Esto no fue nada planeado, ni trabajado por días (si así fuera me hubiera salido algo mejor) es un cuento que escribí en un momento en el que mi mente quiso crear una historia, pero fue en poco tiempo y no esperaba resultados mejores. Tal vez algún día lo mejore y lo haga más extenso y entretenido. Espero que les guste.
1. La voz del relicario
La pequeña Julia había perdido a su abuela hacía dos noches pero ella, con
una sonrisa en la cara, le dio un último regalo desde la cama donde
sucumbiría a su enfermedad: su viejo relicario, que había heredado de su
madre, cumpliendo así el deseo de una vieja mujer de la familia, que
consistía en que todas las mujeres de esa misma familia lo poseyeran y
tomaran cuidado de él, ya que según ella, era “especial”. Julia lo tomó de
su cadena y lo llevó en su cuello durante varios días, sacándoselo
solamente en el momento del baño. Al poco tiempo sus noches se vieron
alteradas, porque una voz que le sonaba vagamente familiar solía
interrumpir sus sueños; se despertaba agitada e iba corriendo a despertar
a sus padres, pero éstos la devolvían a la cama, diciéndole, con serenidad,
que se trataba de una pesadilla, que todos los niños de su edad las tenían.
Conforme iban pasando los días, más le temía a la hora de acostarse, se
quedaba en la sala mirando la televisión hasta que alguien la descubría y
la llevaba a su dormitorio. A todo esto, no se había sacado el relicario ni
una vez, ni siquiera en el momento del baño. Ella, sin saberlo, había
dejado que una fuerza extraña y desconocida se apoderara de ella, esa era
la razón por la cual no quería quitarse el relicario, la extraña fuerza la
extraña invadiendo… y la estaba convirtiendo en otra persona totalmente
diferente. Tenía problemas con otros niños en la escuela, problemas de
aprendizaje… Y era totalmente extraño, ya que ella había sido hasta ese
momento una alumna brillante. Pronto tendría problemas en su casa
también. Había entrado en un estado de rebeldía que sus padres no
podían explicar. Y así pasaron los años.
Era de noche, Julia estaba en su cama mirando el techo y hablando con la
voz del relicario.
—Entonces, ¿tengo que hacerlo? ¿Qué pasará con mis padres?
—Pequeña, tus padres sabrán cómo cuidarse. Además, cuando lo hagas,
no quedará rastro de ti en ninguna parte. — Julia palideció —No quedará
rastro de ti en la memoria de nadie, tampoco. Nadie te recordará. Es como
2. si no hubieses existido nunca.
Julia giraba el relicario entre sus dedos y pensaba. Una lágrima comenzó a
rodar por su mejilla.
—Eres tú o la vida de tus padres.
— ¿Mi abuela sabía de todo esto?
—De hecho, ella te escogió a ti para el sacrificio.
El corazón de la niña se rompió en mil pedazos. Ahora, más lágrimas
rodaban y adornaban sus pálidas mejillas. — ¿Por qué? Pensé que me
quería. Me lo dijo muchas veces… ¡Me ha mentido! —Tomó su almohada y
la estampó contra la pared con fuerza.
—No te pongas así—Intentó tranquilizarla la voz—No creo que haya
estado en sus facultades al elegirte. Ya sabes, este relicario transforma a
las personas. Como pasó contigo. Ahora, ya no hay vuelta atrás, muchacha,
el tiempo se agota. Debes hacerlo, y te prometo que no dolerá, puedes
confiar en mí—Aunque lo único que podía verse y oírse sea una voz, Julia
percibió como si el portador de la voz sonriera.
—¿Cómo sabes que no duele? ¿Quié…qué eres?
—Fui una persona como tú. Fui engañado, y aquí estoy. No puedo decirte
dónde, pero si lo haces, estarás conmigo.
—Estaré contigo… ¿dónde? — Julia miró el relicario como si pudiera
mirar a la voz a los ojos.
—En mi mundo— la voz suspiró— Llevo años aquí. ¿Sabes? Aquí no
crecemos. No cumplimos años, como en tu mundo… como en el que
alguna vez fue mi mundo.
Hubo una pausa. Julia comprendió que, fuera quien fuera, extrañaba el
mundo donde ella estaba en ese preciso momento, y el comunicarse con
ella, tal vez, hacían crecerle las ganas…
—Cuéntame sobre ti.
La voz pareció dudar, pero segundos más tarde hizo un sonido parecido al
de aclararse la voz, y comenzó:
—Está bien. Nunca lo he hecho, y no creo que pase nada si lo hago por
esta vez. Me llamo Percival. Vine a este mundo a los 18 años, entonces… es
la edad que tengo. Tú, ¿cuántos años tienes?
Julia se extrañó. —Creí que sabías todo sobre mí, ya que… hace años una
3. voz me atormenta por las noches…
—Puedo asegurarte que esa voz no fui yo. No soy una mala persona… o
una mala voz. ¡Lo juro! — Julia rió — Ya, ¿cuántos años tienes?
—17 recién cumplidos. Creo que nos llevaremos bien.
Rieron cómplices, y al cabo de unos segundos Percival dijo:
—No pareces tan afligida de tener que partir.
Julia no se había dado cuenta de eso. Miró hacia la puerta, y pudo
escuchar los ronquidos de su padre, en la habitación del frente.
—La verdad no. Mis padres… no fueron muy buenos conmigo. Aquí no soy
feliz. Tampoco tengo amigos.
La voz se quedó pensativa un momento, y dijo:
—Entonces, no tendrás problema en venir, ¿no?
—Pareciera como si tuvieras ganas de que valla contigo—rió Julia.
Percival no respondió (Julia supuso que se había ruborizado) pero luego,
la voz carraspeó.
—Y, ¿No quieres que te cuente acerca del lugar al que vas a viajar?
—Tenía entendido que no podías— Se extrañó Julia.
—Bueno, ya rompí una regla al contarte sobre mí, no creo que sea mucha
diferencia romper una más. Además no te contaré mucho, quiero que la
mayoría de los detalles los veas por ti misma.
>>Digamos que aquí viene gente normal, pero, obviamente, deja de ser
“normal” apenas pisan este suelo. Tenemos a alguien que nos da órdenes,
pero nadie sabe su identidad. Es como un dios para ustedes, algo así.
Podemos aprender a transformarnos, hay animales, no con las
propiedades de un animal usual de tu mundo, pero sí son bien parecidos.
En los árboles, por la noche, vuelan hermosos insectos luminosos. Bueno,
ya, ¡quiero que vengas! —dijo, ansioso.
Julia escuchaba todo con una sonrisa.
— ¡Está bien, está bien! Pero… ¿Cómo hago?
Percival rió alegremente y dijo: —Tú solo deja el relicario en la cama.
Así lo hizo ella, y acto seguido una mano blanca salió del relicario, era
asombroso, porque éste no era tan grande como la mano que acababa de
salir. Julia supuso que debía aferrarse con fuerza de la mano, obviamente
de Percival, y cuando lo hizo sintió sumergirse dentro del relicario y
4. abandonar su mundo para siempre. Sintió que ella y alguien más giraban
en el aire con fuerza y muy rápidamente, hasta que cayeron en un césped
recién cortado. Una mujer que cortaba el césped muy cerca de ellos se
sobresaltó y entró a su casa, después se vieron dos cabezas asomándose
por la ventana, curiosas.
Julia se incorporó, se limpió la ropa y miró a la persona que tenía en
frente: Percival, alto, rubio y esbelto bajaba la mano que le había ofrecido
para ayudarla a recomponerse. Se miraron, se sonrieron y acto seguido
miró sus brazos: su piel era más pálida y más… ¿brillosa?
Miró a su alrededor y notó que estaban en una especie de pueblo, había
gente en las casas, en los jardines, no había calles, en lugar de la carretera
habían hileras de árboles y arbustos, de los cuales revoloteaban unos
seres parecidos a las hadas.
Percival la tomó de la mano.
—¿Lo ves? Es un mundo mágico. Julia, aquí es donde perteneces. Y
conmigo.
La miró fijamente y la besó. Fue un beso de unos 5 segundos, al terminar,
Julia no caía de su asombro. Pero sentía que ella tarde o temprano
hubiera hecho lo mismo.
Se miraron, rieron a carcajadas, abrazados, y echaron a correr por un
sendero; libres, felices, al fin.
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Un mes más tarde, se encontraban Percival y Julia, en lo alto de una colina,
mirando el cielo.
— ¿Sabes qué? Creo que siempre he pertenecido aquí. Aquí soy feliz. Creo
que mi abuela… sabía que lo necesitaría.
Percival se dio media vuelta, la tomó de la pera y la besó.
—Y estarás aquí para siempre. Este siempre ha sido tu lugar. Y siempre
estuve destinado para ti.
Siguieron contemplando el cielo, mientras el sol bajaba, dándole lugar a la