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TESIS DOCTORAL
La Transferencia.
Psicoanálisis, Ciencias Cognitivas y Filosofía
Facultad de Filosofía de la UNED
Departamento de Lógica, Filosofía e Historia de la Ciencia
(2006)
Autor
Juan Antonio Trujillo López
Ldo. en Derecho y Filosofía
Facultad de Filosofía de la UNED
Departamento de Lógica, Filosofía e Historia de la Ciencia
La Transferencia.
Psicoanálisis, Ciencias Cognitivas y Filosofía
Autor
Juan Antonio Trujillo López
Ldo. en Derecho y Filosofía
Director de tesis
Dr. Eduardo de Bustos Guadaño
Codirector de tesis
Dr. Jesús Mansilla Navarro
ÍNDICE
Página
INTRODUCCIÓN 15
1. PSICOANÁLISIS
1.0. GENEALOGÍA DE LA TRANSFERENCIA 40
1.1. FASE INICIAL (1890-1905) 63
1.2. FASE CENTRAL (1906-1914) 92
1.3. FASE TARDÍA (1915-1939) 107
1.4. LACAN Y EL RETORNO A FREUD 124
2. CIENCIAS COGNITIVAS
2.1. INTRODUCCIÓN
2.1.1. INCONSCIENTE 166
2.1.2. PERCEPCIÓN 178
2.1.3. APRENDIZAJE 188
2.2. CATEGORIZACIÓN 199
2.2.1. REPETICIÓN Y CATEGORIZACIÓN 207
2.2.2. MODELO BÁSICO DE INTERACCIÓN 215
2.2.3. FORMACIÓN DEL OTRO COMO RE-CONOCIMIENTO 223
2.2.4. METÁFORA Y CATEGORIZACIÓN 230
2.2.5. EL PSICOANALISTA COMO OTRO: EJEMPLARIDAD Y TIPICIDAD 236
2.3. MEMORIA 241
2.3.1. MEMORIA=CODIFICACIÓN+RECUPERACIÓN 251
2.3.2. AUTOBIOGRAFÍA E IDENTIDAD 258
2.3.3. IMPLÍCITO, PROCEDIMENTAL, INCONSCIENTE 266
2.3.4. TRANSFERENCIA Y NIVELES DE CODIFICACIÓN 271
2.4. EMOCIÓN 277
2.5. MODELO 200
3. FILOSOFÍA
3.1. PRIMEROS ANALÍTICOS: WITTGENSTEIN Y FREUD 310
3.2. PSICOANÁLISIS Y TEORÍA 328
3.3. MENTE=CEREBRO=CONCIENCIA 361
3.4. IA, EMERGENCIA E INCORPORACIÓN 381
3.5. OTROS Y TEORÍA DE LA MENTE 398
CONCLUSIONES. CIENCIA E INTERSUBJETIVIDAD 410
Lista de Ilustraciones
Figura 1.1. Jerónimo del Bosco - La Extracción de la Piedra de la Locura (1475-80).
Figura 1.2. Los pases magnéticos de Mesmer.
Figura 1.3. André Brouillet- La leçon clinique du Dr. Charcot (1887).
Figura 1.4. Representaciones de estados histéricos.
Esquema 1.1. Evolución diacrónica de los precedentes psicoanalíticos de la
transferencia.
Figura 1.5. División anatómica del cuerpo.
Figura 1.6. Anna O (Berta Pappenheim) y Josef Breuer.
Figura 1.7. Freud en su mesa de trabajo (teoría).
Figura 1.8. Freud y su madre.
Figura 1.9. Freud en su 'laboratorio' (práctica).
Esquema 1.2. Evolución diacrónica y estructural del concepto de transferencia en
Freud.
Figura 1.10. Paul Sermon - At Home with Jacques Lacan .
Figura 1.11. Esquema L.
Figura 1.12. Grafo del deseo a)b)c)d).
Figura 1.13. Jacques Lacan.
Figura 1.14. Esquema del ramillete.
Figura 1.15. Relación entre posiciones subjetivas.
Esquema 1.3. Evolución diacrónica y estructural del concepto de transferencia en
Freud y Lacan.
Figura 2.1. David Hockney - Kasmin Los Angeles 28th March 1982 (1982).
Figura 2.2. Modelo de cerebro triuno de MacLean.
Figura 2.3. Triángulo de Kanisza.
Figura 2.4. Disociación de activaciones.
Figura 2.5. Pedro Pablo Picasso - Estudio de un toro.
Gráfico 2.1. Arquitectura de la red ALCOVE.
Figura 2.6. Johntimothy Pizzuto – Relative Memory.
Figura 2.7. Auguste Rodin - El dolor (1889-1892).
Figura 2.8. Diversos circuitos de procesamiento emocional.
Gráfico 2.2. Relación entre estímulos y respuestas.
Gráfico 2.3. Recorrido cerebral del evento emocional.
Esquema 2.1. Modelo de integración del desarrollo de la transferencia y de
mecanismos cognitivos.
Figura 3.1. La representación y el procesamiento, el significado y la información.
Esquema 3.1. Ejemplo del programa 'Overcoming Depression'.
Figura 3.2. Antoni Tàpies- Chaises.
Agradecimientos
Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda de diversas personas, en especial
David Laznik, profesor de la Universidad de Buenos Aires, y los psicoanalistas
Gladys Abella, Hugo Lietaer, Milagros Picón y Lola López. Igualmente agradezco
las facilidades ofrecidas por las bibliotecas de la Katholieke Universiteit de Lovaina,
la Universidad de Barcelona, la Universidad de Buenos Aires y la de Columbia en
Nueva York, así como la gentileza del Instituto Psicoanalítico de Buenos Aires y el
New York Institute of Psychoanalysis. Mención especial merecen las personas que
siempre han estado a mi lado, por su afecto y soporte, Juany, Manolo y Juan; las
opiniones, sugerencias y a menudo iluminaciones de Pat Perna, Steven Speaks y
mi codirector de tesis, Jesús Mancilla, así como la confianza y apoyo
inquebrantable de Eduardo de Bustos. Finalmente, los esfuerzos que conlleva un
trabajo de investigación se han visto en este caso en todo momento aliviados,
aligerados, por la ayuda material, académica y quasi-espiritual de esta casa libre-
pensadora, la UNED.
Para Nana
“...parce qu’elle cherche toujours à reconstituer, et à reconstituer
avec du donné, l’intelligence laisse échapper ce qu’il y a de
nouveau à chaque moment d’une histoire. Elle n’admet pas
l’imprévisible. Elle rejette toute création.”
Henri Bergson, L'évolution créatice.
Introducción
Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo
situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza,
y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el
primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se
recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero
que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la
altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño,
con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el
pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta
adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el
pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no
levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir
alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la
escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la
fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.
Julio Cortázar, 'Instrucciones para subir una escalera', Cuentos.
Si bien subir una escalera parece una tarea sencilla que realizamos de forma
cotidiana, sin mayor dificultad para los que gozamos de buena salud, su
descripción, tal como la realiza Cortázar, nos sume en una multiplicidad de
aspectos, de instrucciones, que nos resultan habitualmente inadvertidas por
completo. De modo similar llevamos a cabo una inmensa variedad de
comportamientos inteligentes, bajo la modalidad de automatismos aprendidos, que
implican un procesamiento complejo en condiciones de incertidumbre.1
Es en este
tipo de circunstancias donde la cognición humana destaca por su capacidad o
performance.
Sin embargo dicha performance puede verse mermada por un aprendizaje
erróneo. A diferencia de los procesadores sintéticos, el organismo humano,
biológico e irreversible, tiene mayor dificultad a la hora de reorganizar patrones
1
J.A. Bargh y T.L. Chartrand, “The unbearable automaticity of being”, American Psychologist, 54, 1999, pp.
462-479.
aprendidos de comportamiento. Entre éstos algunos surgen como automatismos
que son experimentados subjetivamente como malestar; en el caso de la escalera
quizás un balanceo inadecuado de la cadera, una postura incorrecta de la espalda.
La dificultad en estos supuestos estriba en la forma de deshacer dichos patrones
confirmados en cada nueva instanciación y la adopción de nuevas pautas
corporales.
De modo similar ocurre con la realidad psíquica del sujeto, su experiencia
fenomenológica. Ésta, amoldada más bien a un flexible sustrato experiencial que a
una sólida estructura física, posee unas modalidades de adaptación al medio
mucho más ricas que en el caso de nuestro cuerpo a la escalera. Si bien
conformamos nuestra posición automáticamente a la forma de la escalera,
acomodamos igualmente nuestro modo idiosincrásico de experimentar la realidad
de acuerdo con nuestra experiencia. La excelencia de nuestro cerebro como
procesador central reside en la capacidad de producir una apariencia de estabilidad
en dicha experiencia. Lo difícil de esta tarea se evidencia en la constante activación
de millones de neuronas con un número exponencial de posibles conexiones entre
ellas. Pese a ello nuestra experiencia nos resulta, a menudo, rutinaria. En esto
confluye el hecho de que sólo diez bits de información formen parte de nuestra
conciencia, de nuestra experiencia fenomenológica, por segundo, mientras que el
número de neuronas oscilaría alrededor de los diez y cien mil millones (1010
-1011
),
el número de conexiones neuronales factibles, y presumiblemente los posibles
estados de procesamiento, es de diez billones 1013
.
En las situaciones en que dicha adaptación produce malestar o inadaptación el
psicoanálisis provee con un medio de alterar nuestra 'postura mental', nuestra
posición subjetiva, el denominado cambio terapéutico. En el contexto clínico en que
éste se produce, el concepto más relevante, y a la vez más complejo, es el de
transferencia, alrededor del cual se elaboró toda la práctica emprendida por Freud.
Al igual que la descripción que nos ofrece Cortázar suena abstrusa a nuestros
oídos por el grado de abstracción en una tarea motora aparentemente sencilla, la
transferencia goza de una difícil explicitación, por un lado por sus vaivenes dentro
de la teoría psicoanalítica y, por otro, por su inextricable componente intersubjetivo,
de difícil reconciliación con el objetivismo científico,2
así como su relación con
aspectos motivacionales y emocionales de difícil estimación.3
El psicoanálisis, basado en una metapsicología sistematizada a modo de
teoría, propone una explicación de dicha noción. El caso es que la transferencia,
como todo fenómeno psíquico, estaría vinculada a aspectos cognitivos4
y
neuronales,5
si bien el psicoanálisis sólo da razón de ésta con respecto a su propia
metapsicología, intrateóricamente. La labor planteada en este trabajo es la
elaboración de un esbozo de explicación de dicho término desde una perspectiva
cognitiva y neuronal, dotándola de un contenido empírico ¿Cómo se puede explicar
2
Cf. W.N. Goldstein, “The Transference in Psychotherapy: The Old vs. The New, Analytic vs. Dynamic”,
American Joutnal of Psychotherapy, 54, 2000, pp. 167-171. M. Ponsi, “Interaction and transference”,
International Journal of Psychoanalysis, 78, 1997, pp. 243-263. A.O. Horvath, “The therapeutic relationship:
from transference to alliance”, Journal of Clinical Psychology, 56(2), 2000, pp. 163-173.
3
El afecto es así visto como pista principal a la hora de hacer interpretaciones. La importancia de la emoción al
procesar estímulos queda demostrada en la inflexión o tono de voz a la hora de proferir una oración, cuya
valencia emocional puede variar totalmente en función de dicha prosodia cf. A. Schwartz, “Not art but science:
applications of neurobiology, experimental psychology, and ethology to psychoanalytic technique. I.
Neuroscientifically guided approaches to interpretive "what's" and "when's"”, Psychoanalytic Inquiry, 12, 1992,
pp. 445-474.
4
Así señala Fonargy cómo “hay buenas razones para creer que el psicoanálisis funciona modificando
procedimientos antes que creando nuevas ideas,” P. Fonagy, “Memory and Therapeutic Action”, International
Journal of Psychoanalysis, 80, 1999, p. 219. “La única forma en que podemos saber lo que ocurre en la mente de
nuestro paciente, lo que podría haberle ocurrido, es cómo están con nosotros en la transferencia. Vienen a
nosotros con una especie de modelo -una red de expectativas inconscientes o modelos mentales de relaciones de
sí mismos con otros,” ibid., p. 217.
5
A.W. Epstein, “Neural Correlates of Psychodynamic Science,” Journal of the American Academy of
Psychoanalysis, 26(4), 1998, pp. 503-512. “No está claro si los descubrimientos de la neurociencia en relación
con las influencias arriba-abajo (top-down) de los mecanismos mnésicos de percepción se aplican también al
complejo fenómeno relacional de la transferencia y similares en el que los psicoterapeutas están interesados. Sin
embargo, parece una hipótesis de trabajo razonable que estos mecanismos expliquen al menos parte de estos
fenómenos más complejos,” M. Solms y O. Turnbull, The Brain and the Inner World. An Introduction to the
neuroscience of subjective experience, Nueva York, 2002, p. 156. Cf. S.I. Cohen, “The psychobiology of
transference”, Journal of the American Academy of Psychoanalysis, 11(2), 1983, pp. 183-201.
la transferencia desde fuera de la teoría psicoanalítica? ¿Qué perfiles adquiriría
dicho concepto? Desde una perspectiva filosófica trato de mostrar su posible
elucidación. El avance de ciertas ideas cognitivas por parte de Freud ha sido
puesto de relieve por Erdelyi6
que señala cómo aquel pensaba ya en términos de
diversos sistemas mnésicos y procesamientos. En efecto, el énfasis de las ciencias
cognitivas en los procesos frente al modelo input-output conductista señala cierta
sinergia con el psicoanálisis.7
Levin ha señalado la convergencia entre el concepto de transferencia
psicoanalítico, el juicio de similitud cognitivo,8
y el priming neurocientífico9
a la hora
de referirse a una remozada noción de transferencia que redefine en el sentido de
una facilitación de cierto tipo de aprendizaje.10
Otro precendente más lejano lo podemos encontrar en Charcot, que influyó
decisivamente en el joven Freud neurólogo, e investigaba la posible base
neurológica de ciertas enfermedades nerviosas. Freud, siguiendo su estela,
formularía su Proyecto de una psicología científica en 1895, publicado
póstumamente en 1950. Al poco de elaborarlo, abandonó dicho esfuerzo por
entender que el conocimiento que se tenía en su fecha acerca del sistema nervioso
no era capaz de proveer con modelos válidos de explicación, y aún menos de
intervención sobre las enfermedades que exhibían sus pacientes.
6
M.H. Erdelyi, Psychoanalysis. Freud's Cognitive Psychology, Nueva York, 1984.
7
“...ambos se centran en las estructuras de la mente y la forma en que éstas determinan los fenómenos mentales,”
D.J. Stein, “Cognitive Science and Psychiatry: An Overview”, Integrative Psychiatry, 8, 1992, p. 112.
8
F.M. Levin y E.W. Kent, “Psychoananlysis and knowledge: Part 2. The special relationship between
psychoanalytic transference, similarity judgment, and the priming of memory”, Annual of Psychoananlysis, 50,
1995, pp. 117-130.
9
F.M. Levin, “Transference, Trauma and Attention”, Samiksa, 52, 1998, pp. 7-14.
10
“...las transferencias crean oportunidades para el aprendizaje en tanto que posibilitan la modificación de
prototipos o esquemas reprimidos, un proceso que óptimamente involucra la activación de la memoria activa.”
F.M. Levin, “Integrating some Mind and Brain views of transference: the phenomena”, Journal of the American
Psychoanalytic Association, 45(4), 1997, p. 1146.
En la terapia el analizante produce, en un nuevo contexto intersubjetivo,
reminiscencias de carga emocional que son comunicadas lingüísiticamente. Así
memoria, emoción y categorización se interrelacionan en dicho fenómeno clínico.
La incapacidad de recordar era, según Freud, la causa de una carga (emocional)
no liberada y su transformación o conversión, frecuentemente, en dolencia física.
La transferencia conseguía, en este sentido, una cierta transformación energética.
No se trataba simplemente de reactivar recuerdos, desde una perspectiva más
estática, sino de modificarlos en su recuperación, de producir formas nuevas de
experimentarlos mediante un aprendizaje intersubjetivo.11
La ciencia cognitiva podría ayudar en la tarea conceptual psicoanalítica
proveyendo con un referente ineludible, mostrando su convergencia con resultados
experimentales.12
Desde una perspectiva interteórica el análisis de la transferencia
resulta fundamental, hasta el punto que se ha señalado cómo la posible
divergencia dentro del propio psicoanálisis, la pluralidad de heterodoxias
desarrolladas a partir de la obra freudiana, se debería a diferentes modos de
experimentar la transferencia por parte del analista y su modo posterior de
conceptualizarla.13
11
“El psicoanálisis es más que la simple creación de una narrativa, es la construcción activa de nuevas formas de
experimentarse uno con otros,” P. Fonagy, op. cit., p. 218.
12
Así se ha sostenido cómo “...la relevancia mayor de la neurociencia para el psicoanálisis es que nos ayuda a
elegir entre teorías psicoanalíticas en competencia. No genera nuevas,” S.E. Pulver, “On the astonishing clinical
irrelevance of neuroscience”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 51(3), 2003, p. 9. A sensu
contrario desde una perspectiva teórica cf. A. Cooper, “Will neurobiology influence psychoanalysis?” American
Journal of Psychiatry, 142, 1985, 1395-1402. La relevancia de las ciencias cognitivas para el psicoanálisis podría
seguir, según Henningsen, cuatro vías: la ausencia de relevancia, poseer un valor metafórico, servir de
fundamento neurobiológico del psicoanálisis, o, por último, su comparación como teorías diversas pero
relacionadas en cuanto a su objeto, cada disciplina tendría que reconocerse en el espejo de la otra, P.
Henningsen, “Im Spiegel des Anderen sich selbst erkennen? Zur Bedeutung der kognitiven Neurowissenschaft
für die Psychoanalyse”, Psychotherapeutische, Psychosomatische und medizinische Psychologie, 48, 1998, pp.
78-87. Para llevar a cabo esta tarea sería necesario, no obstante, buscar una traducción conceptual
interdisciplinar. Según Solms y Turnbull la solución estaría en la búsqueda de correlatos neuronales para los
conceptos básicos psicoanalíticos que puedan, en una segunda fase, ser verificados como parte de una teoría, M.
Solms y O. Turnbull, op. cit.
13
B. Bird, “Notes on Transference: Universal Phenomenon and Hardest Part of Analysis”, Journal of the
American Psychoanalytic Association, 20, 1972. “Se podría plantear una cuestión, por ejemplo, si las diferencias
en el manejo de la transferencia que en un principio eran la propiedad de un analista, se desarrollaron
De acuerdo con Luborsky y su equipo de colaboradores, la transferencia sería
el concepto clínico más importante acuñado por Freud.14
Con este trabajo espero
poder desmentir las creencias acerca de la 'ambigüedad necesaria' del concepto
de transferencia,15
y retomar la dificultad de su conceptualización intrateórica16
mediante una reconsideración en diálogo con las ciencias cognitivas y la
neurociencia.
Desde otras disciplinas experimentales se ha resaltado el carácter universal de
la transferencia como fenómeno psíquico general, estando bien documentado en
otras áreas cada vez más centrales a la empresa cognitiva como la psicología
social cognitiva.
Dentro del marco de la cognición social hemos demostrado que las
representaciones mentales de otros significantes, desarrollada en la familia y otros
lugares, están relacionadas con las representaciones del yo en la memoria y están
fuertemente cargadas con afecto y motivación. Más aún, estas representaciones se
activan y utilizan frecuentemente respondiendo a nuevas personas que se
asemejan al otro significante (...) Nuestro trabajo constituye la primera
demostración experimental de la transferencia.17
gradualmente en métodos clínicos formales utilizados por muchos, y si estos métodos clínicos, tras ser
conceptualizados, sirvieron como el comienzo de varias escuelas divergentes de análisis. Una ocurrencia tal,
consistente con mi creencia de que las ideas analíticas surgen de este modo, básicamente de experiencias de
transferencia en la situación analítica, nos llevaría a la pregunta de si la historia de las diferencias ideológicas
entre las diversas escuelas puede encontrarse más consistentemente trazada mediante las diferencias
idiosincrásicas en lo que fue de hecho dicho o hecho, en respuesta a respuestas a la transferencia, más que a
cualquier otro factor,” ibid., p. 271. Cf. J.H. Ehrenreich, “Transference: one concept or many?” Psychoanalytic
Review, 76(1), 1989, pp. 37-65.
14
L. Luborsky, P. Crits-Cristopherson y J. Mellon, “Advent of Objective Measures of the Transference
Concept”, Journal of Consulting and Clinical Psychology, 54(1), 1986, p. 39.
15
M. Rendon, “The Ambiguity of Transference”, American Journal of Psychoanalysis, 55( 3), 1995, pp. 199-214.
16
Cf. la referencia del autorizado J. Laplanche y B. Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis, Barcelona, 1996. “La
transferencia es un aspecto tan crítico en el psicoanálisis que es probable que nuestros intentos por apreciar
adecuadamente lo que lleva a cabo, como patrón potencialmente adaptativo de nuestra especie, tardará
generaciones en ser desenmarañado,” F.M. Levin, Psyche and Brain. The biology of talking cures, Madison,
2003, p. 250. Incluso Solms, pese a lo informado de su obra, comenta, de una forma un tanto oscura, acerca de la
naturaleza de la transferencia: “De esto no sabemos virtualmente nada, y lo mismo es aplicable a una gran
cantidad de temas relevantes a la cuestión que nos hemos puesto,” M. Solms y O. Turnbull, op. cit., p. 289.
17
S.M. Andersen y R. Miranda, “Transference: How past relationships emerge in the present”, The Psychologist,
13 (12), 2000, p. 608. Cf. D. Fried, P. Crits-Christopherson y L. Luborsky, “The first empirical demonstration of
transference in psychology”, Journal of Nervous and Mental Diseases, 180, 1992, pp. 326-331. Watt señala cómo
el carácter universal de la transferencia se debe a que se trata de un proceso elemental a nivel biológico, D.F.
Watt, “Higher Cortical Functions and the Ego: Explorations of the Boundary Between Behavioral Neurology,
Neuropsychology, and Psychoanalysis”, Psychoanalytic Psychology, (7)4, 1990, pp. 487-527. “La meta es
A diferencia de las disciplinas experimentales, Grünbaum, conocido crítico del
psicoanálisis, sostendrá que la verificación de la clínica psicoanalítica requería,
debido precisamente a la imposible objetividad de las observaciones, -la ausencia
de hechos brutos-, una validación externa de sus principios, pues de por sí resulta
intestable. Mostraba así las insuficiencias de un método basado en la singularidad
de cada caso clínico a falta de un mecanismo de verificación objetivo o de variables
independientes, de experimentos y pruebas de control.18
Llamaba la atención sobre
la multitud de confirmaciones provenientes de la práctica analítica que no podían
convalidar la teoría por la ausencia de objetividad, por la necesaria implicación del
analista, por la existencia de la propia transferencia. Concluía su estudio señalando
cómo la evidencia clínica era insuficiente para dar razón de la teoría; por ello, la
validación de hipótesis habría de venir de un contexto extraclínico.19
Éste es el complejo enclave del psicoanálisis como práctica que requiere al
analista formando parte de cierta forma en su tarea. Grünbaum entendía que la
teoría psicoanalítica no podía generar sus propias verificaciones y sus hipótesis
debían ser escudriñadas de forma externa. Es, en este sentido, en el que
desarrollo una elucidación del concepto psicoanalítico clínico central, la
transferencia, desde el estudio de las ciencias cognitivas y neurociencia. Como
señala Schore, uno de los referentes en la integración de los datos psicoanalíticos
y neurocientíficos desde una perspectiva del desarrollo:
desarrollar puentes conceptuales básicos entre las disciplinas, no mirando solamente a los elementos exóticos,
esotéricos o marginales, sino examinando conceptos centrales en ambas disciplinas a la luz de la otra,” ibid., p.
488. De hecho, según Watt, “...la vida podría ser una serie de situaciones de transferencia que resultan en la
modificación gradual de, elaboración, y evolución de sistemas de imágenes básicos,” ibid., p. 512.
18
S.M. Andersen, “Toward a Psychodynamically Relevant Empirical Science”, Psychological Inquiry, 3(1),
1992, p. 14.
19
Éste sería el grave problema con el que el psicoanálisis ha topado una y otra vez: “las proposiciones centrales
de varias versiones de modelo (psicoanalítico) no han estado sujetas a test empírico, en parte porque se
formularon en términos que las hacía intestables,” A. Grünbaum, The Foundations of Psychoanalysis: A
Philosophical Critique, Berkeley, 1984, p. 278.
Las respuestas a varias cuestiones principales inexplicadas sobre la naturaleza de
los sistemas vivos pueden encontrarse en la elucidación de interconexiones entre
los diferentes niveles de análisis que son representados en las diversas disciplinas
científicas.20
Habré de recuperar el concepto básico de la técnica psicoanalítica más allá de
una disquisición escolástica intradisciplinar, mediante una visión interdisciplinar que
señale puntos de apoyo conceptuales. Pese a los problemas de traducción de
diferentes teorías propongo un principio de elucidación de una noción esencial al
desarrollo del psicoanálisis extrapolando su marco de justificación al diálogo con
otras teorías.
Desde el propio psicoanálisis hay voces que hablan de una 'traducción
conceptual' que permita el flujo de comunicación entre la abundante cantidad de
experiencia procedente de un siglo de práctica analítica y la exactitud propia de las
ciencias cognitivas.21
Ya en 1973, Piaget, en una importante publicación
20
A.N. Schore, Affect regulation and the Emergence of the Self, Hilldale, 1994, p. 64. “La auto-regulación, la
modulación de procesos energéticos subcorticales mediante la actividad cortical superior, representa un punto de
contacto potencial entre el psicoanálsis y la neurobiología,” ibid., p. 534. Este mismo autor señala la posibilidad
que Freud entreveía al principio de su carrera de reconciliar psicología y ciencia natural. El psicoanálisis había
de proveer un contacto con la biología. A.N. Schore “A century after Freud's project: is a rapprochement between
psychoanalysis and neurobiology at hand?”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 45(3), 1997,
pp. 807-840. Cf. D.J. Siegel, “Memory, Trauma and Psychotherapy: A Cognitive Science View”, Journal of
Psychotherapeutic Practice and Research, 4(2), 1995, pp. 93-122.
21
D. Westen y G.O. Gabbard, “Developments in Cognitive Neuroscience: I. Conflict, Compromise and
Connectionism”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 50 (1), 2002. En nuestro ámbito cf. A.
Herreros, “Un camino cognitivo al psicoanálisis”, http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/herreros.pdf, A parte
Rei, 21. D.J. Stein, “Psychoanalysis and cognitive science: contrasting models of the mind”, Journal of the
American Academy of Psychoanalysis, 20(4), 1992, pp. 543-559. L. Miller, “Freud's brain: Towards a unified
neuropsychodynamic model of personality and psychotherapy”, Journal of the American Academy of
Psychoanalysis, 21, 1993, pp. 183-212, señala la unidad en la falsa dicotomía subjetivo-orgánico y la
insuficiencia de una perspectiva sólamente neuronal para la determinación de algún tipo de desajuste de la
personalidad. D. Olds y A.N. Cooper, “Dialogue with Other Sciences: Opportunities for Mutual Gain”,
International Journal of Psychoanalysis, 78, 1997, pp. 219-225. J.E. Harris, Clinical Neuroscience, Nueva York,
1986, lleva a cabo una traducción conceptual de los procesos biológicos cerebrales con conceptos
psicoanalíticos. M.F. Reiser, Mind, Brain, Body. Toward a convergence of Psychoanalysis and Neurobiology,
Nueva York, 1984. R. Brockman, “Transference, Affect and Neurobiology”, Journal of the American Academy
of Psychoanalysis, 28(2), 2000, pp. 275-88. “La naturaleza complementaria de las fuerzas y debilidades del
psicoanálisis y las ciencias cognitivas podría sugerir que los dos serían partes perfectas en un matrimonio. Cada
uno podría ofrecer lo que le falta al otro, y la unión resultante podría procurar mucho del funcionamiento mental
humano (y específicamente inconsciente),” J. Weinberger, y J. Weiss, “Psychoanalytic and Cognitive
Conceptions of the Unconscious”, D.J. Stein (ed.), Cognitive Science and the Unconscious, Washington, 1997,
p. 47. M. Solms “Preliminaries for an integration of psychoanalysis and neuroscience”, British Psychoanalytic
Society Bulletin 34(9), 1998, pp. 23-38. M. Edelson, “The convergence of psychoanalysis and neuroscience:
psicoanalítica, señalaba la posibilidad de formular una 'psicología general' que
incluyese al psicoanálisis y la psicología cognitiva.22
Trataré de demostrar que las
diferencias provienen tanto de la falta de diálogo entre dichas disciplinas como de
la ausencia de una delimitación y traducción sofisticada de algunos de sus
conceptos fundamentales. Pese a ello, sí se ha llevado a cabo algún intento de
puesta en contacto de estas dos teorías, pero aludiendo a conceptos un tanto
vagos y genéricos, a falta de un análisis más detallado. Al relatar un caso, Westen
y Gabbard perfilan en su descripción psicoanalítica ciertos aspectos cognitivos:
Primero, una mayor intimidad y dependencia marcaron su relación con el analista y
activaron redes que probablemente no se hubieran puesto en juego en una relación
más superficial, al igual que no lo habían hecho en la relación analítica en una fase
previa del tratamiento, pues las características del prototipo (su representación de
su 'yo con madre') no hubiese estado en un estado suficientemente alto de
activación inconsciente. Por ello, los paradigmas relacionales que los pacientes
pueden expresar en el tratamiento psicoanalítico son típicamente muy diferentes de
las transferencias más específicas, variadas y complejas que se vuelven
manifiestas a medida que el proceso se intensifica, especialmente si el paciente
forma una relación de apego con el analista (Gabbard 2001). En segundo lugar, la
exploración explícita, declarativa, de los significados, los sentimientos, y recuerdos
de la Srta. C. con su madre llevó a un “andamiaje” cognitivo para sus experiencias,
un bosquejo de una narrativa coherente que le ayudó a darse cuenta de quién era
con su madre, con su analista, y con otros, y a la consiguiente activación de de
recuerdos, pensamientos y sentimientos asociados, las representaciones
conscientes propagaron la activación a redes inconscientes afines.23
Illusion and reality”, Contemporary Psychoanalysis, 22, 1986, pp. 479-519, apunta la irreducibilidad de las
teorías psicoanalíticas y proponía hace dos décadas la convergencia de ambas en tanto disciplinas autónomas.
D.J. Stein “Introduction: Cognitive Science and the Unconscious”, D.J. Stein (ed.), Cognitive Science and the
Unconscious, Washington, 1997. “Así, la neurociencia, en virtud del estatus objetivo de su evidencia supone una
serie de útiles puntos de apoyo desde los que reevaluar los conceptos psicoanalíticos. Y el psicoanálisis, en virtud
de su rica tradición teórica, les ofrece a los neurocientíficos un marco conceptual comprensivo para guiar su
investigación en la neurociencia de la experiencia subjetiva,” M. Solms y O. Turnbull, op. cit., p. 43. P. Kitcher,
Freud's Dream: A complete interdisciplinary science of mind, Cambridge, 1992.
22
J. Piaget, “The affective unconscious and the cognitive unconscious”, Journal of the American Psychoanalytic
Association, 21, 1973, pp. 249-261.
23
D. Westen y G.O. Gabbard, “Developments in Cognitive Neuroscience: II. Implications for theories of
Transference”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 50 (1), 2002, p. 109. Un modelo genérico de
explicación es el que nos ofrece Levin en sus conclusiones relacionando aspectos cognitivos y cerebrales con
otros de tipo psicológico: “las transferencias llevan a cabo una variedad de efectos: conectan los hemisferios;
estimulan recuerdos arcáicos basados en el cerebelo; activan patrones habituales del cortex estriado adquiridos
preedípicamente; activa sistemas léxicos en el hemisferio dominante; identifican sistemas de gestos o prosódicos
bilateralmente junto con sus efectos asociados; y significan la 'amusicalidad' particular que conlleva un déficit
neurocognitivo,” F.M. Levin, Psyche and Brain. The biology of talking cures, op. cit., p. 248
La relevancia de la transferencia como instrumento clínico queda patente en
su amplia utilización por parte de psicólogos que reconocen emplear en mayor o
menor medida principios dinámicos.24
Por otro lado, frente a un paradigma
biomecánico que entiende la enfermedad desde una perspectiva puramente
fisiológica, las perspectivas biopsicosociales se acercan al fenómeno de la
enfermedad desde una óptica que atiende a la influencia de factores tanto sociales
como psicológicos y culturales.
La importancia de una elucidación adecuada viene dada por el hecho de que,
de acuerdo con Dawes, los especialistas de la salud mental son más eficaces, al
actuar de conformidad con el conocimiento acumulado acerca de su materia, antes
que siguiendo algún tipo de conocimiento pseudo-intuitivo. Según reseña, uno de
los resultados más importantes de la investigación existente acerca de la
efectividad de las psicoterapias muestra cómo no posee ninguna relación con el
bagaje o experiencia del practicante.25
En este sentido se refiere a la existencia de
'efectos inespecíficos' en la efectividad de la terapia, efectos que tendrían que ver
con la 'calidad de la relación'.
Nuestro cuestionamiento va dirigido hacia una explicación de la efectividad de
la clínica, a los procesos subyacentes en la práctica, a mostrar sus fundamentos.26
24
K. Pope, B. Tabachnick y P. Keith-Spiegel, “Ethics of practice: The beliefs and behaviors of psychologists as
therapists,” American Psychologist, 42, 1987, pp. 993-1006.
25
R.M. Dawes, House of Cards. Psychology and psychotherapy built on myth, Nueva York, 1994. De hecho su
trabajo acaba afirmando, o casi más bien difamando, la técnica de los especialistas en la salud mental que no se
diferenciaría en gran cosa de los poderes sugestivos. “En resumen, creemos en la autoridad de los profesionales
de la salud mental porque hemos oído contínuamente que son los expertos, porque estamos predispuestos a
aceptar lo que gente que afirman ser autoridades dice de todas formas, porque estas autoridades particulares nos
dicen lo que ya creemos, y porque refuerzan nuestro sesgo al atribuir el comportamiento indeseable de otros a
características personales (“enfermedad mental”) y en nosotros debido a circunstancias ambientales...” p. 223.
26
“La cuestión no es ya si las psicoterapias son efectivas (algunas lo son en algunas personas) sino porqué y
cómo funcionan cuando lo hacen. ¿Qué procesos causales, de control y de auto-corrección están involucrados?”
K.M. Colby y R.J. Stroller, Cognitive Science and Psychoanalysis, Hillsdale, 1988, p. 152.
Los más acérrimos críticos del psicoanálisis no paran de señalar la ignorancia de
los propios analistas de los mecanismos en juego en el cambio terapéutico.27
Nuestra explicación estaría basada tanto en los aspectos cognitivos como en
la implementación neural de dichos procesos y la producción de cambios, de
nuevas pautas de aprendizaje. Tanto la mielinación del cortex prefontal, como el
contínuo surgimiento de neuronas en el hipocampo de los adultos muestra la
flexibilidad en la reconfiguración de la experiencia del sujeto e indica posibles
sustratos neuronales de un nuevo aprendizaje.28
En la elucidación de este concepto, el renovado papel que juegan las
emociones desde un punto de vista neurocientífico permite retomar algunas de las
nociones más vagas y a la vez más necesarias del descubrimiento de Freud. Éste
señalaba la importancia de los afectos, sentimientos, y finalmente del propio amor
como elemento fundamental de su técnica. Su trabajo se remite así mismo a
modos de conceptualizar la experiencia almacenada y recuperarla. Estas pautas
componen el aspecto técnico de una reeducación de patrones de procesamiento y
27
M. Macmillan, Freud Evaluated. The Completed Arc, Amsterdam, 1991. Refiriéndose a las posibles causas del
cambio terapéutico, y a las características del analista como fundamentales en éste, señala: “Incluso si fuesen
éstas o la relación con el paciente o cliente críticas nos faltan conceptos, psicoanalíticos o de otro modo, para
superar la brecha entre ellas y las consecuencias que se suponen producen,” ibid., p. 607. “Incluso si la idea de
un inconsciente, descifrable solo mediante una técnica sobre la que Freud ostentaba la patente, sucumbiese frente
al escepticismo, algo de algún modo contínuo con el psicoanálisis tal como lo hemos conocido podría aún ser
sostenible. La prática podría transmutarse en una actividad autónoma desvestida de pretensiones explicativas y
crudamente terapéuticas, a despecho de lo grandisos del fundador, y consagrada a un sólo objetivo, la
elucidación y articulación del sentimiento del yo. Pero, ¿sería una actividad concebida de esta manera aún
psicoanálisis?” F. Cioffi, Freud and the question of pseudoscience, Chicago, 1998, p. 287. Sulloway, por su
parte, se refiere en especial al carácter sectario del análisis, su falta de integración con otras disciplinas científicas
y con el método científico en especial en su fase de verificación, acusando más bien a los practicantes de
pseudocientíficos que a la propia teoría, en la entrevista de M. Borch-Jacobsen con F.J. Sulloway, “Freud
recycleur: Crytobiologie et Pseudoscience”, C. Meyer (ed.), Le Livre Noir de la Psychanalyse: Vivre, penser et
aller mieux sans Freud, París, 2005, pp. 49-66. Por último Crews llama la atención sobre el carácter mítico de la
invención psicoanalítica en especial en manos de su creador F.C. Crews, The Random House Handbook, Nueva
York, 1987, más moderada, F.J. Sulloway, Freud, Biologist of the Mind: Beyond the Psychoanalytic Legend,
Nueva York, 1979.
28
“Si atender de modo consciente así como la verbalización pueden promover la activación cortical, se podría
argumentar teóricamente que tratamientos como el análisis refuerzan el funcionamiento cortical y aprovechan la
plasticidad cortical para modular respuestas emocionales profundamente arraigadas,” R. Pally, “I: How the Brain
Development is Shaped by Genetic and Enviromental Factors”, International Journal of Psychoanalysis, 78,
1997, p. 593.
actuación recurrentes que conlleva respuestas fisiológicas, neurovegetativas y
pautas de activación, aparte de modalidades simbólicas.
Freud fue un pionero precisamente al resaltar la importancia de los aspectos
emocionales en la constitución psíquica del sujeto. Tras un amplio estudio de la
literatura sobre el concepto de motivación en psicología experimental, Westen
señala el acuerdo de ésta con el psicoanálisis frente a las teorías de un calado más
propiamente cognitivo clásico.29
De forma similar se expresan los mayores
especialistas en neurociencia afectiva, que resaltan la cercanía de las propuestas
psicoanalíticas con la más avanzada neurociencia afectiva.
La especialización de disciplinas es un proceso exponencial que ha venido
acompañado de una defensa a ultranza de los marcos teóricos o paradigmas de
diversas comunidades y una asunción defensiva de sus teorías. La guerra de
facultades y departamentos es patente si uno analiza los planes de estudio de
diversos países e incluso de diferentes facultades a nivel nacional. Es interesante
resaltar cómo un psicólogo en Argentina saldrá con un conocimiento amplio no sólo
de las teorías de Freud, sino con un amplio bagaje de buena parte de la literatura
psicoanalítica posterior y de sus diversas áreas de influencia y no obstante apenas
poseerá nociones generales sobre lo que es psicología experimental y cognitiva.
En España sucede prácticamente lo opuesto, un estudiante de psicología habrá
oído hablar de Freud como capítulo frustrado en los antecedentes de la psicología
auténtica, experimental, y repetirá, sin mucho fundamento, que el psicoanálisis no
posee ni validez científica ni utilidad clínica.
29
“Freud y los teóricos psicoanalíticos que han seguido sus pasos han acabado teniendo razón donde teorías
psicológicas competidoras habían estado completamente equivocadas y donde la mayoría de las teorías de la
conciencia contemporáneas siguen siendo o bien incorrectas o incompletas,” D. Westen, “The scientific legacy of
Freud: Toward a psychodynamically informed psychological science”, Psychological Bulletin, 124(3), 1998, p.
344.
Pese a ello, especialistas de primer rango aún mantienen una apertura al
diálogo, reconociendo el valor del psicoanálisis. Según el biólogo y Premio Nóbel
Eric Kandel, el psicoanálisis 'representa la visión más coherente e intelectualmente
satisfactoria de la mente'30
A la hora de estudiar la función mental los biólogos necesitan un guía. Es aquí
donde la psiquiatría y la psicología cognitiva, como guías y tutores pueden hacer
una valiosa contribución a la ciencia del cerebro. Una de las cualidades de la
psiquiatría, de la psicología cognitiva y del psicoanálisis reside en sus perspectivas.
La psiquiatría, la psicología cognitiva y el psicoanálisis pueden definir para la
biología las funciones mentales que deben ser estudiadas para una comprensión
significativa y sofisticada de la biología de la mente humana.31
Kandel aboga por una reconsideración del psicoanálisis que atienda al avance
de otras disciplinas y que, frente al aislamiento, se abra a influencias externas. Ello
resulta complicado en cuanto el propio Freud, vilipendiado por los científicos de su
tiempo, creía haber descubierto un campo de racionalidad, ajeno a la ciencia, que
había elaborado como disciplina independiente.
Si bien la crítica a Freud, desde una perspectiva epistemológica, se ha
concentrado en la reificación del inconsciente y su conversión de éste en una
instancia subpersonal con características subjetivas, la ciencia cognitiva puede
desmenuzar esta petitio principi ontológica en una serie de procesos concretos con
contenido empírico. Al teorizar y descubrir el inconsciente, Freud estaba dando
cuenta de sucesos reales, pero que en un marco empírico han de ser elucidados
30
E.R. Kandel, “Biology and the future of psychoanalysis: A new intellectual framework for psychiatry
revisited,” American Journal of Psychiatry, 156(4), 1999, p. 505. Cf. E.R. Kandel, “Psychotehrapy and the
single synapse: The impact of psychiatric thought on neurobiologic research”, New England Journal of
Medicine, 301, 1979, pp. 1028-37.
31
E.R. Kandel, “A new intellectual framework for psychiatry”, American Journal of Psychiatry, 155(4), 1998, p.
459.
acudiendo a procesos antes que a instancias. Ese es el camino emprendido
también por Jacques Lacan al procedimentalizar el inconsciente como lenguaje.
El error epistemológico de Freud vendría dado por su creencia de que los
conceptos que vertebran su visión de la psique humana son la única interpretación
posible de los fenómenos. Es ahí donde se desmarca de la ciencia experimental
falsable.32
Si bien la creación de conceptos en ciencia juega un papel fundamental,
éstos, a falta de contrastación empírica, no son sino una interpretación de la
naturaleza, antes que un modelo de explicación. Así nuestra tarea será intentar
mostrar el contenido empírico de su concepción de la transferencia remitiéndolo a
los conocimientos que se derivan de las ciencias cognitivas y neurociencia,
haciendo del explanadum transferencia un explanans cognitivo. ¿En qué medida es
posible un ajuste y una comprensión de la teoría freudiana en diálogo con las
ciencias cognitivas? Ésta sería pues la tarea que llevaré a cabo en la segunda
parte de este estudio, dotar de contenido empírico a una teoría por medio de la
elucidación de un término teórico a través de otras teorías; elucidar el halo
enigmático que rodea al psicoanálisis, su marchamo mitológico que previene el
diálogo con otras disciplinas. Para ello me pareció oportuno llevar a cabo una
genealogía del concepto de transferencia mediante la cual se pueden observar las
hondas raíces epistémicas del método que forjó Freud. Así, éste siempre estuvo
comprometido con cierto ideal positivista de ciencia basado en su experiencia.
Partimos de su pensamiento no tanto para justificarlo, para demostrar la certeza de
sus aserciones, sino con el fin de completar la tarea que él comenzó.33
32
D.P. Spence, The rhetorical voice of psychoanalysis: Displacement of evidence by theory, Cambridge, 1994.
33
Cf. M. Solms “Preliminaries for an integration of psychoanalysis and neuroscience”, op. cit. “Más bien,
volviendo a las raíces neuropsicológicas del psicoanálisis podemos obtener una nueva perspectiva sobre su
relevancia para nuestras teorías actuales y prácticas clínicas,” L.M. Miller, op. cit., viii. En concreto Miller señala
la relación entre tres conceptos alrededor de los cuales Freud elaboró su teoría, la histeria, los actos fallidos y los
sueños, y su relación actual con la neuropsicología.
Si bien Freud comenzó con el intento de creación de una ciencia cognitiva
completa, interdisciplinaria, tomando elementos de la biología y neurofisiología,
ésta, al aislarse, se volvió rápidamente obsoleta, provocando su ostracismo bajo el
sello de la independencia. De acuerdo con Kitcher dos teorías son
interdependientes si al alterarse algún aspecto de la teoría que sirve de base a la
teoría interdisciplinaria ésta también resulta alterada.34
El psicoanálisis perdió su
impronta interdisciplinaria que la ligaba a otras disciplinas más básicas. Nuestro
camino es el contrario, buscar nuevas formas de correlación.35
Desde una perspectiva filosófica se debiera estímular el diálogo y
reconocimiento mútuo de disciplinas enajenadas por la incomprensión y por las
barreras alzadas, a menudo arbitrariamente, por las espúreas exigencias de una
integridad metodológica de calado más sociológico que propiamente científico, en
el sentido amplio de empresa racional.
Uno de los inspiradores de un nuevo estilo filosófico, Ludwig Wittgenstein, nos
introducirá al psicoanálisis mediante su personal lectura de Freud. Precisamente es
su valoración del psicoanálisis como mitología la que será reconsiderada mediante
la elucidación de la transferencia. El propio Wittgenstein nos servirá de referencia
para analizar dos visiones filosóficas acerca de la ciencia, una positivista, más
centrada en la posibilidad de una referencia estricta del lenguaje, y otra basada en
el lenguaje como juego, como hermenéutica.
34
P. Kitcher, Freud's Dream: A complete interdisciplinary science of mind, op. cit.
35
Así, frente a la propuesta de Watt, no resulta extraño que sólo con el abandono de los conceptos rudimentarios
del modelo energético-mecánico se pueda desarrollar el psicoanálisis en un diálogo interdisciplinario. “Es irónico
que el abandono del antiguo modelo energético-mecánico de la transferencia -un modelo estrechamente
relacionado con los esfuerzos de Freud por establecer una base biológica para su psicología- haga ahora posible
desarrollar relaciones más estrechas entre construcciones neuropsicológicas y psicoanalíticas.”
D.F. Watt, “Transference--A Right Hemisphere Event?: The Boundary Between Psychoanalytic Metapsychology
and Neuropsychology”, Psychoanalysis and Contemporary Thought, (9)1, 1986, p. 52.
Un análisis de las críticas epistemológicas y metodológicas al psicoanálisis
dará pie a la discusión de los problemas de éste como teoría y, en especial, la
incapacidad de extraer hechos incontaminados de su propuesta clínica. La validez
del psicoanálisis como heurística metodológica, los diversos niveles de análisis de
los fenómenos transferenciales, su relación con la inteligencia artificial, la
emergencia biológica y la incorporación, así como el problema de las otras mentes,
son también analizados.
En cierto sentido nuestra tarea es similar a la propuesta 'centralista' de Daniel
Dennett, relacionar explicaciones extensionales e intencionales.36
Poseemos una
teoría intencional de la mente como el psicoanálisis y una posible referencia
extensional en las teorías que se aglutinan bajo las ciencias cognitivas. Su relación,
diálogo e hibridación quizás permita un acercamiento a la relación entre sentido y
referencia más allá de la reducción y la enajenación. El psicoanálisis no sólo
produce una teoría del sentido, sino que permite alterar las raíces de la experiencia
del sujeto. Mediante la transferencia se conseguiría la reconstrucción de creencias
intencionales con efectos funcionales y comportamentales. Es así como el análisis
de la transferencia puede abrirnos nuevas perspectivas a la hora de acometer un
acercamiento al concepto cognitivo más básico y complejo, la conciencia.
Frente a otras terapias que se limitan a actuar sobre un síntoma concreto o le
señalan al paciente la inadecuación de sus creencias acerca de ciertos estados de
cosas, el psicoanálisis propugna una técnica que más que mostrar la incorrección
del comportamiento a un sujeto le conviertan en agente, a diversos niveles, de sus
respuestas y procesos, permitiéndole, en definitiva, adquirir conciencia de ciertas
respuestas automatizadas que componen su comportamiento. Frente al
36
D.C. Dennett, Content and Consciousness, Nueva York, 1969, esp. p. 85. Cf. J. Hornsby, “Personal and sub-
personal: A defence of Dennett's early distinction”, Philosophical Explorations, 2000, pp. 6-24.
achatamiento del mundo que produce la psicología experimental que trata de
explicar fenómenos complejos de la conducta humana como subir una escalera
basándose en parametrizaciones, el psicoanálisis da buena cuenta del universo
lingüístico, de la relación entre el significado, su producción intersubjetiva y su
incorporación fisiológica, situándose entre las ciencias de la conducta, el
procesamiento de información, y el significado.37
37
“Si el conocimiento humano no consiste en descripciones almacenadas ¿cuál es entonces la relación entre lo
que decimos y hacemos? Hablar ha de ser visto no como sacar lo que estaba ya dentro, sino como un modo de
cambiar lo que está dentro. Hablar no es volver a declarar lo que ha sido puesto de modo subconsciente en el
cerebro, sino en sí mismo una actividad de representación,” W.J. Clancey, Situated Cognition: On Human
Knowledge and Computer Representations, Cambridge, 1997, p. 3. “Conceptualizar situaciones, problemas y
acciones alternas implica inherentemente un aspecto de autoreferencia en el mecanismo perceptual-conceptual.
Esto es, la comprensión de una persona de '¿qué está pasando?' es realmente '¿qué me está pasando a mí ahora?'”
ibid., p. 27.
I. Psicoanálisis
“Pude apreciar claramente, durante nuestro primer
encuentro personal, en el año 1907, la alta
significación que Freud atribuía a los fenómenos de
la transferencia. Después de una conversación de
muchas horas, se produjo una pausa. De pronto
Freud preguntó, inopinadamente: ‘¿Y qué piensa
usted de la transferencia?’ Respondí con la más
honda convicción que era el alfa y el omega del
método analítico. A lo cual él repuso: ‘Entonces ha
comprendido usted lo principal’.”
Carl Gustav Jung, La psicología de la transferencia.
Reevaluación del Descubrimiento de la Transferencia
El hallazgo de la transferencia puede ser considerado uno de los sucesos
vertebrantes del sistema psicoanalítico,38
su condición de posibilidad. La propia
evolución del pensamiento acerca de la transferencia prosigue, en sus rasgos
generales, una cronografía que ha sido delineada por los principales biógrafos de
Freud.39
Si Freud va elaborando su teoría en contacto con su experiencia clínica, a
través del tratamiento con sus pacientes, el papel clave de la transferencia, no sólo
como medio terapéutico, sino como punto de apoyo de sus ulteriores
investigaciones, no puede ser infravalorado.
Claro está que el pensamiento de Freud se ha de incardinar dentro del
conocimiento terapéutico y teórico propio de su época. Sus conceptos, sólo a
medida que se vuelven sistemáticos se independizan del contexto en el que se
habían generado, creando una discursividad y un campo de saber nuevo. Según
Isabelle Stengers, Freud poseía la pretensión de hacer tabla rasa frente a cualquier
38
Dos de los principales especialistas en la primera fase del pensamiento de Freud sontienen que “se puede
afirmar hoy en día, con una certeza casi plena, que el descubrimiento de la transferencia fue el primer
descubrimiento capital de Freud, aquel que abre el camino a todos los que seguirían...” L. Chertok y R. de
Saussure, Naissance du psychanalyste. De Mesmer à Freud, París, 1974, p. 147. Breuer, colaborador de Freud
en sus Studien über Hysterie (1895), dirá que el fenómeno de la transferencia era el gran descubrimiento que
debían ofrecer al mundo.
39
P. Gay, Freud. Una vida de nuestro tiempo, Barcelona, 1989. Así las tres partes centrales de la vida de Freud
son recortadas de acuerdo con una primera que trazaría su frontera con la siguiente alrededor de 1905
(Fundamentos 1856-1905). El caso de Dora escrito en 1901 y sólo publicado en 1905 entra justo dentro del
período de inflexión en el que se sitúan otros casos clínicos discutidos por Freud. Así la segunda parte
(Elaboraciones 1902-1915) igualmente participa de un acontecimiento externo, el estallido de la Primera Guerra
Mundial, que,no pudo dejar indiferente a nadie. Finalmente una última etapa vendría dada por las ampliaciones y
correcciones (Revisiones 1915-1939) que lleva a cabo Freud hasta el fin de sus días. El estudio clásico de E.
Jones, The Life and Work of Sigmund Freud (abreviado por L. Trilling y S. Marcus), Nueva York, 1961, sigue un
patrón similar al dividir el devenir freudiano en una primera fase que llegaría hasta 1900 con la publicación de la
Traumdeutung, una segunda que finaliza con el término de la contienda mundial (1919) y una última etapa que se
extiende desde dicho año hasta su muerte. Veremos como estas cronografías son consistentes con el desarrollo
del concepto de transferencia a lo largo de la obra de Freud y que éste es modificado de acuerdo con alteraciones
en otros puntos de su teoría. Otras obras de calado mucho más crítico, M. Macmillan, Freud Evaluated. The
Completed Arc, Amsterdam, 1991, no tratan de forma adecuada el desarrollo de la transferencia y simplemente lo
refieren a las últimas formulaciones relativas a la repetición en la transferencia.
otro tipo de terapia previa y, si bien aprovechó las influencias a las que estuvo
sometido, ciertamente su técnica supuso un giro epistemológico.40
De esta forma he incluido un desarrollo prefreudiano de la transferencia que no
existía sino como amalgama de nociones acerca de la relación entre el médico y el
paciente. A través de la evolución de su pensamiento llegamos a una revolución,
una alteración fundamental de la tradición en la cual surge.
A su vez, el propio pensamiento psicoanalítico recibe diversas formalizaciones
en el transcurso de la vida y obra de Freud.41
Por ello me pareció oportuno trazar
las discontinuidades dentro de éste con el fin de delimitar la polivalencia del
concepto teórico en cuestión y su propia evolución. Diversos aspectos van
ocupando una posición más o menos privilegiada en este desarrollo.
La transferencia representa, junto con el método psicoanalítico en conjunto,
pero como pieza clave de éste, la introducción del sujeto en la medicina tal como
discurriría hasta el padre de la antropología médica, Viktor von Weizsäcker.
Podemos estar de acuerdo en afirmar que “...Freud, no sólo en el dominio de las
neurosis, sino en el de la patología entera, ha llegado a ser la gran figura inicial en
la empresa de personalizar el saber y el quehacer médico.”42
O, como señala
Foucault, Freud es el primero en atender a la relación médico-enfermo.43
40
I. Stengers, La volonté de faire science. À propos de la psychanalyse, Le Plessis- Robinson, 1996.
41
Así por ejemplo J. Sandler, C. Dare y A. Holder, El paciente y el analista, Barcelona, 1993, sostienen la
necesidad de un aproximamiento histórico y contextual a la hora de elucidar los conceptos analíticos, misma
fórmula adoptada en el clásico Diccionario de Psicoanálisis de J. Laplanche y B. Pontalis. Por otro lado la
división en fases del pensamiento freudiano ha de responder a criterios técnicos y conceptuales y no pude abarcar
las diversas facetas de su obra, debido al propio carácter de ésta. Freud no abarca en su totalidad,
sistemáticamente, sus descubrimientos, sino que trata de alumbrar diversos territorios a medida que se producen
sus avances.
42
P. Laín Entralgo, Historia de la Medicina, Barcelona, 1978, p. 635.
43
“...el médico disipa la enfermedad mental con el concepto crítico de la locura. De tal manera que no quede
más, fuera de las formas vacías del pensamiento positivista, sino una sola realidad concreta: la pareja médico-
enfermo, en la que se resumen, se anudan y se desanudan todas las alienaciones. Y es por esto por lo que toda la
psiquiatría del siglo XIX converge realmente en Freud, el primero que haya aceptado en serio la realidad de la
pareja médico-enfermo, y que haya consentido en no apartar de allí ni sus miradas ni sus investigaciones, que
no haya intentado ocultarla en una teoría psiquiátrica que tanto bien o mal armonizaba con el resto de la ciencia
médica; el primero en haber sacado rigurosamente las consecuencias de esa realidad,” M. Foucault, Historia de
la Locura en la Época Clásica III, Barcelona, 2002, p. 261.
Esta personalización se produce, no ya tanto como un reconocimiento del
carácter individual del paciente, sino de una forma más profusa, como interacción,
como relación en la que la figura del terapeuta y el paciente se interrelacionan. La
imposibilidad de afirmar la presencia aislada del paciente, la irresolubilidad del
síntoma sin la existencia de la transferencia, hace imprescindible la figura presente
en el otro extremo de la relación.44
El sujeto cartesiano es criticado no sólo por el requisito del otro, sino por una
interioridad conflictiva en la que diversos mecanismos imponen sus leyes ajenas e
indeterminables; se produce una crítica extra e intrasubjetiva. Se introduce al
hombre en la práctica médica mediante la destitución de su comprensión clásica
como sujeto, no ya como objeto de saber, sino como realización, en conexión, en
movimiento. Un saber empírico, una techné, pues, del único tipo posible, quizás, en
las ciencias del hombre, que no se desenvuelve en la objetivación del sujeto, en
las operaciones realizadas sobre él, sino que se produce en la interacción. Techné
también en el sentido de delimitación entre praxis y theoría: práctica, como terapia,
y teórica, en tanto construcción conceptual.
Uno de los problemas de la investigación interdisciplinar entre psicoanálisis y
ciencias cognitivas ha sido la falta de precisión conceptual a la hora de abordar una
posible elucidación. Hace falta aclarar el propio explanandum para poder remitirlo a
un explanans adecuado, pues los conceptos psicoanalíticos sólo de manera
indirecta se refieren a los conceptos de la psicología general.
Nuestra aproximación optará por mostrar la aportación de Freud en su discurrir
temporal. Éste siempre creyó en una cierta objetividad de su descubrimiento y
44
Hasta el punto que hay autores que opinan que sólo en la interacción se produce el inconsciente, así J.-D.
Nasio, en sostiene en Les Yeux de Laure, París, 1987, que “la transferencia analítica es el equivalente al
inconsciente”, p. 48, es decir, somete a cuestión la existencia del propio inconsciente más allá de la relación que
se produce en el análisis.
luchó frente a las heterodoxias debido a la importancia de su hallazgo,45
una nueva
forma de afrontar al otro y tenderle la mano.
45
“El psicoanálisis, como cualquier otra rama de la ciencia sólo, puede ser estudiado provechosamente en su
evolución histórica, nunca como un cuerpo de conocimiento perfeccionado, y su desarrollo estuvo íntima y
peculiarmente relacionado con la personalidad de su fundador,” E. Jones, op. cit., p. xx.
Figura 1.1. Jerónimo del Bosco- La extracción de la Piedra de la Locura (1475-80). El Bosco, pintor
renacentista irreverente donde los hubiese, muestra en esta pintura un espejo bordeado por una
inscripción que reza: “Maestro quítame la piedra. Mi nombre es Lubbert Das.” Vemos una vivisección
del cerebro con el fin de extraer la 'piedra de la locura'. El que lleva a cabo la operación posee un
embudo, signo de su estupidez, y una bolsa de dinero. Así mismo, acompañando a las figuras
centrales, encontramos un fraile con expresión de sorpresa, como si el maestro realizase algún tipo
de milagro, y una monja, esta última con un libro sobre la cabeza, a modo de sombrero. El resultado,
la extracción de una flor negra de la cabeza del paciente, diverge del previsto.
1.0. Genealogía de la transferencia : Magnetismo, sugestión e hipnosis
El surgimiento del estudio supuestamente empírico de la mente podemos
retrotraerlo al siglo XVIII, a la Ilustración. Aunque existen indicios de prácticas
previas,46
éstas se encuentran envueltas en un halo misterioso, no sólo en relación
a su propio ejercicio, sino en cuanto a las fuentes que poseemos al respecto. Sólo
la derrota de l’Infâme, de lo oculto y de la superchería, mediante la luz de la razón,
pudo introducir el estudio de la mente en un ámbito, al menos, pre-científico.
Así se suele situar como punto de arranque las prácticas de Franz-Anton
Mesmer(1736-1815).47
En un período de consolidación del newtonianismo frente al
cartesianismo, de la propagación de leyes universales más que de mecanismos
particulares para la explicación de los fenómenos naturales, Mesmer abre en París
una consulta para el tratamiento de desórdenes nerviosos48
creyendo en la
existencia de cierto fluido universal, con semejanzas al pneuma estoico, que unía a
todos los seres y, en concreto, a los seres humanos entre sí.49
Según Ellenberger, el magnetismo de Mesmer vendría a ser la otra cara de la
moneda en la que también se encontraría el exorcismo, tal como lo practicara el
célebre padre suizo Gassner. Éste trataba ciertas enfermedades del alma a través
46
En el primer capítulo de F.H. Ellenberger, The Discovery of the Unconscious. The History and Evolution of
Dynamic Psychiatry, Londres, 1970, se abordan algunos de estos antecendentes. Pedro Laín Entralgo realiza una
profunda exégesis de los tratamientos pre-psicoterapéuticos en la antigua Grecia en La curación por la palabra
en la Antigüedad clásica, Barcelona, 1984. Sobre la relación entre poder y capacidad de sanación así como de la
interacción de las esferas divinas y terrenas cf. el estudio clásico de M. Bloch, Les Rois Thaumaturges, París,
1997. Aún hoy en día se anuncia un curso de postgrado o Master en exorcismo de dos meses de duración que
comenzó en el año 2005 en el Athenaeum Pontificium Regina Apostolorum.
47
Previamente podemos observar la existencia de ciertas aserciones teóricas acerca de su contenido y
surgimiento tales como las reflejadas en el diálogo entre empiristas y racionalistas, un caso ejemplar podrían ser
las Consideraciones acerca del entendimiento humano de Locke y las Nuevas consideraciones acerca del
entendimiento humano de Leibniz, ambas carentes del sentido práctico propio de la psicoterapia tal y como la
conocemos.
48
Cf. por ejemplo J. Ehrenwald, The history of Psychotherapy: From Healing Magic to Encounter, Nueva York,
1976. F. Rausky, Mesmer ou la révolution thérapeutique, París, 1977. Las obras de Mesmer se encuentran en F.-
A. Mesmer, Le Magnétisme Animal, París, 1971.
49
La importancia simbólica y operativa del concepto de fluido en el arte curativo clásico está bien documentado
en M. Foucault, Historia de la Locura en la Época Clásica, II, México, 2000. Así el fluido estaba relacionado
con la inmersión y la purificación; igualmente ofrecía un medio en el que la transmisión de cualidades se hacía
posible. “En este medio fluido, se hace el intercambio universal de cualidades,” ibid., p. 490.
de los ritos del exorcismo. El propio Mesmer, al dar su opinión acerca de las
prácticas de Gassner sostenía que éste mismo estaba, sin saberlo, utilizando el
magnetismo animal,50
en lo que creía que era expurgación demoníaca. Dos
técnicas diferentes obedecían a un mismo principio actuante.
El magnetismo respondía a la teodicea ilustrada cuya asimilación de Dios y
naturaleza, Deus sive Natura, no permitía la actuación de ninguna instancia divina
ajena a la propia consustancialidad de las cosas. Por tanto, en el estudio de los
fenómenos anímicos habría que prescindir de toda referencia a creencia mítica o
religiosa alguna. La ciencia natural iría absorbiendo la omnisciencia divina en favor
de explicaciones inmanentistas, relativas al orden visible. Newton y su ley universal
gravitatoria habrían supuesto un apoyo decisivo y contundente a la idea de un Dios
conservador de la naturaleza, deista (Natura), frente al omnipotente creador
cristiano (Deus).
Hay también una referencia a Descartes y su idea de espíritus animales insita
en el pensamiento de Mesmer. Para Descartes éstos serían como un aire sutil o
“…más bien como una llama muy pura y viva que, subiendo continuamente en
abundancia del corazón al cerebro, [y] se distribuye de ahí por los nervios a los
músculos y da el movimiento a todos los miembros.”51
El interés médico de Mesmer se va desarrollando con la imposición de imanes
a ciertos miembros de las clases altas de su Viena natal. A lo largo de sus
indagaciones empieza a conjeturar cómo la curación que observaba en algunos de
sus magnetizados no podía deberse a la simple presencia de un imán y es así que
50
Hay indicios de ideas cercanas al magnetismo en una obra que parece haber sido escrita por Herman
Boerhaave, An Essay on the virtue and efficient cause of magnetical cures, Londres, 1743. Su autoría, dudosa,
pondría sobre la pista del magnetismo a uno de los fisiólogos más ejemplares del siglo XVIII.
51
R. Descartes, Discours de la Méthode, V. Así mismo el Dictionnaire de l'Académie Française de 1762 se
refiere a estos ‘esprits’ como pequeños cuerpos ligeros, sutiles e invisibles, que llevan la vida y el sentimiento a
las partes del animal. Nótese la relación con el éter y la pérdida de toda connotación animista por una
mecanicista con la permanencia de una asociación entre vida y sentimiento.
habrá de sostener la existencia de un fluido universal, de idéntico porte a la ley
gravitacional newtoniana. Éste permearía todo tipo de organismos, produciendo
sus modificaciones una variedad de afectos y padeceres. Pasa así de una práctica
a la formulación de una teoría.
Recurriendo a la analogía galénica, la enfermedad se entendía no ya como
una alteración interna, un desequilibrio de los fluidos, sino como una distribución
incorrecta de una especie de fluido externo y universal en un individuo, sobre su
constitución orgánica. Se pasaba así de la metáfora mecanicista a otra de tipo
universal legalista, presupuesto de toda ciencia natural; igualmente se situaba al
individuo en complejos estructurales superiores a éste, en los que se insertaba
como simple nodo o gozne. Se cuestionaban, pues, los presupuestos del
humanismo y el antropocentrismo, al igual que lo hiciesen los descubrimientos
científicos de ese período.
Junto con la aceptación de los postulados newtonianos se sucede una oleada
de anticartesianismo que niega uno de sus principios fundamentales. De acuerdo
con éste uno puede adquirir un conocimiento interno, personal, mucho más
profundo del que se puede llegar a poseer del mundo externo, el llamado
paradigma de interioridad. Otra crítica que empieza a elaborarse es la relativa al
materialismo, que acabará con la supuesta división ontológica entre res extensa y
cogitans, entre dos tipos de substancia, y tendrá como resultado último el
monismo. El monismo materialista de la ciencia tal y como llega hasta nuestros
días, preconizado por hombre-máquina de La Mettrie, y delineado por Vesalio y su
De humanis corporis fabrica.
En resumidas cuentas, los principios del sistema de Mesmer serían los
siguientes:
(1) Un sutil fluido físico llena el universo y forma un medio de conexión entre el
hombre, la tierra y los cuerpos celestes e igualmente entre los hombres. (2) La
enfermedad surge de la distribución desigual de este fluido en el cuerpo humano, la
recuperación se logra cuando dicho equilibrio se restaura. (3) Con la ayuda de
ciertas técnicas, este fluido puede ser canalizado, guardado y transferido a otras
personas. (4) De esta manera se pueden provocar ‘crisis’ en los pacientes y, de
esta forma, curar enfermedades.52
La función del terapeuta, según Mesmer, sería restablecer el equilibrio de este
fluido dirigiendo las corrientes magnéticas que se encuentran dispersas en el
paciente. El magnetismo surge así como técnica que trata de forma genérica y
universal un fenómeno en el que la presencia del magnetizador es, no obstante,
requisito imprescindible. Mediante sus pases magnéticos, el magnetizador era
capaz de dirigir cierta cantidad de este fluido a través del cuerpo del paciente: el
magnetizador se convertía en canalizador de dicho fluido.
Uno de los postulados de la ciencia iluminista, su validez universal, no debía
verse desmentida por la peculiar relación paciente-enfermo:53
el magnetizador era
simple medium de este proceso. En física, la imposibilidad de la detección de un
mecanismo subyacente a la ley universal de gravitación ya había sido puesta en
tela de juicio y sus acciones a distancia en forma de leyes universales provocaron
en primera instancia una suspicacia generalizada.
En el tratamiento de una tal Fräulein Österlin que sufría de parálisis, diversos
dolores y extremos cambios de humor, Mesmer fue capaz de notar cierta
periodicidad en su enfermedad y entendería que una serie de movimientos
planetarios estaban vinculados a dichos padecimientos. Los imanes le permitían
52
F.H. Ellenberger, op. cit., p. 62.
53
A este respecto cf. la obra de Pedro Laín Entralgo, La relación médico paciente, Madrid, 1983 y M. Foucault,
Historia de la Locura en la Época Clásica III, Barcelona, 2002.
inducir un cambio del fluido que dependía de estos accidentes cósmicos,
produciendo flujos artificiales.
Después de mucho tiempo manipulando los imanes, fue capaz de dispensarse
de su uso, pues sostenía que su cuerpo estaba ya lo suficientemente cargado
como para no necesitar los imanes. La explicación que daba Mesmer de los éxitos
de Gassner se refería al hecho de que aquél poseía en su cuerpo una cantidad de
magnetismo animal superior al suyo propio.
La propia disertación doctoral de Mesmer trataba la teoría gravitacional de
Newton y la influencia de los planetas en el estado de los enfermos. Un Newton
también conocido por sus estudios de alquimia y por su postulación en ellos de un
poder o espíritu externo a la materia. Pasamos de la especulación acerca de un
éter, que actuaría entre los planetas a un fluído que abarcaría todos los
fenómenos, animales y humanos. En esta misma época se producían los primeros
experimentos de Galvani y su descubrimiento de la electricidad animal, según él,
presente en el animal diseccionado. Sólo la elaboración de Volta mostrará que era
el contacto de los metales sobre los que se encontraba el animal, la creación de un
circuito, lo que producía el efecto eléctrico; aún así la idea de un organismo
conductor de fluido se mantendrá latente.
Si en un universo armónico sólo podía existir una ley universal, Mesmer estaría
dentro de aquellos que pensaban que en el campo médico, aún en un estado
precientífico, sólo existía una enfermedad y una cura. La enfermedad era un
desarreglo del citado fluido y su forma de curación poseía un carácter muy preciso.
Este magnetismo animal, “...debe, en primer lugar, ser transmitido a través del
sentimiento.”54
54
Cit. en L. Chertok, “The discovery of the transference: towards an epistemological interpretation”,
International Journal of Psychoanalysis, 49, 1968, p. 560.
De hecho, afirma que el factor determinante en el resultado positivo de la
aplicación del fluido era la voluntad del magnetizado de ser magnetizado, lo cual
implicaba la participación personal y directa del terapeuta en la terapia, incluso si
no se le ascribía al terapeuta el misterioso poder de curar que Mesner había
atribuído a los imanes. Éste no es el caso usual de un paciente confiando una
parte de su cuerpo a un médico y su instrumental, un abandono de sí sobre el que
el magnetista pudiese operar, sino la renuncia a su propia conciencia, y la voluntad
de acomodarse a la conciencia y voluntad de otro.55
Se trataba de llevar al magnetizado a un estado de catarsis prelingüística, de
tipo somático, en el que el magnetizador se convertía en amo de la voluntad del
magnetizado, “un magnetizador, proclamaba Mesmer, es el agente terapéutico de
sus curas: su poder reside en sí mismo. Para hacer la curación posible, debe
primero establecer una relación, esto es, un tipo de ‘sintonía’ con su paciente.”56
La idea de un fluido, por su parte, parecía apuntar hacia una presencia física y
objetiva, despersonalizada. Al igual que sucede con los planetas que siguen su
órbita debido a su interacción, demostrable como relación matemática, el resultado
de la terapia sería la restauración del orden, de la mensura en la relación.
Los tres caracteres esenciales en el sistema mesmérico son, pues, (α) la
suposición de la existencia de un fluido, (β) la relación como medio de curación y
(γ) el sentimiento como contenido de la relación entre magnetizador y magnetizado.
Es importante que retengamos estas tres características pues serán sus
oscilaciones, sus vaivenes dentro de las especulaciones subsiguientes, las que
determinen el rumbo que reciba el magnetismo originario.
Sus prácticas, desde luego, no pasan inadvertidas. Por ello en Francia se
encarga una comisión para el estudio del magnetismo formada por científicos de
primera talla y dirigida por Bailly. Al no permitir Mesmer que se le investigase
personalmente, la comisión realiza sus pesquisas con uno de sus discípulos,
55
A. Carotenuto, Kant’s Dove. The History of Transference in Psychoanalysis, Wilmette, 1991, p. 26.
56
F.H. Ellenberger, op. cit., p. 69.
Charles Deslon, y amplía su examen a las prácticas de Mesmer. Éstos
dictaminarán que se trata de un fenómeno imaginario, es decir, que ocurre en el
interior de la mente del magnetizado y que no se observa medida objetiva de fluido
alguno.57
Si bien reconocían la producción de curaciones no encontraban rastro
alguno de medida cuantificable, la eficacia de su tratamiento no servía como
prueba de su teoría acerca de la enfermedad, la práctica no era avalada por su
epistemología.58
De este modo el primer pilar del modelo fluidista, su ontología
primigenia, recibe su primer gran revés.
Si la procedencia económica y social de los pacientes le permite a Mesmer
llevar una vida sin preocupaciones, la cantidad cada vez mayor de personas que
desean beneficiarse del magnetismo le hace elaborar un ingenioso artilugio, parte
de la mitología magnética, el baquet, con el que poder curar a una multitud de
pacientes.
...un tubo de roble especialmente diseñado para almacenar y transmitir el fluido
magnético. El tubo, de unos cuatro o cinco pies de diámetro y uno de profundidad,
poseía una tapa construida en dos piezas. En el fondo había botellas dispuestas en
círculos concéntricos, algunas vacías y apuntando hacia el centro, otras contenían
agua magnetizada y apuntaban hacia el perímetro. Había diversas capas de tales
hileras. El tubo estaba lleno de agua, a la cual se añadían limaduras metálicas y
cristal en polvo. Unas varillas de hierro que salían por los agujeros de la tapa eran
dobladas en ángulos rectos, de tal forma que éstas pudiesen ser puestas sobre el
área afectada del cuerpo del paciente. Así una serie de pacientes podían utilizar el
57
“Los comisarios no se darían cuenta de que constataban de esta manera la realidad de la acción psicológica
interpersonal: la relación de objeto precisamente,” L. Chertok y R. de Saussure, op. cit., p. 23. Relación de objeto
es la relación del paciente con el mundo mediante sus representaciones y, en concreto, con el analista.
58
J.F. Kihlstrom, “Mesmer, the Franklin Comission and their Legacy,” paper presented at the celebration of
Mesmer Week, Department of Psychology, University of Wisconsin, Madison, 1984.
http://socrates.berkeley.edu/~kihlstrm/mesmer84.htm. Según nuestro esquema, los trabajos de Mesmer aparecen
en el surgimiento de un giro epistémico que también conllevará las primeras prácticas de psicología
experimental. “El único método decisivo, (la comisión) concluyó, eran experimentos designados para revelar la
propia naturaleza de los efectos mesméricos. De acuerdo con ello condujeron una serie de experimentos,
aparentemente designados por Lavoisier, sobre voluntarios. Estos estudios pueden ser considerados como los
primeros experimentos psicológicos formales –ciertamente son los primeros ejemplos del uso del método
experimental en el estudio de psicología clínica y social.”
tubo a la vez. Se les animaba a aumentar el fluido magnético cogiéndose de las
manos y creando, de esta forma, un circuito.59
Como vemos un mecanismo similar a las botellas de Leyden que el abad
Noset y Musschenbrok harían populares en el siglo dieciocho, aparentemente más
un artilugio de feria que un dispositivo médico. De nuevo las críticas de sus
enemigos se harían patentes, sus pretensiones de ciencia no serían más que el
resultado de la ignorancia y la debilidad de sus magnetizados. Precisamente del
surgimiento del magnetismo proceden, a su vez, las pretensiones de formular
aserciones universales y válidas acerca de los fenómenos referidos al alma o
psicológicos, “desde ese momento, para los psicoterapeutas, el nuevo juramento
hipocrático incluiría una nueva cláusula: la obligación de asumir una
metapsicología.”60
En este sentido el magnetismo señala una clara línea de
demarcación con las especulaciones previas, lo que podríamos denominar el
comienzo de una reflexión teórica, de un corte epistémico.
En Francia el movimiento comienza una fase de expansión. Pese a lo
numeroso de sus detractores, los seguidores de Mesmer comienzan a llevar a cabo
sus prácticas de forma secreta y se organizan en Sociedades de Armonía
cercanas a la masonería. Se institucionaliza así el magnetismo, permitiendo su
supervivencia y desarrollo y, a su vez, haciendo trascender las prácticas de su
creador, generalizando las actividades magnéticas a sus sucesores. Pasamos de
una práctica individual a una técnica generalizada.
Los dos discípulos más conspicuos de Mesmer comenzarán a devaluar la
importancia de la idea de fluido, ya puesta en tela de juicio por el informe de Bailly,
59
A. Crabtree, From Mesmer to Freud, Yale, 1993, pp. 13-14
60
A. Carotenuto, op. cit., p. 4.
y se centrarán en el aspecto relacional, sosteniendo, en uno y otro caso, la
preeminencia de uno de los dos polos.
De un lado, el reverendo José Custòdio Faria (1755 -1819), discípulo de
Mesmer, será el primero en reconocer la capacidad regresiva del total
sometimiento del paciente al magnetizador y sostendrá la primacía de la voluntad
del paciente; abandona las especulaciones mesméricas acerca de un magnetismo
universal y se centra en el paciente, le otorga una importancia subjetiva, ajena a
ontología naturalista alguna. No se encargará tanto del fluido como entidad ajena al
magnetizador y al magnetizado, sino que la propia voluntad de éste será la que dé
lugar a la curación. Faría comienza a utilizar ciertas técnicas que serán retomadas
por Braid, la fijación en un objeto, y la sugestión como la practicará Liébeault. Faría
abre así el camino a lo que después sería denominado sugestión: no en vano se le
considera el pionero de las ideas que dieron lugar a los postulados de la Escuela
de Nancy.
El marqués de Puységur (1751-1825), discípulo aventajado de Mesmer junto
con Faría, entenderá la voluntad del terapeuta como fundamental.61
Puységur
obtendrá los primeros resultados que podríamos denominar hipnóticos, aunque no
fuese sino Braid, más tarde, quien acuñase el término. Puységur renuncia al
contacto físico con el paciente y recurre a las palabras como medio de
aproximación y alude a la sintonía, cercana a la idea de empatía.
Recreará así lo que se denominaba ‘sonambulismo magnético’, frente a las
convulsiones animales del magnetizado alcanzadas por Mesmer. Se trata de un
sueño en el que el magnetizado lleva a cabo las órdenes del magnetizador y
61
Así comenta: “Creo en la existencia dentro de mí de un poder. De esta creencia se deriva mi voluntad de
ejercerlo. La doctrina entera del Magnetismo Animal está contenida en dos palabras: Cree y quiere,” cit. en F.H.
Ellenberger, op. cit., p. 72.
despierta sin recordar nada, produciéndose una sugestión independiente de la
existencia de fluido alguno, -el primer postulado señalado anteriormente-, debida a
la actividad del magnetizador, el extremo opuesto al destacado por Faría.
Pese a no descartar completamente los principios fluidistas, Puységur empieza
a otorgarle mayor valor a la influencia en la curación de otros factores intrínsecos a
la relación misma como el cuidado del paciente a cargo del médico.62
No llegará a
estados de regresión tan profundos como los alcanzados por Mesmer, sino que
tratará de conducir a los pacientes a etapas infantiles en las que se produce una
substitución de la figura materna por la del magnetizador.63
La voluntad
inquebrantable del magnetizador de que el magnetizado mejore es la clave de su
proceder.
La premisa ontológica acerca de la existencia de un fluido, como vemos, se va
debilitando; las corrientes ‘fluidistas’ irán dando paso a aquéllos que se centran en
la inducción del sueño y que optan por una teoría más de tipo psicológico que
naturalista, dando lugar a la corriente ‘animista’ del magnetismo.
A lo largo de toda la historia del magnetismo resonará la condena de
atentar contra las buenas costumbres. La proximidad de la relación, causa de
roces carnales, podía atenuarse sólo mediante la intersección de una
instancia objetiva como la del fluído magnético. Según Carotenuto, al intentar
quitarle al fenómeno relacional la centralidad que le correspondía en los
62
Comenta Puységur, “estoy seguro que, ciencia y experiencia aparte, no puede ser indiferente ser cuidado en
nuestra enfermedad por un Médico y Guardia que nos entregue afecto,” cit. en L. Chertok y R. de Saussure, op.
cit. p. 27.
63
No muy lejano a esta idea estaría Philippe Pinel, contemporáneo de Puységur, y uno de los fundadores de la
psiquiatría moderna. De acuerdo con Foucault, “Pinel reconocía que el médico cura cuando en vez de usar
terapéuticas modernas, recurre a esas figuras inmemoriales (padre y juez, familia y ley),” M. Foucault, op. cit.,
III, p. 255. “El personaje del médico, según Pinel, debía actuar no a partir de una definición objetiva de la
enfermedad o de un cierto diagnóstico clasificador, sino apoyándose en esas fascinaciones que guardan los
secretos de la familia, de la autoridad, del castigo y del amor; es utilizando ese prestigio, poniéndose la máscara
del padre y del juez, como el médico, por uno de esos bruscos atajos que dejan a un lado su competencia
científica, se convierte en el operador casi mágico de la enfermedad y toma la figura del taumaturgo,” ibid., p.
256.
fenómenos magnéticos también se inhibió el surgimiento de una teoría de la
transferencia desarrollada que comprendiese la relación como el hecho
fundamental en la propia curación.
Figura 1.2. Los pases magnéticos de Mesmer.
Deleuze (1753-1835), alumno de Puységur, admite la existencia de ciertos
afectos entre magnetizador y magnetizada que deben diferenciarse de los
puramente eróticos y que quizás tuviesen un efecto positivo en la cura. Así
reconoce la existencia y persistencia de ciertos afectos entre sus magnetizados,
pero trata de escapar de sus propias pasiones hacia sus pacientes. Es, pues, el
polo del paciente el que se destaca conjuntamente con la idea del sentimiento.
“Deleuze admite la realidad de un fluido, pero, al igual que Puységur, se distingue
de Mesmer al hacer intervenir junto con el magnetizador la voluntad y la confianza
en la curación.”64
Una especie de fe en sus capacidades actuaría en la sanación
64
L. Chertok y R. de Saussure, op. cit., p. 37.
del paciente, un paciente que se mantiene, al igual que con su maestro, pasivo,
quizás para protegerse de las complicaciones amorosas de las que hacía mención.
Es la capacidad objetiva del médico la que permite obrar la curación frente a los
restos afectivos que perduran en el paciente. Poco a poco la corriente de Deleuze y
Puységur irá dando menos importancia a la acción del fluido magnético y más a su
vertiente relacional, basada en el aislamiento del paciente con el magnetizador y su
íntima dependencia, su reclusión con éste.
El carácter altamente sexual del magnetismo como terapia, tal como lo
practicara Mesmer, será reemplazado por un aséptico sonambulismo con
Puységur, alejándose de las excitaciones cercanas al orgasmo65
que se producían
en la proximidad física del magnetizador a su paciente. Julien Joseph Virey (1775-
1846) comentaría al respecto de tales prácticas que “el magnetismo... no es sino el
resultado natural de emociones nerviosas producidas por la imaginación y la
afección entre diferentes individuos y, principalmente, de aquellas que surgen de
las relaciones sexuales.”66
El polo del sentimiento empieza a cobrar importancia, tal
es así que Charles Villiers (1765-1815) publicaría en 1787 Le magnétiseur
amoureux, donde destaca que el magnetismo no es producto de ninguna
circunstancia física, sino de la simple relación afectiva entre médico y paciente,67
del encuentro de la voluntad de curar con la de sanar. Se diluyen así las ideas
fluidistas en pro de la relación como dinámica propia de la curación. El propio
Deleuze intentaría parar la difusión de un libro que parecía contener un mayor
65
De ello da buena cuenta el artículo de R. de Saussure en “Transference and Animal Magnetism”,
Psychoanalytic Quarterly, 12, 1943. No es de extrañar que en el famoso informe secreto acerca del magnetismo
de la Comisión Real dirigido a Luis XVI apuntase que “...el tratamiento magnético debe necesariamente ser
peligroso para la moralidad,” ibid., pp. 194 ss.
66
J.J. Virey, Examen impartial de la médicine magnetique, París, 1818, cit. en R. de Saussure, ibid., p. 199.
67
“De Villers no atribuye ningún papel al fluido, ninguna eficacia a los procedimientos. Para él la curación está
condicionada por la relación de objeto y por los sentimientos recíprocos entre magnetizador y magnetizado,” L.
Chertok y R. de Saussure, op. cit., p. 40.
vilipendio de los magnetizadores, que ya eran objeto de burla y persecución.68
El
carácter afectivo, incluso sexual, de la relación había sido siempre el talón de
aquiles de la supuesta cientificidad del magnetismo. La existencia de un fluido
recubría la práctica con un carácter objetivo, en su ausencia, se convertía en un
fenómeno mental, subjetivo. Siguiendo la línea por la que se va desplazando la
atención de la sujección del magnetizado, Jules Charpignon (1815-?) comentará la
importancia del estado mental del propio magnetizador a la hora de practicar la
cura.
De este modo vamos pasando de una visión objetual del paciente hacia una
más dinámica, en la que, claro está, el magnetizador va perdiendo su propia
posición objetiva, ya fuese a través de la interposición de un fluido, como simple
dispensador de dicha substancia, o de la ausencia o abstinencia de sus afectos; se
trata, según comentan Chertok y de Saussure, de la idea de sugestión avant la
lettre.
La gran transformación del magnetismo se produce con James Braid (1795-
1860), cirujano de profesión, acostumbrado a lo tangible propio de sus estudios de
fisiología. En 1843 un Braid vuelto hacia el magnetismo acuñará el nombre
hipnotismo y decidirá otorgarle un estatuto científico y objetivo, rechazando
definitivamente las teorías fluídicas mesmerianas, y centrándose en la relación
entre la fisiología y la psicología del paciente. Braid se ocupará del aspecto
subjetivo de la cura, por lo que ésta acontecería en la mente del paciente, y en la
que el médico se encargaría, desde su exterioridad, de llevar al paciente a cierto
estado de sugestibilidad. “En todo caso la introducción del concepto de sugestión –
68
“A medida que los discípulos de Mesmer se volvían más numerosos, entusiastas y fanáticos, el movimiento se
desvió más de su norma inicial y cayó en descrédito. Se mezcló cada vez más con una especulación salvaje,
ocultismo, y, en ocasiones con prácticas embaucadoras,” F.H. Ellenberger, op. cit., p. 83.
si bien concebido en términos de fisiología- marca un neto paso adelante: rechaza
definitivamente el fluidismo y prepara el terreno para el estudio de la acción
psicológica en la relación hipnótica.”69
Efectivamente, la discusión acerca de la
sugestión sitúa la cuestión sobre el magnetismo en un nivel gnoseológico
totalmente nuevo, pues, respecto a la praxis, ya algunos magnetistas habían
mantenido que el susodicho fluido magnético procedía de sus ojos y habían
efectuado consistentemente prácticas hipnóticas.
Braid entenderá que el mecanismo actuante es un cierto estado del sistema
nervioso ocasionado por una atención fija y abstraída; a este particular estado de
sueño lo denominará hipnotismo. Se encargaría así de dotar de mayor contenido
científico a su técnica, al ligarla al sistema nervioso y convertirla en posible objeto
de investigación científica. La fisiología cerebral seviría de sustrato material
analizable en última instancia.70
El aspecto relacional queda difuminado al hacer
hincapié en lo fisiológico. Se trata de una rectificación adecuada hacia el imperante
estilo científico positivista que habrá de ocuparse del estudio de los datos
perceptibles y de la conversión de todo saber de acuerdo con un modelo fisicista
de causas y efectos.
Los trabajos de Braid serán presentados por Velpeau en la Academia de las
Ciencias en 1860 y a partir de ahí traslada sus investigaciones a Francia. Así
comenzaría el interés de August Ambroise Liébeault (1823-1905) en este tipo de
fenómenos, su trabajo con la hipnosis braidiana le hace convencerse de que “... no
es la acción física la que constituye el factor hipnotizante, sino un proceso
psicológico, una idea, la sugestión verbal. De ahí su conclusión: la sugestión es ‘la
69
Ibid., p. 60.
70
No es de extrañar que la frenología hiciese pronto buenas migas con las prácticas sugestiva e hipnótica.
clave del braidismo’.”71
De esta forma se reducían los efectos del hipnotismo a una
forma de sugestión.
Liébeault intentará dar una interpretación del fenómeno hipnótico retomando el
papel central de la figura del médico. Para alcanzar los estados hipnóticos,
someterá los ojos del paciente a los del terapeuta en lugar del objeto luminoso
utilizado por Braid. El paciente pasa de esta manera de un ‘sueño autoinducido’ -
efecto en el sistema nervioso del objeto brillante, y, por tanto, objetivo e individual -
a un ‘sueño inducido por sugestión’72
. “Sugestión para Liébeault era, simplemente,
la transmisión por palabra o gesto de ciertas ideas a la mente de un sujeto
durmiente con el fin de producir procesos físicos y mentales en él.”73
Alrededor de
sus ideas y experimentos se formaría la Escuela de Nancy.
Hippolythe Bernheim (1840-1919) irá abandonando las ideas sostenidas por su
maestro, Liébeault, acerca de la hipnosis, y sólo aceptará la sugestión como
mecanismo activo. Se observa un tránsito hacia el interés por el contenido de la
relación, empañado por el positivismo de Braid. El tercer aspecto que sometíamos
a discusión empieza a eclipsar el aspecto general de la relación, segunda premisa
del magnetismo.
Bernheim, prestigioso profesor, será el encargado de introducir la obra de
Liébeault a la comunidad científica que hasta el momento de su apadrinamiento la
habría dejado de lado y comenzaría, a su vez, una larga disputa con Charcot, si
bien poco a poco iría abandonando el hipnotismo en pos de la sugestión en
estados de vigilia. Uno de los experimentos que llevaría a cabo, en la ocasión que
Freud lo visitó en 1889, fue la hipnosis de un sujeto al cual le sugeriría que cinco
71
Ibid., p. 62.
72
A. Carotenuto, op. cit., p. 51.
73
G.J. Makari, “A history of Freud’s first concept of transference”, International Review of Psychoanalysis, 19,
1992, p. 419. Este es el primero de los tres artículos de Makari en los que ensaya una forma de historia
contextual de la primera noción freudiana de transferencia.
minutos después de despertarse habría de dejar de hacer cualquier actividad que
llevase a cabo con el fin de dirigirse a un paraguas que se encontraba en la
habitación y abrirlo. Efectivamente, cinco minutos después de despertar hizo tal y
como le había sido ordenado. Al preguntársele por qué había realizado dicha
acción el sujeto no podía dar ninguna razón.
Los fenómenos hipnóticos mostrarían una sugestibilidad ideomotriz que
consistiría en poner en relación una idea con un acto. Al igual que para Liébeault,
el hipnotismo no sería sino un tipo especial de sugestión, más prominente e
inducida artificialmente. Es esta convicción en la primacía de los efectos sugestivos
la que hará que se vaya descartando el hipnotismo y se utilice sólo la sugestión
directa como única técnica terapéutica.
Mientras que la escuela de Nancy seguiría el rumbo de la despersonalización
de la relación, “la escuela de la Salpêtrière, por su lado, iba aún más lejos en esta
despersonalización al otorgar un valor primordial a los factores físicos en la
hipnosis.”74
Proceso de mecanización y de abstracción fisíco-causalística de los
factores intervinientes que produce la obliteración de la necesidad del médico, de la
relación, en aras de un nuevo cientificismo estático, fijo, objetivizante, positivo. Los
que más que se acercan a tratar la relación dual son Binet y Feré que señalan
cierta sensibilidad electiva que hacía tender más hacia la figura del hipnotizador en
los estados hipnóticos. Igualmente Janet señalará la similitud de la relación entre el
paciente y sus progenitores y la de éste con el hipnotizador ya reseñada por
Puységur.
Otra figura destacada en esta historia es Jean Martin Charcot (1825-1893) que
comienza a especializarse en casos de desarreglos nerviosos mediante las
74
Ibid., p. 70. Para éstos la hipnosis habrá de ser un estado somático sin intervención de la sugestión, sino sólo de
estímulos físicos.
técnicas hipnóticas. Como neurólogo y anatomista intentaría reducir los desórdenes
a sus bases fisiológicas y llevará a su máxima expresión el intento de localización
de las enfermedades nerviosas, al buscar un órgano responsable en el origen de la
histeria.75
Será precisamente “ese deseo de encontrar una correspondencia
anatómica entre la neurosis y la afección neurológica (la que) le impida ver que su
postulado era incompatible con sus propias observaciones clínicas.”76
El propio
Freud, se percatará de esta contradicción y podrá especular con el valor de lo
lingüístico en la creación de síntomas.
Charcot toma a su cargo el hospital de la Salpêtrière,77
centro asignado a
mujeres que sufrían ataques convulsivos. Así es como empezará a distinguir dos
tipos de etiología bajo estas convulsiones, unas de tipo epiléptico, y otras
asociadas a estados histéricos. Si bien la histeria había pasado anteriormente en
los círculos científicos como simple fingimiento, Charcot le otorgará valor de
patología, pese a ascribirle una predisposición hereditaria junto con la existencia un
suceso desencadenante, traumático. El fenómeno histérico obedece a una
75
La relación entre la búsqueda de un órgano, una parte del cuerpo y el miedo a relacionarse con el otro en su
integridad, la necesidad de amputarlo y convertirlo en objeto es resaltada por A. Carotenuto, op. cit., p. 63. Más
adelante señala “podríamos decir que desde Mesmer a Charcot la relación terapéutica -...- había sufrido un
proceso rigurosamente creciente de despersonalización,” ibid., p. 67.
76
Ibid., p. 107. No obstante, pese a los intentos de objetivación, “se creerá, y el enfermo será el primero, en el
esoterismo del saber del médico, en algún secreto casi demoniaco de un conocimiento que ha encontrado el
poder de destruir las alienaciones; y cada vez con mayor facilidad, el enfermo aceptará abandonarse entre las
manos de un médico, a la vez divino y satánico, en todo caso fuera de la medida humana; cada vez más se
alienará en él, aceptando en conjunto y por adelantado todos sus prestigios, sometiéndose desde el principio a
una voluntad que siente como mágica, y a una ciencia que él supone presciencia y adivinación, convirtiéndose
así, a fin de cuentas, en el correlativo ideal y perfecto de los poderes que proyecta sobre el médico, puro objeto
sin otra resistencia que su inercia, completamente dispuesto a ser precisamente esa histérica en la cual Charcot
exaltaba el maravilloso poder del médico. Si quisieran analizarse las estructuras profundas de la objetividad en el
conocimiento y en la práctica psiquiátrica del siglo XIX, de Pinel a Freud, sería preciso mostrar que esa
objetividad es desde el principio una cosificación de orden mágico, que no ha podido realizarse sino con la
complicidad del mismo enfermo, y a partir de una práctica moral, transparente y clara al principio, pero olvidada
poco a poco a medida que el positivismo imponía sus mitos de la objetividad científica...” M. Foucault, op cit.,
pp. 268-9.
77
“Diríamos que Charcot, con toda su autoridad y su prestigio, había creado un clima favorable para el
hipnotismo: él le propiciaba una caución moral y, por su teoría fisiológica, le dotaba de una racionalización
científica. Su desaparición pudo provocar el retorno de las antiguas inquietudes,” L. Chertok y R. de Saussure,
op. cit., p. 81.
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La Transferencia: Psicoanálisis, Ciencias Cognitivas y Filosofía

  • 1. TESIS DOCTORAL La Transferencia. Psicoanálisis, Ciencias Cognitivas y Filosofía Facultad de Filosofía de la UNED Departamento de Lógica, Filosofía e Historia de la Ciencia (2006) Autor Juan Antonio Trujillo López Ldo. en Derecho y Filosofía
  • 2.
  • 3. Facultad de Filosofía de la UNED Departamento de Lógica, Filosofía e Historia de la Ciencia La Transferencia. Psicoanálisis, Ciencias Cognitivas y Filosofía Autor Juan Antonio Trujillo López Ldo. en Derecho y Filosofía Director de tesis Dr. Eduardo de Bustos Guadaño Codirector de tesis Dr. Jesús Mansilla Navarro
  • 4.
  • 5. ÍNDICE Página INTRODUCCIÓN 15 1. PSICOANÁLISIS 1.0. GENEALOGÍA DE LA TRANSFERENCIA 40 1.1. FASE INICIAL (1890-1905) 63 1.2. FASE CENTRAL (1906-1914) 92 1.3. FASE TARDÍA (1915-1939) 107 1.4. LACAN Y EL RETORNO A FREUD 124 2. CIENCIAS COGNITIVAS 2.1. INTRODUCCIÓN 2.1.1. INCONSCIENTE 166 2.1.2. PERCEPCIÓN 178 2.1.3. APRENDIZAJE 188
  • 6. 2.2. CATEGORIZACIÓN 199 2.2.1. REPETICIÓN Y CATEGORIZACIÓN 207 2.2.2. MODELO BÁSICO DE INTERACCIÓN 215 2.2.3. FORMACIÓN DEL OTRO COMO RE-CONOCIMIENTO 223 2.2.4. METÁFORA Y CATEGORIZACIÓN 230 2.2.5. EL PSICOANALISTA COMO OTRO: EJEMPLARIDAD Y TIPICIDAD 236 2.3. MEMORIA 241 2.3.1. MEMORIA=CODIFICACIÓN+RECUPERACIÓN 251 2.3.2. AUTOBIOGRAFÍA E IDENTIDAD 258 2.3.3. IMPLÍCITO, PROCEDIMENTAL, INCONSCIENTE 266 2.3.4. TRANSFERENCIA Y NIVELES DE CODIFICACIÓN 271 2.4. EMOCIÓN 277
  • 7. 2.5. MODELO 200 3. FILOSOFÍA 3.1. PRIMEROS ANALÍTICOS: WITTGENSTEIN Y FREUD 310 3.2. PSICOANÁLISIS Y TEORÍA 328 3.3. MENTE=CEREBRO=CONCIENCIA 361 3.4. IA, EMERGENCIA E INCORPORACIÓN 381 3.5. OTROS Y TEORÍA DE LA MENTE 398 CONCLUSIONES. CIENCIA E INTERSUBJETIVIDAD 410
  • 8. Lista de Ilustraciones Figura 1.1. Jerónimo del Bosco - La Extracción de la Piedra de la Locura (1475-80). Figura 1.2. Los pases magnéticos de Mesmer. Figura 1.3. André Brouillet- La leçon clinique du Dr. Charcot (1887). Figura 1.4. Representaciones de estados histéricos. Esquema 1.1. Evolución diacrónica de los precedentes psicoanalíticos de la transferencia. Figura 1.5. División anatómica del cuerpo. Figura 1.6. Anna O (Berta Pappenheim) y Josef Breuer. Figura 1.7. Freud en su mesa de trabajo (teoría). Figura 1.8. Freud y su madre. Figura 1.9. Freud en su 'laboratorio' (práctica). Esquema 1.2. Evolución diacrónica y estructural del concepto de transferencia en Freud. Figura 1.10. Paul Sermon - At Home with Jacques Lacan . Figura 1.11. Esquema L. Figura 1.12. Grafo del deseo a)b)c)d). Figura 1.13. Jacques Lacan. Figura 1.14. Esquema del ramillete. Figura 1.15. Relación entre posiciones subjetivas. Esquema 1.3. Evolución diacrónica y estructural del concepto de transferencia en Freud y Lacan. Figura 2.1. David Hockney - Kasmin Los Angeles 28th March 1982 (1982). Figura 2.2. Modelo de cerebro triuno de MacLean. Figura 2.3. Triángulo de Kanisza. Figura 2.4. Disociación de activaciones.
  • 9. Figura 2.5. Pedro Pablo Picasso - Estudio de un toro. Gráfico 2.1. Arquitectura de la red ALCOVE. Figura 2.6. Johntimothy Pizzuto – Relative Memory. Figura 2.7. Auguste Rodin - El dolor (1889-1892). Figura 2.8. Diversos circuitos de procesamiento emocional. Gráfico 2.2. Relación entre estímulos y respuestas. Gráfico 2.3. Recorrido cerebral del evento emocional. Esquema 2.1. Modelo de integración del desarrollo de la transferencia y de mecanismos cognitivos. Figura 3.1. La representación y el procesamiento, el significado y la información. Esquema 3.1. Ejemplo del programa 'Overcoming Depression'. Figura 3.2. Antoni Tàpies- Chaises.
  • 10. Agradecimientos Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda de diversas personas, en especial David Laznik, profesor de la Universidad de Buenos Aires, y los psicoanalistas Gladys Abella, Hugo Lietaer, Milagros Picón y Lola López. Igualmente agradezco las facilidades ofrecidas por las bibliotecas de la Katholieke Universiteit de Lovaina, la Universidad de Barcelona, la Universidad de Buenos Aires y la de Columbia en Nueva York, así como la gentileza del Instituto Psicoanalítico de Buenos Aires y el New York Institute of Psychoanalysis. Mención especial merecen las personas que siempre han estado a mi lado, por su afecto y soporte, Juany, Manolo y Juan; las opiniones, sugerencias y a menudo iluminaciones de Pat Perna, Steven Speaks y mi codirector de tesis, Jesús Mancilla, así como la confianza y apoyo inquebrantable de Eduardo de Bustos. Finalmente, los esfuerzos que conlleva un trabajo de investigación se han visto en este caso en todo momento aliviados, aligerados, por la ayuda material, académica y quasi-espiritual de esta casa libre- pensadora, la UNED.
  • 12.
  • 13. “...parce qu’elle cherche toujours à reconstituer, et à reconstituer avec du donné, l’intelligence laisse échapper ce qu’il y a de nouveau à chaque moment d’une histoire. Elle n’admet pas l’imprévisible. Elle rejette toute création.” Henri Bergson, L'évolution créatice.
  • 14.
  • 15. Introducción Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie). Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso. Julio Cortázar, 'Instrucciones para subir una escalera', Cuentos. Si bien subir una escalera parece una tarea sencilla que realizamos de forma cotidiana, sin mayor dificultad para los que gozamos de buena salud, su descripción, tal como la realiza Cortázar, nos sume en una multiplicidad de aspectos, de instrucciones, que nos resultan habitualmente inadvertidas por completo. De modo similar llevamos a cabo una inmensa variedad de comportamientos inteligentes, bajo la modalidad de automatismos aprendidos, que implican un procesamiento complejo en condiciones de incertidumbre.1 Es en este tipo de circunstancias donde la cognición humana destaca por su capacidad o performance. Sin embargo dicha performance puede verse mermada por un aprendizaje erróneo. A diferencia de los procesadores sintéticos, el organismo humano, biológico e irreversible, tiene mayor dificultad a la hora de reorganizar patrones 1 J.A. Bargh y T.L. Chartrand, “The unbearable automaticity of being”, American Psychologist, 54, 1999, pp. 462-479.
  • 16. aprendidos de comportamiento. Entre éstos algunos surgen como automatismos que son experimentados subjetivamente como malestar; en el caso de la escalera quizás un balanceo inadecuado de la cadera, una postura incorrecta de la espalda. La dificultad en estos supuestos estriba en la forma de deshacer dichos patrones confirmados en cada nueva instanciación y la adopción de nuevas pautas corporales. De modo similar ocurre con la realidad psíquica del sujeto, su experiencia fenomenológica. Ésta, amoldada más bien a un flexible sustrato experiencial que a una sólida estructura física, posee unas modalidades de adaptación al medio mucho más ricas que en el caso de nuestro cuerpo a la escalera. Si bien conformamos nuestra posición automáticamente a la forma de la escalera, acomodamos igualmente nuestro modo idiosincrásico de experimentar la realidad de acuerdo con nuestra experiencia. La excelencia de nuestro cerebro como procesador central reside en la capacidad de producir una apariencia de estabilidad en dicha experiencia. Lo difícil de esta tarea se evidencia en la constante activación de millones de neuronas con un número exponencial de posibles conexiones entre ellas. Pese a ello nuestra experiencia nos resulta, a menudo, rutinaria. En esto confluye el hecho de que sólo diez bits de información formen parte de nuestra conciencia, de nuestra experiencia fenomenológica, por segundo, mientras que el número de neuronas oscilaría alrededor de los diez y cien mil millones (1010 -1011 ), el número de conexiones neuronales factibles, y presumiblemente los posibles estados de procesamiento, es de diez billones 1013 . En las situaciones en que dicha adaptación produce malestar o inadaptación el psicoanálisis provee con un medio de alterar nuestra 'postura mental', nuestra posición subjetiva, el denominado cambio terapéutico. En el contexto clínico en que
  • 17. éste se produce, el concepto más relevante, y a la vez más complejo, es el de transferencia, alrededor del cual se elaboró toda la práctica emprendida por Freud. Al igual que la descripción que nos ofrece Cortázar suena abstrusa a nuestros oídos por el grado de abstracción en una tarea motora aparentemente sencilla, la transferencia goza de una difícil explicitación, por un lado por sus vaivenes dentro de la teoría psicoanalítica y, por otro, por su inextricable componente intersubjetivo, de difícil reconciliación con el objetivismo científico,2 así como su relación con aspectos motivacionales y emocionales de difícil estimación.3 El psicoanálisis, basado en una metapsicología sistematizada a modo de teoría, propone una explicación de dicha noción. El caso es que la transferencia, como todo fenómeno psíquico, estaría vinculada a aspectos cognitivos4 y neuronales,5 si bien el psicoanálisis sólo da razón de ésta con respecto a su propia metapsicología, intrateóricamente. La labor planteada en este trabajo es la elaboración de un esbozo de explicación de dicho término desde una perspectiva cognitiva y neuronal, dotándola de un contenido empírico ¿Cómo se puede explicar 2 Cf. W.N. Goldstein, “The Transference in Psychotherapy: The Old vs. The New, Analytic vs. Dynamic”, American Joutnal of Psychotherapy, 54, 2000, pp. 167-171. M. Ponsi, “Interaction and transference”, International Journal of Psychoanalysis, 78, 1997, pp. 243-263. A.O. Horvath, “The therapeutic relationship: from transference to alliance”, Journal of Clinical Psychology, 56(2), 2000, pp. 163-173. 3 El afecto es así visto como pista principal a la hora de hacer interpretaciones. La importancia de la emoción al procesar estímulos queda demostrada en la inflexión o tono de voz a la hora de proferir una oración, cuya valencia emocional puede variar totalmente en función de dicha prosodia cf. A. Schwartz, “Not art but science: applications of neurobiology, experimental psychology, and ethology to psychoanalytic technique. I. Neuroscientifically guided approaches to interpretive "what's" and "when's"”, Psychoanalytic Inquiry, 12, 1992, pp. 445-474. 4 Así señala Fonargy cómo “hay buenas razones para creer que el psicoanálisis funciona modificando procedimientos antes que creando nuevas ideas,” P. Fonagy, “Memory and Therapeutic Action”, International Journal of Psychoanalysis, 80, 1999, p. 219. “La única forma en que podemos saber lo que ocurre en la mente de nuestro paciente, lo que podría haberle ocurrido, es cómo están con nosotros en la transferencia. Vienen a nosotros con una especie de modelo -una red de expectativas inconscientes o modelos mentales de relaciones de sí mismos con otros,” ibid., p. 217. 5 A.W. Epstein, “Neural Correlates of Psychodynamic Science,” Journal of the American Academy of Psychoanalysis, 26(4), 1998, pp. 503-512. “No está claro si los descubrimientos de la neurociencia en relación con las influencias arriba-abajo (top-down) de los mecanismos mnésicos de percepción se aplican también al complejo fenómeno relacional de la transferencia y similares en el que los psicoterapeutas están interesados. Sin embargo, parece una hipótesis de trabajo razonable que estos mecanismos expliquen al menos parte de estos fenómenos más complejos,” M. Solms y O. Turnbull, The Brain and the Inner World. An Introduction to the neuroscience of subjective experience, Nueva York, 2002, p. 156. Cf. S.I. Cohen, “The psychobiology of transference”, Journal of the American Academy of Psychoanalysis, 11(2), 1983, pp. 183-201.
  • 18. la transferencia desde fuera de la teoría psicoanalítica? ¿Qué perfiles adquiriría dicho concepto? Desde una perspectiva filosófica trato de mostrar su posible elucidación. El avance de ciertas ideas cognitivas por parte de Freud ha sido puesto de relieve por Erdelyi6 que señala cómo aquel pensaba ya en términos de diversos sistemas mnésicos y procesamientos. En efecto, el énfasis de las ciencias cognitivas en los procesos frente al modelo input-output conductista señala cierta sinergia con el psicoanálisis.7 Levin ha señalado la convergencia entre el concepto de transferencia psicoanalítico, el juicio de similitud cognitivo,8 y el priming neurocientífico9 a la hora de referirse a una remozada noción de transferencia que redefine en el sentido de una facilitación de cierto tipo de aprendizaje.10 Otro precendente más lejano lo podemos encontrar en Charcot, que influyó decisivamente en el joven Freud neurólogo, e investigaba la posible base neurológica de ciertas enfermedades nerviosas. Freud, siguiendo su estela, formularía su Proyecto de una psicología científica en 1895, publicado póstumamente en 1950. Al poco de elaborarlo, abandonó dicho esfuerzo por entender que el conocimiento que se tenía en su fecha acerca del sistema nervioso no era capaz de proveer con modelos válidos de explicación, y aún menos de intervención sobre las enfermedades que exhibían sus pacientes. 6 M.H. Erdelyi, Psychoanalysis. Freud's Cognitive Psychology, Nueva York, 1984. 7 “...ambos se centran en las estructuras de la mente y la forma en que éstas determinan los fenómenos mentales,” D.J. Stein, “Cognitive Science and Psychiatry: An Overview”, Integrative Psychiatry, 8, 1992, p. 112. 8 F.M. Levin y E.W. Kent, “Psychoananlysis and knowledge: Part 2. The special relationship between psychoanalytic transference, similarity judgment, and the priming of memory”, Annual of Psychoananlysis, 50, 1995, pp. 117-130. 9 F.M. Levin, “Transference, Trauma and Attention”, Samiksa, 52, 1998, pp. 7-14. 10 “...las transferencias crean oportunidades para el aprendizaje en tanto que posibilitan la modificación de prototipos o esquemas reprimidos, un proceso que óptimamente involucra la activación de la memoria activa.” F.M. Levin, “Integrating some Mind and Brain views of transference: the phenomena”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 45(4), 1997, p. 1146.
  • 19. En la terapia el analizante produce, en un nuevo contexto intersubjetivo, reminiscencias de carga emocional que son comunicadas lingüísiticamente. Así memoria, emoción y categorización se interrelacionan en dicho fenómeno clínico. La incapacidad de recordar era, según Freud, la causa de una carga (emocional) no liberada y su transformación o conversión, frecuentemente, en dolencia física. La transferencia conseguía, en este sentido, una cierta transformación energética. No se trataba simplemente de reactivar recuerdos, desde una perspectiva más estática, sino de modificarlos en su recuperación, de producir formas nuevas de experimentarlos mediante un aprendizaje intersubjetivo.11 La ciencia cognitiva podría ayudar en la tarea conceptual psicoanalítica proveyendo con un referente ineludible, mostrando su convergencia con resultados experimentales.12 Desde una perspectiva interteórica el análisis de la transferencia resulta fundamental, hasta el punto que se ha señalado cómo la posible divergencia dentro del propio psicoanálisis, la pluralidad de heterodoxias desarrolladas a partir de la obra freudiana, se debería a diferentes modos de experimentar la transferencia por parte del analista y su modo posterior de conceptualizarla.13 11 “El psicoanálisis es más que la simple creación de una narrativa, es la construcción activa de nuevas formas de experimentarse uno con otros,” P. Fonagy, op. cit., p. 218. 12 Así se ha sostenido cómo “...la relevancia mayor de la neurociencia para el psicoanálisis es que nos ayuda a elegir entre teorías psicoanalíticas en competencia. No genera nuevas,” S.E. Pulver, “On the astonishing clinical irrelevance of neuroscience”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 51(3), 2003, p. 9. A sensu contrario desde una perspectiva teórica cf. A. Cooper, “Will neurobiology influence psychoanalysis?” American Journal of Psychiatry, 142, 1985, 1395-1402. La relevancia de las ciencias cognitivas para el psicoanálisis podría seguir, según Henningsen, cuatro vías: la ausencia de relevancia, poseer un valor metafórico, servir de fundamento neurobiológico del psicoanálisis, o, por último, su comparación como teorías diversas pero relacionadas en cuanto a su objeto, cada disciplina tendría que reconocerse en el espejo de la otra, P. Henningsen, “Im Spiegel des Anderen sich selbst erkennen? Zur Bedeutung der kognitiven Neurowissenschaft für die Psychoanalyse”, Psychotherapeutische, Psychosomatische und medizinische Psychologie, 48, 1998, pp. 78-87. Para llevar a cabo esta tarea sería necesario, no obstante, buscar una traducción conceptual interdisciplinar. Según Solms y Turnbull la solución estaría en la búsqueda de correlatos neuronales para los conceptos básicos psicoanalíticos que puedan, en una segunda fase, ser verificados como parte de una teoría, M. Solms y O. Turnbull, op. cit. 13 B. Bird, “Notes on Transference: Universal Phenomenon and Hardest Part of Analysis”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 20, 1972. “Se podría plantear una cuestión, por ejemplo, si las diferencias en el manejo de la transferencia que en un principio eran la propiedad de un analista, se desarrollaron
  • 20. De acuerdo con Luborsky y su equipo de colaboradores, la transferencia sería el concepto clínico más importante acuñado por Freud.14 Con este trabajo espero poder desmentir las creencias acerca de la 'ambigüedad necesaria' del concepto de transferencia,15 y retomar la dificultad de su conceptualización intrateórica16 mediante una reconsideración en diálogo con las ciencias cognitivas y la neurociencia. Desde otras disciplinas experimentales se ha resaltado el carácter universal de la transferencia como fenómeno psíquico general, estando bien documentado en otras áreas cada vez más centrales a la empresa cognitiva como la psicología social cognitiva. Dentro del marco de la cognición social hemos demostrado que las representaciones mentales de otros significantes, desarrollada en la familia y otros lugares, están relacionadas con las representaciones del yo en la memoria y están fuertemente cargadas con afecto y motivación. Más aún, estas representaciones se activan y utilizan frecuentemente respondiendo a nuevas personas que se asemejan al otro significante (...) Nuestro trabajo constituye la primera demostración experimental de la transferencia.17 gradualmente en métodos clínicos formales utilizados por muchos, y si estos métodos clínicos, tras ser conceptualizados, sirvieron como el comienzo de varias escuelas divergentes de análisis. Una ocurrencia tal, consistente con mi creencia de que las ideas analíticas surgen de este modo, básicamente de experiencias de transferencia en la situación analítica, nos llevaría a la pregunta de si la historia de las diferencias ideológicas entre las diversas escuelas puede encontrarse más consistentemente trazada mediante las diferencias idiosincrásicas en lo que fue de hecho dicho o hecho, en respuesta a respuestas a la transferencia, más que a cualquier otro factor,” ibid., p. 271. Cf. J.H. Ehrenreich, “Transference: one concept or many?” Psychoanalytic Review, 76(1), 1989, pp. 37-65. 14 L. Luborsky, P. Crits-Cristopherson y J. Mellon, “Advent of Objective Measures of the Transference Concept”, Journal of Consulting and Clinical Psychology, 54(1), 1986, p. 39. 15 M. Rendon, “The Ambiguity of Transference”, American Journal of Psychoanalysis, 55( 3), 1995, pp. 199-214. 16 Cf. la referencia del autorizado J. Laplanche y B. Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis, Barcelona, 1996. “La transferencia es un aspecto tan crítico en el psicoanálisis que es probable que nuestros intentos por apreciar adecuadamente lo que lleva a cabo, como patrón potencialmente adaptativo de nuestra especie, tardará generaciones en ser desenmarañado,” F.M. Levin, Psyche and Brain. The biology of talking cures, Madison, 2003, p. 250. Incluso Solms, pese a lo informado de su obra, comenta, de una forma un tanto oscura, acerca de la naturaleza de la transferencia: “De esto no sabemos virtualmente nada, y lo mismo es aplicable a una gran cantidad de temas relevantes a la cuestión que nos hemos puesto,” M. Solms y O. Turnbull, op. cit., p. 289. 17 S.M. Andersen y R. Miranda, “Transference: How past relationships emerge in the present”, The Psychologist, 13 (12), 2000, p. 608. Cf. D. Fried, P. Crits-Christopherson y L. Luborsky, “The first empirical demonstration of transference in psychology”, Journal of Nervous and Mental Diseases, 180, 1992, pp. 326-331. Watt señala cómo el carácter universal de la transferencia se debe a que se trata de un proceso elemental a nivel biológico, D.F. Watt, “Higher Cortical Functions and the Ego: Explorations of the Boundary Between Behavioral Neurology, Neuropsychology, and Psychoanalysis”, Psychoanalytic Psychology, (7)4, 1990, pp. 487-527. “La meta es
  • 21. A diferencia de las disciplinas experimentales, Grünbaum, conocido crítico del psicoanálisis, sostendrá que la verificación de la clínica psicoanalítica requería, debido precisamente a la imposible objetividad de las observaciones, -la ausencia de hechos brutos-, una validación externa de sus principios, pues de por sí resulta intestable. Mostraba así las insuficiencias de un método basado en la singularidad de cada caso clínico a falta de un mecanismo de verificación objetivo o de variables independientes, de experimentos y pruebas de control.18 Llamaba la atención sobre la multitud de confirmaciones provenientes de la práctica analítica que no podían convalidar la teoría por la ausencia de objetividad, por la necesaria implicación del analista, por la existencia de la propia transferencia. Concluía su estudio señalando cómo la evidencia clínica era insuficiente para dar razón de la teoría; por ello, la validación de hipótesis habría de venir de un contexto extraclínico.19 Éste es el complejo enclave del psicoanálisis como práctica que requiere al analista formando parte de cierta forma en su tarea. Grünbaum entendía que la teoría psicoanalítica no podía generar sus propias verificaciones y sus hipótesis debían ser escudriñadas de forma externa. Es, en este sentido, en el que desarrollo una elucidación del concepto psicoanalítico clínico central, la transferencia, desde el estudio de las ciencias cognitivas y neurociencia. Como señala Schore, uno de los referentes en la integración de los datos psicoanalíticos y neurocientíficos desde una perspectiva del desarrollo: desarrollar puentes conceptuales básicos entre las disciplinas, no mirando solamente a los elementos exóticos, esotéricos o marginales, sino examinando conceptos centrales en ambas disciplinas a la luz de la otra,” ibid., p. 488. De hecho, según Watt, “...la vida podría ser una serie de situaciones de transferencia que resultan en la modificación gradual de, elaboración, y evolución de sistemas de imágenes básicos,” ibid., p. 512. 18 S.M. Andersen, “Toward a Psychodynamically Relevant Empirical Science”, Psychological Inquiry, 3(1), 1992, p. 14. 19 Éste sería el grave problema con el que el psicoanálisis ha topado una y otra vez: “las proposiciones centrales de varias versiones de modelo (psicoanalítico) no han estado sujetas a test empírico, en parte porque se formularon en términos que las hacía intestables,” A. Grünbaum, The Foundations of Psychoanalysis: A Philosophical Critique, Berkeley, 1984, p. 278.
  • 22. Las respuestas a varias cuestiones principales inexplicadas sobre la naturaleza de los sistemas vivos pueden encontrarse en la elucidación de interconexiones entre los diferentes niveles de análisis que son representados en las diversas disciplinas científicas.20 Habré de recuperar el concepto básico de la técnica psicoanalítica más allá de una disquisición escolástica intradisciplinar, mediante una visión interdisciplinar que señale puntos de apoyo conceptuales. Pese a los problemas de traducción de diferentes teorías propongo un principio de elucidación de una noción esencial al desarrollo del psicoanálisis extrapolando su marco de justificación al diálogo con otras teorías. Desde el propio psicoanálisis hay voces que hablan de una 'traducción conceptual' que permita el flujo de comunicación entre la abundante cantidad de experiencia procedente de un siglo de práctica analítica y la exactitud propia de las ciencias cognitivas.21 Ya en 1973, Piaget, en una importante publicación 20 A.N. Schore, Affect regulation and the Emergence of the Self, Hilldale, 1994, p. 64. “La auto-regulación, la modulación de procesos energéticos subcorticales mediante la actividad cortical superior, representa un punto de contacto potencial entre el psicoanálsis y la neurobiología,” ibid., p. 534. Este mismo autor señala la posibilidad que Freud entreveía al principio de su carrera de reconciliar psicología y ciencia natural. El psicoanálisis había de proveer un contacto con la biología. A.N. Schore “A century after Freud's project: is a rapprochement between psychoanalysis and neurobiology at hand?”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 45(3), 1997, pp. 807-840. Cf. D.J. Siegel, “Memory, Trauma and Psychotherapy: A Cognitive Science View”, Journal of Psychotherapeutic Practice and Research, 4(2), 1995, pp. 93-122. 21 D. Westen y G.O. Gabbard, “Developments in Cognitive Neuroscience: I. Conflict, Compromise and Connectionism”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 50 (1), 2002. En nuestro ámbito cf. A. Herreros, “Un camino cognitivo al psicoanálisis”, http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/herreros.pdf, A parte Rei, 21. D.J. Stein, “Psychoanalysis and cognitive science: contrasting models of the mind”, Journal of the American Academy of Psychoanalysis, 20(4), 1992, pp. 543-559. L. Miller, “Freud's brain: Towards a unified neuropsychodynamic model of personality and psychotherapy”, Journal of the American Academy of Psychoanalysis, 21, 1993, pp. 183-212, señala la unidad en la falsa dicotomía subjetivo-orgánico y la insuficiencia de una perspectiva sólamente neuronal para la determinación de algún tipo de desajuste de la personalidad. D. Olds y A.N. Cooper, “Dialogue with Other Sciences: Opportunities for Mutual Gain”, International Journal of Psychoanalysis, 78, 1997, pp. 219-225. J.E. Harris, Clinical Neuroscience, Nueva York, 1986, lleva a cabo una traducción conceptual de los procesos biológicos cerebrales con conceptos psicoanalíticos. M.F. Reiser, Mind, Brain, Body. Toward a convergence of Psychoanalysis and Neurobiology, Nueva York, 1984. R. Brockman, “Transference, Affect and Neurobiology”, Journal of the American Academy of Psychoanalysis, 28(2), 2000, pp. 275-88. “La naturaleza complementaria de las fuerzas y debilidades del psicoanálisis y las ciencias cognitivas podría sugerir que los dos serían partes perfectas en un matrimonio. Cada uno podría ofrecer lo que le falta al otro, y la unión resultante podría procurar mucho del funcionamiento mental humano (y específicamente inconsciente),” J. Weinberger, y J. Weiss, “Psychoanalytic and Cognitive Conceptions of the Unconscious”, D.J. Stein (ed.), Cognitive Science and the Unconscious, Washington, 1997, p. 47. M. Solms “Preliminaries for an integration of psychoanalysis and neuroscience”, British Psychoanalytic Society Bulletin 34(9), 1998, pp. 23-38. M. Edelson, “The convergence of psychoanalysis and neuroscience:
  • 23. psicoanalítica, señalaba la posibilidad de formular una 'psicología general' que incluyese al psicoanálisis y la psicología cognitiva.22 Trataré de demostrar que las diferencias provienen tanto de la falta de diálogo entre dichas disciplinas como de la ausencia de una delimitación y traducción sofisticada de algunos de sus conceptos fundamentales. Pese a ello, sí se ha llevado a cabo algún intento de puesta en contacto de estas dos teorías, pero aludiendo a conceptos un tanto vagos y genéricos, a falta de un análisis más detallado. Al relatar un caso, Westen y Gabbard perfilan en su descripción psicoanalítica ciertos aspectos cognitivos: Primero, una mayor intimidad y dependencia marcaron su relación con el analista y activaron redes que probablemente no se hubieran puesto en juego en una relación más superficial, al igual que no lo habían hecho en la relación analítica en una fase previa del tratamiento, pues las características del prototipo (su representación de su 'yo con madre') no hubiese estado en un estado suficientemente alto de activación inconsciente. Por ello, los paradigmas relacionales que los pacientes pueden expresar en el tratamiento psicoanalítico son típicamente muy diferentes de las transferencias más específicas, variadas y complejas que se vuelven manifiestas a medida que el proceso se intensifica, especialmente si el paciente forma una relación de apego con el analista (Gabbard 2001). En segundo lugar, la exploración explícita, declarativa, de los significados, los sentimientos, y recuerdos de la Srta. C. con su madre llevó a un “andamiaje” cognitivo para sus experiencias, un bosquejo de una narrativa coherente que le ayudó a darse cuenta de quién era con su madre, con su analista, y con otros, y a la consiguiente activación de de recuerdos, pensamientos y sentimientos asociados, las representaciones conscientes propagaron la activación a redes inconscientes afines.23 Illusion and reality”, Contemporary Psychoanalysis, 22, 1986, pp. 479-519, apunta la irreducibilidad de las teorías psicoanalíticas y proponía hace dos décadas la convergencia de ambas en tanto disciplinas autónomas. D.J. Stein “Introduction: Cognitive Science and the Unconscious”, D.J. Stein (ed.), Cognitive Science and the Unconscious, Washington, 1997. “Así, la neurociencia, en virtud del estatus objetivo de su evidencia supone una serie de útiles puntos de apoyo desde los que reevaluar los conceptos psicoanalíticos. Y el psicoanálisis, en virtud de su rica tradición teórica, les ofrece a los neurocientíficos un marco conceptual comprensivo para guiar su investigación en la neurociencia de la experiencia subjetiva,” M. Solms y O. Turnbull, op. cit., p. 43. P. Kitcher, Freud's Dream: A complete interdisciplinary science of mind, Cambridge, 1992. 22 J. Piaget, “The affective unconscious and the cognitive unconscious”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 21, 1973, pp. 249-261. 23 D. Westen y G.O. Gabbard, “Developments in Cognitive Neuroscience: II. Implications for theories of Transference”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 50 (1), 2002, p. 109. Un modelo genérico de explicación es el que nos ofrece Levin en sus conclusiones relacionando aspectos cognitivos y cerebrales con otros de tipo psicológico: “las transferencias llevan a cabo una variedad de efectos: conectan los hemisferios; estimulan recuerdos arcáicos basados en el cerebelo; activan patrones habituales del cortex estriado adquiridos preedípicamente; activa sistemas léxicos en el hemisferio dominante; identifican sistemas de gestos o prosódicos bilateralmente junto con sus efectos asociados; y significan la 'amusicalidad' particular que conlleva un déficit neurocognitivo,” F.M. Levin, Psyche and Brain. The biology of talking cures, op. cit., p. 248
  • 24. La relevancia de la transferencia como instrumento clínico queda patente en su amplia utilización por parte de psicólogos que reconocen emplear en mayor o menor medida principios dinámicos.24 Por otro lado, frente a un paradigma biomecánico que entiende la enfermedad desde una perspectiva puramente fisiológica, las perspectivas biopsicosociales se acercan al fenómeno de la enfermedad desde una óptica que atiende a la influencia de factores tanto sociales como psicológicos y culturales. La importancia de una elucidación adecuada viene dada por el hecho de que, de acuerdo con Dawes, los especialistas de la salud mental son más eficaces, al actuar de conformidad con el conocimiento acumulado acerca de su materia, antes que siguiendo algún tipo de conocimiento pseudo-intuitivo. Según reseña, uno de los resultados más importantes de la investigación existente acerca de la efectividad de las psicoterapias muestra cómo no posee ninguna relación con el bagaje o experiencia del practicante.25 En este sentido se refiere a la existencia de 'efectos inespecíficos' en la efectividad de la terapia, efectos que tendrían que ver con la 'calidad de la relación'. Nuestro cuestionamiento va dirigido hacia una explicación de la efectividad de la clínica, a los procesos subyacentes en la práctica, a mostrar sus fundamentos.26 24 K. Pope, B. Tabachnick y P. Keith-Spiegel, “Ethics of practice: The beliefs and behaviors of psychologists as therapists,” American Psychologist, 42, 1987, pp. 993-1006. 25 R.M. Dawes, House of Cards. Psychology and psychotherapy built on myth, Nueva York, 1994. De hecho su trabajo acaba afirmando, o casi más bien difamando, la técnica de los especialistas en la salud mental que no se diferenciaría en gran cosa de los poderes sugestivos. “En resumen, creemos en la autoridad de los profesionales de la salud mental porque hemos oído contínuamente que son los expertos, porque estamos predispuestos a aceptar lo que gente que afirman ser autoridades dice de todas formas, porque estas autoridades particulares nos dicen lo que ya creemos, y porque refuerzan nuestro sesgo al atribuir el comportamiento indeseable de otros a características personales (“enfermedad mental”) y en nosotros debido a circunstancias ambientales...” p. 223. 26 “La cuestión no es ya si las psicoterapias son efectivas (algunas lo son en algunas personas) sino porqué y cómo funcionan cuando lo hacen. ¿Qué procesos causales, de control y de auto-corrección están involucrados?” K.M. Colby y R.J. Stroller, Cognitive Science and Psychoanalysis, Hillsdale, 1988, p. 152.
  • 25. Los más acérrimos críticos del psicoanálisis no paran de señalar la ignorancia de los propios analistas de los mecanismos en juego en el cambio terapéutico.27 Nuestra explicación estaría basada tanto en los aspectos cognitivos como en la implementación neural de dichos procesos y la producción de cambios, de nuevas pautas de aprendizaje. Tanto la mielinación del cortex prefontal, como el contínuo surgimiento de neuronas en el hipocampo de los adultos muestra la flexibilidad en la reconfiguración de la experiencia del sujeto e indica posibles sustratos neuronales de un nuevo aprendizaje.28 En la elucidación de este concepto, el renovado papel que juegan las emociones desde un punto de vista neurocientífico permite retomar algunas de las nociones más vagas y a la vez más necesarias del descubrimiento de Freud. Éste señalaba la importancia de los afectos, sentimientos, y finalmente del propio amor como elemento fundamental de su técnica. Su trabajo se remite así mismo a modos de conceptualizar la experiencia almacenada y recuperarla. Estas pautas componen el aspecto técnico de una reeducación de patrones de procesamiento y 27 M. Macmillan, Freud Evaluated. The Completed Arc, Amsterdam, 1991. Refiriéndose a las posibles causas del cambio terapéutico, y a las características del analista como fundamentales en éste, señala: “Incluso si fuesen éstas o la relación con el paciente o cliente críticas nos faltan conceptos, psicoanalíticos o de otro modo, para superar la brecha entre ellas y las consecuencias que se suponen producen,” ibid., p. 607. “Incluso si la idea de un inconsciente, descifrable solo mediante una técnica sobre la que Freud ostentaba la patente, sucumbiese frente al escepticismo, algo de algún modo contínuo con el psicoanálisis tal como lo hemos conocido podría aún ser sostenible. La prática podría transmutarse en una actividad autónoma desvestida de pretensiones explicativas y crudamente terapéuticas, a despecho de lo grandisos del fundador, y consagrada a un sólo objetivo, la elucidación y articulación del sentimiento del yo. Pero, ¿sería una actividad concebida de esta manera aún psicoanálisis?” F. Cioffi, Freud and the question of pseudoscience, Chicago, 1998, p. 287. Sulloway, por su parte, se refiere en especial al carácter sectario del análisis, su falta de integración con otras disciplinas científicas y con el método científico en especial en su fase de verificación, acusando más bien a los practicantes de pseudocientíficos que a la propia teoría, en la entrevista de M. Borch-Jacobsen con F.J. Sulloway, “Freud recycleur: Crytobiologie et Pseudoscience”, C. Meyer (ed.), Le Livre Noir de la Psychanalyse: Vivre, penser et aller mieux sans Freud, París, 2005, pp. 49-66. Por último Crews llama la atención sobre el carácter mítico de la invención psicoanalítica en especial en manos de su creador F.C. Crews, The Random House Handbook, Nueva York, 1987, más moderada, F.J. Sulloway, Freud, Biologist of the Mind: Beyond the Psychoanalytic Legend, Nueva York, 1979. 28 “Si atender de modo consciente así como la verbalización pueden promover la activación cortical, se podría argumentar teóricamente que tratamientos como el análisis refuerzan el funcionamiento cortical y aprovechan la plasticidad cortical para modular respuestas emocionales profundamente arraigadas,” R. Pally, “I: How the Brain Development is Shaped by Genetic and Enviromental Factors”, International Journal of Psychoanalysis, 78, 1997, p. 593.
  • 26. actuación recurrentes que conlleva respuestas fisiológicas, neurovegetativas y pautas de activación, aparte de modalidades simbólicas. Freud fue un pionero precisamente al resaltar la importancia de los aspectos emocionales en la constitución psíquica del sujeto. Tras un amplio estudio de la literatura sobre el concepto de motivación en psicología experimental, Westen señala el acuerdo de ésta con el psicoanálisis frente a las teorías de un calado más propiamente cognitivo clásico.29 De forma similar se expresan los mayores especialistas en neurociencia afectiva, que resaltan la cercanía de las propuestas psicoanalíticas con la más avanzada neurociencia afectiva. La especialización de disciplinas es un proceso exponencial que ha venido acompañado de una defensa a ultranza de los marcos teóricos o paradigmas de diversas comunidades y una asunción defensiva de sus teorías. La guerra de facultades y departamentos es patente si uno analiza los planes de estudio de diversos países e incluso de diferentes facultades a nivel nacional. Es interesante resaltar cómo un psicólogo en Argentina saldrá con un conocimiento amplio no sólo de las teorías de Freud, sino con un amplio bagaje de buena parte de la literatura psicoanalítica posterior y de sus diversas áreas de influencia y no obstante apenas poseerá nociones generales sobre lo que es psicología experimental y cognitiva. En España sucede prácticamente lo opuesto, un estudiante de psicología habrá oído hablar de Freud como capítulo frustrado en los antecedentes de la psicología auténtica, experimental, y repetirá, sin mucho fundamento, que el psicoanálisis no posee ni validez científica ni utilidad clínica. 29 “Freud y los teóricos psicoanalíticos que han seguido sus pasos han acabado teniendo razón donde teorías psicológicas competidoras habían estado completamente equivocadas y donde la mayoría de las teorías de la conciencia contemporáneas siguen siendo o bien incorrectas o incompletas,” D. Westen, “The scientific legacy of Freud: Toward a psychodynamically informed psychological science”, Psychological Bulletin, 124(3), 1998, p. 344.
  • 27. Pese a ello, especialistas de primer rango aún mantienen una apertura al diálogo, reconociendo el valor del psicoanálisis. Según el biólogo y Premio Nóbel Eric Kandel, el psicoanálisis 'representa la visión más coherente e intelectualmente satisfactoria de la mente'30 A la hora de estudiar la función mental los biólogos necesitan un guía. Es aquí donde la psiquiatría y la psicología cognitiva, como guías y tutores pueden hacer una valiosa contribución a la ciencia del cerebro. Una de las cualidades de la psiquiatría, de la psicología cognitiva y del psicoanálisis reside en sus perspectivas. La psiquiatría, la psicología cognitiva y el psicoanálisis pueden definir para la biología las funciones mentales que deben ser estudiadas para una comprensión significativa y sofisticada de la biología de la mente humana.31 Kandel aboga por una reconsideración del psicoanálisis que atienda al avance de otras disciplinas y que, frente al aislamiento, se abra a influencias externas. Ello resulta complicado en cuanto el propio Freud, vilipendiado por los científicos de su tiempo, creía haber descubierto un campo de racionalidad, ajeno a la ciencia, que había elaborado como disciplina independiente. Si bien la crítica a Freud, desde una perspectiva epistemológica, se ha concentrado en la reificación del inconsciente y su conversión de éste en una instancia subpersonal con características subjetivas, la ciencia cognitiva puede desmenuzar esta petitio principi ontológica en una serie de procesos concretos con contenido empírico. Al teorizar y descubrir el inconsciente, Freud estaba dando cuenta de sucesos reales, pero que en un marco empírico han de ser elucidados 30 E.R. Kandel, “Biology and the future of psychoanalysis: A new intellectual framework for psychiatry revisited,” American Journal of Psychiatry, 156(4), 1999, p. 505. Cf. E.R. Kandel, “Psychotehrapy and the single synapse: The impact of psychiatric thought on neurobiologic research”, New England Journal of Medicine, 301, 1979, pp. 1028-37. 31 E.R. Kandel, “A new intellectual framework for psychiatry”, American Journal of Psychiatry, 155(4), 1998, p. 459.
  • 28. acudiendo a procesos antes que a instancias. Ese es el camino emprendido también por Jacques Lacan al procedimentalizar el inconsciente como lenguaje. El error epistemológico de Freud vendría dado por su creencia de que los conceptos que vertebran su visión de la psique humana son la única interpretación posible de los fenómenos. Es ahí donde se desmarca de la ciencia experimental falsable.32 Si bien la creación de conceptos en ciencia juega un papel fundamental, éstos, a falta de contrastación empírica, no son sino una interpretación de la naturaleza, antes que un modelo de explicación. Así nuestra tarea será intentar mostrar el contenido empírico de su concepción de la transferencia remitiéndolo a los conocimientos que se derivan de las ciencias cognitivas y neurociencia, haciendo del explanadum transferencia un explanans cognitivo. ¿En qué medida es posible un ajuste y una comprensión de la teoría freudiana en diálogo con las ciencias cognitivas? Ésta sería pues la tarea que llevaré a cabo en la segunda parte de este estudio, dotar de contenido empírico a una teoría por medio de la elucidación de un término teórico a través de otras teorías; elucidar el halo enigmático que rodea al psicoanálisis, su marchamo mitológico que previene el diálogo con otras disciplinas. Para ello me pareció oportuno llevar a cabo una genealogía del concepto de transferencia mediante la cual se pueden observar las hondas raíces epistémicas del método que forjó Freud. Así, éste siempre estuvo comprometido con cierto ideal positivista de ciencia basado en su experiencia. Partimos de su pensamiento no tanto para justificarlo, para demostrar la certeza de sus aserciones, sino con el fin de completar la tarea que él comenzó.33 32 D.P. Spence, The rhetorical voice of psychoanalysis: Displacement of evidence by theory, Cambridge, 1994. 33 Cf. M. Solms “Preliminaries for an integration of psychoanalysis and neuroscience”, op. cit. “Más bien, volviendo a las raíces neuropsicológicas del psicoanálisis podemos obtener una nueva perspectiva sobre su relevancia para nuestras teorías actuales y prácticas clínicas,” L.M. Miller, op. cit., viii. En concreto Miller señala la relación entre tres conceptos alrededor de los cuales Freud elaboró su teoría, la histeria, los actos fallidos y los sueños, y su relación actual con la neuropsicología.
  • 29. Si bien Freud comenzó con el intento de creación de una ciencia cognitiva completa, interdisciplinaria, tomando elementos de la biología y neurofisiología, ésta, al aislarse, se volvió rápidamente obsoleta, provocando su ostracismo bajo el sello de la independencia. De acuerdo con Kitcher dos teorías son interdependientes si al alterarse algún aspecto de la teoría que sirve de base a la teoría interdisciplinaria ésta también resulta alterada.34 El psicoanálisis perdió su impronta interdisciplinaria que la ligaba a otras disciplinas más básicas. Nuestro camino es el contrario, buscar nuevas formas de correlación.35 Desde una perspectiva filosófica se debiera estímular el diálogo y reconocimiento mútuo de disciplinas enajenadas por la incomprensión y por las barreras alzadas, a menudo arbitrariamente, por las espúreas exigencias de una integridad metodológica de calado más sociológico que propiamente científico, en el sentido amplio de empresa racional. Uno de los inspiradores de un nuevo estilo filosófico, Ludwig Wittgenstein, nos introducirá al psicoanálisis mediante su personal lectura de Freud. Precisamente es su valoración del psicoanálisis como mitología la que será reconsiderada mediante la elucidación de la transferencia. El propio Wittgenstein nos servirá de referencia para analizar dos visiones filosóficas acerca de la ciencia, una positivista, más centrada en la posibilidad de una referencia estricta del lenguaje, y otra basada en el lenguaje como juego, como hermenéutica. 34 P. Kitcher, Freud's Dream: A complete interdisciplinary science of mind, op. cit. 35 Así, frente a la propuesta de Watt, no resulta extraño que sólo con el abandono de los conceptos rudimentarios del modelo energético-mecánico se pueda desarrollar el psicoanálisis en un diálogo interdisciplinario. “Es irónico que el abandono del antiguo modelo energético-mecánico de la transferencia -un modelo estrechamente relacionado con los esfuerzos de Freud por establecer una base biológica para su psicología- haga ahora posible desarrollar relaciones más estrechas entre construcciones neuropsicológicas y psicoanalíticas.” D.F. Watt, “Transference--A Right Hemisphere Event?: The Boundary Between Psychoanalytic Metapsychology and Neuropsychology”, Psychoanalysis and Contemporary Thought, (9)1, 1986, p. 52.
  • 30. Un análisis de las críticas epistemológicas y metodológicas al psicoanálisis dará pie a la discusión de los problemas de éste como teoría y, en especial, la incapacidad de extraer hechos incontaminados de su propuesta clínica. La validez del psicoanálisis como heurística metodológica, los diversos niveles de análisis de los fenómenos transferenciales, su relación con la inteligencia artificial, la emergencia biológica y la incorporación, así como el problema de las otras mentes, son también analizados. En cierto sentido nuestra tarea es similar a la propuesta 'centralista' de Daniel Dennett, relacionar explicaciones extensionales e intencionales.36 Poseemos una teoría intencional de la mente como el psicoanálisis y una posible referencia extensional en las teorías que se aglutinan bajo las ciencias cognitivas. Su relación, diálogo e hibridación quizás permita un acercamiento a la relación entre sentido y referencia más allá de la reducción y la enajenación. El psicoanálisis no sólo produce una teoría del sentido, sino que permite alterar las raíces de la experiencia del sujeto. Mediante la transferencia se conseguiría la reconstrucción de creencias intencionales con efectos funcionales y comportamentales. Es así como el análisis de la transferencia puede abrirnos nuevas perspectivas a la hora de acometer un acercamiento al concepto cognitivo más básico y complejo, la conciencia. Frente a otras terapias que se limitan a actuar sobre un síntoma concreto o le señalan al paciente la inadecuación de sus creencias acerca de ciertos estados de cosas, el psicoanálisis propugna una técnica que más que mostrar la incorrección del comportamiento a un sujeto le conviertan en agente, a diversos niveles, de sus respuestas y procesos, permitiéndole, en definitiva, adquirir conciencia de ciertas respuestas automatizadas que componen su comportamiento. Frente al 36 D.C. Dennett, Content and Consciousness, Nueva York, 1969, esp. p. 85. Cf. J. Hornsby, “Personal and sub- personal: A defence of Dennett's early distinction”, Philosophical Explorations, 2000, pp. 6-24.
  • 31. achatamiento del mundo que produce la psicología experimental que trata de explicar fenómenos complejos de la conducta humana como subir una escalera basándose en parametrizaciones, el psicoanálisis da buena cuenta del universo lingüístico, de la relación entre el significado, su producción intersubjetiva y su incorporación fisiológica, situándose entre las ciencias de la conducta, el procesamiento de información, y el significado.37 37 “Si el conocimiento humano no consiste en descripciones almacenadas ¿cuál es entonces la relación entre lo que decimos y hacemos? Hablar ha de ser visto no como sacar lo que estaba ya dentro, sino como un modo de cambiar lo que está dentro. Hablar no es volver a declarar lo que ha sido puesto de modo subconsciente en el cerebro, sino en sí mismo una actividad de representación,” W.J. Clancey, Situated Cognition: On Human Knowledge and Computer Representations, Cambridge, 1997, p. 3. “Conceptualizar situaciones, problemas y acciones alternas implica inherentemente un aspecto de autoreferencia en el mecanismo perceptual-conceptual. Esto es, la comprensión de una persona de '¿qué está pasando?' es realmente '¿qué me está pasando a mí ahora?'” ibid., p. 27.
  • 32.
  • 34. “Pude apreciar claramente, durante nuestro primer encuentro personal, en el año 1907, la alta significación que Freud atribuía a los fenómenos de la transferencia. Después de una conversación de muchas horas, se produjo una pausa. De pronto Freud preguntó, inopinadamente: ‘¿Y qué piensa usted de la transferencia?’ Respondí con la más honda convicción que era el alfa y el omega del método analítico. A lo cual él repuso: ‘Entonces ha comprendido usted lo principal’.” Carl Gustav Jung, La psicología de la transferencia.
  • 35. Reevaluación del Descubrimiento de la Transferencia El hallazgo de la transferencia puede ser considerado uno de los sucesos vertebrantes del sistema psicoanalítico,38 su condición de posibilidad. La propia evolución del pensamiento acerca de la transferencia prosigue, en sus rasgos generales, una cronografía que ha sido delineada por los principales biógrafos de Freud.39 Si Freud va elaborando su teoría en contacto con su experiencia clínica, a través del tratamiento con sus pacientes, el papel clave de la transferencia, no sólo como medio terapéutico, sino como punto de apoyo de sus ulteriores investigaciones, no puede ser infravalorado. Claro está que el pensamiento de Freud se ha de incardinar dentro del conocimiento terapéutico y teórico propio de su época. Sus conceptos, sólo a medida que se vuelven sistemáticos se independizan del contexto en el que se habían generado, creando una discursividad y un campo de saber nuevo. Según Isabelle Stengers, Freud poseía la pretensión de hacer tabla rasa frente a cualquier 38 Dos de los principales especialistas en la primera fase del pensamiento de Freud sontienen que “se puede afirmar hoy en día, con una certeza casi plena, que el descubrimiento de la transferencia fue el primer descubrimiento capital de Freud, aquel que abre el camino a todos los que seguirían...” L. Chertok y R. de Saussure, Naissance du psychanalyste. De Mesmer à Freud, París, 1974, p. 147. Breuer, colaborador de Freud en sus Studien über Hysterie (1895), dirá que el fenómeno de la transferencia era el gran descubrimiento que debían ofrecer al mundo. 39 P. Gay, Freud. Una vida de nuestro tiempo, Barcelona, 1989. Así las tres partes centrales de la vida de Freud son recortadas de acuerdo con una primera que trazaría su frontera con la siguiente alrededor de 1905 (Fundamentos 1856-1905). El caso de Dora escrito en 1901 y sólo publicado en 1905 entra justo dentro del período de inflexión en el que se sitúan otros casos clínicos discutidos por Freud. Así la segunda parte (Elaboraciones 1902-1915) igualmente participa de un acontecimiento externo, el estallido de la Primera Guerra Mundial, que,no pudo dejar indiferente a nadie. Finalmente una última etapa vendría dada por las ampliaciones y correcciones (Revisiones 1915-1939) que lleva a cabo Freud hasta el fin de sus días. El estudio clásico de E. Jones, The Life and Work of Sigmund Freud (abreviado por L. Trilling y S. Marcus), Nueva York, 1961, sigue un patrón similar al dividir el devenir freudiano en una primera fase que llegaría hasta 1900 con la publicación de la Traumdeutung, una segunda que finaliza con el término de la contienda mundial (1919) y una última etapa que se extiende desde dicho año hasta su muerte. Veremos como estas cronografías son consistentes con el desarrollo del concepto de transferencia a lo largo de la obra de Freud y que éste es modificado de acuerdo con alteraciones en otros puntos de su teoría. Otras obras de calado mucho más crítico, M. Macmillan, Freud Evaluated. The Completed Arc, Amsterdam, 1991, no tratan de forma adecuada el desarrollo de la transferencia y simplemente lo refieren a las últimas formulaciones relativas a la repetición en la transferencia.
  • 36. otro tipo de terapia previa y, si bien aprovechó las influencias a las que estuvo sometido, ciertamente su técnica supuso un giro epistemológico.40 De esta forma he incluido un desarrollo prefreudiano de la transferencia que no existía sino como amalgama de nociones acerca de la relación entre el médico y el paciente. A través de la evolución de su pensamiento llegamos a una revolución, una alteración fundamental de la tradición en la cual surge. A su vez, el propio pensamiento psicoanalítico recibe diversas formalizaciones en el transcurso de la vida y obra de Freud.41 Por ello me pareció oportuno trazar las discontinuidades dentro de éste con el fin de delimitar la polivalencia del concepto teórico en cuestión y su propia evolución. Diversos aspectos van ocupando una posición más o menos privilegiada en este desarrollo. La transferencia representa, junto con el método psicoanalítico en conjunto, pero como pieza clave de éste, la introducción del sujeto en la medicina tal como discurriría hasta el padre de la antropología médica, Viktor von Weizsäcker. Podemos estar de acuerdo en afirmar que “...Freud, no sólo en el dominio de las neurosis, sino en el de la patología entera, ha llegado a ser la gran figura inicial en la empresa de personalizar el saber y el quehacer médico.”42 O, como señala Foucault, Freud es el primero en atender a la relación médico-enfermo.43 40 I. Stengers, La volonté de faire science. À propos de la psychanalyse, Le Plessis- Robinson, 1996. 41 Así por ejemplo J. Sandler, C. Dare y A. Holder, El paciente y el analista, Barcelona, 1993, sostienen la necesidad de un aproximamiento histórico y contextual a la hora de elucidar los conceptos analíticos, misma fórmula adoptada en el clásico Diccionario de Psicoanálisis de J. Laplanche y B. Pontalis. Por otro lado la división en fases del pensamiento freudiano ha de responder a criterios técnicos y conceptuales y no pude abarcar las diversas facetas de su obra, debido al propio carácter de ésta. Freud no abarca en su totalidad, sistemáticamente, sus descubrimientos, sino que trata de alumbrar diversos territorios a medida que se producen sus avances. 42 P. Laín Entralgo, Historia de la Medicina, Barcelona, 1978, p. 635. 43 “...el médico disipa la enfermedad mental con el concepto crítico de la locura. De tal manera que no quede más, fuera de las formas vacías del pensamiento positivista, sino una sola realidad concreta: la pareja médico- enfermo, en la que se resumen, se anudan y se desanudan todas las alienaciones. Y es por esto por lo que toda la psiquiatría del siglo XIX converge realmente en Freud, el primero que haya aceptado en serio la realidad de la pareja médico-enfermo, y que haya consentido en no apartar de allí ni sus miradas ni sus investigaciones, que no haya intentado ocultarla en una teoría psiquiátrica que tanto bien o mal armonizaba con el resto de la ciencia médica; el primero en haber sacado rigurosamente las consecuencias de esa realidad,” M. Foucault, Historia de la Locura en la Época Clásica III, Barcelona, 2002, p. 261.
  • 37. Esta personalización se produce, no ya tanto como un reconocimiento del carácter individual del paciente, sino de una forma más profusa, como interacción, como relación en la que la figura del terapeuta y el paciente se interrelacionan. La imposibilidad de afirmar la presencia aislada del paciente, la irresolubilidad del síntoma sin la existencia de la transferencia, hace imprescindible la figura presente en el otro extremo de la relación.44 El sujeto cartesiano es criticado no sólo por el requisito del otro, sino por una interioridad conflictiva en la que diversos mecanismos imponen sus leyes ajenas e indeterminables; se produce una crítica extra e intrasubjetiva. Se introduce al hombre en la práctica médica mediante la destitución de su comprensión clásica como sujeto, no ya como objeto de saber, sino como realización, en conexión, en movimiento. Un saber empírico, una techné, pues, del único tipo posible, quizás, en las ciencias del hombre, que no se desenvuelve en la objetivación del sujeto, en las operaciones realizadas sobre él, sino que se produce en la interacción. Techné también en el sentido de delimitación entre praxis y theoría: práctica, como terapia, y teórica, en tanto construcción conceptual. Uno de los problemas de la investigación interdisciplinar entre psicoanálisis y ciencias cognitivas ha sido la falta de precisión conceptual a la hora de abordar una posible elucidación. Hace falta aclarar el propio explanandum para poder remitirlo a un explanans adecuado, pues los conceptos psicoanalíticos sólo de manera indirecta se refieren a los conceptos de la psicología general. Nuestra aproximación optará por mostrar la aportación de Freud en su discurrir temporal. Éste siempre creyó en una cierta objetividad de su descubrimiento y 44 Hasta el punto que hay autores que opinan que sólo en la interacción se produce el inconsciente, así J.-D. Nasio, en sostiene en Les Yeux de Laure, París, 1987, que “la transferencia analítica es el equivalente al inconsciente”, p. 48, es decir, somete a cuestión la existencia del propio inconsciente más allá de la relación que se produce en el análisis.
  • 38. luchó frente a las heterodoxias debido a la importancia de su hallazgo,45 una nueva forma de afrontar al otro y tenderle la mano. 45 “El psicoanálisis, como cualquier otra rama de la ciencia sólo, puede ser estudiado provechosamente en su evolución histórica, nunca como un cuerpo de conocimiento perfeccionado, y su desarrollo estuvo íntima y peculiarmente relacionado con la personalidad de su fundador,” E. Jones, op. cit., p. xx.
  • 39. Figura 1.1. Jerónimo del Bosco- La extracción de la Piedra de la Locura (1475-80). El Bosco, pintor renacentista irreverente donde los hubiese, muestra en esta pintura un espejo bordeado por una inscripción que reza: “Maestro quítame la piedra. Mi nombre es Lubbert Das.” Vemos una vivisección del cerebro con el fin de extraer la 'piedra de la locura'. El que lleva a cabo la operación posee un embudo, signo de su estupidez, y una bolsa de dinero. Así mismo, acompañando a las figuras centrales, encontramos un fraile con expresión de sorpresa, como si el maestro realizase algún tipo de milagro, y una monja, esta última con un libro sobre la cabeza, a modo de sombrero. El resultado, la extracción de una flor negra de la cabeza del paciente, diverge del previsto.
  • 40. 1.0. Genealogía de la transferencia : Magnetismo, sugestión e hipnosis El surgimiento del estudio supuestamente empírico de la mente podemos retrotraerlo al siglo XVIII, a la Ilustración. Aunque existen indicios de prácticas previas,46 éstas se encuentran envueltas en un halo misterioso, no sólo en relación a su propio ejercicio, sino en cuanto a las fuentes que poseemos al respecto. Sólo la derrota de l’Infâme, de lo oculto y de la superchería, mediante la luz de la razón, pudo introducir el estudio de la mente en un ámbito, al menos, pre-científico. Así se suele situar como punto de arranque las prácticas de Franz-Anton Mesmer(1736-1815).47 En un período de consolidación del newtonianismo frente al cartesianismo, de la propagación de leyes universales más que de mecanismos particulares para la explicación de los fenómenos naturales, Mesmer abre en París una consulta para el tratamiento de desórdenes nerviosos48 creyendo en la existencia de cierto fluido universal, con semejanzas al pneuma estoico, que unía a todos los seres y, en concreto, a los seres humanos entre sí.49 Según Ellenberger, el magnetismo de Mesmer vendría a ser la otra cara de la moneda en la que también se encontraría el exorcismo, tal como lo practicara el célebre padre suizo Gassner. Éste trataba ciertas enfermedades del alma a través 46 En el primer capítulo de F.H. Ellenberger, The Discovery of the Unconscious. The History and Evolution of Dynamic Psychiatry, Londres, 1970, se abordan algunos de estos antecendentes. Pedro Laín Entralgo realiza una profunda exégesis de los tratamientos pre-psicoterapéuticos en la antigua Grecia en La curación por la palabra en la Antigüedad clásica, Barcelona, 1984. Sobre la relación entre poder y capacidad de sanación así como de la interacción de las esferas divinas y terrenas cf. el estudio clásico de M. Bloch, Les Rois Thaumaturges, París, 1997. Aún hoy en día se anuncia un curso de postgrado o Master en exorcismo de dos meses de duración que comenzó en el año 2005 en el Athenaeum Pontificium Regina Apostolorum. 47 Previamente podemos observar la existencia de ciertas aserciones teóricas acerca de su contenido y surgimiento tales como las reflejadas en el diálogo entre empiristas y racionalistas, un caso ejemplar podrían ser las Consideraciones acerca del entendimiento humano de Locke y las Nuevas consideraciones acerca del entendimiento humano de Leibniz, ambas carentes del sentido práctico propio de la psicoterapia tal y como la conocemos. 48 Cf. por ejemplo J. Ehrenwald, The history of Psychotherapy: From Healing Magic to Encounter, Nueva York, 1976. F. Rausky, Mesmer ou la révolution thérapeutique, París, 1977. Las obras de Mesmer se encuentran en F.- A. Mesmer, Le Magnétisme Animal, París, 1971. 49 La importancia simbólica y operativa del concepto de fluido en el arte curativo clásico está bien documentado en M. Foucault, Historia de la Locura en la Época Clásica, II, México, 2000. Así el fluido estaba relacionado con la inmersión y la purificación; igualmente ofrecía un medio en el que la transmisión de cualidades se hacía posible. “En este medio fluido, se hace el intercambio universal de cualidades,” ibid., p. 490.
  • 41. de los ritos del exorcismo. El propio Mesmer, al dar su opinión acerca de las prácticas de Gassner sostenía que éste mismo estaba, sin saberlo, utilizando el magnetismo animal,50 en lo que creía que era expurgación demoníaca. Dos técnicas diferentes obedecían a un mismo principio actuante. El magnetismo respondía a la teodicea ilustrada cuya asimilación de Dios y naturaleza, Deus sive Natura, no permitía la actuación de ninguna instancia divina ajena a la propia consustancialidad de las cosas. Por tanto, en el estudio de los fenómenos anímicos habría que prescindir de toda referencia a creencia mítica o religiosa alguna. La ciencia natural iría absorbiendo la omnisciencia divina en favor de explicaciones inmanentistas, relativas al orden visible. Newton y su ley universal gravitatoria habrían supuesto un apoyo decisivo y contundente a la idea de un Dios conservador de la naturaleza, deista (Natura), frente al omnipotente creador cristiano (Deus). Hay también una referencia a Descartes y su idea de espíritus animales insita en el pensamiento de Mesmer. Para Descartes éstos serían como un aire sutil o “…más bien como una llama muy pura y viva que, subiendo continuamente en abundancia del corazón al cerebro, [y] se distribuye de ahí por los nervios a los músculos y da el movimiento a todos los miembros.”51 El interés médico de Mesmer se va desarrollando con la imposición de imanes a ciertos miembros de las clases altas de su Viena natal. A lo largo de sus indagaciones empieza a conjeturar cómo la curación que observaba en algunos de sus magnetizados no podía deberse a la simple presencia de un imán y es así que 50 Hay indicios de ideas cercanas al magnetismo en una obra que parece haber sido escrita por Herman Boerhaave, An Essay on the virtue and efficient cause of magnetical cures, Londres, 1743. Su autoría, dudosa, pondría sobre la pista del magnetismo a uno de los fisiólogos más ejemplares del siglo XVIII. 51 R. Descartes, Discours de la Méthode, V. Así mismo el Dictionnaire de l'Académie Française de 1762 se refiere a estos ‘esprits’ como pequeños cuerpos ligeros, sutiles e invisibles, que llevan la vida y el sentimiento a las partes del animal. Nótese la relación con el éter y la pérdida de toda connotación animista por una mecanicista con la permanencia de una asociación entre vida y sentimiento.
  • 42. habrá de sostener la existencia de un fluido universal, de idéntico porte a la ley gravitacional newtoniana. Éste permearía todo tipo de organismos, produciendo sus modificaciones una variedad de afectos y padeceres. Pasa así de una práctica a la formulación de una teoría. Recurriendo a la analogía galénica, la enfermedad se entendía no ya como una alteración interna, un desequilibrio de los fluidos, sino como una distribución incorrecta de una especie de fluido externo y universal en un individuo, sobre su constitución orgánica. Se pasaba así de la metáfora mecanicista a otra de tipo universal legalista, presupuesto de toda ciencia natural; igualmente se situaba al individuo en complejos estructurales superiores a éste, en los que se insertaba como simple nodo o gozne. Se cuestionaban, pues, los presupuestos del humanismo y el antropocentrismo, al igual que lo hiciesen los descubrimientos científicos de ese período. Junto con la aceptación de los postulados newtonianos se sucede una oleada de anticartesianismo que niega uno de sus principios fundamentales. De acuerdo con éste uno puede adquirir un conocimiento interno, personal, mucho más profundo del que se puede llegar a poseer del mundo externo, el llamado paradigma de interioridad. Otra crítica que empieza a elaborarse es la relativa al materialismo, que acabará con la supuesta división ontológica entre res extensa y cogitans, entre dos tipos de substancia, y tendrá como resultado último el monismo. El monismo materialista de la ciencia tal y como llega hasta nuestros días, preconizado por hombre-máquina de La Mettrie, y delineado por Vesalio y su De humanis corporis fabrica. En resumidas cuentas, los principios del sistema de Mesmer serían los siguientes:
  • 43. (1) Un sutil fluido físico llena el universo y forma un medio de conexión entre el hombre, la tierra y los cuerpos celestes e igualmente entre los hombres. (2) La enfermedad surge de la distribución desigual de este fluido en el cuerpo humano, la recuperación se logra cuando dicho equilibrio se restaura. (3) Con la ayuda de ciertas técnicas, este fluido puede ser canalizado, guardado y transferido a otras personas. (4) De esta manera se pueden provocar ‘crisis’ en los pacientes y, de esta forma, curar enfermedades.52 La función del terapeuta, según Mesmer, sería restablecer el equilibrio de este fluido dirigiendo las corrientes magnéticas que se encuentran dispersas en el paciente. El magnetismo surge así como técnica que trata de forma genérica y universal un fenómeno en el que la presencia del magnetizador es, no obstante, requisito imprescindible. Mediante sus pases magnéticos, el magnetizador era capaz de dirigir cierta cantidad de este fluido a través del cuerpo del paciente: el magnetizador se convertía en canalizador de dicho fluido. Uno de los postulados de la ciencia iluminista, su validez universal, no debía verse desmentida por la peculiar relación paciente-enfermo:53 el magnetizador era simple medium de este proceso. En física, la imposibilidad de la detección de un mecanismo subyacente a la ley universal de gravitación ya había sido puesta en tela de juicio y sus acciones a distancia en forma de leyes universales provocaron en primera instancia una suspicacia generalizada. En el tratamiento de una tal Fräulein Österlin que sufría de parálisis, diversos dolores y extremos cambios de humor, Mesmer fue capaz de notar cierta periodicidad en su enfermedad y entendería que una serie de movimientos planetarios estaban vinculados a dichos padecimientos. Los imanes le permitían 52 F.H. Ellenberger, op. cit., p. 62. 53 A este respecto cf. la obra de Pedro Laín Entralgo, La relación médico paciente, Madrid, 1983 y M. Foucault, Historia de la Locura en la Época Clásica III, Barcelona, 2002.
  • 44. inducir un cambio del fluido que dependía de estos accidentes cósmicos, produciendo flujos artificiales. Después de mucho tiempo manipulando los imanes, fue capaz de dispensarse de su uso, pues sostenía que su cuerpo estaba ya lo suficientemente cargado como para no necesitar los imanes. La explicación que daba Mesmer de los éxitos de Gassner se refería al hecho de que aquél poseía en su cuerpo una cantidad de magnetismo animal superior al suyo propio. La propia disertación doctoral de Mesmer trataba la teoría gravitacional de Newton y la influencia de los planetas en el estado de los enfermos. Un Newton también conocido por sus estudios de alquimia y por su postulación en ellos de un poder o espíritu externo a la materia. Pasamos de la especulación acerca de un éter, que actuaría entre los planetas a un fluído que abarcaría todos los fenómenos, animales y humanos. En esta misma época se producían los primeros experimentos de Galvani y su descubrimiento de la electricidad animal, según él, presente en el animal diseccionado. Sólo la elaboración de Volta mostrará que era el contacto de los metales sobre los que se encontraba el animal, la creación de un circuito, lo que producía el efecto eléctrico; aún así la idea de un organismo conductor de fluido se mantendrá latente. Si en un universo armónico sólo podía existir una ley universal, Mesmer estaría dentro de aquellos que pensaban que en el campo médico, aún en un estado precientífico, sólo existía una enfermedad y una cura. La enfermedad era un desarreglo del citado fluido y su forma de curación poseía un carácter muy preciso. Este magnetismo animal, “...debe, en primer lugar, ser transmitido a través del sentimiento.”54 54 Cit. en L. Chertok, “The discovery of the transference: towards an epistemological interpretation”, International Journal of Psychoanalysis, 49, 1968, p. 560.
  • 45. De hecho, afirma que el factor determinante en el resultado positivo de la aplicación del fluido era la voluntad del magnetizado de ser magnetizado, lo cual implicaba la participación personal y directa del terapeuta en la terapia, incluso si no se le ascribía al terapeuta el misterioso poder de curar que Mesner había atribuído a los imanes. Éste no es el caso usual de un paciente confiando una parte de su cuerpo a un médico y su instrumental, un abandono de sí sobre el que el magnetista pudiese operar, sino la renuncia a su propia conciencia, y la voluntad de acomodarse a la conciencia y voluntad de otro.55 Se trataba de llevar al magnetizado a un estado de catarsis prelingüística, de tipo somático, en el que el magnetizador se convertía en amo de la voluntad del magnetizado, “un magnetizador, proclamaba Mesmer, es el agente terapéutico de sus curas: su poder reside en sí mismo. Para hacer la curación posible, debe primero establecer una relación, esto es, un tipo de ‘sintonía’ con su paciente.”56 La idea de un fluido, por su parte, parecía apuntar hacia una presencia física y objetiva, despersonalizada. Al igual que sucede con los planetas que siguen su órbita debido a su interacción, demostrable como relación matemática, el resultado de la terapia sería la restauración del orden, de la mensura en la relación. Los tres caracteres esenciales en el sistema mesmérico son, pues, (α) la suposición de la existencia de un fluido, (β) la relación como medio de curación y (γ) el sentimiento como contenido de la relación entre magnetizador y magnetizado. Es importante que retengamos estas tres características pues serán sus oscilaciones, sus vaivenes dentro de las especulaciones subsiguientes, las que determinen el rumbo que reciba el magnetismo originario. Sus prácticas, desde luego, no pasan inadvertidas. Por ello en Francia se encarga una comisión para el estudio del magnetismo formada por científicos de primera talla y dirigida por Bailly. Al no permitir Mesmer que se le investigase personalmente, la comisión realiza sus pesquisas con uno de sus discípulos, 55 A. Carotenuto, Kant’s Dove. The History of Transference in Psychoanalysis, Wilmette, 1991, p. 26. 56 F.H. Ellenberger, op. cit., p. 69.
  • 46. Charles Deslon, y amplía su examen a las prácticas de Mesmer. Éstos dictaminarán que se trata de un fenómeno imaginario, es decir, que ocurre en el interior de la mente del magnetizado y que no se observa medida objetiva de fluido alguno.57 Si bien reconocían la producción de curaciones no encontraban rastro alguno de medida cuantificable, la eficacia de su tratamiento no servía como prueba de su teoría acerca de la enfermedad, la práctica no era avalada por su epistemología.58 De este modo el primer pilar del modelo fluidista, su ontología primigenia, recibe su primer gran revés. Si la procedencia económica y social de los pacientes le permite a Mesmer llevar una vida sin preocupaciones, la cantidad cada vez mayor de personas que desean beneficiarse del magnetismo le hace elaborar un ingenioso artilugio, parte de la mitología magnética, el baquet, con el que poder curar a una multitud de pacientes. ...un tubo de roble especialmente diseñado para almacenar y transmitir el fluido magnético. El tubo, de unos cuatro o cinco pies de diámetro y uno de profundidad, poseía una tapa construida en dos piezas. En el fondo había botellas dispuestas en círculos concéntricos, algunas vacías y apuntando hacia el centro, otras contenían agua magnetizada y apuntaban hacia el perímetro. Había diversas capas de tales hileras. El tubo estaba lleno de agua, a la cual se añadían limaduras metálicas y cristal en polvo. Unas varillas de hierro que salían por los agujeros de la tapa eran dobladas en ángulos rectos, de tal forma que éstas pudiesen ser puestas sobre el área afectada del cuerpo del paciente. Así una serie de pacientes podían utilizar el 57 “Los comisarios no se darían cuenta de que constataban de esta manera la realidad de la acción psicológica interpersonal: la relación de objeto precisamente,” L. Chertok y R. de Saussure, op. cit., p. 23. Relación de objeto es la relación del paciente con el mundo mediante sus representaciones y, en concreto, con el analista. 58 J.F. Kihlstrom, “Mesmer, the Franklin Comission and their Legacy,” paper presented at the celebration of Mesmer Week, Department of Psychology, University of Wisconsin, Madison, 1984. http://socrates.berkeley.edu/~kihlstrm/mesmer84.htm. Según nuestro esquema, los trabajos de Mesmer aparecen en el surgimiento de un giro epistémico que también conllevará las primeras prácticas de psicología experimental. “El único método decisivo, (la comisión) concluyó, eran experimentos designados para revelar la propia naturaleza de los efectos mesméricos. De acuerdo con ello condujeron una serie de experimentos, aparentemente designados por Lavoisier, sobre voluntarios. Estos estudios pueden ser considerados como los primeros experimentos psicológicos formales –ciertamente son los primeros ejemplos del uso del método experimental en el estudio de psicología clínica y social.”
  • 47. tubo a la vez. Se les animaba a aumentar el fluido magnético cogiéndose de las manos y creando, de esta forma, un circuito.59 Como vemos un mecanismo similar a las botellas de Leyden que el abad Noset y Musschenbrok harían populares en el siglo dieciocho, aparentemente más un artilugio de feria que un dispositivo médico. De nuevo las críticas de sus enemigos se harían patentes, sus pretensiones de ciencia no serían más que el resultado de la ignorancia y la debilidad de sus magnetizados. Precisamente del surgimiento del magnetismo proceden, a su vez, las pretensiones de formular aserciones universales y válidas acerca de los fenómenos referidos al alma o psicológicos, “desde ese momento, para los psicoterapeutas, el nuevo juramento hipocrático incluiría una nueva cláusula: la obligación de asumir una metapsicología.”60 En este sentido el magnetismo señala una clara línea de demarcación con las especulaciones previas, lo que podríamos denominar el comienzo de una reflexión teórica, de un corte epistémico. En Francia el movimiento comienza una fase de expansión. Pese a lo numeroso de sus detractores, los seguidores de Mesmer comienzan a llevar a cabo sus prácticas de forma secreta y se organizan en Sociedades de Armonía cercanas a la masonería. Se institucionaliza así el magnetismo, permitiendo su supervivencia y desarrollo y, a su vez, haciendo trascender las prácticas de su creador, generalizando las actividades magnéticas a sus sucesores. Pasamos de una práctica individual a una técnica generalizada. Los dos discípulos más conspicuos de Mesmer comenzarán a devaluar la importancia de la idea de fluido, ya puesta en tela de juicio por el informe de Bailly, 59 A. Crabtree, From Mesmer to Freud, Yale, 1993, pp. 13-14 60 A. Carotenuto, op. cit., p. 4.
  • 48. y se centrarán en el aspecto relacional, sosteniendo, en uno y otro caso, la preeminencia de uno de los dos polos. De un lado, el reverendo José Custòdio Faria (1755 -1819), discípulo de Mesmer, será el primero en reconocer la capacidad regresiva del total sometimiento del paciente al magnetizador y sostendrá la primacía de la voluntad del paciente; abandona las especulaciones mesméricas acerca de un magnetismo universal y se centra en el paciente, le otorga una importancia subjetiva, ajena a ontología naturalista alguna. No se encargará tanto del fluido como entidad ajena al magnetizador y al magnetizado, sino que la propia voluntad de éste será la que dé lugar a la curación. Faría comienza a utilizar ciertas técnicas que serán retomadas por Braid, la fijación en un objeto, y la sugestión como la practicará Liébeault. Faría abre así el camino a lo que después sería denominado sugestión: no en vano se le considera el pionero de las ideas que dieron lugar a los postulados de la Escuela de Nancy. El marqués de Puységur (1751-1825), discípulo aventajado de Mesmer junto con Faría, entenderá la voluntad del terapeuta como fundamental.61 Puységur obtendrá los primeros resultados que podríamos denominar hipnóticos, aunque no fuese sino Braid, más tarde, quien acuñase el término. Puységur renuncia al contacto físico con el paciente y recurre a las palabras como medio de aproximación y alude a la sintonía, cercana a la idea de empatía. Recreará así lo que se denominaba ‘sonambulismo magnético’, frente a las convulsiones animales del magnetizado alcanzadas por Mesmer. Se trata de un sueño en el que el magnetizado lleva a cabo las órdenes del magnetizador y 61 Así comenta: “Creo en la existencia dentro de mí de un poder. De esta creencia se deriva mi voluntad de ejercerlo. La doctrina entera del Magnetismo Animal está contenida en dos palabras: Cree y quiere,” cit. en F.H. Ellenberger, op. cit., p. 72.
  • 49. despierta sin recordar nada, produciéndose una sugestión independiente de la existencia de fluido alguno, -el primer postulado señalado anteriormente-, debida a la actividad del magnetizador, el extremo opuesto al destacado por Faría. Pese a no descartar completamente los principios fluidistas, Puységur empieza a otorgarle mayor valor a la influencia en la curación de otros factores intrínsecos a la relación misma como el cuidado del paciente a cargo del médico.62 No llegará a estados de regresión tan profundos como los alcanzados por Mesmer, sino que tratará de conducir a los pacientes a etapas infantiles en las que se produce una substitución de la figura materna por la del magnetizador.63 La voluntad inquebrantable del magnetizador de que el magnetizado mejore es la clave de su proceder. La premisa ontológica acerca de la existencia de un fluido, como vemos, se va debilitando; las corrientes ‘fluidistas’ irán dando paso a aquéllos que se centran en la inducción del sueño y que optan por una teoría más de tipo psicológico que naturalista, dando lugar a la corriente ‘animista’ del magnetismo. A lo largo de toda la historia del magnetismo resonará la condena de atentar contra las buenas costumbres. La proximidad de la relación, causa de roces carnales, podía atenuarse sólo mediante la intersección de una instancia objetiva como la del fluído magnético. Según Carotenuto, al intentar quitarle al fenómeno relacional la centralidad que le correspondía en los 62 Comenta Puységur, “estoy seguro que, ciencia y experiencia aparte, no puede ser indiferente ser cuidado en nuestra enfermedad por un Médico y Guardia que nos entregue afecto,” cit. en L. Chertok y R. de Saussure, op. cit. p. 27. 63 No muy lejano a esta idea estaría Philippe Pinel, contemporáneo de Puységur, y uno de los fundadores de la psiquiatría moderna. De acuerdo con Foucault, “Pinel reconocía que el médico cura cuando en vez de usar terapéuticas modernas, recurre a esas figuras inmemoriales (padre y juez, familia y ley),” M. Foucault, op. cit., III, p. 255. “El personaje del médico, según Pinel, debía actuar no a partir de una definición objetiva de la enfermedad o de un cierto diagnóstico clasificador, sino apoyándose en esas fascinaciones que guardan los secretos de la familia, de la autoridad, del castigo y del amor; es utilizando ese prestigio, poniéndose la máscara del padre y del juez, como el médico, por uno de esos bruscos atajos que dejan a un lado su competencia científica, se convierte en el operador casi mágico de la enfermedad y toma la figura del taumaturgo,” ibid., p. 256.
  • 50. fenómenos magnéticos también se inhibió el surgimiento de una teoría de la transferencia desarrollada que comprendiese la relación como el hecho fundamental en la propia curación. Figura 1.2. Los pases magnéticos de Mesmer. Deleuze (1753-1835), alumno de Puységur, admite la existencia de ciertos afectos entre magnetizador y magnetizada que deben diferenciarse de los puramente eróticos y que quizás tuviesen un efecto positivo en la cura. Así reconoce la existencia y persistencia de ciertos afectos entre sus magnetizados, pero trata de escapar de sus propias pasiones hacia sus pacientes. Es, pues, el polo del paciente el que se destaca conjuntamente con la idea del sentimiento. “Deleuze admite la realidad de un fluido, pero, al igual que Puységur, se distingue de Mesmer al hacer intervenir junto con el magnetizador la voluntad y la confianza en la curación.”64 Una especie de fe en sus capacidades actuaría en la sanación 64 L. Chertok y R. de Saussure, op. cit., p. 37.
  • 51. del paciente, un paciente que se mantiene, al igual que con su maestro, pasivo, quizás para protegerse de las complicaciones amorosas de las que hacía mención. Es la capacidad objetiva del médico la que permite obrar la curación frente a los restos afectivos que perduran en el paciente. Poco a poco la corriente de Deleuze y Puységur irá dando menos importancia a la acción del fluido magnético y más a su vertiente relacional, basada en el aislamiento del paciente con el magnetizador y su íntima dependencia, su reclusión con éste. El carácter altamente sexual del magnetismo como terapia, tal como lo practicara Mesmer, será reemplazado por un aséptico sonambulismo con Puységur, alejándose de las excitaciones cercanas al orgasmo65 que se producían en la proximidad física del magnetizador a su paciente. Julien Joseph Virey (1775- 1846) comentaría al respecto de tales prácticas que “el magnetismo... no es sino el resultado natural de emociones nerviosas producidas por la imaginación y la afección entre diferentes individuos y, principalmente, de aquellas que surgen de las relaciones sexuales.”66 El polo del sentimiento empieza a cobrar importancia, tal es así que Charles Villiers (1765-1815) publicaría en 1787 Le magnétiseur amoureux, donde destaca que el magnetismo no es producto de ninguna circunstancia física, sino de la simple relación afectiva entre médico y paciente,67 del encuentro de la voluntad de curar con la de sanar. Se diluyen así las ideas fluidistas en pro de la relación como dinámica propia de la curación. El propio Deleuze intentaría parar la difusión de un libro que parecía contener un mayor 65 De ello da buena cuenta el artículo de R. de Saussure en “Transference and Animal Magnetism”, Psychoanalytic Quarterly, 12, 1943. No es de extrañar que en el famoso informe secreto acerca del magnetismo de la Comisión Real dirigido a Luis XVI apuntase que “...el tratamiento magnético debe necesariamente ser peligroso para la moralidad,” ibid., pp. 194 ss. 66 J.J. Virey, Examen impartial de la médicine magnetique, París, 1818, cit. en R. de Saussure, ibid., p. 199. 67 “De Villers no atribuye ningún papel al fluido, ninguna eficacia a los procedimientos. Para él la curación está condicionada por la relación de objeto y por los sentimientos recíprocos entre magnetizador y magnetizado,” L. Chertok y R. de Saussure, op. cit., p. 40.
  • 52. vilipendio de los magnetizadores, que ya eran objeto de burla y persecución.68 El carácter afectivo, incluso sexual, de la relación había sido siempre el talón de aquiles de la supuesta cientificidad del magnetismo. La existencia de un fluido recubría la práctica con un carácter objetivo, en su ausencia, se convertía en un fenómeno mental, subjetivo. Siguiendo la línea por la que se va desplazando la atención de la sujección del magnetizado, Jules Charpignon (1815-?) comentará la importancia del estado mental del propio magnetizador a la hora de practicar la cura. De este modo vamos pasando de una visión objetual del paciente hacia una más dinámica, en la que, claro está, el magnetizador va perdiendo su propia posición objetiva, ya fuese a través de la interposición de un fluido, como simple dispensador de dicha substancia, o de la ausencia o abstinencia de sus afectos; se trata, según comentan Chertok y de Saussure, de la idea de sugestión avant la lettre. La gran transformación del magnetismo se produce con James Braid (1795- 1860), cirujano de profesión, acostumbrado a lo tangible propio de sus estudios de fisiología. En 1843 un Braid vuelto hacia el magnetismo acuñará el nombre hipnotismo y decidirá otorgarle un estatuto científico y objetivo, rechazando definitivamente las teorías fluídicas mesmerianas, y centrándose en la relación entre la fisiología y la psicología del paciente. Braid se ocupará del aspecto subjetivo de la cura, por lo que ésta acontecería en la mente del paciente, y en la que el médico se encargaría, desde su exterioridad, de llevar al paciente a cierto estado de sugestibilidad. “En todo caso la introducción del concepto de sugestión – 68 “A medida que los discípulos de Mesmer se volvían más numerosos, entusiastas y fanáticos, el movimiento se desvió más de su norma inicial y cayó en descrédito. Se mezcló cada vez más con una especulación salvaje, ocultismo, y, en ocasiones con prácticas embaucadoras,” F.H. Ellenberger, op. cit., p. 83.
  • 53. si bien concebido en términos de fisiología- marca un neto paso adelante: rechaza definitivamente el fluidismo y prepara el terreno para el estudio de la acción psicológica en la relación hipnótica.”69 Efectivamente, la discusión acerca de la sugestión sitúa la cuestión sobre el magnetismo en un nivel gnoseológico totalmente nuevo, pues, respecto a la praxis, ya algunos magnetistas habían mantenido que el susodicho fluido magnético procedía de sus ojos y habían efectuado consistentemente prácticas hipnóticas. Braid entenderá que el mecanismo actuante es un cierto estado del sistema nervioso ocasionado por una atención fija y abstraída; a este particular estado de sueño lo denominará hipnotismo. Se encargaría así de dotar de mayor contenido científico a su técnica, al ligarla al sistema nervioso y convertirla en posible objeto de investigación científica. La fisiología cerebral seviría de sustrato material analizable en última instancia.70 El aspecto relacional queda difuminado al hacer hincapié en lo fisiológico. Se trata de una rectificación adecuada hacia el imperante estilo científico positivista que habrá de ocuparse del estudio de los datos perceptibles y de la conversión de todo saber de acuerdo con un modelo fisicista de causas y efectos. Los trabajos de Braid serán presentados por Velpeau en la Academia de las Ciencias en 1860 y a partir de ahí traslada sus investigaciones a Francia. Así comenzaría el interés de August Ambroise Liébeault (1823-1905) en este tipo de fenómenos, su trabajo con la hipnosis braidiana le hace convencerse de que “... no es la acción física la que constituye el factor hipnotizante, sino un proceso psicológico, una idea, la sugestión verbal. De ahí su conclusión: la sugestión es ‘la 69 Ibid., p. 60. 70 No es de extrañar que la frenología hiciese pronto buenas migas con las prácticas sugestiva e hipnótica.
  • 54. clave del braidismo’.”71 De esta forma se reducían los efectos del hipnotismo a una forma de sugestión. Liébeault intentará dar una interpretación del fenómeno hipnótico retomando el papel central de la figura del médico. Para alcanzar los estados hipnóticos, someterá los ojos del paciente a los del terapeuta en lugar del objeto luminoso utilizado por Braid. El paciente pasa de esta manera de un ‘sueño autoinducido’ - efecto en el sistema nervioso del objeto brillante, y, por tanto, objetivo e individual - a un ‘sueño inducido por sugestión’72 . “Sugestión para Liébeault era, simplemente, la transmisión por palabra o gesto de ciertas ideas a la mente de un sujeto durmiente con el fin de producir procesos físicos y mentales en él.”73 Alrededor de sus ideas y experimentos se formaría la Escuela de Nancy. Hippolythe Bernheim (1840-1919) irá abandonando las ideas sostenidas por su maestro, Liébeault, acerca de la hipnosis, y sólo aceptará la sugestión como mecanismo activo. Se observa un tránsito hacia el interés por el contenido de la relación, empañado por el positivismo de Braid. El tercer aspecto que sometíamos a discusión empieza a eclipsar el aspecto general de la relación, segunda premisa del magnetismo. Bernheim, prestigioso profesor, será el encargado de introducir la obra de Liébeault a la comunidad científica que hasta el momento de su apadrinamiento la habría dejado de lado y comenzaría, a su vez, una larga disputa con Charcot, si bien poco a poco iría abandonando el hipnotismo en pos de la sugestión en estados de vigilia. Uno de los experimentos que llevaría a cabo, en la ocasión que Freud lo visitó en 1889, fue la hipnosis de un sujeto al cual le sugeriría que cinco 71 Ibid., p. 62. 72 A. Carotenuto, op. cit., p. 51. 73 G.J. Makari, “A history of Freud’s first concept of transference”, International Review of Psychoanalysis, 19, 1992, p. 419. Este es el primero de los tres artículos de Makari en los que ensaya una forma de historia contextual de la primera noción freudiana de transferencia.
  • 55. minutos después de despertarse habría de dejar de hacer cualquier actividad que llevase a cabo con el fin de dirigirse a un paraguas que se encontraba en la habitación y abrirlo. Efectivamente, cinco minutos después de despertar hizo tal y como le había sido ordenado. Al preguntársele por qué había realizado dicha acción el sujeto no podía dar ninguna razón. Los fenómenos hipnóticos mostrarían una sugestibilidad ideomotriz que consistiría en poner en relación una idea con un acto. Al igual que para Liébeault, el hipnotismo no sería sino un tipo especial de sugestión, más prominente e inducida artificialmente. Es esta convicción en la primacía de los efectos sugestivos la que hará que se vaya descartando el hipnotismo y se utilice sólo la sugestión directa como única técnica terapéutica. Mientras que la escuela de Nancy seguiría el rumbo de la despersonalización de la relación, “la escuela de la Salpêtrière, por su lado, iba aún más lejos en esta despersonalización al otorgar un valor primordial a los factores físicos en la hipnosis.”74 Proceso de mecanización y de abstracción fisíco-causalística de los factores intervinientes que produce la obliteración de la necesidad del médico, de la relación, en aras de un nuevo cientificismo estático, fijo, objetivizante, positivo. Los que más que se acercan a tratar la relación dual son Binet y Feré que señalan cierta sensibilidad electiva que hacía tender más hacia la figura del hipnotizador en los estados hipnóticos. Igualmente Janet señalará la similitud de la relación entre el paciente y sus progenitores y la de éste con el hipnotizador ya reseñada por Puységur. Otra figura destacada en esta historia es Jean Martin Charcot (1825-1893) que comienza a especializarse en casos de desarreglos nerviosos mediante las 74 Ibid., p. 70. Para éstos la hipnosis habrá de ser un estado somático sin intervención de la sugestión, sino sólo de estímulos físicos.
  • 56. técnicas hipnóticas. Como neurólogo y anatomista intentaría reducir los desórdenes a sus bases fisiológicas y llevará a su máxima expresión el intento de localización de las enfermedades nerviosas, al buscar un órgano responsable en el origen de la histeria.75 Será precisamente “ese deseo de encontrar una correspondencia anatómica entre la neurosis y la afección neurológica (la que) le impida ver que su postulado era incompatible con sus propias observaciones clínicas.”76 El propio Freud, se percatará de esta contradicción y podrá especular con el valor de lo lingüístico en la creación de síntomas. Charcot toma a su cargo el hospital de la Salpêtrière,77 centro asignado a mujeres que sufrían ataques convulsivos. Así es como empezará a distinguir dos tipos de etiología bajo estas convulsiones, unas de tipo epiléptico, y otras asociadas a estados histéricos. Si bien la histeria había pasado anteriormente en los círculos científicos como simple fingimiento, Charcot le otorgará valor de patología, pese a ascribirle una predisposición hereditaria junto con la existencia un suceso desencadenante, traumático. El fenómeno histérico obedece a una 75 La relación entre la búsqueda de un órgano, una parte del cuerpo y el miedo a relacionarse con el otro en su integridad, la necesidad de amputarlo y convertirlo en objeto es resaltada por A. Carotenuto, op. cit., p. 63. Más adelante señala “podríamos decir que desde Mesmer a Charcot la relación terapéutica -...- había sufrido un proceso rigurosamente creciente de despersonalización,” ibid., p. 67. 76 Ibid., p. 107. No obstante, pese a los intentos de objetivación, “se creerá, y el enfermo será el primero, en el esoterismo del saber del médico, en algún secreto casi demoniaco de un conocimiento que ha encontrado el poder de destruir las alienaciones; y cada vez con mayor facilidad, el enfermo aceptará abandonarse entre las manos de un médico, a la vez divino y satánico, en todo caso fuera de la medida humana; cada vez más se alienará en él, aceptando en conjunto y por adelantado todos sus prestigios, sometiéndose desde el principio a una voluntad que siente como mágica, y a una ciencia que él supone presciencia y adivinación, convirtiéndose así, a fin de cuentas, en el correlativo ideal y perfecto de los poderes que proyecta sobre el médico, puro objeto sin otra resistencia que su inercia, completamente dispuesto a ser precisamente esa histérica en la cual Charcot exaltaba el maravilloso poder del médico. Si quisieran analizarse las estructuras profundas de la objetividad en el conocimiento y en la práctica psiquiátrica del siglo XIX, de Pinel a Freud, sería preciso mostrar que esa objetividad es desde el principio una cosificación de orden mágico, que no ha podido realizarse sino con la complicidad del mismo enfermo, y a partir de una práctica moral, transparente y clara al principio, pero olvidada poco a poco a medida que el positivismo imponía sus mitos de la objetividad científica...” M. Foucault, op cit., pp. 268-9. 77 “Diríamos que Charcot, con toda su autoridad y su prestigio, había creado un clima favorable para el hipnotismo: él le propiciaba una caución moral y, por su teoría fisiológica, le dotaba de una racionalización científica. Su desaparición pudo provocar el retorno de las antiguas inquietudes,” L. Chertok y R. de Saussure, op. cit., p. 81.