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CARITAS
IN
VERITATE
Benedicto XVI
Encíclica Social
29 de junio 2009
Resumen elaborado
por
Joseba Segura
Nota del autor del resumen
Este resumen tiene como finalidad facilitar la difusión en idioma castellano de
la Encíclica “Caritas in Veritate”, dada la longitud del documento y la
densidad de algunas de sus partes.
El criterio para su elaboración ha sido doble:
1. Se ha buscado presentar los contenidos fundamentales utilizando
formulaciones claras y comprensibles, pero manteniendo en lo posible la
fidelidad al texto original.
2. Se ha buscado realizar un resumen comprehensivo, evitando omitir
contenidos esenciales. Por eso esta presentación no es breve. Caben otras
versiones más reducidas y sencillas. Confiamos en que el trabajo realizado
sea un buen punto de partida para realizar las adaptaciones que distintos
grupos y usuarios puedan requerir.
Cada diapositiva resume un número del documento original. Este
procedimiento facilita la consulta del texto de referencia cuando se quiera
contextualizar y/o ampliar las ideas que aquí se recogen.
Introducción (1)
La caridad en la verdad es la fuerza impulsora del auténtico
desarrollo de cada persona y de toda la humanidad.
El amor (caridad) es una fuerza esencial en la vida personal
y comunitaria. La verdad es el proyecto de Dios para
cada uno y para el conjunto de la humanidad.
Todos los seres humanos sienten el impulso a amar de
manera auténtica. Amor y verdad son una vocación que
Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada
persona.
Cristo purifica y libera ese impulso de sus limitaciones y
contradicciones. En Jesús se desvela plenamente el
proyecto de amor verdadero que Dios ha preparado para
nosotros.
Introducción (2)
La caridad, para con Dios y con el prójimo, es la referencia
esencial de la Doctrina Social de la Iglesia. Para la Iglesia y
para la vida cristiana, la caridad lo es todo porque “Dios es
amor” (“Deus Caritas Est”, 1Jn 4,8.16).
La caridad no solo es relevante en el ámbito de las micro-
relaciones (amistades, familia, pequeño grupo); también tiene
importantes consecuencias para la vida política y social.
Especialmente en los ámbitos macro (social, jurídico, cultural,
político y económico) la caridad es un concepto controvertido
que muchos no valoran e incluso rechazan como confuso y/o
irrelevante. Necesitamos recuperarlo. Pero para conseguirlo,
debemos practicar la caridad a la luz de la verdad, mostrando
su importancia para orientar la organización de la vida social.
Introducción (3)
La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad. Sin
verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo, el
amor se torna envoltorio vacío, a rellenar según el
gusto de cada cual.
Este es el riesgo fatal del amor en una cultura
relativista: convertirse en una palabra abusada y
distorsionada, adaptable a modas y opiniones
cambiantes.
La verdad libera a la caridad de una emotividad de
corto alcance, y la abre a la dimensión relacional,
pública y social de la fe.
Introducción (4)
La verdad es “logos” que crea “dia-logos.” La verdad
crea la posibilidad del diálogo, más allá del
subjetivismo y del relativismo, permitiendo buscar el
valor y la substancia de las cosas.
Un cristianismo de caridad sin verdad se confunde
con una reserva de buenos sentimientos, bellos pero
marginales. Sin verdad, la caridad queda relegada al
ámbito de las relaciones privadas. Queda excluida
del proyecto de construir un desarrollo humano de
alcance universal.
Introducción (5)
La caridad es don de Dios, es gracia (“charis”). Los
seres humanos que reciben ese don, son llamados a
comunicarlo, a tejer redes de caridad.
La doctrina social de la Iglesia (DSI) responde a esa
dinámica de caridad recibida y ofrecida. La DSI es
anuncio de la caridad en la verdad.
Sin verdad, sin amor por lo verdadero, no hay
conciencia ni responsabilidad social. Así la vida
pública queda a merced de intereses privados y de
lógicas de poder.
Introducción (6)
Sobre el principio de “Caritas in veritate,” la DSI define
orientaciones morales para la organización de la vida
social. Aquí recordamos dos esenciales:
1. La promoción de la justicia: caridad y justicia son
inseparables. La caridad exige la justicia porque es su
medida mínima. Pero la caridad supera la justicia y la
completa con la lógica de la entrega y del perdón. La
“ciudad humana” no se construye sólo sobre relaciones
basadas en derechos y deberes. Necesita el impulso de
la gratuidad, de la misericordia y de la comunión. Esa
es la fuerza de la caridad, que otorga valor teologal y
salvífico al compromiso por la justicia en el mundo.
Introducción (7)
2. La búsqueda del bien común. Amar a alguien es querer
su bien y trabajar eficazmente por lograrlo. El bien
común es el bien de la comunidad social. Buscar el bien
común es exigencia de justicia y de caridad. Ello supone
cuidar y utilizar las mediaciones institucionales
(jurídicas, civiles, políticas y culturales) a través de las
cuales se ordena y desarrolla la sociedad. Trabajar esta
vía institucional es actuar en la historia humana
preparando el desarrollo de una ciudad humana cada
vez más universal. En un mundo global, la búsqueda
del bien común tiene una dimensión universal
abarcando a toda la familia humana. Esta búsqueda se
torna anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin
barreras.
Introducción (8)
Esta encíclica rinde homenaje y actualiza los contenidos de
la que hace más de 40 años publicó Pablo VI, titulada
“Populorum progressio,” sobre el desarrollo humano
integral de los pueblos.
Así se continúa el trabajo de actualización iniciado por
Juan Pablo II en su encíclica “Sollicitudo rei socialis,”
que conmemoraba los 20 años de su publicación.
La “Populorum progressio” ha sido llamada <la “Rerum
novarum” de la época contemporánea>, porque es la
primera encíclica que asume el reto de iluminar el
camino de una humanidad en proceso de unificación.
Introducción (9)
La progresiva globalización de nuestro mundo no puede
ser solo dirigida por la técnica. Necesita el impulso y
orientación ética del “amor en la verdad”.
Sólo con una caridad, iluminada por la luz de la razón y de
la fe, se podrá lograr un desarrollo realmente humano.
Para la Iglesia, la defensa de la verdad es irrenunciable.
Aunque no le corresponda ofrecer soluciones técnicas,
debe garantizar que la verdad del ser humano, de su
dignidad y de su vocación, reciben la atención que
merecen. Ser fieles al ser humano supone ser fieles a la
verdad, que es la única garantía de libertad y la
posibilidad de un desarrollo humano integral.
Capítulo I: El mensaje de la
Populorum progressio (10)
Iniciamos la relectura de la PP, en el contexto del
magisterio específico de Pablo VI y, más en general,
en la tradición de la Doctrina Social de la Iglesia.
Hoy el contexto internacional ha cambiado y por eso
hemos de valorar el significado de aquellas
reflexiones en una nueva situación.
El marco de referencia de este documento es, como en
cualquier otra reflexión eclesial, la Tradición de la fe
apostólica. En ella encuentran estos pensamientos
sus raíces y su significación profunda.
Capítulo I: El mensaje de la
Populorum progressio (11)
El Concilio Vaticano II afirmó que la Iglesia, estando al
servicio de Dios, está también al servicio del mundo.
Partiendo de esta visión, Pablo VI afirma en PP dos cosas:
1. La Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia,
celebra y actúa en la caridad, tiende a promover el
desarrollo integral del ser humano.
2. El auténtico desarrollo humano concierne a la totalidad
de la persona en todas sus dimensiones. Esta
integralidad exige específicamente una visión
trascendente de la persona. El desarrollo sin Dios, no es
verdadero desarrollo.
Capítulo I: El mensaje de la
Populorum progressio (12)
No hay dos tipos de doctrina social, una preconciliar y
otra postconciliar. Hay una única enseñanza que se
va desarrollando, adaptada a nuevas circunstancias.
Es legítimo señalar los acentos de cada Encíclica, pero
sin perder nunca de vista la coherencia de todo el
cuerpo doctrinal.
La PP, como el resto de la doctrina social, se construye
sobre el fundamento transmitido por los Apóstoles a
los Padres de la Iglesia, actualizando contenidos
esenciales de la fe aplicándolos a nuevas situaciones.
Capítulo I: El mensaje de la
Populorum progressio (13)
La PP enlaza además estrechamente con el conjunto
del magisterio de Pablo VI, quién:
 reafirmó la importancia del Evangelio para iluminar
la búsqueda de una sociedad libre y justa.
 entendió que la cuestión social se había hecho global.
 valoró el impulso hacia esa unificación mundial
como la oportunidad de construir una sola familia
humana.
 sitúo la apuesta por el desarrollo en el corazón del
mensaje social cristiano.
Capítulo I: El mensaje de la
Populorum progressio (14)
En su encíclica Octogesima adveniens (1973) Pablo VI
reflexionó sobre la política y el peligro que representaban
las visiones utópicas e ideológicas, potencialmente
inhumanas.
Lamentablemente las ideologías negativas surgen una y
otra vez. Pablo VI ya nos puso en guardia sobre la
ideología tecnocrática. En sí misma la técnica no es ni
buena ni mala. Necesita la orientación de la ética para
ponerse al servicio de fines humanistas.
La Iglesia se opone, tanto a quienes consideran el progreso
técnico como la solución de nuestros problemas, como a
quienes lo rechazan y sueñan con retornar a un estado
puro de naturaleza originario.
Capítulo I: El mensaje de la
Populorum progressio (15)
Otros dos documentos de Pablo VI, sin ser propiamente
doctrina social, ayudan a entender el sentido pleno de
desarrollo que propone la Iglesia.
 La Humanae vitae (1968) subraya los fuertes vínculos
existentes entre la ética de la vida (en el ámbito personal
y familiar) y la ética social. Inaugura así una temática que
Juan Pablo II desarrolla en su Evangelium vitae.
 La Evangelii nuntiandi (1975) afirma que “entre
evangelización y promoción humana (desarrollo,
liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes.”
Queda así claro que el testimonio de la caridad de Cristo,
concretado en obras de justicia, paz y desarrollo, forma
parte de la tarea evangelizadora.
Capítulo I: El mensaje de la
Populorum progressio (16-17)
Para Pablo VI, el progreso es ante todo una vocación. Ello
implica que el desarrollo: (a) nace de una llamada
trascendente; (b) no puede darse un significado último a
sí mismo.
La vocación es una llamada que requiere una respuesta
libre y responsable. Aunque no existe la libertad
perfecta, el desarrollo humano integral presupone la
libertad responsable de las personas y de los pueblos.
Ninguna estructura puede garantizar ese desarrollo al
margen de la responsabilidad humana. Los mesianismos
que niegan esa dimensión, acaban oprimiendo al ser
humano. Las estructuras políticas y económicas son
importantes pero en el fondo no son sino instrumentos
de la libertad humana.
Capítulo I: El mensaje de la
Populorum progressio (18)
Además de la libertad, el desarrollo humano entendido
como vocación exige que se respete la verdad.
¿Qué significa “ser más”? Para Pablo VI, ante todo, el
verdadero desarrollo “debe ser integral, es decir,
promover a todos los hombres y a todo el hombre.”
La verdad del desarrollo consiste en su totalidad: si no es
de todo el hombre y de todos los hombres, no es
verdadero desarrollo.
El desarrollo humano integral tiene una dimensión natural
y otra sobrenatural. Cuando Dios queda eclipsado,
nuestra capacidad de reconocer el orden natural, su
“finalidad” y el “bien”, se debilita.
Capítulo I: El mensaje de la
Populorum progressio (19-20)
Finalmente, entender el desarrollo humano como vocación
comporta que su centro sea la caridad. La causa de la ausencia de
desarrollo no es la escasez de medios materiales sino una
voluntad y un pensamiento que se desentienden de los deberes
de la solidaridad. En el fondo está la ausencia de espíritu fraterno
entre los hombres y los pueblos.
La globalización nos hace más cercanos, pero no más hermanos. La
razón, por sí sola, nunca va a conseguir fundar la fraternidad.
Esta nace de una llamada de Dios, Padre de toda la familia
humana, que nos enseña en su Hijo el significado de una caridad
sin barreras, de un amor universal.
PP insiste en la urgencia de las reformas. Esta urgencia se explica
por lo que está en juego: la necesidad de alcanzar la auténtica
fraternidad que exige la caridad en la verdad.
Capítulo II: El desarrollo humano en
nuestro tiempo (21)
Pablo VI entendía por “desarrollo de los pueblos” la superación del
hambre, la miseria, las enfermedades endémicas y el analfabetismo.
Ello significaba oportunidades económicas, desarrollo de sociedades
solidarias con buen nivel de formación y regímenes políticos capaces
de asegurar la libertad y la paz.
¿Hasta qué punto se han cumplido las expectativas de Pablo VI?
Aunque han existido logros importantes, el desarrollo ha estado y
está aún aquejado por desviaciones y problemas dramáticos:
tecnología incontrolada, actividades financieras especulativas y
desestabilizadoras, depredación del medio ambiente, desequilibrios
internacionales que generan imponentes flujos migratorios…
La crisis actual es ocasión para discernir un nuevo modelo de
desarrollo. Necesitamos una nueva síntesis humanista, una profunda
renovación cultural que nos permita redescubrir valores de fondo.
Capítulo II: El desarrollo humano en
nuestro tiempo (22)
Los problemas del desarrollo son múltiples y no deberían simplificarse
o ser ideológicamente caricaturizados. Señalamos algunos de ellos:
 La riqueza mundial ha crecido mucho desde la publicación de la PP
pero también lo han hecho las desigualdades, tanto entre países
como dentro de muchos de ellos.
 Hay corrupción e ilegalidad, tanto en los países ricos como en los
pobres.
 Los derechos humanos de los trabajadores se debilitan en un sistema
productivo cada vez más global.
 La ayuda internacional al desarrollo no se utiliza adecuadamente.
 Los países ricos interpretan rígidamente y en su beneficio el derecho
a la propiedad intelectual, especialmente en el ámbito de la salud.
 Las culturas débiles sufren bajo el rodillo de las más fuertes.
Capítulo II: El desarrollo humano en
nuestro tiempo (23-24)
El desarrollo económico y tecnológico no es suficiente. Debe ser
auténtico e integral.
El mundo de Pablo VI estaba mucho menos integrado que el
actual. Economía y política funcionaban en un ámbito estatal.
La actividad productiva y financiera estaba menos globalizada
de modo que la política estatal tenía más capacidad de
gobernar el curso de la economía.
Hoy el nuevo contexto económico-comercial y financiero
internacional, limita mucho la capacidad de los estados
nacionales. Sin embargo, la última crisis económica ha
contribuido a revalorizar la importancia de esos poderes
públicos y la necesidad de que ejerzan funciones orientadoras y
reguladoras de la actividad económica.
Capítulo II: El desarrollo humano en
nuestro tiempo (25)
La globalización de los mercados ha debilitado las redes de seguridad
social, incluso en los países ricos, resultando en un grave peligro para
los derechos de los trabajadores, para los derechos del hombre y para
las redes tradicionales de solidaridad en el Estado social.
Políticas restrictivas del gasto social, a veces promovidas por las
instituciones financieras internacionales, contribuyen a dejar a la
ciudadanía sin redes de protección ante crisis presentes y futuras.
Las organizaciones sindicales tienen mayores dificultades para
defender los intereses de los trabajadores, también porque los
gobiernos limitan a menudo las libertades sindicales.
La movilidad y la desregulación laboral, generan incertidumbre sobre
el futuro personal, inestabilidad sicológica y situaciones de grave
deterioro humano.
Queremos recordar que el “primer capital que se ha de salvaguardar es
el hombre, la persona en su integridad, centro y fin de la actividad
económica.”
Capítulo II: El desarrollo humano en
nuestro tiempo (26)
En el plano cultural, los cambios han sido todavía más
profundos. Hoy la posibilidad de interacción entre culturas es
mucho mayor, generándose espacios de diálogo intercultural.
Se observa, sin embargo, una progresiva mercantilización de los
intercambios culturales con un doble riesgo:
a) Eclecticismo cultural y relativismo que concibe a las culturas
como substancialmente equivalentes o intercambiables. Ello
dificulta el diálogo cultural auténtico.
b) Rebajar la importancia de las diferencias culturales, buscando
homologar comportamientos y estilos de vida. Así se pierde el
sentido profundo de la cultura, que siempre orienta a la
persona en aspectos fundamentales de la existencia.
Capítulo II: El desarrollo humano en
nuestro tiempo (27)
En muchos países pobres persiste el grave problema del hambre. “Dar
de comer al hambriento” sigue siendo un imperativo ético para todos
los seguidores de Cristo.
El hambre no resulta de la escasez material, sino del mal
funcionamiento del sistema institucional que debería ser capaz de
resolver estos problemas.
La lucha contra la inseguridad alimentaria en los países de desarrollo
debe abordarse a largo plazo, eliminando las causas estructurales que
la provocan, promoviendo un desarrollo agrícola apropiado en los
países más pobres, implicando a los países y comunidades
protagonistas, utilizando preferiblemente recursos locales para
asegurar la sostenibilidad de las acciones. En este marco tampoco
debe descuidarse una reforma agraria ecuánime.
El derecho a la alimentación y al agua son esenciales para garantizar
otros derechos, ante todo el derecho a la vida. Debe madurar una
conciencia que los considere como derechos universales, sin
distinciones ni discriminaciones.
Capítulo II: El desarrollo humano en
nuestro tiempo (28)
En el desarrollo actual adquiere cada vez más relieve el “respeto a
la vida”. La pobreza no sólo provoca un alto índice de
mortalidad infantil. Algunos gobiernos persisten en prácticas
de control demográfico (contracepción, aborto) mientras en los
países desarrollados se difunde una mentalidad antinatalista
que buscan transmitir a otros estados. También preocupa los
avances en el apoyo y reconocimiento legal de la eutanasia.
En ocasiones las ayudas al desarrollo se condicionan a políticas
de fuerte control de la natalidad.
La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo.
En ella se forjan energías morales para la ayuda recíproca y la
solidaridad ante los pobres. Sin apertura a la vida se pierde
sensibilidad social y aumenta el egoísmo en las ideas y en las
conductas.
Capítulo II: El desarrollo humano en
nuestro tiempo (29)
También el derecho a la libertad religiosa está muy unido al desarrollo.
Algunas manifestaciones de fundamentalismo religioso violento frenan
el desarrollo auténtico e impiden la evolución hacia un mayor
bienestar económico y espiritual.
Sin embargo, la promoción programada de la indiferencia religiosa o
del ateísmo práctico va contra el verdadero desarrollo que, para ser
auténtico, debe estar abierto a Dios.
El ser humano no es el resultado del azar en un universo casual.
Cuando el estado promueve, enseña o incluso impone formas de
ateísmo práctico, priva a los ciudadanos de la fuerza moral y
espiritual indispensable para comprometerse con la defensa de la
dignidad humana y el desarrollo humano integral.
Este es el daño que el “superdesarrollo” produce cuando va
acompañado de “subdesarrollo moral”. Algunos países ricos buscan,
además, exportar su visión limitada a los países pobres.
Capítulo II: El desarrollo humano en
nuestro tiempo (30)
Para abordar el desarrollo hoy es imprescindible un trabajo
interdisciplinar entre los diferentes ámbitos del saber humano.
El saber no es sólo inteligencia, cálculo y experimentación. Sin caridad,
el saber es ciego y humanamente estéril.
La caridad en la verdad debe reconocer la competencia específica de
cada ámbito de saber, dialogando con la economía, con la política,
con las culturas desde el primer momento. Pero el saber humano es
insuficiente y las ciencias, por sí solas, no pueden indicar la vía hacia
el desarrollo integral del ser humano.
Hay que buscar más allá: lo exige la caridad en la verdad. Pero esa
búsqueda no puede prescindir de las conclusiones de la razón. No
existe la inteligencia y después el amor. Existe el amor rico en
inteligencia y la inteligencia llena de amor.
Capítulo II: El desarrollo humano en
nuestro tiempo (31)
Así pues, valoración moral e investigación científica deben crecer
juntas, animadas por la caridad en una relación interdisciplinar
armónica.
La DSI juega aquí una importante función sapiencial porque es
espacio de diálogo entre la fe, la filosofía y las ciencias.
Pablo VI subrayó como una causa del subdesarrollo, la falta de un
pensamiento sabiamente integrado, de una síntesis con
capacidad orientadora.
La excesiva sectorización del saber, no solo debilita su desarrollo,
sino también el desarrollo de los pueblos, porque se pierde la
perspectiva de un bien integral para el ser humano.
Capítulo II: El desarrollo humano en
nuestro tiempo (32)
Hoy, nuevos problemas requieren nuevas soluciones que se han de
buscar a la luz de una visión integral del ser humano.
En concreto, los requisitos de la justicia requieren buscar como
prioridad el objetivo del acceso al trabajo digno para todos.
Se debe evitar, así mismo, el aumento de las diferencia sociales en el
interior de los países porque, además de erosionar la cohesión social,
esas diferencias acaban teniendo un impacto económico negativo.
Los costes humanos son siempre costes económicos. Es importante
tomar en cuenta las consecuencias económicas y sociológicas a largo
plazo de decisiones actuales. Debilitar los derechos de los
trabajadores y descuidar los mecanismos de redistribución a fin de
ganar en competitividad, impiden consolidar un desarrollo duradero.
Por eso, las consideraciones económicas a corto, incluso a cortísimo
plazo, son peligrosas. Es necesaria una “nueva y más profunda
reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines”. Lo exige la
salud ecológica del planeta, y la crisis cultural y moral del hombre.
Capítulo II: El desarrollo humano en
nuestro tiempo (33)
40 años después de la PP, el “progreso” sigue constituyendo un
problema abierto. Aunque algunos países pobres han mejorado,
otros siguen con los mismos problemas.
Pablo VI señalo alguna causa: por ejemplo, los altos aranceles
impuestos por los países ricos a la importación de productos de los
pobres.
Otras causas, entonces solo esbozadas, han adquirido mayor relieve: la
descolonización ha dado paso a nuevas formas de colonialismo y
dependencia, acompañada por grave irresponsabilidad interna en los
países que formalmente se independizaron.
La novedad principal ha sido el estallido de la interdependencia
planetaria o “globalización.” Esta tendencia constituye una gran
oportunidad. Pero sin la guía de la caridad en la verdad, este impulso
puede resultar en daños y nuevas divisiones en la familia humana.
Capítulo III: Fraternidad, desarrollo
económico y sociedad civil (34)
La gratuidad está presente en la vida humana de muchas maneras, pero
el hombre moderno tiende erróneamente a pensar que puede ser
autónomo, que es la única referencia de sí mismo, de su vida y de la
sociedad.
Creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí solo el mal de la
historia lleva a confundir felicidad y salvación con formas de
bienestar material y acción social muy limitadas. Esta confusión se
manifiesta particularmente en la exigencia de una economía
autónoma, no sujeta a limitaciones de orden moral, resultando en
comportamientos destructivos.
La caridad y la verdad son dones recibidos. La comunidad humana sin
referencia a esos dones, no podrá ser plenamente fraterna, ni aspirar
a superar fronteras y convertirse en verdaderamente universal.
Por eso, el desarrollo económico, social y político, si quiere ser
humano, necesita dar espacio al principio de gratuidad, expresión de
fraternidad.
Capítulo III: Fraternidad, desarrollo
económico y sociedad civil (35)
El mercado facilita los intercambios de bienes y servicios en la
comunidad. Esta sujeto a los principios de “justicia
conmutativa” que regula las obligaciones entre las partes que
utilizan el contrato como norma de sus relaciones.
Pero la DSI siempre ha subrayado la importancia
complementaria de la “justicia distributiva” y de la “justicia
social.” El mercado, para funcionar bien, necesita “cohesión
social.” Sin formas internas de solidaridad y de confianza
recíproca, el mercado no cumple bien su función económica.
Hoy esa confianza ha fallado y esto es grave.
Los pobres no son un “fardo.” Es erróneo creer que la economía
necesita estructuralmente de una cuota de pobreza y
subdesarrollo para funcionar mejor.
Capítulo III: Fraternidad, desarrollo
económico y sociedad civil (36)
La lógica mercantil no puede resolver los problemas sociales.
Debe ordenarse al logro del bien común, responsabilidad de la
política. Por eso, separar economía y política genera graves
desequilibrios.
El mercado, como cualquier instrumento, es, en sí mismo,
neutro. Puede ser utilizado para que el fuerte avasalle al débil
pero no necesariamente debe ser así. Los reproches no los
merece el instrumento, sino el hombre, su conciencia moral y
su responsabilidad personal y social.
También en la actividad económica, y no “después” o fuera de
ella, se pueden vivir relaciones auténticamente humanas. El
gran desafío hoy consiste en mostrar que en la actividad
económica hay espacio, no solo para la ética, la transparencia y
la honestidad, sino también para la gratuidad.
Capítulo III: Fraternidad, desarrollo
económico y sociedad civil (37)
La justicia y la moral afectan a todas las fases de la actividad
económica: obtención de recursos, financiación, producción,
consumo…
Para ilustrar la relevancia de la ética es necesario que el mercado dé
cabida a sujetos económicos movidos por principios distintos que el
mero beneficio, sin renunciar a producir valor. Muchas iniciativas
religiosas y laicas demuestran que ello es posible.
Así pues, en la vida económica, y junto a actividades regidas por
compromisos contractuales (justicia conmutativa), deben existir
formas de redistribución guiadas por la política, además de otras
caracterizadas por el “espíritu del don.”
Hoy la economía global privilegia la primera lógica, pero cada vez es
más clara la necesidad hacer espacio para las otras dos: política y
don.
Capítulo III: Fraternidad, desarrollo
económico y sociedad civil (38)
Juan Pablo II en la Centesimus annus señaló la necesidad de
tomar en cuenta 3 instancias: mercado, estado y sociedad civil.
Consideró que la sociedad civil era el ámbito más apropiado
para una economía de la gratuidad.
El mundo globalizado necesita desarrollar tanto la gratuidad
como la democracia económica. Junto a la empresa privada,
orientada al beneficio, y los distintos tipos de empresa pública,
deben desarrollarse organizaciones con fines mutualistas y
sociales. Así daremos pasos para “civilizar la economía.”
Caridad en la verdad también significa desarrollar iniciativas
económicas sostenibles que vayan más allá de la lógica del
intercambio y del lucro como fin en sí mismo.
Capítulo III: Fraternidad, desarrollo
económico y sociedad civil (39)
El mundo global necesita una economía de mercado que incluya
a todos los pueblos, no solo a unos pocos.
Cuando la lógica del mercado y del estado se imponen de manera
exclusiva, se debilita la solidaridad. El “dar para recibir” de la
lógica de compraventa, y el “dar por deber” que impone la
lógica de lo público, no son suficientes. Es necesario abrir la
economía mundial a formas de actividad inspiradas por la
gratuidad y la comunión.
El binomio mercado-estado corroe la sociabilidad, mientras que
las formas de economía solidaria, promovidas desde la
sociedad civil o fuera de ella, fortalecen la sociabilidad. Tanto el
mercado como la política tienen necesidad de personas abiertas
al don recíproco.
Capítulo III: Fraternidad, desarrollo
económico y sociedad civil (40)
Se requieren cambios profundos en el modo de entender la empresa.
Las grandes empresas modernas se han despersonalizado: son
asociaciones anónimas sin arraigo territorial y ni siquiera nacional.
La deslocalización atenúa la responsabilidad del empresariado respecto
a trabajadores, proveedores, consumidores, medio ambiente, a favor
de los accionistas que pueden ser de cualquier parte del mundo. No
es lícito deslocalizar para explotar, sin aportar a la sociedad local el
desarrollo de un sólido sistema productivo y social.
En contraste, aumenta la conciencia de la “responsabilidad social” de la
empresa que, de acuerdo con la DSI, subraya que su gestión no puede
tener en cuenta únicamente el interés de los accionistas, sino de
todos los que son afectados por su actividad: trabajadores, clientes,
proveedores, comunidad de referencia…
Invertir tiene siempre un significado moral. Ante todo se ha de evitar
que el empleo de recursos financieros esté motivado por la
especulación, buscando el beneficio inmediato.
Capítulo III: Fraternidad, desarrollo
económico y sociedad civil (41)
La iniciativa empresarial debe ser cada vez más polivalente. Ser
empresario tiene un significado humano. Una economía al servicio
del “bien común” requiere enriquecer los significados de la iniciativa
empresarial, más allá de la distinción tradicional entre empresario
privado y público.
También la autoridad política necesita abrirse a nuevas reflexiones. La
sabiduría y la prudencia aconsejan no proclamar la desaparición del
Estado. Más bien, en el contexto global, una colaboración política de
los estados a nivel internacional parece cada vez más necesaria.
En algunos países, las ayudas económicas deberían ir acompañadas de
medidas que contribuyan a la regeneración institucional de los
sistemas constitucionales, jurídicos y administrativos, fortaleciendo
así las garantías del Estado de derecho.
La articulación adecuada de la autoridad política en los planos local,
nacional e internacional, es uno de los cauces privilegiados para
poder orientar la globalización económica, evitando que ésta mine de
hecho los fundamentos de la democracia.
Capítulo III: Fraternidad, desarrollo
económico y sociedad civil (42)
La globalización no es, en sí misma, ni buena ni mala. Será lo que
hagamos de ella. Si entendemos la globalización de manera fatalista
o determinista, perdemos la capacidad de orientarla.
En realidad se trata de una realidad humana que conviene discernir y
valorar éticamente como búsqueda de la unidad de la familia
humana, con una orientación personalista y comunitaria, abierta a la
trascendencia.
Podemos ser los protagonistas del proceso, y no sus víctimas. La
globalización será, o bien una oportunidad para avanzar en la
redistribución de la riqueza a escala planetaria, o tal vez ocasión para
incrementar las desigualdades.
Hasta la fecha, los países ricos han sido los más beneficiados del
proceso globalizador y, específicamente, de la liberalización de los
mercados de capitales y de trabajo. Es hora de lograr que la
globalización beneficie a todos, superando planteamientos
individualistas y utilitaristas, orientándola en términos de
relacionalidad, comunión y participación inclusiva.
Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos,
derechos y deberes, ambiente (43)
Muchos piensan hoy que no deben nada a nadie. Por eso es importante
reflexionar sobre los deberes que los derechos presuponen y sin los cuales
éstos se convierten en algo arbitrario.
Se observa hoy una profunda contradicción: mientras se reivindican supuestos
derechos arbitrarios, hay derechos elementales que se ignoran y violan en
gran parte de la humanidad. La exacerbación descontextualizada de los
derechos individuales conduce al olvido de los deberes. Los derechos
encuentran su sentido junto a los deberes, en un marco antropológico y
ético que los regula y los libera de su arbitrariedad.
Los deberes reclaman que los derechos sean defendidos y promovidos como
un compromiso al servicio del bien común. Cuando los derechos pierden su
carácter objetivo y se fundamentan en la decisión de una asamblea de
ciudadanos, pueden ser modificados a voluntad. Así se debilita en la
conciencia común el deber de respetarlos y promoverlos.
Compartir los deberes recíprocos moviliza mucho más a las personas que la
mera reivindicación de derechos.
Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos,
derechos y deberes, ambiente (44)
No es correcto creer que la primera causa del subdesarrollo sea el
aumento de la población. En los países ricos es preocupante la
disminución de la natalidad.
El verdadero desarrollo requiere que los valores humanos también se
respeten en el ejercicio de la sexualidad. La educación sexual no
puede ser una mera instrucción técnica que busque el control de la
natalidad. La sexualidad tiene un significado profundo que no se
debe negar.
La apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y
económica. La disminución de los nacimientos por debajo de un
nivel, debilita el capital humano y financiero de un país.
Es una necesidad social seguir proponiendo a las nuevas generaciones
la belleza de la familia y del matrimonio. Por eso los estados deben
establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de
la familia, cédula vital para la sociedad.
Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos,
derechos y deberes, ambiente (45)
La economía necesita de la ética para funcionar correctamente.
Hoy se habla mucho de “business ethics”, de certificaciones
éticas, de “responsabilidad social” de la empresa, de “fondos
éticos”, y se desarrollan los microcréditos como instrumentos
de finanzas éticas. Aunque muchos de estos procesos merecen
amplio apoyo, conviene elaborar criterios de discernimiento
válido para evitar abusos en la aplicación del adjetivo “ético.”
No solo las iniciativas especiales deben ser “éticas”. Conviene
esforzarse para que toda la economía y las finanzas sean éticas,
y lo sean, no por una etiqueta externa, sino porque se respetan
las exigencias de la naturaleza de estas actividades humanas.
Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos,
derechos y deberes, ambiente (46)
Respecto a la relación entre empresa y ética, la distinción entre
empresas de beneficio y organizaciones sin ánimo de lucro no abarca
toda la variedad existente. Se va ensanchando una amplia zona
intermedia:
Por un lado, las empresas tradicionales explicitan pactos y
compromisos sociales, y constituyen fundaciones.
Por otro lado están las iniciativas económicas promovidas por el Tercer
Sector y, junto a él, numerosas iniciativas que implican a los sectores
privado y público, las cuales, sin excluir el beneficio, lo consideran
como instrumento de objetivos humanos y sociales.
Es de desear que estas nuevas formas de empresa se promuevan en los
distintos países mediante marcos jurídicos y fiscales adecuados. Un
mayor pluralismo en las formas de empresa contribuirá a un
mercado más cívico y más competitivo.
Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos,
derechos y deberes, ambiente (47)
También en los países excluidos se debe potenciar esta variedad de
iniciativas empresariales.
Una gestión de ayudas para el desarrollo respetuosa con el principio de
subsidiaridad implica:
 Que en los países receptores se asuman las correspondientes
responsabilidades.
 Flexibilidad que permita adaptar los proyectos a las situaciones
concretas de cada lugar.
 Implicación de los agentes locales, auténticos protagonistas en la
planificación y en la ejecución.
 Las soluciones deben ser respetuosas con la vida de los pueblos y con
sus tradiciones.
Es necesario revisar los costos burocráticos de los organismos
internacionales dedicados a la gestión de cooperación internacional.
El objetivo es lograr una transparencia total en materia de costos de
gestión y resultados obtenidos.
Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos,
derechos y deberes, ambiente (48)
También la relación con el medio ambiente impone deberes. La
naturaleza, obra de Dios, debe ser utilizada respetando el equilibrio
de la creación.
Es contrario al auténtico desarrollo considerar la naturaleza como más
importante que la persona misma. Ello constituiría un nuevo
panteísmo. Pero tampoco es aceptable la actitud depredadora de
quien no respeta límites en el uso y la tecnificación del entorno
natural.
El ser humano interpreta y modela el ambiente natural mediante la
cultura, orientada a su vez por la libertad responsable iluminada por
la ley moral.
No podemos tomar hoy decisiones que destruyan el futuro. Los
proyectos de desarrollo deben respetar la solidaridad y la justicia
intergeneracional, atendiendo a las consecuencias de nuestras
acciones actuales.
Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos,
derechos y deberes, ambiente (49)
Se debe también atender a los problemas energéticos que plantea
hoy el desarrollo y particularmente a las diferencias enormes
en acceso a las fuentes de energía.
El control de estos recursos naturales, muchos de ellos en países
pobres, es fuente de tensiones y conflictos internacionales. Su
aprovechamiento debe ser mejor ordenado, contando con la
participación de los países pobres.
En materia de consumo energético es necesaria más solidaridad.
Los ricos deben disminuir su gasto. Se deben buscar energías
alternativas. Pero sobre todo hay que buscar la redistribución
del acceso planetario a los recursos energéticos.
Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos,
derechos y deberes, ambiente (50)
En nuestra tierra hay lugar y recursos para todos. Pero tenemos
una grave responsabilidad: dejar a las nuevas generaciones un
planeta habitable.
Hay que fortalecer una alianza entre el ser humano y el medio
ambiente. En ella deben trabajar los organismos
internacionales, asegurando que los costes económicos y
sociales se reconocen de manera transparente y son sufragados
por los que se benefician, y no por otros o por futuras
generaciones.
En todas estas materias es urgente la actuación conjunta de los
responsables internacionales con buena fe y espíritu de
solidaridad para con las regiones más débiles.
Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos,
derechos y deberes, ambiente (51)
Es necesario un “cambio de mentalidad” que nos lleve a adoptar nuevos estilos
de vida menos hedonistas y consumistas. Una solidaridad debilitada genera
daños ambientales. Y viceversa, la degradación ambiental debilita las
relaciones sociales.
Cuidar el desarrollo económico de los pobres es un modo de cuidar su entorno
natural. Igualmente la guerra es un enemigo del medio ambiente. El
acaparamiento de los recursos, especialmente del agua, puede generar
graves conflictos que hay que evitar mediante acuerdos pacíficos.
La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y debe, sobre todo,
proteger al ser humano contra la destrucción de sí mismo. Si respetamos la
“ecología humana”, también la ecología ambiental se beneficiará.
En la defensa de la naturaleza son importantes los incentivos económicos y la
formación. Pero la cuestión decisiva es la capacidad moral de la sociedad. El
libro de la naturaleza es indivisible: abarca la vida, la sexualidad, el
matrimonio, la familia, las relaciones sociales… en una palabra el desarrollo
humano integral. Los deberes con el ambiente están relacionados con los
que exige la persona en sí misma y su relación con los otros. No se pueden
exigir unos y pisotear otros.
Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos,
derechos y deberes, ambiente (52)
La verdad y el amor no son productos humanos, sino dones que
solo se pueden acoger. Su fuente última no es el ser humano,
sino Dios.
La vocación al desarrollo se inscribe en un plan que nos precede,
que se nos invita a acoger en libertad.
El amor y la verdad no son el resultado de deliberaciones
humanas sino la expresión de una realidad objetiva que nos
indica qué es el bien y en qué consiste nuestra felicidad. De este
modo, amor y verdad nos señalan el camino hacia el verdadero
desarrollo.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (53)
El desarrollo de los pueblos hacia una integración cada vez mayor
se realizará adecuadamente si pensamos nuestro mundo como
una sola familia humana.
Ello nos obliga a reflexionar sobre lo que significa “relación”. La
criatura humana se realiza en relaciones interpersonales, cuya
importancia es fundamental para nosotros.
Lo mismo vale para los pueblos. Igual que la comunidad familiar
no anula a las personas que la componen, del mismo modo la
familia humana no anula la diversidad de pueblos y culturas,
sino que los hace más transparentes, más unidos en el respeto a
su legítima diversidad.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (54)
La Trinidad es unidad relacional de personas diferentes. Dios nos
quiere asociar a esa realidad de comunión: “para que sean uno,
como nosotros somos uno” (Jn 17,22). La diferencia no
significa dispersión, sino complementariedad y
compenetración profunda.
Como el amor sacramental une a los esposos en una sola carne,
haciendo de dos diferentes una unidad relacional real,
análogamente la verdad une a los espíritus entre sí,
ayudándoles a pensar al unísono.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (55)
En nuestro mundo, algunas culturas de trasfondo religioso no
llevan al hombre a la comunión sino que lo aíslan en la
búsqueda del bienestar individual. Algunas propuestas de
grupos pequeños y el ambiente de sincretismo religioso
alimentado por la globalización, favorecen la dispersión y falta
de compromiso real con el desarrollo humano.
Por eso, aunque el desarrollo necesita de las religiones, se hace
necesario un adecuado discernimiento, basado en el criterio de
la caridad y la verdad, es decir, basado en el respeto a “todo el
hombre y todos los hombres.”
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (56)
Aunque se quiera negar, el discurso religioso tiene un papel
importante en el ámbito público: cultural, social y económico.
La DSI ha nacido para reivindicar la “carta de ciudadanía” de la
religión cristiana.
Evitando los excesos del fundamentalismo, la exclusión de la
religión del ámbito público empobrece la vida pública y la priva
de motivaciones éticas, haciendo que la política adquiera un
aspecto opresor y agresivo.
En el laicismo y el fundamentalismo se pierde la posibilidad de
un diálogo fecundo entre razón y fe religiosa. La razón necesita
ser purificada por la fe y esto vale también para la razón
política. A su vez, la religión necesita ser purificada por la
razón. La ruptura de este diálogo tiene graves costes para la
humanidad.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (57)
El gobierno de la globalización debe basarse en el principio de
subsidiaridad, expresión de la inalienable libertad humana.
La subsidiaridad es, ante todo, ayuda a la dignidad de la persona.
Reconocer que la reciprocidad forma parte de la constitución íntima
del ser humano, es el mejor antídoto contra cualquier forma de
asistencialismo paternalista.
La subsidiaridad es también principio muy valioso de organización de
la vida política. Afirma la pluralidad de sujetos, la necesidad de
múltiples niveles de articulación y la importancia de una adecuada
coordinación de todos ellos, priorizando la iniciativa de los grupos e
iniciativas locales.
Aunque la globalización necesita de una autoridad con poderes reales,
esa autoridad deberá estar organizada de modo subsidiario y con
división de poderes. Ello evitará la emergencia de peligrosos centros
universales de poder de tipo monocrático.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (58)
Subsidiaridad y solidaridad deben mantenerse íntimamente unidas. La
primera sin la segunda genera particularismo y división. La segunda
sin la primera resulta en asistencialismo humillante.
Determinadas ayudas al desarrollo contribuyen a mantener a los
pueblos en estado de dependencia. Para evitarlo se debe implicar a
los agentes locales, económicos y sociedad civil buscando una
integración de iniciativas cada vez mayor.
La ayuda más importante consistiría en facilitar la producción de
productos competitivos, su desarrollo comercial y venta en los
mercados internacionales, levantando injustas barreras arancelarias.
Un comercio internacional justo y equilibrado puede reportar
beneficios para todos. Con demasiada frecuencia las ayudas solo han
servido para crear mercados marginales, con escaso valor económico.
Debemos buscar la plena participación de los países pobres en la vida
económica internacional.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (59)
La cooperación al desarrollo, además de su dimensión
económica, debe ser ocasión para el encuentro cultural y
humano. Ello requiere:
a) De los países avanzados, que no confundan desarrollo
tecnológico con presunta superioridad cultural.
b) De los países en crecimiento, que permanezcan fieles a lo que
hay de verdaderamente humano en sus tradiciones, evitando
abrirse sin discernimiento a cualquier propuesta externa.
En todas las culturas se reflejan elementos de una ley moral
universal y en todas hay cosas que purificar y sombras que
despejar. La fe cristiana puede ayudar a que en ellas el
espíritu de solidaridad universal se vea fortalecido.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (60)
La ayuda al desarrollo es beneficiosa para todos, beneficiando
también a los que la prestan.
Los países desarrollados han de hacer lo posible por aumentar los
porcentajes de ayuda al desarrollo haciendo frente a
compromisos internacionales adquiridos. Eliminando
ineficiencias, derroches y rentas abusivas, se podrían
identificar recursos suficientes para este fin.
También ayudaría la llamada “subsidiaridad fiscal,” que
permitiría a los ciudadanos decidir sobre el destino de los
impuestos que pagan al estado. Así el estado ayudaría a
articular nuevas formas de solidaridad social.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (61)
Una urgencia prioritaria es seguir promoviendo una mayor
acceso a la educación que es algo más que mera instrucción.
Para educar es preciso conocer al ser humano, su naturaleza. La
extensión de una visión relativista de lo humano conlleva
problemas serios, particularmente en el ámbito de la educación
moral.
El fenómeno del turismo internacional ilustra estos riesgos:
puede ser factor de desarrollo económico y de enriquecimiento
cultural pero también convertirse en una forma de explotación
y degradación moral, como en el caso del turismo sexual. Sin
llegar a ese extremo, el turismo se plantea con frecuencia de
manera hedonista y consumista, sin ninguna pretensión de
favorecer encuentros entre personas y culturas.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (62)
Las migraciones, por sus dimensiones, constituyen un fenómeno
que plantea dramáticos desafíos culturales, económicos y
políticos a las comunidades nacionales y a la comunidad
internacional.
Ningún país, por sí solo, puede confrontar este fenómeno que
marca época. Es imprescindible la colaboración entre países de
procedencia y de destino, y el desarrollo de una normativa
internacional capaz de armonizar los diversos ordenamientos
legislativos nacionales.
Los trabajadores extranjeros no pueden ser tratados como
mercancía. Además de contribuir significativamente al
desarrollo del país receptor, son personas con derechos
humanos inalienables.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (63)
Existe una importante relación entre pobreza y desocupación. La
pobreza es a menudo consecuencia de la violación de la
dignidad del trabajo humano: desempleo, salarios injustos,
falta de mínima seguridad laboral. Juan Pablo II llamó a
constituir “una coalición mundial a favor del trabajo decente.”
Pero, ¿qué significa “decencia” en el ámbito laboral? El trabajo
debe ser expresión de la dignidad esencial de todo hombre o
mujer: un trabajo libremente elegido, que contribuya a la
comunidad, que evite discriminaciones, capaz de satisfacer las
necesidades de las familias, que permita la organización de los
trabajadores, compatible con el desarrollo personal y
espiritual, que asegure una jubilación digna.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (64)
Las organizaciones de trabajadores, siempre apoyadas por la
Iglesia, deben abrirse a nuevas perspectivas y afrontar nuevos
retos, entre ellos: la creciente importancia de la identidad
“consumidor” en detrimento de la de “trabajador”; la necesidad
de prestar mayor atención a los “no afiliados”; la urgencia de
tomar en cuenta a los trabajadores de países en vías de
desarrollo.
Responder a este último reto permitirá a las organizaciones
sindicales demostrar una vez más la motivación solidaria de
sus orígenes y su importante contribución al desarrollo.
Además las organizaciones sindicales seguirán siendo necesarias
para defender a los trabajadores explotados y no
representados, cuya amarga condición pasa desapercibida ante
los ojos distraídos de los sectores acomodados.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (65)
Tras la reciente crisis financiera, necesitamos reorientar las
finanzas para que vuelvan a ser instrumento de riqueza y
desarrollo para todos.
Toda la economía y las finanzas deben estar al servicio del
verdadero desarrollo. Específicamente se necesita regulación
capaz para evitar abusos y escandalosas especulaciones que
traicionan la confianza de los ahorradores.
También debemos experimentar con nuevas formas de finanzas
destinadas a favorecer proyectos de desarrollo. En concreto las
micro finanzas deben reforzarse y actualizarse para defender a
los más pobres de la usura y la desesperación.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (66)
Surge como nuevo poder político, el de los consumidores y sus
asociaciones. Comprar es siempre un acto moral y no sólo
económico. El consumidor tiene una responsabilidad social
específica.
En este ámbito es necesario abrir nuevas vías que fortalezcan
iniciativas existentes, como las cooperativas de consumo.
En materia de comercialización de productos provenientes de
áreas deprimidas, debemos promover iniciativas que
garanticen, no solo mayores márgenes de ganancia, sino
también mercados transparentes y mejoras en formación y
tecnología.
Es deseable un mayor protagonismo de los consumidores como
factor de democracia económica.
Capítulo V: La colaboración de la
familia humana (67)
Concretar el concepto de “familia de naciones” requiere una
reforma, tanto de la ONU como de la arquitectura económica y
financiera internacional, buscando dar una voz más eficaz a las
naciones pobres en las decisiones comunes.
Necesitamos una verdadera autoridad mundial que, en base a los
principios de subsidiaridad y de solidaridad, se comprometa en
la realización de un auténtico desarrollo humano integral
inspirado en los valores de la caridad en la verdad.
Esa autoridad requiere de una capacidad efectiva para cumplir su
función. Sin ella, el derecho internacional está condicionado a
los equilibrios de poder entre los países más fuertes.
Capítulo VI: El desarrollo de los
pueblos y la técnica (68)
El tema del desarrollo de los pueblos está íntimamente unido al
desarrollo de cada persona. Ese desarrollo personal se degrada
cuando cada uno pretende ser la norma de sí mismo.
Así como el desarrollo económico se malogra cuando se pone la
confianza en los prodigios de las finanzas, el desarrollo de los
pueblos también se degrada cuando se cree que la tecnología
puede resolverlo todo.
Evitando ilusiones prometeicas, hemos de fortalecer el aprecio
por una libertad ordenada según normas fundamentales de la
ley moral natural que Dios ha inscrito en su corazón.
Capítulo VI: El desarrollo de los
pueblos y la técnica (69)
Son particularmente preocupantes las consecuencias del
desarrollo tecnológico en el campo biológico.
La técnica es un hecho profundamente humano que confirma el
dominio del espíritu sobre la materia. Pero la técnica nunca es
sólo técnica porque también manifiesta quién es el ser humano
y cuáles son sus aspiraciones. La técnica se inserta en el
mandato de cultivar y custodiar la tierra (Gn 2,15).
Capítulo VI: El desarrollo de los
pueblos y la técnica (70)
El desarrollo tecnológico puede alimentar la idea de la
autosuficiencia, de una libertad absoluta, sin límites. Hoy
algunos pretenden sustituir las ideologías por la técnica,
transformándose ella misma en un poder ideológico.
La nueva mentalidad tecnocrática hace coincidir la verdad con lo
factible. Así se destruye el verdadero desarrollo que necesita
poder los medios técnicos al servicio de fines plenamente
humanos.
La técnica atrae porque promete liberar al ser humano de
limitaciones. Pero la libertad verdadera solo se logra cuando la
técnica se utiliza al servicio de objetivos concebidos desde la
responsabilidad moral. De ahí la necesidad de una formación
para un uso ético y responsable de la técnica.
Capítulo VI: El desarrollo de los
pueblos y la técnica (71)
Esta desviación de la mentalidad técnica de su originario cauce
humanista se traduce también en una consideración del desarrollo
como mera cuestión de ingeniería política y/o económica.
El problema es más complejo: el desarrollo no será posible sin hombres
rectos, sin operadores económicos y políticos que no sientan con
fuerza en su conciencia la llamada al bien común. Por ello, la
preparación profesional necesita también de una sólida conciencia
moral.
La ideología de la técnica confunde fines y medios: el empresario busca
el máximo beneficio; el político, la consolidación del poder; el
científico, el avance de sus descubrimientos.
Así aumentan los conocimientos técnicos pero estos no redundan en
beneficio de los países y poblaciones que viven al margen de esos
adelantos.
Capítulo VI: El desarrollo de los
pueblos y la técnica (72)
También la construcción de la paz es mucho más que un mero
producto de la técnica. Para que los esfuerzos de diálogo y
compromiso mutuo den frutos, es necesario que se sustenten
en valores fundamentales. Más específicamente, es muy
importante escuchar a las poblaciones afectadas para asumir
de manera adecuada sus expectativas.
Capítulo VI: El desarrollo de los
pueblos y la técnica (73)
El desarrollo tecnológico está afectando considerablemente a los
medios de comunicación social.
Muchos, al subrayar la naturaleza estrictamente técnica de esos
medios, están favoreciendo de hecho su subordinación a
intereses económicos. Otros los utilizan para imponer
parámetros culturales en función de sus proyectos de
dominación.
Necesitamos reflexionar sobre su influjo. Los medios de
comunicación pueden hacer una contribución muy positiva si
se centran en la promoción de la dignidad de las personas y de
los pueblos, buscando servir a la verdad, al bien y a la
fraternidad universal.
Capítulo VI: El desarrollo de los
pueblos y la técnica (74)
La bioética es hoy un campo crucial de confrontación cultural
entre el absolutismo técnico y la responsabilidad moral. La
cuestión de fondo es si el hombre es la medida de sí mismo o si
depende de Dios.
La racionalidad técnica centrada en sí misma se revela como
irracional porque niega la legitimidad de los debates sobre el
sentido y el valor.
Capítulo VI: El desarrollo de los
pueblos y la técnica (75)
Por eso hoy la cuestión social de Pablo VI se ha tornado una cuestión
radicalmente antropológica: no solo sabemos que podemos controlar el
entorno social; también queremos manipular la vida misma.
No debemos minimizar los escenarios inquietantes para el futuro del hombre,
promovidos por planteamientos culturales que niegan la dignidad humana.
Los nuevos desarrollos de tecnologías de fecundación, la manipulación de
embriones, la clonación e hibridación humana, generan la ilusión de que se
ha llegado ya a la raíz de la vida y ponen en el horizonte el peligro de una
sistemática planificación eugenésica de los nacimientos. Paralelamente se
abre paso una “mens eutanasica” que se cree capacitada para decidir
cuándo la vida es digna de ser vivida.
Esta indiferencia ante lo humano, explica también otras indiferencias.
Sorprende la selección arbitraria de aquello que hoy se propone como digno
de respeto: muchos se escandalizan por cosas secundarias mientras parecen
estar dispuestos a tolerar injusticias inauditas, ajenos completamente desde
su situación de privilegio al sufrimiento de los pobres.
Capítulo VI: El desarrollo de los
pueblos y la técnica (76)
El tecnicismo tiende también a reducir la vida interior a lo psicológico o
incluso a lo meramente neurológico. En este esquema la salud
personal es un mero bienestar emotivo.
La cuestión del desarrollo tiene mucho que ver con nuestro concepto
sobre el alma del ser humano. Y la solución de los problemas
detectados tiene mucho que ver con la mejora de nuestra salud
espiritual.
Lejos de Dios, el hombre está inquieto y se hace frágil. Numerosas
alineaciones y neurosis en las sociedades opulentas tienen su origen
en causas espirituales. Las nuevas formas de esclavitud, como la
droga, también encuentran aquí su explicación.
No hay desarrollo pleno sin desarrollo del bien espiritual y moral de las
personas, consideradas en su totalidad como alma y cuerpo.
Capítulo VI: El desarrollo de los
pueblos y la técnica (77)
La técnica absolutiza la materia. Sin embargo, todos tenemos
experiencia de muchos aspectos inmateriales y espirituales en
nuestra vida. Todo conocimiento, hasta el más simple, es un
pequeño prodigio; en cada gesto de amor recibido, hay siempre
algo que nos sorprende. En estas vivencias, el alma humana
experimenta un “más” que apunta a un don recibido.
Para no perder esta capacidad de “sorprendernos”, de
admirarnos, necesitamos ojos nuevos y un corazón nuevo que
superen la visión materialista de los acontecimientos humanos
y que nos abran a ese “algo más” que la técnica no puede
ofrecer.
Conclusión (78)
“Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5). “Yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el final del mundo (Mt 28,20). Ante el
ingente trabajo ante nosotros, la fe en la presencia de Dios nos
sostiene. En esta clave el humanismo cristiano es una fuerza
poderosa al servicio del desarrollo, capaz de vivificar la caridad
y dejarse guiar por la verdad.
Por el contrario, la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo
ateo, se presentan como uno de los mayores obstáculos para el
desarrollo. El humanismos que excluye a Dios es inhumano.
El amor de Dios nos libera de las modas y nos invita a salir de lo
que es limitado, nos da valor para trabajar y seguir en busca del
bien de todos, incluso cuando nuestras realizaciones sean
menos de lo que anhelamos.
Conclusión (79)
El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia
Dios en oración, cristianos convencidos de que el desarrollo
auténtico no es un logro sino un don.
El desarrollo necesita corazones de carne y no de piedra (Ez
36,26). Por eso supone atención a la vida espiritual, confianza
en la providencia y en la misericordia divina, capacidad de
amor y de perdón, renuncias a uno mismo, acogida al prójimo,
sacrificios por la justicia y por la paz.
En definitiva, nuestro anhelo es que toda la familia humana
pueda invocar a Dios como “Padre nuestro,” y hacer así verdad
el contenido de la oración de Jesús.

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Caritas inveritate

  • 1. CARITAS IN VERITATE Benedicto XVI Encíclica Social 29 de junio 2009 Resumen elaborado por Joseba Segura
  • 2. Nota del autor del resumen Este resumen tiene como finalidad facilitar la difusión en idioma castellano de la Encíclica “Caritas in Veritate”, dada la longitud del documento y la densidad de algunas de sus partes. El criterio para su elaboración ha sido doble: 1. Se ha buscado presentar los contenidos fundamentales utilizando formulaciones claras y comprensibles, pero manteniendo en lo posible la fidelidad al texto original. 2. Se ha buscado realizar un resumen comprehensivo, evitando omitir contenidos esenciales. Por eso esta presentación no es breve. Caben otras versiones más reducidas y sencillas. Confiamos en que el trabajo realizado sea un buen punto de partida para realizar las adaptaciones que distintos grupos y usuarios puedan requerir. Cada diapositiva resume un número del documento original. Este procedimiento facilita la consulta del texto de referencia cuando se quiera contextualizar y/o ampliar las ideas que aquí se recogen.
  • 3. Introducción (1) La caridad en la verdad es la fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El amor (caridad) es una fuerza esencial en la vida personal y comunitaria. La verdad es el proyecto de Dios para cada uno y para el conjunto de la humanidad. Todos los seres humanos sienten el impulso a amar de manera auténtica. Amor y verdad son una vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada persona. Cristo purifica y libera ese impulso de sus limitaciones y contradicciones. En Jesús se desvela plenamente el proyecto de amor verdadero que Dios ha preparado para nosotros.
  • 4. Introducción (2) La caridad, para con Dios y con el prójimo, es la referencia esencial de la Doctrina Social de la Iglesia. Para la Iglesia y para la vida cristiana, la caridad lo es todo porque “Dios es amor” (“Deus Caritas Est”, 1Jn 4,8.16). La caridad no solo es relevante en el ámbito de las micro- relaciones (amistades, familia, pequeño grupo); también tiene importantes consecuencias para la vida política y social. Especialmente en los ámbitos macro (social, jurídico, cultural, político y económico) la caridad es un concepto controvertido que muchos no valoran e incluso rechazan como confuso y/o irrelevante. Necesitamos recuperarlo. Pero para conseguirlo, debemos practicar la caridad a la luz de la verdad, mostrando su importancia para orientar la organización de la vida social.
  • 5. Introducción (3) La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad. Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo, el amor se torna envoltorio vacío, a rellenar según el gusto de cada cual. Este es el riesgo fatal del amor en una cultura relativista: convertirse en una palabra abusada y distorsionada, adaptable a modas y opiniones cambiantes. La verdad libera a la caridad de una emotividad de corto alcance, y la abre a la dimensión relacional, pública y social de la fe.
  • 6. Introducción (4) La verdad es “logos” que crea “dia-logos.” La verdad crea la posibilidad del diálogo, más allá del subjetivismo y del relativismo, permitiendo buscar el valor y la substancia de las cosas. Un cristianismo de caridad sin verdad se confunde con una reserva de buenos sentimientos, bellos pero marginales. Sin verdad, la caridad queda relegada al ámbito de las relaciones privadas. Queda excluida del proyecto de construir un desarrollo humano de alcance universal.
  • 7. Introducción (5) La caridad es don de Dios, es gracia (“charis”). Los seres humanos que reciben ese don, son llamados a comunicarlo, a tejer redes de caridad. La doctrina social de la Iglesia (DSI) responde a esa dinámica de caridad recibida y ofrecida. La DSI es anuncio de la caridad en la verdad. Sin verdad, sin amor por lo verdadero, no hay conciencia ni responsabilidad social. Así la vida pública queda a merced de intereses privados y de lógicas de poder.
  • 8. Introducción (6) Sobre el principio de “Caritas in veritate,” la DSI define orientaciones morales para la organización de la vida social. Aquí recordamos dos esenciales: 1. La promoción de la justicia: caridad y justicia son inseparables. La caridad exige la justicia porque es su medida mínima. Pero la caridad supera la justicia y la completa con la lógica de la entrega y del perdón. La “ciudad humana” no se construye sólo sobre relaciones basadas en derechos y deberes. Necesita el impulso de la gratuidad, de la misericordia y de la comunión. Esa es la fuerza de la caridad, que otorga valor teologal y salvífico al compromiso por la justicia en el mundo.
  • 9. Introducción (7) 2. La búsqueda del bien común. Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por lograrlo. El bien común es el bien de la comunidad social. Buscar el bien común es exigencia de justicia y de caridad. Ello supone cuidar y utilizar las mediaciones institucionales (jurídicas, civiles, políticas y culturales) a través de las cuales se ordena y desarrolla la sociedad. Trabajar esta vía institucional es actuar en la historia humana preparando el desarrollo de una ciudad humana cada vez más universal. En un mundo global, la búsqueda del bien común tiene una dimensión universal abarcando a toda la familia humana. Esta búsqueda se torna anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barreras.
  • 10. Introducción (8) Esta encíclica rinde homenaje y actualiza los contenidos de la que hace más de 40 años publicó Pablo VI, titulada “Populorum progressio,” sobre el desarrollo humano integral de los pueblos. Así se continúa el trabajo de actualización iniciado por Juan Pablo II en su encíclica “Sollicitudo rei socialis,” que conmemoraba los 20 años de su publicación. La “Populorum progressio” ha sido llamada <la “Rerum novarum” de la época contemporánea>, porque es la primera encíclica que asume el reto de iluminar el camino de una humanidad en proceso de unificación.
  • 11. Introducción (9) La progresiva globalización de nuestro mundo no puede ser solo dirigida por la técnica. Necesita el impulso y orientación ética del “amor en la verdad”. Sólo con una caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, se podrá lograr un desarrollo realmente humano. Para la Iglesia, la defensa de la verdad es irrenunciable. Aunque no le corresponda ofrecer soluciones técnicas, debe garantizar que la verdad del ser humano, de su dignidad y de su vocación, reciben la atención que merecen. Ser fieles al ser humano supone ser fieles a la verdad, que es la única garantía de libertad y la posibilidad de un desarrollo humano integral.
  • 12. Capítulo I: El mensaje de la Populorum progressio (10) Iniciamos la relectura de la PP, en el contexto del magisterio específico de Pablo VI y, más en general, en la tradición de la Doctrina Social de la Iglesia. Hoy el contexto internacional ha cambiado y por eso hemos de valorar el significado de aquellas reflexiones en una nueva situación. El marco de referencia de este documento es, como en cualquier otra reflexión eclesial, la Tradición de la fe apostólica. En ella encuentran estos pensamientos sus raíces y su significación profunda.
  • 13. Capítulo I: El mensaje de la Populorum progressio (11) El Concilio Vaticano II afirmó que la Iglesia, estando al servicio de Dios, está también al servicio del mundo. Partiendo de esta visión, Pablo VI afirma en PP dos cosas: 1. La Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad, tiende a promover el desarrollo integral del ser humano. 2. El auténtico desarrollo humano concierne a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones. Esta integralidad exige específicamente una visión trascendente de la persona. El desarrollo sin Dios, no es verdadero desarrollo.
  • 14. Capítulo I: El mensaje de la Populorum progressio (12) No hay dos tipos de doctrina social, una preconciliar y otra postconciliar. Hay una única enseñanza que se va desarrollando, adaptada a nuevas circunstancias. Es legítimo señalar los acentos de cada Encíclica, pero sin perder nunca de vista la coherencia de todo el cuerpo doctrinal. La PP, como el resto de la doctrina social, se construye sobre el fundamento transmitido por los Apóstoles a los Padres de la Iglesia, actualizando contenidos esenciales de la fe aplicándolos a nuevas situaciones.
  • 15. Capítulo I: El mensaje de la Populorum progressio (13) La PP enlaza además estrechamente con el conjunto del magisterio de Pablo VI, quién:  reafirmó la importancia del Evangelio para iluminar la búsqueda de una sociedad libre y justa.  entendió que la cuestión social se había hecho global.  valoró el impulso hacia esa unificación mundial como la oportunidad de construir una sola familia humana.  sitúo la apuesta por el desarrollo en el corazón del mensaje social cristiano.
  • 16. Capítulo I: El mensaje de la Populorum progressio (14) En su encíclica Octogesima adveniens (1973) Pablo VI reflexionó sobre la política y el peligro que representaban las visiones utópicas e ideológicas, potencialmente inhumanas. Lamentablemente las ideologías negativas surgen una y otra vez. Pablo VI ya nos puso en guardia sobre la ideología tecnocrática. En sí misma la técnica no es ni buena ni mala. Necesita la orientación de la ética para ponerse al servicio de fines humanistas. La Iglesia se opone, tanto a quienes consideran el progreso técnico como la solución de nuestros problemas, como a quienes lo rechazan y sueñan con retornar a un estado puro de naturaleza originario.
  • 17. Capítulo I: El mensaje de la Populorum progressio (15) Otros dos documentos de Pablo VI, sin ser propiamente doctrina social, ayudan a entender el sentido pleno de desarrollo que propone la Iglesia.  La Humanae vitae (1968) subraya los fuertes vínculos existentes entre la ética de la vida (en el ámbito personal y familiar) y la ética social. Inaugura así una temática que Juan Pablo II desarrolla en su Evangelium vitae.  La Evangelii nuntiandi (1975) afirma que “entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes.” Queda así claro que el testimonio de la caridad de Cristo, concretado en obras de justicia, paz y desarrollo, forma parte de la tarea evangelizadora.
  • 18. Capítulo I: El mensaje de la Populorum progressio (16-17) Para Pablo VI, el progreso es ante todo una vocación. Ello implica que el desarrollo: (a) nace de una llamada trascendente; (b) no puede darse un significado último a sí mismo. La vocación es una llamada que requiere una respuesta libre y responsable. Aunque no existe la libertad perfecta, el desarrollo humano integral presupone la libertad responsable de las personas y de los pueblos. Ninguna estructura puede garantizar ese desarrollo al margen de la responsabilidad humana. Los mesianismos que niegan esa dimensión, acaban oprimiendo al ser humano. Las estructuras políticas y económicas son importantes pero en el fondo no son sino instrumentos de la libertad humana.
  • 19. Capítulo I: El mensaje de la Populorum progressio (18) Además de la libertad, el desarrollo humano entendido como vocación exige que se respete la verdad. ¿Qué significa “ser más”? Para Pablo VI, ante todo, el verdadero desarrollo “debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre.” La verdad del desarrollo consiste en su totalidad: si no es de todo el hombre y de todos los hombres, no es verdadero desarrollo. El desarrollo humano integral tiene una dimensión natural y otra sobrenatural. Cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, su “finalidad” y el “bien”, se debilita.
  • 20. Capítulo I: El mensaje de la Populorum progressio (19-20) Finalmente, entender el desarrollo humano como vocación comporta que su centro sea la caridad. La causa de la ausencia de desarrollo no es la escasez de medios materiales sino una voluntad y un pensamiento que se desentienden de los deberes de la solidaridad. En el fondo está la ausencia de espíritu fraterno entre los hombres y los pueblos. La globalización nos hace más cercanos, pero no más hermanos. La razón, por sí sola, nunca va a conseguir fundar la fraternidad. Esta nace de una llamada de Dios, Padre de toda la familia humana, que nos enseña en su Hijo el significado de una caridad sin barreras, de un amor universal. PP insiste en la urgencia de las reformas. Esta urgencia se explica por lo que está en juego: la necesidad de alcanzar la auténtica fraternidad que exige la caridad en la verdad.
  • 21. Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo (21) Pablo VI entendía por “desarrollo de los pueblos” la superación del hambre, la miseria, las enfermedades endémicas y el analfabetismo. Ello significaba oportunidades económicas, desarrollo de sociedades solidarias con buen nivel de formación y regímenes políticos capaces de asegurar la libertad y la paz. ¿Hasta qué punto se han cumplido las expectativas de Pablo VI? Aunque han existido logros importantes, el desarrollo ha estado y está aún aquejado por desviaciones y problemas dramáticos: tecnología incontrolada, actividades financieras especulativas y desestabilizadoras, depredación del medio ambiente, desequilibrios internacionales que generan imponentes flujos migratorios… La crisis actual es ocasión para discernir un nuevo modelo de desarrollo. Necesitamos una nueva síntesis humanista, una profunda renovación cultural que nos permita redescubrir valores de fondo.
  • 22. Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo (22) Los problemas del desarrollo son múltiples y no deberían simplificarse o ser ideológicamente caricaturizados. Señalamos algunos de ellos:  La riqueza mundial ha crecido mucho desde la publicación de la PP pero también lo han hecho las desigualdades, tanto entre países como dentro de muchos de ellos.  Hay corrupción e ilegalidad, tanto en los países ricos como en los pobres.  Los derechos humanos de los trabajadores se debilitan en un sistema productivo cada vez más global.  La ayuda internacional al desarrollo no se utiliza adecuadamente.  Los países ricos interpretan rígidamente y en su beneficio el derecho a la propiedad intelectual, especialmente en el ámbito de la salud.  Las culturas débiles sufren bajo el rodillo de las más fuertes.
  • 23. Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo (23-24) El desarrollo económico y tecnológico no es suficiente. Debe ser auténtico e integral. El mundo de Pablo VI estaba mucho menos integrado que el actual. Economía y política funcionaban en un ámbito estatal. La actividad productiva y financiera estaba menos globalizada de modo que la política estatal tenía más capacidad de gobernar el curso de la economía. Hoy el nuevo contexto económico-comercial y financiero internacional, limita mucho la capacidad de los estados nacionales. Sin embargo, la última crisis económica ha contribuido a revalorizar la importancia de esos poderes públicos y la necesidad de que ejerzan funciones orientadoras y reguladoras de la actividad económica.
  • 24. Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo (25) La globalización de los mercados ha debilitado las redes de seguridad social, incluso en los países ricos, resultando en un grave peligro para los derechos de los trabajadores, para los derechos del hombre y para las redes tradicionales de solidaridad en el Estado social. Políticas restrictivas del gasto social, a veces promovidas por las instituciones financieras internacionales, contribuyen a dejar a la ciudadanía sin redes de protección ante crisis presentes y futuras. Las organizaciones sindicales tienen mayores dificultades para defender los intereses de los trabajadores, también porque los gobiernos limitan a menudo las libertades sindicales. La movilidad y la desregulación laboral, generan incertidumbre sobre el futuro personal, inestabilidad sicológica y situaciones de grave deterioro humano. Queremos recordar que el “primer capital que se ha de salvaguardar es el hombre, la persona en su integridad, centro y fin de la actividad económica.”
  • 25. Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo (26) En el plano cultural, los cambios han sido todavía más profundos. Hoy la posibilidad de interacción entre culturas es mucho mayor, generándose espacios de diálogo intercultural. Se observa, sin embargo, una progresiva mercantilización de los intercambios culturales con un doble riesgo: a) Eclecticismo cultural y relativismo que concibe a las culturas como substancialmente equivalentes o intercambiables. Ello dificulta el diálogo cultural auténtico. b) Rebajar la importancia de las diferencias culturales, buscando homologar comportamientos y estilos de vida. Así se pierde el sentido profundo de la cultura, que siempre orienta a la persona en aspectos fundamentales de la existencia.
  • 26. Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo (27) En muchos países pobres persiste el grave problema del hambre. “Dar de comer al hambriento” sigue siendo un imperativo ético para todos los seguidores de Cristo. El hambre no resulta de la escasez material, sino del mal funcionamiento del sistema institucional que debería ser capaz de resolver estos problemas. La lucha contra la inseguridad alimentaria en los países de desarrollo debe abordarse a largo plazo, eliminando las causas estructurales que la provocan, promoviendo un desarrollo agrícola apropiado en los países más pobres, implicando a los países y comunidades protagonistas, utilizando preferiblemente recursos locales para asegurar la sostenibilidad de las acciones. En este marco tampoco debe descuidarse una reforma agraria ecuánime. El derecho a la alimentación y al agua son esenciales para garantizar otros derechos, ante todo el derecho a la vida. Debe madurar una conciencia que los considere como derechos universales, sin distinciones ni discriminaciones.
  • 27. Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo (28) En el desarrollo actual adquiere cada vez más relieve el “respeto a la vida”. La pobreza no sólo provoca un alto índice de mortalidad infantil. Algunos gobiernos persisten en prácticas de control demográfico (contracepción, aborto) mientras en los países desarrollados se difunde una mentalidad antinatalista que buscan transmitir a otros estados. También preocupa los avances en el apoyo y reconocimiento legal de la eutanasia. En ocasiones las ayudas al desarrollo se condicionan a políticas de fuerte control de la natalidad. La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo. En ella se forjan energías morales para la ayuda recíproca y la solidaridad ante los pobres. Sin apertura a la vida se pierde sensibilidad social y aumenta el egoísmo en las ideas y en las conductas.
  • 28. Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo (29) También el derecho a la libertad religiosa está muy unido al desarrollo. Algunas manifestaciones de fundamentalismo religioso violento frenan el desarrollo auténtico e impiden la evolución hacia un mayor bienestar económico y espiritual. Sin embargo, la promoción programada de la indiferencia religiosa o del ateísmo práctico va contra el verdadero desarrollo que, para ser auténtico, debe estar abierto a Dios. El ser humano no es el resultado del azar en un universo casual. Cuando el estado promueve, enseña o incluso impone formas de ateísmo práctico, priva a los ciudadanos de la fuerza moral y espiritual indispensable para comprometerse con la defensa de la dignidad humana y el desarrollo humano integral. Este es el daño que el “superdesarrollo” produce cuando va acompañado de “subdesarrollo moral”. Algunos países ricos buscan, además, exportar su visión limitada a los países pobres.
  • 29. Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo (30) Para abordar el desarrollo hoy es imprescindible un trabajo interdisciplinar entre los diferentes ámbitos del saber humano. El saber no es sólo inteligencia, cálculo y experimentación. Sin caridad, el saber es ciego y humanamente estéril. La caridad en la verdad debe reconocer la competencia específica de cada ámbito de saber, dialogando con la economía, con la política, con las culturas desde el primer momento. Pero el saber humano es insuficiente y las ciencias, por sí solas, no pueden indicar la vía hacia el desarrollo integral del ser humano. Hay que buscar más allá: lo exige la caridad en la verdad. Pero esa búsqueda no puede prescindir de las conclusiones de la razón. No existe la inteligencia y después el amor. Existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor.
  • 30. Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo (31) Así pues, valoración moral e investigación científica deben crecer juntas, animadas por la caridad en una relación interdisciplinar armónica. La DSI juega aquí una importante función sapiencial porque es espacio de diálogo entre la fe, la filosofía y las ciencias. Pablo VI subrayó como una causa del subdesarrollo, la falta de un pensamiento sabiamente integrado, de una síntesis con capacidad orientadora. La excesiva sectorización del saber, no solo debilita su desarrollo, sino también el desarrollo de los pueblos, porque se pierde la perspectiva de un bien integral para el ser humano.
  • 31. Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo (32) Hoy, nuevos problemas requieren nuevas soluciones que se han de buscar a la luz de una visión integral del ser humano. En concreto, los requisitos de la justicia requieren buscar como prioridad el objetivo del acceso al trabajo digno para todos. Se debe evitar, así mismo, el aumento de las diferencia sociales en el interior de los países porque, además de erosionar la cohesión social, esas diferencias acaban teniendo un impacto económico negativo. Los costes humanos son siempre costes económicos. Es importante tomar en cuenta las consecuencias económicas y sociológicas a largo plazo de decisiones actuales. Debilitar los derechos de los trabajadores y descuidar los mecanismos de redistribución a fin de ganar en competitividad, impiden consolidar un desarrollo duradero. Por eso, las consideraciones económicas a corto, incluso a cortísimo plazo, son peligrosas. Es necesaria una “nueva y más profunda reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines”. Lo exige la salud ecológica del planeta, y la crisis cultural y moral del hombre.
  • 32. Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo (33) 40 años después de la PP, el “progreso” sigue constituyendo un problema abierto. Aunque algunos países pobres han mejorado, otros siguen con los mismos problemas. Pablo VI señalo alguna causa: por ejemplo, los altos aranceles impuestos por los países ricos a la importación de productos de los pobres. Otras causas, entonces solo esbozadas, han adquirido mayor relieve: la descolonización ha dado paso a nuevas formas de colonialismo y dependencia, acompañada por grave irresponsabilidad interna en los países que formalmente se independizaron. La novedad principal ha sido el estallido de la interdependencia planetaria o “globalización.” Esta tendencia constituye una gran oportunidad. Pero sin la guía de la caridad en la verdad, este impulso puede resultar en daños y nuevas divisiones en la familia humana.
  • 33. Capítulo III: Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil (34) La gratuidad está presente en la vida humana de muchas maneras, pero el hombre moderno tiende erróneamente a pensar que puede ser autónomo, que es la única referencia de sí mismo, de su vida y de la sociedad. Creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí solo el mal de la historia lleva a confundir felicidad y salvación con formas de bienestar material y acción social muy limitadas. Esta confusión se manifiesta particularmente en la exigencia de una economía autónoma, no sujeta a limitaciones de orden moral, resultando en comportamientos destructivos. La caridad y la verdad son dones recibidos. La comunidad humana sin referencia a esos dones, no podrá ser plenamente fraterna, ni aspirar a superar fronteras y convertirse en verdaderamente universal. Por eso, el desarrollo económico, social y político, si quiere ser humano, necesita dar espacio al principio de gratuidad, expresión de fraternidad.
  • 34. Capítulo III: Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil (35) El mercado facilita los intercambios de bienes y servicios en la comunidad. Esta sujeto a los principios de “justicia conmutativa” que regula las obligaciones entre las partes que utilizan el contrato como norma de sus relaciones. Pero la DSI siempre ha subrayado la importancia complementaria de la “justicia distributiva” y de la “justicia social.” El mercado, para funcionar bien, necesita “cohesión social.” Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no cumple bien su función económica. Hoy esa confianza ha fallado y esto es grave. Los pobres no son un “fardo.” Es erróneo creer que la economía necesita estructuralmente de una cuota de pobreza y subdesarrollo para funcionar mejor.
  • 35. Capítulo III: Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil (36) La lógica mercantil no puede resolver los problemas sociales. Debe ordenarse al logro del bien común, responsabilidad de la política. Por eso, separar economía y política genera graves desequilibrios. El mercado, como cualquier instrumento, es, en sí mismo, neutro. Puede ser utilizado para que el fuerte avasalle al débil pero no necesariamente debe ser así. Los reproches no los merece el instrumento, sino el hombre, su conciencia moral y su responsabilidad personal y social. También en la actividad económica, y no “después” o fuera de ella, se pueden vivir relaciones auténticamente humanas. El gran desafío hoy consiste en mostrar que en la actividad económica hay espacio, no solo para la ética, la transparencia y la honestidad, sino también para la gratuidad.
  • 36. Capítulo III: Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil (37) La justicia y la moral afectan a todas las fases de la actividad económica: obtención de recursos, financiación, producción, consumo… Para ilustrar la relevancia de la ética es necesario que el mercado dé cabida a sujetos económicos movidos por principios distintos que el mero beneficio, sin renunciar a producir valor. Muchas iniciativas religiosas y laicas demuestran que ello es posible. Así pues, en la vida económica, y junto a actividades regidas por compromisos contractuales (justicia conmutativa), deben existir formas de redistribución guiadas por la política, además de otras caracterizadas por el “espíritu del don.” Hoy la economía global privilegia la primera lógica, pero cada vez es más clara la necesidad hacer espacio para las otras dos: política y don.
  • 37. Capítulo III: Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil (38) Juan Pablo II en la Centesimus annus señaló la necesidad de tomar en cuenta 3 instancias: mercado, estado y sociedad civil. Consideró que la sociedad civil era el ámbito más apropiado para una economía de la gratuidad. El mundo globalizado necesita desarrollar tanto la gratuidad como la democracia económica. Junto a la empresa privada, orientada al beneficio, y los distintos tipos de empresa pública, deben desarrollarse organizaciones con fines mutualistas y sociales. Así daremos pasos para “civilizar la economía.” Caridad en la verdad también significa desarrollar iniciativas económicas sostenibles que vayan más allá de la lógica del intercambio y del lucro como fin en sí mismo.
  • 38. Capítulo III: Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil (39) El mundo global necesita una economía de mercado que incluya a todos los pueblos, no solo a unos pocos. Cuando la lógica del mercado y del estado se imponen de manera exclusiva, se debilita la solidaridad. El “dar para recibir” de la lógica de compraventa, y el “dar por deber” que impone la lógica de lo público, no son suficientes. Es necesario abrir la economía mundial a formas de actividad inspiradas por la gratuidad y la comunión. El binomio mercado-estado corroe la sociabilidad, mientras que las formas de economía solidaria, promovidas desde la sociedad civil o fuera de ella, fortalecen la sociabilidad. Tanto el mercado como la política tienen necesidad de personas abiertas al don recíproco.
  • 39. Capítulo III: Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil (40) Se requieren cambios profundos en el modo de entender la empresa. Las grandes empresas modernas se han despersonalizado: son asociaciones anónimas sin arraigo territorial y ni siquiera nacional. La deslocalización atenúa la responsabilidad del empresariado respecto a trabajadores, proveedores, consumidores, medio ambiente, a favor de los accionistas que pueden ser de cualquier parte del mundo. No es lícito deslocalizar para explotar, sin aportar a la sociedad local el desarrollo de un sólido sistema productivo y social. En contraste, aumenta la conciencia de la “responsabilidad social” de la empresa que, de acuerdo con la DSI, subraya que su gestión no puede tener en cuenta únicamente el interés de los accionistas, sino de todos los que son afectados por su actividad: trabajadores, clientes, proveedores, comunidad de referencia… Invertir tiene siempre un significado moral. Ante todo se ha de evitar que el empleo de recursos financieros esté motivado por la especulación, buscando el beneficio inmediato.
  • 40. Capítulo III: Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil (41) La iniciativa empresarial debe ser cada vez más polivalente. Ser empresario tiene un significado humano. Una economía al servicio del “bien común” requiere enriquecer los significados de la iniciativa empresarial, más allá de la distinción tradicional entre empresario privado y público. También la autoridad política necesita abrirse a nuevas reflexiones. La sabiduría y la prudencia aconsejan no proclamar la desaparición del Estado. Más bien, en el contexto global, una colaboración política de los estados a nivel internacional parece cada vez más necesaria. En algunos países, las ayudas económicas deberían ir acompañadas de medidas que contribuyan a la regeneración institucional de los sistemas constitucionales, jurídicos y administrativos, fortaleciendo así las garantías del Estado de derecho. La articulación adecuada de la autoridad política en los planos local, nacional e internacional, es uno de los cauces privilegiados para poder orientar la globalización económica, evitando que ésta mine de hecho los fundamentos de la democracia.
  • 41. Capítulo III: Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil (42) La globalización no es, en sí misma, ni buena ni mala. Será lo que hagamos de ella. Si entendemos la globalización de manera fatalista o determinista, perdemos la capacidad de orientarla. En realidad se trata de una realidad humana que conviene discernir y valorar éticamente como búsqueda de la unidad de la familia humana, con una orientación personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia. Podemos ser los protagonistas del proceso, y no sus víctimas. La globalización será, o bien una oportunidad para avanzar en la redistribución de la riqueza a escala planetaria, o tal vez ocasión para incrementar las desigualdades. Hasta la fecha, los países ricos han sido los más beneficiados del proceso globalizador y, específicamente, de la liberalización de los mercados de capitales y de trabajo. Es hora de lograr que la globalización beneficie a todos, superando planteamientos individualistas y utilitaristas, orientándola en términos de relacionalidad, comunión y participación inclusiva.
  • 42. Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente (43) Muchos piensan hoy que no deben nada a nadie. Por eso es importante reflexionar sobre los deberes que los derechos presuponen y sin los cuales éstos se convierten en algo arbitrario. Se observa hoy una profunda contradicción: mientras se reivindican supuestos derechos arbitrarios, hay derechos elementales que se ignoran y violan en gran parte de la humanidad. La exacerbación descontextualizada de los derechos individuales conduce al olvido de los deberes. Los derechos encuentran su sentido junto a los deberes, en un marco antropológico y ético que los regula y los libera de su arbitrariedad. Los deberes reclaman que los derechos sean defendidos y promovidos como un compromiso al servicio del bien común. Cuando los derechos pierden su carácter objetivo y se fundamentan en la decisión de una asamblea de ciudadanos, pueden ser modificados a voluntad. Así se debilita en la conciencia común el deber de respetarlos y promoverlos. Compartir los deberes recíprocos moviliza mucho más a las personas que la mera reivindicación de derechos.
  • 43. Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente (44) No es correcto creer que la primera causa del subdesarrollo sea el aumento de la población. En los países ricos es preocupante la disminución de la natalidad. El verdadero desarrollo requiere que los valores humanos también se respeten en el ejercicio de la sexualidad. La educación sexual no puede ser una mera instrucción técnica que busque el control de la natalidad. La sexualidad tiene un significado profundo que no se debe negar. La apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica. La disminución de los nacimientos por debajo de un nivel, debilita el capital humano y financiero de un país. Es una necesidad social seguir proponiendo a las nuevas generaciones la belleza de la familia y del matrimonio. Por eso los estados deben establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia, cédula vital para la sociedad.
  • 44. Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente (45) La economía necesita de la ética para funcionar correctamente. Hoy se habla mucho de “business ethics”, de certificaciones éticas, de “responsabilidad social” de la empresa, de “fondos éticos”, y se desarrollan los microcréditos como instrumentos de finanzas éticas. Aunque muchos de estos procesos merecen amplio apoyo, conviene elaborar criterios de discernimiento válido para evitar abusos en la aplicación del adjetivo “ético.” No solo las iniciativas especiales deben ser “éticas”. Conviene esforzarse para que toda la economía y las finanzas sean éticas, y lo sean, no por una etiqueta externa, sino porque se respetan las exigencias de la naturaleza de estas actividades humanas.
  • 45. Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente (46) Respecto a la relación entre empresa y ética, la distinción entre empresas de beneficio y organizaciones sin ánimo de lucro no abarca toda la variedad existente. Se va ensanchando una amplia zona intermedia: Por un lado, las empresas tradicionales explicitan pactos y compromisos sociales, y constituyen fundaciones. Por otro lado están las iniciativas económicas promovidas por el Tercer Sector y, junto a él, numerosas iniciativas que implican a los sectores privado y público, las cuales, sin excluir el beneficio, lo consideran como instrumento de objetivos humanos y sociales. Es de desear que estas nuevas formas de empresa se promuevan en los distintos países mediante marcos jurídicos y fiscales adecuados. Un mayor pluralismo en las formas de empresa contribuirá a un mercado más cívico y más competitivo.
  • 46. Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente (47) También en los países excluidos se debe potenciar esta variedad de iniciativas empresariales. Una gestión de ayudas para el desarrollo respetuosa con el principio de subsidiaridad implica:  Que en los países receptores se asuman las correspondientes responsabilidades.  Flexibilidad que permita adaptar los proyectos a las situaciones concretas de cada lugar.  Implicación de los agentes locales, auténticos protagonistas en la planificación y en la ejecución.  Las soluciones deben ser respetuosas con la vida de los pueblos y con sus tradiciones. Es necesario revisar los costos burocráticos de los organismos internacionales dedicados a la gestión de cooperación internacional. El objetivo es lograr una transparencia total en materia de costos de gestión y resultados obtenidos.
  • 47. Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente (48) También la relación con el medio ambiente impone deberes. La naturaleza, obra de Dios, debe ser utilizada respetando el equilibrio de la creación. Es contrario al auténtico desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona misma. Ello constituiría un nuevo panteísmo. Pero tampoco es aceptable la actitud depredadora de quien no respeta límites en el uso y la tecnificación del entorno natural. El ser humano interpreta y modela el ambiente natural mediante la cultura, orientada a su vez por la libertad responsable iluminada por la ley moral. No podemos tomar hoy decisiones que destruyan el futuro. Los proyectos de desarrollo deben respetar la solidaridad y la justicia intergeneracional, atendiendo a las consecuencias de nuestras acciones actuales.
  • 48. Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente (49) Se debe también atender a los problemas energéticos que plantea hoy el desarrollo y particularmente a las diferencias enormes en acceso a las fuentes de energía. El control de estos recursos naturales, muchos de ellos en países pobres, es fuente de tensiones y conflictos internacionales. Su aprovechamiento debe ser mejor ordenado, contando con la participación de los países pobres. En materia de consumo energético es necesaria más solidaridad. Los ricos deben disminuir su gasto. Se deben buscar energías alternativas. Pero sobre todo hay que buscar la redistribución del acceso planetario a los recursos energéticos.
  • 49. Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente (50) En nuestra tierra hay lugar y recursos para todos. Pero tenemos una grave responsabilidad: dejar a las nuevas generaciones un planeta habitable. Hay que fortalecer una alianza entre el ser humano y el medio ambiente. En ella deben trabajar los organismos internacionales, asegurando que los costes económicos y sociales se reconocen de manera transparente y son sufragados por los que se benefician, y no por otros o por futuras generaciones. En todas estas materias es urgente la actuación conjunta de los responsables internacionales con buena fe y espíritu de solidaridad para con las regiones más débiles.
  • 50. Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente (51) Es necesario un “cambio de mentalidad” que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida menos hedonistas y consumistas. Una solidaridad debilitada genera daños ambientales. Y viceversa, la degradación ambiental debilita las relaciones sociales. Cuidar el desarrollo económico de los pobres es un modo de cuidar su entorno natural. Igualmente la guerra es un enemigo del medio ambiente. El acaparamiento de los recursos, especialmente del agua, puede generar graves conflictos que hay que evitar mediante acuerdos pacíficos. La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y debe, sobre todo, proteger al ser humano contra la destrucción de sí mismo. Si respetamos la “ecología humana”, también la ecología ambiental se beneficiará. En la defensa de la naturaleza son importantes los incentivos económicos y la formación. Pero la cuestión decisiva es la capacidad moral de la sociedad. El libro de la naturaleza es indivisible: abarca la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales… en una palabra el desarrollo humano integral. Los deberes con el ambiente están relacionados con los que exige la persona en sí misma y su relación con los otros. No se pueden exigir unos y pisotear otros.
  • 51. Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente (52) La verdad y el amor no son productos humanos, sino dones que solo se pueden acoger. Su fuente última no es el ser humano, sino Dios. La vocación al desarrollo se inscribe en un plan que nos precede, que se nos invita a acoger en libertad. El amor y la verdad no son el resultado de deliberaciones humanas sino la expresión de una realidad objetiva que nos indica qué es el bien y en qué consiste nuestra felicidad. De este modo, amor y verdad nos señalan el camino hacia el verdadero desarrollo.
  • 52. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (53) El desarrollo de los pueblos hacia una integración cada vez mayor se realizará adecuadamente si pensamos nuestro mundo como una sola familia humana. Ello nos obliga a reflexionar sobre lo que significa “relación”. La criatura humana se realiza en relaciones interpersonales, cuya importancia es fundamental para nosotros. Lo mismo vale para los pueblos. Igual que la comunidad familiar no anula a las personas que la componen, del mismo modo la familia humana no anula la diversidad de pueblos y culturas, sino que los hace más transparentes, más unidos en el respeto a su legítima diversidad.
  • 53. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (54) La Trinidad es unidad relacional de personas diferentes. Dios nos quiere asociar a esa realidad de comunión: “para que sean uno, como nosotros somos uno” (Jn 17,22). La diferencia no significa dispersión, sino complementariedad y compenetración profunda. Como el amor sacramental une a los esposos en una sola carne, haciendo de dos diferentes una unidad relacional real, análogamente la verdad une a los espíritus entre sí, ayudándoles a pensar al unísono.
  • 54. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (55) En nuestro mundo, algunas culturas de trasfondo religioso no llevan al hombre a la comunión sino que lo aíslan en la búsqueda del bienestar individual. Algunas propuestas de grupos pequeños y el ambiente de sincretismo religioso alimentado por la globalización, favorecen la dispersión y falta de compromiso real con el desarrollo humano. Por eso, aunque el desarrollo necesita de las religiones, se hace necesario un adecuado discernimiento, basado en el criterio de la caridad y la verdad, es decir, basado en el respeto a “todo el hombre y todos los hombres.”
  • 55. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (56) Aunque se quiera negar, el discurso religioso tiene un papel importante en el ámbito público: cultural, social y económico. La DSI ha nacido para reivindicar la “carta de ciudadanía” de la religión cristiana. Evitando los excesos del fundamentalismo, la exclusión de la religión del ámbito público empobrece la vida pública y la priva de motivaciones éticas, haciendo que la política adquiera un aspecto opresor y agresivo. En el laicismo y el fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo entre razón y fe religiosa. La razón necesita ser purificada por la fe y esto vale también para la razón política. A su vez, la religión necesita ser purificada por la razón. La ruptura de este diálogo tiene graves costes para la humanidad.
  • 56. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (57) El gobierno de la globalización debe basarse en el principio de subsidiaridad, expresión de la inalienable libertad humana. La subsidiaridad es, ante todo, ayuda a la dignidad de la persona. Reconocer que la reciprocidad forma parte de la constitución íntima del ser humano, es el mejor antídoto contra cualquier forma de asistencialismo paternalista. La subsidiaridad es también principio muy valioso de organización de la vida política. Afirma la pluralidad de sujetos, la necesidad de múltiples niveles de articulación y la importancia de una adecuada coordinación de todos ellos, priorizando la iniciativa de los grupos e iniciativas locales. Aunque la globalización necesita de una autoridad con poderes reales, esa autoridad deberá estar organizada de modo subsidiario y con división de poderes. Ello evitará la emergencia de peligrosos centros universales de poder de tipo monocrático.
  • 57. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (58) Subsidiaridad y solidaridad deben mantenerse íntimamente unidas. La primera sin la segunda genera particularismo y división. La segunda sin la primera resulta en asistencialismo humillante. Determinadas ayudas al desarrollo contribuyen a mantener a los pueblos en estado de dependencia. Para evitarlo se debe implicar a los agentes locales, económicos y sociedad civil buscando una integración de iniciativas cada vez mayor. La ayuda más importante consistiría en facilitar la producción de productos competitivos, su desarrollo comercial y venta en los mercados internacionales, levantando injustas barreras arancelarias. Un comercio internacional justo y equilibrado puede reportar beneficios para todos. Con demasiada frecuencia las ayudas solo han servido para crear mercados marginales, con escaso valor económico. Debemos buscar la plena participación de los países pobres en la vida económica internacional.
  • 58. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (59) La cooperación al desarrollo, además de su dimensión económica, debe ser ocasión para el encuentro cultural y humano. Ello requiere: a) De los países avanzados, que no confundan desarrollo tecnológico con presunta superioridad cultural. b) De los países en crecimiento, que permanezcan fieles a lo que hay de verdaderamente humano en sus tradiciones, evitando abrirse sin discernimiento a cualquier propuesta externa. En todas las culturas se reflejan elementos de una ley moral universal y en todas hay cosas que purificar y sombras que despejar. La fe cristiana puede ayudar a que en ellas el espíritu de solidaridad universal se vea fortalecido.
  • 59. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (60) La ayuda al desarrollo es beneficiosa para todos, beneficiando también a los que la prestan. Los países desarrollados han de hacer lo posible por aumentar los porcentajes de ayuda al desarrollo haciendo frente a compromisos internacionales adquiridos. Eliminando ineficiencias, derroches y rentas abusivas, se podrían identificar recursos suficientes para este fin. También ayudaría la llamada “subsidiaridad fiscal,” que permitiría a los ciudadanos decidir sobre el destino de los impuestos que pagan al estado. Así el estado ayudaría a articular nuevas formas de solidaridad social.
  • 60. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (61) Una urgencia prioritaria es seguir promoviendo una mayor acceso a la educación que es algo más que mera instrucción. Para educar es preciso conocer al ser humano, su naturaleza. La extensión de una visión relativista de lo humano conlleva problemas serios, particularmente en el ámbito de la educación moral. El fenómeno del turismo internacional ilustra estos riesgos: puede ser factor de desarrollo económico y de enriquecimiento cultural pero también convertirse en una forma de explotación y degradación moral, como en el caso del turismo sexual. Sin llegar a ese extremo, el turismo se plantea con frecuencia de manera hedonista y consumista, sin ninguna pretensión de favorecer encuentros entre personas y culturas.
  • 61. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (62) Las migraciones, por sus dimensiones, constituyen un fenómeno que plantea dramáticos desafíos culturales, económicos y políticos a las comunidades nacionales y a la comunidad internacional. Ningún país, por sí solo, puede confrontar este fenómeno que marca época. Es imprescindible la colaboración entre países de procedencia y de destino, y el desarrollo de una normativa internacional capaz de armonizar los diversos ordenamientos legislativos nacionales. Los trabajadores extranjeros no pueden ser tratados como mercancía. Además de contribuir significativamente al desarrollo del país receptor, son personas con derechos humanos inalienables.
  • 62. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (63) Existe una importante relación entre pobreza y desocupación. La pobreza es a menudo consecuencia de la violación de la dignidad del trabajo humano: desempleo, salarios injustos, falta de mínima seguridad laboral. Juan Pablo II llamó a constituir “una coalición mundial a favor del trabajo decente.” Pero, ¿qué significa “decencia” en el ámbito laboral? El trabajo debe ser expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que contribuya a la comunidad, que evite discriminaciones, capaz de satisfacer las necesidades de las familias, que permita la organización de los trabajadores, compatible con el desarrollo personal y espiritual, que asegure una jubilación digna.
  • 63. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (64) Las organizaciones de trabajadores, siempre apoyadas por la Iglesia, deben abrirse a nuevas perspectivas y afrontar nuevos retos, entre ellos: la creciente importancia de la identidad “consumidor” en detrimento de la de “trabajador”; la necesidad de prestar mayor atención a los “no afiliados”; la urgencia de tomar en cuenta a los trabajadores de países en vías de desarrollo. Responder a este último reto permitirá a las organizaciones sindicales demostrar una vez más la motivación solidaria de sus orígenes y su importante contribución al desarrollo. Además las organizaciones sindicales seguirán siendo necesarias para defender a los trabajadores explotados y no representados, cuya amarga condición pasa desapercibida ante los ojos distraídos de los sectores acomodados.
  • 64. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (65) Tras la reciente crisis financiera, necesitamos reorientar las finanzas para que vuelvan a ser instrumento de riqueza y desarrollo para todos. Toda la economía y las finanzas deben estar al servicio del verdadero desarrollo. Específicamente se necesita regulación capaz para evitar abusos y escandalosas especulaciones que traicionan la confianza de los ahorradores. También debemos experimentar con nuevas formas de finanzas destinadas a favorecer proyectos de desarrollo. En concreto las micro finanzas deben reforzarse y actualizarse para defender a los más pobres de la usura y la desesperación.
  • 65. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (66) Surge como nuevo poder político, el de los consumidores y sus asociaciones. Comprar es siempre un acto moral y no sólo económico. El consumidor tiene una responsabilidad social específica. En este ámbito es necesario abrir nuevas vías que fortalezcan iniciativas existentes, como las cooperativas de consumo. En materia de comercialización de productos provenientes de áreas deprimidas, debemos promover iniciativas que garanticen, no solo mayores márgenes de ganancia, sino también mercados transparentes y mejoras en formación y tecnología. Es deseable un mayor protagonismo de los consumidores como factor de democracia económica.
  • 66. Capítulo V: La colaboración de la familia humana (67) Concretar el concepto de “familia de naciones” requiere una reforma, tanto de la ONU como de la arquitectura económica y financiera internacional, buscando dar una voz más eficaz a las naciones pobres en las decisiones comunes. Necesitamos una verdadera autoridad mundial que, en base a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, se comprometa en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad. Esa autoridad requiere de una capacidad efectiva para cumplir su función. Sin ella, el derecho internacional está condicionado a los equilibrios de poder entre los países más fuertes.
  • 67. Capítulo VI: El desarrollo de los pueblos y la técnica (68) El tema del desarrollo de los pueblos está íntimamente unido al desarrollo de cada persona. Ese desarrollo personal se degrada cuando cada uno pretende ser la norma de sí mismo. Así como el desarrollo económico se malogra cuando se pone la confianza en los prodigios de las finanzas, el desarrollo de los pueblos también se degrada cuando se cree que la tecnología puede resolverlo todo. Evitando ilusiones prometeicas, hemos de fortalecer el aprecio por una libertad ordenada según normas fundamentales de la ley moral natural que Dios ha inscrito en su corazón.
  • 68. Capítulo VI: El desarrollo de los pueblos y la técnica (69) Son particularmente preocupantes las consecuencias del desarrollo tecnológico en el campo biológico. La técnica es un hecho profundamente humano que confirma el dominio del espíritu sobre la materia. Pero la técnica nunca es sólo técnica porque también manifiesta quién es el ser humano y cuáles son sus aspiraciones. La técnica se inserta en el mandato de cultivar y custodiar la tierra (Gn 2,15).
  • 69. Capítulo VI: El desarrollo de los pueblos y la técnica (70) El desarrollo tecnológico puede alimentar la idea de la autosuficiencia, de una libertad absoluta, sin límites. Hoy algunos pretenden sustituir las ideologías por la técnica, transformándose ella misma en un poder ideológico. La nueva mentalidad tecnocrática hace coincidir la verdad con lo factible. Así se destruye el verdadero desarrollo que necesita poder los medios técnicos al servicio de fines plenamente humanos. La técnica atrae porque promete liberar al ser humano de limitaciones. Pero la libertad verdadera solo se logra cuando la técnica se utiliza al servicio de objetivos concebidos desde la responsabilidad moral. De ahí la necesidad de una formación para un uso ético y responsable de la técnica.
  • 70. Capítulo VI: El desarrollo de los pueblos y la técnica (71) Esta desviación de la mentalidad técnica de su originario cauce humanista se traduce también en una consideración del desarrollo como mera cuestión de ingeniería política y/o económica. El problema es más complejo: el desarrollo no será posible sin hombres rectos, sin operadores económicos y políticos que no sientan con fuerza en su conciencia la llamada al bien común. Por ello, la preparación profesional necesita también de una sólida conciencia moral. La ideología de la técnica confunde fines y medios: el empresario busca el máximo beneficio; el político, la consolidación del poder; el científico, el avance de sus descubrimientos. Así aumentan los conocimientos técnicos pero estos no redundan en beneficio de los países y poblaciones que viven al margen de esos adelantos.
  • 71. Capítulo VI: El desarrollo de los pueblos y la técnica (72) También la construcción de la paz es mucho más que un mero producto de la técnica. Para que los esfuerzos de diálogo y compromiso mutuo den frutos, es necesario que se sustenten en valores fundamentales. Más específicamente, es muy importante escuchar a las poblaciones afectadas para asumir de manera adecuada sus expectativas.
  • 72. Capítulo VI: El desarrollo de los pueblos y la técnica (73) El desarrollo tecnológico está afectando considerablemente a los medios de comunicación social. Muchos, al subrayar la naturaleza estrictamente técnica de esos medios, están favoreciendo de hecho su subordinación a intereses económicos. Otros los utilizan para imponer parámetros culturales en función de sus proyectos de dominación. Necesitamos reflexionar sobre su influjo. Los medios de comunicación pueden hacer una contribución muy positiva si se centran en la promoción de la dignidad de las personas y de los pueblos, buscando servir a la verdad, al bien y a la fraternidad universal.
  • 73. Capítulo VI: El desarrollo de los pueblos y la técnica (74) La bioética es hoy un campo crucial de confrontación cultural entre el absolutismo técnico y la responsabilidad moral. La cuestión de fondo es si el hombre es la medida de sí mismo o si depende de Dios. La racionalidad técnica centrada en sí misma se revela como irracional porque niega la legitimidad de los debates sobre el sentido y el valor.
  • 74. Capítulo VI: El desarrollo de los pueblos y la técnica (75) Por eso hoy la cuestión social de Pablo VI se ha tornado una cuestión radicalmente antropológica: no solo sabemos que podemos controlar el entorno social; también queremos manipular la vida misma. No debemos minimizar los escenarios inquietantes para el futuro del hombre, promovidos por planteamientos culturales que niegan la dignidad humana. Los nuevos desarrollos de tecnologías de fecundación, la manipulación de embriones, la clonación e hibridación humana, generan la ilusión de que se ha llegado ya a la raíz de la vida y ponen en el horizonte el peligro de una sistemática planificación eugenésica de los nacimientos. Paralelamente se abre paso una “mens eutanasica” que se cree capacitada para decidir cuándo la vida es digna de ser vivida. Esta indiferencia ante lo humano, explica también otras indiferencias. Sorprende la selección arbitraria de aquello que hoy se propone como digno de respeto: muchos se escandalizan por cosas secundarias mientras parecen estar dispuestos a tolerar injusticias inauditas, ajenos completamente desde su situación de privilegio al sufrimiento de los pobres.
  • 75. Capítulo VI: El desarrollo de los pueblos y la técnica (76) El tecnicismo tiende también a reducir la vida interior a lo psicológico o incluso a lo meramente neurológico. En este esquema la salud personal es un mero bienestar emotivo. La cuestión del desarrollo tiene mucho que ver con nuestro concepto sobre el alma del ser humano. Y la solución de los problemas detectados tiene mucho que ver con la mejora de nuestra salud espiritual. Lejos de Dios, el hombre está inquieto y se hace frágil. Numerosas alineaciones y neurosis en las sociedades opulentas tienen su origen en causas espirituales. Las nuevas formas de esclavitud, como la droga, también encuentran aquí su explicación. No hay desarrollo pleno sin desarrollo del bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad como alma y cuerpo.
  • 76. Capítulo VI: El desarrollo de los pueblos y la técnica (77) La técnica absolutiza la materia. Sin embargo, todos tenemos experiencia de muchos aspectos inmateriales y espirituales en nuestra vida. Todo conocimiento, hasta el más simple, es un pequeño prodigio; en cada gesto de amor recibido, hay siempre algo que nos sorprende. En estas vivencias, el alma humana experimenta un “más” que apunta a un don recibido. Para no perder esta capacidad de “sorprendernos”, de admirarnos, necesitamos ojos nuevos y un corazón nuevo que superen la visión materialista de los acontecimientos humanos y que nos abran a ese “algo más” que la técnica no puede ofrecer.
  • 77. Conclusión (78) “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5). “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo (Mt 28,20). Ante el ingente trabajo ante nosotros, la fe en la presencia de Dios nos sostiene. En esta clave el humanismo cristiano es una fuerza poderosa al servicio del desarrollo, capaz de vivificar la caridad y dejarse guiar por la verdad. Por el contrario, la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo, se presentan como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo. El humanismos que excluye a Dios es inhumano. El amor de Dios nos libera de las modas y nos invita a salir de lo que es limitado, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos, incluso cuando nuestras realizaciones sean menos de lo que anhelamos.
  • 78. Conclusión (79) El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos convencidos de que el desarrollo auténtico no es un logro sino un don. El desarrollo necesita corazones de carne y no de piedra (Ez 36,26). Por eso supone atención a la vida espiritual, confianza en la providencia y en la misericordia divina, capacidad de amor y de perdón, renuncias a uno mismo, acogida al prójimo, sacrificios por la justicia y por la paz. En definitiva, nuestro anhelo es que toda la familia humana pueda invocar a Dios como “Padre nuestro,” y hacer así verdad el contenido de la oración de Jesús.