1. LA FAMILIA COMO PRIMERA ESCUELA DE FÉ<br />Hay un sector importante de familias donde lo religioso está quedando como del hogar. Los padres se han alejado de la práctica religiosa y viven instalados en la indiferencia. Se bautiza al hijo, se celebra la primera comunión, pero no existe preocupación real por transmitir una fe que no se vive. Está creciendo incluso el número de padres que se oponen a que sus hijos tengan una iniciación cristiana. El hijo sólo respira en su hogar hostilidad a lo religioso, crítica sistemática o burla. La familia, “patrimonio de la humanidad”, constituye uno de los tesoros más valiosos de los pueblos latinoamericanos. Ella ha sido y es espacio y escuela de comunión, fuente de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente. Para que la familia sea “escuela de la fe” y pueda ayudar a los padres a ser los primeros catequistas de sus hijos, la pastoral familiar debe ofrecer espacios formativos, materiales catequéticos, momentos celebrativos, que le permitan cumplir su misión educativa. La familia está llamada a introducir a los hijos en el camino de la iniciación cristiana. La familia, pequeña Iglesia, debe ser, junto con la Parroquia, el primer lugar para la iniciación cristiana de los niños. Ella ofrece a los hijos un sentido cristiano de existencia y los acompaña en la elaboración de su proyecto de vida, como discípulos misioneros.La familia es la primera escuela en la formación integral de la persona humana. Mucho antes de que el niño acceda a la primera instrucción elemental o incluso a la catequesis en una parroquia o en un colegio católico es en la familia donde debe recibir los fundamentos de la cultura humana y de la fe”, recordó el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguar, en su primera reflexión por televisión tras participar de la reunión de la Comisión Pontificia para América Latina, de la que es miembro. La experiencia del amor gratuito de los padres que ofrecen a los hijos la propia vida de un modo incondicionado, prepara para que el don de la fe recibido en el bautismo se desarrolle adecuadamente. Se dispone así a la persona para que pueda conocer y acoger el Amor de Dios Padre manifestado en la entrega de su Hijo, y construir la vida familiar en torno al Señor, presente en el hogar por la fuerza del sacramento del matrimonio.quot;
Las formas tradicionales de vivir la fe, transmitidas de manera sincera y espontánea a través de las costumbres y enseñanzas familiares, han de madurar en una opción personal y comunitaria. Esta formación es particularmente necesaria para los jóvenes que, al dejar de frecuentar la comunidad eclesial tras los sacramentos de iniciación, se encuentran ante una sociedad marcada por un creciente pluralismo cultural y religioso. Además, se enfrentan, a veces muy solos y como desorientados, a corrientes de pensamiento según las cuales, sin necesidad de Dios e incluso contra Dios, el hombre alcanza su plenitud a través del poder tecnológico, político y económico. Por eso se ve la necesidad de acompañar a los jóvenes y convocarlos con entusiasmo para que, integrados de nuevo en la comunidad eclesial, asuman el compromiso de transformar la sociedad como exigencia fundamental del seguimiento de Cristo. Asimismo, las familias requieren un acompañamiento adecuado para poder descubrir y vivir su dimensión de «iglesia doméstica». El padre y la madre necesitan recibir una formación que les ayude a ser los «primeros evangelizadores» de sus hijos; sólo así podrán realizarse como la primera escuela de la vida y de la fe. Pero el solo conocimiento de los contenidos de la fe no suple jamás la experiencia del encuentro personal con el Señor. La catequesis en las parroquias y la enseñanza de la religión y de la moral en las escuelas de inspiración cristiana, así como el testimonio vivo de quienes lo han encontrado y lo transmiten, con el fin de suscitar el anhelo de seguirlo y servirlo con todo el corazón y toda el alma, deben favorecer esta experiencia de conocimiento y de encuentro con Cristoquot;
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La familia, formadora en los valores humanos y cristianosquot;
, el Santo Padre señala en su carta que “como primera escuela de vida y de fe, y como ‘iglesia doméstica’ la familia está llamada a educar a las nuevas generaciones en los valores humanos y cristianos para que, orientando su vida según el modelo de Cristo, forjen en ellas una personalidad armónica”.<br />“En esta tarea tan decisiva –agrega el Pontífice– se ha de contar también con el apoyo de la escuela, de la parroquia y de los diversos grupos eclesiales que favorecen una educación integral del ser humano”.<br />“En unos momentos en que se advierte una frecuente disociación entre lo que se dice creer y el modo concreto de vivir y comportarse, este próximo Encuentro Mundial de las Familias se propone alentar a los hogares cristianos en la formación de una recta conciencia moral”, añade.<br />“Pido al Señor que el proceso de preparación y la celebración de este acontecimiento sea para las familias una ocasión especial para vivir con gozo su propia vocación y misión”.<br />La familia, formadora en los valores humanos y cristianosquot;
, el Santo Padre señala en su carta que “como primera escuela de vida y de fe, y como ‘iglesia doméstica’ la familia está llamada a educar a las nuevas generaciones en los valores humanos y cristianos para que, orientando su vida según el modelo de Cristo, forjen en ellas una personalidad armónica”.<br />Esta frase su dicha por el Papa Benedicto XVI<br />INTEGRANTES:<br />Karina Sánchez <br />Ana Gabriela posada<br />Omar preciado <br />Laura Ramírez <br />