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Revista Gerencia y Políticas de Salud
49
R O M Á N V E G A R O M E R O
Resumen
El autor hace una reflexión sobre las relaciones entre justicia social, ética y libertad en el con-
texto del Sistema de seguridad social en salud de Colombia. Algunas evidencias sobre cobertu-
ra del aseguramiento, el acceso y uso de los servicios parecen indicar la persistencia de viejas y
la aparición de nuevas inequidades, particularmente en la situación de los pobres. Además, las
relaciones de mercado y los valores comerciales que orientan la racionalidad política del siste-
ma penetra el conjunto de éste y sus organizaciones y la relación entre médicos y pacientes
perjudicando la salud de los pacientes y su libertad. Se sugiere que a pesar de tal situación
todavía hay espacio para la resistencia y para introducir transformaciones en el sistema de
salud.
Palabras clave: Justicia social y servicios de salud, ética y servicios de salud, libertad y servi-
cios de salud.
Abstract
In the article the author engages in a critical reflection about the relationships between social
justice, ethics and freedom in the context of the Colombian Social Insurance System of Health,
CSISH. It is said that some evidences on insurance coverage, access and use of health services
by the poor, indicate the persistence of broad inequalities and the emergence of new ones.
Furthermore, markets relationships and commercial values driving the political rationality of
the CSISH pervade doctor and patient relationships, the whole system and its organizations in
detriment of people health and freedom. It is suggested that in spite of this situation still there is
room for resistance and for transforming the health system.
Key words: Social justice and health services, ethics and health services, freedom and health
services.
* Versión transcrita de la conferencia presentada en
la Cátedra Manuel Ancízar “Dilemas y perspecti-
vas de la salud pública en Colombia”, Auditorio
León de Greiff, abril de 2001, Universidad Nacio-
nal de Colombia. El texto será publicado en las
memorias de la Cátedra.
Román Vega Romero
Dilemas éticos
contemporáneos en salud
EL CASO COLOMBIANO DESDE LA
PERSPECTIVA DE LA JUSTICIA SOCIAL*
N° 2 SEPTIEMBRE DE 2002
D I L E M A S É T I C O S C O N T E M P O R Á N E O S E N S A L U D
50
Introducción
En un artículo anterior (Vega Romero,
2001a) se ha mostrado que la actual refor-
ma del sistema de salud tuvo como uno de
sus objetivos establecer las condiciones para
la intervención de las fuerzas del mercado
en el sector. Que la acción de estas fuerzas,
junto con las de un Estado minimizado, bus-
ca el control de la conducta y comportamien-
to de los individuos para estimular el
auto-cuidado de la salud de acuerdo con
ciertos patrones preestablecidos, y el con-
trol de la demanda y oferta de los servicios
médicos y de sus costos para disminuir el
gasto público y garantizar las ganancias de
los agentes del sistema. He sostenido tam-
bién que estas fuerzas han legitimado un sis-
tema que, a largo plazo, parece generar
nuevas desigualdades, y coartar el desarro-
llo de la libertad de las comunidades y de
los individuos.
Con este artículo se brindan al lector algu-
nos elementos de juicio que le ayuden a re-
flexionar sobre las implicaciones que en el
plano de la ética y la justicia social, tiene la
actual reforma del sistema de salud de Co-
lombia. El artículo busca mostrar tales im-
plicaciones en tres esferas del sistema de
salud: en cuanto a la exclusión de una parte
de la población pobre del acceso al sistema
de salud; a las dificultades que se presentan
para el acceso de los enfermos a algunos
servicios de salud, en particular en situacio-
nes cuando está en riesgo la vida; y a la des-
humanización de la relación médico
paciente. La hipótesis que maneja el artícu-
lo consiste en que tales problemas no son
ajenos a la racionalidad política que orienta
el actual sistema de seguridad social en sa-
lud, que estimula la incorporación de los
valores del mercado en el conjunto del sis-
tema, sus instituciones, y el recurso huma-
no. Esos valores, al colocar la rentabilidad
económica y el control de costos por enci-
ma de valores humanitarios como la com-
pasión hacia los que sufren, la salvaguarda
de la vida, y la garantía del acceso universal
a los servicios de salud como ha sido plan-
teado por la Constitución de 1991, generan
nuevos retos para los tomadores de decisio-
nes políticas. En la reflexión teórica que el
artículo ofrece se busca mostrar que si bien
la fuerza de los valores del mercado busca
arrastrar al barco en su totalidad, sin em-
bargo hay espacios como los valores
hipocráticos de la medicina, y la libertad y
autonomía de los sujetos, en este caso la de
los médicos y demás personal de salud, que
pueden ayudar a resistir y aún cambiar lo
que parece una imposición inevitable.
En este artículo la justicia social es entendi-
da desde una perspectiva que relaciona los
patrones de distribución con las necesidades,
pero también comprende que esos aspectos
de alguna manera están conectados con la
noción de libertad; con contextos institucio-
nales como la concepción de derecho a la
salud, el carácter de los procesos de toma de
decisionespolíticas,clínicasyadministrativas,
la división social del trabajo, la cultura, las
disputas o juegos de poder, conocimiento y
lenguaje en que entran los sujetos y grupos
sociales (Lyotard 1983; Young 1990; Fou-
cault 1997). Desde Foucault, por ejemplo,
la justicia social puede ser analizada toman-
do en cuenta las interacciones e interdepen-
dencias entre tres dominios principales de
la acción humana: el conocimiento (la cien-
cia), el poder (el gobierno, discurso y prác-
tica política), y la ética (entendida como
moral).
Desde esta misma perspectiva la ética pue-
de entenderse en dos sentidos: primero,
como una relación de libertad y autocontrol
frente a nuestros propios deseos y placeres
y, segundo, como resistencia ante relacio-
nes de poder y de saber que pueden tomar
la forma de patrones éticos, o de modelos
Revista Gerencia y Políticas de Salud
51
R O M Á N V E G A R O M E R O
económicos y sociales, científicos o cultura-
les, los que constriñen la posibilidad de la
satisfacción de las necesidades y de la liber-
tad y autonomía de los sujetos sociales.
Respecto de la justicia social y de la ética,
los problemas del nuevo Sistema de seguri-
dad social en salud se plantean al menos en
tres niveles: en las relaciones entre los pro-
cesos del conjunto del sistema y la pobla-
ción; entre el personal de salud y el paciente;
y entre los servicios de atención médica y el
paciente. Para estimular la reflexión acerca
de estos problemas emergentes se hará re-
ferencia a tres aspectos que vulneran la di-
mensión de justicia y de la ética y que en la
experiencia hasta ahora transcurrida del ac-
tual sistema de salud generan amplia pre-
ocupación en la opinión pública: la cobertura
del aseguramiento, la focalización de subsi-
dios a la demanda y el uso de los servicios
de urgencias. Es de notar que en el actual
modelo del sistema de salud el uso de los
servicios según necesidad depende del ase-
guramiento y éste a su vez del ingreso de las
personas y de la voluntad política de los go-
biernos en cuanto a invertir en la salud de
los pobres. Lo que en últimas hace que gran
parte de las necesidades de salud, por lo
menos aquellas que se refieren a la atención
médica, sólo puedan ser satisfechas en fun-
ción de la capacidad de cotización de las
personas y del gasto público destinado a
subsidiar a los pobres, es decir, de la capaci-
dad de demanda de los individuos y de las
familias. Esas condiciones impuestas al ac-
ceso al aseguramiento generan una serie de
males que se explorarán a continuación.
1. La cobertura
A pesar de que el gasto en salud como por-
centaje del producto interno bruto ha aumen-
tado de manera sustancial (ahora es más o
menos alrededor de 9% del PIB cuando al
inicio de la década del noventa era del 7%,
(Barón Leguizamón, 2001), sin embargo, las
coberturas del aseguramiento no sólo están
por debajo del 60% para la población gene-
ral, sino que protegen menos a los sectores
pobres, de los cuales aproximadamente 60%
no está afiliado, como se desprende de la
encuesta hecha por Fedesarrollo (2002) en
las cuatro principales ciudades del país en
octubre de 2001, que es donde mejor aumen-
to de la cobertura ha mostrado el actual sis-
tema.
Esa misma situación de inequidad en la co-
bertura de los pobres respecto de la pobla-
ción total afiliada al Sistema general de
seguridad social en salud, medida por
quintiles de ingreso, puede observarse, con
una tendencia a agravarse, con los datos de
Moreno Guerrero (2001), en el Cuadro 1,
donde los sectores pobres tienen sustancial-
mente una menor cobertura que los de la
población de mayores ingresos medida tan-
to por la Encuesta de calidad de vida de
Quintiles de ingreso
Cobertura
1 2 3 4 5
ECV-97 43.2 46.0 54.0 64.0 78.8
ENH-2000 35.0 43.9 48.9 59.4 74.8
Cuadro 1. Cobertura de la seguridad social según quintiles
de ingreso, regímenes contributivo y subsidiado 1997-2000
Fuente: Revista Salud Colombia, n. 58, 2001, con base en resultados de Moreno
Guerrero, 2001.
N° 2 SEPTIEMBRE DE 2002
D I L E M A S É T I C O S C O N T E M P O R Á N E O S E N S A L U D
52
Esta última observación indica que la cober-
tura de los pobres varía según la definición
de la pobreza y del indicador usado para
medirla. En este caso la cobertura se hace
aparecer mayor si se usa NBI en vez de LP.
Por eso, la definición de pobreza y el indica-
dor usado para su medición es un elemento
crucial en el debate sobre la cobertura de
los pobres y los análisis de desigualdad en el
acceso y uso de los servicios de salud. Es este
debate el que ha planteado Sen al señalar el
carácter relativo y contingente de la defini-
ción de la pobreza y de sus mediciones, y el
uso que los gobiernos hacen, para su conve-
niencia, de los mismos. En efecto, si real-
mente se concibiera la pobreza como “la
deprivación de capacidades básicas y no me-
ramente como la falta de ingresos” (Sen,
2000a, p. 114) como en el caso de la LP, ni se
restringiera a la definición de un puñado de
variables usadas en forma indiscriminada
para el conjunto de la población como en el
caso de NBI, probablemente los pobres se-
rían mucho más de lo que muestra su medi-
ción por ingresos o por necesidades básicas
insatisfechas, la cobertura sería menor y
mayores las desigualdades de lo que exhi-
ben las estadísticas oficiales. Lo mismo su-
cedería con la desigualdad de cobertura del
aseguramiento si no se restringiera a medir-
la por quintiles de ingreso, como en el caso
anterior, ya que como también señala Sen
(2000a) “una persona que sea más rica que
Cuadro 2. Evolución de la cobertura en el régimen subsidiado según pobreza
1 Líneadepobreza,LPynecesidadesbásicasinsatis-
fechas, NBI, son los indicadores más comúnmente
usados en la medición y análisis de la pobreza en
Colombia. Se entiende por línea de pobreza “el
ingreso mínimo necesario para que una persona o
un hogar satisfagan sus necesidades básicas, y
clasifica como pobres a todos aquellos que no
alcancen este ingreso” (Muñoz Conde, 1999).
2 El NBI es un indicador de estándar de vida que
combina características de la vivienda y acceso a
servicios públicos, capital humano presente y po-
tencial, hacinamiento y proporción de niños me-
nores de seis años. El indicador “capta o pretende
captar hogares que carecen de servicios básicos;
hogares cuyos lugares de alojamiento no cumplen
con especificaciones mínimas de habitabilidad u
hogares que, por ciertas características, tienen
residentes con importantes desventajas en el mer-
cado laboral” (Muñoz Conde, 1999).
Año Beneficiarios Población NBI Cobertura NBI Población LP Cobertura
1996 5981774 14936469 40,0 20373774 29,4
1997 7026690 14938470 47,0 19773975 35,5
1998 8527061 15357180 55,5 20363779 41,9
1999 9325832 15626327 59,7 22647877 41,2
2000 9510566* 15900191 59,8 25500000** 37,3
1997, como por la Encuesta nacional de
hogares de 2000.
Si se observa la cobertura del régimen sub-
sidiado (Cuadro 2), que ofrece un paquete
de beneficios mucho menor del que brinda
el régimen contributivo, la cobertura de los
pobres medida en términos de línea de po-
breza, LP1
está muy por debajo de la cober-
tura del conjunto de la población pobre
medida por necesidades básicas insatisfe-
chas, NBI2
, a tal grado que pudiera decirse,
de acuerdo con los últimos datos, que sólo
entre 42% y 37% de los pobres por línea de
pobreza estaban cubiertos por el régimen
subsidiado entre 1998 y 2000.
Fuente: Elaborados propios con base en cálculos de Fedesarrollo, 2000; Informe de Coyuntura Económica,
DNP, julio de 2000b. *Ministerio de Salud. Informe del CNSSS a las Comisiones Séptimas de Cámara y Senado
años 1999-2000 y 2000-2001. **Cepal, Panorama social de América Latina 2000-2001.
Revista Gerencia y Políticas de Salud
53
R O M Á N V E G A R O M E R O
casi todas las demás pero padezca de una en-
fermedad cuyo tratamiento sea muy caro, evi-
dentemente es pobre en un importante sentido,
aun cuando no se considere como tal en las
estadísticas habituales de la distribución de la
renta” (p. 122). La concepción y el enfoque
metodológico de medición de la pobreza y
de la desigualdad se han convertido en un
punto importante de discusión acerca del
alcance de la cobertura del aseguramiento
del sistema de seguridad social en salud y
del acceso y uso de los servicios que ella
determina.
La racionalidad política del modelo define
que el derecho al aseguramiento en salud
se garantiza a partir del ingreso de las per-
sonas, y aquellos que no tienen ingresos su-
ficientes pueden recibir un subsidio del
Estado. Pero hay dos grandes restricciones
adicionales a la concepción de pobreza y su
medición para que se cumpla con ese obje-
tivo: por un lado, la dependencia del aumen-
to de la cobertura del crecimiento
económico, del acceso a los factores de pro-
ducción y del comportamiento del empleo.
Por otro, las políticas internacional de re-
ducción del gasto fiscal e impositiva nacio-
nal, que evita gravar más ampliamente y con
impuestos progresivos a los sectores de más
altos ingresos y más ricos del país.
El comportamiento de algunos indicadores
sociales en la última década indica que en el
curso del actual modelo económico y social
se ha disparado la pobreza (Gráfico1) y se
ha generado mucho más desempleo y su-
bempleo del que se tenía previsto (Gráfico
2), con lo que naturalmente se desincentiva
la afiliación al régimen contributivo del sis-
tema y se hace necesario, como consecuen-
cia, un mayor volumen de subsidios para
asegurar a la población pobre.
De otra parte, los acuerdos recientes suscri-
tos entre Colombia y el Fondo Monetario
Internacional (Ministerio de Hacienda y
Crédito Público, 1999) se han hecho sobre
la base de un conjunto de mecanismos de
ajuste que han obligado a la elite gobernan-
te a disminuir el gasto público y la inversión
social del Estado, ejemplo de lo cual son la
ley 012 de transferencias fiscales territoria-
les y el proceso de reformas a la ley 60, con
Gráfico 1. Comportamiento de la pobreza 1982-1999
Fuente: Vivas (2000). “Política social de Estado en Colombia” (mimeo). Bogotá, Universidad Javeriana.
26,0%
31,0%
36,0%
41,0%
46,0%
51,0%
1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
POBREZAProporción
de Pobres
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D I L E M A S É T I C O S C O N T E M P O R Á N E O S E N S A L U D
54
lo cual se disminuyen las posibilidades de
ampliar la afiliación de los pobres en un es-
cenario donde crece cada vez más la pobre-
za, el desempleo y el subempleo.
2. La focalización de subsidios
y el Sisben
Hallazgos empíricos sobre el acceso a los
servicios de salud y la distribución de subsi-
dios para 1992, que mostraban inequidades
en detrimento de los pobres, empujaron a
la suposición de que la focalización del gasto
social era la vía para superar tales injusticias
(Vélez, 1996). Ello influyó en la definición
de una política y normatividad de ampliación
de la cobertura fundada en la reducción del
derecho a la salud a un derecho-prestación
que garantizaría el acceso de los sectores de
menores ingresos por la vía de la focalización
de subsidios a la demanda en los más po-
bres (leyes 60 y 100 de 1993). Consustancial
a tal enfoque focalizador fue el diseño del
Sisben y del procedimiento de toma de de-
cisiones para la selección de beneficiarios.
Por la vía de la adopción de políticas de foca-
lización de subsidios en los más pobres para
acceder al aseguramiento en salud (artículos
157, 211 y 213 de la ley 100 de 1993; además
ver en esta edición de la Revista Gerencia y
Políticas de Salud el artículo de Vega y Jara),
la elite del país ha resuelto uno de los factores
que está en la génesis de la pobreza, el proble-
ma de la redistribución de los ingresos y de la
riqueza, excluyendo del derecho a la salud a
amplios sectores de la población también po-
bres y quizás más necesitados de asistencia sa-
nitaria.
En un estudio de caso realizado con el obje-
tivo de evaluar los efectos de la política de
focalización de subsidios en salud y del
Sisben sobre la población sin capacidad de
pago de cuatro localidades de Bogotá (Vega
Romero, Barajas, Conversa, Hernández Be-
llo y Cantor, 2001) se han encontrado evi-
dencias las cuales indican que para efectos
de la selección de beneficiarios de subsidios
para aseguramiento en salud, la pobreza no
puede ser reducida a una noción estrecha y
utilitarista del bienestar y de los ingresos,
5
7
9
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19
21
23
1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
42
44
46
48
50
52
54
56
58
TASA DE DESEMPLEO, SUBEMPLEO Y OCUPACION
Fuente: Vivas (2000). “Política social de Estado en Colombia” (mimeo). Bogotá, Universidad Javeriana.
Desempleo Subempleo Ocupación
Gráfico 2. Tasa de desempleo, subempleo y ocupación
Revista Gerencia y Políticas de Salud
55
R O M Á N V E G A R O M E R O
haciendo abstracción del espacio específico
de la salud y de otros factores económicos,
sociales y políticos.
En efecto, la focalización de subsidios en los
más pobres para aseguramiento en salud se
ha hecho con base en enfoques metodológi-
cos excluyentes que como el Sisben propician
focalizar subsidios en los más pobres para
ahorrar gastos con el argumento de la esca-
sez de recursos, y una postura ética que justi-
fica otorgar el mayor beneficio social posible
por lo menos a los más pobres (Sarmiento,
González y Rodríguez, 1999). De acuerdo
con estos métodos los pobres beneficiarios
son seleccionados a expensas de la exclusión
de los otros pobres, para lo cual se da gran
peso a variables como el nivel educativo y las
características de la vivienda como aproxima-
ción del nivel de bienestar o de pobreza, en
detrimento de otras que se excluyen o que
pudieran ser más relevantes para distinguir
entre pobres y no pobres.
En el caso de las cuatro localidades de Bogo-
tá se ha encontrado que dada la heterogenei-
daddelacondiciónhumana,lascaracterísticas
de las necesidades de salud, del acceso y uso
de los servicios de salud, y las circunstancias
de un país como Colombia, amplios secto-
res de población desempleada y subemplea-
da con medios y altos niveles educativos y
con viviendas aceptables, son pobres para
efectos de la demanda de atención médica y
aseguramiento (Vega Romero, Barajas, Con-
versa, Hernández Bello y Cantor, 2001; Res-
trepo Mesa, 2001 para hallazgos similares en
la ciudad de Medellín).
Otros estudios (Cendex, Fundación Coro-
na, Fundación Ford, 1999) también sugie-
ren la existencia de una no correspondencia
entre la racionalidad de mercado, homoge-
nizante y utilitaria de la política de focaliza-
ción del gasto social y de su instrumento de
aplicación, el Sisben, frente a la diversidad
de necesidades y valores de la población. La
racionalidad de la política de focalización y
del Sisben está soportada en la idea de la
constitución de un sujeto racional que
optimiza sus acciones en función del índice
de utilidad resultante de las relaciones en-
tre los índices de utilidad del consumo, del
ingreso y de la dotación de capital humano
(Vélez, Castaño y Deutsch, 1999). Este mo-
delo del actor racional del mercado no es
necesariamente compartido por otros acto-
res cuya racionalidad puede estar legítima-
mente fundada en otros valores.
Los hallazgos también sugieren que no es
posible definir solamente desde los escrito-
rios de los expertos y desde las oficinas del
gobierno ningún procedimiento metodoló-
gico que permita captar las distintas expre-
siones de la pobreza para efectos de asignar
subsidios para aseguramiento en salud, y que
si se quiere seguir manteniendo el actual
modelo de sistema de seguridad social en
salud y avanzar con mayor claridad hacia la
universalización de la cobertura del asegu-
ramiento, es pertinente abrir un espacio de
amplia participación de la población en los
procesos de discusión y toma de decisiones
respecto de los mecanismos de selección de
beneficiarios de subsidios para aseguramien-
to en salud (Vega Romero, Barajas, Conver-
sa, Hernández Bello y Cantor, 2001).
En el caso de la atención médica, las barre-
ras financieras para el aseguramiento están
obligando a la población excluida y sin ca-
pacidad de pago no sólo a la sustitución de la
medicinainstitucionalporlaautomedicación,
los remedios caseros y la medicina tradicio-
nal, sino a la promoción de un mayor gasto
privado de bolsillo y al empeoramiento de sus
condiciones de salud (Cendex, Fundación
Corona, Fundación Ford, 1999; Eslava, Her-
nández, Ruiz y otros, 1999; CID-UN, 2001).
Los complejos cambios e inestabilidad en el
empleo y los ingresos introducidos por la
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D I L E M A S É T I C O S C O N T E M P O R Á N E O S E N S A L U D
56
situación de recesión económica, por las
políticas de ajuste económico y flexibiliza-
ción laboral, la violencia y la migración, se
agravan por las dificultades adicionales que
la selección excluyente que métodos tipo
Sisben introducen (Lamas 1997; Vega Ro-
mero, Barajas, Conversa, Hernández Bello
y Cantor, 2001).
Pero la focalización y el Sisben no sólo se
han convertido en una barrera más para el
acceso a los servicios de salud instituciona-
les por parte de la población pobre que no
clasifica como beneficiaria del régimen sub-
sidiado, sino que inducen comportamientos
inmorales, ilegales y clientelistas para acce-
der al subsidio, e imponen prácticas de go-
bierno que colindan con la violación del
derecho a la vida, a estar enfermo y ser aten-
dido, y con la libre escogencia de estilos de
vida (Vega Romero, Barajas, Conversa, Her-
nández y Cantor, 2001).
Puede sostenerse que a diez años de la emer-
gencia de tal conjunto político normativo,
técnico y gerencial de la política actual de
focalización de subsidios para aseguramien-
to en salud el problema central identificado,
desde una perspectiva de justicia social, ha
sido la oposición entre universalidad y foca-
lización y, como consecuencia, la oposición
entre inclusión y exclusión3
además de los
distintos problemas éticos señalados en rela-
ción con la conducta de las personas frente a
sí mismos, los otros y el sistema de salud.
3. La tragedia de los pacientes
que requieren atención urgente
Algunos estudios han mostrado que por lo
general los sectores de menores ingresos, y
las poblaciones rurales, es decir, aquella
hacia quien debería dirigirse una política
redistributiva progresiva, son los que salen
más perjudicados, o no han mejorado de
manera sustancial las inequidades hereda-
das del pasado en materia de acceso y uso
de los servicios de salud, con el actual siste-
ma de salud (OPS/OMS, 2001; Céspedes et.
al., 200; Málaga 2001; Martínez, Rodríguez
y Agudelo, 2001).
Para contribuir a la reflexión sobre otros
factores que inciden en el uso de los servi-
cios de salud, distintos a las barreras finan-
cieras para el acceso al aseguramiento, y que
emergen como consecuencia de la raciona-
lidad de mercado de este sistema, se propo-
ne la tesis de que con la emergencia del
nuevo sistema de seguridad social en salud
se ha constituido un nuevo practicante de la
medicina, obligado a preocuparse más por
los imperativos económicos de la ganancia,
el control de costos y la eficiencia, que por
la salud del paciente y la equidad. Lo mis-
mo podría decirse de las nuevas organizacio-
nes del sector, que han sido reconstituidas
para funcionar más como empresas eficien-
tes y rentables económicamente que para
dar respuesta a las necesidades de salud de
la gente.
Para ilustrar esta discusión se tomarán como
ejemplo algunas experiencias recogidas de
las denuncias públicas de lo que en el len-
guaje popular y de los medios se ha dado en
llamar los paseos de la muerte. Algunos de
estos casos ayudan a esclarecer el peso que
ejercen las presiones financieras, el ánimo
de lucro y el eficientismo en la conducta de
los médicos y de las instituciones de salud, y
ponen sobre el tapete problemas recientes
como el de la confianza, el trato igual y no
discriminatorio de los pacientes.
Entre los casos existentes se hace referen-
cia a tres, en particular:
3 Para una ilustración teórica y metodológica gene-
ral del tema de la inclusión y de la exclusión veáse
Castel (1997), Sen (2000b) y Midgley (2000).
Revista Gerencia y Políticas de Salud
57
R O M Á N V E G A R O M E R O
i) El de un menor de 16 años que sufrió un
accidente de tránsito con politraumatis-
mo y compromiso cráneo encefálico se-
vero que ameritaba la realización de una
cirugía de urgencias en una institución con
unidad de cuidados intensivos y que mu-
rió por la no prestación oportuna de los
cuidados requeridos. A pesar de que el
paciente tenía derecho no sólo a la aten-
ción inicial de urgencias sino a toda la ne-
cesaria para salvar su vida, ésta le es
negada en forma reiterada por los médi-
cos e instituciones que tenían el poder de
hacerlo por anteposición del interés eco-
nómico particular al deber moral de sal-
var la vida de una persona.
ii) Aquel paciente de 14 años que murió en
shock hipovolémico debido a la hemorra-
gia causada por una fractura ósea con
compromiso vascular en miembros infe-
riores fruto de un accidente de tránsito y
a quien se le negó la oportuna e integral
atención médica requerida por no pre-
sentar al momento del ingreso a las insti-
tuciones de salud donde fue llevado por
sus angustiados familiares, el certificado
Soat, como tampoco su familia disponer
de los recursos monetarios líquidos para
hacer el depósito exigido previo el inicio
de la atención.
iii)Otro caso es el de una mujer de 37 años,
muy pobre, en estado de desnutrición se-
vera, quien consulta por un episodio
diarreico agudo en una institución de pri-
mer nivel de atención. Por coexistir facto-
res de riesgo sugestivos de VIH (+), y por
no tener recursos ni apoyo familiar capaz
de procurárselos, la paciente es remitida
a la institución pública de segundo nivel
de la localidad para disponer sobre hospi-
talización, valoración por especialistas y
manejo de tercer nivel, si fuese el caso.
La paciente es contra remitida al primer ni-
vel de atención en forma sucesiva en los dos
días subsiguientes por el médico de turno
del servicio de urgencias de la institución
pública de segundo nivel con el argumento
de que su patología no ameritaba manejo
de segundo o de tercer nivel.
Al ser rechazada, la paciente es trasladada
por el conductor de la ambulancia que la
transportaba a las instituciones privadas con
las cuales la autoridad local de salud al pa-
recer tenía contrato vigente de prestación
de servicios, donde tampoco es recibida.
En el proceso, al fracasar los intentos de
hospitalización en las instituciones de pres-
tación de servicios de segundo o de tercer
nivel tanto públicas como privadas, y ante
la tentativa de ser reubicada de manera
transitoria en la institución de primer nivel
de atención que originalmente la remitió, la
comunidad de la localidad se opone con el
argumento de que la paciente es una amena-
za para la salud de la población que deman-
daba servicios de asistencia en ese centro.
En este recorrido hacia la muerte, la pacien-
te fue dejada abandonada por el conductor
de la ambulancia a la entrada del servicio
de urgencias del hospital público de segun-
do nivel, ante lo cual esta institución se ve
obligada a recogerla, no sin antes someterla
al escarnio de un baño callejero por parte
de uno de los vigilantes de la misma.
Por las notas de enfermería se conoce que
la paciente luego de ser recogida de la en-
trada del servicio de urgencias y bañada en la
calle, no fue inmediatamente hospitalizada
sino que permaneció en el patio de la institu-
ción por tiempo indeterminado hasta cuan-
do fue pasada a la unidad de observación.
Una vez ingresada, la paciente es valorada
por el médico de turno quien, reconocien-
do su estado caquéctico y anotando los fac-
tores de riesgo para VIH, sin embargo sólo
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hace impresión diagnóstica de enfermedad
diarreica aguda y VIH (+). Ordena trata-
miento con líquidos endovenosos a chorro,
un antimicótico oral, dieta normal y solicita
hemograma, coprológico y VIH.
Al día siguiente de su hospitalización sin que
se le hubiesen practicado las pruebas de labo-
ratorio ni haber sido valorada por los especia-
listas y sin haber terminado su tratamiento,
pero ante la constatación de la mejoría de la
diarrea, se decide dar salida a la paciente con
indicación de soporte nutricional.
Por las mismas notas de enfermería se sabe
que su cuerpo era maloliente, pálido, daba la
impresión de mal estado de salud nutricio-
nal, y que al momento de ser emitida la or-
den de salida, la paciente no tenía familiares
ni amigos que se hiciesen cargo de ella.
Ante la imposibilidad de abandonar el hos-
pital al no poderse valer por sí misma, la
paciente permanece en el pasillo de la insti-
tución sobre una colchoneta tirada en el
suelo, sin recibir tratamiento al no haberle
sido ordenado alguno. Luego de la orden
de salida, la paciente solo fue valorada por
las enfermeras, las cuales, especialmente en
los último días de su estancia, siguen ano-
tando su mal estado nutricional y de salud.
A los doce días de privación de la atención
médica, los médicos reaparecen en el esce-
nario cuando la paciente presenta un paro
cardio respiratorio de infructuosa reanima-
ción.
A pesar de las reiteradas omisiones en la
atención médica y de la despreocupación
humana por la persona de esta paciente, la
institución pública pasa la cuenta de cobro
por valor superior a un millón de pesos por
los días de estancia y por la supuesta aten-
ción prestada a la paciente. Al ser increpa-
do el gerente del hospital por las fallas
científicas y éticas detectadas en la atención
de esta mujer, él se defiende con el argu-
mento de que dadas las condiciones tecno-
lógicas y circunstancias económicas de la
institución se hizo todo lo que se pudo, pues-
to que incluso se le pudo brindar “cristiana
sepultura”.
Se sabe de la honda crisis económica de la
red pública de servicios de salud, del cierre
al que constantemente son sometidos los
hospitales, de la bajísima cobertura del ase-
guramiento de los pobres, y de la falta de
compromiso del alto gobierno para entre-
gar recursos suficientes para sacar de la cri-
sis a las instituciones de salud y garantizar
la atención de la población pobre.
A pesar de los factores contextuales que
explican las dificultades de la atención de
los pobres y de la crisis económica que
explica en parte el bajo desempeño de los
hospitales y la desmotivación del recurso
humano, se deben tener en cuenta las pre-
siones comerciales y financieras con que
las políticas generales de salud vigentes y
las gerencias de estas instituciones condi-
cionan a los practicantes de la medicina.
Las siguientes preguntas emergen frente a
estos casos: ¿Es éticamente justificada la
conducta de los médicos de urgencias de
no recibir a los pacientes por no tener re-
cursos para pagar y preferir, en su defecto,
contra-remitirlos?
• ¿Es éticamente justificado el alegato de
los gerentes de los hospitales en el senti-
do de que las presiones financieras de las
instituciones, las políticas de control de
costos, o los intereses de asociaciones par-
ticulares de médicos, les impiden legíti-
mamente cumplir con su obligación de
abrir las puertas de las instituciones a
quienes las necesitan?
• ¿Es éticamente justificable la conducta
de la comunidad de rechazar a un pacien-
te por presentar sida?
Revista Gerencia y Políticas de Salud
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• ¿Es éticamente justificable la conducta
de quienes dirigen las redes de ambulan-
cias o la de sus conductores al retrasar el
transporte de los pacientes o dejarlos
abandonados a las puertas de los servi-
cios de urgencias de los hospitales?
• ¿Existe alguna relación entre la conduc-
ta de los médicos, la de las direcciones
de los hospitales y servicios de salud, y la
de los conductores de las ambulancias, -
cuál es esa relación?
4. Una respuesta desde
la reflexión teórica
Estos casos no son fenómenos fruto de la
mala fe e inmoralidad de sujetos aislados que
actúan por sí solos, sino resultado de la in-
fluencia de los valores y códigos de compor-
tamiento dominantes en el conjunto del
actual modelo de desarrollo económico, po-
lítico y social, de los incentivos y constreñi-
mientos que el sistema de salud impone sobre
el comportamiento de los médicos y las or-
ganizaciones de salud, y de una filosofía
gerencial del sistema y de las organizaciones
que lo componen, que antepone valores co-
merciales, utilitaristas y de rentabilidad eco-
nómica sobre valores éticos que tienen que
ver con el bienestar de la población y de los
pacientes y con la probidad moral y científi-
ca de los practicantes de la medicina (Vega
Romero, 2001a; Bowles, 1998).
Al comparar la experiencia del modelo de
desarrollo económico con amplios y universa-
les sistemas de seguridad social de los países
capitalistas europeos asentados a la orilla del
Rin con el modelo de capitalismo de merca-
do instaurado por Ronald Reagan en Esta-
dos Unidos, Albert (1992) ha hecho dos
planteamientos sobre los efectos de los valo-
res del mercado en la conducta de los médi-
cos, las organizaciones de salud y los sistemas
sanitarios, que ilustran en estos casos:
i)“... Enmateriasanitaria,elsistemademer-
cado, fundado en el interés pecuniario per-
sonal del médico (y se podría añadir, en el
interés pecuniario del capital financiero im-
puesto al sistema de salud como un todo),
no es siempre el más eficaz sino todo lo
contrario...La salud no es ciertamente un te-
rreno que pueda, sin discernimiento, librar-
se a las leyes del mercado” (p. 139). ii) “... a
partir del momento en que, siguiendo la
misma lógica capitalista, su médico lo trata
como a una fuente de ganancias, ¿en quién
puede confiar? ¿Y qué valor tiene una so-
ciedad que destruye la confianza?” (p. 101).
Por ello es necesario reflexionar en la rela-
ción entre libertad y justicia social, en parti-
cular en la relación entre libertad del
mercado, defendida en la racionalidad polí-
tica actualmente dominante en el Sistema
de seguridad social en salud de Colombia, y
el principio de distribución según necesidad
como un componente de la libertad, noción
más extensa y rica que la de distribución se-
gún la libertad del mercado, al poder hacer
confluir igualdad y autonomía, es decir,
igualdad y pluralidad (Sen 2000a; Gillon
2001; Vega Romero, 2001a, 2001b; Vega
Romero y Hernández Bello, 2001). Desde
esta perspectiva es importante la concepción
que subraya la justicia distributiva como un
componente de la libertad porque valora
tanto los aspectos positivos (la respuesta a
la necesidad) como los negativos de la liber-
tad, y no es solo el resultado de la libertad
de escogencia y competencia del mercado y
de sus asignaciones y distribuciones natura-
les, sino un compromiso social. En efecto,
Sen (1996) sostiene que:
el contenido de la libertad individual in-
cluye, de un lado, aquellos medios e ins-
trumentos positivos que nos hacen posible
actuar como individuos viables y respon-
sables, incluyendo cuidados básicos de sa-
lud, educación básica, estar libre del
hambre y de la pobreza extrema, etc.
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Como también:
nuestras libertades y derechos básicos, la
libertad y oportunidad de participar en los
procesos políticos y sociales que afectan a
nuestras vidas (p. 35).
De otra parte, un mes antes de su muerte,
Donabedian (2001), ilustre médico,
salubrista, poeta y académico, pionero en el
estudio de la calidad de los sistemas de sa-
lud, sostuvo, al observar la conducta de los
médicos que lo atendían como enfermo ter-
minal de cáncer en un hospital de Estados
Unidos, que a pesar de las presiones e in-
centivos financieros impuestos sobre la con-
ducta de los médicos para la reducción a
ultranza de costos, éstos aún tenían la posi-
bilidad, si se lo propusieran, de resistir y de
preservar su libertad y la de los pacientes,
sobre la base de la conciencia de su misión
médica y humanitaria, conciencia que por
lo menos debería hacerlos capaces de re-
flexionar de manera autónoma e “identifi-
car las fallas y ponerlas a la vista de quienes
pueden resolverlas” (p. 2).
Además de señalar el fracaso de la práctica
médica para incorporar mecanismos de
atención que promuevan el respeto por la
autonomía del paciente y su participación
en las decisiones clínicas, Donabedian sos-
tuvo que “la comercialización de la medici-
na es un gran error”, no sólo porque “la salud
es una misión sagrada”, sino porque la co-
mercialización de la medicina pervierte la
práctica médica (p. 2).
Donabedian nos enseñó también que el di-
seño de los sistemas de salud y de sus orga-
nizaciones sólo deben ser mecanismos
potenciadores de la acción de los médicos y
de las enfermeras, es decir, que esta dimen-
sión no explica por sí sola todo lo que éstos
hacen o pudieran hacer por los pacientes;
que aún a pesar de los valores comerciales
que pueden regir la racionalidad política que
determina el diseño de un sistema de salud
y de sus organizaciones, todavía queda un
espacio para la libertad que puede no ser
invadido por aquellos imperativos instru-
mentales de la racionalidad del capitalismo
de mercado: ese es el espacio de la dimen-
siónéticadelosindividuos.ParaDonabedian,
en el caso de la misión de la profesión médi-
ca, esa dimensión ética debe estar regida por
los valores del amor y de la equidad.
Los anteriores argumentos presentan orien-
taciones en dos direcciones: primero, los al-
cances de la justicia sanitaria están en
estrecha relación con la lógica del diseño de
un modelo económico, social y de salud, y
con la praxis que ésta determina entre sus
actores. Segundo, la ética de la relación en-
tre médicos, organizaciones de salud y pa-
cientes deriva, por un lado, de los valores
dominantes en el sistema y, por otro, de los
valores propios de los actores del sistema no
sometidos a los primeros.
Con el fin de clarificar este planteamiento
resulta apropiado acudir al enfoque el cual
postula que en el campo de la justicia social
y de la ética, el sujeto es de una parte cons-
tituido por las relaciones dominantes de sa-
ber y de poder y, de otra, por la resistencia
que éstos oponen a las anteriores y por su
propia auto constitución como sujetos (De-
leuze, 1988; Vega Romero 2002a).
He adoptado la tesis de Donzelot (1991) en
el sentido de que en el plano de la justicia
social históricamente los sujetos sociales han
venido siendo constituidos a través de un
doble mecanismo: uno jurídico, que consti-
tuye sujetos de derechos para efectos de so-
lidaridad, y otro científico y tecnológico, que
constituye sujetos de deberes para efectos
de la optimización de la economía y de la
regulación del comportamiento individual y
colectivo. Por ejemplo, en los inicios del
Estado de bienestar, una noción jurídica de
Revista Gerencia y Políticas de Salud
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solidaridad social (igualdad de derechos)
había sido articulada con una concepción
científica del individuo y de la población en
materia de necesidades de salud que giraba
alrededor de las nociones bio médicas de lo
normal y de lo patológico, como bien lo ha
descrito Canguilhem (1991), y de tecnologías
de gobierno del cuerpo de los individuos y de
los riesgos a los que está expuesta una pobla-
ción como el taylorismo y la seguridad social.
Conlaemergenciadelneoliberalismo(Castel,
1991), concepcionesgerencialistasdelgobier-
no de lo social fundamentadas en relaciones
de mercado y el utilitarismo (costo-efectivi-
dad, control de costos, ganancia, maximiza-
ción de la utilidad o del bienestar) han sido
articuladas con nociones científicas que go-
biernan los individuos y las colectividades con
mecanismos epidemiológicos orientados al
control de riesgos, con una concepción jurí-
dica de solidaridad complementada con la
noción de responsabilidad cívica, con méto-
dos de distribución y asignación de recursos
como la focalización, y con tecnologías de
gobierno de lo social como el aseguramiento.
Así, las relaciones entre los sujetos, los exper-
tos y las tecnologías de gobierno no pueden
ser definidas y entendidas sin tomar en cuen-
ta las mutaciones e interacciones históricas
entre saber y poder en la constitución de ra-
cionalidades y prácticas hegemónicas usadas
como medios para gobernar los individuos, la
población, la salud y los servicios de salud.
De acuerdo con Foucault (1991a), toda ra-
cionalidad contiene un significado instru-
mental y relativo. A su vez, cada racionalidad
se inscribe en una práctica, sistema o régi-
men de prácticas que es, a su vez, la expre-
sión de un cierto régimen de racionalidad.
Tanto el régimen de racionalidad como el
de prácticas contiene dos ejes: de una parte,
el eje codificación- prescripción, formado por
un conjunto de reglas, procedimientos, re-
laciones de medios a fines y, de otra, el eje
de formulaciones de verdad-falsedad,que de-
termina el dominio de los objetos acerca de
los cuales es posible articular proposiciones
verdaderas y falsas.
Podría decirse que, para facilitar su análisis,
Foucault (1991b) divide las racionalidades
y prácticas en tres ejes: primero, el de los
regímenes de verdad y sus efectos en mate-
ria de verdaderas y falsas formulaciones de
un discurso; segundo, el del poder, cuyas
racionalidades políticas definen las prácti-
cas de los gobiernos, el ordenamiento, con-
trol y regulación que éstos hacen de los
individuos y de las poblaciones, fundamen-
tándose en procedimientos como la discipli-
na, la división y la inclusión o exclusión de
los mismos; y tercero, el eje de la ética, que
analiza la práctica de establecer códigos
universales con efectos morales obligatorios
sobre los individuos.
Esas racionalidades y prácticas no son el
resultado de un proceso natural, evolutivo,
siempre progresivo, de perfeccionamiento
de la razón y de la acción humana. Ellos son
eventos contingentes, transitorios e históri-
cos que, en un proceso de ensayo y error,
pretenden dar respuesta a ciertas demandas
y circunstancias, sobre la base de relaciones
de fuerza constituidas por la lucha entre di-
ferentes actores sociopolíticos, y sobre la
base de su posicionamiento estratégico en
ciertos dominios del saber (la economía po-
lítica, por ejemplo), de las tecnologías so-
ciales (por ejemplo, la seguridad social), y
de instituciones de poder (el Estado, las or-
ganizaciones), todo lo cual tiene como blan-
co el control del cuerpo de los individuos y la
regulación de la población como especie. A
partir de allí, estas racionalidades y prácticas,
una vez constituidas, dan forma al orden so-
cial, a nuevas instituciones, constituyen la
identidad de los sujetos, gobiernan y regulan
sus comportamientos, conductas y acciones.
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Foucault (1988a) ha descrito y analizado las
implicaciones de este doble mecanismo para
laconstitucióndelossujetossociales:sujeción,
cosificación y dominación, individualización
y totalización, exclusión e integración, control
y normalización de los individuos y de las po-
blaciones. En el caso de la salud ha descrito
los efectos de una política que medicaliza,
normaliza, totaliza e individualiza, incluye y
excluye.Perotambiénsehareferidoalosefec-
tosiatrogénicoscomolímitesdelaeficaciadel
saber médico, a la comercialización de la me-
dicina, de la enfermedad y de la salud, a sus
costos, y a mecanismos reguladores que pue-
den constreñir aun más la libertad y autono-
mía de distintos sujetos sociales.
Sinembargo,laaccióndelasfuerzasquecons-
tituyen esa relación entre saber y poder sobre
el sujeto, sin bien puede ser asimétrica, no es
necesariamente unilateral, es decir, el sujeto
noquedatotalmentesometidoasusdesignios,
sin ninguna opción de resistencia, de preser-
var o reinventar su libertad. Es esta opción lo
que en esta perspectiva puede ser entendido
como el campo de una nueva concepción de
la ética: la estética de la existencia.
Foucault (1997e) no sólo rompió con los
patrones éticos fundamentados en sistemas
autoritarios y en estructuras disciplinarias
científicas, morales o jurídicas, que reducen
la justicia social a los intereses, desarrollos
y mandatos de ciertos modelos de sociedad,
de estructuras y poderes económicos y políti-
cos que constriñen las posibilidades de acce-
so personal y la escogencia de sistemas de
cuidados médicos (Foucault, 1997e), sino que
desarrolló las bases de una concepción plu-
ral de la ética que es una estética de la exis-
tencia, que defiende y promueve relaciones
de autonomía y libertad entre los sujetos so-
ciales (Foucault, 1988b, 1988c, y 1997e).
Ese enfoque hace dos cosas: de una parte,
promueve la resistencia contra las relacio-
nes coercitivas o controladoras de poder y
saber sobre el sujeto y, de otra parte, esti-
mula el desarrollo de nuevas relaciones éti-
cas con uno mismo y con otros (Foucault,
1988a, 1988b, y 1997e).
El punto nodal de su ética es una concep-
ción que estimula prácticas de libertad o
relaciones de autonomía entre los sujetos,
mediante el auto conocimiento y la auto re-
gulación de los sentimientos, de los deseos
y de los placeres propios (Foucault, 1997e).
Así, al contrario de Kant (1949), quien fun-
damenta la moralidad en imperativos cate-
góricos universales de la razón práctica pura,
la ética de Foucault se funda en la estética
de la existencia. O sea, en el arte del uso de
distintas técnicas de auto constitución del
sujeto: a través de la forma en que recono-
cemos nuestras obligaciones morales con
otros y con nosotros mismos; mediante la
transformación de nosotros mismos por
medio de actividades de auto conocimiento
y de auto formación; y mediante la auto de-
finición de la clase de fin a que aspiramos o
de la clase de sujeto que deseamos ser.
Ese arte es el que debe definir, según Fou-
cault, el contenido moral de nuestras rela-
ciones con nosotros mismos, con otros, y con
el ambiente. La libertad es el centro de esa
ética en relación con otros porque es el ries-
go de dominación materializado en las rela-
ciones de poder y sus conexiones con los
juegos de verdad, lo que debe ser resistido
(Foucault, 1997a).
A través de esta ética, Foucault busca ayu-
dar a constituir nuevas prácticas de gobier-
no, de la toma de decisiones, fundamentadas
en la participación, en la libre escogencia, y
en un diálogo que conduzca hacia un “con-
senso ético” (Foucault, 1988c, p. 174) no
orientado por la discusión de los supuestos
de la comunicación ideal, como las condi-
ciones ideales de los actos de habla del con-
Revista Gerencia y Políticas de Salud
63
R O M Á N V E G A R O M E R O
senso Habermasiano (1992) ni por el recur-
so a ninguna teoría de la naturaleza huma-
na, de la razón universal, o de la verdad
absoluta, que lo hacen universal, sino por
los compromisos y acuerdos que emergen
de la lucha política y social, de la posición
ética de responsabilidad hacia otros.
Conclusión
Así pues, teniendo en cuenta nuestra expe-
riencia y la reflexión teórica intentada, pue-
de concluirse que los principios que
actualmente rigen la distribución de recur-
sos, acceso y uso de los servicios y cuidados
referentes a la salud de los individuos y de la
población en el actual Sistema de seguridad
social han sido más el resultado de la impo-
sición y generalización de una racionalidad
política que sujeta la justicia social a las le-
yes del mercado, que de un compromiso
social orientado a garantizar la satisfacción
de las necesidades y las libertades sustan-
ciales de los individuos y la población.
Pero la justicia y la libertad no son el resul-
tado mecánico de un contrato social traza-
do a través de un procedimiento puramente
racional ni es la expresión lógica de la apli-
cación de un modelo teórico de sociedad
basado en el mercado, sino la consecuencia
de la victoria de fuerzas, o del acuerdo y del
compromiso entre fuerzas, que se articulan
de manera estratégica a posiciones dentro de
los dominios del saber, de las tecnologías so-
ciales y de gobierno, y que construyen una
racionalidad política que valora en serio los
principios de distribución según necesidad
como un componente de la libertad.
Desde esta perspectiva el mejoramiento de
los problemas éticos y de justicia identifica-
dos pasa por la generación de un nuevo dis-
curso de la política social y de salud creado
conjuntamente por distintas voces y racio-
nalidades a partir del diálogo. Discurso ca-
paz de propiciar el cambio del modelo de
desarrollo económico adoptado en el país
en la última década, la transformación de
los fundamentos y valores del sistema de
salud, y la incorporación y desarrollo de una
nueva ética de la práctica médica fundada
en la igualdad y la libertad.
En un ensayo anterior (Vega Romero 2002b)
se propone que el cambio en el sistema de
salud debe apoyarse en tres elementos cen-
trales: primero, la declaración del derecho
a la salud como un derecho humano funda-
mental; segundo, la ampliación de la inter-
vención del Estado en la producción y
distribución de los medios de la salud; y ter-
cero, la apertura de espacios para una más
amplia, diversa y dinámica participación so-
cial en los procesos de toma de decisiones,
control y vigilancia del sistema, y de la prác-
tica médica.
La nueva ética de la práctica médica y del
sistema debe estar afianzada en una concep-
ción de justicia que promueva el respeto y
desarrollo de la libertad del paciente, en la
igualdad de acceso y uso de los servicios
médicos según necesidad, y en una concep-
ción progresiva del financiamiento y distri-
bución de los recursos del sector (Vega
Romero y Hernández Bello, 2001).
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Dilemas éticos contemporaneos en salud (1) (1) (1)

  • 1. Revista Gerencia y Políticas de Salud 49 R O M Á N V E G A R O M E R O Resumen El autor hace una reflexión sobre las relaciones entre justicia social, ética y libertad en el con- texto del Sistema de seguridad social en salud de Colombia. Algunas evidencias sobre cobertu- ra del aseguramiento, el acceso y uso de los servicios parecen indicar la persistencia de viejas y la aparición de nuevas inequidades, particularmente en la situación de los pobres. Además, las relaciones de mercado y los valores comerciales que orientan la racionalidad política del siste- ma penetra el conjunto de éste y sus organizaciones y la relación entre médicos y pacientes perjudicando la salud de los pacientes y su libertad. Se sugiere que a pesar de tal situación todavía hay espacio para la resistencia y para introducir transformaciones en el sistema de salud. Palabras clave: Justicia social y servicios de salud, ética y servicios de salud, libertad y servi- cios de salud. Abstract In the article the author engages in a critical reflection about the relationships between social justice, ethics and freedom in the context of the Colombian Social Insurance System of Health, CSISH. It is said that some evidences on insurance coverage, access and use of health services by the poor, indicate the persistence of broad inequalities and the emergence of new ones. Furthermore, markets relationships and commercial values driving the political rationality of the CSISH pervade doctor and patient relationships, the whole system and its organizations in detriment of people health and freedom. It is suggested that in spite of this situation still there is room for resistance and for transforming the health system. Key words: Social justice and health services, ethics and health services, freedom and health services. * Versión transcrita de la conferencia presentada en la Cátedra Manuel Ancízar “Dilemas y perspecti- vas de la salud pública en Colombia”, Auditorio León de Greiff, abril de 2001, Universidad Nacio- nal de Colombia. El texto será publicado en las memorias de la Cátedra. Román Vega Romero Dilemas éticos contemporáneos en salud EL CASO COLOMBIANO DESDE LA PERSPECTIVA DE LA JUSTICIA SOCIAL*
  • 2. N° 2 SEPTIEMBRE DE 2002 D I L E M A S É T I C O S C O N T E M P O R Á N E O S E N S A L U D 50 Introducción En un artículo anterior (Vega Romero, 2001a) se ha mostrado que la actual refor- ma del sistema de salud tuvo como uno de sus objetivos establecer las condiciones para la intervención de las fuerzas del mercado en el sector. Que la acción de estas fuerzas, junto con las de un Estado minimizado, bus- ca el control de la conducta y comportamien- to de los individuos para estimular el auto-cuidado de la salud de acuerdo con ciertos patrones preestablecidos, y el con- trol de la demanda y oferta de los servicios médicos y de sus costos para disminuir el gasto público y garantizar las ganancias de los agentes del sistema. He sostenido tam- bién que estas fuerzas han legitimado un sis- tema que, a largo plazo, parece generar nuevas desigualdades, y coartar el desarro- llo de la libertad de las comunidades y de los individuos. Con este artículo se brindan al lector algu- nos elementos de juicio que le ayuden a re- flexionar sobre las implicaciones que en el plano de la ética y la justicia social, tiene la actual reforma del sistema de salud de Co- lombia. El artículo busca mostrar tales im- plicaciones en tres esferas del sistema de salud: en cuanto a la exclusión de una parte de la población pobre del acceso al sistema de salud; a las dificultades que se presentan para el acceso de los enfermos a algunos servicios de salud, en particular en situacio- nes cuando está en riesgo la vida; y a la des- humanización de la relación médico paciente. La hipótesis que maneja el artícu- lo consiste en que tales problemas no son ajenos a la racionalidad política que orienta el actual sistema de seguridad social en sa- lud, que estimula la incorporación de los valores del mercado en el conjunto del sis- tema, sus instituciones, y el recurso huma- no. Esos valores, al colocar la rentabilidad económica y el control de costos por enci- ma de valores humanitarios como la com- pasión hacia los que sufren, la salvaguarda de la vida, y la garantía del acceso universal a los servicios de salud como ha sido plan- teado por la Constitución de 1991, generan nuevos retos para los tomadores de decisio- nes políticas. En la reflexión teórica que el artículo ofrece se busca mostrar que si bien la fuerza de los valores del mercado busca arrastrar al barco en su totalidad, sin em- bargo hay espacios como los valores hipocráticos de la medicina, y la libertad y autonomía de los sujetos, en este caso la de los médicos y demás personal de salud, que pueden ayudar a resistir y aún cambiar lo que parece una imposición inevitable. En este artículo la justicia social es entendi- da desde una perspectiva que relaciona los patrones de distribución con las necesidades, pero también comprende que esos aspectos de alguna manera están conectados con la noción de libertad; con contextos institucio- nales como la concepción de derecho a la salud, el carácter de los procesos de toma de decisionespolíticas,clínicasyadministrativas, la división social del trabajo, la cultura, las disputas o juegos de poder, conocimiento y lenguaje en que entran los sujetos y grupos sociales (Lyotard 1983; Young 1990; Fou- cault 1997). Desde Foucault, por ejemplo, la justicia social puede ser analizada toman- do en cuenta las interacciones e interdepen- dencias entre tres dominios principales de la acción humana: el conocimiento (la cien- cia), el poder (el gobierno, discurso y prác- tica política), y la ética (entendida como moral). Desde esta misma perspectiva la ética pue- de entenderse en dos sentidos: primero, como una relación de libertad y autocontrol frente a nuestros propios deseos y placeres y, segundo, como resistencia ante relacio- nes de poder y de saber que pueden tomar la forma de patrones éticos, o de modelos
  • 3. Revista Gerencia y Políticas de Salud 51 R O M Á N V E G A R O M E R O económicos y sociales, científicos o cultura- les, los que constriñen la posibilidad de la satisfacción de las necesidades y de la liber- tad y autonomía de los sujetos sociales. Respecto de la justicia social y de la ética, los problemas del nuevo Sistema de seguri- dad social en salud se plantean al menos en tres niveles: en las relaciones entre los pro- cesos del conjunto del sistema y la pobla- ción; entre el personal de salud y el paciente; y entre los servicios de atención médica y el paciente. Para estimular la reflexión acerca de estos problemas emergentes se hará re- ferencia a tres aspectos que vulneran la di- mensión de justicia y de la ética y que en la experiencia hasta ahora transcurrida del ac- tual sistema de salud generan amplia pre- ocupación en la opinión pública: la cobertura del aseguramiento, la focalización de subsi- dios a la demanda y el uso de los servicios de urgencias. Es de notar que en el actual modelo del sistema de salud el uso de los servicios según necesidad depende del ase- guramiento y éste a su vez del ingreso de las personas y de la voluntad política de los go- biernos en cuanto a invertir en la salud de los pobres. Lo que en últimas hace que gran parte de las necesidades de salud, por lo menos aquellas que se refieren a la atención médica, sólo puedan ser satisfechas en fun- ción de la capacidad de cotización de las personas y del gasto público destinado a subsidiar a los pobres, es decir, de la capaci- dad de demanda de los individuos y de las familias. Esas condiciones impuestas al ac- ceso al aseguramiento generan una serie de males que se explorarán a continuación. 1. La cobertura A pesar de que el gasto en salud como por- centaje del producto interno bruto ha aumen- tado de manera sustancial (ahora es más o menos alrededor de 9% del PIB cuando al inicio de la década del noventa era del 7%, (Barón Leguizamón, 2001), sin embargo, las coberturas del aseguramiento no sólo están por debajo del 60% para la población gene- ral, sino que protegen menos a los sectores pobres, de los cuales aproximadamente 60% no está afiliado, como se desprende de la encuesta hecha por Fedesarrollo (2002) en las cuatro principales ciudades del país en octubre de 2001, que es donde mejor aumen- to de la cobertura ha mostrado el actual sis- tema. Esa misma situación de inequidad en la co- bertura de los pobres respecto de la pobla- ción total afiliada al Sistema general de seguridad social en salud, medida por quintiles de ingreso, puede observarse, con una tendencia a agravarse, con los datos de Moreno Guerrero (2001), en el Cuadro 1, donde los sectores pobres tienen sustancial- mente una menor cobertura que los de la población de mayores ingresos medida tan- to por la Encuesta de calidad de vida de Quintiles de ingreso Cobertura 1 2 3 4 5 ECV-97 43.2 46.0 54.0 64.0 78.8 ENH-2000 35.0 43.9 48.9 59.4 74.8 Cuadro 1. Cobertura de la seguridad social según quintiles de ingreso, regímenes contributivo y subsidiado 1997-2000 Fuente: Revista Salud Colombia, n. 58, 2001, con base en resultados de Moreno Guerrero, 2001.
  • 4. N° 2 SEPTIEMBRE DE 2002 D I L E M A S É T I C O S C O N T E M P O R Á N E O S E N S A L U D 52 Esta última observación indica que la cober- tura de los pobres varía según la definición de la pobreza y del indicador usado para medirla. En este caso la cobertura se hace aparecer mayor si se usa NBI en vez de LP. Por eso, la definición de pobreza y el indica- dor usado para su medición es un elemento crucial en el debate sobre la cobertura de los pobres y los análisis de desigualdad en el acceso y uso de los servicios de salud. Es este debate el que ha planteado Sen al señalar el carácter relativo y contingente de la defini- ción de la pobreza y de sus mediciones, y el uso que los gobiernos hacen, para su conve- niencia, de los mismos. En efecto, si real- mente se concibiera la pobreza como “la deprivación de capacidades básicas y no me- ramente como la falta de ingresos” (Sen, 2000a, p. 114) como en el caso de la LP, ni se restringiera a la definición de un puñado de variables usadas en forma indiscriminada para el conjunto de la población como en el caso de NBI, probablemente los pobres se- rían mucho más de lo que muestra su medi- ción por ingresos o por necesidades básicas insatisfechas, la cobertura sería menor y mayores las desigualdades de lo que exhi- ben las estadísticas oficiales. Lo mismo su- cedería con la desigualdad de cobertura del aseguramiento si no se restringiera a medir- la por quintiles de ingreso, como en el caso anterior, ya que como también señala Sen (2000a) “una persona que sea más rica que Cuadro 2. Evolución de la cobertura en el régimen subsidiado según pobreza 1 Líneadepobreza,LPynecesidadesbásicasinsatis- fechas, NBI, son los indicadores más comúnmente usados en la medición y análisis de la pobreza en Colombia. Se entiende por línea de pobreza “el ingreso mínimo necesario para que una persona o un hogar satisfagan sus necesidades básicas, y clasifica como pobres a todos aquellos que no alcancen este ingreso” (Muñoz Conde, 1999). 2 El NBI es un indicador de estándar de vida que combina características de la vivienda y acceso a servicios públicos, capital humano presente y po- tencial, hacinamiento y proporción de niños me- nores de seis años. El indicador “capta o pretende captar hogares que carecen de servicios básicos; hogares cuyos lugares de alojamiento no cumplen con especificaciones mínimas de habitabilidad u hogares que, por ciertas características, tienen residentes con importantes desventajas en el mer- cado laboral” (Muñoz Conde, 1999). Año Beneficiarios Población NBI Cobertura NBI Población LP Cobertura 1996 5981774 14936469 40,0 20373774 29,4 1997 7026690 14938470 47,0 19773975 35,5 1998 8527061 15357180 55,5 20363779 41,9 1999 9325832 15626327 59,7 22647877 41,2 2000 9510566* 15900191 59,8 25500000** 37,3 1997, como por la Encuesta nacional de hogares de 2000. Si se observa la cobertura del régimen sub- sidiado (Cuadro 2), que ofrece un paquete de beneficios mucho menor del que brinda el régimen contributivo, la cobertura de los pobres medida en términos de línea de po- breza, LP1 está muy por debajo de la cober- tura del conjunto de la población pobre medida por necesidades básicas insatisfe- chas, NBI2 , a tal grado que pudiera decirse, de acuerdo con los últimos datos, que sólo entre 42% y 37% de los pobres por línea de pobreza estaban cubiertos por el régimen subsidiado entre 1998 y 2000. Fuente: Elaborados propios con base en cálculos de Fedesarrollo, 2000; Informe de Coyuntura Económica, DNP, julio de 2000b. *Ministerio de Salud. Informe del CNSSS a las Comisiones Séptimas de Cámara y Senado años 1999-2000 y 2000-2001. **Cepal, Panorama social de América Latina 2000-2001.
  • 5. Revista Gerencia y Políticas de Salud 53 R O M Á N V E G A R O M E R O casi todas las demás pero padezca de una en- fermedad cuyo tratamiento sea muy caro, evi- dentemente es pobre en un importante sentido, aun cuando no se considere como tal en las estadísticas habituales de la distribución de la renta” (p. 122). La concepción y el enfoque metodológico de medición de la pobreza y de la desigualdad se han convertido en un punto importante de discusión acerca del alcance de la cobertura del aseguramiento del sistema de seguridad social en salud y del acceso y uso de los servicios que ella determina. La racionalidad política del modelo define que el derecho al aseguramiento en salud se garantiza a partir del ingreso de las per- sonas, y aquellos que no tienen ingresos su- ficientes pueden recibir un subsidio del Estado. Pero hay dos grandes restricciones adicionales a la concepción de pobreza y su medición para que se cumpla con ese obje- tivo: por un lado, la dependencia del aumen- to de la cobertura del crecimiento económico, del acceso a los factores de pro- ducción y del comportamiento del empleo. Por otro, las políticas internacional de re- ducción del gasto fiscal e impositiva nacio- nal, que evita gravar más ampliamente y con impuestos progresivos a los sectores de más altos ingresos y más ricos del país. El comportamiento de algunos indicadores sociales en la última década indica que en el curso del actual modelo económico y social se ha disparado la pobreza (Gráfico1) y se ha generado mucho más desempleo y su- bempleo del que se tenía previsto (Gráfico 2), con lo que naturalmente se desincentiva la afiliación al régimen contributivo del sis- tema y se hace necesario, como consecuen- cia, un mayor volumen de subsidios para asegurar a la población pobre. De otra parte, los acuerdos recientes suscri- tos entre Colombia y el Fondo Monetario Internacional (Ministerio de Hacienda y Crédito Público, 1999) se han hecho sobre la base de un conjunto de mecanismos de ajuste que han obligado a la elite gobernan- te a disminuir el gasto público y la inversión social del Estado, ejemplo de lo cual son la ley 012 de transferencias fiscales territoria- les y el proceso de reformas a la ley 60, con Gráfico 1. Comportamiento de la pobreza 1982-1999 Fuente: Vivas (2000). “Política social de Estado en Colombia” (mimeo). Bogotá, Universidad Javeriana. 26,0% 31,0% 36,0% 41,0% 46,0% 51,0% 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 POBREZAProporción de Pobres
  • 6. N° 2 SEPTIEMBRE DE 2002 D I L E M A S É T I C O S C O N T E M P O R Á N E O S E N S A L U D 54 lo cual se disminuyen las posibilidades de ampliar la afiliación de los pobres en un es- cenario donde crece cada vez más la pobre- za, el desempleo y el subempleo. 2. La focalización de subsidios y el Sisben Hallazgos empíricos sobre el acceso a los servicios de salud y la distribución de subsi- dios para 1992, que mostraban inequidades en detrimento de los pobres, empujaron a la suposición de que la focalización del gasto social era la vía para superar tales injusticias (Vélez, 1996). Ello influyó en la definición de una política y normatividad de ampliación de la cobertura fundada en la reducción del derecho a la salud a un derecho-prestación que garantizaría el acceso de los sectores de menores ingresos por la vía de la focalización de subsidios a la demanda en los más po- bres (leyes 60 y 100 de 1993). Consustancial a tal enfoque focalizador fue el diseño del Sisben y del procedimiento de toma de de- cisiones para la selección de beneficiarios. Por la vía de la adopción de políticas de foca- lización de subsidios en los más pobres para acceder al aseguramiento en salud (artículos 157, 211 y 213 de la ley 100 de 1993; además ver en esta edición de la Revista Gerencia y Políticas de Salud el artículo de Vega y Jara), la elite del país ha resuelto uno de los factores que está en la génesis de la pobreza, el proble- ma de la redistribución de los ingresos y de la riqueza, excluyendo del derecho a la salud a amplios sectores de la población también po- bres y quizás más necesitados de asistencia sa- nitaria. En un estudio de caso realizado con el obje- tivo de evaluar los efectos de la política de focalización de subsidios en salud y del Sisben sobre la población sin capacidad de pago de cuatro localidades de Bogotá (Vega Romero, Barajas, Conversa, Hernández Be- llo y Cantor, 2001) se han encontrado evi- dencias las cuales indican que para efectos de la selección de beneficiarios de subsidios para aseguramiento en salud, la pobreza no puede ser reducida a una noción estrecha y utilitarista del bienestar y de los ingresos, 5 7 9 11 13 15 17 19 21 23 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 42 44 46 48 50 52 54 56 58 TASA DE DESEMPLEO, SUBEMPLEO Y OCUPACION Fuente: Vivas (2000). “Política social de Estado en Colombia” (mimeo). Bogotá, Universidad Javeriana. Desempleo Subempleo Ocupación Gráfico 2. Tasa de desempleo, subempleo y ocupación
  • 7. Revista Gerencia y Políticas de Salud 55 R O M Á N V E G A R O M E R O haciendo abstracción del espacio específico de la salud y de otros factores económicos, sociales y políticos. En efecto, la focalización de subsidios en los más pobres para aseguramiento en salud se ha hecho con base en enfoques metodológi- cos excluyentes que como el Sisben propician focalizar subsidios en los más pobres para ahorrar gastos con el argumento de la esca- sez de recursos, y una postura ética que justi- fica otorgar el mayor beneficio social posible por lo menos a los más pobres (Sarmiento, González y Rodríguez, 1999). De acuerdo con estos métodos los pobres beneficiarios son seleccionados a expensas de la exclusión de los otros pobres, para lo cual se da gran peso a variables como el nivel educativo y las características de la vivienda como aproxima- ción del nivel de bienestar o de pobreza, en detrimento de otras que se excluyen o que pudieran ser más relevantes para distinguir entre pobres y no pobres. En el caso de las cuatro localidades de Bogo- tá se ha encontrado que dada la heterogenei- daddelacondiciónhumana,lascaracterísticas de las necesidades de salud, del acceso y uso de los servicios de salud, y las circunstancias de un país como Colombia, amplios secto- res de población desempleada y subemplea- da con medios y altos niveles educativos y con viviendas aceptables, son pobres para efectos de la demanda de atención médica y aseguramiento (Vega Romero, Barajas, Con- versa, Hernández Bello y Cantor, 2001; Res- trepo Mesa, 2001 para hallazgos similares en la ciudad de Medellín). Otros estudios (Cendex, Fundación Coro- na, Fundación Ford, 1999) también sugie- ren la existencia de una no correspondencia entre la racionalidad de mercado, homoge- nizante y utilitaria de la política de focaliza- ción del gasto social y de su instrumento de aplicación, el Sisben, frente a la diversidad de necesidades y valores de la población. La racionalidad de la política de focalización y del Sisben está soportada en la idea de la constitución de un sujeto racional que optimiza sus acciones en función del índice de utilidad resultante de las relaciones en- tre los índices de utilidad del consumo, del ingreso y de la dotación de capital humano (Vélez, Castaño y Deutsch, 1999). Este mo- delo del actor racional del mercado no es necesariamente compartido por otros acto- res cuya racionalidad puede estar legítima- mente fundada en otros valores. Los hallazgos también sugieren que no es posible definir solamente desde los escrito- rios de los expertos y desde las oficinas del gobierno ningún procedimiento metodoló- gico que permita captar las distintas expre- siones de la pobreza para efectos de asignar subsidios para aseguramiento en salud, y que si se quiere seguir manteniendo el actual modelo de sistema de seguridad social en salud y avanzar con mayor claridad hacia la universalización de la cobertura del asegu- ramiento, es pertinente abrir un espacio de amplia participación de la población en los procesos de discusión y toma de decisiones respecto de los mecanismos de selección de beneficiarios de subsidios para aseguramien- to en salud (Vega Romero, Barajas, Conver- sa, Hernández Bello y Cantor, 2001). En el caso de la atención médica, las barre- ras financieras para el aseguramiento están obligando a la población excluida y sin ca- pacidad de pago no sólo a la sustitución de la medicinainstitucionalporlaautomedicación, los remedios caseros y la medicina tradicio- nal, sino a la promoción de un mayor gasto privado de bolsillo y al empeoramiento de sus condiciones de salud (Cendex, Fundación Corona, Fundación Ford, 1999; Eslava, Her- nández, Ruiz y otros, 1999; CID-UN, 2001). Los complejos cambios e inestabilidad en el empleo y los ingresos introducidos por la
  • 8. N° 2 SEPTIEMBRE DE 2002 D I L E M A S É T I C O S C O N T E M P O R Á N E O S E N S A L U D 56 situación de recesión económica, por las políticas de ajuste económico y flexibiliza- ción laboral, la violencia y la migración, se agravan por las dificultades adicionales que la selección excluyente que métodos tipo Sisben introducen (Lamas 1997; Vega Ro- mero, Barajas, Conversa, Hernández Bello y Cantor, 2001). Pero la focalización y el Sisben no sólo se han convertido en una barrera más para el acceso a los servicios de salud instituciona- les por parte de la población pobre que no clasifica como beneficiaria del régimen sub- sidiado, sino que inducen comportamientos inmorales, ilegales y clientelistas para acce- der al subsidio, e imponen prácticas de go- bierno que colindan con la violación del derecho a la vida, a estar enfermo y ser aten- dido, y con la libre escogencia de estilos de vida (Vega Romero, Barajas, Conversa, Her- nández y Cantor, 2001). Puede sostenerse que a diez años de la emer- gencia de tal conjunto político normativo, técnico y gerencial de la política actual de focalización de subsidios para aseguramien- to en salud el problema central identificado, desde una perspectiva de justicia social, ha sido la oposición entre universalidad y foca- lización y, como consecuencia, la oposición entre inclusión y exclusión3 además de los distintos problemas éticos señalados en rela- ción con la conducta de las personas frente a sí mismos, los otros y el sistema de salud. 3. La tragedia de los pacientes que requieren atención urgente Algunos estudios han mostrado que por lo general los sectores de menores ingresos, y las poblaciones rurales, es decir, aquella hacia quien debería dirigirse una política redistributiva progresiva, son los que salen más perjudicados, o no han mejorado de manera sustancial las inequidades hereda- das del pasado en materia de acceso y uso de los servicios de salud, con el actual siste- ma de salud (OPS/OMS, 2001; Céspedes et. al., 200; Málaga 2001; Martínez, Rodríguez y Agudelo, 2001). Para contribuir a la reflexión sobre otros factores que inciden en el uso de los servi- cios de salud, distintos a las barreras finan- cieras para el acceso al aseguramiento, y que emergen como consecuencia de la raciona- lidad de mercado de este sistema, se propo- ne la tesis de que con la emergencia del nuevo sistema de seguridad social en salud se ha constituido un nuevo practicante de la medicina, obligado a preocuparse más por los imperativos económicos de la ganancia, el control de costos y la eficiencia, que por la salud del paciente y la equidad. Lo mis- mo podría decirse de las nuevas organizacio- nes del sector, que han sido reconstituidas para funcionar más como empresas eficien- tes y rentables económicamente que para dar respuesta a las necesidades de salud de la gente. Para ilustrar esta discusión se tomarán como ejemplo algunas experiencias recogidas de las denuncias públicas de lo que en el len- guaje popular y de los medios se ha dado en llamar los paseos de la muerte. Algunos de estos casos ayudan a esclarecer el peso que ejercen las presiones financieras, el ánimo de lucro y el eficientismo en la conducta de los médicos y de las instituciones de salud, y ponen sobre el tapete problemas recientes como el de la confianza, el trato igual y no discriminatorio de los pacientes. Entre los casos existentes se hace referen- cia a tres, en particular: 3 Para una ilustración teórica y metodológica gene- ral del tema de la inclusión y de la exclusión veáse Castel (1997), Sen (2000b) y Midgley (2000).
  • 9. Revista Gerencia y Políticas de Salud 57 R O M Á N V E G A R O M E R O i) El de un menor de 16 años que sufrió un accidente de tránsito con politraumatis- mo y compromiso cráneo encefálico se- vero que ameritaba la realización de una cirugía de urgencias en una institución con unidad de cuidados intensivos y que mu- rió por la no prestación oportuna de los cuidados requeridos. A pesar de que el paciente tenía derecho no sólo a la aten- ción inicial de urgencias sino a toda la ne- cesaria para salvar su vida, ésta le es negada en forma reiterada por los médi- cos e instituciones que tenían el poder de hacerlo por anteposición del interés eco- nómico particular al deber moral de sal- var la vida de una persona. ii) Aquel paciente de 14 años que murió en shock hipovolémico debido a la hemorra- gia causada por una fractura ósea con compromiso vascular en miembros infe- riores fruto de un accidente de tránsito y a quien se le negó la oportuna e integral atención médica requerida por no pre- sentar al momento del ingreso a las insti- tuciones de salud donde fue llevado por sus angustiados familiares, el certificado Soat, como tampoco su familia disponer de los recursos monetarios líquidos para hacer el depósito exigido previo el inicio de la atención. iii)Otro caso es el de una mujer de 37 años, muy pobre, en estado de desnutrición se- vera, quien consulta por un episodio diarreico agudo en una institución de pri- mer nivel de atención. Por coexistir facto- res de riesgo sugestivos de VIH (+), y por no tener recursos ni apoyo familiar capaz de procurárselos, la paciente es remitida a la institución pública de segundo nivel de la localidad para disponer sobre hospi- talización, valoración por especialistas y manejo de tercer nivel, si fuese el caso. La paciente es contra remitida al primer ni- vel de atención en forma sucesiva en los dos días subsiguientes por el médico de turno del servicio de urgencias de la institución pública de segundo nivel con el argumento de que su patología no ameritaba manejo de segundo o de tercer nivel. Al ser rechazada, la paciente es trasladada por el conductor de la ambulancia que la transportaba a las instituciones privadas con las cuales la autoridad local de salud al pa- recer tenía contrato vigente de prestación de servicios, donde tampoco es recibida. En el proceso, al fracasar los intentos de hospitalización en las instituciones de pres- tación de servicios de segundo o de tercer nivel tanto públicas como privadas, y ante la tentativa de ser reubicada de manera transitoria en la institución de primer nivel de atención que originalmente la remitió, la comunidad de la localidad se opone con el argumento de que la paciente es una amena- za para la salud de la población que deman- daba servicios de asistencia en ese centro. En este recorrido hacia la muerte, la pacien- te fue dejada abandonada por el conductor de la ambulancia a la entrada del servicio de urgencias del hospital público de segun- do nivel, ante lo cual esta institución se ve obligada a recogerla, no sin antes someterla al escarnio de un baño callejero por parte de uno de los vigilantes de la misma. Por las notas de enfermería se conoce que la paciente luego de ser recogida de la en- trada del servicio de urgencias y bañada en la calle, no fue inmediatamente hospitalizada sino que permaneció en el patio de la institu- ción por tiempo indeterminado hasta cuan- do fue pasada a la unidad de observación. Una vez ingresada, la paciente es valorada por el médico de turno quien, reconocien- do su estado caquéctico y anotando los fac- tores de riesgo para VIH, sin embargo sólo
  • 10. N° 2 SEPTIEMBRE DE 2002 D I L E M A S É T I C O S C O N T E M P O R Á N E O S E N S A L U D 58 hace impresión diagnóstica de enfermedad diarreica aguda y VIH (+). Ordena trata- miento con líquidos endovenosos a chorro, un antimicótico oral, dieta normal y solicita hemograma, coprológico y VIH. Al día siguiente de su hospitalización sin que se le hubiesen practicado las pruebas de labo- ratorio ni haber sido valorada por los especia- listas y sin haber terminado su tratamiento, pero ante la constatación de la mejoría de la diarrea, se decide dar salida a la paciente con indicación de soporte nutricional. Por las mismas notas de enfermería se sabe que su cuerpo era maloliente, pálido, daba la impresión de mal estado de salud nutricio- nal, y que al momento de ser emitida la or- den de salida, la paciente no tenía familiares ni amigos que se hiciesen cargo de ella. Ante la imposibilidad de abandonar el hos- pital al no poderse valer por sí misma, la paciente permanece en el pasillo de la insti- tución sobre una colchoneta tirada en el suelo, sin recibir tratamiento al no haberle sido ordenado alguno. Luego de la orden de salida, la paciente solo fue valorada por las enfermeras, las cuales, especialmente en los último días de su estancia, siguen ano- tando su mal estado nutricional y de salud. A los doce días de privación de la atención médica, los médicos reaparecen en el esce- nario cuando la paciente presenta un paro cardio respiratorio de infructuosa reanima- ción. A pesar de las reiteradas omisiones en la atención médica y de la despreocupación humana por la persona de esta paciente, la institución pública pasa la cuenta de cobro por valor superior a un millón de pesos por los días de estancia y por la supuesta aten- ción prestada a la paciente. Al ser increpa- do el gerente del hospital por las fallas científicas y éticas detectadas en la atención de esta mujer, él se defiende con el argu- mento de que dadas las condiciones tecno- lógicas y circunstancias económicas de la institución se hizo todo lo que se pudo, pues- to que incluso se le pudo brindar “cristiana sepultura”. Se sabe de la honda crisis económica de la red pública de servicios de salud, del cierre al que constantemente son sometidos los hospitales, de la bajísima cobertura del ase- guramiento de los pobres, y de la falta de compromiso del alto gobierno para entre- gar recursos suficientes para sacar de la cri- sis a las instituciones de salud y garantizar la atención de la población pobre. A pesar de los factores contextuales que explican las dificultades de la atención de los pobres y de la crisis económica que explica en parte el bajo desempeño de los hospitales y la desmotivación del recurso humano, se deben tener en cuenta las pre- siones comerciales y financieras con que las políticas generales de salud vigentes y las gerencias de estas instituciones condi- cionan a los practicantes de la medicina. Las siguientes preguntas emergen frente a estos casos: ¿Es éticamente justificada la conducta de los médicos de urgencias de no recibir a los pacientes por no tener re- cursos para pagar y preferir, en su defecto, contra-remitirlos? • ¿Es éticamente justificado el alegato de los gerentes de los hospitales en el senti- do de que las presiones financieras de las instituciones, las políticas de control de costos, o los intereses de asociaciones par- ticulares de médicos, les impiden legíti- mamente cumplir con su obligación de abrir las puertas de las instituciones a quienes las necesitan? • ¿Es éticamente justificable la conducta de la comunidad de rechazar a un pacien- te por presentar sida?
  • 11. Revista Gerencia y Políticas de Salud 59 R O M Á N V E G A R O M E R O • ¿Es éticamente justificable la conducta de quienes dirigen las redes de ambulan- cias o la de sus conductores al retrasar el transporte de los pacientes o dejarlos abandonados a las puertas de los servi- cios de urgencias de los hospitales? • ¿Existe alguna relación entre la conduc- ta de los médicos, la de las direcciones de los hospitales y servicios de salud, y la de los conductores de las ambulancias, - cuál es esa relación? 4. Una respuesta desde la reflexión teórica Estos casos no son fenómenos fruto de la mala fe e inmoralidad de sujetos aislados que actúan por sí solos, sino resultado de la in- fluencia de los valores y códigos de compor- tamiento dominantes en el conjunto del actual modelo de desarrollo económico, po- lítico y social, de los incentivos y constreñi- mientos que el sistema de salud impone sobre el comportamiento de los médicos y las or- ganizaciones de salud, y de una filosofía gerencial del sistema y de las organizaciones que lo componen, que antepone valores co- merciales, utilitaristas y de rentabilidad eco- nómica sobre valores éticos que tienen que ver con el bienestar de la población y de los pacientes y con la probidad moral y científi- ca de los practicantes de la medicina (Vega Romero, 2001a; Bowles, 1998). Al comparar la experiencia del modelo de desarrollo económico con amplios y universa- les sistemas de seguridad social de los países capitalistas europeos asentados a la orilla del Rin con el modelo de capitalismo de merca- do instaurado por Ronald Reagan en Esta- dos Unidos, Albert (1992) ha hecho dos planteamientos sobre los efectos de los valo- res del mercado en la conducta de los médi- cos, las organizaciones de salud y los sistemas sanitarios, que ilustran en estos casos: i)“... Enmateriasanitaria,elsistemademer- cado, fundado en el interés pecuniario per- sonal del médico (y se podría añadir, en el interés pecuniario del capital financiero im- puesto al sistema de salud como un todo), no es siempre el más eficaz sino todo lo contrario...La salud no es ciertamente un te- rreno que pueda, sin discernimiento, librar- se a las leyes del mercado” (p. 139). ii) “... a partir del momento en que, siguiendo la misma lógica capitalista, su médico lo trata como a una fuente de ganancias, ¿en quién puede confiar? ¿Y qué valor tiene una so- ciedad que destruye la confianza?” (p. 101). Por ello es necesario reflexionar en la rela- ción entre libertad y justicia social, en parti- cular en la relación entre libertad del mercado, defendida en la racionalidad polí- tica actualmente dominante en el Sistema de seguridad social en salud de Colombia, y el principio de distribución según necesidad como un componente de la libertad, noción más extensa y rica que la de distribución se- gún la libertad del mercado, al poder hacer confluir igualdad y autonomía, es decir, igualdad y pluralidad (Sen 2000a; Gillon 2001; Vega Romero, 2001a, 2001b; Vega Romero y Hernández Bello, 2001). Desde esta perspectiva es importante la concepción que subraya la justicia distributiva como un componente de la libertad porque valora tanto los aspectos positivos (la respuesta a la necesidad) como los negativos de la liber- tad, y no es solo el resultado de la libertad de escogencia y competencia del mercado y de sus asignaciones y distribuciones natura- les, sino un compromiso social. En efecto, Sen (1996) sostiene que: el contenido de la libertad individual in- cluye, de un lado, aquellos medios e ins- trumentos positivos que nos hacen posible actuar como individuos viables y respon- sables, incluyendo cuidados básicos de sa- lud, educación básica, estar libre del hambre y de la pobreza extrema, etc.
  • 12. N° 2 SEPTIEMBRE DE 2002 D I L E M A S É T I C O S C O N T E M P O R Á N E O S E N S A L U D 60 Como también: nuestras libertades y derechos básicos, la libertad y oportunidad de participar en los procesos políticos y sociales que afectan a nuestras vidas (p. 35). De otra parte, un mes antes de su muerte, Donabedian (2001), ilustre médico, salubrista, poeta y académico, pionero en el estudio de la calidad de los sistemas de sa- lud, sostuvo, al observar la conducta de los médicos que lo atendían como enfermo ter- minal de cáncer en un hospital de Estados Unidos, que a pesar de las presiones e in- centivos financieros impuestos sobre la con- ducta de los médicos para la reducción a ultranza de costos, éstos aún tenían la posi- bilidad, si se lo propusieran, de resistir y de preservar su libertad y la de los pacientes, sobre la base de la conciencia de su misión médica y humanitaria, conciencia que por lo menos debería hacerlos capaces de re- flexionar de manera autónoma e “identifi- car las fallas y ponerlas a la vista de quienes pueden resolverlas” (p. 2). Además de señalar el fracaso de la práctica médica para incorporar mecanismos de atención que promuevan el respeto por la autonomía del paciente y su participación en las decisiones clínicas, Donabedian sos- tuvo que “la comercialización de la medici- na es un gran error”, no sólo porque “la salud es una misión sagrada”, sino porque la co- mercialización de la medicina pervierte la práctica médica (p. 2). Donabedian nos enseñó también que el di- seño de los sistemas de salud y de sus orga- nizaciones sólo deben ser mecanismos potenciadores de la acción de los médicos y de las enfermeras, es decir, que esta dimen- sión no explica por sí sola todo lo que éstos hacen o pudieran hacer por los pacientes; que aún a pesar de los valores comerciales que pueden regir la racionalidad política que determina el diseño de un sistema de salud y de sus organizaciones, todavía queda un espacio para la libertad que puede no ser invadido por aquellos imperativos instru- mentales de la racionalidad del capitalismo de mercado: ese es el espacio de la dimen- siónéticadelosindividuos.ParaDonabedian, en el caso de la misión de la profesión médi- ca, esa dimensión ética debe estar regida por los valores del amor y de la equidad. Los anteriores argumentos presentan orien- taciones en dos direcciones: primero, los al- cances de la justicia sanitaria están en estrecha relación con la lógica del diseño de un modelo económico, social y de salud, y con la praxis que ésta determina entre sus actores. Segundo, la ética de la relación en- tre médicos, organizaciones de salud y pa- cientes deriva, por un lado, de los valores dominantes en el sistema y, por otro, de los valores propios de los actores del sistema no sometidos a los primeros. Con el fin de clarificar este planteamiento resulta apropiado acudir al enfoque el cual postula que en el campo de la justicia social y de la ética, el sujeto es de una parte cons- tituido por las relaciones dominantes de sa- ber y de poder y, de otra, por la resistencia que éstos oponen a las anteriores y por su propia auto constitución como sujetos (De- leuze, 1988; Vega Romero 2002a). He adoptado la tesis de Donzelot (1991) en el sentido de que en el plano de la justicia social históricamente los sujetos sociales han venido siendo constituidos a través de un doble mecanismo: uno jurídico, que consti- tuye sujetos de derechos para efectos de so- lidaridad, y otro científico y tecnológico, que constituye sujetos de deberes para efectos de la optimización de la economía y de la regulación del comportamiento individual y colectivo. Por ejemplo, en los inicios del Estado de bienestar, una noción jurídica de
  • 13. Revista Gerencia y Políticas de Salud 61 R O M Á N V E G A R O M E R O solidaridad social (igualdad de derechos) había sido articulada con una concepción científica del individuo y de la población en materia de necesidades de salud que giraba alrededor de las nociones bio médicas de lo normal y de lo patológico, como bien lo ha descrito Canguilhem (1991), y de tecnologías de gobierno del cuerpo de los individuos y de los riesgos a los que está expuesta una pobla- ción como el taylorismo y la seguridad social. Conlaemergenciadelneoliberalismo(Castel, 1991), concepcionesgerencialistasdelgobier- no de lo social fundamentadas en relaciones de mercado y el utilitarismo (costo-efectivi- dad, control de costos, ganancia, maximiza- ción de la utilidad o del bienestar) han sido articuladas con nociones científicas que go- biernan los individuos y las colectividades con mecanismos epidemiológicos orientados al control de riesgos, con una concepción jurí- dica de solidaridad complementada con la noción de responsabilidad cívica, con méto- dos de distribución y asignación de recursos como la focalización, y con tecnologías de gobierno de lo social como el aseguramiento. Así, las relaciones entre los sujetos, los exper- tos y las tecnologías de gobierno no pueden ser definidas y entendidas sin tomar en cuen- ta las mutaciones e interacciones históricas entre saber y poder en la constitución de ra- cionalidades y prácticas hegemónicas usadas como medios para gobernar los individuos, la población, la salud y los servicios de salud. De acuerdo con Foucault (1991a), toda ra- cionalidad contiene un significado instru- mental y relativo. A su vez, cada racionalidad se inscribe en una práctica, sistema o régi- men de prácticas que es, a su vez, la expre- sión de un cierto régimen de racionalidad. Tanto el régimen de racionalidad como el de prácticas contiene dos ejes: de una parte, el eje codificación- prescripción, formado por un conjunto de reglas, procedimientos, re- laciones de medios a fines y, de otra, el eje de formulaciones de verdad-falsedad,que de- termina el dominio de los objetos acerca de los cuales es posible articular proposiciones verdaderas y falsas. Podría decirse que, para facilitar su análisis, Foucault (1991b) divide las racionalidades y prácticas en tres ejes: primero, el de los regímenes de verdad y sus efectos en mate- ria de verdaderas y falsas formulaciones de un discurso; segundo, el del poder, cuyas racionalidades políticas definen las prácti- cas de los gobiernos, el ordenamiento, con- trol y regulación que éstos hacen de los individuos y de las poblaciones, fundamen- tándose en procedimientos como la discipli- na, la división y la inclusión o exclusión de los mismos; y tercero, el eje de la ética, que analiza la práctica de establecer códigos universales con efectos morales obligatorios sobre los individuos. Esas racionalidades y prácticas no son el resultado de un proceso natural, evolutivo, siempre progresivo, de perfeccionamiento de la razón y de la acción humana. Ellos son eventos contingentes, transitorios e históri- cos que, en un proceso de ensayo y error, pretenden dar respuesta a ciertas demandas y circunstancias, sobre la base de relaciones de fuerza constituidas por la lucha entre di- ferentes actores sociopolíticos, y sobre la base de su posicionamiento estratégico en ciertos dominios del saber (la economía po- lítica, por ejemplo), de las tecnologías so- ciales (por ejemplo, la seguridad social), y de instituciones de poder (el Estado, las or- ganizaciones), todo lo cual tiene como blan- co el control del cuerpo de los individuos y la regulación de la población como especie. A partir de allí, estas racionalidades y prácticas, una vez constituidas, dan forma al orden so- cial, a nuevas instituciones, constituyen la identidad de los sujetos, gobiernan y regulan sus comportamientos, conductas y acciones.
  • 14. N° 2 SEPTIEMBRE DE 2002 D I L E M A S É T I C O S C O N T E M P O R Á N E O S E N S A L U D 62 Foucault (1988a) ha descrito y analizado las implicaciones de este doble mecanismo para laconstitucióndelossujetossociales:sujeción, cosificación y dominación, individualización y totalización, exclusión e integración, control y normalización de los individuos y de las po- blaciones. En el caso de la salud ha descrito los efectos de una política que medicaliza, normaliza, totaliza e individualiza, incluye y excluye.Perotambiénsehareferidoalosefec- tosiatrogénicoscomolímitesdelaeficaciadel saber médico, a la comercialización de la me- dicina, de la enfermedad y de la salud, a sus costos, y a mecanismos reguladores que pue- den constreñir aun más la libertad y autono- mía de distintos sujetos sociales. Sinembargo,laaccióndelasfuerzasquecons- tituyen esa relación entre saber y poder sobre el sujeto, sin bien puede ser asimétrica, no es necesariamente unilateral, es decir, el sujeto noquedatotalmentesometidoasusdesignios, sin ninguna opción de resistencia, de preser- var o reinventar su libertad. Es esta opción lo que en esta perspectiva puede ser entendido como el campo de una nueva concepción de la ética: la estética de la existencia. Foucault (1997e) no sólo rompió con los patrones éticos fundamentados en sistemas autoritarios y en estructuras disciplinarias científicas, morales o jurídicas, que reducen la justicia social a los intereses, desarrollos y mandatos de ciertos modelos de sociedad, de estructuras y poderes económicos y políti- cos que constriñen las posibilidades de acce- so personal y la escogencia de sistemas de cuidados médicos (Foucault, 1997e), sino que desarrolló las bases de una concepción plu- ral de la ética que es una estética de la exis- tencia, que defiende y promueve relaciones de autonomía y libertad entre los sujetos so- ciales (Foucault, 1988b, 1988c, y 1997e). Ese enfoque hace dos cosas: de una parte, promueve la resistencia contra las relacio- nes coercitivas o controladoras de poder y saber sobre el sujeto y, de otra parte, esti- mula el desarrollo de nuevas relaciones éti- cas con uno mismo y con otros (Foucault, 1988a, 1988b, y 1997e). El punto nodal de su ética es una concep- ción que estimula prácticas de libertad o relaciones de autonomía entre los sujetos, mediante el auto conocimiento y la auto re- gulación de los sentimientos, de los deseos y de los placeres propios (Foucault, 1997e). Así, al contrario de Kant (1949), quien fun- damenta la moralidad en imperativos cate- góricos universales de la razón práctica pura, la ética de Foucault se funda en la estética de la existencia. O sea, en el arte del uso de distintas técnicas de auto constitución del sujeto: a través de la forma en que recono- cemos nuestras obligaciones morales con otros y con nosotros mismos; mediante la transformación de nosotros mismos por medio de actividades de auto conocimiento y de auto formación; y mediante la auto de- finición de la clase de fin a que aspiramos o de la clase de sujeto que deseamos ser. Ese arte es el que debe definir, según Fou- cault, el contenido moral de nuestras rela- ciones con nosotros mismos, con otros, y con el ambiente. La libertad es el centro de esa ética en relación con otros porque es el ries- go de dominación materializado en las rela- ciones de poder y sus conexiones con los juegos de verdad, lo que debe ser resistido (Foucault, 1997a). A través de esta ética, Foucault busca ayu- dar a constituir nuevas prácticas de gobier- no, de la toma de decisiones, fundamentadas en la participación, en la libre escogencia, y en un diálogo que conduzca hacia un “con- senso ético” (Foucault, 1988c, p. 174) no orientado por la discusión de los supuestos de la comunicación ideal, como las condi- ciones ideales de los actos de habla del con-
  • 15. Revista Gerencia y Políticas de Salud 63 R O M Á N V E G A R O M E R O senso Habermasiano (1992) ni por el recur- so a ninguna teoría de la naturaleza huma- na, de la razón universal, o de la verdad absoluta, que lo hacen universal, sino por los compromisos y acuerdos que emergen de la lucha política y social, de la posición ética de responsabilidad hacia otros. Conclusión Así pues, teniendo en cuenta nuestra expe- riencia y la reflexión teórica intentada, pue- de concluirse que los principios que actualmente rigen la distribución de recur- sos, acceso y uso de los servicios y cuidados referentes a la salud de los individuos y de la población en el actual Sistema de seguridad social han sido más el resultado de la impo- sición y generalización de una racionalidad política que sujeta la justicia social a las le- yes del mercado, que de un compromiso social orientado a garantizar la satisfacción de las necesidades y las libertades sustan- ciales de los individuos y la población. Pero la justicia y la libertad no son el resul- tado mecánico de un contrato social traza- do a través de un procedimiento puramente racional ni es la expresión lógica de la apli- cación de un modelo teórico de sociedad basado en el mercado, sino la consecuencia de la victoria de fuerzas, o del acuerdo y del compromiso entre fuerzas, que se articulan de manera estratégica a posiciones dentro de los dominios del saber, de las tecnologías so- ciales y de gobierno, y que construyen una racionalidad política que valora en serio los principios de distribución según necesidad como un componente de la libertad. Desde esta perspectiva el mejoramiento de los problemas éticos y de justicia identifica- dos pasa por la generación de un nuevo dis- curso de la política social y de salud creado conjuntamente por distintas voces y racio- nalidades a partir del diálogo. Discurso ca- paz de propiciar el cambio del modelo de desarrollo económico adoptado en el país en la última década, la transformación de los fundamentos y valores del sistema de salud, y la incorporación y desarrollo de una nueva ética de la práctica médica fundada en la igualdad y la libertad. En un ensayo anterior (Vega Romero 2002b) se propone que el cambio en el sistema de salud debe apoyarse en tres elementos cen- trales: primero, la declaración del derecho a la salud como un derecho humano funda- mental; segundo, la ampliación de la inter- vención del Estado en la producción y distribución de los medios de la salud; y ter- cero, la apertura de espacios para una más amplia, diversa y dinámica participación so- cial en los procesos de toma de decisiones, control y vigilancia del sistema, y de la prác- tica médica. La nueva ética de la práctica médica y del sistema debe estar afianzada en una concep- ción de justicia que promueva el respeto y desarrollo de la libertad del paciente, en la igualdad de acceso y uso de los servicios médicos según necesidad, y en una concep- ción progresiva del financiamiento y distri- bución de los recursos del sector (Vega Romero y Hernández Bello, 2001). Referencias bibliográficas Albert, M., 1992 [1991]. Capitalismo contra capitalis- mo, Barcelona, Piados. Barón Leguizamón, G., 2001. Proyecto cuentas nacio- nales en salud de Colombia,Bogotá,Departamento Nacional de Planeación, Dirección de Desarrollo Social, Subdirección de Salud. Bowles, S., 1998. Endogenous Preferences: The cultu- ral consequences of markets and other economic institutions, en: Journal of Economic Literature, v. 36, n. 1, p. 75-111. Canguilhem,G.,1991.TheNormalandthePathological, New York, Zone Books.
  • 16. N° 2 SEPTIEMBRE DE 2002 D I L E M A S É T I C O S C O N T E M P O R Á N E O S E N S A L U D 64 Castel, R., 1991. From dangerousness to Risk, en: Burchell G., Gordon C., y Miller P., (Eds) 1991, The Foucault Effect. Studies in governmentality. London,Harvester Wheatsheaf. _____, 1997. Las metamorfosis de la cuestión social, Una crónica del asalariado. Buenos Aires, Piados. Cendex (Centro de Estudios para el Desarrollo), Fun- dación Corona,Fundación Ford, 1999. Entorno, aseguramiento y acceso en el régimen subsidiado de salud en Colombia: Seis estudios de caso, Bogotá. Céspedes, J.H.; Jaramillo, I.; Martínez Olaya, S.; y otros, 2000. Efectos de la reforma de la seguridad social en salud en Colombia sobre la equidad en el acceso y la utilización de servicios de salud,. en: Revista de Salud Pública. 2 (2): 145-164, Bogotá. CID-UN, 2001. “Sisben: identificación y afiliación al RS”, Bogotá, Ministerio de Salud-Programa de apoyo a la reforma (borrador). Daniels, N., 1985. Just Health Care, USA, Cambridge University Press. Deleuze, G., 1988. Foucault. London, Athlone. Donabedian, A., 2001. Avedis Donabedian: una expe- riencia directa con la calidad de la atención, en: Informando & reformando,. Abril- junio, n 8. Donzelot, J., 1991. Pleasure in Work, en: Burchel G., Gordon C., y Miller P., (Ed.) 1991. The Foucault Effect. Studies in Governmentality. London: Harvester Weatsheaf. Foucault, M., 1973. The Birth of the Clinic. An archaeology of medical perception. London, Tavistock Publications. Eslava, J.; Hernández, A.; Ruiz, F.;y otros, 1999. Factores condicionantes y determinantes del acceso a los servicios de salud para la población del régimen subsidiado y los participantes vinculados del nivel III de Sisben de 14 localidades del Distrito, Bogotá, Universidad Javeriana, Secretaría Distrital de Sa- lud, Documento técnico ASS/691B-99. Fedesarrollo, 2002. Indicadores de Encuesta social etapa V, en: Coyuntura Social. Foucault, M., and Chomsky, N., 1974. Human Nature: Justice vs Power, en: Fons Elders (ed) 1974, Reflexive Water. The basic concerns of humankind, London, Souvenir Press. _______, 1976. La crisis de la medicina o la crisis de la antimedicina, Educación Médica y Salud, 10 (2). _______-, 1988a. Social Security, en: Kritzman, LD, «(Ed.) 1988, Michel Foucault. Politics, philosophy, culture, USA, Routledge. ________, 1988b. Critical Theory/Intelectual History, en: Kritzman LD, 1988, Michel Foucault. Politics, philosophy, culture, USA, Routledge. ________, 1988c. Social Security, en: Kritzman LD, 1988, Michel Foucault. Politics, philosophy, culture, USA, Routledge. ________, 1991a. Questions of Method, en: Burchell G.,GordonC.,yMillerP,,(Eds)1991,TheFoucault Effect. Studies in Governmentality, London, Harvester Weatsheaf. __________, 1991b. Governmentality, en: Burchell G.,GordonC.,yMillerP.,(Eds)1991,TheFoucault Effect. Studies in Governmentality, London, Har- vester Weatsheaf. __________, 1997. Polemics, Politics and Problemati- zations, en: Rabinow P., 1997, Michel Foucault. Ethics, subjectivity and truth. (The essential works ofMichelFoucault1954-1984,v.1),.London:,Allen Lane. __________ 1997a. The Ethics of the Concern of the Self as a Practice of Freedom, en: Rabinow P, 1997,MichelFoucault.Ethics,subjectivityandtruth. (The essential works of Michel Foucault 1954- 1984, v. 1), London, Allen Lane. ___________, 1997e. On the Genealogy of Ethics: An overview of work in progress, en: Rabinow P., 1997,MichelFoucault.Ethics,subjectivityandtruth. (The essential works of Michel Foucault 1954- 1984, v 1), London,Allen Lane. Gillon, R., 2001. Value Judgments about Equity in Health. London: Imperial College. Habermas, J., 1992. Moral Consciousness and CommunicativeAction,GreatBritain,PolityPress. Kant,I.,1949.TheCritiqueofPracticalReason,Chicago, University of Chicago Press Lamas AE, 1997, Mitos y desafíos de la política social,. en: Rojas M.C., y Delgado A., (Ed.) 1997. Política social. Desafíos y utopía,. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Ley 60 de 1993. “Por la cual se dictan normas orgáni- cas sobre la distribución de competencias de con- formidad con los artículos 151 y 288 de la Constitución Política y se distribuyen recursos según los artículos 356 y 357 de la Constitución Política y se dictan otras disposiciones”, Bogotá, agosto. Lyotard, J.F., (1983). “The Differend. Phrases in Dis- pute”,UniversityofMinnesotaPress,Minneapolis. Málaga, H., 2001. Equidad y reforma de salud en Colombia, en: ¿Equidad? El problema de la equi- dad financiera en salud, p. 179-182, Bogotá, Obser- vatorioUniversitariodePolíticaSocialyCalidadde Vida (UN), Alames, Plataforma Interamericana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo. Martínez, P.; Rodríguez L.A;, Agudelo, C. CA, 2001. Equidad en la política de reforma del Sistema de salud, en: ¿Equidad? El problema de la equidad
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