1. La Iglesia se preocupó siempre por la cuestión social, preocupación que adquirió un nuevo status con la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII.
La “cuestión social” es el conjunto de interrogantes que despierta la situación de la sociedad en el tiempo actual. Estos interrogantes no se refieren necesariamente a realidades negativas que claman por una solución, por una salida. Pero, de hecho, ordinariamente sí tienen relación con este tipo de realidades.
Como la sociedad global y las sociedades locales evolucionan continuamente, también permanentemente cambian las “cuestiones sociales”, de modo que en el curso de los siglos los Papas han procurado leer los signos sociales de los tiempos para entender las cuestiones y plantearlas, ofreciendo a veces caminos de solución, desde su peculiar visión pastoral.
El Papa Francisco también lo viene haciendo con extraordinaria dedicación; y al respecto nos ofreció una visión global en la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, en uno de cuyos números dice que “en la escucha del Espíritu, que nos ayuda a reconocer comunitariamente los signos de los tiempos, del 7 al 28 de octubre de 2012 se celebró la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana” (n. 14), aclarando más adelante que en dicha exhortación apostólica recoge los resultados del Sínodo mencionado, los aportes de consultores y las preocupaciones del momento actual, avanzando en una saludable descentralización. (cfr. n. 16)
Es propósito explícito del Papa proponer tan sólo algunas líneas para alentar y orientar la evangelización hoy, eligiendo, en base a la doctrina de la LG, entre otros, los siguientes temas: a) La reforma de la Iglesia en salida misionera; b) Las tentaciones de los agentes pastorales; c) La Iglesia entendida como la totalidad del Pueblo de Dios que evangeliza; d) La homilía y su preparación; e) La inclusión social de los pobres; f) La paz y el diálogo social; g) Las motivaciones espirituales para la tarea misionera. (cfr. n. 17)
En lo que nos concierne en el contexto de este Encuentro de Equipos de Pastoral Social del NOA, detenemos nuestra mirada en el contenido social del documento papal que no es un documento social. En efecto, dice el Papa: “Éste no es un documento social, y para reflexionar acerca de esos diversos temas tenemos un instrumento muy adecuado en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, cuyo uso y estudio recomiendo vivamente. Además, ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones para los problemas contemporáneos. Puedo repetir aquí lo que lúcidamente indicaba Pablo VI: ‘Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal. No es éste nuestro propósito ni tampoco nuestra misión. Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país”. (n. 184)
El propósito del Papa es tratar la cuestión de la Evangelización, pero, como él mismo dice, “antes de hablar acerca de algunas cuestiones fundamentales relacionadas con la acción evangelizadora, conviene recordar brevemente cuál es el contexto en el cual nos toca vivir y actuar”. (n. 50) Aunque enseguida aclara que “no es función del Papa ofrecer un análisis detallado y completo sobre la realidad contemporánea” (n. 51); exhortando inmediatamente “a todas las comunidades a una siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos”. (n. 51)
Pues bien, nosotros somos parte de esas “comunidades” y hemos de asumir con seriedad el aliento papal. Sobre todo teniendo presente que, según palabras del mismo Sumo Pontífice, “se trata de una responsabilidad grave, ya que algunas realidades del
2. presente, si no son bien resueltas, pueden desencadenar procesos de deshumanización difíciles de revertir más adelante”. (n. 51)
En cuanto al diagnóstico, el Papa nos ayuda bastante. En efecto, en el documento señala aspectos positivos y negativos que presenta el mundo actual a nivel global.
Aspectos positivos son: los adelantos que se producen en diversos campos; los avances que contribuyen al bienestar de la gente, como, por ejemplo, en el ámbito de la salud, de la educación y de la comunicación; los enormes saltos cualitativos, cuantitativos, acelerados y acumulativos que se dan en el desarrollo científico, en las innovaciones tecnológicas y en sus veloces aplicaciones en distintos campos de la naturaleza y de la vida; la revolución del conocimiento y de la información (cf. n. 52). Estos hechos han generado un cambio de época y han causado un giro histórico
Aspectos negativos son: la precariedad con que la mayoría de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo vive el día a día, con consecuencias funestas; el incremento de ciertas patologías somáticas, psicológicas, morales y espirituales; el miedo y la desesperación que se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos; el incremento de la violencia; la extendida inequidad social; el poder anónimo propio de esta era de conocimiento e información; la imposición de una economía de exclusión, del consumismo, del descarte y de la inequidad; la globalización de la indiferencia; la extendida crisis antropológica unida a un debilitamiento ético y a un orden social inhumano; los violentos ataques a la libertad religiosa; una difusa indiferencia relativista; el predominio de la apariencia; el imperialismo cultural; la aparición de movimientos religiosos fundamentalistas o ateos; la falta de hospitalidad en ambientes católicos; el extendido proceso de secularización; un defectuoso pensamiento crítico frente al bombardeo informativo; una Iglesia creíble y confiable en algunos aspectos y en otros no; una profunda crisis cultural de la familia; el individualismo posmoderno y globalizado que afecta gravemente a la comunión interpersonal. (cf. nn. 52-67)
Ante esta realidad que se presenta son signos marcadamente negativos, los agentes de pastoral experimentan diversas tentaciones, como, por ejemplo, olvidar el gran bien que hace la Iglesia en el mundo entero a causa de los pecados que cometen algunos de sus miembros (n. 76); verse afectados por la cultura globalizada actual que, sin dejar de mostrarnos valores y nuevas posibilidades, también puede limitarnos, condicionarnos e incluso enfermarnos (n. 77); tender al individualismo; sufrir una crisis de identidad y una caída del fervor (n. 78); ser víctimas del relativismo doctrinal (n. 79) y práctico (n. 80), de la acedia (nn. 81-83), del pesimismo (nn. 84-86), de la desconfianza en el otro y del aislamiento (nn. 87-92), de la mundanidad espiritual (nn. 93-97) y de las rivalidades (nn. 98-101).
Ante ello, el Papa nos exhorta a fomentar la formación del laicado (n. 102), poniendo especial énfasis en el reconocimiento de la mujer y en la promoción de la juventud (nn. 105-106).
En fin, el Papa nos invita a enriquecer el diagnóstico (nn. 108-109).
Temas elegidos por el Papa
En el listado de temas que hemos recordado un poco antes, indica el Papa la inclusión social de los pobres, la paz y el diálogo social. Pero el Papa no dijo que solamente de estos temas sociales va a tratar, sino que estos temas fueron elegidos para tratarlos más largamente. De hecho en la Exhortación encontramos otros temas que podríamos catalogar como “sociales”.
3. Antes de entrar en el detalle, es conveniente que resumamos brevísimamente la concepción social del Papa, puntualizando las ideas más relevantes al respecto.
Hablando de “Las repercusiones comunitarias y sociales del anuncio del kerygma”, resumido en estas palabras: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (n. 164), dice el Papa lo siguiente:
El kerygma tiene un contenido ineludiblemente social, ya que en el corazón mismo del Evangelio están la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del primer anuncio tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad. (n. 177)
Desde el corazón del Evangelio reconocemos, pues, la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana, que necesariamente debe expresarse y desarrollarse en toda acción evangelizadora. (n. 178)
En efecto, así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve. (n. 179)
Esta efusión de la caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. (nn. 180-181)
En fin, el Papa enseña que el pensamiento social de la Iglesia no es primariamente negativo y confrontativo; sino que es ante todo positivo y propositivo, orientando una acción transformadora (nn. 182-183).
Vistas así las cosas, no hay realidad humana que sea extraña a la acción evangelizadora y social de la Iglesia. Pero, como no se trata de un documento social, el Papa se centra sólo en dos grandes cuestiones: a) la inclusión social de los pobres; b) la paz y el diálogo social. (nn. 184-185)
La inclusión social de los pobres
La preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad brota de nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos. (n. 186)
Por eso, cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y la promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad. Lo cual supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo. (n. 187) Todos, pues, en la Iglesia debemos escuchar este clamor (n. 188), siendo solidarios con las personas (n. 189) y los pueblos (n. 190), asegurando para todos el acceso a todos los bienes (n. 191-192). Esta es una exigencia del Evangelio para no correr en vano. (nn. 193-196) Sobre todo porque el corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres (n. 197), que se convierte en nosotros en la categoría teológica de la opción preferencial por los pobres (n. 198) que nos lleva a considerar al pobre como digno de toda estima (n. 199).
La Iglesia, por tanto, debe dispensar al pobre una atención privilegiada y prioritaria (nn. 200-201).
Yendo a lo más hondo de esta cuestión social, el Papa nos dice que es necesario resolver las causas estructurales de la pobreza, reconociendo que la inequidad es la raíz de los males sociales. (n. 202) Por eso, toda política económica debería estructurarse en torno a la dignidad de cada persona humana y al bien común. (nn. 203-204) En este sentido tienen gran importancia los políticos que quieran sanar las raíces profundas de los males de nuestro mundo y a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres (n. 205). Por su parte, la economía, como la misma palabra indica,
4. debería ser el arte de alcanzar una adecuada administración de la casa común, que es el mundo entero. (n. 206)
En fin, dado que la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad brota de nuestra fe en Cristo pobre y siempre cercano a los pobres, toda comunidad de la Iglesia está llamada a involucrarse realmente en la opción preferencial por los pobres, so peligro de disolverse. (nn. 207-208)
Todos los cristianos, pues, estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra (n. 209), reconociendo las nuevas formas de pobreza y fragilidad (n. 210), especialmente las diversas formas de trata de personas (n. 211), las mujeres víctimas de la exclusión, el maltrato y la violencia (n. 212), los niños por nacer (nn. 213-214), el conjunto de la creación (nn. 215-216).
El bien común y la paz social
Además de la inclusión social de los pobres, recordamos que la Palabra de Dios menciona el fruto de la paz (cf. Ga 5,22). (217) Es decir, una paz que surge como fruto del desarrollo integral de todos (nn. 218-219), en comunidades donde cada uno es un ciudadano fiel, participa en la vida política y coopera en la construcción del pueblo (n. 220).
Para avanzar en la construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad, propone el Papa cuatro principios que brotan de los grandes postulados de la Doctrina Social de la Iglesia y que están relacionados con tensiones bipolares propias de toda realidad social. (n. 221) Estos cuatro principios son: el tiempo es superior al espacio (nn. 222-225), la unidad prevalece sobre el conflicto (nn. 226-230), la realidad es más importante que la idea (nn. 231-233), el todo es superior a la parte (nn. 234-237).
Como el Papa manifiesta una especial preocupación por la paz, nos detendremos un momento en la consideración de estos principios y en las tensiones bipolares con las cuales están relacionados.
Tensiones bipolares
Según el Papa, en toda sociedad hay tensiones bipolares. Y estas son “propias” de ella. Es decir, estas tensiones no constituyen la esencia de la sociedad, pero no existe sociedad que no esté sometida a ellas.
Esto significa que en toda sociedad hay extremos que la atraen, que a veces pugnan entre sí o que se complementan mutuamente. Estos extremos causan “tensiones” en la vida social, las cuales no pueden no existir ni pueden ser ignoradas, porque o pueden frustrar la sociedad o pueden orientarla hacia su plenitud, según el modo cómo se las maneje.
En la explicación de los principios, el Papa propone cuatro tensiones bipolares, que son: 1) plenitud y límites; 2) unidad y pluralidad; 3) idea y realidad; 4) globalización y localización.
No creo que el Papa piense que estas son las únicas tensiones bipolares de cualquier sociedad, sino que son las que de hecho propone como retos a enfrentar y solucionar hoy para que se ponga un fundamento sólido a la paz social.
Primer principio: el tiempo es superior al espacio
El primer principio es “el tiempo es superior al espacio”.
Este primer principio responde a la primera tensión, que se da entre la “plenitud” y los “límites”. Se podría decir, utilizando otras palabras, tensión entre “todo lo que la sociedad puede llegar a ser” y “lo que de hecho puede llegar a ser ahora”. O, como se suele decir, tensión entre “tesis” e “hipótesis”.
5. En principio, se podría asumir esta distinción no como una alternativa, sino como realidades complementarias, las cuales constituyen una “tensión” mientras no se las complemente.
En palabras del Papa, “todo lo que la sociedad puede llegar a ser” se puede entender como “tiempo ampliamente considerado”, mientras que “lo que de hecho puede llegar a ser ahora” se puede entender como “espacio”, ya que significa “el momento como expresión del límite que se vive en un espacio acotado”.
Por ello, ante la tensión bipolar explicada, propone el Papa este principio: “el tiempo es superior al espacio”; principio que, según creo, también podría formularse de este modo: hay que “trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados totales inmediatos”.
¿Cuáles son las ventajas de la aplicación de este principio? Las siguientes:
1) nos indica un modo de asumir la inevitable e innegable tensión entre lo posible en absoluto y lo realizable ahora;
2) nos ilumina para que veamos lo posible hoy como un eslabón de una cadena en constante crecimiento;
3) nos libra del enloquecimiento por tener todo resuelto ya;
4) nos muestra la fatuidad del intento de acaparar todos los espacios de poder;
5) ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas;
6) ayuda a soportar con paciencia los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad;
7) nos hace respetar los tiempos de los procesos, evitando cristalizarlos o detenerlos;
8) nos ayuda a iniciar procesos necesarios, privilegiando las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos;
9) nos ayuda a formar convicciones claras y a radicar tenacidad en el empeño social.
Según creo, este principio propuesto por el Papa brota de los principios del bien común, de subsidiaridad, de participación y de solidaridad. Además, es un modo de asumir los valores de la verdad y de la libertad.
Indico, además, que este principio es aplicable a todos los aspectos de la evangelización.
Segundo principio: la unidad prevalece sobre el conflicto.
El segundo principio dice: “la unidad prevalece sobre el conflicto”.
Este segundo principio responde a la tensión que se da entre el conflicto y la unidad. Es decir, entre los conflictos sociales y la unidad profunda de la sociedad.
Los “conflictos sociales” pueden tener muchas causas, algunas de las cuales son “las diferencias” que existen en las sociedades y en cada persona. En algunas partes del documento habla el Papa de diferencias económicas, políticas, culturales, religiosas, de comportamientos, de actitudes, etc. El Papa señala que ante los conflictos se observan tres actitudes: a) indiferencia; b) involucración conflictiva; c) aceptación de los conflictos con el fin de resolverlos. La última es la actitud que nos propone el Papa, consecuente con su propuesta de una Iglesia en salida; es decir, de una comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. (N. 24)
“La unidad profunda de la sociedad”, por su parte, es su tendencia natural a permanecer unida para subsistir y progresar. Esta tendencia natural y moral encuentra
6. su fundamento último en el bien común que involucra a todos los miembros y estamentos de la sociedad.
Como es fácil percibir, la “unidad social” puede ser más o menos sólida y, de hecho, es amenazada continuamente por muchos peligros. Los “conflictos sociales” son algunos de ellos. Por eso es que toda sociedad, que de por sí tiende a permanecer en la existencia y, por tanto, tiende hacia la “unidad social”, sufre la tensión que crean en ella los “conflictos sociales”.
Para preservar la “unidad social” y enfrentar con éxito los “conflictos sociales” propone el Papa este principio: “la unidad prevalece sobre el conflicto”.
¿Qué significa este principio? Creo que puede entenderse de estos modos complementarios:
Es una manifestación de la confianza en la natural tendencia de la sociedad a preservar la unidad, por su natural tendencia a preservar su existencia. Por eso, sería un llamado a confiar en las fuerzas ínsitas en la sociedad para enfrentar exitosamente los conflictos sociales.
Es también una consideración positiva de las “diferencias”, que son algo normal en un “ser moral” compuesto por seres que piensan, quieren y son libres. En este sentido, es un llamado a asumir las diferencias en una unidad pluriforme superadora o, como dice el Papa, sería un llamado a desarrollar una comunión en las diferencias, instaurando la amistad social.
En fin, sería un llamado a reflexionar sobre la importancia de la unidad, que se identifica con la existencia de la sociedad, y, en consecuencia, sería una exhortación a bregar por la unidad so pena de desaparecer como sociedad.
De modo que el principio “la unidad prevalece sobre el conflicto” podría ser formulado de esta manera: “no hay que temer ante el conflicto, porque la unidad es más fuerte; no hay que temer las diferencias, porque, además de ser normales, son una potencial riqueza en toda sociedad; hay que defender la unidad, para que, en lugar de destruir, el conflicto sirva como ocasión de común superación”.
Como es fácil colegir, este principio brota del gran principio del bien común y del principio de solidaridad que el Papa indica expresamente; y asume, obviamente, el valor de la libertad.
Tercer principio: la realidad es más importante que la idea
El tercer principio dice: “la realidad es más importante que la idea”.
Este principio responde a la tensión bipolar entre la idea y la realidad.
El Papa explica que la voz “idea” se identifica con “las elaboraciones conceptuales” y “está en función de la captación, la comprensión y la conducción de la realidad” social.
En cuanto a la voz “realidad” significa la sociedad tal como ella es en sí misma y tal como puede llegar a ser inmediata o mediatamente.
Teniendo presente la innegable tensión entre idea y realidad, propone el Papa este principio “la realidad es más importante que la idea”.
En base a lo que dice el Papa en el texto, podemos interpretar el principio desglosándolo de esta manera: “hay que ser objetivos”; “no hay que ocultar la realidad”; “hay que iluminar la realidad por el razonamiento para que convoque a la sociedad”; “hay que dirigirse a la gente con razonamientos que sean comprendidos y arrastren”; “no hay que inventar ideas desconectadas con el pasado”; “hay que poner en práctica la Palabra”.
El gran postulado del cual brota este principio es “la verdad”, que es uno de los valores fundamentales de la vida social.
7. Cuarto principio: “El todo es superior a la parte”.
El cuarto principio dice: “el todo es superior a la parte”.
Este principio responde a la tensión bipolar entre la globalización y la localización.
La “globalización” se refiere a los fenómenos que afectan a toda la tierra, al menos porque son difundidos y conocidos por casi todas las personas del mundo. La “localización” es el intento de dar importancia a lo “local”, o para que no sea anulado por lo global o para rechazar lo global.
La tensión que plantea el Papa sería única para toda la sociedad humana desde el punto de vista de la globalización; pero sería múltiple desde la perspectiva de cada lugar.
Señala el Papa dos extremos peligrosos con relación a esta tensión: 1) dejarse arrastrar por el fenómeno globalizador; 2) afirmarse cerradamente en el localismo.
Para no caer en los extremos peligrosos relacionados con esta tensión bipolar social, el Papa propone este principio: “El todo es más que la parte”. Más aún, “el todo es más que la mera suma de las partes”. Y explica que el “todo” “es la conjunción de los pueblos que, en el orden universal, conservan su propia peculiaridad; es la totalidad de las personas en una sociedad que busca un bien común que verdaderamente incorpora a todos”.
Este principio debe entenderse comparando el “bien común” de toda la humanidad con el “bien común” de cada sociedad humana y el “bien particular” de cada persona. En este sentido, “el bien común” de toda la humanidad es más que el “bien común” de algún pueblo determinado; y el “bien común” de la sociedad es más que el “bien individual” de alguna persona.
Por otra parte, esto no significa que en pro de la paz del mundo entero se pueda sacrificar sin más alguna sociedad determinada, o que en pro de la paz de alguna sociedad se pueda sacrificar sin más a algunas personas. Más bien significa lo contrario. En efecto, los “bienes” más particulares encuentran su plenitud en los “bienes” más universales, ya que de ese modo cada “parte” conserva y desarrolla plenamente sus características y peculiaridades y, además, cada “parte” hace su aporte al “todo” dedicándose intensamente a lo suyo con una perspectiva más amplia.
Por la mención explícita que hace el Papa, podemos decir que este principio brota del postulado del bien común. Y por la referencia que hace al criterio de totalidad del Evangelio, podemos decir que brota del postulado de la destinación universal de los bienes.
Digamos, en fin, con respecto a los cuatro principios, que no son alternativos, sino complementarios. Más aún, la aplicación de algunos de estos principios depende de la aplicación de los otros. Por ejemplo, si trabajamos a largo plazo sin obsesionarnos por resultados inmediatos, haremos una eficaz y feliz contribución a la unidad social.
El diálogo social como contribución a la paz
Los cuatro principios expuestos han de ser aplicados con una actitud dialogante, porque la acción social es para la Iglesia una forma de evangelizar, y evangelizar implica un camino de diálogo. Para la Iglesia, en este tiempo hay particularmente tres campos de diálogo en los cuales debe estar presente: con los Estados, con la sociedad y con otros creyentes no católicos. (n. 238)
Respecto a los Estados y a la sociedad, la Iglesia renueva continuamente su empeño de proclamar “el evangelio de la paz” (Ef 6,15) y está abierta a la colaboración
8. con todas las autoridades nacionales e internacionales para cuidar este bien universal tan grande. (n. 239)
Pero no deja de recordar que al Estado compete el cuidado y la promoción del bien común de la sociedad. Por ello, en el diálogo con el Estado y con la sociedad, la Iglesia, junto con las diversas fuerzas sociales, acompaña las propuestas que mejor respondan a la dignidad de la persona humana y al bien común. (nn. 240-241)
En la relación con la sociedad, no deja la Iglesia de perseverar en el diálogo siempre vigente entre ciencia, razón y fe, que es parte de la acción evangelizadora que pacifica. (nn. 242-243)
También el diálogo interreligioso tiene un sentido social porque es una condición necesaria para la paz en el mundo, y por lo tanto es un deber para los cristianos, así como para otras comunidades religiosas. (n. 250) Este diálogo se extiende a los cristianos no católicos, con quienes hemos de tender hacia la unidad (nn. 244-246); al judaísmo, al que la Iglesia considera raíz sagrada de la identidad cristiana (n. 247-249); a los demás creyentes no cristianos, con quienes adopta un actitud de amable y cordial apertura en la verdad y en el amor; entre estos últimos adquiere hoy gran importancia la relación con los creyentes del Islam, hoy particularmente presentes en muchos países de tradición cristiana donde pueden celebrar libremente su culto y vivir integrados en la sociedad; en este sentido se pide reciprocidad a los países musulmanes. (nn. 250-253) Con todos ellos el diálogo social debe desarrollarse en un contexto de libertad religiosa, la cual es un derecho humano fundamental (n. 255), de cuyo ejercicio se deriva una siempre benéfica influencia pública de la religión. (n. 256)
En fin, el camino de la paz que promueve la Iglesia incluye también a los ateos que buscan sinceramente la verdad, la bondad y la belleza. (n. 257)
Amables oyentes, ya al fin de esta exposición que han soportado con benigna indulgencia, querría convertir lo dicho en preguntas que nos ayuden a sintetizar y a proseguir nuestra reflexión, y nos orienten hacia una eficaz y evangelizadora acción social.
1)
¿Escrutamos, de hecho y con seriedad, los signos sociales del tiempo presente?
2)
¿Conocemos la Doctrina Social de la Iglesia, en especial el Compendio?
3)
Nuestro compromiso social, ¿brota del Kerygma evangelizador?
4)
¿Establecemos una íntima conexión entre evangelización y promoción humana?
5)
¿Procuramos que nuestra acción social sea ante todo positiva y propositiva?
6)
¿Qué conexión establecemos entre Jesús pobre y los pobres?
7)
¿Hasta dónde llega nuestro compromiso con la promoción de los pobres? ¿Qué bienes pretendemos para los pobres?
8)
¿Tenemos ideas claras, fundadas y objetivas acerca de la política económica de nuestra sociedad?
9)
¿Cuál es nuestro compromiso con la temática referida a la trata de personas, a las mujeres víctimas de la exclusión, el maltrato y la violencia, a los niños por nacer y al conjunto de la creación?
10)
¿Nos preocupamos por la promoción de la paz?
11)
¿Concebimos nuestro aporte a la sociedad como un eslabón de una cadena en constante crecimiento o tenemos la pretensión de solucionarlo todo ya?
12)
¿Qué actitud asumimos ante los conflictos sociales?
13)
¿Adoptamos criterios objetivos ante las cuestiones sociales o, por el contrario, dejamos que prevalezcan nuestros criterios subjetivos?
14)
En el desarrollo de nuestras tareas, ¿nos guía un interés puramente individual o tenemos sentido social? ¿Qué es lo que prevalece en nuestra sociedad?
9. 15)
¿Somos proclives al diálogo o a la confrontación con el Estado, la ciencia, la sociedad en su conjunto, los cristianos no católicos y los no cristianos?
Conclusión
Deseo sinceramente que este Encuentro los aliente en su esfuerzo por desarrollar la Pastoral Social como una prolongación necesaria del Kerygma Evangelizador y los comprometa con mayor urgencia en la inclusión social de los pobres, en la obra de la paz y en la promoción del diálogo social.
Ruego al Señor que, como fruto de su trabajo apostólico, se potencie la convivencia social y se armonicen las diferencias sociales bajo el manto de un proyecto común.
Y agradezco al Papa que nos ayude a pensar y a obrar para que aprendamos a ser cristianos en plenitud, a convivir, a respetar las diferencias sociales y a unirnos comprometidamente en la concreción de un ideal social común, que abarque a toda la tierra, a cada sociedad humana y a cada persona.
Que la Virgen los acompañe en este Encuentro para que, por su intercesión, reciban la gracia de adentrarse más profunda y decididamente en el compartido empeño de la pastoral social.