sustituía la
bandera. En Navarra, el estandarte del rey lo llevaba el alférez (Fuero General de
Navarra, a fines del s. XIII, Tit. II, cap. 11). Las divisas nacen en el s. XIV. Por
ejemplo, la divisa de los Evreux era el lebrel blanco; la de Carlos III unas hojas de
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castaño con la castaña como complemento, y el lazo; la divisa de la reina blanca
de Navarra el lazo más su letra inicial; la del príncipe de Viana un lazo retorcido
con forma de tres ojivas góticas; la de casa de Navarra las plumas de pavo real….
Muy diferente era el escudo de armas, que tenía imágenes
representadas como señal de identificación del guerrero. Inicialmente no era un
emblema social, porque su función era defensiva para el combate personal. Los
primeros emblemas o distintivos que recogen tenían siempre una naturaleza
personal -es decir, pertenecían a una persona- o bien familiar ya por herencia o
donación.
En sus inicios, por ejemplo en el s. XIII, estas imágenes sólo
expresaban -según Faustino Menéndez Pidal- una mera diferenciación de quien
era el guerrero; carecían de cualquier sentido honorífico, e importaban más
como formas visuales que por un supuesto significado. Tampoco -dice- suponían
un recuerdo retrospectivo que tuviese un carácter programático de la realidad.
Eran fruto de significativas casualidades. Luego las Armas identificaron a un
guerrero peculiar, que en nuestro caso era quien tenía la potestas suprema.
Para dicho investigador, las armas de los monarcas anteriores al siglo
XII son una invención de los siglos XV y XVI. Por ejemplo, lo es el relieve del
gótico tardío que se encuentra en el monasterio de Oña, en el que Sancho el Mayor
(+ 1035) es representado con un escudo imaginario de las armas de Castilla,
Aragón y Navarra.
La imagen del escudo defensivo del rey, del estandarte real, del sello
oficial y del signum regis, expresaba una realidad asociada a la autoridad política
y personal del rey. El escudo del rey en cuanto tal, como portador de un emblema,
expresaba la dignidad del poder ejercido, la autoridad política, el poder supremo.
Este escudo regio era reconocible por sus signos externos -configuración material
y decoración- y expresaba la individualidad de la suprema potestas, y como tal
no admitía que se hiciesen copias. Este personalismo regio en las instituciones -
el valor de la persona con su propia jurisdicción- adquiría por entonces una gran
importancia.
Lo mismo diremos de las primeras banderas, que siguen un concepto
antiguo. Es decir, NO eran un anagrama de una empresa de producción o gestión,
ni una marca comercial; no se podía hacer una copia de ella, pues era un objeto
en sí mismo con valor propio e identificaba la persona del rey como tal. La
bandera era un emblema personal pero no colectivo.
Los contenidos heráldicos evolucionaron en el tiempo, según
las épocas, los gustos y los significados. Esto subrayaba la tendencia a la
continuidad y permanencia, que no la necesidad de injustificadas novedades.
Unas y otras modificaciones se realizaron por adición (nuevos hechos a ilustrar)
o sustracción de los elementos existentes (supresión).
El principal agente de cambio fueron los monarcas cuando hacían uso
de sus derechos heráldicos. Cada rey une en su escudo las diversas posesiones
sobre las que ejerce su jurisdicción, y también sus pretensiones si las tuviese sobre
vasallos y territorios vinculados o a vincular a su autoridad política.
También es posible el cambio o evolución cuando, avanzado el tiempo,
el escudo ya no se asocia expresamente a la autoridad política sino a una
comunidad. Los escudos se comenzaron a atribuir a territorios y comunidades
habiendo perdido totalmente tiempo antes su función militar.
Según Faustino Menéndez Pidal: “Hasta el fin de la edad media el
concepto propio es el de armas del rey de Navarra, vinculadas al territorio a través
de la persona del rey” (Gran Enciclopedia de Navarra… p. 375-6), o “la
17. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
16
vinculación de los emblemas heráldicos con el territorio se produce siempre por
el intermedio de una autoridad, de un poder” (Menéndez Pidal y Martínez de
Aguirre, p.75). En el siglo XIII era impensable que un emblema tuviese el carácter
de recordatorio social. El origen de las Armas del escudo es signo de la
autoridad regia (el sello personal del rey) que da unidad y gobierna la comunidad,
y no identifica un territorio o comunidad cívica (escudo del Reino).
Primero el escudo identificaba a quien ejercía la autoridad o
jurisdicción privativa sobre la comunidad y el territorio que esta habita, y sólo
después -y tras ello- identificará el territorio mismo. En efecto, a fines del s. XIV,
con la eclosión de la heráldica y desde luego en un nuevo clima cultural, los
escudos empezarán a representar hitos o hechos importantes a recordar
socialmente y por los que se ennoblecía una familia. Precisamente eso explica que
el Príncipe de Viana identifique las cadenas del escudo con las supuestas cadenas
de esa gran batalla que fue las Navas de Tolosa.
Modernamente y previo cambio de mentalidad, los escudos ya
configurados pasaron a ser utilizados y a identificar a cada pueblo. Así, la figura
del sello del monarca llegará al fin a representar el territorio del Reino, y no al
revés. La bandera resultará un emblema de representación colectiva, y será
propia de los siglos XIX y XX, y a diferencia del emblema personal, la bandera
admite muchas reproducciones.
Las diferencias son evidentes. El escudo del rey identifica la suprema
potestas, mientras que el del Reino identifica el todo socio-político o la
comunidad política. Es como afirmar: donde esté esa imagen, estamos todos y
por extensión los de todos los tiempos, los que son y el compromiso hacia los que
serán.
El sello regio depende de la voluntad de una persona, y el del reino es
fijo e intemporal, estando el mismo rey obligado a recibirlo.
El sello regio cambiará con el monarca, e incluso -si es el caso- tendrá
adiciones de otros territorios, mientras que el escudo del Reino se perpetúa y es
único y el mismo en todo el territorio. El escudo del gobernante de la res publica
será diferente al escudo que identifica esta última.
Que el escudo sea del Reino, puede conocerse -en nuestro caso- por
declaración como lo hizo Carlos III en el Privilegio de la Unión de Pamplona, o
bien por repetición en el tiempo, por abarcar el reinado de diferentes monarcas,
al sopesar los momentos cuando se utiliza, o también advirtiendo si está incluido
en otras enseñas y escudos de -por ejemplo- los municipios.
La cultura medieval estaba lejos del planteamiento racionalista e
ideológico, todo parecía más sugerente, abierto y flexible, más coherente con la
vida cotidiana, y desde luego poco problemático y no exento de cierta creatividad.
Las decisiones eran coherentes con cierta despreocupación en el hacer y con la
responsabilidad de realizar finalmente las cosas siguiendo unos criterios. Las
realidades se configuraban en situación de tránsito, con decisiones sencillas pero
coherentes con el ser de las cosas, las circunstancias y necesidades.
En Navarra se pasó del diseño del escudo personal del rey con la
imagen de una bloca, algo cambiante y carente de significado y valor simbólico, a
un diseño con significado simbólico y heráldico al convertir la bloca en carbunclo.
En general y salvo la excepción de Sancho VII, las adiciones se mantenían y no se
suprimían, permitiendo una ulterior configuración sumativa. Algo después, a
comienzos del s. XV, Carlos III formalizó el escudo del Reino de Navarra como
tal, con su simbolismo y exigencias heráldicas, convirtiendo final y
conceptualmente la bloca y carbunclo en eslabones de una cadena, aunque no se
18. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
17
representasen visualmente tales cadenas sino las formas anteriores. Además de
la complejidad de los inicios, en este trabajo nuestras observaciones visuales se
dirigen sobre todo al diseño posterior a Carlos III. Diremos que ambos diseños
-barras o cadenas- fueron en paralelo, para al final prevalecer las cadenas bajo
diferentes expresiones plásticas. De estos ejemplos ofreceremos un elenco
representativo en el último punto de este estudio. Por otra parte, una vez
formalizado el escudo como rey de Navarra, el monarca lo vinculará a los escudos
de sus otras posesiones y pretensiones, originando así un escudo final y personal
sobre sus vasallos y territorios, los que vemos por ejemplo vemos en las claves de
la catedral de Pamplona.
Los términos evolución o proceso por dinamismo o virtud propia, no
convienen del todo al escudo del Rey y del Reino de Navarra, porque en su origen
debe incidirse en elementos como la casualidad, las circunstancias, las
conveniencias heráldicas no preescritas, la voluntad del monarca y el deseo de
vincular los signos heráldicos -es decir, aquello (las cadenas) que se dice
representar- a grandes hechos de la historia, concretamente las Navas de Tolosa.
Luego, el paso de los siglos, las asociaciones realizadas por la colectividad, la
vivencia de ésta misma… fijarán lo que desde luego tiene un amplio origen y
depende de una conjunción de elementos. Por eso resulta tan extraña la
depuración del escudo por los puristas.
2.2. Los autores
El escudo de Navarra tiene su larga historia, sobre todo en la
diversidad de sus trazos visuales. Una vez configurado por decisión de Carlos III,
incluido el consejo de entendidos en los grandes hechos en la historia de Navarra,
se mantendrá idéntico durante más de seiscientos años. El tema está bien
explicado para el gran público en las enciclopedias digitales como Wikipedia.
Hoy se han corregido las exposiciones literarias que en su día
repitieron historiadores, por otra parte, concienzudos, detallistas, metódicos y
muy pegados a las fuentes escritas. A modo de ejemplo nos referimos a la
siguiente referencia a las Navas de Tolosa y el escudo del Reino:
“Los eslabones de las cadenas que rodeaban la tienda de
Miramamolín fueron entregados a Irache, Tudela y Roncesvalles,
figurando desde entonces en el escudo heráldico del reino, junto con
la esmeralda que lucía el turbante del caudillo sarraceno” (1). En
cursiva el error habitual y perdonable debido a figurar en la Crónica
del príncipe de Viana y en el Libro de Armería del s. XVI. Lo mismo
repite el autor, aunque atribuye la gran esmeralda a una tradición, en
su Historia General de Navarra (2).
Hoy sabemos que las Armas de Navarra -cadenas y la sinople
esmeralda- no surgieron inmediatamente a la gesta de 1212.
En otra ocasión Martinena Ruiz se preguntaba por el significado del
escudo del San Miguel de la portada de la iglesia de este nombre en Estella. ¿Este
escudo contenía las cadenas de Navarra o bien era el carbunclo cerrado y
pomelado de oro, cuya existencia anotan algunos armoriales franceses? Sin
responder en su texto, el ilustre investigador se remitía a la Crónica de los Reyes
19. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
18
de Navarra atribuida al príncipe de Viana, que luego mencionaremos, donde se
establece que las cadenas del escudo de Navarra se deben al trofeo obtenido en
las Navas de Tolosa (3).
En este tema es preciso
seguir a Faustino Menéndez Pidal y
Navascués (Zaragoza, 1924),
investigador de Cintruénigo. Los
trabajos del cirbonero son seguros en
este terreno, aunque no sean los únicos.
El autor ha recibido el premio Príncipe
de Viana en 2011 por su investigación de
escudos, sellos y otros emblemas. En el
Primer Congreso General de Historia de
Navarra (1986) -sus Actas fueron
publicadas por la revista “Príncipe de
Viana” en 1988-, identificó como
legendaria la creencia que las cadenas
del escudo de Navarra se vinculasen
inmediatamente en aquel tiempo a la
batalla de las Navas de Tolosa de 1212
(4). De una forma divulgativa ha
sintetizado sus estudios en las voces
“Escudo” y “Sellos” de la Gran
Enciclopedia navarra (5).
Ya antes, en 1974 Menéndez Pidal de Navascués investigó sobre el
importante Libro de Armería del Reino de Navarra (6). Años después, en 1982,
volvió a trabajarlo Juan José Martiñena, profundizando la historia del armorial
del Reyno y publicando sus páginas en facsímil y, esta vez, en gran formato (7).
En efecto, esta obra inserta 200 facsímiles de una mejor calidad que los recogidos
en el trabajo de Menéndez Pidal, aunque las imágenes de este último tengan no
obstante la suficiente calidad como impresión. Omitimos ahora explicar el
armorial de Vicente Aoiz de Zuza, estudiado por dicho Martinena, pues está
fechado a finales del s. XVIII, etapa ésta muy avanzada en el tiempo para nuestro
cometido heráldico.
Menéndez Pidal también es autor, en colaboración con el dr. Javier
Martínez de Aguirre, del libro titulado El escudo de Armas de Navarra, editado
en 2015 (8). Este libro tiene un formato pequeño pero su contenido goza de una
gran precisión. En él se explica la mentalidad medieval en la génesis de los
escudos, tan diferente al corte racionalista de nuestra época, amiga de
experimentar la sensación de dominio proponiéndose incluso un cambio de
mentalidades.
Un tercer libro de Menéndez Pidal, en colaboración con Mikel Ramos
y Esperanza Ochoa de Olza, se titula Sellos medievales de Navarra. Estudio y
corpus descriptivo, y fue editado en 1995 (9).
También interesan como recapitulación divulgativa las aportaciones
del autor en formato de entrevista, publicadas en “Diario de Navarra” en 1995,
2011 y 2015 (10).
Por último, hemos consultado de Menéndez Pidal su libro Matrices de
sellos españoles (siglos XII al XVI), de 1987 (11), en el que incluyendo a Navarra
se recogen 317 matrices sigilares de las cuales 13 representan un águila y ninguna
20. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
19
la imagen de cadenas. La matriz de bronce u otro metal es para sellar y la
impronta es su huella.
Las exposiciones o charlas grabadas de Luis Javier Fortún Pérez de
Ciriza, realmente didácticas por su claridad y sencillez, pueden verse en “Doble
12” www.youtube.com
Comparada con esta información, consideramos insuficientes las
noticias publicadas por la Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco,
Diccionario Enciclopédico Vasco (12), toda vez que las explicaciones de Faustino
Menéndez Pidal en la Gran Enciclopedia navarra (CAN, 1990, 10 vols., voces
Escudo y Sellos) son más extensas y precisas.
Las Armas de Navarra están ilustradas con toda elegancia y esmero en
las claves de las bóvedas de la catedral de Pamplona, estudiadas por Mikel Ramos
Aguirre (13).
Mucho se ha escrito sobre el escudo de los reyes de Navarra y luego del
Reino de Navarra, la naturaleza y caracteres de los sellos de cera regios, si
representan botones unidos por un carbunclo o bien cadenas, si hay corona o no
la hay -claro que la hay-, las formas y colores como evidencias palpables. Existe
un amplio material gráfico que ilustra dichos escudos, que pertenece a la historia
del arte (escultura y pintura), a la sigilografía, la numismática, la miniatura, los
armoriales y la impresión.
¿Qué añadiremos nosotros? Además de recordar la configuración
del escudo de Navarra según Menéndez Pidal, Martínez de Aguirre, Fortún Pérez
de Ciriza y Martinena Ruiz, realizaremos aportaciones puntuales (por ejemplo,
sobre los escudos del Libro de Armería y las cadenas del escudo de Pamplona), y
examinaremos los diseños y evolución de escudos representados bajo diferentes
soportes. Tales son los sellos de cera de validación regia, la numismática, las
claves de arcos esculpidos y pintados de la catedral de Pamplona, claves estas
adornadas con los escudos de los mecenas regios de la casa de Evreux.
Añadiremos el diseño de diferentes escudos labrados en piedra de distintas
procedencias, la evolución gráfica del escudo de Pamplona según el privilegio de
la Unión de 1423, los dibujos del Armorial o el Libro de Armería, y otros escudos
impresos en las Leyes del Reino y los Annales del Reino de Navarra escritos por
competentes historiadores de aquella época.
No obstante, omitiremos otras fuentes también interesantes como las
representaciones de los textos miniados, las pinturas de la imagen ecuestre de -
quizás- la reina Catalina, miniaturas documentales, la ornamentación de
iniciales, ajuares de las instituciones, cálices donados por los reyes, elementos de
representación como veneras, mazas, timbales, elementos de uso institucional
como urnas de votación etc.
3.2. Sellos de cera, capiteles e inscripciones de
Sancho VI a Teobaldo II.
Según algunas leyendas antiguas, el campo del escudo de Navarra era
el color rojo. García Arancón sintetiza así la evolución, siguiendo los pasos de
Menéndez Pidal:
21. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
20
“Bajo los reyes champañeses se desarrollan por primera vez las
armas de Navarra. Su origen está en el escudo de guerra del sello
ecuestre de Teobaldo I. Las supuestas cadenas, trofeo de la batalla de
Las Navas de Tolosa, son, en realidad, la bloca o armazón del escudo
en triángulo curvilíneo y así se representan las armas de Navarra y
Champaña en los capiteles de la catedral de Tudela. Bajo Teobaldo II
la bloca o carbunclo se transforma en emblema heráldico, ocupando la
parte derecha del blasón, mientras que en la izquierda figuran las
bandas con cotizas del condado de Champaña” (14).
Esta síntesis finaliza con Teobaldo II, y omite, por no ser objeto de su
estudio, las novedades que supuso la casa de Evreux, concretamente Carlos III.
Recordemos al lector que sobre los Teobaldos es interesante el libro de Mª Raquel
García Arancón, titulado La dinastía de Champaña en Navarra (15).
La primera impronta de sello de validación -no sello de cierre- en
Navarra es del rey Sancho VI el Sabio (1150-1194), concretamente entre 1189
y 1193, aunque ya sellaba desde 1157. No se trata del escudo de Navarra, sino del
sello personal de validación diplomática de Sancho VI, que representa un
caballero ecuestre con un escudo. En los siglos XII y XIII era frecuente que el
escudo fuese normando o amigdaloide. La estructura de madera del escudo
defensivo y apto para la batalla estaba reforzada por una bloca abierta que carecía
de valor emblemático.
Según Menéndez Pidal y Martínez de Aguirre, el término castellano
bloca procede del francés (boucle, de ahí bocla, bloca), y derivó en broquel
(bouclier). El escudo de madera tenía una bloca o refuerzo en su centro, del cual
irradiaban ocho listeles, barras o barretas metálicas -lisas y radiales-
abiertas. Así el escudo cumplía adecuadamente su función militar. La bloca era
la zona central del escudo, pero conforme a un traslado de significados dará
nombre al conjunto metálico completo que lo refuerza estructuralmente o exhibe
como adorno distintivo. La bloca más primitiva, la de Sancho VI, no llegaba al
borde del escudo de madera, esto es, se encontraba abierta, de modo que las ocho
barretas mencionadas terminaban en ocho remates con florones (floronados o
ancorados, según Menéndez Pidal). Ya explicaremos cómo en los primeros años
del s. XIII y con Teobaldo I, monarca procedente del condado francés de
Champaña, las barretas se unirán a otra que bordeaba el escudo, quedando así la
bloca cerrada. Pero será más tarde, con Teobaldo II, cuando dicha bloca se
utilizará como un emblema debido a “la costumbre de disponer emblemas
heráldicos sobre el escudo” (Menéndez Pidal), y se realizará poniendo un rubí en
su centro que se pasará a llamar carbunclo. Por lo mismo que la bloca, se
denominará carbunclo al conjunto de barretas del escudo de los sellos y no sólo a
la parte central del mismo.
22. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
21
Pero volvamos
al rigor cronológico en la
sucesión de monarcas.
Sancho VII el Fuerte
(1194-1234) sucedió a
Sancho VI y precedió a los
Teobaldos. Él jamás
empleó las “cadenas” o el
carbunclo en sus sellos, ni
como signo de validación,
ni como emblema
heráldico. Desde 1214
introdujo el sello de cera
con la figura ecuestre del
monarca. La
representación del águila
era en él una señal, un
signum regis que se puso en
muchos documentos, y no
un escudo de armas o emblema de identificación. El águila era el emblema de su
abuela por parte de madre. Así mismo, también utilizó unos leoncillos por ser
nieto del emperador Alfonso VII de Castilla.
Menéndez Pidal recoge 13 matrices de sellos españoles -incluyendo a
Navarra- de los siglos XII al XVI, con la figura animal del águila. Ninguno de ellos
es de Navarra y la imagen que se representa es bastante diferente a la de los sellos
de Sancho VII el Fuerte.
En 1234 llega una nueva Dinastía, el citado Teobaldo I -IV conde de
Champaña- que accede al trono de Navarra. De este monarca y del sucesor nos
explayaremos más que de los anteriores. La Casa Champagne, que ya hemos
citado, procedía de Francia, de modo que los siglos XII a XV reflejarán influencias
francesas en la Corte navarra. Esta Casa estaba inserta de lleno en la tradición de
Centroeuropa y era económicamente muy solvente. Sobre las Armas de la casa de
Champagne, la Crónica de los Reyes de Navarra del Príncipe de Viana de 1453-
1455, Libro III cap. I, o cap. XVI, dice lo siguiente:
“E llevó por armas, este rey Don Teobaldo, dichas cadenas,
partido el escudo en palo con las armas de Champaña, que son el
campo de azur con una banda de plata en una parte y de oro en la otra”
(estudio y edición de Carmen Orcástegui Gros, 2002, pág. 150).
Pues no, no eran cadenas, sino bloca o carbunclo. La Crónica del
Príncipe de Viana adelanta a Teobaldo I lo que es atribuible a Carlos III, pues fue
éste quien interpretó la bloca como cadenas.
Ahora bien, con Teobaldo I y su sucesor Teobaldo II comienzan unos
cambios -no diremos un camino y menos un proceso que o es consciente o tiene
un sesgo de obligatoriedad- que son casuales e inconscientes para el conjunto,
pero a raíz de los cuales Carlos III tendrá la justificación heráldica para dar un
nuevo paso e interpretar la bloca o carbunclo -por entonces barras con
botoncillos- como cadenas y la sinople -piedra preciosa verde- como esmeralda.
Pues bien, Teobaldo I (1234-1253) creó su sello influido por varias
circunstancias. El hecho de inaugurar la nueva dinastía accediendo al trono de
Signo -que no escudo- de Sancho VII el Fuerte
23. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
22
una forma poco rigurosa, hizo que buscase la continuidad con su abuelo Sancho
VI -de escudo blocado- y no con su tío Sancho VII, con quien además tuvo sus
diferencias y por quien había sido desheredado. Por otra parte, el Fuero Antiguo
(cap. I) estipulaba que el monarca extranjero debía tener sello propio como rey
de Navarra con el objeto de que el reino conservase su personalidad, disposición
que luego recogerá el Fuero General de Navarra en el mismo capítulo.
Esto hace concluir a los autores que el escudo del rey Teobaldo I:
“(…) no es pues producto de una idea premeditada, de una
intención conmemorativa o simbólica, de un proceso racional y
riguroso. En su formación influyeron circunstancias muy diversas e
imprevistas: un cambio de dinastía, un nuevo rey enemistado con su
predecesor, una exigencia de sus súbditos, etc.” (Menéndez Pidal,
Martínez de Aguirre p. 42).
El nuevo monarca utilizó la bloca pero, como elemento diferenciador,
la cerró, la pintó completamente de rojo, y en algunas ocasiones -en los capiteles
de Tudela- el escudo se separó de la persona que lo lleva.
Comentaremos dos casos para mostrar que a mediados del s. XIII, la
categoría heráldica de la bloca no estaba consolidada en Navarra, sino que
conservaba su carácter de adorno y refuerzo del escudo. En efecto, Menéndez
Pidal, Martínez de Aguirre y Fortún Pérez de Ciriza afirman que la estructura de
bloca en los escudos de Teobaldo I - capiteles de Tudela y sellos de validación-
todavía no representaba nada y carecía de cualquier simbolismo, siendo la bloca
tan sólo un refuerzo estructural del escudo.
Primer ejemplo. Lo expresan varios escudos de Navarra con bloca
cerrada y pintados de rojo, paralelos a los del condado de Champaña, en unos
capiteles de la catedral de Tudela que luego explicaremos detenidamente, quizás
en respuesta al color azul del escudo de Champaña ahí presente. Que esta bloca
fuese un refuerzo del escudo de guerra, nunca un escudo heráldico, lo afirman
Menéndez Pidal y Martínez de Aguirre al decir: “la bloca se representa sobre la
totalidad del escudo también en la mitad correspondiente a Champagne, lo que
prueba que su carácter no era aun totalmente heráldico” (o. cit. p. 43-44).
Según Faustino Menéndez Pidal:
“Teobaldo (I) (rey de Navarra de 1234 a 1253) no quiso inventar
el escudo de navarra, le salió por chiripa. De cuando llega a Navarra
hay documentos que tenían sellos que no se han conservado. ¿Qué
pasó? Podemos pensar que los selló como conde de Champaña y que
eso en Navarra sentó mal. Le dirían que tenía que hacer como los reyes
de España, no como los señores franceses. Y como el Fuero Antiguo le
exigía tener un sello para sus mandatos como rey de Navarra, Teobaldo
presentó un sello con un escudo de guerra análogo al de su abuelo
(Sancho el Sabio). Eso sí, amoldó las maneras gráficas a las formas
francesas. Pero aquello era un escudo de guerra con un refuerzo (la
bloca), no un escudo heráldico. Un detalle: en los capiteles de la
catedral de Tudela hay una pareja de escudos, uno de ellos partido de
Navarra y Champaña. La bloca incluye la parte francesa. Es decir, el
que los hizo pensó que eso era un refuerzo de guerra, nunca un escudo”
heráldico (entrevista, “Diario de Navarra” 1-XII-2015, p. 60 y 61, con
ocasión del escudo de Navarra).
24. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
23
Así pues, con Teobaldo I no apareció el primer escudo de
Navarra en rojo, pero sin cadenas, porque “es más que dudoso” que esta
representación se hubiese interpretado en su época como escudo del reino por
separado, y además no tiene un carácter totalmente heráldico. Quizás por esto
Menéndez Pidal afirme que Teobaldo I no quiso configurar el escudo de Navarra,
sino que le salió por chiripa, pues sustituir las barretas por cadenas será iniciativa
de Carlos III unos dos siglos después.
A ello se suma otro ejemplo, este sobre la bloca del escudo del
caballero representado en el sello regio de Teobaldo I. El escudo es triangular y
no cuadrangular, y tiene las barras rectas, pero sin globulillos, aunque están
cerradas porque llegan al borde del escudo. Por otra parte, y en ese sentido de
carecer un sentido heráldico, el escudo tiene varios adornos en el centro, pero
nunca un rubí o carbunclo -ni esmeralda como después se dirá del escudo de
Navarra- y menos aún un eslabón central de una inexistente cadena. Más
definitivo es que las gualdrapas o cubiertas del caballo sean lisas y no lleven las
barras del escudo porque éstas se consideraron únicamente un elemento
estructural del escudo de guerra y todavía no un emblema heráldico.
¿Cómo la bloca del escudo tendrá con el paso del tiempo un valor
emblemático? Repetimos que el emblema y el escudo son originalmente
realidades muy diferentes. Según Menéndez Pidal y Martínez de Aguirre:
“La copia por Teobaldo I de un modelo preheráldico, el de su
abuelo Sancho VI, anticuado ya, ocasionó una transposición de
sentidos y lo que en el sello era escudo de guerra fue tomado por
emblema del rey de Navarra. Ese escudo, tal como allí aparece,
comenzó a ser reproducido, ya solo, en los lugares, y la bloca acabó por
considerarse inseparable y, en consecuencia, con valor emblemático”.
¿Dónde hay escudos de Teobaldo I como rey de Navarra tallados en
piedra?
Primero señalemos un
ejemplo negativo. Existe una
representación de un escudo que ha
dado qué hablar. Desde luego no es
el escudo de los Teobaldos. Aunque
el diseño del escudo del arcángel de
la imagen, situado en la portada
románica de San Miguel de Estella,
parece que tiene cadenas, sin
embargo Menéndez Pidal, Martínez
de Aguirre y Fortún Pérez de Ciriza
aseguran que no lo son, en contra de
lo que algunos han creído. La
afirmación de Redón está muy lejos
de la realidad, porque ni son
cadenas, ni Sancho VII las puso en su
escudo sobre elemento alguno
preexistente.
Vengan ahora ejemplos
positivos. La bloca del sello de
25. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
24
Teobaldo I, considerada como refuerzo metálico del escudo de madera, puede
verse en varios soldados tallados en un capitel del palacio románico de Estella, y
en varios caballeros enfrentados y representados en un capitel de Villamayor de
Monjardin, castillo y localidad próximos a Estella, ciudad del Ega. También en
estos casos, la bloca carece de valor emblemático.
A continuación, ampliaremos los relativo a los capiteles de Tudela. De
viaje por Navarra es preciso visitar la bella ciudad de la Mejana. El paseante que
vagabundea por las castizas calles de la amplia parte vieja llega a la catedral de
Santa María, de gran tamaño y bellísima factura. Hemos visitado exprofeso la
catedral para examinar los capiteles de nuestro interés.
Observamos la existencia en sus naves de cinco capiteles triangulares
con un escudo individual blocado con barretas, y de cuatro conjuntos con dos
escudos triangulares acodados cada uno de ellos. Estos escudos con blocas no son
emblemas, sino que la bloca es un refuerzo estructural del escudo.
Los primeros están debajo de la bóveda central.
De los cuatro conjuntos, situados en los capiteles de las columnas a
ambos lados de la nave mayor entrando por el pórtico del Juicio Final, dos
escudos están si labrar a diferencia de su correspondiente escudo acodado que
representa las armas del rey de Navarra -a la derecha del espectador en un caso y
en el otro a la izquierda-. Los otros dos conjuntos tienen dos escudos acodados
cada uno y están totalmente labrados: en cada pareja hay un escudo con las armas
de Navarra (en el capitel de la derecha del espectador), y el otro es el escudo de
armas de Teobaldo como conde de Champaña (a la izquierda). Digamos algo de
este último escudo que, al igual que el escudo de su hijo Teobaldo II, está
dimidiado, es decir, está partido en dos partes iguales a derecha e izquierda,
disponiendo el lugar para ambos escudos familiares de Navarra y Champaña.
Entre ambas mitades hay una bloca, lo que indica que no era comprendida como
emblema sino como refuerzo estructural del escudo militar (Menéndez Pidal,
Martínez de Aguirre p. 42). La parte derecha del escudo (izquierda para el
26. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
25
espectador) contiene las armas de Teobaldo I como rey de Navarra que son las
más importantes del conjunto, y la izquierda del escudo (la zona derecha del
espectador) las armas del conde de Champaña. El emblema de la Casa de
Champaña es de color azul, terciado por una banda y dos cotizas, mientras que el
escudo como rey de Navarra es rojo y tiene barretas y carbunclos.
Decimos que, en el caso de los escudos de los capiteles, las armas de
Teobaldo como rey de Navarra tienen blocas, parte de los escudos están pintados
de rojo, y la bloca consta de ocho rayos o lísteles o barretas, que no son emblemas
sino un refuerzo estructural del escudo, aunque estén representados con
independencia de la figura del rey, lo contrario al caballero ecuestre de Teobaldo
I de los ya citados sellos reales. Las barras carecen de botones y se unen en un
cuadrilóbulo en el centro. Pues bien, “la bloca se representa sobre la totalidad del
escudo también en la mitad correspondiente a Champagne, lo que prueba que su
carácter no era aún totalmente heráldico” (o. cit. p. 43-44). Por eso “Es más que
dudoso” que esta representación se hubiese interpretado en su época como
escudo del reino por separado, y no tiene un carácter totalmente heráldico
(Menéndez Pidal, Martínez de Aguirre, p. 43-44).
Si nos referimos a los colores utilizados en los dos conjuntos que están
totalmente labrados, el escudo de Navarra tiene en rojo su parte derecha e
izquierda, y su acodado está dimidiado, representando en rojo (gules) el escudo
del rey de Navarra, y en azul (azur) el escudo del conde de Champaña. Esto era
en los días de Teobaldo I. Los capiteles, que hemos fotografiado “in situ”, son los
siguientes.
27. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
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El elemento central de esta bloca no es una imagen cuadrilobulada sino una flor de lis.
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La bloca del escudo dimidiado izquierdo se extiende en la parte de los colores del reino de
Navarra, pero también en los del condado de Champaña, lo que indica que la bloca seguía
entendiéndose como refuerzo defensivo y no un motivo heráldico. Súmese a ello la forma
triangular, y la falta de carbunclo o gema, entre otros aspectos.
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Hasta aquí nuestra identificación de los capiteles de la catedral
tudelana, con los escudos Teobaldo I como rey de Navarra y conde de Champaña,
que en ningún caso es el escudo del Reino de Navarra. Los recursos estilísticos
son góticos, aunque la catedral sea románica, pudiendo proceder el maestro
escultor del norte de Europa. Aunque estos capiteles son las muestras más
antiguas del escudo de armas del rey de Navarra, pero no llevado sobre su
propia persona, sin embargo, la estructura de bloca todavía nada representa, y
carece de simbolismo.
Pongamos otro ejemplo de lo mismo ajeno a la piedra labrada y
perteneciente a la orfebrería. Ese son los esmaltes que embellecen el cofre
llamado de San Luis, conservado en el Museo del Louvre, en el que aparece un
escudo dimidiado (ya explicado) con el emblema heráldico de Navarra y
Champaña. Este escudo no pasa desapercibido en esta preciosa pieza debido a su
destacado color.
A raíz del sello y escudo personal de Teobaldo I con sus armas siendo
rey de Navarra -aún no escudo del Reino- y para anunciar el desarrollo ulterior,
afirma el autor:
“(…) desde el siglo XIII fue empleado un emblema, entonces
nuevo, cuya forma hizo pensar muchas décadas más tarde en las
cadenas del rey Sancho VII. Por esta razón escribiremos “cadenas”, con
comillas, cuando nos refiramos al emblema en la época en que todavía
era llamado carbunclo. Retiraremos las comillas a partir de las
referencias del siglo XV, cuando, independientemente de su origen,
quienes lo contemplaban veían en él la representación más o menos
fidedigna de una sucesión de eslabones que irradiaban a partir de una
esmeralda” (Menéndez Pidal y Martínez de Aguirre, o. cit., p. 6).
Llegamos al reinado de Teobaldo II (1153-1270), en cuyos sellos se
mantienen los cambios que empezaron con su padre. Sin embargo, ahora se
experimentarán dos cambios, debido a que a los tratadistas de heráldica el
término bloca les pareció vulgar. En primer lugar, la bloca -que sigue cerrada-
tomó un contenido heráldico, cambiando su nombre por el heráldico de
carbunclo, con una piedra roja en el centro de color rojo, modificada luego en
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verde a finales del s. XIV. Además, aparecen una sucesión de botoncillos en las
barras de la bloca, que luego Carlos III interpretará como cadenas. Todos estos
cambios pasarán a los armoriales de centroeuropa debido a la poderosa influencia
de los condes de Champaña en la política del momento.
Comencemos por la aparición del carbunclo heráldico. La aparición de
este elemento heráldico es paralela al hecho que, en sus dos sellos oficiales de
validación de 1253-1256 y luego de 1256-1270, la figura ecuestre del rey tiene un
escudo que representa la bloca que no era de guerra sino heráldica debido a
que con esta también se adornaban las gualdrapas del caballo.
Esto y la combinación de las armas de Navarra y Champaña, significa
que tales signos ya tenían una categoría heráldica o emblemática.
Puede decirse que a partir de 1259 la bloca central del escudo se transforma
adquiriendo un contenido emblemático (Menéndez Pidal y Martínez de
Aguirre), que en el lenguaje heráldico se denomina -por semejanza formal-
carbunclo. En efecto, en los tratadistas heráldicos de las diferentes monarquías,
el término bloca llegó a considerarse algo vulgar, a sustituir por algo más noble.
Se comenzó a magnificar un diseño estructural, proceso que consumará Carlos
III cuando interprete tal imagen como cadenas.
“Con ello no pretendían identificar un objeto representado, sino
denominar de modo comprensible una forma ya por entonces
difundida (…) se aplican a la figura de las armas de Navarra por mera
semejanza formal, sin pretender identificarlas con lo que designan.
Probablemente, qué objeto representaban esas armas es una pregunta
que nadie se hacía en los siglos XIII y XIV, porque tanto ésta como las
demás figuras heráldicas no dependían de ello para nada, ni en el
mecanismo de su repetición, que se hacía siempre visualmente,
recordando o copiando una forma vista, ni en el de su significación,
aneja a la propia forma y no a aquello cuya imagen era” (Menéndez
Pidal y Martínez de Aguirre, p. 46-47).
De por sí, el carbunclo es el rubí central, donde convergen las ocho
barras de la bloca que eran como rayos. Es una piedra preciosa legendaria capaz
de iluminar en la noche y en el ámbito de cualquier oscuridad, que se engasta en
el centro del escudo. Es como un rubí rojo (gules) o un carbón encendido. Al final,
el término carbunclo del centro del escudo pasará a denominar el conjunto, por
lo mismo que antes, el término bloca, que también estaba en el centro del escudo,
pasó a denominar el conjunto de barretas. De este modo, el carbunclo se
identificará con las barretas unidas al centro del escudo, donde se engasta el
carbunclo propiamente dicho o rubí. Primero la piedra brillante fue de color rojo
(gules), y sólo a fines del s. XIV se convertirá en verde (sinople), para
transformarse por la cancillería de Carlos III en verde “a manera de esmeralda”,
lo que coincidirá con la legendaria esmeralda verde del turbante del almohade
Miramamolín.
La segunda novedad con Teobaldo II es que, en los enlaces y recorrido
de las barretas, aparecerán habitualmente unos ensanchamientos globulares,
unas esferillas intercaladas, separadas a la misma distancia, que se les llaman
bolas o clavos, remaches, bolitas, discos o botones, botoncillos, bezantes
(monedas de oro de Bizancio o círculos dorados), círculos, pomas y marro. Estos
tachones se colocan a lo largo de los listeles o barretas que por ello ya no son lisas,
sino que tienen la forma de perlado, es decir, de abundantes semiesferillas en
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cada tramo o sucesión de botoncillos. Según Menéndez Pidal en la Gran
Enciclopedia navarra (1990), este modelo con pequeños círculos ya lo utilizó
Teobaldo I. Esta novedad no tiene relación con las gemas que solían adornar las
barretas, pues en Navarra siempre fueron -antes y después- lisas. Ya hemos dicho
que más tarde, con Carlos III, las barretas con esferillas y botones se
interpretarán como cadenas.
El escudo -y es el tercer cambio- de forma triangular pasará a tener
una forma rectangular, siendo curvo su lado inferior.
Así dicen Menéndez Pidal y Martínez de Aguirre:
“Sin embargo, en 1234-1237 los escudos representados en las
figuras ecuestres de los sellos ya no eran de guerra, sino heráldicos. La
copia por Teobaldo I de un modelo preheráldico, el de su abuelo
Sancho VI, anticuado ya, ocasionó una trasposición de sentidos y lo que
en el sello era escudo de guerra fue tomado por emblema del rey de
Navarra. Ese escudo, tal como allí aparece, comenzó a ser reproducido,
ya solo, en otros lugares, y la bloca acabó por considerarse inseparable
y, como consecuencia, con valor emblemático. El actual escudo de
armas de Navarra no es pues producto de una idea premeditada, de una
intención conmemorativa o simbólica, de un proceso racional y
riguroso. En su formación influyeron circunstancias muy diversas e
imprevistas: un cambio de dinastía, un nuevo rey enemistado con su
predecesor, una exigencia de sus súbditos, etc.” (o. cit. pág. 42).
Efectivamente, las imágenes, su localización y utilización iban
cambiando paulatinamente preparando inconscientemente el terreno para que
Carlos III interpretase el carbunclo como cadenas, y que estas recordasen las
Navas de Tolosa fijando así la memoria colectiva que efectivamente existía sobre
dicha victoria.
Creemos que Menéndez Pidal insiste más en las exigencias heráldicas
de cada momento -si las hubiese- debido a su especialidad, lo que le lleva a decir
que una cosa es el término cadenas y otra que estas procedan de las Navas de
Tolosa. En sí mismo esto es cierto, y habrá que demostrar la estrecha vinculación
entre la batalla, el rey Sancho y las cadenas. Por su parte, Fortún Pérez de Ciriza
tiene muy en cuenta el contexto histórico, y la presencia de las cadenas en varios
cronistas, por lo que a las consideraciones del heraldista él añade el significado
que las cadenas tuvieron ya en el momento que Carlos III interpretó el carbunclo
como tales en el escudo regio de Navarra.
Si identificamos elementos escultóricos, Teobaldo II repitió el escudo
dimiado de Navarra y Champaña -fijo ya en los citados capiteles de Tudela en
tiempos de Teobaldo I- en la iglesia de Santo Domingo de Estella, aunque el
edificio data de la segunda mitad del s. XIII. Este escudo alcanzará una gran
profusión en documentos y diferentes armoriales europeos de 1275-1285, en los
que las armas de Navarra aparecen blasonadas con el carbunclo.
El sello de Enrique I de 1273 representa al rey ecuestre, apreciándose
las armas de Navarra en el escudo, así como en el ropaje del caballo. Una vez más,
el escudo está dimidiado con las armas de Navarra y Champagne, como el de sus
descendientes Juana I etc.
Con Felipe III de Evreux comienza la división del escudo en cuatro
partes iguales (cuartelado), dos a la izquierda y dos a la derecha, combinando sus
armas personales como rey de Navarra con las de otros territorios. Carlos II el
Malo (1349-1387) dará preferencia a sus derechos sobre Navarra en dichos
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cuarteles al invertir su orden. Le sucederá Carlos III el Noble (1387-1425), del que
hablaremos después. Por su parte, Juan II de Aragón (1441-1479), esposo de la
reina doña Blanca, añadió las armas de Aragón y la combinación en cuartelado
en aspa de Aragón, Castilla y León. También otros monarcas realizarán sus
pequeñas aportaciones.
El sello rojo y plica de seda verde de Fernando el católico, titulándose
“rey de Navarra” desde finales de agosto de 1512, representa las armas de Navarra
con el diseño antiguo de carbunclo.
3.3. Carlos III: criterio heráldico y conmemorativo.
Es en un contexto muy preciso cuando Carlos III configura las armas
de Navarra, queriendo convertir en armas del Reino un diseño estructural previo
que ahora se magnificaba. A estas armas de Navarra se sumarán las armas de
otras posesiones y pretensiones del monarca, formando así plenamente el escudo
del rey conforme a la costumbre existente.
El momento político de la aparición conceptual de cadenas en el
escudo de Navarra a comienzos del s. XV, es muy interesante, porque la casa de
Champaña y sobre todo después la de Evreux, se caracterizaron por la
restauración de la autoridad regia, la introducción de los ritos de la monarquía
del universo cultural francés con el consiguiente “rearme mental” y cierta
“navarrización” de los funcionarios (García Arancón). Súmese la reconstrucción
de los resortes del poder, la mayor magnificencia y protocolo reales encaminados
a la exaltación de la realeza, la reordenación de la documentación, la atención al
ajuar y protocolo en general, la mejora de la heráldica y el interés por la
representación, y el cultivo de la miniatura. Esto, más la proliferación y
embellecimiento de los castillos como mansiones señoriales, el auge de la
caballería, el detallismo en las representaciones etc. muestran que eran
momentos de un gran auge cultural.
La cancillería real y la heráldica navarra ofrece un largo recorrido de
sellos regios hasta que Carlos III configuró, casual y finalmente, el concepto
cadenas en el escudo, aunque visualmente todavía no se representasen como
tales, sino mediante el tradicional diseño anterior de barretas trenzadas (antes
bloca) con botones, unidas por un carbunclo. Hemos dicho que este diseño
tradicional se mantuvo largo tiempo, interpretándose por todos como cadenas,
para desaparecer lentamente a comienzos del siglo XVIII.
No creemos que Carlos III consolidase leyenda alguna porque son
muchos autores de aquella época los que afirman la veracidad de la supuesta
leyenda.
Tanto en la aparición conceptual de las cadenas a comienzos del s. XV,
como en la expresión posterior visual del escudo, hubo cierta libertad para
identificar un escudo que de ser del rey como autoridad, pasará a ser escudo del
Reino. Conceptuadas las cadenas por Carlos III, bastaba que hubiese algunos
elementos similares a eslabones y a veces la esmeralda, para realizar la asociación
subjetiva entre el concepto cadenas y la imagen que de una u otra manera decían
representar, aunque muchas veces no las reflejasen visualmente. De ahí que se
mantuvieron los listeles o barras anteriores a comienzos del s. XV. Todavía más,
y ocurrió el efecto inverso, y es que una vez ya configuradas las cadenas
visualmente como eslabones, el diseño podía simplificarse creando unas barretas
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unidas en un pequeño botón con un vacío interior en el lugar de la esmeralda
central. Lógicamente la corona regia que sigue el modelo general del momento.
La batalla de las Navas de Tolosa de 1212 y la presencia de Sancho VII
el Fuerte en ella, no supuso que dicho monarca y sus sucesores más inmediatos
cambiasen el escudo regio, ni tampoco supuso la evolución de las formas de este
hacia otras más heráldicas. Ocurrida esta evolución por motivos casuales, aunque
también heráldicos desde Teobaldo I, fue Carlos III quien dio el paso final, ya por
motivos heráldicos (las cadenas eran más nobles que el carbunclo) y de
conmemoración y recuerdo histórico -ennoblecedor y pedagógico- para un
escudo que de ser del rey de Navarra se dirá también escudo de Navarra. El s. XV
gozó de una atención especial hacia la heráldica y al simbolismo incluso colectivo.
Así, la conmemoración de las Navas de Tolosa expresaba inquietudes, valores,
vivencias y la configuración real del imaginario popular y peculiar del Reino de
Navarra.
Para quien llega por primera vez a Pamplona, Carlos III de la Casa de
Evreux, el rey mecenas y cortesano -el Noble- de origen francés entre 1387 y 1425,
se encuentra representado en una efigie de cuerpo entero y bulto redondo en
metal al inicio de la avenida que lleva su nombre en Pamplona, justo a la salida
de la actual plaza del Castillo. Se trata de una representación realista, pues refleja
el rostro de la talla que adorna el precioso sepulcro conservado delante del
presbiterio de la S.I. Catedral, cuyo autor es Janín de Lomme (+ 1449). También
su esposa está retratada en dicho sepulcro a su izquierda. De ese rostro o retrato,
se ha obtenido dicha efigie. Mencionar aquí este realismo no es vano, pues
muestra la relación entre significante y significado. Una vez designado el término
“cadenas”, ¿por qué no dibujarlas siempre que se pueda, en atención al mayor
realismo de la época? Claro que esto es una suposición, pero se coordina
perfectamente con la tendencia al realismo y la miniatura descrita por Huizinga
en su conocida obra El otoño de la Edad Media (1923 y corregida en 1927).
Según Menéndez Pidal:
“Quizá es en tiempo de Carlos III cuando se admite que las armas
de Navarra están constituidas cada vez más hacia eslabones enlazados
y así se describen en la propia cancillería real” (Gran Enciclopedia
navarra, 1990, voz Escudo).
En algunas descripciones de la misma cancillería se menciona un
“punto de sinople” en el centro -un color verde esmaltado-, recuerdo del
carbunclo anterior, convertido en esmeralda cuando se muestren cadenas y se
refieran a la batalla de las Navas de Tolosa.
Con Carlos III el Noble el número de botones o clavos, es decir el
“perlado” en los listeles, se reducirá, y el término carbunclo se aplicará a la
totalidad de la red de botones y rayas que los unen. Así, se dirá: carbunclo
cerrado y pomelado de oro. Los listeles y esferillas se transformarán
nominalmente en “cadenas”, pues antes no lo eran ni en la forma ni en el nombre.
Quede claro que el paso a la denominación de cadenas -no hablamos
de su diseño- fue cuando tuvieron que dar un nombre a las rayas que partiendo
antes de la bloca central -término que hemos dicho se extenderá al todo el
refuerzo del escudo-, ahora partirán del carbunclo o rubí situado igualmente en
el centro, y que como el caso de la bloca pasará a denominar al todo:
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“Entonces -dice Menéndez Pidal- le dan el nombre de algo a lo
que se parece: las cadenas. Los nombres heráldicos tienden a formarse
a partir de cosas parecidas, o de algo a lo que recuerdan” (entrevista,
“Diario de Navarra” 1-XII-2015, p. 60 y 61, con ocasión del escudo de
Navarra).
Menéndez Pidal recapitula así:
“(…) esas cadenas surgen como una evolución paulatina desde un
sello en el que aparecía el rey Teobaldo I con un escudo de guerra
reforzado con una pieza llamada bloca. Conforme pasó el tiempo, el
dibujo de esa bloca se fue pareciendo más a unas cadenas cruzadas,
dejó de ser un mero elemento del dibujo y se convirtió en emblema de
Navarra, sin que la famosa batalla tuviera nada que ver”, afirma el
periodista con los datos del autor entrevistado (entrevista, “Diario de
Navarra” 1-XII-2015, p. 60 y 61, con ocasión del escudo de Navarra).
Corregimos al texto del periodista diciendo que la batalla sí tuvo que
ver, pues Carlos III tenía todo el conocimiento para asociar las cadenas a la
batalla, esta se encontraba de una forma destacada en el imaginario de los
navarros, se podían conmemorar los dos siglos desde tan glorioso suceso, y era la
mejor forma de magnificar la imagen del diseño estructural. Como la
interpretación de la bloca o carbunclo como cadenas tiene lugar antes que
aparezcan representadas estas visualmente, término y representación visual no
corren parejas. Así, primero fue el nombre y con el tiempo será la representación
o realidad visual. Por ejemplo, las claves de la catedral de Pamplona de la época
de Carlos III representan únicamente el carbunclo cerrado y pomelado de oro.
Dicho de otra manera, el nombre de “cadenas” tiene un
inventor que quiso designar con facilidad y realce los tramos o segmentos
que unían los botones de la “red” o carbunclo que configuraba el escudo. Ahora
bien, no por designarlas las dibujaron, por lo que una cosa el término de
“cadenas” y otra la forma que adquirían. También hoy día vemos que las
representaciones de las cadenas de no pocos bordados se simplifican como
carbunclo debido a la complejidad del diseño.
¿Qué contexto movió a Carlos III al vincular las cadenas a las
Navas de Tolosa? Los elementos son tres según Fortún Pérez de Ciriza: la
existencia de la batalla, la presencia y acción decisiva de Sancho VII para la
victoria de los cristianos, y la mención o no de las cadenas.
El cronista Ximénez de Rada -presente en la batalla-, menciona la
batalla y la acción decisiva del rey navarro Sancho, pero omite hablar de las
cadenas. Blanca de Castilla, nada menos que hija de Alfonso VIII y reina de
Francia, escribió una carta privada a Blanca de Navarra y condesa de Champaña,
atribuyendo al rey Sancho VII la iniciativa del ataque final sobre el palenque de
Miramamolín, aunque no por eso menciona las cadenas. Lo mismo diremos del
texto de Guillermo de Tudela, coetáneo a los hechos, que omite las cadenas,
aunque sí mencione la batalla y al rey Sancho.
Será Guillermo Anelier, que llega a Pamplona en 1276, quien sesenta
años después de la batalla cuenta la guerra de la Navarrería haciendo antes una
introducción histórica sobre Navarra. Según él, el hecho más glorioso de Navarra
había sido la batalla de las Navas de Tolosa estando presente Sancho VII, y es el
primero que habla de que el rey navarro rompió las cadenas, fracturando así la
defensa de Miramamolín. Ello indica que los tres datos y la importancia del hecho
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para la historia de Navarra, estaban instalados en la mentalidad, imaginario o
memoria colectiva de los navarros
De tiempos de Carlos III se conservan unas crónicas de Historia de
Navarra. Una de ellas la escribe Garcí López de Roncesvalles, tesorero del rey,
quien, antes de iniciar el primer libro de cuentas de 1404, plantea una Crónica en
la que habla de la batalla de las Navas de Tolosa en Ubeda (Jaén) y que el rey
Sancho fue vencedor. Más importancia tiene el texto de Fray García de Eugui,
obispo de Bayona y confesor del rey, que narra la batalla, la presencia de Sancho
VII en ella, pero también el botín de las cadenas ganadas a los musulmanes,
diciendo: “el rey don Sancho ganó allí las cadenas”. Aquí está de nuevo la
asociación entre la batalla, el rey, su intervención decisiva, la victoria y las
cadenas. Este es el ambiente que vivió el rey noble.
Según Fortún Pérez de Ciriza, algo antes de 1400 se acuñó en la Corte
de Carlos III la identificación entre las cadenas y las Navas de Tolosa, lo “que
permitió vincular un hecho cierto -la gesta de Sancho VII- con un emblema que
ya se usaba y al que se dio un valor simbólico”. Añade también que a mediados
del s. XV “los botoncillos empezaban a tener pequeñas concavidades en los
escudos esculpidos, para representar de forma más exacta los eslabones de una
cadena”. Hay ejemplos en capiteles labrados. Así, tanto la bloca llamada
carbunclo como tales hendiduras querían representar lo mismo: las cadenas
(16).
¿Cuáles son las primeras apariciones literarias del nombre
o término “cadenas” de Navarra referidas al escudo del Reino?
Figuran, por ejemplo, en la Crónicas de los monarcas navarros. Es el caso de la
Genealogía Latina de 1400. También aparece en el Privilegio de la Unión de
Pamplona de 1423, concedido por Carlos III el Noble a los vecinos a petición de
estos, que reducía las tres antiguas ciudades amuralladas que formaban
Pamplona a una sola ciudad, con unas únicas murallas exteriores, suprimiendo
las interiores, con un solo Ayuntamiento y no tres, una misma sede, sello, pendón,
tesorería etc. El capítulo XV de los XXIX de dicho Privilegio, dice así:
“(…) nuestra dicha muy noble ciudat de Pamplona, unido como
dicho es, haya á haber un sieillo grant, et otro menor, para quanto
sieillo, et un pendon de unas mesmas armas, de las quales el campo
será de azur, et en medio abrá un león pasant, que será dargent, et
habrá la lengua et huynas de gueulas; et al derredor del dicho pendon
habrá un renc de nuestras armas de Navarra, de que el campo será de
gueulas, et la cadena, que irá al derredor, de oro, et sobre dicho leon,
en la endrecha de su esquina, habrá en el dicho campo del dicho
pendon, una corona real de oro, en seynnal que los reyes de Navarra
suelen, y deben ser coronados en iglesia catedral de Santa María de
nuestra dicha muy noble ciudat de Pamplona (…)”.
Actualizado: La ciudad de Pamplona “tendrá un sello grande y
otros menor y un pendón de unas mismas armas de las cuales el campo
será azur en medio habrá un león pasante, que será de plata y tendrá la
lengua y las uñas rojas, alrededor de dicho pendón habrá una hilera de
nuestras armas de Navarra, que el campo será rojo, y las cadenas que
irán alrededor de oro. Y sobre dicho león y en el sitio de la esquina, una
corona real de oro, en señal de que los reyes de Navarra suelen y deben
ser coronados en la catedral de Santa María” de Pamplona.
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¿Qué decir de otros testimonios y diseño plástico? Menéndez
Pidal y Martínez de Aguirre afirman que “Los testimonios plásticos más antiguos
del escudo de armas del rey de Navarra, ya no llevado sobre su propia persona”,
se encuentran en las dos piezas mencionadas líneas atrás. Es decir, en dos
capiteles de la catedral de Santa María de Tudela, y en los adornos de la
mencionada arqueta procedente del monasterio francés de Ntra. Sra. la Real de
Lis (museo del Louvre). Según la Gran Enciclopedia Vasca, aparecen en un
capitel del palacio Real de Estella, en la pila bautismal de Rípodas, y en la torre
de Etxano del barrio de Erkoles (Vizcaya).
De esta manera,
es a partir de Carlos III
cuando el diseño visual
comienza a recordar
claramente la unión de
eslabones, pues tiene lugar
una progresiva disminución
de los botones, y además
aparecen ensanchamientos
de los listeles o barretas que
empiezan a recordar tales
eslabones (Menéndez Pidal
y Martínez de Aguirre). Es
el caso del escudo
conservado en la parroquia
de Ororbia próxima a
Pamplona, en el pueblo de
Orendáin y otros. Por su
importancia y significación, recogemos aquí el escudo encontrado en Ororbia
(Menéndez Pidal y Martínez de Aguirre, p. 25), situado en el coro gótico de la
iglesia parroquial, en el que se aprecia una aparición rústica de eslabones,
realizada por otra parte con una gran simplicidad, esto es, hundiendo la parte
central de cada botón y listel.
En los siglos XVI a XVIII la representación de las cadenas se utiliza in
crescendo, conjugando motivos prácticos como la capacidad económica de quien
realiza el encargo, el espacio disponible dentro del escudo, si es tema único o no,
la proximidad al espectador, etc. Si las representaciones de botones o carbunclo
serán más numerosas en el s. XVI, dejarán paso a la generalización del diseño
plástico de las cadenas, aunque puede existir una representación simplificada de
cadenas en los siglos XVII y XVIII, en el caso de advertir el espacio interior de los
botones y la sinople central.
3.4. La batalla de las Navas de Tolosa dimensiona el
escudo de Navarra.
La aparición del término “cadenas” y después la figura heráldica de las
cadenas en el escudo, asocia dichas cadenas a la epopeya de las Navas de Tolosa
que culminó la cruzada anti almohade de 1212, cuando el rey Sancho VII el Fuerte
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quebró las defensas de los voluntarios islamitas juramentados que protegían
hasta la muerte el palenque del emir Miramamolín.
La existencia de estos hechos ocurridos en 1212, se recogen en unas u
otras fuentes: la batalla y victoria cristiana, la presencia de Sancho VII y su
influencia decisiva en el triunfo, el botín y las cadenas.
Ya nos hemos referido a quienes reconocen la intervención decisiva de
Sancho VII en la batalla de las Navas de Tolosa, pero no hablan de las cadenas:
Ximénez de Rada en su Crónica, Guillermo de Tudela en su Chanson de la
Croisade Albigeoise, una carta de Doña Blanca -hija del rey castellano Alfonso
VIII-, y Garcí López de Roncesvalles. Sin embargo, sí hablan de las cadenas el
trovador de Tolosa Guillermo Anelier en los textos de 1276 sobre la guerra de la
Navarrería, y Fray García de Eugui que dice: “el rey don Sancho ganó allí las
cadenas”. A estos dos últimos añadamos, La Crónica de los Reyes de Navarra
(1453-1455) del príncipe de Viana, y el Libro de Armería fechado alrededor de
1530. La muy posterior aportación del cronista del Reino, el insigne P. Moret, no
tuvo demasiado éxito.
El Príncipe Carlos de Viana vincula por extenso y definitivamente
la proeza militar de las Navas de Tolosa en 1212 con las cadenas y el diseño de su
escudo. Como esto ya se hizo con Carlos III, el príncipe Carlos se limitaría a
transcribir lo que escuchó lo que había aprendido y vivido de niño en la Corte de
su madre y su abuelo.
Según Menéndez Pidal, al hacer esto el príncipe Carlos mantuvo el
clima cultural de su época, en el que a los escudos heráldicos se les añadían
elementos que representaban diversas hazañas de sus dueños. Ello indica que la
batalla se irradiaba desde la memoria de los navarros.
En la Crónica de los Reyes de Navarra de 1453-1455, Lib. II cap. XVI,
el príncipe de Viana afirma:
“Y el rey de Navarra tomó el encadenado de los camellos y de las
tiendas y conquistó las cadenas por armas, y las asentó sobre las aristas
con un punto de sinople en medio”.
He aquí el error del cronista, pues el rey Sancho ni cambió su escudo,
ni puso en él las cadenas, que aparecerán con Carlos III. Ya hemos dicho que la
sinople es el esmalte verde como color heráldico. Según Menéndez Pidal:
“Eso (esa evolución) después se mezcla con las Navas de Tolosa,
donde es cierto que hubo cadenas. No estarían los esclavos, claro, sino
que sería un estacado para la que la caballería no pudiera pasar, como
una alambrada de hoy” (id. 2015).
Dicho “estacado” es una suposición, aunque sea razonable, porque
arzobispo de Toledo, el navarro Rodrigo Ximénez de Rada -nacido a la sazón en
Puente la Reina-, presente en la batalla y autor de otra Crónica, dice que se
trataba de guerreros. Es sabido que los emires almohades tenían una guardia de
fieles de arraigada fe islámica que les custodiaban de forma incondicional hasta
la muerte si fuere necesario.
Respecto a las adiciones y supresiones entre los manuscritos
conservados de la obra del príncipe de Viana, la dra. Orcástegui nada dice sobre
estos puntos, de manera que los tendremos como originales del autor jurídico.
Esta afirmación del príncipe de Viana, escrita dos siglos después de la
batalla, no magnifica indebidamente la figura del rey Sancho como protagonista
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de aquella, ni tampoco la misma batalla de las Navas de Tolosa, ni siquiera afirma
que los eslabones de las cadenas que se conservan fuesen traídos de allá, lo que -
no obstante- parece ser verdadero.
Sancho VII entregó varios eslabones tomados como botín al
monasterio de Irache, a las catedrales de Pamplona y Tudela, y la colegiata de
Roncesvalles, esto es, a los casi cuatro puntos cardinales del Reino. Hoy, las
cadenas de Irache están en la diputación Foral o Gobierno de Navarra, y las de la
colegiata de Roncesvalles en la capilla de San Agustín -junto al claustro- que
acoge los restos mortales del rey Sancho. Menéndez Pidal da por bueno que tales
cadenas son de las Navas de Tolosa.
Llegamos al P. Moret, historiador y cronista de Navarra. Sobre el sello
de Teobaldo I, su error fue notable, aunque quizás disculpable porque la
identificación del escudo como bloca es difícil. Dice Menéndez Pidal:
“El propio Padre Moret cometió grandes errores, como el
realizado en torno al sello más antiguo que se conserva de Navarra y
quizás el primero de los que existiera en este sentido de sellos de
afirmación. El de Sancho el Sabio. Se trata de un caballero de perfil que
lleva en la broca (sic.) del escudo unos refuerzos cruzados en los que el
buen padre Moret creyó ver unas cadenas. Moret buscaba
desesperadamente las cadenas de las Navas para confirmar su tesis del
supuesto cambio de emblemas de Sacho VII a raíz de su victoria y,
como el sello no llevaba fecha, o presentó como posterior y se lo
adjudicó a Sancho VII, cuando en realidad los hechos que sellaba
pertenecen al reinado de su predecesor. En los sellos de los dos Sancho
lo que aparece con reiterada rotundidad es el águila” (entrevista,
“Diario de Navarra”, 26-III-1995, “A los sellos les han hecho decir lo
que no dicen”, p. 48 y 49, con ocasión de la presentación de su libro
Sellos medievales de Navarra, 1995). Ahora bien, ese águila
seguramente no era negra, pudiendo ser de plata en campo rojo. Dicha
40. El escudo de Navarra: génesis y representación. José Fermín Garralda Arizcun. 2018
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águila fue anterior a Sancho VII el Fuerte, pues García Ramírez (s. XII)
la tomó de la familia L’Aigle de Normandía (Francia) para rebrotar con
el Sancho VII en el s. XIII (entrevista, Ídem. 1-XII-2015 p. 61).
En el año 2015, el autor se expresa, según sus estudios realizados con
el dr. Martínez de Aguirre, de esta manera:
“El Padre Moret, en el siglo XVII, se empeñó en que eran las
cadenas y empezaron todos los líos. Aunque el culpable no fue del todo
el padre Moret. Hubo otros autores que le advirtieron que aquella
explicación no les cuadraba y parece que él dijo que lo corregiría en la
segunda edición de sus Investigaciones Históricas de las antigüedades
del Reyno de Navarra. Sin embargo, no hubo esa segunda edición.
Pero es que la identificación del escudo como bloca es muy difícil.
Cuando la estudié, trabajé con los documentos reales, los de la época.
Sin embargo, para aquellos estudiosos el acceso a estos testimonios era
difícil. Además, que los escudos del siglo XII tenían una bloca hoy
parece de cajón, pero es algo que no se aceptó hasta entrado el siglo
XX” (entrevista, “Diario de Navarra” 1-XII-2015, p. 60 y 61, con ocasión
del escudo de Navarra).
La cita al P. Moret es importante, porque se atribuye a sus Anales el
ser la primera historia de Navarra. Sin embargo, sería deseable saber qué dice la
por ahora primera Historia de Navarra…, escrita por Pedro de Agramont y
Caldibar, notario de Tudela, en 1632, esto es, cincuenta años antes que los
Annales. El manuscrito de esta primera Historia de Navarra fue conservado en
el monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos), y consta de 700 pliegos
escritos por las dos caras con letra pequeña.
Creemos que poner la figura de las cadenas en el escudo no era
obligatorio, aunque se dijese que el escudo representaba cadenas, porque una
cosa es el qué es y otra el cómo se representa. Las cadenas se representan
mediante botones enlazados por listeles o líneas rectas y también curvas según el
caso, o bien como tales cadenas. Así ocurre -listeles o bien cadenas- en parte de
los sellos de la ciudad de Pamplona durante la Edad Moderna, mientras que en el
escudo de Navarra y, a semejanza de él, en los restantes escudos de nobleza
recogidos en las páginas del Libro de Armería fechado en torno a 1530,
predominan los listeles con botones.
Dígase lo mismo de numerosos diseños de troqueles para acuñar
moneda, en las claves de la catedral de Pamplona, en diferentes escudos tallados
con gran esmero, en la impresión de libros, en la orfebrería etc.
Desde la historia contemporánea, los profesores Larraza y Capistegui
afirmarán: “A pesar de que la historiografía moderna tiende a desmitificar los
hechos, todavía quedan excepciones. Por ejemplo, se conoce que las cadenas del
escudo de Navarra no son las que trajo Sancho El Fuerte y, sin embargo, es una
versión que no quiere aparcarse” (“Diario de Navarra”, jueves 3-V-212 p. 71).
Comentaremos brevemente esta equívoca afirmación en relación con las cadenas
y los mitos.
Una cosa es que las cadenas traídas por Sancho VII fuesen
inmediatamente representadas en su escudo -lo que no es cierto-, y otra que
cuando Carlos III las interpretó -doscientos años después- lo hiciese pensando en
motivos heráldicos y teniendo en cuenta la gran batalla, lo que sí es cierto; ya
hemos mostrado que la elevación heráldica del carbunclo a cadenas la realizó