Messaggio della Consigliera per le Missioni_14 julio 2021 ESP
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Roma, 14 de julio de 2021
Queridas hermanas,
una vez más la alegría de conocernos se renueva y nos renueva! Os saludo con mucho cariño
y os imagino dedicadas a las actividades de verano (para las que han terminado el curso escolar), o
implicadas en actividades educativo-pastorales normales, a pesar de las restricciones y dificultades
impuestas por la pandemia del Covid-19.
Espero que el mes de junio, tan lleno de amor hacia el Corazón de Jesús y María, os haya
permitido revisitar los sueños misioneros de Don Bosco, como sugería en el mensaje anterior.
En el contexto del Año de San José, y del Capítulo General XXIV que nos invita a ser
comunidades generativas de vida en el corazón de la contemporaneidad, me gustaría ofreceros una
breve y sencilla reflexión sobre la comunidad de Mornese y la devoción a San José.
La Cronohistoria (vol. 2) nos dice que en Mornese – estamos en 1872 – en un momento en
que el número de postulantes aumenta y los medios de subsistencia disminuyen, la confianza en el
querido “ecónomo” San José también aumenta. Más tarde, en 1877, “el mes de marzo es portador
de un nuevo incremento en la devoción a San José”: este año se trata de “manifestarle la propia
gratitud por haber correspondido a las responsabilidades encomendadas como ecónomo de la casa”
En cierta ocasión, la comunidad se prepara para comenzar la novena a San José. “La Madre
aconseja a la comunidad que la haga con mucho fervor para obtener dos gracias”: una se refiere a la
salud de una hermana, sor Rosa Mazzarello, tan buena y enferma; la otra, que San José, “aceptando
el cargo de ecónomo del Instituto, ayude a pagar las deudas que cada día son más grandes”.
En Mornese, también se invocaba a San José para el discernimiento de las vocaciones,
como es el caso de la adolescente y huérfana María Belletti, que
estaba desorientada porque “su corazón estaba lleno de otras
esperanzas”. Inicialmente, María Belletti rechaza la idea de ser
religiosa, pero luego... seguida por la Comunidad, especialmente
por la Madre, por sor Enriqueta y el Confesor, bajo la mirada
amorosa de San José, pide ser aceptada en el Instituto: “Madre,
soy indigna de ello, pero... sea madre también para mí...” Y la
Madre Mazzarello responde: “Si quieres ser mi hija, yo seré para ti
una verdadera madre”. La ‘conversión’ de esta joven será
considerada un “regalo” de San José.
El padre adoptivo de Jesús, que con tanta atención cuidó y
protegió la vida del Hijo de Dios y de María, su Madre, será a
menudo invocado por las hermanas de la primera comunidad,
también y sobre todo en los peligros. Prueba de ello es lo que
cuenta la Cronohistoria (vol. 2): en un 20 de marzo... Al volver de
Gavi, en el camino de regreso la Madre y algunas hermanas
encuentran en la carretera un caballo que ha escapado del control
del conductor. Invocan a San José... “y el caballo pasa por su
lado... en su loca carrera, sin causarles ningún daño”.
Ahora, me gustaría enfatizar en lo referente a la partida de la
segunda expedición misionera. Estamos en el año 1878, hacia
finales de diciembre. Son 10 FMA que se van, con sor Magdalena
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Martini al frente, que será la primera Inspectora del Instituto. Esta expedición partirá el 1 de enero
de 1879.
De nuevo dice la Cronohistoria (vol. 2) que, a cada una de las que parten, la Madre le hace
su particular despedida, “según las necesidades personales”.
Mientras tanto, lo que más llama la atención es la iniciativa del director de Mornese, Don
Lemoyne. Al despedir a cada misionera, “pone en su mano una pequeña imagen de San José, con
estos recuerdos: 1 – obediencia pronta a la voluntad de Dios; 2 – resignación alegre a la voluntad
del beneplácito divino; 3 – indiferencia generosa a todo lo que no concierne a la voluntad de Dios”.
Mucho podría decirse sobre cada uno de estos recuerdos. Pero, lo que salta a nuestros ojos,
es la expresión repetida: voluntad de Dios. Y lo más relevante es que estos recuerdos fueron
entregados junto con una imagen de San José: él es “el justo” que conformó su vida a la voluntad
de Dios; que siempre ‘escuchó’ y acogió con un corazón abierto la voluntad de Dios; que respondió
generosamente “sí” a cada petición/revelación de Dios; que nada puso por delante de la voluntad de
Dios.
Queridas hermanas, se nos invita a meditar sobre estos tres recuerdos de Don Lemoyne a las
misioneras de 1879, que son muy actuales y siguen siendo muy apropiados hoy en día para el
crecimiento de cada una de nosotras. Imploramos la intercesión de San José para que nuestra vida
sea un único “sí” a la voluntad de Dios. Pidamos que nos ayude a vivir “la obediencia pronta, la
resignación alegre y la indiferencia generosa…” porque, sobre todo, deseamos vivir de acuerdo con
la voluntad de Dios.
En nuestra oración personal y comunitaria, invocamos a San José. Confiémosle la salud de
todas las personas, especialmente de las afectadas por el coronavirus; de las jóvenes en búsqueda;
de las personas que han perdido su empleo como consecuencia de la pandemia y se encuentran en
grandes dificultades económicas. Pidámosle que defienda de los peligros a las personas más
necesitadas, probadas de tantas maneras, y que sea el apoyo de quienes lo invocan.
Con el Papa Francisco, oremos (Patris Corde):
Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.
Pedimos la intercesión de San José, María y nuestros Santos por el Capítulo General XXIV
y por el éxito de nuestra misión educativa-evangelizadora-misionera entre los jóvenes, con los
jóvenes, para los jóvenes.
Permanezcamos en comunión en la oración recíproca. Con afecto fraterno, un fuerte abrazo.
Sr. Alaide Deretti
Consejera para las Misiones