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Aprenda	a	hablar	sin	miedo
Claridad,	seguridad	y	confianza	para	hablar	en	público
	
Graham	Davies
	
	
	
	
	
Traducción	de
Juanjo	Estrella
	
	
	
	
	
	
www.megustaleer.com
Índice
	
Cubierta
Aprenda	a	hablar	sin	miedo
¿Por	qué	un	libro	más	sobre	hablar	en	público?
1.	Puntos	básicos
2.	Conozca	a	su	público
3.	Dar	forma	a	la	declaración
4.	Contenido	puro	y	duro
5.	Escríbalo,	léalo,	corríjalo
6.	De	las	célebres	palabras	iniciales…
7.	Remáchelo	todo
8.	Muéstrela…	si	no	tiene	más	remedio
9.	Contrólese
10.	Controle	el	día
11.	Control	de	preguntas	y	respuestas
12.	Provoque	una	sonrisa
13.	Adaptarse	a	los	discursos	de	sobremesa
14.	¿Debe	aceptar	la	invitación?
15.	Desafíos	empresariales
16.	Desafíos	personales
Resumen	de	la	«tubería»
Terminología	del	método	A	puño	limpio
Acerca	de	Graham	Davies
Agradecimientos
Créditos
Graham	Davies	es	un	orador	brillante	y	divertido	que	sabe	cómo	inspirar	y
contagiar	 entusiasmo	 a	 quienes	 consideran	 que	 hablar	 en	 público	 es	 un
aburrimiento	y	una	carga,	o	que	provoca	pánico
NICK	ROBINSON,
editor	de	la	sección	de	Política	de	la	BBC
¿Por	qué	un	libro	más	sobre	hablar	en	público?
Durante	 los	 últimos	 veinte	 años,	 he	 compaginado	 el	 papel	 de	 orador
profesional	 con	 el	 de	 consultor	 de	 exposiciones	 orales,	 y	 me	 he	 dedicado	 a
asesorar	a	otras	personas	para	que	su	mensaje	hablado	fuera	oído,	asimilado	y
seguido.
La	 primera	 vez	 que	 hablé	 en	 público	 tenía	 trece	 años.	 No	 me	 preocupaba
especialmente	la	idea	de	presentarme	ante	un	grupo	de	gente,	porque	desde	los
diez	 ya	 había	 participado	 en	 varios	 concursos	 sobre	 lengua	 inglesa.	 De	 todos
modos,	 en	 aquellas	 competiciones	 tenía	 que	 aprender	 de	 memoria	 poemas,
pasajes	 de	 la	 Biblia	 o	 fragmentos	 de	 obras	 teatrales.	 No	 se	 me	 exigía	 que
inventara	mis	propias	palabras.	Así	que,	de	pronto,	descubrí	que	ser	el	creador	de
lo	que	salía	por	mi	boca	me	asustaba	un	poco.
No	me	daba	miedo	hablar.	Lo	que	me	daba	miedo	era	prepararme	para	hablar.
Aquella	experiencia	infantil	me	convenció	de	la	necesidad	de	contar	con	un
proceso	 de	 preparación	 fiable	 que	 contribuyera	 a	 elaborar	 unos	 materiales
prácticos.	 No	 quiero	 que	 usted	 experimente	 esa	 sensación	 en	 la	 boca	 del
estómago	cuando	se	enfrente	a	una	hoja	en	blanco	o	a	una	pantalla	de	ordenador
vacía	y	piense:	«No	sé	por	dónde	empezar».
Después,	ya	en	la	universidad,	como	integrante	del	público	de	la	Cambridge
Union	 Society,	 tuve	 ocasión	 de	 asistir	 a	 varias	 conferencias	 extraordinarias
dictadas	 por	 una	 amplia	 variedad	 de	 destacados	 oradores,	 entre	 ellos	 Enoch
Powell	y	Barry	Humphries.	A	pesar	de	saber	que,	a	menudo,	sus	exposiciones
eran	brillantes,	en	ocasiones	me	sucedía	que,	al	día	siguiente	o	incluso	pocos
minutos	después	de	que	hubieran	terminado	de	hablar,	ya	no	recordaba	lo	que
habían	dicho.	Muchos	otros	asistentes	me	comentaban	que	a	ellos	les	sucedía
algo	parecido.
Por	 tanto,	 para	 mejorar	 mi	 propia	 experiencia	 como	 público,	 intenté	 tomar
apuntes,	 hacer	 resúmenes,	 cristalizar	 lo	 mejor	 de	 lo	 que	 aquellos	 oradores
invitados	decían…	mientras	los	escuchaba.	De	ese	modo	fui	capaz	de	recordar,	y
de	transmitir,	en	mis	conversaciones	posteriores,	sus	«grandes	éxitos»	a	terceras
personas.	Con	el	tiempo,	pude	definir	lo	que,	de	hecho,	hacía	que	un	discurso
fuera	tan	bueno.
No	tardé	en	darme	cuenta	de	que	encapsular	el	mejor	material	de	un	discurso
en	 una	 afirmación	 breve,	 concisa	 y	 con	 gancho	 servía	 también	 como
«mecanismo	preparatorio»	para	quien	hablaba,	y	no	solo	para	quien	escuchaba.
Gradualmente,	empecé	a	elaborar	ese	concepto	y	a	aplicarlo	a	las	exposiciones
orales	que	empezaba	a	preparar	para	mí	mismo	y	para	otros.
Al	poco	de	abandonar	Cambridge,	ya	hablaba	en	público	dos	o	tres	veces	por
semana,	y	asesoraba	a	muchas	otras	personas	sobre	sus	presentaciones.	Además,
en	 calidad	 de	 abogado,	 debía	 pronunciar	 discursos	 todos	 los	 días	 en	 los
tribunales.	Aun	así,	preparaba	lo	que	debía	decir	sin	saber	en	realidad	cuál	era	la
manera	más	eficaz	y	efectiva	de	hacerlo.
En	1994	conocí	a	Dan	Bond,	y	juntos	fundamos	una	consultoría	especializada
en	presentaciones:	Straight	Talking	(en	castellano,	«Hablando	claro»).	Dan	venía
del	mundo	de	la	gestión	teatral	y	la	organización	de	congresos…	una	formación
algo	distinta	a	la	que	yo	tenía	cuando	me	incorporé	al	proyecto.
Los	 dos	 acumulábamos	 varios	 años	 de	 experiencia	 en	 el	 coaching	 de	 las
presentaciones,	pero	sabíamos	que	nuestros	consejos,	más	que	abordar	el	núcleo
de	estas,	se	limitaban	a	pulir	su	superficie.	Así	pues,	nos	dedicamos	a	investigar
con	detalle	las	técnicas	de	exposición	oral	más	en	boga	en	aquel	momento.
Y	nos	sentimos	animados	y	decepcionados	a	partes	iguales	al	constatar	que	no
había,	en	nuestra	opinión,	ningún	autor	cuyos	consejos	valoráramos	realmente.
La	 única	 excepción	 era	 la	 primera	 parte	 de	 un	 libro	 titulado	 Speak	 and	 Get
Results	(1991),	cuya	autora,	Sandy	Linver,	defendía	una	comprensión	profunda
del	público	como	parte	esencial	para	lograr	acelerar	la	aceptación	del	«mensaje»
del	 orador.	 Consideramos	 que	 aquella	 idea	 tenía	 sentido,	 era	 algo	 que	 ya
constituía	una	actitud	básica	de	nuestro	coaching.
Sandy	 Linver	 daba	 un	 nombre	 a	 ese	 punto	 de	 la	 aceptación	 del	 público:
«punto	 X».	 Nosotros	 preferimos	 usar	 otro	 término,	 algo	 menos	 exótico:
«resultado».	 Pero	 su	 alusión	 a	 un	 «mapa»	 y	 al	 «viaje»	 del	 público	 también
apelaba	a	algo	que	se	hallaba	presente	en	nuestra	propia	experiencia.
Con	todo,	su	concepto	de	«mensaje»	no	era	lo	bastante	preciso	y	contundente.
Nos	parecía	que	debía	existir	un	concepto	más	concreto	en	el	núcleo	mismo	de	la
preparación	 de	 las	 exposiciones	 orales.	 Asimismo,	 tampoco	 nos	 convencía	 su
enfoque	de	las	palabras	de	apertura	en	dichas	exposiciones,	pues	proponía	evitar
afirmaciones	controvertidas	y	limitarse	a	transmitir	al	público	algo	que	este	ya
supiera.	En	cuanto	a	la	forma	de	hablar	en	público,	no	nos	gustaba	el	énfasis	que
ponía	en	los	ejercicios	de	respiración	y	de	voz,	pues	sabíamos	que	muy	pocos
clientes	contaban	con	el	tiempo	o	la	predisposición	para	ponerlos	en	práctica	en
el	mundo	real.
Pero	 ¿cómo	 podemos	 asegurarnos	 de	 que	 el	 público	 nunca	 se	 aparte	 del
camino	 básico	 hacia	 la	 iluminación?	 Ni	 uno	 solo	 de	 los	 numerosos	 manuales
disponibles	 en	 el	 mercado	 proporcionaba	 un	 «proceso	 lineal»	 verdaderamente
exhaustivo	y	a	la	vez	simple,	que	sirviera	para	preparar	las	presentaciones.	Todo
lo	 que	 había	 experimentado	 en	 Cambridge,	 y	 a	 lo	 largo	 de	 mi	 propia	 carrera
como	 orador	 y	 como	 coach	 hasta	 ese	 momento	 me	 había	 enseñado	 que	 crear
contenidos	era	algo	que	debía	abordarse	de	un	modo	mucho	más	sistemático.
Así	pues,	en	este	libro	voy	a	exponer	el	riguroso	método	que	Dan	y	yo	hemos
creado	 y	 desarrollado	 durante	 más	 de	 quince	 años.	 Sirve	 para	 que	 cualquier
persona	 pueda	 preparar	 y	 realizar	 una	 presentación.	 Nuestro	 enfoque
diferenciado	incluye	el	uso	de	una	«tubería	preparatoria»	que	obliga	al	orador	u
oradora	 a	 abordar	 la	 creación	 de	 presentaciones	 siguiendo	 una	 línea	 recta.	 Le
ayuda	 a	 crear	 una	 microdeclaración	 bien	 afilada,	 memorizable	 y	 reproducible
para	 controlar	 la	 redacción	 de	 material.	 También	 le	 enseñamos	 a	 usar	 filtros
especiales	 para	 convertir	 borradores	 en	 material	 definitivo.	 Defendemos	 la
inyección	de	frases	y	de	expresiones	ingeniosas,	que	atrapan	al	público,	que	lo
mantienen	atento,	y	que	deben	distribuirse	a	lo	largo	de	toda	la	exposición,	de
principio	a	fin.
Todo	 ello	 se	 combina	 con	 una	 actitud	 escéptica	 y	 minimalista	 hacia	 el
PowerPoint	 (cuidadosamente	 matizada	 por	 sugerencias	 adicionales	 de	 carácter
práctico	 a	 cargo	 de	 Warren	 Evans,	 orador	 profesional	 de	 primer	 nivel	 y	 de
repercusión	 internacional,	 además	 de	 atleta	 del	 Slideware),	 y	 con	 consejos
meticulosamente	calculados	sobre	el	poderoso	y	terrorífico	papel	del	humor.
Hemos	perfeccionado	nuestra	«tubería	preparatoria»	a	lo	largo	del	tiempo	que
hemos	 pasado	 asesorando	 a	 decenas	 de	 empresas	 y	 a	 centenares	 de	 personas.
Entre	nuestros	clientes	se	encuentran	IBM,	Ford,	Bain,	KPMG,	Deutsche	Bank,
Tesco	y	Vodafone…	así	como	políticos,	famosos	y	deportistas	olímpicos.
El	resultado	es	un	proceso	que	denominamos	el	método	A	puño	limpio.	Le
funciona	a	mucha	gente,	en	muchas	situaciones,	y	seguro	que	puede	funcionarle
a	usted	también.
1
Puntos	básicos
Hablamos	en	público	más	de	lo	que	creemos.	Hablar	en	público	no	implica
necesariamente	 plantarse	 frente	 a	 un	 auditorio…	 aunque,	 en	 el	 mundo	 de	 los
negocios,	ese	es	el	escenario	que	causa	un	mayor	grado	de	ansiedad	a	un	gran
número	de	personas,	un	gran	número	de	veces.	De	hecho,	tanto	en	el	lugar	de
trabajo	como	en	otros	ámbitos,	realizamos	exposiciones	cada	vez	que	intentamos
modificar	el	punto	de	vista	de	alguien	mediante	la	expresión	oral.
Hablar	 en	 público	 es	 una	 actividad	 que	 todos	 realizamos	 todos	 los	 días.
Quienes	la	desarrollan	con	soltura	tienen	más	probabilidades	de	llegar	a	lo	más
alto	de	la	profesión	que	han	elegido.	Se	trata	de	una	práctica	tan	importante	que
no	debe	dejarse	al	azar.	En	las	elecciones	generales	celebradas	en	2010	en	Reino
Unido	fueron	las	presentaciones	de	Nick	Clegg	durante	los	debates	televisados
—inesperadamente	 brillantes—	 las	 que	 catapultaron	 al	 Partido	 Liberal
Demócrata	 desde	 el	 olvido	 hasta	 el	 gobierno,	 además	 de	 valerle	 a	 él,
personalmente,	 el	 segundo	 cargo	 más	 poderoso	 del	 país.	 Las	 técnicas	 que
contiene	 este	libro	pueden	 hacer	de	una	excelente	comunicación	personal	una
certeza,	y	no	una	lotería,	tanto	si	uno	es	primer	ministro,	director	de	producción,
predicador	o	docente	de	enseñanza	primaria.
Este	 libro	 aborda	 la	 gran	 variedad	 de	 escenarios	 donde	 tienen	 lugar	 las
presentaciones.	 Para	 algunos,	 se	 trata	 de	 situaciones	 que	 pueden	 darse	 con
regularidad.	Para	otros,	la	invitación	a	hablar	en	público	puede	surgir	de	modo
inesperado,	y	exigir	darle	muchas	vueltas	a	las	cosas,	además	de	cuidar	mucho	la
preparación:	por	ejemplo,	cuando	nos	piden	que	pronunciemos	unas	palabras	de
elogio	en	el	funeral	de	un	ser	querido.	Con	todo,	sospecho	que	si	está	leyendo
este	 libro	 es	 porque	 quiere	 mejorar	 su	 actuación	 cuando	 se	 encuentra	 ante	 un
público	formado	por	más	de	cinco	personas.	Así	pues,	los	primeros	seis	capítulos
se	 centran	 en	 ese	 formato,	 que	 a	 partir	 de	 ahora	 paso	 a	 definir	 como
«presentación	formal».	Una	vez	domine	ese	escenario,	podrá	dominar	cualquiera
de	las	otras	situaciones	que	abordo	en	los	capítulos	posteriores.
Para	 ayudarle	 a	 alcanzar	 el	 éxito	 en	 ese	 punto,	 el	 método	 A	 puño	 limpio
recurre	a	una	«tubería	preparatoria»	por	la	que	se	puede	transitar	a	una	velocidad
máxima	y	con	una	angustia	mínima.
Esta	 metodología	 paso	 a	 paso	 ha	 sido	 verificada	 y	 está	 comprobada,	 y	 le
permitirá	obtener	unos	resultados	de	los	que	se	sentirá	orgulloso	cada	vez	que	se
exprese	en	público.	Es	posible	que	no	siempre	tenga	una	victoria	definitiva,	pero
siempre	puede	imponerse	por	puntos,	enfrentándose	a	todos	los	retos	que	supone
hablar	 sabiendo	 que	 las	 técnicas	 del	 método	 le	 proporcionan	 las	 mejores
posibilidades	de	éxito.
¿Por	qué	«a	puño	limpio»?
Recurro	a	este	término	porque	hay	que	luchar	constantemente	para	obtener	el
privilegio	que	supone	contar	con	la	atención	del	auditorio.	No	peleamos	contra
las	personas	que	tenemos	delante…	sino	que	combatimos	contra	todos	los	demás
hechos,	cifras	y	opiniones	que	ocupan	sus	mentes	en	un	momento	dado.	Durante
unos	 minutos,	 tendrán	 que	 ser	 su	 información	 y	 su	 actitud	 las	 que	 consigan
influir	en	dichas	personas.
En	 el	 boxeo	 «a	 puño	 limpio»,	 el	 luchador	 recurre	 a	 una	 gran	 variedad	 de
técnicas	de	combate	poco	convencionales	para	obtener	los	resultados	que	busca,
sin	 sentirse	 atado	 por	 un	 conjunto	 restrictivo	 de	 reglas.	 Del	 mismo	 modo,	 el
«orador	 a	 puño	 limpio»	 no	 sigue	 las	 normas	 de	 boxeo	 del	 marqués	 de
Queensberry	y	no	se	limita	al	rígido	estilo	de	listas	numeradas	y	separadas	por
puntos.
Por	 ello,	 los	 aspectos	 básicos	 de	 mi	 coaching	 siempre	 han	 encarnado	 una
actitud	 bastante	 dinámica.	 Este	 enfoque,	 característicamente	 asertivo,	 implica
pedir	al	lector	que	pase	por	una	«tubería	preparatoria»	cada	vez	que	deba	hablar
en	público.
La	característica	clave	de	la	«tubería»	es	que	nos	obliga	a	ser	disciplinados	sin
asfixiar	nuestra	creatividad.
La	metodología	puede	no	ser	una	garantía	absoluta	(¡debo	dejar	al	lector	algo
de	 responsabilidad!),	 pero	 sin	 duda	 aligera	 el	 proceso,	 y	 nos	 convierte	 en
auténticos	contrincantes.
El	reto
Es	muy	posible	que	usted	tenga	miedo	a	realizar	presentaciones	en	público.	Pero
debe	 tener	 siempre	 presente	 que	 el	 público	 tiene	 todavía	 más	 miedo	 de
escucharlas.	Temen	perder	el	tiempo.	Les	preocupa	oír	cosas	que	ya	han	oído
muchas	veces.	Y,	más	que	cualquier	otra	cosa,	les	preocupa	aburrirse.
Si	eso	es	así,	¿por	qué	molestarse	en	preparar	una	presentación?	¿Por	qué	no
limitarse	a	enviar	la	información	por	correo	electrónico?
La	diferencia	debe	aportarla	usted,	que	es	quien	va	a	realizar	la	presentación.
Usted	debe	ser	el	que	aporte	el	motivo	que	la	justifique.
En	un	siglo	en	que	los	ejecutivos	reciben,	con	frecuencia,	más	de	un	centenar
de	correos	electrónicos	diarios,	la	información	que	aparece	en	una	pantalla	nunca
puede	 resultar	 del	 todo	 atractiva.	 Las	 presentaciones	 orales	 son	 verdadera
comunicación,	 están	 dotadas	 de	 aliento,	 carne	 y	 sangre.	 Lo	 que	 marca	 la
diferencia	 es	 el	 factor	 humano.	 Solo	 un	 orador	 de	 carne	 y	 hueso	 puede
proporcionar	 la	 información	 de	 manera	 inspirada,	 crear	 impacto.	 Las	 palabras
son	solo	munición…	usted	debe	ser	el	arma.
Pero	 se	 realizan	 demasiadas	 exposiciones	 orales.	 La	 mayoría	 de	 ellas	 son
demasiado	largas,	en	una	época	en	que	el	límite	de	la	atención	humana	nunca
había	sido	tan	corto.	Creo	firmemente	que	muy	pocas	presentaciones	deberían
alargarse	más	allá	de	los	veinte	minutos,	por	más	brillante	que	resulte	el	orador.
De	 hecho,	 algunas	 de	 las	 exposiciones	 empresariales	 más	 populares	 que	 se
pronuncian	 en	 todo	 el	 mundo	 tienen	 lugar	 en	 conferencias	 TED	 (véase
www.TED.com).	 Allí	 han	 reunido	 a	 muchos	 de	 los	 principales	 pensadores	 de
todo	 el	 mundo	 en	 prácticamente	 todas	 las	 disciplinas	 para	 que	 compartan	 sus
ideas,	 invenciones	 e	 interpretaciones.	 El	 motivo	 principal	 por	 el	 que	 esas
presentaciones	 resultan	 tan	 atractivas	 es	 porque	 no	 pueden	 exceder	 los	 18
minutos.
El	conocimiento	y	el	intelecto	resultan	inútiles	sin	el	poder	de	comunicar.	En
la	actualidad	existen,	sin	duda,	más	instrumentos	de	comunicación	que	nunca,
desde	el	PowerPoint	hasta	el	puntero.	Aun	así,	el	mejor	instrumento	sigue	siendo
usted.	El	principal	problema	al	que	nos	enfrentamos	hoy	es	la	falta	de	tiempo.
Tiempo	para	preparar,	y	tiempo	para	exponer.
No	 se	 trata	 de	 crear	 una	 «relación	 estable»	 con	 una	 presentación.	 Hay	 que
tratarla,	más	bien,	como	una	«aventura»,	breve	pero	memorable.	Debe	constar	de
algunos	puntos	álgidos,	pero	no	puede	durar.	La	oración	que	reza	el	público	del
siglo	XXI	es:
Quiero	oír	lago	nuevo	que	merezca	la	pena	escuchar.	Por	favor,	no	me	haga	bostezar.
El	mantra	del	orador	del	siglo	XXI	debería	ser:
Dígalo,	justifíquelo	y	ciérrelo.
Este	libro	le	enseña	a	hacerlo.
El	método
Puedo	resumir	la	metodología	de	preparación	del	contenido	A	puño	limpio	de
manera	 rapidísima.	 Se	 basa	 en	 la	 convicción	 de	 que	 toda	 comunicación	 oral
debería	incluir	una	«microdeclaración»	en	su	núcleo.	Una	microdeclaración	es	lo
que	comunicaríamos	a	un	auditorio	dado	si	dispusiéramos	de	solo	diez	segundos
para	 comunicarlo.	 Es	 la	 piedra	 preciosa	 resplandeciente	 que,	 esperamos,	 lo
deslumbrará	y	lo	convencerá	para	que	piense	y	haga	lo	que	queremos	que	piense
y	haga.
He	aquí	la	«tubería	preparatoria»	en	cinco	pasos	de	la	que	le	he	hablado	antes,
y	que	tiene	que	grabar	a	fuego	en	su	psique:
1.	Conozca	a	su	auditorio	(mediante	un	análisis	exhaustivo).
2.	 Decida	 adónde	 quiere	 llevarlo	 (llegando	 a	 comprender	 lo	 que	 realmente
quiere	oír).
3.	 Cree	 una	 microdeclaración	 (que	 propulsará	 a	 su	 auditorio	 a	 lo	 largo	 del
camino	que	haya	escogido).
4.	Defienda	la	microdeclaración	(para	aportar	las	pruebas	del	caso	que	está
planteando).
5.	Perfeccione	el	principio	y	el	final	de	su	exposición	(para	que	las	palabras
con	las	que	ha	empezado	y	las	que	usa	para	terminar	sigan	reverberando	en	la
mente	de	los	asistentes	mucho	después	de	que	usted	abandone	la	sala).
Al	 inicio	 de	 los	 seis	 siguientes	 capítulos	 encontrará	 una	 secuencia	 de
encabezamientos	 que	 componen	 las	 secciones	 detalladas	 de	 la	 «tubería»,	 para
que	pueda	tener	en	todo	momento	una	idea	clara	de	la	parte	del	proceso	en	la	que
se	encuentra.
Estoy	seguro	de	que	está	impaciente	por	descubrir	qué	es	eso	de	un	«resultado
definitivo»,	 pero	 voy	 a	 dejarlo	 para	 el	 siguiente	 capítulo.	 Probablemente	 le
entusiasma	menos	la	idea	del	«análisis	del	público»,	porque	suena	a	algo	tal	vez
bastante…	«anal».	Pero,	en	cualquier	caso,	no	tiene	por	qué	estar	relacionado
con	hojas	de	cálculo	ni	con	tediosos	programas	de	ordenador.	Para	los	públicos
más	numerosos,	es	posible	que	el	organizador	nos	haya	facilitado	una	cantidad
de	 información	 incluso	 excesiva	 sobre	 cada	 uno	 de	 los	 miembros	 que	 lo
componen:	 no	 es	 razonable	 pretender	 proporcionar	 información	 exhaustiva	 a
todos	los	asistentes.
Pero	 cuando	 se	 trata	 de	 tres	 personas	 sentadas	 a	 una	 mesa,	 la	 información
personal	es	mucho	más	deseable	para	quien	ha	de	dirigirse	a	ellas.	Incluso	los
asistentes	a	bodas	y	a	funerales	pueden	ser	sometidos	a	análisis	eficaces,	para
que,	 de	 ese	 modo,	 nuestras	 palabras	 contengan	 el	 material	 más	 conmovedor
sobre	la	vida	del	novio	o	del	difunto.
Recuerde	que,	para	el	auditorio,	la	sensación	dominante	es	de	intenso	temor,	y
no	 solo	 de	 desagrado.	 Y	 usted	 debe	 luchar	 constantemente	 contra	 ese	 marco
mental	adverso.	Pero	asestará	el	primer	golpe	eficaz	en	esta	lucha	cuando	venza
el	imperioso	deseo	de	contárselo	todo	a	todo	el	mundo.
Una	presentación	que	lo	abarca	todo	suele	no	conseguir	nada.
El	público	está	interesado	solo	en	la	parte	de	su	exposición	que	les	hace	la
vida	más	fácil,	por	lo	que	recortar	drásticamente	constituye	un	acto	de	cortesía
fundamental.	 El	 público	 le	 agradecerá	 siempre	 el	 tiempo	 que	 ha	 dedicado	 a
suprimir	las	cosas	que	no	necesita	oír.	Si	quiere	hablar	durante	una	hora,	será
mejor	que	empiece	a	hacerlo	ya.	Si	quiere	hablar	solo	un	minuto,	tal	vez	necesite
una	hora	solo	para	recortar.	El	análisis	del	público	y	su	importancia	a	la	hora	de
decidir	adónde	debemos	conducir	a	los	asistentes	durante	las	presentaciones,	son
aspectos	que	se	cubren	con	detalle	en	el	capítulo	2.
Encapsular	el	contenido	de	las	exposiciones	en	una	frase	relevante,	concisa	y
atractiva	conduce	al	aumento	de	una	posibilidad	clave:	que	el	público	recuerde
lo	que	usted	quiere	que	recuerde.
En	la	presentación,	todo	debe	poder	retrotraerse	hasta	la	microdeclaración.	Si
alguna	parte	del	contenido	no	hace	referencia	a	ella,	entonces	esa	parte	deberá
ser	 suprimida	 sumariamente.	 La	 microdeclaración	 es	 a	 la	 vez	 mecanismo	 de
transporte	 y	 guía	 que	 llevará	 al	 público	 donde	 usted	 necesita	 hacerle	 llegar.
También	 constituye	 un	 valioso	 regalo	 que	 quiere	 que	 los	 asistentes	 se	 lleven
consigo.	En	el	capítulo	3	se	aborda	con	detalle	el	modo	de	crearla.
Aunque	la	microdeclaración	es	básica,	rara	vez	triunfa	por	sí	sola…	De	ahí	la
necesidad	de	apoyarla.
Que	 hayamos	 dicho	 algo	 en	 concreto	 no	 implica	 necesariamente	 que	 el
auditorio	 vaya	 a	 recordarlo.	 Una	 presentación	 no	 debería	 ser	 una	 sucesión	 de
listas	 a	 memorizar,	 algo	 así	 como	 la	 cinta	 transportadora	 de	 premios	 en	 un
concurso:	si	los	asistentes	recuerdan	tres	puntos	clave	que	apoyan	su	mensaje
durante	 una	 presentación	 de	 20	 minutos,	 lo	 habrá	 hecho	 muy	 bien.	 Si,	 en
cambio,	 está	 absolutamente	 decidido	 a	 incluir	 17	 puntos	 clave,	 entonces	 va	 a
tener	 un	 problema:	 es	 posible	 que	 el	 público	 deje	 de	 escucharle	 antes	 de	 que
usted	deje	de	hablar.	Su	deber	pasa	por	resumir	para	lograr	un	«impacto».	En	los
capítulos	4	y	5	encontrará	orientación	para	estructurar	y	resumir.
He	oído	en	muchas	ocasiones	a	clientes	pronunciar	este	sentido	lamento:
Una	vez	me	pongo	en	marcha,	ya	no	tengo	problemas,	pero	no	sé	por	dónde	empezar.
Imagine	que	una	presentación	es	como	su	aventura	amorosa	más	tórrida.	El
momento	en	que	se	inició	debería	ser	inolvidable.	Estoy	seguro	de	que	no	perdió
el	tiempo	con	galanterías	del	tipo:
Es,	sin	duda,	un	inmenso	placer	conocer	a	alguien	tan	atractivo	como	tú,	y	aguardo	con	impaciencia
la	ocasión	de	llegar	a	conocerte	mejor,	pero	antes	de	empezar,	permíteme	que	te	muestre	este	diagrama
organizativo,	para	que	veas	en	qué	lugar	de	la	familia	Davies	encajo	yo….
O	tal	vez	sí	lo	hiciera,	e	internet	sigue	pareciéndole	un	lugar	más	benévolo
para	vivir	historias	de	amor.	Nadie	tiene	tiempo	para	esas	empalagosas	muestras
de	cortesía.
Así,	en	el	capítulo	6	se	describe	con	gran	apasionamiento	cómo	sacar	punta	al
principio	y	al	final	de	nuestro	breve	encuentro	con	el	auditorio.
La	 «tubería	 preparatoria»	 descrita	 en	 los	 primeros	 siete	 capítulos	 es	 la
principal	 fuente	 de	 bienestar	 que	 hallará	 en	 este	 libro.	 Le	 sugiero	 que	 se
acostumbre	a	usarla	para	decidir	qué	debe	decir	en	cada	una	de	las	situaciones	en
las	que	hable	en	público.	Resulta	vital	que	asimile	los	conceptos	de	la	«tubería
preparatoria»,	y	así,	al	final	de	los	capítulos	que	van	del	2	al	5,	encontrará	unas
listas	 de	 pasos	 que	 resumen	 cómo	 usar	 la	 «tubería»	 para	 crear	 su	 propio
contenido	básico.
Cuando	usted	estaba	aprendiendo	a	conducir,	la	secuencia	de	pasos	a	seguir	en
la	 maniobra	 de	 arrancar	 en	 pendiente	 tal	 vez	 le	 pareciera	 rara,	 sobre	 todo	 al
principio.	Pero	ahora	la	ejecuta	casi	inconscientemente.	Del	mismo	modo,	las
primeras	veces	que	recorra	la	«tubería»	quizá	le	resulte	algo	extraña…	pero	cada
vez	pasará	por	ella	con	más	facilidad,	con	más	suavidad,	hasta	que	llegará	un
momento	 en	 que	 se	 convertirá	 en	 una	 secuencia	 mental	 automática	 a	 la	 que
recurrirá	cuando	la	necesite.
Los	capítulos	8,	9	y	10	tratan	de	las	herramientas	tanto	de	alta	como	de	baja
tecnología	que	puede	usar	para	apoyar	con	ellas	los	extraordinarios	materiales
que	 habrá	 creado.	 Son	 muy	 pocas	 las	 personas	 «normales»	 con	 capacidad	 o
inclinaciones	artísticas.	Intentar	aprenderse	contenidos	como	si	fueran	el	guión
de	una	obra	resulta	poco	realista,	y	además	asusta.	Aun	así,	es	necesario	retener
de	 algún	 modo	 las	 palabras	 que	 van	 a	 usarse.	 Por	 ello,	 en	 el	 capítulo	 7	 se
abordan	 las	 ventajas	 y	 los	 métodos	 relacionados	 con	 notas,	 guiones	 y
teleprompters	o	apuntadores	automáticos.
En	el	capítulo	8	le	pediré	que	someta	su	pensamiento	a	un	cambio	sísmico.	Lo
que	pretendo	es	que	acepte	la	siguiente	herejía:
Es	 posible	 —y,	 en	 ocasiones,	 altamente	 deseable—	 realizar	 una	 presentación	 empresarial	 seria	 y
atractiva	sin	recurrir	al	PowerPoint.
He	 pronunciado	 esta	 afirmación	 muchas	 veces	 en	 las	 salas	 de	 juntas	 de
algunas	de	las	empresas	más	grandes	del	mundo	(algunas	de	las	cuales	figuran
en	 la	 lista	 de	 las	 500	 más	 importantes	 que	 publica	 la	 revista	 Fortune).	 Con
frecuencia,	 es	 recibida	 con	 el	 gesto	 airado	 que	 debieron	 de	 dedicar	 los
prohombres	de	la	Iglesia	católica	al	primer	tipo	que	fue	a	decirles	que	la	Tierra
era	redonda.
La	idea	de	que	una	presentación	ha	de	contar	con	una	redacción	potente	y	muy
pensada	 desde	 el	 primer	 momento	 va	 en	 contra	 de	 las	 prácticas	 más
generalizadas.	Tradicionalmente	(es	decir,	desde	hace	cinco	años),	cuando	a	un
ejecutivo	se	le	pide	que	prepare	una	presentación,	su	primera	reacción	consiste
en	abrir	el	portátil	para	usar	el	PowerPoint.	La	«exposición	oral»	se	convierte	en
una	secuencia	numerada	de	diapositivas	que	forman	un	collage	empresarial	de
puntos,	 cifras	 y	 tablas.	 No	 siente	 la	 necesidad	 de	 preparar	 lo	 que	 va	 a	 decir,
porque	 cree	 que	 lo	 que	 aparece	 en	 la	 pantalla	 lo	 guiará	 mágicamente.	 Puede
«hablar	con	las	diapositivas»,	como	si	de	un	doctor	Doolittle	digital	se	tratara.
La	finalidad	del	capítulo	8	es	proporcionarle	una	metodología	enormemente
práctica	 y	 mostrarle	 cómo	 adaptarla	 para	 obtener	 el	 resultado	 que	 necesita…
incluso	cuando	use	el	PowerPoint.
Los	 capítulos	 9	 y	 10	 se	 basan	 en	 el	 punto	 de	 vista	 que	 dice	 que	 es	 tan
importante	resumir	mucho	como	exponer	bien.	No	tiene	sentido	gastar	millones
de	dólares	en	el	desarrollo	de	unos	esquíes	de	última	generación	si	quien	los	va
llevar	 va	 a	 ser	 el	 nefasto	 saltador	 británico	 Eddie	 Edwards,	 apodado
irónicamente	el	Águila.	Estoy	en	absoluto	desacuerdo	con	la	opinión	expresada
por	Jerry	Weissman	en	Presenting	to	Win	(2003):
Cuando	 la	 historia	 es	 buena,	 la	 exposición	 tiende	 a	 encajar	 prácticamente	 sola,	 casi	 de	 manera
mágica.
Se	trata	de	una	actitud	muy	peligrosa,	con	la	que	se	corre	el	riesgo	de	echar
por	 la	 borda	 todo	 el	 trabajo	 invertido	 en	 conseguir	 unos	 buenos	 contenidos.
Hemos	visto	en	numerosas	ocasiones	contenidos	excelentes	expuestos	de	manera
pésima,	y	que	han	perdido,	por	ello,	la	mayor	parte	de	su	valor.	La	preparación	y
la	 exposición	 no	 deberían	 verse	 como	 disciplinas	 separadas.	 Están	 tan
inextricablemente	unidas	como	las	ventas	y	los	beneficios…	o	el	pan	y	las	ganas
de	comer.
El	 capítulo	 9	 trata	 del	 control	 de	 los	 nervios	 y	 del	 perfeccionamiento	 de
habilidades	 relacionadas	 con	 las	 presentaciones.	 Los	 nervios	 pueden	 ser	 algo
bueno:	una	respuesta	natural	de	supervivencia	que	aguza	los	sentidos.	Pero	hay
personas	 para	 las	 que	 suponen	 una	 barrera	 horrible	 que	 les	 impide	 hablar	 en
público	de	manera	eficaz.	Todo	orador	debería	perseguir	más	el	control	de	los
nervios	 que	 su	 erradicación.	 Estos	 pueden	 ser	 férreamente	 canalizados	 de
manera	que	nos	obliguen	a	prepararnos	convenientemente	y	a	concentrarnos	en
las	 verdaderas	 necesidades	 del	 público.	 Así,	 la	 ansiedad	 negativa	 puede
convertirse	en	anticipación	positiva.
Ese	capítulo	también	le	mostrará	cómo	potenciar	el	control	sobre	su	cuerpo	y
su	voz,	y	lo	hará	de	un	modo	que	lo	situará	en	el	carril	de	aceleración	de	las
presentaciones.	 Le	 animaré	 a	 adoptar	 una	 actitud	 de	 «A	 puño	 limpio»	 ante	 el
hecho	 de	 hablar	 en	 público,	 es	 decir,	 a	 ir	 al	 grano	 de	 la	 manera	 más	 directa
posible.
Los	capítulos	10	y	11	le	enseñan	a	adaptar	sus	aptitudes	como	orador	a	las
exigencias	del	día	en	cuestión.	También	abordan	el	control	del	entorno	en	que	la
exposición	 oral	 va	 a	 tener	 lugar.	 Ello	 implica	 saber	 qué	 cabe	 esperar,	 qué	 se
puede	pedir	y	sobre	qué	hay	que	insistir.	Y	en	ellos	le	enseño	a	conseguir	que	las
relaciones	entre	orador,	auditorio,	proyector,	pantalla	y	micrófono	resulten	todo
lo	eficaces	que	puedan	ser.
Uno	de	los	monstruos	que	acecha	las	mentes	de	muchos	oradores	es	la	idea	de
tener	 que	 responder	 a	 preguntas	 ante	 un	 público.	 Ese	 horror	 absoluto	 solo	 se
justifica	 si	 usted	 no	 posee	 la	 combinación	 correcta	 de	 actitud	 estratégica	 y
practicidad	táctica	que	le	aguarda	en	el	capítulo	11.
Un	público	sonriente	es	un	público	receptivo.	Sin	embargo,	la	creación	de	la
risa	es	una	ciencia	exacta	que	requiere	del	uso	de	fórmulas	precisas.	Cuando	se
usa	incorrectamente,	el	humor	puede	tener	efectos	desastrosos.	El	capítulo	12	le
proporciona	instrumentos	para	esquivar	esas	minas	antipersona.
El	capítulo	13	trata	de	la	cuerda	floja	más	alta	del	circo	de	las	exposiciones
orales.	 Un	 discurso	 de	 sobremesa	 puede	 ser	 la	 manera	 más	 deliciosa	 y
entretenida	de	poner	fin	a	una	celebración.	Pero	también	puede	convertirse	en	la
más	 espantosa	 de	 las	 torturas.	 Trufado	 de	 relatos	 de	 mis	 propios	 triunfos	 y
desastres	 tras	 los	 banquetes,	 este	 capítulo	 identifica	 cómo	 lograr	 que	 sea	 una
experiencia	agradable	para	todos	los	presentes.
Tanto	 si	 le	 han	 pedido	 que	 hable	 en	 público	 como	 si	 se	 ha	 ofrecido
voluntariamente,	 debe	 asegurarse	 de	 que	 la	 presentación	 sea	 la	 opción	 más
adecuada.	El	capítulo	14	contiene	los	criterios	según	los	cuales	debería	tomar	la
decisión.	No	hacerlo	puede	ser	la	decisión	correcta	si	ha	identificado	vías	más
eficaces.
Las	restricciones
La	palabra	hablada	ha	dominado	mi	vida	laboral,	pero	soy	muy	consciente	de	sus
limitaciones.	Una	presentación	oral	puede	iluminar,	persuadir	y	entretener,	pero
nunca	puede	cubrir	la	totalidad	del	tema	a	tratar.	Una	exposición	que	entre	en
detalles	exhaustivos	se	convierte	en	una	conferencia	que	se	pronuncia	ante	un
auditorio	exhausto.	Una	conferencia	está	pensada	para	satisfacer	las	necesidades
de	 un	 grupo	 de	 personas	 estudiosas.	 Incluso	 el	 menor	 de	 los	 detalles	 puede
implicar	 que	 se	 apruebe	 o	 se	 suspenda	 un	 examen,	 por	 lo	 que	 el	 público
académico	se	esfuerza	al	máximo	por	anotar	prácticamente	todas	las	palabas	que
pronuncia	el	conferenciante.
Sin	 embargo,	 le	 aseguro	 que,	 en	 toda	 la	 historia	 de	 las	 presentaciones	 de
empresa,	 ni	 un	 solo	 asistente	 como	 público	 ha	 tomado	 nunca	 un	 solo	 apunte
escrito.
¿Qué	separa	a	un	«orador	a	puño	limpio»	de	un	conferenciante?
Unos	300.000	dólares	al	año.
La	tecnología	alienta	y	a	la	vez	posibilita	el	espectro	de	atención	microscópico
que	caracteriza	el	siglo	XXI.	Si	está	viendo	la	televisión,	sabe	que	si	se	aburre
puede	cambiar	de	canal	instantáneamente.	Incluso	si	está	viendo	un	DVD,	tiene
el	dedo	puesto	en	la	tecla	de	adelantar	rápido,	y	lo	pulsa	si	la	historia	que	le
cuentan	se	estanca.	Cuando	navega	por	la	red,	si	una	página	tarda	más	de	diez
segundos	en	descargarse,	seguramente	buscará	otra.	La	impaciencia	del	público
de	empresa	es	similar.
Los	«oradores	a	puño	limpio»	han	de	intentar	encontrar	una	mezcla	exquisita
de	 brevedad,	 claridad	 e	 impacto…	 si	 no	 quieren	 que	 sus	 exposiciones	 sean
víctimas	de	esa	mentalidad	tan	del	siglo	XXI,	según	la	cual	si	algo	no	gusta,	un
clic	basta	para	desconectarlo.
Mi	mentalidad	básica	dice:
Una	presentación	es	cualquier	forma	de	comunicación	oral	diseñada	para	modificar	el	punto	de	vista
de	alguien.
La	 palabra	 clave	 es	 «modificar».	 Todas	 las	 exposiciones	 orales	 eficaces
incluyen	un	elemento	de	desafío	al	statu	quo	anterior.	Una	presentación	nunca
debería	 consistir	 en	 una	 secuencia	 de	 palabras	 que	 actúan	 meramente	 como
recordatorio	 de	 algo	 que	 el	 público	 ya	 sabe:	 los	 recordatorios	 nunca	 son
atractivos.	 La	 definición	 expuesta	 arriba	 recurre	 al	 término	 «alguien»,	 y	 no	 a
«público»,	porque,	en	muchos	escenarios	habituales	de	presentación,	lo	que	se
hace	 es	 hablar	 con	 una	 sola	 persona	 (por	 ejemplo,	 durante	 una	 llamada
telefónica).
Para	que	una	presentación	sea	una	experiencia	que	merezca	la	pena	tanto	para
el	 orador	 como	 para	 el	 auditorio,	 debe	 existir	 una	 razón	 poderosa	 para
pronunciar	 las	 palabras	 que	 se	 pronuncian.	 Si	 solo	 quiere	 recordarle	 algo	 a
alguien,	 entonces	 no	 prepare	 una	 presentación;	 limítese	 a	 enviar	 un	 correo
electrónico.
En	este	libro,	las	palabras	«discurso»	y	«presentación»	se	usan	a	veces	como
sinónimas,	 aunque	 aceptamos	 que	 en	 otras	 ocasiones	 se	 usan	 para	 referirse	 a
escenarios	muy	distintos.
Cuando	 David	 Cameron	 habla	 en	 un	 congreso	 del	 Partido	 Conservador,
pronuncia	un	«discurso».	Un	director	financiero	que	expone	sus	iniciativas	de
reducción	de	costes	a	un	ejecutivo	pronuncia	una	«presentación».
De	hecho,	esas	dos	situaciones	se	encuentran	en	los	extremos	más	alejados	del
mismo	 continuum	 comunicativo.	 Existen	 muchas	 técnicas	 que	 son	 igualmente
vitales	para	ambos	escenarios.	Siempre	hay	que	decidir	cuáles	son	las	adecuadas
para	el	público	en	cada	ocasión.
A	 Cameron	 nadie	 lo	 habrá	 visto	 nunca	 usar	 el	 PowerPoint	 (¡aleluya!).	 La
presentación	 de	 su	 director	 financiero,	 por	 otra	 parte,	 nunca	 irá	 precedida	 de
unas	palabras	del	político	conservador	William	Hague	(¡aleluya	también!).
Pero	el	término	«presentación»	tiene	una	implicación	concreta	para	muchos,
que	consideran	que	esa	palabra	implica	que	quien	habla	va	a	ofrecer	al	auditorio
algo	que	«mirar».	Acepto	que	se	trata	de	una	realidad	en	el	mundo	empresarial,	a
pesar	de	mi	anterior	asalto	al	PowerPoint.	Pero,	sea	lo	que	sea	que	se	muestra,	si
se	quiere	que	tenga	algún	impacto	sobre	el	público,	debe	usarse	con	moderación
y	crearse	con	detenimiento.
He	aquí	algunas	peticiones	típicas	en	presentaciones	del	mundo	empresarial:
•	«Me	gustaría	que	animara	al	equipo	para	que	supere	su	objetivo.»
•	«¿Puede	hacer	que	asimilemos	más	rápidamente	su	proyecto?»
•	«Cuéntenos	más	cosas	sobre	su	empresa.»
•	 «¿Puede	 presentar	 nuestro	 producto	 ante	 alguien	 potencialmente
interesado?»
•	«Por	favor,	muéstrenos	los	hallazgos	de	su	investigación.»
Existen	 innumerables	 situaciones	 en	 que	 puede	 requerirse	 una	 exposición
argumentativa:
•	quejarse	sobre	un	servicio,
•	responder	preguntas	bajo	presión,
•	formar	parte	de	una	mesa	de	debate,
•	entrevistas	con	medios	de	comunicación,
•	charla	técnica	a	un	equipo,
•	pronunciar	el	elogio	de	un	difunto,
•	presentar	a	otro	orador,
•	conferencia	telefónica,
•	discurso	en	una	boda.
En	todas	ellas	debe	darse	también	un	uso	selectivo	del	método	A	puño	limpio,
y	se	abordan	en	los	capítulos	15	y	16.
El	resultado
Todas	 y	 cada	 una	 de	 las	 situaciones	 donde	 se	 da	 una	 presentación	 implican
transferencia	de	información.	Los	públicos	varían,	y	pueden	ir	desde	una	sola
persona	hasta	las	mil.	Los	escenarios	también	son	muy	diversos,	y	tanto	pueden
consistir	en	salas	de	juntas	como	en	salones	de	baile.	Aun	así,	en	todos	los	casos
rige	un	mismo	principio	fundamental:	las	presentaciones	deben	concebirse	para
modificar	el	punto	de	vista	del	público	y,	en	condiciones	ideales,	para	llevar	a
este	a	pasar	a	la	acción	como	resultado	de	dicha	modificación.
Si	la	información	se	ofrece	en	forma	de	presentación,	entonces	hay	que	decir
al	público	qué	debe	hacer	con	ella.
Sería	 mucho	 más	 fácil	 «echar»	 la	 información	 directamente	 en	 el	 cerebro,
cumpliendo	con	la	tendencia	dominante:
Se	 lo	 he	 contado	 absolutamente	 todo.	 Sí,	 tal	 vez	 haya	 tardado	 casi	 tres	 horas…	 pero	 he	 hecho	 mi
trabajo.
La	 información,	 por	 sí	 misma,	 rara	 vez	 basta.	 Si	 ha	 de	 tener	 lugar	 algún
cambio,	debe	haber	ideas,	entusiasmo	y	actitud.
Para	distribuir	estos	componentes	de	manera	adecuada,	debe	tener	en	cuenta
lo	que	sienten	quienes	le	escuchan,	y	perseguir	resituar	los	sentimientos	de	estos
en	relación	con	el	material	al	que	tienen	acceso	durante	la	presentación.	Colgar
la	información	de	un	gancho	emocional	servirá	para	mejorar	significativamente
la	retención:	el	público	seguirá	recordando	cómo	le	hizo	sentirse	mucho	después
de	haber	olvidado	los	datos	que	le	proporcionó.
A	 diferencia	 de	 la	 mayoría	 de	 los	 libros	 sobre	 presentaciones,	 este	 va	 a
enseñarle	un	proceso	preciso,	adaptable	y	centrado	en	el	auditorio,	y	también	le
enseñará	a	presentar	el	material	creado	durante	ese	proceso,	que	puede	usarse
incluso	 cuando	 el	tiempo	de	 que	 se	 dispone	 es	 extremadamente	limitado.	 Las
presentaciones	no	son	como	la	Roma	de	la	Antigüedad:	sí	pueden	construirse	en
un	 día.	 O	 en	 una	 hora.	 O	 incluso	 en	 cinco	 minutos,	 si	 el	 tiempo	 se	 usa
disciplinadamente.
Voy	a	mostrarle	la	importancia	de	escoger	las	palabras	adecuadas	mucho	antes
de	que	las	pronuncie	ante	el	público.	Con	unas	diapositivas	fantásticas	no	logrará
que	su	presentación	destaque.	Pero	con	unas	palabras	fantásticas,	sí,	porque	son
muy	 pocos	 los	 oradores	 que	 se	 molestan	 en	 pensar	 cuidadosamente	 en	 las
palabras	 que	 van	 a	 usar	 antes	 de	 que	 llegue	 el	 momento	 de	 la	 presentación.
Descubrirá	 que	 sus	 cuerdas	 vocales	 pueden	 funcionar	 solas,	 sin	 el
acompañamiento	del	clic	de	un	ratón.
Dicho	sea	de	paso,	tampoco	me	gusta	la	idea	de	«contar	historias».	Eso	era	lo
que	hacían	Arthur	Andersen,	Enron	y	Lehman	Brothers.	Es	lo	que	a	Bill	Clinton
se	 le	 da	 tan	 bien.	 Esa	 palabra	 incorpora	 un	 tufo	 no	 intencionado	 de
embellecimiento	y	de	falta	de	precisión.	Espero	que	su	público	no	crea	solo	que
le	está	contando	una	historia.
Este	libro	no	contiene	ficciones.	Le	proporciono	solo	lo	que	necesita.	Ni	una
sola	palabra	más.	Aquí	no	hay	paja,	ni	aire,	ni	blablabá,	ni	lugares	comunes.
Existen	algunas	costumbres	tan	arraigadas	en	el	mundo	de	las	presentaciones
que	han	llegado	a	aceptarse	como	ortodoxia.	Por	desgracia,	esos	mismos	hábitos
son	promovidos	por	muchos	de	los	libros	que	se	ocupan	del	tema.	Despréndase
de	esos	libros	ahora	mismo.	De	acuerdo,	de	acuerdo,	de	todos	no.	Más	adelante
me	referiré	a	la	pequeña	minoría	que	incorpora	técnicas	útiles.	Pero	no	dudaré	en
atacar	 tonterías	 tópicas	 y	 trasnochadas.	 Si	 buscaba	 un	 libro	 humildemente
respetuoso	con	sus	competidores,	entonces	ha	tirado	el	dinero.
Este	enfoque	agresivo	es	del	todo	necesario.	Como	dijo	Isaiah	Berlin:
Pocas	verdades	nuevas	se	han	abierto	camino	contra	la	resistencia	de	las	ideas	establecidas,	salvo	las
que	se	expresan	con	vehemencia.
Muchos	 coachs	 especializados	 en	 presentaciones	 odiarán	 este	 libro.	 Unos
pocos	se	enamorarán	de	él.	Espero	que	usted	se	halle	entre	estos	últimos.
2
Conozca	a	su	público
Un	título	más	completo	de	este	capítulo	podría	ser:	«Conozca	a	su	público…	y
adónde	va	a	llevarlo».	Y	es	que,	sin	duda,	todas	las	presentaciones	tienen	que	ver
con	 el	 liderazgo.	 Una	 presentación	 eficaz	 conduce	 al	 público	 desde	 donde	 se
encuentra	al	empezar	hasta	el	punto	al	que	le	gustaría	llevarlo.	No	se	trata	de
mantener	 una	 charla	 agradable	 con	 él:	 debe	 ser	 convincente,	 mostrar	 vigor	 y
concentrarse	firmemente	en	el	punto	al	que	quiere	conducirlo	con	sus	palabras.
Recuerde	 que	 realizar	 una	 presentación	 es	 una	 oportunidad,	 un	 privilegio
enorme.	 El	 público	 ha	 invertido	 su	 activo	 más	 irreemplazable:	 su	 tiempo.
También	le	ha	consentido	que	sea	el	único	de	los	presentes	en	tomar	la	palabra.
Y	le	retirará	rápidamente	su	consentimiento	si	considera	que	le	hace	perder	el
tiempo.	 Ello	 implica	 que	 en	 todo	 momento	 debe	 luchar	 por	 mantener	 su
atención,	al	tiempo	que	se	asegura	de	que	el	rato	que	pasa	frente	a	ellos	es	lo	más
potente	posible.
No	busca,	en	absoluto,	el	mínimo	común	denominador.	Con	esa	expresión	da
a	entender	que	va	a	aportar	unos	comentarios	baratos	y	fabricados	en	serie.	Lo
que	 debe	 buscar	 son	 los	 máximos	 comunes	 denominadores:	 los	 factores	 más
inteligentes	 y	 sofisticados	 en	 los	 que	 basarse	 mientras	 sigue	 ganándose	 a	 la
mayoría	 del	 público.	 Se	 trata	 de	 una	 clase	 de	 información	 que	 le	 permite
convertir	sus	palabras	en	un	producto	de	gran	calidad,	elegante,	hecho	a	medida.
Para	obtener	los	mejores	resultados	ha	de	ser	muy	egoísta	sobre	el	resultado
que	pretende	conseguir.	Pero	el	egoísmo	más	eficaz	es	aquel	que	se	combina	con
la	sensibilidad:	una	sensibilidad	a	las	necesidades	del	público.	No	puede	dejarse
guiar	por	el	auditorio,	pues	ello	implica	una	gran	pérdida	de	control.	Pero	sí	debe
usar	su	control	para	centrarse	en	el	auditorio.
Mi	 experiencia	 con	 docenas	 de	 empresas	 incluidas	 en	 el	 índice	 FTSE	 a	 lo
largo	 de	 los	 últimos	 quince	 años	 me	 ha	 enseñado	 que	 existe	 una	 tremenda
necesidad	 de	 centrarse	 más	 en	 el	 público.	 Solo	 raras	 veces	 se	 produce	 una
coincidencia	entre	lo	que	el	orador	desea	transmitir	y	lo	que	el	público	necesita
oír.
Solo	cuando	los	asistentes	están	seguros	de	que	el	orador	se	ha	centrado	en	lo
que	ellos	necesitan,	son	capaces	de	centrarse	en	lo	que	necesita	el	orador.
Para	proporcionarle	más	elementos	de	comprensión	sobre	aquello	a	lo	que	un
orador	 debería	 mostrarse	 sensible,	 a	 continuación	 incluyo	 una	 lista	 con	 diez
frases	que	jamás	oirá	pronunciar	a	alquien	que	asista	a	una	presentación:
•	«Esta	presentación	debería	haber	sido	mucho	más	larga.»
•	«Su	mensaje	es	tan	fácil	que	no	se	entiende.»
•	«Me	haría	falta	ver	diez	diapositivas	más.»
•	«¿Por	qué	no	meten	más	palabras	en	todas	las	diapositivas?»
•	«¡Cómo	echo	de	menos	más	cifras	y	estadísticas!»
•	«Creo	que	deberían	haber	programado	unas	cuantas	presentaciones	más	en	el
congreso.»
•	«Parecía	demasiado	bien	preparado.»
•	«Su	entusiasmo	me	ha	disuadido.»
•	«Mi	tiempo	no	importa.»
•«Ha	conseguido	que	el	tema	resultara	demasiado	ameno.»
No	hace	falta	seguir:	con	esas	frases	basta	para	desmoralizar	a	cualquiera.	Así
pues,	cuando	esté	sentado	frente	a	una	pantalla	de	ordenador	en	blanco,	y	la	tarea
que	tiene	por	delante	le	amedrente,	¿dónde	puede	encontrar	suficientes	estímulos
para	preparar	su	presentación?
No	 existe	 una	 sola	 fuente	 de	 fortaleza	 oral,	 pero	 un	 ingrediente	 básico	 es
comprender	bien	dónde	empieza	y	dónde	termina	la	ruta	de	la	presentación.
Tal	vez	le	parezca	demasiado	obvio:	sin	duda,	se	dirá,	nadie	hará	el	esfuerzo
de	preparar	una	presentación	sin	estar	seguro	de	lo	que	pretende	obtener	con	ella.
Por	desgracia,	mucha	gente	sí	lo	hace.
Los	puntos	básicos
Antes	de	hacer	nada,	formúlese	esta	sencilla	pregunta:
¿Por	qué	quiero	ofrecer	una	presentación	sobre	este	tema?
La	respuesta	debería	ser:
Porque	necesito	obtener	un	resultado	que	se	logra	mejor	si	la	comunicación	se	establece	«cara	a	cara».
Cuando	 haya	 determinado	 que	 la	 presentación	 es	 la	 forma	 adecuada	 para
comunicar	 lo	 que	 pretende,	 la	 segunda	 pregunta,	 más	 importante	 aún	 que	 la
primera,	ha	de	ser:
¿Qué	pretendo	lograr?
Toda	presentación	debe	plantearse	con	vistas	a	lograr	algo	específico.	Deberá
definir	 con	 precisión	 qué	 es	 eso	 que	 pretende	 conseguir	 en	 una	 etapa	 muy
temprana	del	proceso	de	presentación.	Si	no	sabe	desde	el	principio	adónde	se
dirige,	el	público	no	sabrá	adónde	se	supone	que	debe	llegar	al	final.
La	 mayoría	 de	 los	 libros	 sobre	 presentaciones	 le	 dirán	 que	 existen	 muchos
tipos	de	presentación.	Pero	en	realidad	solo	existe	uno:	toda	presentación	debe
ser	 una	 presentación	 persuasiva.	 Tanto	 la	 forma	 como	 el	 contenido	 de	 la
presentación	deben	resultar	igualmente	persuasivos,	porque…	una	chapuza	bien
presentada	sigue	siendo	una	chapuza.
¿Un	resultado	definitivo?
El	primer	paso	para	la	creación	de	un	contenido	persuasivo	implica	definir	con
precisa	 exactitud	 qué	 es	 lo	 que	 querríamos	 conseguir.	 Regresemos	 a	 mi
convicción	 básica	 de	 que	 hay	 que	 luchar	 constantemente	 por	 mantener	 la
atención	 del	 público.	 En	 cualquier	 forma	 de	 combate,	 el	 resultado	 ideal	 es	 la
victoria	total	e	inmediata,	que	culmina	con	nuestro	contrincante	tendido	en	el
suelo,	sin	oponer	la	menor	resistencia.	Usted	debe	determinar	qué	constituiría
una	 conquista	 tan	 completa	 en	 el	 terreno	 de	 las	 presentaciones.	 En	 otras
palabras:	¿qué	«resultado	definitivo»	persigue?
Un	«resultado	definitivo»	es	el	que,	en	un	mundo	absolutamente	ideal,	querría
obtener	con	el	público	al	que	se	dirige.
Le	 sugiero	 encarecidamente	 que	 intente	 decidir	 cuál	 sería	 su	 «resultado
definitivo»	ideal	recurriendo	a	su	intuición,	a	lo	que	le	dicte	su	instinto	visceral.
No	permita	que	su	ambición	para	la	presentación	se	vea	asfixiada	por	un	exceso
de	fría	realidad…	al	menos	en	esta	etapa.
A	 continuación	 expongo	 varias	 metas	 empresariales	 que	 es	 posible	 que
persiga:
•	Quiero	persuadir	al	público	de	que	absorba	todos	estos	importantes	datos	y
que	los	ponga	en	práctica.
•	Quiero	persuadir	al	público	para	que	invierta	en	nosotros	todos	sus	planes	de
pensiones.
•	 Quiero	 persuadir	 al	 público	 de	 que	 adopte	 todos	 los	 aspectos	 del	 plan	 de
reducción	de	costes.
•	Quiero	persuadir	al	público	de	que	me	duplique	la	paga	extra.
•	Quiero	persuadir	al	público	de	que	se	sienta	motivado.
El	requisito	de	la	persuasión	 no	se	 limita	 a	las	presentaciones	de	 negocios.
También	se	aplica	a	muchos	otros	contextos:
•	Quiero	persuadir	al	público	para	que	recuerde	al	difunto	con	cariño,	entre
lágrimas	y	risas.
•	Quiero	persuadir	al	público	para	que	me	vote.
•	Quiero	persuadir	al	público	para	que	aporte	dinero	a	mi	fundación	benéfica.
•	Quiero	persuadir	al	público	para	que	se	concentre	exclusivamente	en	este
aspecto	del	Nuevo	Testamento.
•	Quiero	persuadir	al	público	para	que	se	ría.
Los	discursos	de	sobremesa	son,	probablemente,	las	únicas	presentaciones	en
las	 que	 el	 único	 «resultado	 definitivo»	 que	 queremos	 obtener	 es	 la	 risa	 del
público.	El	éxito	o	el	fracaso	de	ese	tipo	de	discurso	se	mide	casi	por	completo
por	 la	 cantidad	 y	 la	 intensidad	 de	 las	 risas	 suscitadas.	 En	 todas	 las	 demás
presentaciones,	la	risa	puede	ser	algo	que,	simplemente,	nos	ayude	a	conseguir	el
resultado	deseado.	En	otras	ocasiones,	en	cambio,	puede	constituir	un	obstáculo.
El	poder	y	el	peligro	del	humor	es	un	tema	que	se	aborda	más	en	detalle	en	el
capítulo	12.
Analice	a	su	público
Son	relativamente	pocos	los	combates	de	boxeo	que	se	deciden	por	«fuera	de
combate»	o	victoria	definitiva.	En	su	mayoría,	los	asaltos	van	sucediéndose,	y
uno	 de	 los	 dos	 luchadores	 acaba	 ganando	 por	 puntos.	 Aunque	 al	 vencedor	 le
habría	encantado	imponerse	con	un	solo	puñetazo,	la	victoria	tras	quince	asaltos
no	deja	de	ser	un	logro	muy	satisfactorio.
Viéndolas	con	mirada	cínica,	repase	las	posibles	metas	sobre	presentaciones
enumeradas	más	arriba.	Verá	que	algunos	de	esos	resultados	ideales	no	llegarán
a	 producirse,	 por	 más	 persuasiva	 que	 resulte	 su	 exposición.	 Su	 intuición
instintiva	 sobre	 lo	 que	 debe	 ser	 el	 «resultado	 definitivo»	 debe	 moderarse
mediante	un	análisis	del	público.
El	público	le	resultará	mucho	más	fácil	de	persuadir	si	usted	cuenta	con	un
conocimiento	 preciso	 de	 la	 posición	 en	 la	 que	 se	 encontrará,	 mental	 y
metafóricamente,	cuando	se	enfrente	por	primera	vez	a	sus	palabras	habladas.
Solo	 cuando	 haya	 recabado	 suficiente	 información	 sobre	 su	 auditorio	 podrá
responder	a	la	siguiente	pregunta:
¿Es	el	«resultado	definitivo»	que	ha	seleccionado	factible	para	este	público,	en	este	momento?
Si	 exige	 implicación	 con	 una	 acción	 determinada,	 antes	 debe	 saber	 si	 hay
alguien	con	el	nivel	de	autoridad	adecuado	presente	entre	el	público.	Debe	saber
si	 los	 asistentes	 ya	 están	 implicados	 en	 proyectos	 similares,	 que	 se	 tragarían
todos	 los	 recursos	 que	 su	 proyecto	 necesitaría.	 Debe	 saber	 si	 la	 logística	 es
posible	ahora,	o	dentro	de	seis	meses.	Su	presentación	podría	llegar	demasiado
pronto	 (o	 demasiado	 tarde).	 Tras	 las	 consideraciones	 pertinentes,	 tal	 vez	 se
percate	de	que	la	respuesta	a	la	pregunta	es	dolorosa:	el	resultado	deseado	es,
simplemente,	 inalcanzable.	 En	 ese	 caso,	 tendrá	 que	 hacer	 algo	 que	 tal	 vez	 le
resulte	más	doloroso	aún:	aceptar	que	no	podrá	obtener	su	«resultado	definitivo»
ideal.
Si	desde	un	buen	principio	a	su	público	le	queda	claro	que	el	resultado	que
persigue	es,	simplemente,	inviable,	es	posible	que	usted	«se	pase	de	largo»	en	su
presentación.	 Su	 credibilidad	 a	 largo	 plazo	 también	 podría	 verse	 dañada.	 Si
fracasa,	fracasa	públicamente.
Cuando	 juego	 a	 golf,	 sé	 que	 nunca	 seré	 capaz	 de	 usar	 el	 driver	para	 hacer
pasar	la	pelota	por	encima	del	estanque	que	se	encuentra	a	doscientos	metros	del
tee.	 De	 modo	 que	 lo	 que	 hago	 es	 escoger	 un	 hierro	 del	 5	 y	 lanzar	 la	 pelota,
deliberadamente,	 para	 que	 se	 detenga	 antes	 de	 llegar	 a	 ese	 estanque.	 Mi
resultado	deseado	se	vuelve	realista.	La	credibilidad	de	mi	hándicap	28	se	ve
potenciada.
Del	mismo	modo,	su	«resultado	definitivo»	ideal	puede	ser:
Quiero	que	coincidan	conmigo	en	mi	proyecto	de	consultoría	en	tres	etapas.
Pero,	 tras	 averiguar	 todo	 lo	 que	 pueda	 sobre	 su	 público,	 tal	 vez	 tenga	 que
rebajar	su	deseo	y	perseguir	algo	menos	espectacular:
Quiero	que	pongan	en	práctica	la	primera	fase	de	mi	proyecto	de	inmediato	y	que	se	planteen	las	otras
dos	fases	en	un	período	de	tres	meses.
Si	 apunta	 hacia	 un	 objetivo	 asumible,	 la	 pelota	 no	 acabará	 hundida	 en	 el
estanque.
La	«tubería	preparatoria»
Las	situaciones	en	que	pueden	darse	las	presentaciones	varían	enormemente,	lo
que	 implica	 que	 hay	 que	 modificar	 el	 grado	 de	 rigor	 con	 el	 que	 se	 usa	 el
proceso…	 recurriendo,	 en	 ocasiones,	 a	 todas	 y	 cada	 una	 de	 las	 etapas	 y
explotándolas	al	máximo,	y,	en	otras,	solo	a	conceptos	individuales.	Lo	que	sí	es
imprescindible	es	usar	siempre,	al	menos,	una	parte	de	la	tubería.
Pueden	 darse	 situaciones	 internas	 que	 le	 lleven	 a	 tener	 que	 presentar,
momentos	en	los	que	son	terceros	los	que	le	piden	que	presente	y	ocasiones	en
las	 que	 es	 usted	 el	 que	 quiere	 presentar.	 Tanto	 si	 es	 usted	 el	 que	 ha	 decidido
hablar	como	si	se	trata	de	algo	que	le	ha	venido	impuesto,	no	existe	excusa	para
renunciar	a	la	planificación	y	el	análisis,	a	menos	que	no	le	importe	arriesgarte	al
fracaso.	 Yo	 he	 sido	 testigo	 de	 lamentables	 faltas	 de	 preparación	 en	 muchas	 y
dolorosas	 ocasiones.	 Esas	 presentaciones	 pobres	 pueden	 haber	 resultado
informativas,	incluso	entretenidas,	pero	aun	así	me	dejaron	con	la	sensación	de
que	el	orador	no	estaba	del	todo	seguro	de	hacia	dónde	quería	ir.
Usar	la	«tubería	preparatoria»	para	seguir	el	proceso	expuesto	en	este	capítulo
y	los	cinco	siguientes	sirve	para	minimizar	el	riesgo	de	perderse,	o	de	perder	al
público	en	el	momento	de	la	presentación.	La	«tubería»	nos	anima	a	obtener	un
resultado	más	simple,	lineal	(y,	por	ello,	más	fácil	de	seguir),	a	la	vez	que	nos
deja	espacio	para	ideas	más	complejas	y	creativas	a	medida	que	avanzamos.
DEFINIR	LAS	POSICIONES
Para	ser	un	orador	y	un	líder	efectivo,	tiene	que	ser	riguroso	con	la	planificación
de	la	ruta	mental	por	la	que	va	a	conducir	a	su	público.	Para	ello,	antes	debe
establecer	 con	 exactitud	 dónde	 se	 encuentra,	 como	 si	 dibujara	 una	 de	 esas
flechas	de	los	mapas	de	información	pública	con	las	que	se	indica	«usted	está
aquí».	Ese	es	el	primer	punto	de	la	«tubería».	Para	hacerlo,	debe	identificar	lo
que	piensa	y	siente	su	público	sobre	el	tema	de	la	presentación.	Ello	le	permitirá
definir	lo	que	yo	llamo	el	«punto	de	partida»	del	público.
El	punto	de	partida	es	lo	que	el	público	cree,	conoce	o	siente	sobre	el	tema
de	la	presentación	antes	de	que	esta	se	haya	iniciado.
Es	tal	vez	más	exacto	decir	que	el	punto	de	partida	es	nuestra	suposición	más
fundada	 sobre	 lo	 que	 el	 público	 cree,	 conoce	 o	 siente	 inicialmente,	 pues,	 de
manera	inevitable,	existirá	un	elemento	de	subjetividad	en	el	cálculo.
Una	vez	determinada	la	posición	inicial,	y	solo	entonces,	podrá	decidir	con
precisión	 lo	 que	quiere	 decir	 a	 todas	esas	 personas	 que	 le	observan	 con	 tanta
atención.	En	la	inmensa	mayoría	de	los	casos,	un	«resultado	definitivo»	quedará
fuera	 de	 su	 alcance.	 Sin	 embargo,	 un	 logro	 perfectamente	 deseable	 (si	 bien
menos	 formidable)	 seguirá	 siendo	 factible.	 A	 ese	 estado	 mental	 del	 público,
deseado	y	alcanzable	en	la	práctica,	yo	lo	llamo	«punto	de	llegada».
El	punto	de	llegada	es	lo	que	quiere	que	el	público	crea,	conozca	o	sienta	al
terminar	 la	 presentación,	 una	 vez	 tenida	 en	 cuenta	 la	 realidad	 práctica	 de	 la
situación.
Y	solo	puede	decidir	cuál	debería	ser	el	punto	de	llegada	después	de	haber
recabado	suficiente	información	sobre	las	personas	ante	las	que	pronunciará	la
presentación.
RECABAR	INFORMACIÓN	SOBRE	LA	PRESENTACIÓN
Debe	abordar	este	aspecto	como	una	parte	esencial	del	proceso.	Aquí	no	existen
atajos.	 Tiene	 que	 obtener	 información	 sobre	 usted,	 sobre	 los	 organizadores	 y
sobre	el	público.	Después	de	todo,	el	único	líder	eficaz	es	el	que	se	entiende	a	sí
mismo	y	a	la	gente	a	la	que	intenta	dirigir.	Debe	conocerlo	todo	sobre	usted	y
sobre	la	gente	ante	la	que	pronunciará	la	presentación.	La	principal	fuente	de
información	 sobre	 esta	 la	 obtendrá	 de	 las	 personas	 que	 le	 han	 pedido	 que
pronuncie	la	presentación.
CONOCERSE	UNO	MISMO
Formúlese	la	pregunta	más	difícil	de	todas:
¿Por	qué	estoy	preparando	esta	presentación?
Para	mucha	gente,	la	respuesta	es,	a	menudo:
Porque	me	lo	han	pedido.
Las	presentaciones	suelen	caer	encima	de	un	ejecutivo	incauto	tras	una	dura
ronda	 en	 que	 los	 compañeros	 se	 dedican	 a	 pasarse	 la	 pelota.	 Si	 la	 bomba	 de
relojería	 le	 cae	 a	 usted	 encima,	 asegúrese	 de	 usar	 el	 medio	 de	 comunicación
adecuado,	 de	 la	 manera	 adecuada,	 con	 la	 gente	 adecuada	 y	 en	 el	 momento
adecuado.
Los	documentos	presentados	por	escrito,	y	los	correos	electrónicos,	rara	vez
resultan	tan	persuasivos	como	las	presentaciones	en	vivo.	Sin	embargo,	incluso
cuando	se	expone	algo	ante	un	número	reducido	de	personas,	el	coste	es	elevado.
Durante	la	próxima	presentación	a	la	que	asista,	fíjese	en	la	mesa	y	calcule	el
valor	de	una	hora	de	los	presentes,	sin	olvidar	el	tiempo	que	han	invertido	en
desplazarse	hasta	allí.	Tenga	en	cuenta	esa	cifra	cuando	plantee	cuánto	tiempo	ha
de	durar	su	presentación.
¿Y	qué	hay	de	las	videoconferencias?	Convencer	a	través	de	una	pantalla	es
mucho	más	difícil	que	hacerlo	cuando	el	público	comparte	sala	con	el	orador.	La
presentación	en	vídeo	y	la	presentación	en	vivo,	cara	a	cara,	son	dos	técnicas
muy	distintas.	Las	ideas	y	la	información	se	venden	y	se	compran	mejor	entre
individuos	 que	 ocupan	 un	 mismo	 espacio.	 La	 videoconferencia	 debería	 verse
como	último	recurso.
PREGUNTAS	A	FORMULAR	A	QUIEN	LE	ENCARGUE	UNA	PRESENTACIÓN
Cuando	 hay	 que	 pronunciar	 una	 conferencia	 o	 hablar	 ante	 un	 público	 que	 no
pertenece	 a	 nuestra	 empresa,	 he	 aquí	 diez	 preguntas	 concretas	 a	 formular	 al
cliente/anfitrión/contacto/organizador:
1.	¿Cuánta	gente	asistirá?
2.	¿Cuál	es	la	franja	de	edad?
3.	¿Cuál	es	la	distribución	por	sexos?
4.	¿De	qué	nacionalidades/grupos	étnicos	son	las	personas	convocadas?
5.	¿Cuáles	son	sus	niveles	de	formación,	sus	calificaciones?
6.	¿Cuáles	son	las	titulaciones	profesionales	de	los	presentes?
7.	¿Qué	organizaciones	están	representadas?
8.	¿Quién	hablará	antes	que	usted?
9.	¿Quién	hablará	después	que	usted?
10.	¿Quién	le	presentará?
Cuando	nos	enfrentamos	a	un	público	interno	o	a	un	cliente	al	que	conocemos
bien,	la	mayor	parte	de	la	información	básica	sobre	el	público	(preguntas	1-7)	ya
la	 tendremos	 disponible.	 Pero	 no	 hay	 que	 confiarse:	 como	 el	 orador	 posee	 la
información	 básica	 sobre	 el	 público,	 puede	 creer,	 erróneamente,	 que	 lo	 sabe
todo.
Las	preguntas	8,	9	y	10	son	relevantes	en	todas	las	situaciones	en	las	que	ha
de	hablarse	en	público.
Tras	 obtener	 los	 datos	básicos,	 el	 siguiente	 paso	consiste	 en	meterse	en	 las
cabezas	de	los	asistentes.	Como	diría	Stephen	Covey,	«primero	busque	entender,
y	después,	que	le	entiendan».
En	este	mismo	capítulo,	más	arriba,	hemos	repasado	lo	que	un	público	típico
nunca	piensa	sobre	cuestiones	como	el	tiempo,	la	forma	y	el	contenido.
Sin	embargo,	le	aseguro	que	todos	los	asistentes	a	una	presentación	piensan	en
una	combinación	de	lo	siguiente:
•	Por	favor,	cuénteme	algo	que	no	sepa.
•	Por	favor,	no	me	haga	perder	el	tiempo.
•	Por	favor,	proporcióneme	algo	que	me	haga	la	vida	más	fácil.
Son	pocas	las	personas	a	las	que	les	gusta	verse	condenadas	al	purgatorio	del
PowerPoint.	No	olvide	que	el	público	es	una	entidad	de	un	egoísmo	inherente.
Debe	tratarlo	como	trataría	a	un	pesado	profesional	de	esos	que	asisten	a	las
fiestas	y	que	no	se	siente	a	gusto	a	menos	que	se	hable	de	él.	Esta	es	la	actitud
universal	del	público:
Yo	ya	me	he	cansado	de	pensar	en	mis	necesidades.	¿Qué	piensa	usted	de	mis	necesidades?
El	éxito	de	su	presentación	depende	de	hasta	qué	punto	lo	que	usted	quiere
decir	coincide	con	lo	que	ellos	quieren	o	necesitan	oír.
Una	 presentación	 exitosa	 nace	 de	 un	 proceso	 constante	 de	 respuesta	 a	 las
preguntas	que	los	asistentes	albergan	en	su	mente.	Pero	aunque,	en	efecto,	hay
que	 tener	 siempre	 presente	 al	 público,	 no	 hay	 que	 dejarse	 dominar	 por	 él.
Después	de	todo,	el	orador	tiene	una	misión	que	cumplir.	Lo	que	le	conviene	es
responder	a	sus	preguntas	imperiosas	y,	a	la	vez,	conseguir	lo	que	quiere.	Para
lograrlo,	 hay	 que	 trazar	 un	 mapa	 del	 viaje	 en	 el	 que	 queremos	 embarcar	 al
público,	con	un	punto	de	partida	muy	claro,	y	con	un	destino	más	claro	aún.
No	todo	el	mundo	opina	que	ello	deba	hacerse	antes	de	la	presentación.	Por
raro	 que	 parezca,	 en	 algunos	 libros	 se	 recomienda	 dejar	 una	 gran	 parte	 de	 la
investigación…	¡para	cuando	empecemos	a	hablar!	En	ellos	sugieren	arrancar
formulando	 preguntas	 a	 los	 asistentes,	 e	 incorporar	 sus	 respuestas	 a	 la
presentación	sobre	la	marcha.
Yo	discrepo	con	vehemencia	de	ese	planteamiento.	Iniciar	la	investigación	en
el	 momento	 de	 pronunciar	 la	 presentación	 es	 un	 error,	 porque	 entonces	 ya	 es
demasiado	 tarde.	 El	 público	 creerá	 que	 no	 se	 ha	 molestado	 en	 prepararse
adecuadamente,	que	no	es	lo	bastante	importante	para	usted.
La	interacción	no	sustituye	a	un	contenido	bien	preparado.
Después	 de	 todo,	 si	 ha	 considerado	 que	 no	 merecía	 la	 pena	 prepararlo	 con
antelación,	 el	 público	 considerará	 que	 no	 merece	 la	 pena	 el	 esfuerzo	 de
escucharle.	Preparar	sobre	la	marcha	es	de	una	descortesía	desastrosa.
No	debe	consentir	que	el	público	le	domine,	pero	cierta	dosis	de	«obsesión»
con	el	público	es	del	todo	saludable:
•	Un	exceso	de	preparación	es	posible.
•	Un	exceso	de	ensayos	es	posible.
PREGUNTAS	PARA	LOS	ASISTENTES	A	LA	PRESENTACIÓN
Todas	las	preguntas	que	se	formulan	a	continuación	están	pensadas	para	ayudarle
a	responder	una	pregunta	básica	o	general:
¿Qué	debo	darles	para	obtener	lo	que	quiero	de	esta	presentación?
O,	por	expresarlo	de	un	modo	más	emocional:
¿Cuál	es	el	incendio	que	mi	presentación	puede	servir	para	apagar	(o	encender)?
Las	preguntas	tienen	que	ver	con	sentimientos,	además	de	con	datos:
•	¿Qué	le	interesa	sobre	este	tema?
•	¿Cuál	ha	sido	la	reacción	ante	el	tema	en	presentaciones	anteriores?
•	¿Qué	sabe	ya	sobre	el	tema	de	la	presentación?
•	¿Qué	tiene	que	saber	sobre	este	tema?
•	¿Se	siente	bien,	mal	o	indiferente	por	asistir	a	esta	presentación?
Debe	formular	estas	preguntas	incluso	si	se	dirige	a	un	público	interno	(por
ejemplo,	 de	 su	 propia	 empresa).	 Que	 vea	 a	 los	 asistentes	 todos	 los	 días	 no
implica	 que	 tenga	 que	 saber	 automáticamente	 cuál	 es	 su	 actitud	 hacia	 una
próxima	presentación	importante.
Toda	comunicación	es	tan	buena	como	su	comprensión	de	las	personas	con	las
que	 intenta	 comunicarse.	 Llámelas,	 vaya	 a	 verlas	 o,	 como	 último	 recurso,
envíeles	 correos	 electrónicos.	 Se	 sentirán	 sorprendidas	 y	 halagadas	 por	 el
esfuerzo	que	sin	duda	está	mostrando	para	ajustar	sus	palabras	a	sus	necesidades.
La	ropa	a	medida	siempre	sienta	mejor	que	la	fabricada	en	serie.
Cuando	el	número	de	asistentes	sea	mayor,	tal	vez	deba	esforzarse	más	para
conseguir	los	números	de	teléfono	y	las	direcciones	de	correo	electrónico	de	una
proporción	significativa	de	asistentes.	No	le	estoy	pidiendo	lo	imposible:	si	los
asistentes	 van	 a	 ser	 quinientos,	 una	 proporción	 significativa	 equivaldrá	 a	 diez
personas.	Pero	si	van	a	ser	solo	cinco,	debería	intentar	ponerse	en	contacto	con
todos.
Cuando	 lo	 haga,	 formúleles	 las	 cinco	 preguntas	 clave	 que	 he	 identificado
arriba.	 Las	 respuestas	 le	 permitirán	 crear	 unos	 contenidos	 atractivos,	 pues
resultarán	 relevantes	 para	 esas	 personas	 en	 concreto.	 Intente	 obtener	 la
información	 a	 partir	 de	 conversaciones	 presenciales,	 y	 no	 pidiéndoles,
meramente,	que	rellenen	unos	formularios	online.	Esta	será	más	viva	y	tendrá
más	 valor	 que	 si	 se	 la	 proporciona	 alguien	 que,	 simplemente,	 la	 teclea	 en	 un
ordenador	y	se	la	envía.
Aun	así,	si	está	preparando	un	tema	para	un	público	numeroso,	tal	vez	estaría
bien	que	establiera	un	contacto	breve	por	internet	con	tantos	asistentes	como	sea
posible.	Tal	vez	el	organizador	del	acto	acepte	actuar	como	conducto	informativo
del	público	hacia	usted.	Quizá	acepte	enviar	a	todos	los	posibles	componentes
del	público	una	encuesta	breve.	Le	recomiendo	www.survey-monkey.com	como
recurso	para	obtener	plantillas	interesantes.
Todas	las	preguntas	previas	son	importantes,	pero	no	tanto	como	la	que	viene
a	continuación.	Si	solo	se	le	permite	formular	una	pregunta	al	público,	debe	ser
la	siguiente:
¿Qué	puedo	contarle	en	mi	presentación	que	usted	necesite	y	que	todavía	no	sepa?
Solo	el	egocéntrico	empresarial	más	insoportable	se	negaría	a	responder	a	esa
pregunta.	No	en	vano,	a	él	le	beneficia	que	el	orador	se	asegure	de	no	hacerle
perder	el	tiempo.
Sabemos	 bien	 que	 suele	 ser	 difícil	 contactar	 por	 teléfono	 o	 por	 correo
electrónico	con	muchas	personas	importantes	(o	que	se	creen	importantes).	Pero
probablemente	sí	obtendrá	respuesta	de	sus	asistentes	personales.	Los	mejores	de
estos	no	se	muestran	a	la	defensiva	sobre	las	filias	y	las	fobias	de	sus	jefes.	Si	un
director	 ejecutivo	 siente	 aversión	 por	 las	 presentaciones	 de	 45	 minutos	 con
cincuenta	 diapositivas,	 su	 asistente	 personal	 se	 lo	 comunicará	 a	 usted.	 Eso
espero.	Incluso	los	asistentes	más	protectores	con	sus	jefes	permitirán	el	acceso	a
estos	durante	cinco	minutos	por	teléfono	una	vez	que	les	quede	claro	que,	de	ese
modo,	sus	superiores	se	ahorrarán	media	hora	durante	la	presentación.
Saber	que	ha	hecho	todo	lo	posible	por	descubrir	las	necesidades	del	público
supondrá	 para	 usted	 una	 gran	 inyección	 de	 optimismo	 psicológico	 cuando
finalmente	 pronuncie	 la	 presentación.	 Puede	 tener	 la	 seguridad	 de	 que	 no
fracasará	 por	 ignorancia.	 Tal	 vez	 falle	 por	 arrogancia,	 estupidez	 o	 falta	 de
ensayos,	pero	no	por	ignorancia.
Existe	un	beneficio	subsidiario	que	se	obtiene	gracias	al	esfuerzo	dedicado	a
conocer	 al	 público:	 la	 opinión	 que	 este	 tiene	 de	 usted	 mejora	 bastante	 antes
incluso	de	que	dé	inicio	la	presentación.	Probablemente,	todas	las	personas	con
las	que	hable	contarán	al	menos	a	otros	dos	posibles	asistentes	la	conversación
que	ha	mantenido	con	ellos.	Y	no	tardará	en	ganarse	fama	de	ser	alguien	que	se
preocupa	por	las	necesidades	del	público…	y	si	una	proporción	significativa	de
este	percibe	que	usted	se	preocupa	por	lo	que	el	público	quiere,	ese	público	será
mucho	más	comprensivo	con	lo	que	quiere	usted…	incluso	antes	de	que	inicie	la
presentación.
En	ocasiones,	tal	vez	le	parezca	que	con	su	análisis	del	público	ha	tenido	casi
un	 éxito	 excesivo,	 pues	 descubre	 que	 muchos	 miembros	 del	 auditorio	 tienen
intereses	 muy	 distintos.	 Entonces	 puede	 resultarle	 difícil	 decidirse	 sobre	 un
«punto	de	partida»	que	sea	un	reflejo	fiel	de	esa	amalgama	de	puntos	de	vista.
En	esas	circunstancias,	hay	que	buscar	los	máximos	comunes	denominadores,	es
decir,	 los	 temas	 más	 distintivos	 y	 sofisticados	 que	 la	 mayoría	 del	 público
coincide	en	considerar	los	más	importantes.
He	 usado	 deliberadamente	 el	 término	 «mayoría»	 porque	 es	 improbable	 que
existan	 muchas	 cuestiones	 sobre	 las	 que	 todo	 el	 mundo	 coincida	 plenamente.
Como	 consecuencia	 de	 ello,	 ninguna	 presentación	 puede	 satisfacer	 a	 todo	 el
mundo	 siempre.	 Son	 pocos	 los	 países	 en	 los	 que	 los	 discursos	 dirigidos	 a
auditorios	multitudinarios	son	recibidos	con	muestras	de	aprobación	universales,
y	en	algunos	de	ellos	no	es	recomendable	ser	el	primero	en	sentarse	tras	una
larga	ovación	de	la	gente	puesta	en	pie,	animada	a	hacerlo	por	los	kalashnikov.
CLARIFICAR	LAS	POSICIONES
Sus	conocimientos	recién	adquiridos	serán	el	trampolín	que	le	llevará	al	proceso
de	 escritura.	 La	 información	 obtenida	 a	 partir	 del	 análisis	 del	 público	 le
proporciona	 el	 punto	 de	 partida,	 es	 decir,	 el	 punto	 en	 el	 que	 el	 público	 se
encuentra	 al	 principio	 de	 su	 presentación:	 este	 tiene	 en	 cuenta	 lo	 que	 los
asistentes	creen,	saben	y	sienten	sobre	su	tema	antes	de	que	usted	haya	tenido
ocasión	de	influir	en	ellos.	Debe	incluir	su	sensación	instintiva	además	de	sus
conocimientos	concretos.
Debería	ser	capaz	de	expresar	en	palabras	ese	punto	de	partida,	por	ejemplo,
así:
Antes	de	dar	inicio	a	la	presentación,	el	público	ya	sabrá	algo	sobre	mí	y	mi	empresa.	Sin	duda	está
interesado	en	mi	producto,	pero	ignora	los	resultados	que	hemos	alcanzado	con	nuestros	clientes	más
recientes.
Sométase	 a	 la	 disciplina	 de	 poner	 por	 escrito	 el	 punto	 de	 partida.	 Ello	 le
obligará	a	aclarar	exactamente	dónde	se	encuentra	el	público.
Durante	la	presentación,	su	objetivo	será	llegar	a	su	auditorio	desde	el	punto
de	partida	hasta	el	punto	de	llegada.	El	punto	de	llegada	es	el	estado	mental	que
quiere	que	el	público	alcance	al	final	de	la	presentación,	habiendo	considerado
todas	 las	 circunstancias.	 También	 en	 este	 caso	 debería	 ser	 capaz	 de	 definir	 el
punto	de	llegada	con	una	frase:
Al	final	de	mi	presentación	quiero	que	el	público	quede	tan	impresionado	con	nuestro	software	que
esté	interesado	en	saber	si	es	compatible	con	el	que	tiene	en	la	actualidad.
El	 punto	 de	 llegada	 debería	 ser	 un	 pensamiento	 concreto.	 Debe	 saber
exactamente	dónde	quiere	que	se	dirija	el	público	antes	de	intentar	llevarlo	hasta
allí.	 No	 le	 interesa	 que	 los	 asistentes	 a	 la	 presentación	 piensen:	 «Sí,	 esto	 es
bastante	interesante,	pero	no	sé	adónde	va	con	todo	eso	en	realidad».
Una	vez	haya	decidido	cuál	puede	ser	su	punto	de	llegada,	sométalo	a	una
prueba	formulándose	las	siguientes	preguntas:
•	¿Está	seguro/a	de	que	el	salto	mental	que	hace	falta	dar	entre	el	punto	de
partida	y	el	punto	de	llegada	no	es	demasiado	grande?
•	 ¿Está	 seguro/a	 de	 que	 el	 público	 se	 encuentra	 en	 una	 posición	 que	 le
permitirá	emprender	la	acción	que	le	proponga?
•	 ¿Está	 seguro/a	 de	 que	 se	 trata	 del	 momento	 adecuado	 para	 transmitir	 esa
información?
•	 ¿Está	 seguro/a	 de	 que	 no	 les	 está	 pidiendo	 que	 absorban	 demasiada
información	en	el	tiempo	de	que	disponen?	Tenga	en	cuenta	de	que	si	el	trasero
se	cansa	de	estar	sentado,	la	mente	deja	de	procesar	la	información.
Soy	 consciente	 de	 que	 la	 gran	 cantidad	 de	 preguntas	 que	 le	 pido	 que	 se
formule	puede	disuadirle	de	emprender	el	análisis	del	público.	También	me	doy
cuenta	de	que,	con	frecuencia,	no	dispondrá	de	tiempo	para	plantearlas	todas.
Por	 eso,	 las	 acciones	 que	 incluyo	 abajo	 incorporan	 solo	 las	 preguntas	 cuyas
respuestas	no	puede	ignorar.	Concentran	todos	los	temas	que	podrían	surgir	si	se
formulara	el	resto	de	las	preguntas	que	aparecen	repartidas	por	todo	el	capítulo.
Úselas	como	análisis	en	bruto,	de	urgencia,	cuando	no	tenga	tiempo	de	hacer	las
cosas	despacio	y	bien.
Si	 recurre	 al	 planteamiento	 que	 se	 expone	 en	 el	 siguiente	 capítulo,	 habrá
avanzado	un	buen	trecho	para	romper	las	cadenas	impuestas	por	la	página	en
blanco	del	ordenador	que	tiene	delante,	y	será	más	probable	que	logre	generar	el
impacto	vigoroso	que	necesita.
Si,	 cuando	 termine	 de	 hablar,	 el	 público	 ha	 pasado	 del	 punto	 de	 partida	 al
punto	de	llegada	que	usted	deseaba,	entonces	la	presentación	habrá	sido	un	éxito.
El	 capítulo	 siguiente	 trata	 sobre	 el	 mecanismo	 al	 que	 puede	 recurrir,
exactamente,	para	que	lo	logre.
Acciones
1.	Pregúntese	de	qué	quiere	convencer	a	su	público.
2.	Decida	qué	«resultado	definitivo»	persigue.
3.	 Investigue	 a	 su	 público,	 usando	 las	 siguientes	 preguntas	 como	 pautas
mínimas:
•	¿Quiénes	son?	Identifique	a	los	individuos	y	las	categorías	de	individuos
presentes.
•	 ¿Por	 qué	 están	 juntos	 en	 la	 misma	 sala?	 Asegúrese	 de	 averiguar	 si
están	 allí	 sobre	 todo	 para	 escucharle	 a	 usted	 o	 por	 otra	 razón	 totalmente
distinta.
•	¿Qué	quieren	oír?	Tal	vez	no	lo	hayan	averiguado,	pero	si	lo	han	hecho,
usted	debería	hacer	el	esfuerzo	de	descubrir	de	qué	se	trata.
•	¿Qué	necesitan	oír?	Puede	tratarse	de	algo	totalmente	distinto	de	lo	que
quieren.	Corresponde	al	orador	averiguarlo	en	su	nombre.
•	¿Qué	debe	decirles	en	el	curso	de	la	presentación	que	le	dé	la	ocasión
a	usted	de	obtener	lo	que	usted	quiere	al	término	de	esta	?	Por	supuesto,
estamos	hablando	del	Santo	Grial.	Nadie	puede	lograrlo	siempre	que	realiza
una	presentación,	pero	sí	se	trata	de	algo	a	lo	que	debe	aspirar	cada	vez	que
exponga	en	público.
4.	 Usando	 las	 respuestas	 a	 estas	 preguntas,	 redacte	 la	 aproximación	 más
ajustada	al	punto	de	partida	del	público.
5.	Decida	si	su	«resultado	definitivo»	ideal	debe	ser	reformulado	para	alcanzar
un	punto	de	llegada	más	factible.
3
Dar	forma	a	la	declaración
Este	capítulo	trata	del	mecanismo	que	impulsa	al	público	y	lo	lleva	hasta	donde
usted	quiere	llevarlo.	El	mecanismo	debe	ser,	a	la	vez,	mucho	más	que	eso:	debe
contener	también	las	palabras	que	quiere	que	el	público	retenga	y	valore	mucho
después	de	que	haya	abandonado	la	sala.	Por	ello	no	puede	tratarse	meramente
de	un	«mensaje».
El	mensaje	no	es	un	arma	poderosa	en	las	presentaciones,	porque	resulta	un
concepto	 demasiado	 vago	 y	 poco	 definido.	 Para	 que	 resulte	 eficaz,	 cualquier
cosa	pensada	para	concentrar	las	palabras	más	importantes	de	una	presentación
debe	 definirse	 con	 precisión	 e	 ir	 muy	 bien	 dirigida.	 Solo	 entonces	 puede
constituir	una	manera	eficaz	de	lograr	que	el	auditorio	absorba	y	aprecie	lo	que
se	le	dice,	y	que	actúe	en	consecuencia.
El	público,	hoy
En	 la	 actualidad	 somos	 bombardeados	 con	 mucha	 más	 información	 que	 hace
diez	años,	e	incluso	que	hace	cinco.	Pero	nuestra	capacidad	de	asimilación	no	ha
aumentado	 al	 mismo	 ritmo.	 Intentamos	 filtrar	 lo	 que	 de	 verdad	 necesitamos,
pero	 ese	 proceso	 de	 filtrado	 no	 es	 fácil.	 Las	 agencias	 de	 publicidad	 se
aprovechan	de	esa	limitación.	Trabajan	con	empeño	por	plasmar	la	esencia	de
sus	actividades	en	unas	pocas	palabras	con	garra:
•	«CNN:	Vive	la	Noticia.»
•	«Federal	Express	le	trae	el	mundo	a	tiempo.»
•	«Para	su	bienestar,	Cook	Electric.»
•	«En	BA	Club	World,	más	camas,	más	destinos,	más	frecuencias.»
Estas	 palabras	 actúan	 como	 instantáneas	 de	 la	 empresa	 o	 el	 producto	 en
cuestión.	Son	meramente	un	aperitivo,	interesantes	en	sí	mismas,	pero	que	nos
dejan	con	ganas	de	más.
Todas	ellas	son	ejemplos	de	lo	que	yo	llamo	«macrodeclaración».
Una	 macrodeclaración	 es	 una	 secuencia	 de	 palabras	 que	 captura	 rápida	 y
poderosamente	la	esencia	de	lo	que	queremos	que	el	público	recuerde.
Una	macrodeclaración	debería	ser	breve,	instantánea	y	memorizable.	Pero	no
hace	falta	el	presupuesto	de	Saatchi	and	Saatchi	para	crear	una.	En	una	ocasión,
en	 el	 escaparate	 de	 una	 pequeña	 tienda	 de	 delicatessen	 de	 Manchester	 leí	 lo
siguiente:
Churchill's	Sandwiches:	haga	del	almuerzo	su	mejor	hora.
Todos	esos	ejemplos	comparten	una	característica	que	es,	a	la	vez,	su	mayor
fortaleza	y	su	mayor	debilidad:	se	crean	para	que	lleguen	a	todo	el	mundo,	y	no	a
un	grupo	específico	de	personas.
Las	macrodeclaraciones	suelen	estar	pensadas	para	ser	leídas,	más	que	para
ser	 pronunciadas.	 No	 están	 hechas	 a	 medida.	 Están	 diseñadas	 para	 captar	 la
atención	 de	 un	 máximo	 número	 de	 personas,	 pero	 solo	 durante	 unos	 breves
instantes.	No	están	hechas	para	hacer	que	la	gente	piense	cuidadosamente	sobre
esa	 organización	 o	 ese	 producto	 particulares.	 Se	 presupone	 que	 el	 efecto	 será
superficial.	Se	presupone	que	son	más	un	fogonazo	que	un	foco.
Las	 macrodeclaraciones	 se	 han	 usado	 profusamente	 en	 el	 mundo	 de	 las
presentaciones	políticas	en	Gran	Bretaña.	En	1979,	el	Partido	Conservador	basó
su	campaña	a	las	elecciones	generales	en	la	siguiente	macrodeclaración	inspirada
en	 Saatchi	 and	 Saatchi:	 «El	 Partido	 Laborista	 no	 funciona»	 (en	 su	 versión
original	inglesa:	«Labour	isn't	working»;	donde	se	jugaba	con	los	conceptos	de
«trabajo»	 y	 «desempleo»).	 La	 macrodeclaración	 se	 veía	 reforzada	 por	 la
oportuna	imagen	de	una	cola	ante	una	oficina	de	empleo.	Se	trató	de	un	ejercicio
muy	exitoso	de	persuasión	superficial	de	masas.
En	 las	 elecciones	 de	 2010,	 los	 Tories	 recurrieron	 a	 dos	 macrodeclaraciones
distintas:	 «Vota	 por	 el	 cambio»	 y	 «Estamos	 todos	 juntos	 en	 esto».	 Estas	 dos
afirmaciones	no	poseían	la	elegante	concisión	de	la	macrodeclaración	de	1979.
Estoy	 seguro	 de	 que	 su	 vaga	 debilidad	 intrínseca	 fue	 uno	 de	 los	 factores
principales	que	llevaron	al	Partido	Conservador	a	no	retener	la	mayoría	absoluta.
Con	todo,	para	capturar	una	presentación	viva,	hablada,	hay	que	ir	mucho	más
lejos.	 En	 este	 caso,	 la	 declaración	 debe	 estimular	 al	 público	 y	 llevarlo	 a
considerar	el	tema	con	mucha	mayor	profundidad.	La	única	manera	de	lograrlo
es	afinar	esa	sintetización,	adaptarla	al	público	concreto.
Al	hacerlo,	se	convierte	en	lo	que	denomino	«microdeclaración».
Crear	una	microdeclaración
Una	 «microdeclaración»	 es	 una	 secuencia	 de	 palabras	 que	 captura	 rápida	 y
poderosamente	 la	 esencia	 de	 nuestra	 presentación	 de	 un	 modo	 adaptado
específicamente	 a	 las	 necesidades	 de	 un	 público	 específico	 en	 un	 momento
específico.
La	 microdeclaración	 es	 básica	 para	 el	 éxito	 de	 toda	 la	 presentación.	 Es	 el
catalizador	en	el	proceso,	cuidadosamente	coordinado,	que	se	encarga	de	llevar
al	público	desde	el	punto	de	partida	hasta	el	punto	de	llegada	deseado	por	el
orador	«a	puño	limpio».
Los	 dos	 conceptos,	 el	 de	 punto	 de	 llegada	 y	 el	 de	 microdeclaración,	 están
estrechamente	 relacionados.	 Uno	 está	 pensado	 para	 llevar	 al	 público	 hasta	 el
otro.	 La	 manera	 más	 fácil	 de	 comprender	 esta	 afirmación	 es	 pensar	 en	 ellos
como	conectados	por	la	palabra.
Al	público	se	le	convencerá	para	que	adopte	el	enfoque	de	su	punto	de	llegada
deseado	 a	 través	 de	 la	 información	 y	 los	 conceptos	 contenidos	 en	 la
microdeclaración.
La	microdeclaración	es	la	esencia	destilada,	el	diamante	en	bruto	que	encierra
el	 núcleo	 de	 la	 presentación.	 Es	 lo	 que	 usted	 diría	 si	 solo	 dispusiera	 de	 diez
segundos	para	decirlo.	Es	lo	que	quiere	que	el	público	recuerde	sobre	todo	lo
demás.	De	hecho,	si	el	público	no	recordara	nada	más	que	su	microdeclaración,
habría	conseguido	mucho	más	que	la	mayoría	de	los	oradores.
Una	microdeclaración	afilada	y	definida	es	lo	que,	de	hecho,	impide	que	una
presentación	sea	una	fuente	de	luz	tenue	y	difusa	y	se	convierta	en	un	penetrante
rayo	láser.
Una	 microdeclaración	 clara	 resulta	 particularmente	 importante	 cuando	 las
ideas	se	lanzan	desde	lo	alto	de	una	empresa	o	una	organización.	No	conviene
que	esas	ideas	se	diluyan.	La	creación	de	una	microdeclaración	breve,	relevante
y	 memorable	 lo	 evita.	 Los	 beneficios	 deberían	 estar	 implícitos	 en	 la
microdeclaración.	 Piense	 en	 el	 resultado	 que	 quiere	 imaginando	 que	 yo	 me
llevara	aparte	a	uno	de	los	asistentes	a	su	presentación	y	le	preguntara:	«¿Puede
decirme	 ahora	 mismo	 qué	 es	 lo	 más	 importante	 de	 todo	 lo	 que	 el	 orador
intentaba	 expresar?».	 La	 respuesta	 que	 quiere	 que	 ese	 asistente	 sea	 capaz	 de
proporcionar	contiene	las	palabras	exactas	de	la	microdeclaración.
Una	microdeclaración	posee	seis	características	esenciales:
1.	Debería	ser	creada	específicamente	solo	para	un	público.
2.	El	público	ha	de	percibirla	como	crucial.
3.	Debería	estimular	el	pensamiento	del	público.
4.	Debería	caber	en	una	sola	frase.
5.	Debería	ser	lo	bastante	simple	para	memorizarse.
6.	Debería	contener	en	sí	misma	su	propia	justificación.
Constituye	todo	un	reto	meter	todas	esas	características	en	una	sola	frase.	Por
ello,	crear	una	microdeclaración	es	la	parte	de	la	preparación	de	contenido	que
lleva	más	tiempo.	Pero	ese	tiempo	invertido	merece	la	pena.	Si	no	cuenta	con
una	 microdeclaración	 clara	 y	 fácilmente	 memorizable,	 no	 conseguirá	 que	 su
presentación	sea	clara	ni	fácilmente	memorizable.
Crear	materiales	a	partir	de	una	microdeclaración
Imaginemos	 que	 usted	 es	 un	 ejecutivo	 de	 ventas	 de	 una	 empresa	 que	 fabrica
equipamientos	 para	 el	 golf.	 Tiene	 que	 dirigirse	 a	 dos	 públicos	 distintos.	 El
primero	es	un	grupo	de	propietarios	de	tiendas	de	golf	que,	cómo	no,	quieren
ganar	 dinero	 vendiendo	 equipos	 a	 sus	 clientes.	 El	 segundo	 es	 un	 grupo	 de
golfistas	 que	 son	 los	 consumidores	 finales	 de	 esos	 equipos.	 Ambas
presentaciones	tienen	puntos	de	partida	y	de	llegada	similares.
Punto	de	partida:	antes	de	que	se	inicie	la	presentación,	el	público	sabe	muy
poco	sobre	el	producto,	más	allá	de	algunos	rumores	vagos,	positivos;	pero	está
interesado	en	conocer	más.
Punto	de	llegada:	el	público	sentirá	que	Lazerforce	es	una	gama	de	palos	de
golf	que	satisface	sus	necesidades.
Pero	cada	uno	de	los	grupos	tiene	preocupaciones	distintas.	Ello	implica	que
debemos	crear	una	microdeclaración	distinta	para	cada	público.
La	microdeclaración	dedicada	a	los	propietarios	de	tiendas	de	golf	sería:
Los	palos	de	golf	Lazerforce	son	sus	palos,	porque	su	fuerte	presencia	en	los	medios	de	comunicación
los	hace	muy	fáciles	de	vender,	con	un	amplio	margen	de	beneficios.
La	microdeclaración	dedicada	a	los	golfistas	sería:
Los	palos	de	golf	Lazerforce	son	sus	palos,	porque	lanzan	la	bola	a	la	mayor	distancia	posible,	en
línea	recta	y	al	precio	más	competitivo.
Estas	microdeclaraciones	tienen	menos	garra	que	las	macrodeclaraciones	de
empresas	que	he	enumerado	arriba.	Se	trata	de	una	consecuencia	inevitable	de
afinar	el	blanco	al	que	van	dirigidas.	La	creación	a	medida	y	lo	llamativo	rara
vez	van	de	la	mano.
Pero	estas	dos	microdeclaraciones	cumplen	con	los	seis	criterios.	Ambas	han
sido	 creadas	 específicamente	 para	 ayudar	 a	 satisfacer	 las	 necesidades	 de	 un
público	concreto.
Cada	 una	 de	 ellas	 suscita	 cuestiones	 distintas.	 La	 primera,	 dedicada	 a	 los
propietarios	de	tiendas	de	golf,	se	posiciona	para	abordar	las	preocupaciones	que
podrían	asaltarles:
Presencia	pública
•	¿De	qué	anuncios	publicitarios	dispone	el	fabricante?
•	¿Cuáles	son	sus	planes	para	radio	y	televisión?
•	¿Están	preparando	eventos	especiales?
•	¿A	qué	profesionales	recurren	para	avalar	el	producto?
•	¿Puede	ser	provechoso	para	mí	vender	este	producto?
Facilidad	de	venta
•	¿Cuántas	unidades	vendieron	el	año	anterior?
•	¿Cuántas	ventas	se	generaron	en	tiendas	como	la	mía?
•	¿Qué	descuentos	obtendría	yo?
•	¿Qué	ofertas	especiales	se	me	propondrán?
La	 segunda	 microdeclaración,	 dedicada	 a	 los	 golfistas,	 aborda	 temas	 que
importan	a	cualquier	persona	que	practique	el	deporte:
Mayor	distancia	de	lanzamiento	posible
•	¿A	qué	distancia	lanzan?
•	¿Lanzan	más	lejos	que	los	palos	que	ya	tengo?
•	¿Pueden	usarlos	eficazmente	personas	de	mi	nivel?
•	¿Quién	dice	que	son	tan	buenos?
•	¿Cómo	logran	funcionar	tan	bien?
En	línea	recta
•	¿A	qué	tipo	de	pruebas	han	sido	sometidos?
•	¿Es	eso	cierto	incluso	para	alguien	que	juega	tan	mal	como	yo?
•	¿Puedo	solicitar	una	demostración?
Precio	más	competitivo
•	¿Cuánto	cuestan?
•	¿En	qué	difieren	de	la	competencia?
•	¿Merecen	la	pena?
Las	presentaciones	deberían	contener	las	respuestas	a	estas	preguntas.	Así,	la
microdeclaración	 constituye	 el	 foco	 del	 que	 parte	 el	 proceso	 de	 preparación.
Todo	debe	surgir	de	ella.
Tiene	que	usar	la	microdeclaración	para	disciplinarte	a	sí	mismo.	Esta	debe
convertirse	en	los	cimientos	sobre	los	que	construya	su	presentación.
A	 medida	 que	 vaya	 creando	 sus	 contenidos,	 se	 planteará	 usar	 o	 descartar
materiales,	que	tal	vez	acabe	incluyendo	o	excluyendo	de	su	presentación	final.
Entre	 ellos	 pueden	 figurar	 estadísticas,	 hechos,	 citas,	 anécdotas,	 chistes	 y
muchas	 otras	 cosas.	 Todo,	 en	 las	 presentaciones,	 debe	 poder	 vincularse	 a	 la
microdeclaración.	Cada	vez	que	se	le	ocurra	un	posible	contenido,	piense:
¿Me	sirve	para	convencer	al	público	del	valor	de	mi	microdeclaración?
Si	no	le	sirve	para	ello,	descártelo.	En	el	capítulo	siguiente	le	proporcionaré
más	detalles	para	que	use	las	microdeclaraciones	como	motores	del	proceso	de
redacción.
A	continuación	reproduzco	una	microdeclaración	que	Dan	Bond	(mi	socio	en
Straight	Talking)	creó	para	el	director	ejecutivo	de	un	proveedor	multinacional
de	telecomunicaciones,	que	debía	hablar	ante	sus	empleados	europeos:
Para	 expandirnos	 en	 Europa	 debemos	 convencer	 a	 nuestros	 clientes	 de	 que	 somos	 capaces	 de
responder	a	sus	necesidades	las	veinticuatro	horas	del	día.
Usó	el	verbo	«convencer»,	y	no	«asegurar»,	porque	tanto	para	él	como	para
sus	 superiores	 estaba	 claro	 que	 hacía	 falta	 una	 importante	 campaña	 de
persuasión.	 Es	 posible	 crear	 una	 microdeclaración	 que	 sirva	 para	 vender	 un
producto	y,	además,	muestre	cierta	visión	de	futuro.	En	el	ejemplo	siguiente,	el
director	de	marketing	de	una	compañía	de	seguros	internacional	se	aseguró	de
que	su	público,	perteneciente	a	su	empresa,	fuera	consciente	de	las	implicaciones
profundas	de	hacer	bien	su	trabajo:
Tenemos	el	deber	de	animar	a	los	consumidores	a	comprar	productos	de	protección	y	de	disuadirlos
de	que,	simplemente,	ignoren	la	cuestión.
Uno	 de	 nuestros	 clientes	 es	 el	 presidente	 de	 la	 Asociación	 de	 Fomento
Empresarial	de	su	país.	Para	el	discurso	que	debía	pronunciar	durante	la	cena
anual	de	su	asociación,	necesitaba	una	microdeclaración	que	no	solo	capturara	la
urgencia	 de	 la	 situación	 en	 su	 industria,	 sino	 que	 también	 fuera	 lo	 bastante
simple	para	que	los	asistentes	la	recordaran	(tras	beberse	una	botella	de	vino)	y
pudieran	reproducirla	ante	sus	colegas	al	día	siguiente.
Esto	fue	lo	de	dijo:
A	pesar	de	las	reformas	impopulares,	si	queremos	incrementar	nuestra	cuota	de	mercado,	debemos
ayudar	al	gobierno	a	llevar	a	cabo	una	importante	campaña	de	marketing	internacional.
Esta	 microdeclaración	 era	 directa	 sin	 resultar	 ofensiva	 para	 ninguno	 de	 los
políticos	presentes.
Aunque,	 si	 quiere	 sonar	 ofensivo,	 también	 puedo	 proponerle	 algo.	 En	 un
tribunal	de	justicia,	las	microdeclaraciones	no	deben	ser	sutiles…	Después	de
todo,	han	de	ser	comprendidas	por	jueces	y	miembros	del	jurado.	Yo	he	usado	la
siguiente	con	éxito:
Mi	cliente	no	pudo	cometer	este	delito	porque	resulta	evidente	que	tiene	la	inteligencia	de	un	kebab.
La	creación	de	una	microdeclaración	eficaz	tiene	que	ser	un	tormento.	Ha	de
resultar	tan	fácil	como	tragarse	un	melón.	Su	primer	intento	rara	vez	será	el	que
acabe	usando	en	la	presentación	final.	Todas	y	cada	una	de	las	palabras	de	la
microdeclaración	han	de	meditarse	mucho,	porque	juntas	constituyen	el	legado
que	 dejará	 a	 su	 público.	 Trátela	 como	 la	 preciosa	 joya	 en	 que	 desea	 que	 se
convierta.
Soy	consciente	de	que	podrían	acusarme	de	apología	del	masoquismo	en	la
preparación.	 Bien,	 en	 mi	 defensa	 puedo	 ofrecerle	 cierto	 consuelo:	 cuando
finalmente	encuentre	la	microdeclaración	correcta,	lo	sabrá	al	instante.	Es	como
el	amor	a	primera	vista.	Casi	todos	los	posibles	compradores	de	casas	saben	que
han	encontrado	la	vivienda	que	buscan	desde	el	momento	en	que	atraviesan	el
umbral.	La	microdeclaración	correcta	tendrá	el	mismo	efecto	sobre	usted.
El	proceso	mental	que	hace	falta	para	llegar	a	la	microdeclaración	varía	según
cada	individuo.	Conozco	a	personas	tan	concisas	y	seguras	en	su	día	a	día	que	el
uso	de	microdeclaraciones,	simplemente,	refleja	su	manera	de	comunicarse.	En
el	otro	extremo	del	espectro	están	los	que	hablan	por	los	codos	y	que,	cuando
intentan	crear	una	microdeclaración,	es	como	si	Tolstói	en	persona	se	lo	dictara.
Sea	cual	sea	su	marco	mental	de	partida,	lo	mejor	suele	ser	moverse	en	una
combinación	 de	 preguntas	 estructuradas	 e	 ideas	 nacidas	 de	 la	 inspiración	 del
momento,	 intuiciones,	 elementos	 sacados	 de	 la	 manga.	 El	 proceso	 implica
hacerse	a	sí	mismo,	y	tal	vez	también	a	algunos	compañeros	de	trabajo	en	los
que	usted	confíe,	una	serie	de	preguntas	para	la	creación	de	microdeclaraciones:
1.	¿Qué	es	lo	más	llamativo	sobre	la	información	que	quiero	transmitir?
2.	¿Hay	algo	que	atraiga	tanto	a	lo	cerebral	como	a	lo	visceral	del	público?
3.	¿Hay	algo	nuevo	para	el	público?
4.	Si	los	asistentes	lo	asimilaran	y	lo	creyeran,	¿les	haría	cruzar	el	puente	del
Porqué	y	los	conduciría	hacia	el	punto	de	llegada	deseado?
5.	¿Puede	expresarse	en	una	frase?
6.	¿Sería	muy	decepcionante	que	el	público	no	lo	asimilara,	no	lo	aceptara	y
no	lo	pusiera	en	práctica?
7.	¿Será	suficiente	para	que	los	asistentes	quieran	trasmitirlo	a	otras	personas?
Existe	otra	analogía	más	expeditiva	que	puede	ayudarle	a	captar	el	concepto
de	microdeclaración:	imagine	que	usted	es	el	piloto	de	un	caza	de	guerra,	y	que
la	microdeclaración	es	un	misil	guiado.	Usted	identifica	un	blanco	(análisis	del
público/punto	de	partida).	Después,	decide	con	precisión	qué	efecto	quiere	que
cause	su	ataque	(punto	de	llegada).	A	continuación	selecciona	el	arma	adecuada
(crea	 la	 microdeclaración).	 Pero	 no	 puede	 lanzar	 el	 proyectil	 hasta	 que	 haya
«apuntado»	a	su	diana.	Así	pues,	usted	tiene	que	sentir	que	la	microdeclaración
apunta	con	tal	precisión	que	impactará	en	su	público	exactamente	en	el	punto	en
el	que	su	intelecto	y	sus	vísceras	se	tocan.
Y	 ya	 que	 hablamos	 de	 combates,	 deberíamos	 mencionar	 que	 los	 políticos
tendrían	que	usar	las	microdeclaraciones	más	a	menudo.	En	noviembre	de	2002,
Iain	 Duncan	 Smith	 (a	 la	 sazón	 líder	 del	 Partido	 Conservador	 británico)
pronunció	 un	 discurso	 durante	 la	 cena	 anual	 del	 Institute	 of	 Directors,	 en
Grosvenor	House.	Debía	lanzar	un	ataque	brutal	contra	la	acción	de	gobierno
que	 apelara	 directamente	 a	 los	 asistentes,	 todos	 del	 mundo	 empresarial.	 La
siguiente	microdeclaración	fue	la	plataforma	armamentística	que	creamos	para
él:
Si	 Gordon	 Brown	 sigue	 obstruyendo	 las	 arterias	 del	 país	 con	 el	 colesterol	 de	 impuestos	 y
endeudamiento,	entonces	nos	encaminamos	hacia	un	infarto	económico.
Aunque	todavía	no	ejerzo	influencia	sobre	los	discursos	de	Barack	Obama,	el
presidente	 de	 Estados	 Unidos	 parece	 usar	 su	 propia	 versión	 de	 las
microdeclaraciones.	Su	discurso	tras	la	victoria	de	2008	alumbró	el	que	tal	vez
sea	el	eslogan	político	más	citado	del	milenio,	hasta	la	fecha:	«Yes	we	can»	(en
castellano:	«Sí,	podemos»).
Uso	deliberadamente	el	término	«eslogan»,	y	no	«microdeclaración»,	por	lo
simple	 de	 su	 naturaleza.	 De	 hecho,	 podría	 decirse	 que	 se	 trata	 de	 una
macrodeclaración,	porque	estaba	pensada	para	atraer	a	todo	el	país,	y	no	solo	al
millón	de	personas	que,	aproximadamente,	se	congregaban	ante	él.	Era	una	frase
que	Obama	intentaba	conseguir	que	el	público	coreara…	empeño	en	el	que	solo
triunfó	a	medias.	Las	llamadas	y	respuestas	de	ese	tipo	no	suelen	prender	más
allá	de	las	iglesias	evangelistas.
El	otro	problema,	además	de	su	simplicidad,	ha	sido	la	facilidad	con	la	que
puede	parodiarse,	cosa	que	han	hecho,	por	ejemplo,	los	humoristas	republicanos,
formulando	 la	 pregunta:	 «¿Puede	 crear	 un	 Plan	 Sanitario	 asumible?	 No,	 no
puede».
Más	 perturbador	 resulta	 que	 la	 frase	 fuera	 tomada	 de	 un	 personaje	 de	 la
comedia	de	situación	Glee,	que	iniciaba	una	campaña	pidiendo	el	regreso	de	los
castigos	 corporales	 en	 la	 escuela	 con	 la	 frase:	 «Yes	 we	 cane»	 (se	 trata	 de	 un
juego	de	palabras	en	el	que	cane	significa	«castigar	con	una	vara»).
Por	 otra	 parte,	 Obama	 asumió	 un	 enfoque	 totalmente	 distinto	 durante	 el
discurso	inaugural	de	su	presidencia,	más	comedido	y	propio	de	un	hombre	de
Estado,	 en	 consonancia	 con	 la	 ocasión	 y	 con	 los	 problemas	 a	 los	 que	 se
enfrentaba	su	país.	La	frase	que	se	acercaba	más	a	una	microdeclaración	fue:
Es	hora	de	levantarse	del	suelo,	sacudirse	el	polvo	e	iniciar	la	labor	de	poner	en	pie	al	país	una	vez
más.
Nadie	coreará	esta	frase	dentro	de	diez	años.	No	posee	la	accesibilidad	simple
(tal	 vez	 simplista)	 del	 «Yes	 we	 can».	 Insisto	 en	 que,	 dado	 que	 el	 público
internacional	era	tan	inmenso,	podría	definirse	como	macrodeclaración.	Pero	se
trataba	sin	duda	de	un	resumen	eficaz	de	lo	que	quería	que	su	público	recordara,
y	 sobre	 lo	 que	 actuara,	 en	 aquel	 momento	 concreto.	 Y,	 por	 tanto,	 tuvo	 éxito
como	 microdeclaración.	 Más	 importante	 aún:	 la	 mayoría	 de	 los	 medios	 de
comunicación	lo	escogieron	como	la	frase	que	representaba	su	actitud	madura
ante	la	ingente	tarea	que	tenía	encomendada.
Poner	a	prueba	la	declaración
No	debe	fiarse	solo	de	su	instinto.	Puede	poner	a	prueba	su	microdeclaración
para	comprobar	que	sea	la	adecuada,	y	para	ello	debe	asegurarse	de	que	le	lleve
a	responder	afirmativamente	a	las	preguntas	para	verificar	la	microdeclaración,
algunas	 de	 las	 cuales,	 deliberadamente,	 repiten	 conceptos	 surgidos	 ya	 en	 las
preguntas	de	creación:
•	¿Se	recuerda	con	facilidad	la	microdeclaración?
•	¿Aborda	el	tema	candente?
•	¿Es	lo	bastante	directa	para	atrapar	al	público?
•	¿La	verá	el	público	como	algo	tan	valioso	que	querrá	compartirlo	con	otras
personas?
•	Si	el	público	recordara	su	microdeclaración	y	pasara	a	la	acción	a	partir	de
ella,	¿lo	consideraría	un	resultado	satisfactorio?
Como	digo,	todas	las	preguntas	han	de	responderse	con	un	sonoro	«SÍ».	Solo
cuando	 haya	 dado	 con	 la	 microdeclaración	 adecuada	 podrá	 crear	 una
presentación	atractiva.
Límites	de	tiempo
Cuando	 introduzco	 por	 primera	 vez	 el	 concepto	 de	 microdeclaración	 a	 algún
cliente,	este	se	pelea	con	él	durante	un	tiempo,	hasta	que,	tras	haberlo	puesto	en
práctica	 varias	 veces,	 acaba	 abrazándolo.	 Pero,	 por	 lo	 general,	 el	 cliente	 me
desafía	en	los	siguientes	términos:
La	mayoría	de	mis	presentaciones	no	pueden	durar	menos	de	treinta	minutos,	porque	tengo	una	gran
cantidad	de	información	que	transmitir.	Seguro	que	una	sola	microdeclaración	no	puede	cubrir	todo	ese
material.
Siempre	me	complace	que	se	enfrenten	a	mí	de	ese	modo,	pues	significa	que
el	cliente	ha	dedicado	un	gran	esfuerzo	a	averiguar	cómo	funciona	ese	concepto.
Y	también	significa	que	ha	comprendido	cuáles	son	sus	límites.
No	puede	haber	una	fórmula	matemática	precisa,	pero	creo	firmemente	que
una	sola	microdeclaración	no	es	capaz	de	sustentar	más	de	veinte	minutos	de
presentación	en	vivo.	Si	tiene	la	absoluta	certeza	de	que	su	presentación	durará
más,	debería	considerar	la	conveniencia	de	realizar	más	de	una	subpresentación,
con	más	de	una	microdeclaración.	Ello	contribuirá	a	que	la	presentación	resulte
más	manejable	para	usted,	y	hará	que	el	público	la	recuerde	mejor.
Este	proceso	de	partición	puede	ser	muy	sencillo,	o	constituir	todo	un	reto,
dependiendo	 del	 tema	 que	 se	 trate.	 Una	 presentación	 que	 aborde	 tres	 áreas
geográficas	 diferenciadas	 puede	 dividirse	 sin	 problemas	 en	 tres
subpresentaciones,	con	sendas	microdeclaraciones	relacionadas	con	cada	una	de
ellas.
•	La	división	de	la	Zona	Norte	se	enfrenta	a	tantas	dificultades	que	tal	vez
debamos	sustituir	a	todo	el	equipo	directivo.
•	La	división	de	la	Zona	Centro	sobrevive	razonablemente	bien	en	un	mercado
muy	duro,	de	modo	que	debemos	animarles	a	que	mantengan	el	empeño.
•	A	la	división	de	la	Zona	Sur	le	va	tan	bien	que	deberíamos	ver	si	algunas	de
sus	técnicas	pueden	ser	copiadas,	a	la	larga,	por	las	otras	divisiones.
Una	presentación	pensada	para	describir	las	prácticas	actuales	de	su	empresa,
antes	 de	 pasar	 a	 recomendar	 cómo	 podrían	 cambiar	 dichas	 prácticas,	 podría
dividirse	fácilmente	en	dos	partes.	La	microdeclaración	de	la	primera	de	ellas
podría	ser:
La	fábrica	de	Barnsley	recurre	a	un	proceso	extraordinario	que	ha	sido	la	envidia	de	la	industria
panificadora	desde	hace	cien	años.
La	microdeclaración	de	la	segunda	presentación	se	centra	en	el	futuro,	y	no	en
el	pasado:
La	única	manera	de	aumentar	nuestros	niveles	de	producción	y	mantener	la	calidad	es	repartir	el
proceso	en	fábricas	distintas.
Un	 discurso	 político	 de	 una	 hora	 de	 duración	 puede	 prestarse	 a	 varias
microdeclaraciones.	 David	 Cameron	 no	 utiliza	 por	 el	 momento	 el	 método	 A
puño	 limpio,	 pero	 conceptos	 similares	 a	 las	 microdeclaraciones	 salpican	 sus
alocuciones.	El	importante	discurso	que	pronunció	en	2009	durante	el	Congreso
del	Partido	Conservador	fue	más	memorable	por	su	tono	que	por	su	contenido.
Pero	hubo	una	microdeclaración	llamativa,	muy	típica	de	Cameron,	que	iluminó
la	parte	central	de	su	discurso:
El	Partido	Conservador	es	el	único	partido	que	puede	combatir	eficazmente	la	pobreza	en	este	país.
La	frase	suscitó	el	aplauso	inmediato	de	un	público	puesto	en	pie,	y	fue	el
centro	 de	 atención	 de	 los	 medios	 de	 comunicación	 durante	 los	 dos	 días
posteriores.
Fíjese	de	nuevo	en	las	preguntas	para	verificar	la	microdeclaración,	y	verá	lo
bien	 que	 Cameron	 se	 ajustaba	 a	 mis	 criterios.	 El	 legado	 resultaba,	 sin	 duda,
llamativo	 y	 fácil	 de	 recordar,	 abordaba	 una	 cuestión	 fundamental	 y	 suscitaba
preguntas	duras	(¿cómo	podemos	permitirnos	hacerlo?).
Sin	duda,	Cameron	quería	que	el	público	se	entusiasmara	con	un	programa
conservador	radicalmente	 nuevo,	 por	lo	 que	probablemente	lo	 acercó	 bastante
hasta	el	punto	de	llegada	que	él	deseaba.	Pero	cuando	llegamos	a	la	última	de	las
preguntas	 para	 verificar	 la	 microdeclaración	 («si	 el	 público	 recordara	 su
microdeclaración	 y	 pasara	 a	 la	 acción	 a	 partir	 de	 ella,	 ¿lo	 consideraría	 un
resultado	satisfactorio?»),	vemos	que	la	microdeclaración	solo	ha	tenido	éxito	en
parte.	 Existen	 muchas	 otras	 cuestiones	 en	 el	 discurso	 que	 Cameron	 también
quería	 que	 el	 público	 asumiera	 y	 pusiera	 en	 práctica.	 Aun	 así,	 esa
microdeclaración	 concreta	 sí	 funcionó	 extraordinariamente	 bien,	 siempre	 y
cuando	 se	 entienda	 como	 la	 microdeclaración	 de	 esa	 subsección	 concreta	 del
discurso.
DIFERENCIACIÓN	POR	SECCIONES
No	hay	duda	de	que	no	se	debe	pasar	por	el	tormento	del	análisis	del	público
cada	vez	que	se	quiera	crear	una	microdeclaración	para	las	subsecciones	de	una
presentación	larga:	el	público	es	un	factor	constante.	Pero	el	punto	de	llegada	de
cada	sección	sí	deberá	ser	calculado.	Por	ejemplo:
•	 Al	 final	 de	 la	 subpresentación	 1,	 quiero	 que	 el	 público	 admita	 que
necesitamos	contratar	a	más	personal	para	la	sucursal	de	Bristol.
•	Al	final	de	la	subpresentación	2,	quiero	que	el	público	perciba	que	el	equipo
de	ventas	de	la	sucursal	de	Birmingham	ha	hecho	un	trabajo	extraordinario,	y
que	debería	recibir	una	paga	extraordinaria.
Y	así	sucesivamente.	Hacen	falta	dos	microdeclaraciones	distintas	para	llevar
al	público	a	dos	puntos	de	llegada	distintos.
Adaptabilidad	al	concepto
Las	microdeclaraciones	funcionan	en	una	gran	variedad	de	situaciones.
Cuando	 yo	 preparaba	 el	 discurso	 que	 iba	 a	 pronunciar	 en	 el	 funeral	 de	 mi
madre,	mi	punto	de	llegada	deseado	era	que	el	público	la	recordara	entre	sonrisas
y	lágrimas.	Casi	al	principio,	incluí	la	siguiente	microdeclaración:
De	una	cosa	estoy	seguro:	ella	querría	que	la	recordáramos	como	una	escocesa	orgullosa	de	serlo
pero,	más	aún,	como	una	madre	cariñosa	y	orgullosa.
También	fueron	esas	palabras	las	que	me	disciplinaron	y	me	guiaron	durante
todo	 el	 proceso	 de	 escritura,	 en	 plena	 tormenta	 emocional.	 Me	 ayudaron	 a
centrarme	en	las	anécdotas.
Yo	conocía	detalles	de	sus	primeros	años	en	Glasgow,	así	como	de	cuando	se
convirtió	en	esposa,	madre,	amiga	y	mi	fan	número	uno.
La	mayor	parte	de	este	libro	se	centra	en	la	comunicación	cara	a	cara,	pero	las
microdeclaraciones	pueden	usarse	también	en	llamadas	telefónicas.	Por	ejemplo,
en	una	situación	en	la	que	uno	telefonea	para	quejarse	por	un	servicio	deficiente,
la	microdeclaración	puede	establecer	el	programa	de	la	llamada,	y	proporcionar
una	indicación	muy	clara	de	lo	que	le	gustaría	conseguir.
En	una	ocasión	tuve	una	experiencia	pésima	con	el	servicio	de	viaje	asociado
a	una	empresa	líder	en	tarjetas	de	crédito.	Había	hablado	con	una	de	las	asesoras
y	le	había	pedido	que	me	encontrara	un	hotel	junto	al	mar	Muerto.	Durante	los
días	 siguientes	 se	 sucedió	 un	 intercambio	 de	 correos	 electrónicos.	 Ella	 me
sugirió	uno	en	Eilat,	y	yo	tuve	que	señalarle	que	aquella	localidad	se	encontraba
cerca	del	mar	Rojo.	Su	siguiente	sugerencia	fue	de	un	hotel	turco,	lo	que	me
obligó	 a	 recordarle	 que	 Turquía	 estaba	 bañada	 por	 las	 aguas	 del	 mar	 Negro.
Cuanto	más	se	prolongaba	nuestra	correspondencia,	más	evidente	resultaba	que
la	mujer	no	tenía	ni	las	nociones	más	básicas	de	geografía.
De	 modo	 que	 me	 rendí.	 Pero	 no	 pensaba	 dejar	 las	 cosas	 como	 estaban.
Finalmente	conseguí	comunicarme	con	un	directivo,	y	tras	las	frases	corteses	de
rigor,	pronuncié	la	siguiente	microdeclaración:
La	elevada	cuota	anual	que	les	pago	me	lleva	a	esperar	un	nivel	de	servicio	muy	superior	al	que	he
recibido	en	las	últimas	48	horas…	así	que	veamos	qué	pueden	hacer	para	compensarme.
El	directivo	supo	así	cuál	era	exactamente	la	situación,	y	qué	era	lo	que	yo
esperaba	obtener.	Cinco	minutos	después	se	me	ofreció	una	reducción	de	200
libras	en	mi	cuota	anual,	que	cortésmente	acepté.	El	legado	que	había	dejado	a	la
única	persona	que	componía	mi	público	sin	duda	las	valía:	les	había	demostrado
cómo	retener	a	un	cliente	con	el	que	habían	hecho	negocio	durante	veinte	años.
Confusión
Otro	desafío	que	a	menudo	me	plantean	los	clientes	se	formula	más	o	menos	del
Aprenda hablar sin miedo   Graham Davies
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Aprenda hablar sin miedo Graham Davies

  • 1.
  • 2.
  • 5. Graham Davies es un orador brillante y divertido que sabe cómo inspirar y contagiar entusiasmo a quienes consideran que hablar en público es un aburrimiento y una carga, o que provoca pánico NICK ROBINSON, editor de la sección de Política de la BBC
  • 6. ¿Por qué un libro más sobre hablar en público? Durante los últimos veinte años, he compaginado el papel de orador profesional con el de consultor de exposiciones orales, y me he dedicado a asesorar a otras personas para que su mensaje hablado fuera oído, asimilado y seguido. La primera vez que hablé en público tenía trece años. No me preocupaba especialmente la idea de presentarme ante un grupo de gente, porque desde los diez ya había participado en varios concursos sobre lengua inglesa. De todos modos, en aquellas competiciones tenía que aprender de memoria poemas, pasajes de la Biblia o fragmentos de obras teatrales. No se me exigía que inventara mis propias palabras. Así que, de pronto, descubrí que ser el creador de lo que salía por mi boca me asustaba un poco. No me daba miedo hablar. Lo que me daba miedo era prepararme para hablar. Aquella experiencia infantil me convenció de la necesidad de contar con un proceso de preparación fiable que contribuyera a elaborar unos materiales prácticos. No quiero que usted experimente esa sensación en la boca del estómago cuando se enfrente a una hoja en blanco o a una pantalla de ordenador vacía y piense: «No sé por dónde empezar». Después, ya en la universidad, como integrante del público de la Cambridge Union Society, tuve ocasión de asistir a varias conferencias extraordinarias dictadas por una amplia variedad de destacados oradores, entre ellos Enoch Powell y Barry Humphries. A pesar de saber que, a menudo, sus exposiciones eran brillantes, en ocasiones me sucedía que, al día siguiente o incluso pocos minutos después de que hubieran terminado de hablar, ya no recordaba lo que habían dicho. Muchos otros asistentes me comentaban que a ellos les sucedía algo parecido.
  • 7. Por tanto, para mejorar mi propia experiencia como público, intenté tomar apuntes, hacer resúmenes, cristalizar lo mejor de lo que aquellos oradores invitados decían… mientras los escuchaba. De ese modo fui capaz de recordar, y de transmitir, en mis conversaciones posteriores, sus «grandes éxitos» a terceras personas. Con el tiempo, pude definir lo que, de hecho, hacía que un discurso fuera tan bueno. No tardé en darme cuenta de que encapsular el mejor material de un discurso en una afirmación breve, concisa y con gancho servía también como «mecanismo preparatorio» para quien hablaba, y no solo para quien escuchaba. Gradualmente, empecé a elaborar ese concepto y a aplicarlo a las exposiciones orales que empezaba a preparar para mí mismo y para otros. Al poco de abandonar Cambridge, ya hablaba en público dos o tres veces por semana, y asesoraba a muchas otras personas sobre sus presentaciones. Además, en calidad de abogado, debía pronunciar discursos todos los días en los tribunales. Aun así, preparaba lo que debía decir sin saber en realidad cuál era la manera más eficaz y efectiva de hacerlo. En 1994 conocí a Dan Bond, y juntos fundamos una consultoría especializada en presentaciones: Straight Talking (en castellano, «Hablando claro»). Dan venía del mundo de la gestión teatral y la organización de congresos… una formación algo distinta a la que yo tenía cuando me incorporé al proyecto. Los dos acumulábamos varios años de experiencia en el coaching de las presentaciones, pero sabíamos que nuestros consejos, más que abordar el núcleo de estas, se limitaban a pulir su superficie. Así pues, nos dedicamos a investigar con detalle las técnicas de exposición oral más en boga en aquel momento. Y nos sentimos animados y decepcionados a partes iguales al constatar que no había, en nuestra opinión, ningún autor cuyos consejos valoráramos realmente. La única excepción era la primera parte de un libro titulado Speak and Get Results (1991), cuya autora, Sandy Linver, defendía una comprensión profunda del público como parte esencial para lograr acelerar la aceptación del «mensaje» del orador. Consideramos que aquella idea tenía sentido, era algo que ya
  • 8. constituía una actitud básica de nuestro coaching. Sandy Linver daba un nombre a ese punto de la aceptación del público: «punto X». Nosotros preferimos usar otro término, algo menos exótico: «resultado». Pero su alusión a un «mapa» y al «viaje» del público también apelaba a algo que se hallaba presente en nuestra propia experiencia. Con todo, su concepto de «mensaje» no era lo bastante preciso y contundente. Nos parecía que debía existir un concepto más concreto en el núcleo mismo de la preparación de las exposiciones orales. Asimismo, tampoco nos convencía su enfoque de las palabras de apertura en dichas exposiciones, pues proponía evitar afirmaciones controvertidas y limitarse a transmitir al público algo que este ya supiera. En cuanto a la forma de hablar en público, no nos gustaba el énfasis que ponía en los ejercicios de respiración y de voz, pues sabíamos que muy pocos clientes contaban con el tiempo o la predisposición para ponerlos en práctica en el mundo real. Pero ¿cómo podemos asegurarnos de que el público nunca se aparte del camino básico hacia la iluminación? Ni uno solo de los numerosos manuales disponibles en el mercado proporcionaba un «proceso lineal» verdaderamente exhaustivo y a la vez simple, que sirviera para preparar las presentaciones. Todo lo que había experimentado en Cambridge, y a lo largo de mi propia carrera como orador y como coach hasta ese momento me había enseñado que crear contenidos era algo que debía abordarse de un modo mucho más sistemático. Así pues, en este libro voy a exponer el riguroso método que Dan y yo hemos creado y desarrollado durante más de quince años. Sirve para que cualquier persona pueda preparar y realizar una presentación. Nuestro enfoque diferenciado incluye el uso de una «tubería preparatoria» que obliga al orador u oradora a abordar la creación de presentaciones siguiendo una línea recta. Le ayuda a crear una microdeclaración bien afilada, memorizable y reproducible para controlar la redacción de material. También le enseñamos a usar filtros especiales para convertir borradores en material definitivo. Defendemos la inyección de frases y de expresiones ingeniosas, que atrapan al público, que lo
  • 9. mantienen atento, y que deben distribuirse a lo largo de toda la exposición, de principio a fin. Todo ello se combina con una actitud escéptica y minimalista hacia el PowerPoint (cuidadosamente matizada por sugerencias adicionales de carácter práctico a cargo de Warren Evans, orador profesional de primer nivel y de repercusión internacional, además de atleta del Slideware), y con consejos meticulosamente calculados sobre el poderoso y terrorífico papel del humor. Hemos perfeccionado nuestra «tubería preparatoria» a lo largo del tiempo que hemos pasado asesorando a decenas de empresas y a centenares de personas. Entre nuestros clientes se encuentran IBM, Ford, Bain, KPMG, Deutsche Bank, Tesco y Vodafone… así como políticos, famosos y deportistas olímpicos. El resultado es un proceso que denominamos el método A puño limpio. Le funciona a mucha gente, en muchas situaciones, y seguro que puede funcionarle a usted también.
  • 10. 1 Puntos básicos Hablamos en público más de lo que creemos. Hablar en público no implica necesariamente plantarse frente a un auditorio… aunque, en el mundo de los negocios, ese es el escenario que causa un mayor grado de ansiedad a un gran número de personas, un gran número de veces. De hecho, tanto en el lugar de trabajo como en otros ámbitos, realizamos exposiciones cada vez que intentamos modificar el punto de vista de alguien mediante la expresión oral. Hablar en público es una actividad que todos realizamos todos los días. Quienes la desarrollan con soltura tienen más probabilidades de llegar a lo más alto de la profesión que han elegido. Se trata de una práctica tan importante que no debe dejarse al azar. En las elecciones generales celebradas en 2010 en Reino Unido fueron las presentaciones de Nick Clegg durante los debates televisados —inesperadamente brillantes— las que catapultaron al Partido Liberal Demócrata desde el olvido hasta el gobierno, además de valerle a él, personalmente, el segundo cargo más poderoso del país. Las técnicas que contiene este libro pueden hacer de una excelente comunicación personal una certeza, y no una lotería, tanto si uno es primer ministro, director de producción, predicador o docente de enseñanza primaria. Este libro aborda la gran variedad de escenarios donde tienen lugar las presentaciones. Para algunos, se trata de situaciones que pueden darse con regularidad. Para otros, la invitación a hablar en público puede surgir de modo inesperado, y exigir darle muchas vueltas a las cosas, además de cuidar mucho la preparación: por ejemplo, cuando nos piden que pronunciemos unas palabras de elogio en el funeral de un ser querido. Con todo, sospecho que si está leyendo
  • 11. este libro es porque quiere mejorar su actuación cuando se encuentra ante un público formado por más de cinco personas. Así pues, los primeros seis capítulos se centran en ese formato, que a partir de ahora paso a definir como «presentación formal». Una vez domine ese escenario, podrá dominar cualquiera de las otras situaciones que abordo en los capítulos posteriores. Para ayudarle a alcanzar el éxito en ese punto, el método A puño limpio recurre a una «tubería preparatoria» por la que se puede transitar a una velocidad máxima y con una angustia mínima. Esta metodología paso a paso ha sido verificada y está comprobada, y le permitirá obtener unos resultados de los que se sentirá orgulloso cada vez que se exprese en público. Es posible que no siempre tenga una victoria definitiva, pero siempre puede imponerse por puntos, enfrentándose a todos los retos que supone hablar sabiendo que las técnicas del método le proporcionan las mejores posibilidades de éxito. ¿Por qué «a puño limpio»? Recurro a este término porque hay que luchar constantemente para obtener el privilegio que supone contar con la atención del auditorio. No peleamos contra las personas que tenemos delante… sino que combatimos contra todos los demás hechos, cifras y opiniones que ocupan sus mentes en un momento dado. Durante unos minutos, tendrán que ser su información y su actitud las que consigan influir en dichas personas. En el boxeo «a puño limpio», el luchador recurre a una gran variedad de técnicas de combate poco convencionales para obtener los resultados que busca, sin sentirse atado por un conjunto restrictivo de reglas. Del mismo modo, el «orador a puño limpio» no sigue las normas de boxeo del marqués de Queensberry y no se limita al rígido estilo de listas numeradas y separadas por puntos. Por ello, los aspectos básicos de mi coaching siempre han encarnado una
  • 12. actitud bastante dinámica. Este enfoque, característicamente asertivo, implica pedir al lector que pase por una «tubería preparatoria» cada vez que deba hablar en público. La característica clave de la «tubería» es que nos obliga a ser disciplinados sin asfixiar nuestra creatividad. La metodología puede no ser una garantía absoluta (¡debo dejar al lector algo de responsabilidad!), pero sin duda aligera el proceso, y nos convierte en auténticos contrincantes. El reto Es muy posible que usted tenga miedo a realizar presentaciones en público. Pero debe tener siempre presente que el público tiene todavía más miedo de escucharlas. Temen perder el tiempo. Les preocupa oír cosas que ya han oído muchas veces. Y, más que cualquier otra cosa, les preocupa aburrirse. Si eso es así, ¿por qué molestarse en preparar una presentación? ¿Por qué no limitarse a enviar la información por correo electrónico? La diferencia debe aportarla usted, que es quien va a realizar la presentación. Usted debe ser el que aporte el motivo que la justifique. En un siglo en que los ejecutivos reciben, con frecuencia, más de un centenar de correos electrónicos diarios, la información que aparece en una pantalla nunca puede resultar del todo atractiva. Las presentaciones orales son verdadera comunicación, están dotadas de aliento, carne y sangre. Lo que marca la diferencia es el factor humano. Solo un orador de carne y hueso puede proporcionar la información de manera inspirada, crear impacto. Las palabras son solo munición… usted debe ser el arma. Pero se realizan demasiadas exposiciones orales. La mayoría de ellas son demasiado largas, en una época en que el límite de la atención humana nunca había sido tan corto. Creo firmemente que muy pocas presentaciones deberían alargarse más allá de los veinte minutos, por más brillante que resulte el orador.
  • 13. De hecho, algunas de las exposiciones empresariales más populares que se pronuncian en todo el mundo tienen lugar en conferencias TED (véase www.TED.com). Allí han reunido a muchos de los principales pensadores de todo el mundo en prácticamente todas las disciplinas para que compartan sus ideas, invenciones e interpretaciones. El motivo principal por el que esas presentaciones resultan tan atractivas es porque no pueden exceder los 18 minutos. El conocimiento y el intelecto resultan inútiles sin el poder de comunicar. En la actualidad existen, sin duda, más instrumentos de comunicación que nunca, desde el PowerPoint hasta el puntero. Aun así, el mejor instrumento sigue siendo usted. El principal problema al que nos enfrentamos hoy es la falta de tiempo. Tiempo para preparar, y tiempo para exponer. No se trata de crear una «relación estable» con una presentación. Hay que tratarla, más bien, como una «aventura», breve pero memorable. Debe constar de algunos puntos álgidos, pero no puede durar. La oración que reza el público del siglo XXI es: Quiero oír lago nuevo que merezca la pena escuchar. Por favor, no me haga bostezar. El mantra del orador del siglo XXI debería ser: Dígalo, justifíquelo y ciérrelo. Este libro le enseña a hacerlo. El método Puedo resumir la metodología de preparación del contenido A puño limpio de manera rapidísima. Se basa en la convicción de que toda comunicación oral debería incluir una «microdeclaración» en su núcleo. Una microdeclaración es lo que comunicaríamos a un auditorio dado si dispusiéramos de solo diez segundos para comunicarlo. Es la piedra preciosa resplandeciente que, esperamos, lo deslumbrará y lo convencerá para que piense y haga lo que queremos que piense y haga.
  • 14. He aquí la «tubería preparatoria» en cinco pasos de la que le he hablado antes, y que tiene que grabar a fuego en su psique: 1. Conozca a su auditorio (mediante un análisis exhaustivo). 2. Decida adónde quiere llevarlo (llegando a comprender lo que realmente quiere oír). 3. Cree una microdeclaración (que propulsará a su auditorio a lo largo del camino que haya escogido). 4. Defienda la microdeclaración (para aportar las pruebas del caso que está planteando). 5. Perfeccione el principio y el final de su exposición (para que las palabras con las que ha empezado y las que usa para terminar sigan reverberando en la mente de los asistentes mucho después de que usted abandone la sala). Al inicio de los seis siguientes capítulos encontrará una secuencia de encabezamientos que componen las secciones detalladas de la «tubería», para que pueda tener en todo momento una idea clara de la parte del proceso en la que se encuentra. Estoy seguro de que está impaciente por descubrir qué es eso de un «resultado definitivo», pero voy a dejarlo para el siguiente capítulo. Probablemente le entusiasma menos la idea del «análisis del público», porque suena a algo tal vez bastante… «anal». Pero, en cualquier caso, no tiene por qué estar relacionado con hojas de cálculo ni con tediosos programas de ordenador. Para los públicos más numerosos, es posible que el organizador nos haya facilitado una cantidad de información incluso excesiva sobre cada uno de los miembros que lo componen: no es razonable pretender proporcionar información exhaustiva a todos los asistentes.
  • 15. Pero cuando se trata de tres personas sentadas a una mesa, la información personal es mucho más deseable para quien ha de dirigirse a ellas. Incluso los asistentes a bodas y a funerales pueden ser sometidos a análisis eficaces, para que, de ese modo, nuestras palabras contengan el material más conmovedor sobre la vida del novio o del difunto. Recuerde que, para el auditorio, la sensación dominante es de intenso temor, y no solo de desagrado. Y usted debe luchar constantemente contra ese marco mental adverso. Pero asestará el primer golpe eficaz en esta lucha cuando venza el imperioso deseo de contárselo todo a todo el mundo. Una presentación que lo abarca todo suele no conseguir nada.
  • 16. El público está interesado solo en la parte de su exposición que les hace la vida más fácil, por lo que recortar drásticamente constituye un acto de cortesía fundamental. El público le agradecerá siempre el tiempo que ha dedicado a suprimir las cosas que no necesita oír. Si quiere hablar durante una hora, será mejor que empiece a hacerlo ya. Si quiere hablar solo un minuto, tal vez necesite una hora solo para recortar. El análisis del público y su importancia a la hora de decidir adónde debemos conducir a los asistentes durante las presentaciones, son aspectos que se cubren con detalle en el capítulo 2. Encapsular el contenido de las exposiciones en una frase relevante, concisa y atractiva conduce al aumento de una posibilidad clave: que el público recuerde lo que usted quiere que recuerde. En la presentación, todo debe poder retrotraerse hasta la microdeclaración. Si alguna parte del contenido no hace referencia a ella, entonces esa parte deberá ser suprimida sumariamente. La microdeclaración es a la vez mecanismo de transporte y guía que llevará al público donde usted necesita hacerle llegar. También constituye un valioso regalo que quiere que los asistentes se lleven consigo. En el capítulo 3 se aborda con detalle el modo de crearla. Aunque la microdeclaración es básica, rara vez triunfa por sí sola… De ahí la necesidad de apoyarla. Que hayamos dicho algo en concreto no implica necesariamente que el auditorio vaya a recordarlo. Una presentación no debería ser una sucesión de listas a memorizar, algo así como la cinta transportadora de premios en un concurso: si los asistentes recuerdan tres puntos clave que apoyan su mensaje durante una presentación de 20 minutos, lo habrá hecho muy bien. Si, en cambio, está absolutamente decidido a incluir 17 puntos clave, entonces va a tener un problema: es posible que el público deje de escucharle antes de que usted deje de hablar. Su deber pasa por resumir para lograr un «impacto». En los capítulos 4 y 5 encontrará orientación para estructurar y resumir. He oído en muchas ocasiones a clientes pronunciar este sentido lamento:
  • 17. Una vez me pongo en marcha, ya no tengo problemas, pero no sé por dónde empezar. Imagine que una presentación es como su aventura amorosa más tórrida. El momento en que se inició debería ser inolvidable. Estoy seguro de que no perdió el tiempo con galanterías del tipo: Es, sin duda, un inmenso placer conocer a alguien tan atractivo como tú, y aguardo con impaciencia la ocasión de llegar a conocerte mejor, pero antes de empezar, permíteme que te muestre este diagrama organizativo, para que veas en qué lugar de la familia Davies encajo yo…. O tal vez sí lo hiciera, e internet sigue pareciéndole un lugar más benévolo para vivir historias de amor. Nadie tiene tiempo para esas empalagosas muestras de cortesía. Así, en el capítulo 6 se describe con gran apasionamiento cómo sacar punta al principio y al final de nuestro breve encuentro con el auditorio. La «tubería preparatoria» descrita en los primeros siete capítulos es la principal fuente de bienestar que hallará en este libro. Le sugiero que se acostumbre a usarla para decidir qué debe decir en cada una de las situaciones en las que hable en público. Resulta vital que asimile los conceptos de la «tubería preparatoria», y así, al final de los capítulos que van del 2 al 5, encontrará unas listas de pasos que resumen cómo usar la «tubería» para crear su propio contenido básico. Cuando usted estaba aprendiendo a conducir, la secuencia de pasos a seguir en la maniobra de arrancar en pendiente tal vez le pareciera rara, sobre todo al principio. Pero ahora la ejecuta casi inconscientemente. Del mismo modo, las primeras veces que recorra la «tubería» quizá le resulte algo extraña… pero cada vez pasará por ella con más facilidad, con más suavidad, hasta que llegará un momento en que se convertirá en una secuencia mental automática a la que recurrirá cuando la necesite. Los capítulos 8, 9 y 10 tratan de las herramientas tanto de alta como de baja tecnología que puede usar para apoyar con ellas los extraordinarios materiales que habrá creado. Son muy pocas las personas «normales» con capacidad o
  • 18. inclinaciones artísticas. Intentar aprenderse contenidos como si fueran el guión de una obra resulta poco realista, y además asusta. Aun así, es necesario retener de algún modo las palabras que van a usarse. Por ello, en el capítulo 7 se abordan las ventajas y los métodos relacionados con notas, guiones y teleprompters o apuntadores automáticos. En el capítulo 8 le pediré que someta su pensamiento a un cambio sísmico. Lo que pretendo es que acepte la siguiente herejía: Es posible —y, en ocasiones, altamente deseable— realizar una presentación empresarial seria y atractiva sin recurrir al PowerPoint. He pronunciado esta afirmación muchas veces en las salas de juntas de algunas de las empresas más grandes del mundo (algunas de las cuales figuran en la lista de las 500 más importantes que publica la revista Fortune). Con frecuencia, es recibida con el gesto airado que debieron de dedicar los prohombres de la Iglesia católica al primer tipo que fue a decirles que la Tierra era redonda. La idea de que una presentación ha de contar con una redacción potente y muy pensada desde el primer momento va en contra de las prácticas más generalizadas. Tradicionalmente (es decir, desde hace cinco años), cuando a un ejecutivo se le pide que prepare una presentación, su primera reacción consiste en abrir el portátil para usar el PowerPoint. La «exposición oral» se convierte en una secuencia numerada de diapositivas que forman un collage empresarial de puntos, cifras y tablas. No siente la necesidad de preparar lo que va a decir, porque cree que lo que aparece en la pantalla lo guiará mágicamente. Puede «hablar con las diapositivas», como si de un doctor Doolittle digital se tratara. La finalidad del capítulo 8 es proporcionarle una metodología enormemente práctica y mostrarle cómo adaptarla para obtener el resultado que necesita… incluso cuando use el PowerPoint. Los capítulos 9 y 10 se basan en el punto de vista que dice que es tan importante resumir mucho como exponer bien. No tiene sentido gastar millones
  • 19. de dólares en el desarrollo de unos esquíes de última generación si quien los va llevar va a ser el nefasto saltador británico Eddie Edwards, apodado irónicamente el Águila. Estoy en absoluto desacuerdo con la opinión expresada por Jerry Weissman en Presenting to Win (2003): Cuando la historia es buena, la exposición tiende a encajar prácticamente sola, casi de manera mágica. Se trata de una actitud muy peligrosa, con la que se corre el riesgo de echar por la borda todo el trabajo invertido en conseguir unos buenos contenidos. Hemos visto en numerosas ocasiones contenidos excelentes expuestos de manera pésima, y que han perdido, por ello, la mayor parte de su valor. La preparación y la exposición no deberían verse como disciplinas separadas. Están tan inextricablemente unidas como las ventas y los beneficios… o el pan y las ganas de comer. El capítulo 9 trata del control de los nervios y del perfeccionamiento de habilidades relacionadas con las presentaciones. Los nervios pueden ser algo bueno: una respuesta natural de supervivencia que aguza los sentidos. Pero hay personas para las que suponen una barrera horrible que les impide hablar en público de manera eficaz. Todo orador debería perseguir más el control de los nervios que su erradicación. Estos pueden ser férreamente canalizados de manera que nos obliguen a prepararnos convenientemente y a concentrarnos en las verdaderas necesidades del público. Así, la ansiedad negativa puede convertirse en anticipación positiva. Ese capítulo también le mostrará cómo potenciar el control sobre su cuerpo y su voz, y lo hará de un modo que lo situará en el carril de aceleración de las presentaciones. Le animaré a adoptar una actitud de «A puño limpio» ante el hecho de hablar en público, es decir, a ir al grano de la manera más directa posible. Los capítulos 10 y 11 le enseñan a adaptar sus aptitudes como orador a las exigencias del día en cuestión. También abordan el control del entorno en que la
  • 20. exposición oral va a tener lugar. Ello implica saber qué cabe esperar, qué se puede pedir y sobre qué hay que insistir. Y en ellos le enseño a conseguir que las relaciones entre orador, auditorio, proyector, pantalla y micrófono resulten todo lo eficaces que puedan ser. Uno de los monstruos que acecha las mentes de muchos oradores es la idea de tener que responder a preguntas ante un público. Ese horror absoluto solo se justifica si usted no posee la combinación correcta de actitud estratégica y practicidad táctica que le aguarda en el capítulo 11. Un público sonriente es un público receptivo. Sin embargo, la creación de la risa es una ciencia exacta que requiere del uso de fórmulas precisas. Cuando se usa incorrectamente, el humor puede tener efectos desastrosos. El capítulo 12 le proporciona instrumentos para esquivar esas minas antipersona. El capítulo 13 trata de la cuerda floja más alta del circo de las exposiciones orales. Un discurso de sobremesa puede ser la manera más deliciosa y entretenida de poner fin a una celebración. Pero también puede convertirse en la más espantosa de las torturas. Trufado de relatos de mis propios triunfos y desastres tras los banquetes, este capítulo identifica cómo lograr que sea una experiencia agradable para todos los presentes. Tanto si le han pedido que hable en público como si se ha ofrecido voluntariamente, debe asegurarse de que la presentación sea la opción más adecuada. El capítulo 14 contiene los criterios según los cuales debería tomar la decisión. No hacerlo puede ser la decisión correcta si ha identificado vías más eficaces. Las restricciones La palabra hablada ha dominado mi vida laboral, pero soy muy consciente de sus limitaciones. Una presentación oral puede iluminar, persuadir y entretener, pero nunca puede cubrir la totalidad del tema a tratar. Una exposición que entre en detalles exhaustivos se convierte en una conferencia que se pronuncia ante un
  • 21. auditorio exhausto. Una conferencia está pensada para satisfacer las necesidades de un grupo de personas estudiosas. Incluso el menor de los detalles puede implicar que se apruebe o se suspenda un examen, por lo que el público académico se esfuerza al máximo por anotar prácticamente todas las palabas que pronuncia el conferenciante. Sin embargo, le aseguro que, en toda la historia de las presentaciones de empresa, ni un solo asistente como público ha tomado nunca un solo apunte escrito. ¿Qué separa a un «orador a puño limpio» de un conferenciante? Unos 300.000 dólares al año. La tecnología alienta y a la vez posibilita el espectro de atención microscópico que caracteriza el siglo XXI. Si está viendo la televisión, sabe que si se aburre puede cambiar de canal instantáneamente. Incluso si está viendo un DVD, tiene el dedo puesto en la tecla de adelantar rápido, y lo pulsa si la historia que le cuentan se estanca. Cuando navega por la red, si una página tarda más de diez segundos en descargarse, seguramente buscará otra. La impaciencia del público de empresa es similar. Los «oradores a puño limpio» han de intentar encontrar una mezcla exquisita de brevedad, claridad e impacto… si no quieren que sus exposiciones sean víctimas de esa mentalidad tan del siglo XXI, según la cual si algo no gusta, un clic basta para desconectarlo. Mi mentalidad básica dice: Una presentación es cualquier forma de comunicación oral diseñada para modificar el punto de vista de alguien. La palabra clave es «modificar». Todas las exposiciones orales eficaces incluyen un elemento de desafío al statu quo anterior. Una presentación nunca debería consistir en una secuencia de palabras que actúan meramente como recordatorio de algo que el público ya sabe: los recordatorios nunca son atractivos. La definición expuesta arriba recurre al término «alguien», y no a
  • 22. «público», porque, en muchos escenarios habituales de presentación, lo que se hace es hablar con una sola persona (por ejemplo, durante una llamada telefónica). Para que una presentación sea una experiencia que merezca la pena tanto para el orador como para el auditorio, debe existir una razón poderosa para pronunciar las palabras que se pronuncian. Si solo quiere recordarle algo a alguien, entonces no prepare una presentación; limítese a enviar un correo electrónico. En este libro, las palabras «discurso» y «presentación» se usan a veces como sinónimas, aunque aceptamos que en otras ocasiones se usan para referirse a escenarios muy distintos. Cuando David Cameron habla en un congreso del Partido Conservador, pronuncia un «discurso». Un director financiero que expone sus iniciativas de reducción de costes a un ejecutivo pronuncia una «presentación». De hecho, esas dos situaciones se encuentran en los extremos más alejados del mismo continuum comunicativo. Existen muchas técnicas que son igualmente vitales para ambos escenarios. Siempre hay que decidir cuáles son las adecuadas para el público en cada ocasión. A Cameron nadie lo habrá visto nunca usar el PowerPoint (¡aleluya!). La presentación de su director financiero, por otra parte, nunca irá precedida de unas palabras del político conservador William Hague (¡aleluya también!). Pero el término «presentación» tiene una implicación concreta para muchos, que consideran que esa palabra implica que quien habla va a ofrecer al auditorio algo que «mirar». Acepto que se trata de una realidad en el mundo empresarial, a pesar de mi anterior asalto al PowerPoint. Pero, sea lo que sea que se muestra, si se quiere que tenga algún impacto sobre el público, debe usarse con moderación y crearse con detenimiento. He aquí algunas peticiones típicas en presentaciones del mundo empresarial: • «Me gustaría que animara al equipo para que supere su objetivo.»
  • 23. • «¿Puede hacer que asimilemos más rápidamente su proyecto?» • «Cuéntenos más cosas sobre su empresa.» • «¿Puede presentar nuestro producto ante alguien potencialmente interesado?» • «Por favor, muéstrenos los hallazgos de su investigación.» Existen innumerables situaciones en que puede requerirse una exposición argumentativa: • quejarse sobre un servicio, • responder preguntas bajo presión, • formar parte de una mesa de debate, • entrevistas con medios de comunicación, • charla técnica a un equipo, • pronunciar el elogio de un difunto, • presentar a otro orador, • conferencia telefónica, • discurso en una boda. En todas ellas debe darse también un uso selectivo del método A puño limpio, y se abordan en los capítulos 15 y 16. El resultado Todas y cada una de las situaciones donde se da una presentación implican transferencia de información. Los públicos varían, y pueden ir desde una sola persona hasta las mil. Los escenarios también son muy diversos, y tanto pueden consistir en salas de juntas como en salones de baile. Aun así, en todos los casos rige un mismo principio fundamental: las presentaciones deben concebirse para modificar el punto de vista del público y, en condiciones ideales, para llevar a este a pasar a la acción como resultado de dicha modificación.
  • 24. Si la información se ofrece en forma de presentación, entonces hay que decir al público qué debe hacer con ella. Sería mucho más fácil «echar» la información directamente en el cerebro, cumpliendo con la tendencia dominante: Se lo he contado absolutamente todo. Sí, tal vez haya tardado casi tres horas… pero he hecho mi trabajo. La información, por sí misma, rara vez basta. Si ha de tener lugar algún cambio, debe haber ideas, entusiasmo y actitud. Para distribuir estos componentes de manera adecuada, debe tener en cuenta lo que sienten quienes le escuchan, y perseguir resituar los sentimientos de estos en relación con el material al que tienen acceso durante la presentación. Colgar la información de un gancho emocional servirá para mejorar significativamente la retención: el público seguirá recordando cómo le hizo sentirse mucho después de haber olvidado los datos que le proporcionó. A diferencia de la mayoría de los libros sobre presentaciones, este va a enseñarle un proceso preciso, adaptable y centrado en el auditorio, y también le enseñará a presentar el material creado durante ese proceso, que puede usarse incluso cuando el tiempo de que se dispone es extremadamente limitado. Las presentaciones no son como la Roma de la Antigüedad: sí pueden construirse en un día. O en una hora. O incluso en cinco minutos, si el tiempo se usa disciplinadamente. Voy a mostrarle la importancia de escoger las palabras adecuadas mucho antes de que las pronuncie ante el público. Con unas diapositivas fantásticas no logrará que su presentación destaque. Pero con unas palabras fantásticas, sí, porque son muy pocos los oradores que se molestan en pensar cuidadosamente en las palabras que van a usar antes de que llegue el momento de la presentación. Descubrirá que sus cuerdas vocales pueden funcionar solas, sin el acompañamiento del clic de un ratón. Dicho sea de paso, tampoco me gusta la idea de «contar historias». Eso era lo
  • 25. que hacían Arthur Andersen, Enron y Lehman Brothers. Es lo que a Bill Clinton se le da tan bien. Esa palabra incorpora un tufo no intencionado de embellecimiento y de falta de precisión. Espero que su público no crea solo que le está contando una historia. Este libro no contiene ficciones. Le proporciono solo lo que necesita. Ni una sola palabra más. Aquí no hay paja, ni aire, ni blablabá, ni lugares comunes. Existen algunas costumbres tan arraigadas en el mundo de las presentaciones que han llegado a aceptarse como ortodoxia. Por desgracia, esos mismos hábitos son promovidos por muchos de los libros que se ocupan del tema. Despréndase de esos libros ahora mismo. De acuerdo, de acuerdo, de todos no. Más adelante me referiré a la pequeña minoría que incorpora técnicas útiles. Pero no dudaré en atacar tonterías tópicas y trasnochadas. Si buscaba un libro humildemente respetuoso con sus competidores, entonces ha tirado el dinero. Este enfoque agresivo es del todo necesario. Como dijo Isaiah Berlin: Pocas verdades nuevas se han abierto camino contra la resistencia de las ideas establecidas, salvo las que se expresan con vehemencia. Muchos coachs especializados en presentaciones odiarán este libro. Unos pocos se enamorarán de él. Espero que usted se halle entre estos últimos.
  • 26. 2 Conozca a su público Un título más completo de este capítulo podría ser: «Conozca a su público… y adónde va a llevarlo». Y es que, sin duda, todas las presentaciones tienen que ver con el liderazgo. Una presentación eficaz conduce al público desde donde se encuentra al empezar hasta el punto al que le gustaría llevarlo. No se trata de mantener una charla agradable con él: debe ser convincente, mostrar vigor y concentrarse firmemente en el punto al que quiere conducirlo con sus palabras. Recuerde que realizar una presentación es una oportunidad, un privilegio
  • 27. enorme. El público ha invertido su activo más irreemplazable: su tiempo. También le ha consentido que sea el único de los presentes en tomar la palabra. Y le retirará rápidamente su consentimiento si considera que le hace perder el tiempo. Ello implica que en todo momento debe luchar por mantener su atención, al tiempo que se asegura de que el rato que pasa frente a ellos es lo más potente posible. No busca, en absoluto, el mínimo común denominador. Con esa expresión da a entender que va a aportar unos comentarios baratos y fabricados en serie. Lo que debe buscar son los máximos comunes denominadores: los factores más inteligentes y sofisticados en los que basarse mientras sigue ganándose a la mayoría del público. Se trata de una clase de información que le permite convertir sus palabras en un producto de gran calidad, elegante, hecho a medida. Para obtener los mejores resultados ha de ser muy egoísta sobre el resultado que pretende conseguir. Pero el egoísmo más eficaz es aquel que se combina con la sensibilidad: una sensibilidad a las necesidades del público. No puede dejarse guiar por el auditorio, pues ello implica una gran pérdida de control. Pero sí debe usar su control para centrarse en el auditorio. Mi experiencia con docenas de empresas incluidas en el índice FTSE a lo largo de los últimos quince años me ha enseñado que existe una tremenda necesidad de centrarse más en el público. Solo raras veces se produce una coincidencia entre lo que el orador desea transmitir y lo que el público necesita oír. Solo cuando los asistentes están seguros de que el orador se ha centrado en lo que ellos necesitan, son capaces de centrarse en lo que necesita el orador. Para proporcionarle más elementos de comprensión sobre aquello a lo que un orador debería mostrarse sensible, a continuación incluyo una lista con diez frases que jamás oirá pronunciar a alquien que asista a una presentación: • «Esta presentación debería haber sido mucho más larga.» • «Su mensaje es tan fácil que no se entiende.»
  • 28. • «Me haría falta ver diez diapositivas más.» • «¿Por qué no meten más palabras en todas las diapositivas?» • «¡Cómo echo de menos más cifras y estadísticas!» • «Creo que deberían haber programado unas cuantas presentaciones más en el congreso.» • «Parecía demasiado bien preparado.» • «Su entusiasmo me ha disuadido.» • «Mi tiempo no importa.» •«Ha conseguido que el tema resultara demasiado ameno.» No hace falta seguir: con esas frases basta para desmoralizar a cualquiera. Así pues, cuando esté sentado frente a una pantalla de ordenador en blanco, y la tarea que tiene por delante le amedrente, ¿dónde puede encontrar suficientes estímulos para preparar su presentación? No existe una sola fuente de fortaleza oral, pero un ingrediente básico es comprender bien dónde empieza y dónde termina la ruta de la presentación. Tal vez le parezca demasiado obvio: sin duda, se dirá, nadie hará el esfuerzo de preparar una presentación sin estar seguro de lo que pretende obtener con ella. Por desgracia, mucha gente sí lo hace. Los puntos básicos Antes de hacer nada, formúlese esta sencilla pregunta: ¿Por qué quiero ofrecer una presentación sobre este tema? La respuesta debería ser: Porque necesito obtener un resultado que se logra mejor si la comunicación se establece «cara a cara». Cuando haya determinado que la presentación es la forma adecuada para comunicar lo que pretende, la segunda pregunta, más importante aún que la primera, ha de ser:
  • 29. ¿Qué pretendo lograr? Toda presentación debe plantearse con vistas a lograr algo específico. Deberá definir con precisión qué es eso que pretende conseguir en una etapa muy temprana del proceso de presentación. Si no sabe desde el principio adónde se dirige, el público no sabrá adónde se supone que debe llegar al final. La mayoría de los libros sobre presentaciones le dirán que existen muchos tipos de presentación. Pero en realidad solo existe uno: toda presentación debe ser una presentación persuasiva. Tanto la forma como el contenido de la presentación deben resultar igualmente persuasivos, porque… una chapuza bien presentada sigue siendo una chapuza. ¿Un resultado definitivo? El primer paso para la creación de un contenido persuasivo implica definir con precisa exactitud qué es lo que querríamos conseguir. Regresemos a mi convicción básica de que hay que luchar constantemente por mantener la atención del público. En cualquier forma de combate, el resultado ideal es la victoria total e inmediata, que culmina con nuestro contrincante tendido en el suelo, sin oponer la menor resistencia. Usted debe determinar qué constituiría una conquista tan completa en el terreno de las presentaciones. En otras palabras: ¿qué «resultado definitivo» persigue? Un «resultado definitivo» es el que, en un mundo absolutamente ideal, querría obtener con el público al que se dirige. Le sugiero encarecidamente que intente decidir cuál sería su «resultado definitivo» ideal recurriendo a su intuición, a lo que le dicte su instinto visceral. No permita que su ambición para la presentación se vea asfixiada por un exceso de fría realidad… al menos en esta etapa. A continuación expongo varias metas empresariales que es posible que persiga:
  • 30. • Quiero persuadir al público de que absorba todos estos importantes datos y que los ponga en práctica. • Quiero persuadir al público para que invierta en nosotros todos sus planes de pensiones. • Quiero persuadir al público de que adopte todos los aspectos del plan de reducción de costes. • Quiero persuadir al público de que me duplique la paga extra. • Quiero persuadir al público de que se sienta motivado. El requisito de la persuasión no se limita a las presentaciones de negocios. También se aplica a muchos otros contextos: • Quiero persuadir al público para que recuerde al difunto con cariño, entre lágrimas y risas. • Quiero persuadir al público para que me vote. • Quiero persuadir al público para que aporte dinero a mi fundación benéfica. • Quiero persuadir al público para que se concentre exclusivamente en este aspecto del Nuevo Testamento. • Quiero persuadir al público para que se ría. Los discursos de sobremesa son, probablemente, las únicas presentaciones en las que el único «resultado definitivo» que queremos obtener es la risa del público. El éxito o el fracaso de ese tipo de discurso se mide casi por completo por la cantidad y la intensidad de las risas suscitadas. En todas las demás presentaciones, la risa puede ser algo que, simplemente, nos ayude a conseguir el resultado deseado. En otras ocasiones, en cambio, puede constituir un obstáculo. El poder y el peligro del humor es un tema que se aborda más en detalle en el capítulo 12. Analice a su público
  • 31. Son relativamente pocos los combates de boxeo que se deciden por «fuera de combate» o victoria definitiva. En su mayoría, los asaltos van sucediéndose, y uno de los dos luchadores acaba ganando por puntos. Aunque al vencedor le habría encantado imponerse con un solo puñetazo, la victoria tras quince asaltos no deja de ser un logro muy satisfactorio. Viéndolas con mirada cínica, repase las posibles metas sobre presentaciones enumeradas más arriba. Verá que algunos de esos resultados ideales no llegarán a producirse, por más persuasiva que resulte su exposición. Su intuición instintiva sobre lo que debe ser el «resultado definitivo» debe moderarse mediante un análisis del público. El público le resultará mucho más fácil de persuadir si usted cuenta con un conocimiento preciso de la posición en la que se encontrará, mental y metafóricamente, cuando se enfrente por primera vez a sus palabras habladas. Solo cuando haya recabado suficiente información sobre su auditorio podrá responder a la siguiente pregunta: ¿Es el «resultado definitivo» que ha seleccionado factible para este público, en este momento? Si exige implicación con una acción determinada, antes debe saber si hay alguien con el nivel de autoridad adecuado presente entre el público. Debe saber si los asistentes ya están implicados en proyectos similares, que se tragarían todos los recursos que su proyecto necesitaría. Debe saber si la logística es posible ahora, o dentro de seis meses. Su presentación podría llegar demasiado pronto (o demasiado tarde). Tras las consideraciones pertinentes, tal vez se percate de que la respuesta a la pregunta es dolorosa: el resultado deseado es, simplemente, inalcanzable. En ese caso, tendrá que hacer algo que tal vez le resulte más doloroso aún: aceptar que no podrá obtener su «resultado definitivo» ideal. Si desde un buen principio a su público le queda claro que el resultado que persigue es, simplemente, inviable, es posible que usted «se pase de largo» en su presentación. Su credibilidad a largo plazo también podría verse dañada. Si
  • 32. fracasa, fracasa públicamente. Cuando juego a golf, sé que nunca seré capaz de usar el driver para hacer pasar la pelota por encima del estanque que se encuentra a doscientos metros del tee. De modo que lo que hago es escoger un hierro del 5 y lanzar la pelota, deliberadamente, para que se detenga antes de llegar a ese estanque. Mi resultado deseado se vuelve realista. La credibilidad de mi hándicap 28 se ve potenciada. Del mismo modo, su «resultado definitivo» ideal puede ser: Quiero que coincidan conmigo en mi proyecto de consultoría en tres etapas. Pero, tras averiguar todo lo que pueda sobre su público, tal vez tenga que rebajar su deseo y perseguir algo menos espectacular: Quiero que pongan en práctica la primera fase de mi proyecto de inmediato y que se planteen las otras dos fases en un período de tres meses. Si apunta hacia un objetivo asumible, la pelota no acabará hundida en el estanque. La «tubería preparatoria» Las situaciones en que pueden darse las presentaciones varían enormemente, lo que implica que hay que modificar el grado de rigor con el que se usa el proceso… recurriendo, en ocasiones, a todas y cada una de las etapas y explotándolas al máximo, y, en otras, solo a conceptos individuales. Lo que sí es imprescindible es usar siempre, al menos, una parte de la tubería. Pueden darse situaciones internas que le lleven a tener que presentar, momentos en los que son terceros los que le piden que presente y ocasiones en las que es usted el que quiere presentar. Tanto si es usted el que ha decidido hablar como si se trata de algo que le ha venido impuesto, no existe excusa para renunciar a la planificación y el análisis, a menos que no le importe arriesgarte al fracaso. Yo he sido testigo de lamentables faltas de preparación en muchas y
  • 33. dolorosas ocasiones. Esas presentaciones pobres pueden haber resultado informativas, incluso entretenidas, pero aun así me dejaron con la sensación de que el orador no estaba del todo seguro de hacia dónde quería ir. Usar la «tubería preparatoria» para seguir el proceso expuesto en este capítulo y los cinco siguientes sirve para minimizar el riesgo de perderse, o de perder al público en el momento de la presentación. La «tubería» nos anima a obtener un resultado más simple, lineal (y, por ello, más fácil de seguir), a la vez que nos deja espacio para ideas más complejas y creativas a medida que avanzamos. DEFINIR LAS POSICIONES Para ser un orador y un líder efectivo, tiene que ser riguroso con la planificación de la ruta mental por la que va a conducir a su público. Para ello, antes debe establecer con exactitud dónde se encuentra, como si dibujara una de esas flechas de los mapas de información pública con las que se indica «usted está aquí». Ese es el primer punto de la «tubería». Para hacerlo, debe identificar lo que piensa y siente su público sobre el tema de la presentación. Ello le permitirá definir lo que yo llamo el «punto de partida» del público. El punto de partida es lo que el público cree, conoce o siente sobre el tema de la presentación antes de que esta se haya iniciado. Es tal vez más exacto decir que el punto de partida es nuestra suposición más fundada sobre lo que el público cree, conoce o siente inicialmente, pues, de manera inevitable, existirá un elemento de subjetividad en el cálculo. Una vez determinada la posición inicial, y solo entonces, podrá decidir con precisión lo que quiere decir a todas esas personas que le observan con tanta atención. En la inmensa mayoría de los casos, un «resultado definitivo» quedará fuera de su alcance. Sin embargo, un logro perfectamente deseable (si bien menos formidable) seguirá siendo factible. A ese estado mental del público, deseado y alcanzable en la práctica, yo lo llamo «punto de llegada». El punto de llegada es lo que quiere que el público crea, conozca o sienta al
  • 34. terminar la presentación, una vez tenida en cuenta la realidad práctica de la situación. Y solo puede decidir cuál debería ser el punto de llegada después de haber recabado suficiente información sobre las personas ante las que pronunciará la presentación. RECABAR INFORMACIÓN SOBRE LA PRESENTACIÓN Debe abordar este aspecto como una parte esencial del proceso. Aquí no existen atajos. Tiene que obtener información sobre usted, sobre los organizadores y sobre el público. Después de todo, el único líder eficaz es el que se entiende a sí mismo y a la gente a la que intenta dirigir. Debe conocerlo todo sobre usted y sobre la gente ante la que pronunciará la presentación. La principal fuente de información sobre esta la obtendrá de las personas que le han pedido que pronuncie la presentación. CONOCERSE UNO MISMO Formúlese la pregunta más difícil de todas: ¿Por qué estoy preparando esta presentación? Para mucha gente, la respuesta es, a menudo: Porque me lo han pedido. Las presentaciones suelen caer encima de un ejecutivo incauto tras una dura ronda en que los compañeros se dedican a pasarse la pelota. Si la bomba de relojería le cae a usted encima, asegúrese de usar el medio de comunicación adecuado, de la manera adecuada, con la gente adecuada y en el momento adecuado. Los documentos presentados por escrito, y los correos electrónicos, rara vez resultan tan persuasivos como las presentaciones en vivo. Sin embargo, incluso
  • 35. cuando se expone algo ante un número reducido de personas, el coste es elevado. Durante la próxima presentación a la que asista, fíjese en la mesa y calcule el valor de una hora de los presentes, sin olvidar el tiempo que han invertido en desplazarse hasta allí. Tenga en cuenta esa cifra cuando plantee cuánto tiempo ha de durar su presentación. ¿Y qué hay de las videoconferencias? Convencer a través de una pantalla es mucho más difícil que hacerlo cuando el público comparte sala con el orador. La presentación en vídeo y la presentación en vivo, cara a cara, son dos técnicas muy distintas. Las ideas y la información se venden y se compran mejor entre individuos que ocupan un mismo espacio. La videoconferencia debería verse como último recurso. PREGUNTAS A FORMULAR A QUIEN LE ENCARGUE UNA PRESENTACIÓN Cuando hay que pronunciar una conferencia o hablar ante un público que no pertenece a nuestra empresa, he aquí diez preguntas concretas a formular al cliente/anfitrión/contacto/organizador: 1. ¿Cuánta gente asistirá? 2. ¿Cuál es la franja de edad? 3. ¿Cuál es la distribución por sexos? 4. ¿De qué nacionalidades/grupos étnicos son las personas convocadas? 5. ¿Cuáles son sus niveles de formación, sus calificaciones? 6. ¿Cuáles son las titulaciones profesionales de los presentes? 7. ¿Qué organizaciones están representadas? 8. ¿Quién hablará antes que usted? 9. ¿Quién hablará después que usted? 10. ¿Quién le presentará? Cuando nos enfrentamos a un público interno o a un cliente al que conocemos bien, la mayor parte de la información básica sobre el público (preguntas 1-7) ya
  • 36. la tendremos disponible. Pero no hay que confiarse: como el orador posee la información básica sobre el público, puede creer, erróneamente, que lo sabe todo. Las preguntas 8, 9 y 10 son relevantes en todas las situaciones en las que ha de hablarse en público. Tras obtener los datos básicos, el siguiente paso consiste en meterse en las cabezas de los asistentes. Como diría Stephen Covey, «primero busque entender, y después, que le entiendan». En este mismo capítulo, más arriba, hemos repasado lo que un público típico nunca piensa sobre cuestiones como el tiempo, la forma y el contenido. Sin embargo, le aseguro que todos los asistentes a una presentación piensan en una combinación de lo siguiente: • Por favor, cuénteme algo que no sepa. • Por favor, no me haga perder el tiempo. • Por favor, proporcióneme algo que me haga la vida más fácil. Son pocas las personas a las que les gusta verse condenadas al purgatorio del PowerPoint. No olvide que el público es una entidad de un egoísmo inherente. Debe tratarlo como trataría a un pesado profesional de esos que asisten a las fiestas y que no se siente a gusto a menos que se hable de él. Esta es la actitud universal del público: Yo ya me he cansado de pensar en mis necesidades. ¿Qué piensa usted de mis necesidades? El éxito de su presentación depende de hasta qué punto lo que usted quiere decir coincide con lo que ellos quieren o necesitan oír. Una presentación exitosa nace de un proceso constante de respuesta a las preguntas que los asistentes albergan en su mente. Pero aunque, en efecto, hay que tener siempre presente al público, no hay que dejarse dominar por él. Después de todo, el orador tiene una misión que cumplir. Lo que le conviene es responder a sus preguntas imperiosas y, a la vez, conseguir lo que quiere. Para
  • 37. lograrlo, hay que trazar un mapa del viaje en el que queremos embarcar al público, con un punto de partida muy claro, y con un destino más claro aún. No todo el mundo opina que ello deba hacerse antes de la presentación. Por raro que parezca, en algunos libros se recomienda dejar una gran parte de la investigación… ¡para cuando empecemos a hablar! En ellos sugieren arrancar formulando preguntas a los asistentes, e incorporar sus respuestas a la presentación sobre la marcha. Yo discrepo con vehemencia de ese planteamiento. Iniciar la investigación en el momento de pronunciar la presentación es un error, porque entonces ya es demasiado tarde. El público creerá que no se ha molestado en prepararse adecuadamente, que no es lo bastante importante para usted. La interacción no sustituye a un contenido bien preparado. Después de todo, si ha considerado que no merecía la pena prepararlo con antelación, el público considerará que no merece la pena el esfuerzo de escucharle. Preparar sobre la marcha es de una descortesía desastrosa. No debe consentir que el público le domine, pero cierta dosis de «obsesión» con el público es del todo saludable: • Un exceso de preparación es posible. • Un exceso de ensayos es posible. PREGUNTAS PARA LOS ASISTENTES A LA PRESENTACIÓN Todas las preguntas que se formulan a continuación están pensadas para ayudarle a responder una pregunta básica o general: ¿Qué debo darles para obtener lo que quiero de esta presentación? O, por expresarlo de un modo más emocional: ¿Cuál es el incendio que mi presentación puede servir para apagar (o encender)? Las preguntas tienen que ver con sentimientos, además de con datos:
  • 38. • ¿Qué le interesa sobre este tema? • ¿Cuál ha sido la reacción ante el tema en presentaciones anteriores? • ¿Qué sabe ya sobre el tema de la presentación? • ¿Qué tiene que saber sobre este tema? • ¿Se siente bien, mal o indiferente por asistir a esta presentación? Debe formular estas preguntas incluso si se dirige a un público interno (por ejemplo, de su propia empresa). Que vea a los asistentes todos los días no implica que tenga que saber automáticamente cuál es su actitud hacia una próxima presentación importante. Toda comunicación es tan buena como su comprensión de las personas con las que intenta comunicarse. Llámelas, vaya a verlas o, como último recurso, envíeles correos electrónicos. Se sentirán sorprendidas y halagadas por el esfuerzo que sin duda está mostrando para ajustar sus palabras a sus necesidades. La ropa a medida siempre sienta mejor que la fabricada en serie. Cuando el número de asistentes sea mayor, tal vez deba esforzarse más para conseguir los números de teléfono y las direcciones de correo electrónico de una proporción significativa de asistentes. No le estoy pidiendo lo imposible: si los asistentes van a ser quinientos, una proporción significativa equivaldrá a diez personas. Pero si van a ser solo cinco, debería intentar ponerse en contacto con todos. Cuando lo haga, formúleles las cinco preguntas clave que he identificado arriba. Las respuestas le permitirán crear unos contenidos atractivos, pues resultarán relevantes para esas personas en concreto. Intente obtener la información a partir de conversaciones presenciales, y no pidiéndoles, meramente, que rellenen unos formularios online. Esta será más viva y tendrá más valor que si se la proporciona alguien que, simplemente, la teclea en un ordenador y se la envía. Aun así, si está preparando un tema para un público numeroso, tal vez estaría bien que establiera un contacto breve por internet con tantos asistentes como sea
  • 39. posible. Tal vez el organizador del acto acepte actuar como conducto informativo del público hacia usted. Quizá acepte enviar a todos los posibles componentes del público una encuesta breve. Le recomiendo www.survey-monkey.com como recurso para obtener plantillas interesantes. Todas las preguntas previas son importantes, pero no tanto como la que viene a continuación. Si solo se le permite formular una pregunta al público, debe ser la siguiente: ¿Qué puedo contarle en mi presentación que usted necesite y que todavía no sepa? Solo el egocéntrico empresarial más insoportable se negaría a responder a esa pregunta. No en vano, a él le beneficia que el orador se asegure de no hacerle perder el tiempo. Sabemos bien que suele ser difícil contactar por teléfono o por correo electrónico con muchas personas importantes (o que se creen importantes). Pero probablemente sí obtendrá respuesta de sus asistentes personales. Los mejores de estos no se muestran a la defensiva sobre las filias y las fobias de sus jefes. Si un director ejecutivo siente aversión por las presentaciones de 45 minutos con cincuenta diapositivas, su asistente personal se lo comunicará a usted. Eso espero. Incluso los asistentes más protectores con sus jefes permitirán el acceso a estos durante cinco minutos por teléfono una vez que les quede claro que, de ese modo, sus superiores se ahorrarán media hora durante la presentación. Saber que ha hecho todo lo posible por descubrir las necesidades del público supondrá para usted una gran inyección de optimismo psicológico cuando finalmente pronuncie la presentación. Puede tener la seguridad de que no fracasará por ignorancia. Tal vez falle por arrogancia, estupidez o falta de ensayos, pero no por ignorancia. Existe un beneficio subsidiario que se obtiene gracias al esfuerzo dedicado a conocer al público: la opinión que este tiene de usted mejora bastante antes incluso de que dé inicio la presentación. Probablemente, todas las personas con las que hable contarán al menos a otros dos posibles asistentes la conversación
  • 40. que ha mantenido con ellos. Y no tardará en ganarse fama de ser alguien que se preocupa por las necesidades del público… y si una proporción significativa de este percibe que usted se preocupa por lo que el público quiere, ese público será mucho más comprensivo con lo que quiere usted… incluso antes de que inicie la presentación. En ocasiones, tal vez le parezca que con su análisis del público ha tenido casi un éxito excesivo, pues descubre que muchos miembros del auditorio tienen intereses muy distintos. Entonces puede resultarle difícil decidirse sobre un «punto de partida» que sea un reflejo fiel de esa amalgama de puntos de vista. En esas circunstancias, hay que buscar los máximos comunes denominadores, es decir, los temas más distintivos y sofisticados que la mayoría del público coincide en considerar los más importantes. He usado deliberadamente el término «mayoría» porque es improbable que existan muchas cuestiones sobre las que todo el mundo coincida plenamente. Como consecuencia de ello, ninguna presentación puede satisfacer a todo el mundo siempre. Son pocos los países en los que los discursos dirigidos a auditorios multitudinarios son recibidos con muestras de aprobación universales, y en algunos de ellos no es recomendable ser el primero en sentarse tras una larga ovación de la gente puesta en pie, animada a hacerlo por los kalashnikov. CLARIFICAR LAS POSICIONES Sus conocimientos recién adquiridos serán el trampolín que le llevará al proceso de escritura. La información obtenida a partir del análisis del público le proporciona el punto de partida, es decir, el punto en el que el público se encuentra al principio de su presentación: este tiene en cuenta lo que los asistentes creen, saben y sienten sobre su tema antes de que usted haya tenido ocasión de influir en ellos. Debe incluir su sensación instintiva además de sus conocimientos concretos. Debería ser capaz de expresar en palabras ese punto de partida, por ejemplo, así:
  • 41. Antes de dar inicio a la presentación, el público ya sabrá algo sobre mí y mi empresa. Sin duda está interesado en mi producto, pero ignora los resultados que hemos alcanzado con nuestros clientes más recientes. Sométase a la disciplina de poner por escrito el punto de partida. Ello le obligará a aclarar exactamente dónde se encuentra el público. Durante la presentación, su objetivo será llegar a su auditorio desde el punto de partida hasta el punto de llegada. El punto de llegada es el estado mental que quiere que el público alcance al final de la presentación, habiendo considerado todas las circunstancias. También en este caso debería ser capaz de definir el punto de llegada con una frase: Al final de mi presentación quiero que el público quede tan impresionado con nuestro software que esté interesado en saber si es compatible con el que tiene en la actualidad. El punto de llegada debería ser un pensamiento concreto. Debe saber exactamente dónde quiere que se dirija el público antes de intentar llevarlo hasta allí. No le interesa que los asistentes a la presentación piensen: «Sí, esto es bastante interesante, pero no sé adónde va con todo eso en realidad». Una vez haya decidido cuál puede ser su punto de llegada, sométalo a una prueba formulándose las siguientes preguntas: • ¿Está seguro/a de que el salto mental que hace falta dar entre el punto de partida y el punto de llegada no es demasiado grande? • ¿Está seguro/a de que el público se encuentra en una posición que le permitirá emprender la acción que le proponga? • ¿Está seguro/a de que se trata del momento adecuado para transmitir esa información? • ¿Está seguro/a de que no les está pidiendo que absorban demasiada información en el tiempo de que disponen? Tenga en cuenta de que si el trasero se cansa de estar sentado, la mente deja de procesar la información. Soy consciente de que la gran cantidad de preguntas que le pido que se
  • 42. formule puede disuadirle de emprender el análisis del público. También me doy cuenta de que, con frecuencia, no dispondrá de tiempo para plantearlas todas. Por eso, las acciones que incluyo abajo incorporan solo las preguntas cuyas respuestas no puede ignorar. Concentran todos los temas que podrían surgir si se formulara el resto de las preguntas que aparecen repartidas por todo el capítulo. Úselas como análisis en bruto, de urgencia, cuando no tenga tiempo de hacer las cosas despacio y bien. Si recurre al planteamiento que se expone en el siguiente capítulo, habrá avanzado un buen trecho para romper las cadenas impuestas por la página en blanco del ordenador que tiene delante, y será más probable que logre generar el impacto vigoroso que necesita. Si, cuando termine de hablar, el público ha pasado del punto de partida al punto de llegada que usted deseaba, entonces la presentación habrá sido un éxito. El capítulo siguiente trata sobre el mecanismo al que puede recurrir, exactamente, para que lo logre. Acciones 1. Pregúntese de qué quiere convencer a su público. 2. Decida qué «resultado definitivo» persigue. 3. Investigue a su público, usando las siguientes preguntas como pautas mínimas: • ¿Quiénes son? Identifique a los individuos y las categorías de individuos presentes. • ¿Por qué están juntos en la misma sala? Asegúrese de averiguar si están allí sobre todo para escucharle a usted o por otra razón totalmente distinta. • ¿Qué quieren oír? Tal vez no lo hayan averiguado, pero si lo han hecho, usted debería hacer el esfuerzo de descubrir de qué se trata. • ¿Qué necesitan oír? Puede tratarse de algo totalmente distinto de lo que
  • 45. cosa pensada para concentrar las palabras más importantes de una presentación debe definirse con precisión e ir muy bien dirigida. Solo entonces puede constituir una manera eficaz de lograr que el auditorio absorba y aprecie lo que se le dice, y que actúe en consecuencia. El público, hoy En la actualidad somos bombardeados con mucha más información que hace diez años, e incluso que hace cinco. Pero nuestra capacidad de asimilación no ha aumentado al mismo ritmo. Intentamos filtrar lo que de verdad necesitamos, pero ese proceso de filtrado no es fácil. Las agencias de publicidad se aprovechan de esa limitación. Trabajan con empeño por plasmar la esencia de sus actividades en unas pocas palabras con garra: • «CNN: Vive la Noticia.» • «Federal Express le trae el mundo a tiempo.» • «Para su bienestar, Cook Electric.» • «En BA Club World, más camas, más destinos, más frecuencias.» Estas palabras actúan como instantáneas de la empresa o el producto en cuestión. Son meramente un aperitivo, interesantes en sí mismas, pero que nos dejan con ganas de más. Todas ellas son ejemplos de lo que yo llamo «macrodeclaración». Una macrodeclaración es una secuencia de palabras que captura rápida y poderosamente la esencia de lo que queremos que el público recuerde. Una macrodeclaración debería ser breve, instantánea y memorizable. Pero no hace falta el presupuesto de Saatchi and Saatchi para crear una. En una ocasión, en el escaparate de una pequeña tienda de delicatessen de Manchester leí lo siguiente: Churchill's Sandwiches: haga del almuerzo su mejor hora.
  • 46. Todos esos ejemplos comparten una característica que es, a la vez, su mayor fortaleza y su mayor debilidad: se crean para que lleguen a todo el mundo, y no a un grupo específico de personas. Las macrodeclaraciones suelen estar pensadas para ser leídas, más que para ser pronunciadas. No están hechas a medida. Están diseñadas para captar la atención de un máximo número de personas, pero solo durante unos breves instantes. No están hechas para hacer que la gente piense cuidadosamente sobre esa organización o ese producto particulares. Se presupone que el efecto será superficial. Se presupone que son más un fogonazo que un foco. Las macrodeclaraciones se han usado profusamente en el mundo de las presentaciones políticas en Gran Bretaña. En 1979, el Partido Conservador basó su campaña a las elecciones generales en la siguiente macrodeclaración inspirada en Saatchi and Saatchi: «El Partido Laborista no funciona» (en su versión original inglesa: «Labour isn't working»; donde se jugaba con los conceptos de «trabajo» y «desempleo»). La macrodeclaración se veía reforzada por la oportuna imagen de una cola ante una oficina de empleo. Se trató de un ejercicio muy exitoso de persuasión superficial de masas. En las elecciones de 2010, los Tories recurrieron a dos macrodeclaraciones distintas: «Vota por el cambio» y «Estamos todos juntos en esto». Estas dos afirmaciones no poseían la elegante concisión de la macrodeclaración de 1979. Estoy seguro de que su vaga debilidad intrínseca fue uno de los factores principales que llevaron al Partido Conservador a no retener la mayoría absoluta. Con todo, para capturar una presentación viva, hablada, hay que ir mucho más lejos. En este caso, la declaración debe estimular al público y llevarlo a considerar el tema con mucha mayor profundidad. La única manera de lograrlo es afinar esa sintetización, adaptarla al público concreto. Al hacerlo, se convierte en lo que denomino «microdeclaración». Crear una microdeclaración
  • 47. Una «microdeclaración» es una secuencia de palabras que captura rápida y poderosamente la esencia de nuestra presentación de un modo adaptado específicamente a las necesidades de un público específico en un momento específico. La microdeclaración es básica para el éxito de toda la presentación. Es el catalizador en el proceso, cuidadosamente coordinado, que se encarga de llevar al público desde el punto de partida hasta el punto de llegada deseado por el orador «a puño limpio». Los dos conceptos, el de punto de llegada y el de microdeclaración, están estrechamente relacionados. Uno está pensado para llevar al público hasta el otro. La manera más fácil de comprender esta afirmación es pensar en ellos como conectados por la palabra. Al público se le convencerá para que adopte el enfoque de su punto de llegada deseado a través de la información y los conceptos contenidos en la microdeclaración. La microdeclaración es la esencia destilada, el diamante en bruto que encierra el núcleo de la presentación. Es lo que usted diría si solo dispusiera de diez segundos para decirlo. Es lo que quiere que el público recuerde sobre todo lo demás. De hecho, si el público no recordara nada más que su microdeclaración, habría conseguido mucho más que la mayoría de los oradores. Una microdeclaración afilada y definida es lo que, de hecho, impide que una presentación sea una fuente de luz tenue y difusa y se convierta en un penetrante rayo láser. Una microdeclaración clara resulta particularmente importante cuando las ideas se lanzan desde lo alto de una empresa o una organización. No conviene que esas ideas se diluyan. La creación de una microdeclaración breve, relevante y memorable lo evita. Los beneficios deberían estar implícitos en la microdeclaración. Piense en el resultado que quiere imaginando que yo me llevara aparte a uno de los asistentes a su presentación y le preguntara: «¿Puede decirme ahora mismo qué es lo más importante de todo lo que el orador
  • 48. intentaba expresar?». La respuesta que quiere que ese asistente sea capaz de proporcionar contiene las palabras exactas de la microdeclaración. Una microdeclaración posee seis características esenciales: 1. Debería ser creada específicamente solo para un público. 2. El público ha de percibirla como crucial. 3. Debería estimular el pensamiento del público. 4. Debería caber en una sola frase. 5. Debería ser lo bastante simple para memorizarse. 6. Debería contener en sí misma su propia justificación. Constituye todo un reto meter todas esas características en una sola frase. Por ello, crear una microdeclaración es la parte de la preparación de contenido que lleva más tiempo. Pero ese tiempo invertido merece la pena. Si no cuenta con una microdeclaración clara y fácilmente memorizable, no conseguirá que su presentación sea clara ni fácilmente memorizable. Crear materiales a partir de una microdeclaración Imaginemos que usted es un ejecutivo de ventas de una empresa que fabrica equipamientos para el golf. Tiene que dirigirse a dos públicos distintos. El primero es un grupo de propietarios de tiendas de golf que, cómo no, quieren ganar dinero vendiendo equipos a sus clientes. El segundo es un grupo de golfistas que son los consumidores finales de esos equipos. Ambas presentaciones tienen puntos de partida y de llegada similares. Punto de partida: antes de que se inicie la presentación, el público sabe muy poco sobre el producto, más allá de algunos rumores vagos, positivos; pero está interesado en conocer más. Punto de llegada: el público sentirá que Lazerforce es una gama de palos de golf que satisface sus necesidades. Pero cada uno de los grupos tiene preocupaciones distintas. Ello implica que
  • 49. debemos crear una microdeclaración distinta para cada público. La microdeclaración dedicada a los propietarios de tiendas de golf sería: Los palos de golf Lazerforce son sus palos, porque su fuerte presencia en los medios de comunicación los hace muy fáciles de vender, con un amplio margen de beneficios. La microdeclaración dedicada a los golfistas sería: Los palos de golf Lazerforce son sus palos, porque lanzan la bola a la mayor distancia posible, en línea recta y al precio más competitivo. Estas microdeclaraciones tienen menos garra que las macrodeclaraciones de empresas que he enumerado arriba. Se trata de una consecuencia inevitable de afinar el blanco al que van dirigidas. La creación a medida y lo llamativo rara vez van de la mano. Pero estas dos microdeclaraciones cumplen con los seis criterios. Ambas han sido creadas específicamente para ayudar a satisfacer las necesidades de un público concreto. Cada una de ellas suscita cuestiones distintas. La primera, dedicada a los propietarios de tiendas de golf, se posiciona para abordar las preocupaciones que podrían asaltarles: Presencia pública • ¿De qué anuncios publicitarios dispone el fabricante? • ¿Cuáles son sus planes para radio y televisión? • ¿Están preparando eventos especiales? • ¿A qué profesionales recurren para avalar el producto? • ¿Puede ser provechoso para mí vender este producto? Facilidad de venta • ¿Cuántas unidades vendieron el año anterior? • ¿Cuántas ventas se generaron en tiendas como la mía? • ¿Qué descuentos obtendría yo? • ¿Qué ofertas especiales se me propondrán?
  • 50. La segunda microdeclaración, dedicada a los golfistas, aborda temas que importan a cualquier persona que practique el deporte: Mayor distancia de lanzamiento posible • ¿A qué distancia lanzan? • ¿Lanzan más lejos que los palos que ya tengo? • ¿Pueden usarlos eficazmente personas de mi nivel? • ¿Quién dice que son tan buenos? • ¿Cómo logran funcionar tan bien? En línea recta • ¿A qué tipo de pruebas han sido sometidos? • ¿Es eso cierto incluso para alguien que juega tan mal como yo? • ¿Puedo solicitar una demostración? Precio más competitivo • ¿Cuánto cuestan? • ¿En qué difieren de la competencia? • ¿Merecen la pena? Las presentaciones deberían contener las respuestas a estas preguntas. Así, la microdeclaración constituye el foco del que parte el proceso de preparación. Todo debe surgir de ella. Tiene que usar la microdeclaración para disciplinarte a sí mismo. Esta debe convertirse en los cimientos sobre los que construya su presentación. A medida que vaya creando sus contenidos, se planteará usar o descartar materiales, que tal vez acabe incluyendo o excluyendo de su presentación final. Entre ellos pueden figurar estadísticas, hechos, citas, anécdotas, chistes y muchas otras cosas. Todo, en las presentaciones, debe poder vincularse a la microdeclaración. Cada vez que se le ocurra un posible contenido, piense: ¿Me sirve para convencer al público del valor de mi microdeclaración?
  • 51. Si no le sirve para ello, descártelo. En el capítulo siguiente le proporcionaré más detalles para que use las microdeclaraciones como motores del proceso de redacción. A continuación reproduzco una microdeclaración que Dan Bond (mi socio en Straight Talking) creó para el director ejecutivo de un proveedor multinacional de telecomunicaciones, que debía hablar ante sus empleados europeos: Para expandirnos en Europa debemos convencer a nuestros clientes de que somos capaces de responder a sus necesidades las veinticuatro horas del día. Usó el verbo «convencer», y no «asegurar», porque tanto para él como para sus superiores estaba claro que hacía falta una importante campaña de persuasión. Es posible crear una microdeclaración que sirva para vender un producto y, además, muestre cierta visión de futuro. En el ejemplo siguiente, el director de marketing de una compañía de seguros internacional se aseguró de que su público, perteneciente a su empresa, fuera consciente de las implicaciones profundas de hacer bien su trabajo: Tenemos el deber de animar a los consumidores a comprar productos de protección y de disuadirlos de que, simplemente, ignoren la cuestión. Uno de nuestros clientes es el presidente de la Asociación de Fomento Empresarial de su país. Para el discurso que debía pronunciar durante la cena anual de su asociación, necesitaba una microdeclaración que no solo capturara la urgencia de la situación en su industria, sino que también fuera lo bastante simple para que los asistentes la recordaran (tras beberse una botella de vino) y pudieran reproducirla ante sus colegas al día siguiente. Esto fue lo de dijo: A pesar de las reformas impopulares, si queremos incrementar nuestra cuota de mercado, debemos ayudar al gobierno a llevar a cabo una importante campaña de marketing internacional. Esta microdeclaración era directa sin resultar ofensiva para ninguno de los políticos presentes.
  • 52. Aunque, si quiere sonar ofensivo, también puedo proponerle algo. En un tribunal de justicia, las microdeclaraciones no deben ser sutiles… Después de todo, han de ser comprendidas por jueces y miembros del jurado. Yo he usado la siguiente con éxito: Mi cliente no pudo cometer este delito porque resulta evidente que tiene la inteligencia de un kebab. La creación de una microdeclaración eficaz tiene que ser un tormento. Ha de resultar tan fácil como tragarse un melón. Su primer intento rara vez será el que acabe usando en la presentación final. Todas y cada una de las palabras de la microdeclaración han de meditarse mucho, porque juntas constituyen el legado que dejará a su público. Trátela como la preciosa joya en que desea que se convierta. Soy consciente de que podrían acusarme de apología del masoquismo en la preparación. Bien, en mi defensa puedo ofrecerle cierto consuelo: cuando finalmente encuentre la microdeclaración correcta, lo sabrá al instante. Es como el amor a primera vista. Casi todos los posibles compradores de casas saben que han encontrado la vivienda que buscan desde el momento en que atraviesan el umbral. La microdeclaración correcta tendrá el mismo efecto sobre usted. El proceso mental que hace falta para llegar a la microdeclaración varía según cada individuo. Conozco a personas tan concisas y seguras en su día a día que el uso de microdeclaraciones, simplemente, refleja su manera de comunicarse. En el otro extremo del espectro están los que hablan por los codos y que, cuando intentan crear una microdeclaración, es como si Tolstói en persona se lo dictara. Sea cual sea su marco mental de partida, lo mejor suele ser moverse en una combinación de preguntas estructuradas e ideas nacidas de la inspiración del momento, intuiciones, elementos sacados de la manga. El proceso implica hacerse a sí mismo, y tal vez también a algunos compañeros de trabajo en los que usted confíe, una serie de preguntas para la creación de microdeclaraciones: 1. ¿Qué es lo más llamativo sobre la información que quiero transmitir?
  • 53. 2. ¿Hay algo que atraiga tanto a lo cerebral como a lo visceral del público? 3. ¿Hay algo nuevo para el público? 4. Si los asistentes lo asimilaran y lo creyeran, ¿les haría cruzar el puente del Porqué y los conduciría hacia el punto de llegada deseado? 5. ¿Puede expresarse en una frase? 6. ¿Sería muy decepcionante que el público no lo asimilara, no lo aceptara y no lo pusiera en práctica? 7. ¿Será suficiente para que los asistentes quieran trasmitirlo a otras personas? Existe otra analogía más expeditiva que puede ayudarle a captar el concepto de microdeclaración: imagine que usted es el piloto de un caza de guerra, y que la microdeclaración es un misil guiado. Usted identifica un blanco (análisis del público/punto de partida). Después, decide con precisión qué efecto quiere que cause su ataque (punto de llegada). A continuación selecciona el arma adecuada (crea la microdeclaración). Pero no puede lanzar el proyectil hasta que haya «apuntado» a su diana. Así pues, usted tiene que sentir que la microdeclaración apunta con tal precisión que impactará en su público exactamente en el punto en el que su intelecto y sus vísceras se tocan. Y ya que hablamos de combates, deberíamos mencionar que los políticos tendrían que usar las microdeclaraciones más a menudo. En noviembre de 2002, Iain Duncan Smith (a la sazón líder del Partido Conservador británico) pronunció un discurso durante la cena anual del Institute of Directors, en Grosvenor House. Debía lanzar un ataque brutal contra la acción de gobierno que apelara directamente a los asistentes, todos del mundo empresarial. La siguiente microdeclaración fue la plataforma armamentística que creamos para él: Si Gordon Brown sigue obstruyendo las arterias del país con el colesterol de impuestos y endeudamiento, entonces nos encaminamos hacia un infarto económico. Aunque todavía no ejerzo influencia sobre los discursos de Barack Obama, el presidente de Estados Unidos parece usar su propia versión de las
  • 54. microdeclaraciones. Su discurso tras la victoria de 2008 alumbró el que tal vez sea el eslogan político más citado del milenio, hasta la fecha: «Yes we can» (en castellano: «Sí, podemos»). Uso deliberadamente el término «eslogan», y no «microdeclaración», por lo simple de su naturaleza. De hecho, podría decirse que se trata de una macrodeclaración, porque estaba pensada para atraer a todo el país, y no solo al millón de personas que, aproximadamente, se congregaban ante él. Era una frase que Obama intentaba conseguir que el público coreara… empeño en el que solo triunfó a medias. Las llamadas y respuestas de ese tipo no suelen prender más allá de las iglesias evangelistas. El otro problema, además de su simplicidad, ha sido la facilidad con la que puede parodiarse, cosa que han hecho, por ejemplo, los humoristas republicanos, formulando la pregunta: «¿Puede crear un Plan Sanitario asumible? No, no puede». Más perturbador resulta que la frase fuera tomada de un personaje de la comedia de situación Glee, que iniciaba una campaña pidiendo el regreso de los castigos corporales en la escuela con la frase: «Yes we cane» (se trata de un juego de palabras en el que cane significa «castigar con una vara»). Por otra parte, Obama asumió un enfoque totalmente distinto durante el discurso inaugural de su presidencia, más comedido y propio de un hombre de Estado, en consonancia con la ocasión y con los problemas a los que se enfrentaba su país. La frase que se acercaba más a una microdeclaración fue: Es hora de levantarse del suelo, sacudirse el polvo e iniciar la labor de poner en pie al país una vez más. Nadie coreará esta frase dentro de diez años. No posee la accesibilidad simple (tal vez simplista) del «Yes we can». Insisto en que, dado que el público internacional era tan inmenso, podría definirse como macrodeclaración. Pero se trataba sin duda de un resumen eficaz de lo que quería que su público recordara, y sobre lo que actuara, en aquel momento concreto. Y, por tanto, tuvo éxito
  • 55. como microdeclaración. Más importante aún: la mayoría de los medios de comunicación lo escogieron como la frase que representaba su actitud madura ante la ingente tarea que tenía encomendada. Poner a prueba la declaración No debe fiarse solo de su instinto. Puede poner a prueba su microdeclaración para comprobar que sea la adecuada, y para ello debe asegurarse de que le lleve a responder afirmativamente a las preguntas para verificar la microdeclaración, algunas de las cuales, deliberadamente, repiten conceptos surgidos ya en las preguntas de creación: • ¿Se recuerda con facilidad la microdeclaración? • ¿Aborda el tema candente? • ¿Es lo bastante directa para atrapar al público? • ¿La verá el público como algo tan valioso que querrá compartirlo con otras personas? • Si el público recordara su microdeclaración y pasara a la acción a partir de ella, ¿lo consideraría un resultado satisfactorio? Como digo, todas las preguntas han de responderse con un sonoro «SÍ». Solo cuando haya dado con la microdeclaración adecuada podrá crear una presentación atractiva. Límites de tiempo Cuando introduzco por primera vez el concepto de microdeclaración a algún cliente, este se pelea con él durante un tiempo, hasta que, tras haberlo puesto en práctica varias veces, acaba abrazándolo. Pero, por lo general, el cliente me desafía en los siguientes términos: La mayoría de mis presentaciones no pueden durar menos de treinta minutos, porque tengo una gran
  • 56. cantidad de información que transmitir. Seguro que una sola microdeclaración no puede cubrir todo ese material. Siempre me complace que se enfrenten a mí de ese modo, pues significa que el cliente ha dedicado un gran esfuerzo a averiguar cómo funciona ese concepto. Y también significa que ha comprendido cuáles son sus límites. No puede haber una fórmula matemática precisa, pero creo firmemente que una sola microdeclaración no es capaz de sustentar más de veinte minutos de presentación en vivo. Si tiene la absoluta certeza de que su presentación durará más, debería considerar la conveniencia de realizar más de una subpresentación, con más de una microdeclaración. Ello contribuirá a que la presentación resulte más manejable para usted, y hará que el público la recuerde mejor. Este proceso de partición puede ser muy sencillo, o constituir todo un reto, dependiendo del tema que se trate. Una presentación que aborde tres áreas geográficas diferenciadas puede dividirse sin problemas en tres subpresentaciones, con sendas microdeclaraciones relacionadas con cada una de ellas. • La división de la Zona Norte se enfrenta a tantas dificultades que tal vez debamos sustituir a todo el equipo directivo. • La división de la Zona Centro sobrevive razonablemente bien en un mercado muy duro, de modo que debemos animarles a que mantengan el empeño. • A la división de la Zona Sur le va tan bien que deberíamos ver si algunas de sus técnicas pueden ser copiadas, a la larga, por las otras divisiones. Una presentación pensada para describir las prácticas actuales de su empresa, antes de pasar a recomendar cómo podrían cambiar dichas prácticas, podría dividirse fácilmente en dos partes. La microdeclaración de la primera de ellas podría ser: La fábrica de Barnsley recurre a un proceso extraordinario que ha sido la envidia de la industria panificadora desde hace cien años.
  • 57. La microdeclaración de la segunda presentación se centra en el futuro, y no en el pasado: La única manera de aumentar nuestros niveles de producción y mantener la calidad es repartir el proceso en fábricas distintas. Un discurso político de una hora de duración puede prestarse a varias microdeclaraciones. David Cameron no utiliza por el momento el método A puño limpio, pero conceptos similares a las microdeclaraciones salpican sus alocuciones. El importante discurso que pronunció en 2009 durante el Congreso del Partido Conservador fue más memorable por su tono que por su contenido. Pero hubo una microdeclaración llamativa, muy típica de Cameron, que iluminó la parte central de su discurso: El Partido Conservador es el único partido que puede combatir eficazmente la pobreza en este país. La frase suscitó el aplauso inmediato de un público puesto en pie, y fue el centro de atención de los medios de comunicación durante los dos días posteriores. Fíjese de nuevo en las preguntas para verificar la microdeclaración, y verá lo bien que Cameron se ajustaba a mis criterios. El legado resultaba, sin duda, llamativo y fácil de recordar, abordaba una cuestión fundamental y suscitaba preguntas duras (¿cómo podemos permitirnos hacerlo?). Sin duda, Cameron quería que el público se entusiasmara con un programa conservador radicalmente nuevo, por lo que probablemente lo acercó bastante hasta el punto de llegada que él deseaba. Pero cuando llegamos a la última de las preguntas para verificar la microdeclaración («si el público recordara su microdeclaración y pasara a la acción a partir de ella, ¿lo consideraría un resultado satisfactorio?»), vemos que la microdeclaración solo ha tenido éxito en parte. Existen muchas otras cuestiones en el discurso que Cameron también quería que el público asumiera y pusiera en práctica. Aun así, esa microdeclaración concreta sí funcionó extraordinariamente bien, siempre y
  • 58. cuando se entienda como la microdeclaración de esa subsección concreta del discurso. DIFERENCIACIÓN POR SECCIONES No hay duda de que no se debe pasar por el tormento del análisis del público cada vez que se quiera crear una microdeclaración para las subsecciones de una presentación larga: el público es un factor constante. Pero el punto de llegada de cada sección sí deberá ser calculado. Por ejemplo: • Al final de la subpresentación 1, quiero que el público admita que necesitamos contratar a más personal para la sucursal de Bristol. • Al final de la subpresentación 2, quiero que el público perciba que el equipo de ventas de la sucursal de Birmingham ha hecho un trabajo extraordinario, y que debería recibir una paga extraordinaria. Y así sucesivamente. Hacen falta dos microdeclaraciones distintas para llevar al público a dos puntos de llegada distintos. Adaptabilidad al concepto Las microdeclaraciones funcionan en una gran variedad de situaciones. Cuando yo preparaba el discurso que iba a pronunciar en el funeral de mi madre, mi punto de llegada deseado era que el público la recordara entre sonrisas y lágrimas. Casi al principio, incluí la siguiente microdeclaración: De una cosa estoy seguro: ella querría que la recordáramos como una escocesa orgullosa de serlo pero, más aún, como una madre cariñosa y orgullosa. También fueron esas palabras las que me disciplinaron y me guiaron durante todo el proceso de escritura, en plena tormenta emocional. Me ayudaron a centrarme en las anécdotas. Yo conocía detalles de sus primeros años en Glasgow, así como de cuando se
  • 59. convirtió en esposa, madre, amiga y mi fan número uno. La mayor parte de este libro se centra en la comunicación cara a cara, pero las microdeclaraciones pueden usarse también en llamadas telefónicas. Por ejemplo, en una situación en la que uno telefonea para quejarse por un servicio deficiente, la microdeclaración puede establecer el programa de la llamada, y proporcionar una indicación muy clara de lo que le gustaría conseguir. En una ocasión tuve una experiencia pésima con el servicio de viaje asociado a una empresa líder en tarjetas de crédito. Había hablado con una de las asesoras y le había pedido que me encontrara un hotel junto al mar Muerto. Durante los días siguientes se sucedió un intercambio de correos electrónicos. Ella me sugirió uno en Eilat, y yo tuve que señalarle que aquella localidad se encontraba cerca del mar Rojo. Su siguiente sugerencia fue de un hotel turco, lo que me obligó a recordarle que Turquía estaba bañada por las aguas del mar Negro. Cuanto más se prolongaba nuestra correspondencia, más evidente resultaba que la mujer no tenía ni las nociones más básicas de geografía. De modo que me rendí. Pero no pensaba dejar las cosas como estaban. Finalmente conseguí comunicarme con un directivo, y tras las frases corteses de rigor, pronuncié la siguiente microdeclaración: La elevada cuota anual que les pago me lleva a esperar un nivel de servicio muy superior al que he recibido en las últimas 48 horas… así que veamos qué pueden hacer para compensarme. El directivo supo así cuál era exactamente la situación, y qué era lo que yo esperaba obtener. Cinco minutos después se me ofreció una reducción de 200 libras en mi cuota anual, que cortésmente acepté. El legado que había dejado a la única persona que componía mi público sin duda las valía: les había demostrado cómo retener a un cliente con el que habían hecho negocio durante veinte años. Confusión Otro desafío que a menudo me plantean los clientes se formula más o menos del