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Cómo es, cómo siente y cómo actúa el niño/niña en la primera infancia
Alicante 8 de septiembre de 2008
Valencia 22 de septiembre de 2008
Neurobiología de las Emociones: Importancia de la
experiencia temprana
Fernando Martínez-García
Profesor Titular de Biología Funcional
Departament de Biologia Funcional i Antropologia Física
Facultat de Ciències Biològiques
Universitat de Valencia
Fernando.mtnez-garcia@uv.es
C. Dr. Moliner, 50
46100 Burjassot (Valencia), Spain
INTRODUCCION
Esta ponencia surge de mi convencimiento de que la investigación científica
experimental de la función cerebral es útil para la mejora de la salud mental adulta e
infantil. La razón es que, al fin y al cabo, y este es el primer punto de mi charla, los que
investigamos el cerebro estamos, en último término, investigando el órgano en el que
reside la función mental, sus increíbles capacidades y sus alteraciones patológicas. Esto
fue ampliamente discutido durante los siglos XVIII-XIX. Desde un punto de vista
puramente teórico, Franz Joseph Gall (1758-1828), padre de la Frenología, defendió que
el cerebro estaba constituido por la suma de muchos pequeños órganos que controlaban
aspectos concretos de la función mental. Las diferencias mentales individuales, la
personalidad, se traducían en el crecimiento diferencial de porciones del cortex y, por lo
tanto, eran apreciables en pequeñas bultos o huecos en el cráneo que las cubría
(Craneología). Esta idea, aun siendo errónea literalmente, abrió las puestas a la
comprensión de los efectos de lesiones cerebrales discretas, debidas a accidentes
cerebro-vasculares, como las descritas por Paul Broca y Carl Wernicke, que dieron
nombre a las porciones del cortex cerebral izquierdo responsables de la emisión y
comprensión (codificación) del lenguaje, respectivamente. Como veremos, las
emociones, esos atributos mentales que nos hacen tan humanos y tan animales, pero tan
diferentes de las máquinas, también resultaban perturbadas de forma dramática por
lesiones cerebrales discretas.
LAS EMOCIONES Y EL CEREBRO: El caso de Phineas Gage
Mientras los Académicos de Europa debatían la relación entre mente y cerebro,
un accidente insignificante (aunque dramático para quien lo sufrió) en Vermont
(EEUU), desveló el papel de la corteza frontal en la emoción. Phineas Gage era capataz
de una cuadrilla de peones que trabajaba en la vía férrea de la costa Este
norteamericana. Los peones horadaban la roca a golpes de martillo. Entonces Phineas
Gage introducía en los orificios cartuchos de dinamita, conectaba la mecha, añadía
arena, la comprimía con un palo de hierro hecho a medida, y accionara el detonador. La
compresión de la arena sobre la dinamita aseguraba una explosión dirigida hacia abajo
más efectiva para allanar el camino a la vía férrea. El 13 de Septiembre de 1848,
Phineas Gage cometió un error terrible: intentó comprimir la arena en un orificio en el
que había colocado la dinamita pero no la arena. Una chispa hizo explotar la barrena y
el palo que Phineas tenía entre las manos salió disparado como un proyectil, entró en su
cabeza por su ojo izquierdo y le atravesó el cráneo limpiamente destrozando a su paso
2
parte del cerebro. Phineas Gage perdió el conocimiento unos pocos minutos, y bajo los
atentos cuidados del Dr. John M. Harlow, en un par de meses se había recuperado y veía
normalmente (con su ojo derecho), oía, se movía y hablaba con normalidad. Los
informes del Dr. Harlow indican2
que Gage perdió su personalidad. Antes del funesto
accidente, Phineas Gage era un ciudadano respetable, padre y marido ejemplar,
trabajador intachable, responsable, respetuoso y educado. Tras el accidente se volvió
irresponsable, grosero, maleducado e irrespetuoso. Fue despedido, por mostrarse
incapaz de realizar su trabajo, se separó de su familia y murió en la indigencia 20 años
después.
Gracias al Dr. Harlow, el cráneo de Phineas Gage y la barra de hierro que lo
atravesó quedaron expuestos en el Warren Anatomical Medical Museum de Boston, en
donde los neurólogos Hanna y Antonio Damasio los estudiaron para determinar con
gran fiabilidad las dimensiones y localización de la lesión cerebral de Gage. Damasio
comprobó que el cortex prefrontal medial y supraorbitario estaba lesionado
bilateralmente. Este caso y lesiones semejantes, como las debidas a lobotomías
practicadas durante los años 40-50, indican que esta región del cortex prefrontal
permite evaluar las consecuencias emocionales futuras de nuestros actos y tomar
decisiones racionales sobre nuestras opciones3
.
ESTUDIO EXPERIMENTAL DE LAS EMOCIONES PRIMARIAS
El estudio de la biología de las emociones sería más fácil si pudiéramos hacerlo
en animales de laboratorio. Afortunadamente esto es posible porque todos los
vertebrados muestran dos tipos de emociones primarias, básicas para la supervivencia:
el miedo (en todos sus grados que cubren desde la aversión y la ansiedad al pánico) y el
placer (de la simple atracción morbosa al placer o la satisfacción más subyugantes).
a. Las bases cerebrales del miedo
El miedo es parte de la respuesta de protección contra predadores e incluye
pautas motoras (parálisis, huida, ataque defensivo y la muerte fingida o inmovilidad
tónica), vegetativas (aumento del ritmo cardíaco y la presión arterial) y endocrinas
(aumento de adrenalina y noradrenalina y corticosteroides en sangre). Si una rata tiene
miedo pasa gran parte de su tiempo sin moverse y con el pulso alterado. También tiene
tendencia a saltar mucho (más que animales relajados) cuando se la sobresalta con un
sonido intenso inesperado (eso también nos pasa a nosotros). Los equipos de Joseph
LeDoux4
(de la New York University) y de Michael Davis (Emory University, Atlanta)
entre otros, han demostrado que la amígdala es responsable de las reacciones de miedo.
La amígdala es una parte escondida del lóbulo temporal humano con forma de almendra
(amygdala en griego y latín), que se reconoce muy bien en el cerebro de otros
mamíferos (Fig. 1) y también está presente en otros vertebrados5
. Posee tres grandes
FIGURA 1. Localización de la amígdala en el encéfalo humano y en el de la rata. En una visión lateral
del encéfalo humano (arriba, izquierda), la amígdala queda escondida en el lóbulo temporal. Desde
abajo (visión ventral, izquierda abajo) la amígdala aparece, muy escondida, en la parte medial del
lóbulo temporal. En la rata (derecha), la amígdala es más fácilmente visible, situada al final del tracto
olfativo lateral (flechas en la visión ventral). De hecho, tanto en humanos como en roedores, la
amígdala tiene una parte que procesa información olfativa (la división cortico-medial). Las otras dos
divisiones de la amígdala están involucradas en la expresión de miedo (amígdala central), en la
adquisición de nuevos miedos (miedo condicionado; amígdala basolateral) y en la elaboración de
respuestas apetitivas hacia estímulos que generan placer. La amígdala es el corazón del cerebro
emocional.
3
divisiones, la corticomedial, de naturaleza olfativa, la central y la basolateral. A través
de sus proyecciones al hipotálamo y tronco del encéfalo, la amígdala central es capaz de
desencadenar coordinadamente las reacciones endocrinas, vegetativas y
comportamentales del miedo (Fig. 2)6
. Esto se ha comprobado en vertebrados tan
diversos como lagartijas y humanos. Así, usando técnicas de neuroimagen (resonancia
magnética funcional; fMRI) se ha comprobado que la simple visión de una cara que
expresa angustia o enfado es capaz de activar la amígdala mucho más que la visión de
un estímulo similar pero sin tanta carga emocional7
(la cara inexpresiva de la misma
persona). Esta activación de la amígdala por estímulos perturbadores es asimétrica.
b. Sistema cerebral del placer y la recompensa
La primera prueba de la existencia de centros cerebrales relacionados con el
placer surgió, en los años 1950, de los experimentos de James Olds y Peter Milner,
quienes observaron que la estimulación eléctrica de algunas áreas del encéfalo de ratas,
a través de electrodos, parecía provocarles placer. Por una parte, las ratas frecuentaban
determinados lugares de una caja de test o de un laberinto, si se les aplicaba
estimulación cuando pasaban por esos lugares. Por otro lado, si se permitía que las ratas
se aplicaran la estimulación ellas mismas apretando una palanca (autoestimulación
cerebral), lo hacían de forma compulsiva (Fig. 3).
Esta autoestimulación se da en diversas áreas del encéfalo que aparentemente se
encuentran conectadas formando un circuito cerebral del placer. Este circuito incluye el
tegmento del mesencéfalo (cuyas neuronas usa dopamina como neurotransmisor), la
amígdala y el cortex prefrontal, así como una zona de los ganglios basales que recibe
proyección convergente de todos estos centros, el estriado ventral o núcleo accumbens.
Es este centro subcortical, el que parece mediar la respuesta comportamental de
atracción hacia el estímulo placentero o satisfactorio.
4
Núcleo motor del nervio vago (X)
Activación parasimpática, micción,
defecación, bradicardia
Área Parabraquial (PB)
Estrés respiratorio
Area gris periacueductal (GCt)
Locus Coeruleus (LoC)
Parálisis comportamental, ‘freezing’
Formación reticular pontina (PRF)
Aumento de los reflejos, sobresalto
Hipotálamo lateral (LHy)
Activación simpática, taquicardia,
Hipertensión arterial
Area Ventral Tegmental (VTA)
Tegmento Pedunculopontino
(PPT) y Laterodorsal (LDT)
AAuummeennttoo ddee vviiggiillaanncciiaaGGCCtt
LLDDTT
PPPPTT
PPBB
PPRRFF
LLooCC
VVTTAA
CCEEAA
LLHHyy
CCEEAA
XXX
FIGURA 2. Proyecciones de la amígdala central y su relación con los componentes del miedo. En seis
secciones frontales de la mitad izquierda del encéfalo de ratón (el nivel de cada sección se indica en la
imagen ventral del encéfalo de la esquina superior izquierda) se puede apreciar la localización de los
somas de la amígdala extendida (CEA). Las flechas indican la dirección de sus axones y las áreas
coloreadas indican los centros nerviosos en que estos axones efectúan sinapsis. La abreviatura de
cada centro nervioso va acompañada de una descripción de los efectos de su estimulación. Modificado
de Hitchkoch JM, Davis M. 1991. Efferent pathway of the amygdala involved in conditioned fear as
measured with the fear-potentiated startle paradigm. Behav. Neurosci, 105:826-642.
FIGURA 3. Experimentos de autoestimulación cerebral. Se implanta a una rata un electrodo en una
zona de su encéfalo. Una compleja conexión permite que la rata, apretando una palanca, ciere el
circuito eléctrico que pasa a través del electrodo y, con ello, se estimule ‘artificialmente’ la onza del
encéfalo en la que se insertó el electrodo (derecha y centro). Cuando el electrodo está implantado en
determinadas zonas como el fascículo prosencefálico medial (MFB) o la amígdala, se llega a obtener
tasas de autoestimulación de 3-4 veces por segundo (derecha), que remiten si se lesiona el estriado
ventral (after surgery). Estos experimentos sentaron las bases de nuestras hipótesis sobre los
mecanismos cerebrales del refuerzo o la satisfacción.
5
En este circuito cerebral, la amígdala parece desempeñar un papel importante, ya
que en ella se produce autoestimulación a intensidades muy bajas. Además las
feromonas sexuales y las imágenes eróticas, los estímulos sexuales recompensantes (o
excitantes) de roedores y de humanos respectivamente, activan la amígdala. Así pues, la
amígdala parece implicada en los dos polos de la emocional básica, el miedo y el placer.
No obstante, el papel que convierte a la amígdala en el centro clave del cerebro
emocional es su participación en el aprendizaje emocional.
c. La amígdala y el aprendizaje emocional
Todos los animales vertebrados nacemos con una serie de miedos innatos y
atracciones innatas a determinados estímulos. Estos miedos y atracciones son el
resultado de nuestra historia evolutiva y son fundamentales para nuestra supervivencia y
nuestro éxito reproductivo.
Es por ello que los estímulos innatamente atractivos son simples y generales: los
sabores dulce y salado, la temperatura de bienestar, el sexo y los estímulos sexuales.
Del mismo modo, nacemos con un repertorio reducido de estímulos innatamente
aversivos y que nos provocan miedo o ansiedad sin que hayamos tenido experiencias
previas con ellos: el sabor amargo, los estímulos auditivos, visuales y somatosensoriales
intensos e inesperados y, sobre todo, el dolor.
Todos los vertebrados estudiados poseen la capacidad de adquirir
miedo/aversión o atracción condicionadas por estímulos previamente neutros, como
consecuencia de su asociación Pavloviana con estímulos aversivos o atractivos
incondicionados. Por ejemplo, una rata adquiere miedo condicionado a un sonido de 5
kHz de frecuencia, si este antecede una descarga eléctrica dolorosa (estímulo
incondicionado; Fig 4). Se trata de un aprendizaje emocional con un gran valor
adaptativo. Por ejemplo, el olor de un gato no provoca miedo a una rata inexperta. Sin
embargo, tras el encuentro con un gato (el ataque es un estímulo intenso e inesperado
que produce miedo incondicionadamente) su olor se convierte en estímulo aversivo que
provoca miedo, acompañado de parálisis. La próxima vez que huela a un gato, la rata se
paraliza de miedo y evita así el encuentro fortuito con el gato que ronda por las
cercanías.
El grupo de Joseph LeDoux demostró que las lesiones de la amígdala basolateral
impedían este tipo de aprendizaje4
. Del mismo modo, la amígdala basolateral participa
en conferir a un estímulo oloroso de un valor atractivo si se asocia con sabor dulce o
con comida tanto en roedores como en humanos8
. Como conclusión, la amígdala es el
corazón del cerebro emocional. Las respuestas emocionales innatas, desencadenadas por
estímulos aversivos o atractivos incondicionados, usan cortocircuitos en los que la
amígdala central y el estriado ventral originan las vías descendentes del miedo y el
refuerzo respectivamente (Fig. 5). Pero además, estos estímulos alcanzan la amígdala
basolateral en la que se asocian con otros estímulos procesados por el cortex. Esta
asociación, producida mediante fenómenos de plasticidad sináptica (la base del
aprendizaje), da lugar a respuestas condicionadas (aprendidas, no innatas) de atracción o
aversión.
d. Las memorias emocionales son independientes de las restantes memorias
Una de las clasificaciones más corrientes de la memoria considera memorias
perceptivas (capacidad de recordar caras o voces, por ejemplo), memorias motoras (p.e.,
saber tocar un instrumento musical), memorias episódicas, relacionales o narrativas (la
6
capacidad de recordar y narrar episodios de nuestra vida). La memoria emocional es
otro tipo de memoria diferente de éstas e independiente de ellas.
FIGURA 4. Paradigma del miedo condicionado a sonidos. Una rata control (izquierda) colocada en una
caja en la que suena un sonido sufre pequeñas oscilaciones de la presión arterial (grafica roja inferior) y
apenas pasa tiempo detenida (gráfica azul). Si se hace sonar el mismo sonido, y al final del mismo se le
administra una descarga eléctrica (centro), el animal sufre un brusco aumento de la presión arterial y
pasa casi el 80% del tiempo en parálisis (freezing), lo que demuestra miedo. Tras esta experiencia, el
estímulo auditivo por si mismo provoca la respuesta de miedo (derecha). Se ha producido un
aprendizaje Pavolviano: el sonido se ha convertido en el estímulo condicionado (la descarga eléctrica
es el incondicionado) y se ha desarrollado miedo condicionado al mismo. Las división basolateral de la
amígdala es responsable de este aprendizaje. Basado en diversos artículos de Joseph E. LeDoux.
Reforzantes naturales
AAgguuaa,, ccoommiiddaa,, sseexxoo,, ssaabboorr
dduullccee yy ssaallaaddoo
Estímulos aversivos innatos
DDoolloorr,, eessttíímmuullooss iinntteennssooss
iinneessppeerraaddooss,, ssaabboorr aammaarrggoo
Estriado ventral Amígdala central
Amígdala basolateral
placer/atracció
n
miedo/aversió
n
Estímulos neutros
Aprendizaje
A B
Respuestas aprendidas
atracción
condicionada por A
miedo condicionado
por B
FIGURA 5. La amígdala es el corazón del cerebro emocional. Ver texto
Córtex cerebral
7
Para ilustrar este hecho basta recordar el caso descrito por Oliver Sacks, de un
hombre aquejado de una nítida amnesia anterógrada (incapacidad de adquirir memorias
narrativas, pero sin olvidar las ya adquiridas) debida a una lesión hipocámpica. El
neurólogo visitó a este paciente varias veces a la semana durante años y, todos los días,
tenía que presentarse: el ritual consistía en darle la mano cordialmente mientras se
presentaba: “soy el Dr. X, que vengo a tratar sus problemas de memoria”. Un día, el
neurólogo, al presentarse, hizo una broma a su paciente: escondía una chincheta en la
mano y al estrechársela le dio un pequeño pinchazo en la mano de su paciente amnésico.
El paciente siguió sin recordar a su neurólogo, que tenía que presentarse en cada nuevo
encuentro, pero ya nunca le dio la mano.
Aunque los distintos tipos de memoria utilizan mecanismos celulares y
moleculares similares (la llamada plasticidad sináptica) residen en lugares diferentes del
cerebro. Así, las memorias episódicas y perceptivas residen en distintas porciones del
neocortex, lo que permite que accedamos a las mismas de forma consciente y
voluntaria, por lo que se dice que son memorias explícitas. Por el contrario, como
demuestra el caso descrito, las memorias emocionales que residen en la amígdala son
implícitas, es decir, las expresamos en nuestros actos sin ser conscientes de ellas. A eso
se debe que nuestras emociones sean independientes de nuestra voluntad, se impongan a
ella. Nuestros miedos, nuestros anhelos y nuestros gustos (en ocasiones obsesivos), nos
pueden resultan inexplicables, llegando a ‘dominarnos’.
Cuando las memorias emocionales contradicen a otros tipos de memoria,
siempre son las emociones las que se imponen. Un caso muy llamativo es el síndrome
de Capgras10
, provocado por una pequeña lesión de la sustancia blanca del lóbulo
temporal que impide que la información relativa a la identidad de las caras acceda a la
amígdala. Como consecuencia, aunque las caras son reconocidas (la corteza asociativa
temporal responsable de esta memoria perceptiva funciona), no provocan ninguna
emoción. La consecuencia es que el paciente afirma, convencido, que unos actores con
un parecido asombroso con sus familiares más cercanos, los suplantan. Estos pacientes
presentan dos memorias contradictorias: su memoria perceptiva les permite reconocer
las caras de sus padres, hijos o cónyuges, mientras que sus emociones niegan esta
identidad. Ante esta contradicción, la memoria emocional implícita siempre tiene más
crédito, y la única explicación posible en esa situación es la de los familiares
impostores.
Aunque esta situación sea muy infrecuente, ilustra muy bien la angustia que
puede generar las memorias en conflicto. Como veremos, este tipo de contradicciones
mnemónicas son más frecuentes de lo que pensamos, sobre todo en relación con
nuestras experiencias en la infancia temprana.
LA IMPORTANCIA DE LA EXPERIENCIA EMOCIONAL TEMPRANA
Una vez descritos los mecanismos biológicos de la emocionalidad, podemos
abordar las implicaciones que éstos tienen en la salud mental infantil. En este sentido
cabe hacer notar que la especie humana nace más inmadura que ninguna otra. Como
veremos en primer lugar, esto le confiere una enorme capacidad de adquirir experiencia
y adaptarse al mundo. Sin embargo, esta capacidad tiene sus contrapartidas: el recién
nacido es absolutamente dependiente desde todos los puntos de vista (esto ya lo
sabemos) pero, además, es emocionalmente muy vulnerable. Estudiaremos el porqué y
el cómo de esta vulnerabilidad y ello nos permitirá entresacar unos pocos consejos
neurobiológicos para la salud mental infantil.
8
a. Fisiología del aprendizaje infantil: experiencia durante períodos críticos
Cada especie animal tiene unas capacidades predeterminadas. Por ejemplo,
asumiendo que la incapacidad de comunicarnos con nuestros parientes más próximos,
los chimpancés, pueden deberse a su incapacidad de emitir vocalizaciones
adecuadamente moduladas, se ha intentado enseñar lenguaje de sordos o con símbolos a
chimpancés criados en cautividad. Se ha conseguido así que los chimpancés manejaran
más de un centenar de términos con una sintaxis sencilla. No obstante, la diferencia con
un niño se hace evidente desde el primer momento. El chimpancé usa el lenguaje tan
sólo para pedir, mientras que los niños y niñas sanos lo usan desde el principio para
describir su entorno. Así parece que la capacidad de aprender un lenguaje descriptivo es
específicamente humana. No obstante, la oportunidad de aprenderlo no es eterna, sino
que disminuye con la edad (como resulta evidente si intentamos aprender idiomas en la
edad adulta).
El desarrollo de estas capacidades predeterminadas requiere de una experiencia
intensiva temprana. Esto se ha comprobado incluso con las capacidades perceptivas
visuales. Nuestro sistema visual extrae de inmediato la información relativa a los
márgenes de los objetos, y por eso podemos reconocer una casa a partir de un dibujo
esquemático de la misma. Blakemore y Cooper11
criaron gatitos recién nacidos en un
medio en el que sólo podían ver rayas verticales durante las tres primeras semanas de
vida (Fig. 6). Cuando crecían, estos gatos eran incapaces de ver objetos horizontales u
oblicuos, sólo parecían detectar objetos verticales. La exposición a estímulos con otras
orientaciones después de las tres semanas de edad no tenía efectos en la capacidad
visual de los gatitos. Por eso se habla de un período crítico en el desarrollo, en el que la
experiencia es necesaria para desarrollar las capacidades visuales del animal.
La especie humana posee un cerebro visual similar pero más complejo. De ello
se deriva nuestra mayor agudeza visual y la capacidad, única en nuestra especie, de
reconocer las caras de nuestros congéneres con una simple mirada12
. Es lógico suponer
que, como en gatos, el desarrollo de esta capacidad requiera de una experiencia
sensorial compleja en un período crítico de nuestra infancia. Quizás esto explicaría que,
quienes hemos crecido en un entorno étnicamente homogéneo, tengamos dificultades en
apreciar las diferencias que permiten reconocer las caras en personas de otras etnias.
Eso explicaría porqué a los europeos todos los orientales nos parecen iguales (y
viceversa).
La tesis que defiendo es que, como ocurre con nuestras capacidades sensoriales
y perceptivas, la adquisición completa de nuestras capacidades emocionales requiere de
FIGURA 6. Diseño del sistema de deprivación
sensorial selectiva que usaron Blakemore y
Cooper11 para conseguir que los gatitos tuvieran
experiencia sólo con estímulos visuales verticales.
Si durante un periodo crítico (las tres primeras
semanas de vida) el animal estaba en esta
situación, cuando se le enfrentaba a una situación
normal, el gato ignoraba los estímulos no verticales.
Esta ‘ceguera selectiva’ era irreversible.
9
experiencias emocionales durante un período crítico de nuestra infancia. Hasta donde sé
no hay estudios neurocientíficos sobre el tema. No obstante, me permito sugerir que el
carácter emocionalmente plano de muchos niños maltratados podría ser consecuencia,
no sólo de mecanismos defensivos frente a experiencias emocionales negativas, sino
también de la falta de experiencias emocionales positivas durante un período crítico de
su infancia.
b. La vida emocional del niño: los instintos emocionales humanos
Muchas veces pensamos que la mayor parte de los comportamientos de los
animales son instintivos, es decir, innatos, de forma que el animal no necesita
aprenderlos. Por el contrario, es difícil encontrar comportamientos humanos que no
resulten de un aprendizaje laborioso, inducido por los adultos: leer, escribir, caminar, ir
en bicicleta. Incluso aquellos comportamientos estrictamente necesarios para la
supervivencia, como comer o beber, nos son enseñados por nuestros padres durante el
primer año de vida. Así que la pregunta inmediata es ¿tenemos comportamientos
instintivos los seres humanos?.
Efectivamente los bebés recién nacidos ya muestran unos pocos
comportamientos que no necesitan aprender, entre los cuales destacan los reflejos de
succión y de aprehensión. Pero además el neonato esta dotado de una amplia gama de
reacciones emocionales instintivas que le permiten comunicarse con los adultos de su
entorno y son fundamentales para su supervivencia y para el éxito reproductivo de
nuestra especie. Por un lado, nacemos con un bagaje de reacciones emocionales
instintivas que compartimos con todos los mamíferos e incluyen respuestas de
gratificación (atracción, placer) a la comida, la bebida, la temperatura de bienestar y a
los sabores dulce y salado, así como respuestas de rechazo (aversión, miedo o
ansiedad) al dolor, al frío o al calor, al sabor amargo y a estímulos intensos y/o
inesperados.
Además, el bebé cuenta con una serie de reacciones emocionales instintivas
específicamente humanas (quizás compartidas con unos pocos primates) frente a
estímulos sociales, en las que se fundamenta el carácter social de nuestra especie. Así el
bebé muestra respuestas de gratificación (atracción, placer) a expresiones faciales de
alegría o aprobación (sonrisas, risas; la sonrisa social) y quizás a voces de
alegría/aprobación, y respuestas de miedo/ansiedad (o aversión) a expresiones faciales y
voces de enfado, miedo o reprobación y al llanto13
. Estas capacidades de respuesta
instintiva del niño requieren de una capacidad muy precoz de percibir los rasgos faciales
y de identificar el contenido emocional de los mismos (reconocer la alegría, la tristeza o
el enfado en la cara), y de elaborar comportamientos de respuesta emocional a los
mismos, lo que indica que el niño lactante ya posee un sistema emocional muy maduro.
El resultado de estos comportamientos emocionales instintivos es lo que
podríamos llamar el mimetismo emocional o reacciones emocionales especulares: el
niño llora al ver llorar y sonríe al ver sonreír. Más exactamente, el niño se pone contento
cuando está rodeado de adultos felices, y siente tristeza si vive en un ambiente
dominado por emociones negativas.
Esta madurez emocional del bebé es fruto de la historia evolutiva de nuestra
especie. Al nacer nuestro cuerpo es absolutamente inmaduro (podemos decir que somos
neoténicos, somos larvas nacidas) y dependemos absolutamente de los adultos que nos
rodean. Las reacciones emocionales sociales instintivas aseguran el cuidado del bebé
por los adultos que lo rodean. Parece claro que la respuesta al llanto infantil también es
instintiva, la tenemos programada en nuestros genes. Pocos estímulos son más difíciles
de soportar que el llanto inconsolable del bebé. Por ello, al llorar el bebé moviliza a
10
todos los adultos de su entorno que se desviven por satisfacerlo, aplacar su malestar y
acabar con su llanto.
c. La reactividad emocional instintiva del bebé es una herramienta educativa de
doble filo
Estas características de la emocionalidad del bebé son muy útiles a los adultos de
su entorno (padres, tutores, cuidadores, personal sanitario) como herramientas para su
cría y educación. En este sentido es muy importante ser conscientes de que se trata de
herramientas educativas de doble filo. Pondré unos pocos ejemplos:
El mejor premio para un niño es la aprobación sincera, ya que una expresión
facial de satisfacción y aprobación suponen un mensaje emocional positivo muy
potente para el niño.
La aprobación fingida, el desinterés o fastidio disfrazados de aprobación, no son
efectivos e incluso son contraproducentes. La expresión facial no se puede fingir
con facilidad (solo grandes actores son capaces de fingir sentimientos de forma
fidedigna) y el niño reconoce la impostura con enorme facilidad.
Por su parte, la reprobación, mostrar enfado o contrariedad, es un ‘castigo’
suficiente en el preescolar y lo sigue siendo después si se mantiene una relación
emocional intensa con el niño. Por ello, una intensa relación emocional con los
niños hace la educación mucho fácil.
Los miedos se transmiten de padres a hijos. La expresión de miedo por parte de
los adultos es la causa de miedo en el niño. El miedo condicionado hacia la
fuente de miedo del adulto surge de inmediato. Así un estudio en monos
macacos determinó que los monitos no tenían miedo innato a las serpientes, sino
que lo adquirían al observar el miedo a estos reptiles en los adultos de su
grupo14
. Así pues, de nuestra actitud en situaciones difíciles dependen los
miedos de nuestros niños: es muy importante mostrar serenidad y seguridad
Estos consejos tienen especial relevancia porque, como vamos a ver para acabar,
aunque aparentemente hemos olvidado todo de nuestra vida preescolar, algunas
memorias emocionales son prácticamente indelebles.
LA PRIMERA INFANCIA ES UN PERIODO SUSCEPTIBLE A DESAJUSTES
PSÍQUICOS
Como ya hemos citado, la amígdala es el corazón del circuito cerebral de las
emociones. Este circuito se observa sin grandes cambios en todos los vertebrados
amniotas (reptiles, aves y mamíferos) lo que indica que es una de las porciones antiguas
del cerebro5
. Es por ello, que el cerebro emocional se desarrolla muy pronto y por ello
podemos adquirir memorias emocionales prácticamente desde el nacimiento.
Por el contrario, las porciones del cerebro responsables de la adquisición de
memorias explícitas, más concretamente el hipocampo, del que depende la capacidad de
adquirir memoria episódica o narrativa, es de desarrollo tardío. Es una de las posibles
razones por las que nadie tiene recuerdos anteriores a los 3 años de edad.
Por ello, las memorias emocionales adquiridas en la infancia no tienen un
correlato cognitivo. Esto puede generar desajustes psíquicos futuros, ya que solemos
ignorar las razones de nuestros miedos más profundos, los que adquirimos en nuestra
primera infancia. Por desgracia, las memorias emocionales positivas (gustos y
apetencias) y las negativas (miedos adquiridos) usan mecanismos cerebrales diferentes y
tienen una evolución distinta.
11
a. Las memorias emocionales positivas son fugaces
A lo largo de la vida, tenemos muchas ocasiones de asociar estímulos neutros
con estímulos placenteros o satisfactorios. Esta asociación transfiere el valor positivo a
los estímulos neutros (el olor de la comida sabrosa se hace sabroso a su vez). Además
estos estímulos placenteros refuerzan los comportamientos que nos permiten obtenerlos.
Estas memorias emocionales positivas son la base conductista de la educación por
premio.
Los mecanismos cerebrales de este tipo de aprendizaje, se han estudiado a fondo
en animales de laboratorio, mediante paradigmas instrumentales como los basados en
cajas de Skinner. En todos los casos se observa que las memorias emocionales positivas
tardan en adquirirse, requiriendo de muchas asociaciones entre estímulos placenteros
(incondicionados) y los estímulos neutros (condicionados). Por el contrario, la extinción
es muy rápida: bastan unas pocas ocasiones en que el estímulo neutro no vaya seguido
del premio (estímulo incondicionado), para el estímulo neutro pierda su valor emocional
y el animal deje de responder para conseguir el premio (Fig. 7)15
.
Así pues, conviene reforzar el buen comportamiento con frecuencia. En otras
palabras, dar cariño y aprobación (cuando se merece) nunca no es malcriar.
b. Las memorias emocionales negativas son casi indelebles
También a lo largo de nuestra vida tenemos múltiples ocasiones en las que
adquirir miedo a estímulos inocuos, por asociación con otros que son realmente
amenazantes. Ya hemos visto la gran ventaja adaptativa de este aprendizaje emocional
negativo: reaccionamos anticipadamente a las posibles amenazas gracias a que hemos
adquirido miedo a los estímulos que las preceden.
La gran importancia de estas reacciones para la supervivencia, exige que los
miedos se adquieran rápidamente y se extingan lentamente. Así por ejemplo, el modelo
experimental de miedo adquirido, el miedo condicionado a un sonido unitonal, sólo
requiere de una exposición al tono seguida de un shock eléctrico para que el animal
muestre miedo, en lo sucesivo, al tono. Por su parte, la extinción es lenta y el miedo
revierte espontáneamente. Así, a lo largo de sesiones sucesivas se expone al animal al
tono, sin que este vaya seguido del shock, y se observa cómo el miedo disminuye
progresivamente (el tiempo que el animal pasa paralizado en respuesta al tono va
disminuyendo). Sin embargo, en una nueva sesión (al día siguiente) el miedo reaparece
(Fig. 8). Además, el miedo revierte con más fuerza aún si el animal ha sido sometido a
estrés (o lo que es lo mismo, las ansiedades por diferentes causas se potencian
mutuamente).
Greg Quirk16
ha estudiado este proceso de extinción, y ha demostrado que la
extinción es un proceso activo que depende de la actividad del cortex prefrontal medial.
Si se lesiona esta área del cortex, los animales ya no pueden perder el miedo adquirido
al tono. Nuevamente, la persistencia del miedo y la dificultad en conseguir que remita
tienen una razón adaptativa: un error en la predicción de un peligro puede costar la vida.
No habrá segunda oportunidad. Así que más vale un falso positivo (tener miedo cuando
no hay peligro real) que un falso negativo (no tener miedo cuando hay una amenaza
para la supervivencia). Así que el miedo adquirido es realmente indeleble. La
investigación del grupo de Greg Quirk indica que el cortex prefrontal medial es capaz
de inhibir la expresión del miedo, a través de sus proyecciones sobre la amígdala, pero
no borra la memoria: sólo inhibe su expresión.
12
c. Las razones de la vulnerabilidad emocional del niño
Los datos expuestos indican que la superación de los miedos requiere de la
función de la corteza prefrontal. Una de las patologías del miedo más devastadoras que
existen es el estrés post-traumático, una disfunción sufrida por determinadas personas
tras una experiencia traumática con un gran impacto afectivo. Un accidente, una
agresión, una gran tragedia natural o un conflicto armado dejan huellas muy profundas
en la mente de las víctimas (o incluso de los testigos), que con relativa frecuencia de sus
se ven invadidos en pensamientos recurrentes y obsesivos sobre el hecho traumático que
hacen su vida muy difícil. Un estudio reciente con técnicas de neuroimagen indica que
la intensidad del estrés post-traumático está correlacionada positivamente con la
actividad de la amígdala y negativamente con la del cortex prefrontal. En otras palabras,
una de las posibles causas del estrés post-traumático, de la incapacidad de superar los
miedos, es una hipofunción del cortex prefrontal17
.
El polo frontal es el que más ha crecido en la evolución de los homínidos. Se
trata, por lo tanto, de una zona del cortex muy ‘nueva’ y como tal su desarrollo
ontogenético es muy tardío. De hecho, los estudios sobre el desarrollo del cortex en
FIGURA 7. Las memorias
emocionales positivas son fugaces.
Un experimento de condicionamiento
instrumental muestra como la rata
aprende a apretar la palanca en una
sesión de 3 horas, si se le premia
adecuadamente. Si se la deja de
premiar (sesión 9, extinción), la
extinción se produce de inmediato, a
lo largo de esa misma sesión.
Modificado de la referencia 15.
FIGURA 8. Las memorias emocionales negativas son indelebles. Resultados de un experimento de miedo
condicionado, en el que se representa el porcentaje del tiempo que las ratas pasan paralizadas por el
miedo cuado suena un tono. Durante el período de aprendizaje (Cond), el miedo al tono aumenta
rápidamente. Durante la extinción, la respuesta de miedo decae lentamente. Sin embargo, al día siguiente
el miedo reaparece a pesar de que el tono no viene seguido de la descarga eléctrica (seguimos por lo
tanto en condiciones de extinción). La lesión del cortex infralímbico (equivalente en la rata al cortex
prefrontal ventromedial humano) la reaparición del miedo en el segundo día es mucho más marcada.
Modificado de la referencia 16.
13
humanos indican que el polo prefrontal es el último en madurar, y este proceso no acaba
hasta el final de la adolescencia18
.
Por lo tanto, durante la infancia el niño dispone de un sistema cerebral
emocional en el que los elementos reactivos están maduros (la amígdala es capaz de
generar miedos y placeres) pero en el que la modulación prefrontal es aun incipiente. La
posibilidad de adquirir miedos indelebles es, por ello, mucho mayor que en la vida
adulta. Además, el niño preescolar carece de un sistema de memorias explícitas madura,
por lo que de los miedos adquiridos, no tendrá en el futuro correlato cognitivo alguno.
Una situación idónea para generar desajustes psíquicos.
CONCLUSIONES
Las evidencias experimentales discutidas a lo largo de esta ponencia me sugieren
las siguientes conclusiones:
a. Las experiencias traumáticas en la niñez provocan miedos absolutamente
indelebles (por inmadurez de la corteza prefrontal)
b. Si estas experiencias se producen antes de los 3 años no hay registro de las
mismas en la memoria explícita, lo que genera ansiedades y desajuste psíquico
c. La protección emocional del niño preescolar es fundamental para su salud
mental presente y futura. Especialmente durante esa edad, pero también durante
toda la infancia, hay que evitarle tormentas emocionales. Nuestra expresividad
(facial y verbal) es una fuente muy importante de estímulos emocionales para el
niño. Una discusión violentas es una tormenta emocional para un niño.
d. Los miedos se transmiten. Ante los niños hay que mostrar seguridad en
situaciones adversas
e. La corrección de los comportamientos erróneos del niño no necesita de grandes
castigos: la simple reprobación sincera es suficiente en el periodo preescolar.
f. Esta dinámica permanecerá en la edad escolar si el educador establece vínculos
emocionales intensos basados en el cariño, la ternura y el juego.
g. La autoestima del niño y su salud mental requieren de un refuerzo constante,
puesto que las memorias emocionales positivas son muy lábiles.
BIBLIOGRAFÍA
1. Hufeland CW. 1807. Some Account of Dr. Gall’s New Theory of Physiognomy,
founded upon the Anatomy and Physiology of the Brain, and the Form of the
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11. Blakemore C, Cooper GF. 1970. Development of the brain depends on the visual
environment. Nature. 228:477-478. Las neuronas del cortex visual de los gatos
responden a pequeñas barritas de luz con una orientación precisa. Cada neurona
tiene su orientación preferida y cada porción del cortex visual posee neuronas con
todas las orientaciones posibles. Los gatos criados por Blakemore y Cooper en las
condiciones descritas, sólo habían desarrollado neuronas con orientación preferida
vertical.
12. Como he dicho antes, esta capacidad reside en el cortex temporal asociativo visual.
Pequeñas lesiones de esta zona del cortex dan lugar a prosopagnosia, una
incapacidad de reconocer caras. Esta disfunción está perfectamente descrita en el
relato titulado El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, de Oliver
Sacks (2004. Ed. Anagrama S.A., Barcelona).
13. Serrano JM et al. 1992.Visual discrimination and recognition of facial expressions
of anger, fear and surprise in 4- to 6-month-old infants. Dev Psychobiol. 25:411-
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15. Carlezon WA Jr, Wise RA. 1996. Rewarding actions of phencyclidine and related
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16. Quirk GJ. 2006. Prefrontal mechanisms in extinction of conditioned fear. Biol
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17. Shin LM et al. 2005. A functional magnetic resonance imaging study of amygdala
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posttraumatic stress disorder. Arch Gen Psychiatry. 62:273-281.
18. Gogtay et al. 2004. Dynamic mapping of human cortical development during
childhood through early adulthood. Proc Natl Acad Sci U S A. 2004
101(21):8174-9

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Neurobiología de las emociones: La importancia de la experiencia temprana

  • 1. 1 Cómo es, cómo siente y cómo actúa el niño/niña en la primera infancia Alicante 8 de septiembre de 2008 Valencia 22 de septiembre de 2008 Neurobiología de las Emociones: Importancia de la experiencia temprana Fernando Martínez-García Profesor Titular de Biología Funcional Departament de Biologia Funcional i Antropologia Física Facultat de Ciències Biològiques Universitat de Valencia Fernando.mtnez-garcia@uv.es C. Dr. Moliner, 50 46100 Burjassot (Valencia), Spain INTRODUCCION Esta ponencia surge de mi convencimiento de que la investigación científica experimental de la función cerebral es útil para la mejora de la salud mental adulta e infantil. La razón es que, al fin y al cabo, y este es el primer punto de mi charla, los que investigamos el cerebro estamos, en último término, investigando el órgano en el que reside la función mental, sus increíbles capacidades y sus alteraciones patológicas. Esto fue ampliamente discutido durante los siglos XVIII-XIX. Desde un punto de vista puramente teórico, Franz Joseph Gall (1758-1828), padre de la Frenología, defendió que el cerebro estaba constituido por la suma de muchos pequeños órganos que controlaban aspectos concretos de la función mental. Las diferencias mentales individuales, la personalidad, se traducían en el crecimiento diferencial de porciones del cortex y, por lo tanto, eran apreciables en pequeñas bultos o huecos en el cráneo que las cubría (Craneología). Esta idea, aun siendo errónea literalmente, abrió las puestas a la comprensión de los efectos de lesiones cerebrales discretas, debidas a accidentes cerebro-vasculares, como las descritas por Paul Broca y Carl Wernicke, que dieron nombre a las porciones del cortex cerebral izquierdo responsables de la emisión y comprensión (codificación) del lenguaje, respectivamente. Como veremos, las emociones, esos atributos mentales que nos hacen tan humanos y tan animales, pero tan diferentes de las máquinas, también resultaban perturbadas de forma dramática por lesiones cerebrales discretas. LAS EMOCIONES Y EL CEREBRO: El caso de Phineas Gage Mientras los Académicos de Europa debatían la relación entre mente y cerebro, un accidente insignificante (aunque dramático para quien lo sufrió) en Vermont (EEUU), desveló el papel de la corteza frontal en la emoción. Phineas Gage era capataz de una cuadrilla de peones que trabajaba en la vía férrea de la costa Este norteamericana. Los peones horadaban la roca a golpes de martillo. Entonces Phineas Gage introducía en los orificios cartuchos de dinamita, conectaba la mecha, añadía arena, la comprimía con un palo de hierro hecho a medida, y accionara el detonador. La compresión de la arena sobre la dinamita aseguraba una explosión dirigida hacia abajo más efectiva para allanar el camino a la vía férrea. El 13 de Septiembre de 1848, Phineas Gage cometió un error terrible: intentó comprimir la arena en un orificio en el que había colocado la dinamita pero no la arena. Una chispa hizo explotar la barrena y el palo que Phineas tenía entre las manos salió disparado como un proyectil, entró en su cabeza por su ojo izquierdo y le atravesó el cráneo limpiamente destrozando a su paso
  • 2. 2 parte del cerebro. Phineas Gage perdió el conocimiento unos pocos minutos, y bajo los atentos cuidados del Dr. John M. Harlow, en un par de meses se había recuperado y veía normalmente (con su ojo derecho), oía, se movía y hablaba con normalidad. Los informes del Dr. Harlow indican2 que Gage perdió su personalidad. Antes del funesto accidente, Phineas Gage era un ciudadano respetable, padre y marido ejemplar, trabajador intachable, responsable, respetuoso y educado. Tras el accidente se volvió irresponsable, grosero, maleducado e irrespetuoso. Fue despedido, por mostrarse incapaz de realizar su trabajo, se separó de su familia y murió en la indigencia 20 años después. Gracias al Dr. Harlow, el cráneo de Phineas Gage y la barra de hierro que lo atravesó quedaron expuestos en el Warren Anatomical Medical Museum de Boston, en donde los neurólogos Hanna y Antonio Damasio los estudiaron para determinar con gran fiabilidad las dimensiones y localización de la lesión cerebral de Gage. Damasio comprobó que el cortex prefrontal medial y supraorbitario estaba lesionado bilateralmente. Este caso y lesiones semejantes, como las debidas a lobotomías practicadas durante los años 40-50, indican que esta región del cortex prefrontal permite evaluar las consecuencias emocionales futuras de nuestros actos y tomar decisiones racionales sobre nuestras opciones3 . ESTUDIO EXPERIMENTAL DE LAS EMOCIONES PRIMARIAS El estudio de la biología de las emociones sería más fácil si pudiéramos hacerlo en animales de laboratorio. Afortunadamente esto es posible porque todos los vertebrados muestran dos tipos de emociones primarias, básicas para la supervivencia: el miedo (en todos sus grados que cubren desde la aversión y la ansiedad al pánico) y el placer (de la simple atracción morbosa al placer o la satisfacción más subyugantes). a. Las bases cerebrales del miedo El miedo es parte de la respuesta de protección contra predadores e incluye pautas motoras (parálisis, huida, ataque defensivo y la muerte fingida o inmovilidad tónica), vegetativas (aumento del ritmo cardíaco y la presión arterial) y endocrinas (aumento de adrenalina y noradrenalina y corticosteroides en sangre). Si una rata tiene miedo pasa gran parte de su tiempo sin moverse y con el pulso alterado. También tiene tendencia a saltar mucho (más que animales relajados) cuando se la sobresalta con un sonido intenso inesperado (eso también nos pasa a nosotros). Los equipos de Joseph LeDoux4 (de la New York University) y de Michael Davis (Emory University, Atlanta) entre otros, han demostrado que la amígdala es responsable de las reacciones de miedo. La amígdala es una parte escondida del lóbulo temporal humano con forma de almendra (amygdala en griego y latín), que se reconoce muy bien en el cerebro de otros mamíferos (Fig. 1) y también está presente en otros vertebrados5 . Posee tres grandes FIGURA 1. Localización de la amígdala en el encéfalo humano y en el de la rata. En una visión lateral del encéfalo humano (arriba, izquierda), la amígdala queda escondida en el lóbulo temporal. Desde abajo (visión ventral, izquierda abajo) la amígdala aparece, muy escondida, en la parte medial del lóbulo temporal. En la rata (derecha), la amígdala es más fácilmente visible, situada al final del tracto olfativo lateral (flechas en la visión ventral). De hecho, tanto en humanos como en roedores, la amígdala tiene una parte que procesa información olfativa (la división cortico-medial). Las otras dos divisiones de la amígdala están involucradas en la expresión de miedo (amígdala central), en la adquisición de nuevos miedos (miedo condicionado; amígdala basolateral) y en la elaboración de respuestas apetitivas hacia estímulos que generan placer. La amígdala es el corazón del cerebro emocional.
  • 3. 3 divisiones, la corticomedial, de naturaleza olfativa, la central y la basolateral. A través de sus proyecciones al hipotálamo y tronco del encéfalo, la amígdala central es capaz de desencadenar coordinadamente las reacciones endocrinas, vegetativas y comportamentales del miedo (Fig. 2)6 . Esto se ha comprobado en vertebrados tan diversos como lagartijas y humanos. Así, usando técnicas de neuroimagen (resonancia magnética funcional; fMRI) se ha comprobado que la simple visión de una cara que expresa angustia o enfado es capaz de activar la amígdala mucho más que la visión de un estímulo similar pero sin tanta carga emocional7 (la cara inexpresiva de la misma persona). Esta activación de la amígdala por estímulos perturbadores es asimétrica. b. Sistema cerebral del placer y la recompensa La primera prueba de la existencia de centros cerebrales relacionados con el placer surgió, en los años 1950, de los experimentos de James Olds y Peter Milner, quienes observaron que la estimulación eléctrica de algunas áreas del encéfalo de ratas, a través de electrodos, parecía provocarles placer. Por una parte, las ratas frecuentaban determinados lugares de una caja de test o de un laberinto, si se les aplicaba estimulación cuando pasaban por esos lugares. Por otro lado, si se permitía que las ratas se aplicaran la estimulación ellas mismas apretando una palanca (autoestimulación cerebral), lo hacían de forma compulsiva (Fig. 3). Esta autoestimulación se da en diversas áreas del encéfalo que aparentemente se encuentran conectadas formando un circuito cerebral del placer. Este circuito incluye el tegmento del mesencéfalo (cuyas neuronas usa dopamina como neurotransmisor), la amígdala y el cortex prefrontal, así como una zona de los ganglios basales que recibe proyección convergente de todos estos centros, el estriado ventral o núcleo accumbens. Es este centro subcortical, el que parece mediar la respuesta comportamental de atracción hacia el estímulo placentero o satisfactorio.
  • 4. 4 Núcleo motor del nervio vago (X) Activación parasimpática, micción, defecación, bradicardia Área Parabraquial (PB) Estrés respiratorio Area gris periacueductal (GCt) Locus Coeruleus (LoC) Parálisis comportamental, ‘freezing’ Formación reticular pontina (PRF) Aumento de los reflejos, sobresalto Hipotálamo lateral (LHy) Activación simpática, taquicardia, Hipertensión arterial Area Ventral Tegmental (VTA) Tegmento Pedunculopontino (PPT) y Laterodorsal (LDT) AAuummeennttoo ddee vviiggiillaanncciiaaGGCCtt LLDDTT PPPPTT PPBB PPRRFF LLooCC VVTTAA CCEEAA LLHHyy CCEEAA XXX FIGURA 2. Proyecciones de la amígdala central y su relación con los componentes del miedo. En seis secciones frontales de la mitad izquierda del encéfalo de ratón (el nivel de cada sección se indica en la imagen ventral del encéfalo de la esquina superior izquierda) se puede apreciar la localización de los somas de la amígdala extendida (CEA). Las flechas indican la dirección de sus axones y las áreas coloreadas indican los centros nerviosos en que estos axones efectúan sinapsis. La abreviatura de cada centro nervioso va acompañada de una descripción de los efectos de su estimulación. Modificado de Hitchkoch JM, Davis M. 1991. Efferent pathway of the amygdala involved in conditioned fear as measured with the fear-potentiated startle paradigm. Behav. Neurosci, 105:826-642. FIGURA 3. Experimentos de autoestimulación cerebral. Se implanta a una rata un electrodo en una zona de su encéfalo. Una compleja conexión permite que la rata, apretando una palanca, ciere el circuito eléctrico que pasa a través del electrodo y, con ello, se estimule ‘artificialmente’ la onza del encéfalo en la que se insertó el electrodo (derecha y centro). Cuando el electrodo está implantado en determinadas zonas como el fascículo prosencefálico medial (MFB) o la amígdala, se llega a obtener tasas de autoestimulación de 3-4 veces por segundo (derecha), que remiten si se lesiona el estriado ventral (after surgery). Estos experimentos sentaron las bases de nuestras hipótesis sobre los mecanismos cerebrales del refuerzo o la satisfacción.
  • 5. 5 En este circuito cerebral, la amígdala parece desempeñar un papel importante, ya que en ella se produce autoestimulación a intensidades muy bajas. Además las feromonas sexuales y las imágenes eróticas, los estímulos sexuales recompensantes (o excitantes) de roedores y de humanos respectivamente, activan la amígdala. Así pues, la amígdala parece implicada en los dos polos de la emocional básica, el miedo y el placer. No obstante, el papel que convierte a la amígdala en el centro clave del cerebro emocional es su participación en el aprendizaje emocional. c. La amígdala y el aprendizaje emocional Todos los animales vertebrados nacemos con una serie de miedos innatos y atracciones innatas a determinados estímulos. Estos miedos y atracciones son el resultado de nuestra historia evolutiva y son fundamentales para nuestra supervivencia y nuestro éxito reproductivo. Es por ello que los estímulos innatamente atractivos son simples y generales: los sabores dulce y salado, la temperatura de bienestar, el sexo y los estímulos sexuales. Del mismo modo, nacemos con un repertorio reducido de estímulos innatamente aversivos y que nos provocan miedo o ansiedad sin que hayamos tenido experiencias previas con ellos: el sabor amargo, los estímulos auditivos, visuales y somatosensoriales intensos e inesperados y, sobre todo, el dolor. Todos los vertebrados estudiados poseen la capacidad de adquirir miedo/aversión o atracción condicionadas por estímulos previamente neutros, como consecuencia de su asociación Pavloviana con estímulos aversivos o atractivos incondicionados. Por ejemplo, una rata adquiere miedo condicionado a un sonido de 5 kHz de frecuencia, si este antecede una descarga eléctrica dolorosa (estímulo incondicionado; Fig 4). Se trata de un aprendizaje emocional con un gran valor adaptativo. Por ejemplo, el olor de un gato no provoca miedo a una rata inexperta. Sin embargo, tras el encuentro con un gato (el ataque es un estímulo intenso e inesperado que produce miedo incondicionadamente) su olor se convierte en estímulo aversivo que provoca miedo, acompañado de parálisis. La próxima vez que huela a un gato, la rata se paraliza de miedo y evita así el encuentro fortuito con el gato que ronda por las cercanías. El grupo de Joseph LeDoux demostró que las lesiones de la amígdala basolateral impedían este tipo de aprendizaje4 . Del mismo modo, la amígdala basolateral participa en conferir a un estímulo oloroso de un valor atractivo si se asocia con sabor dulce o con comida tanto en roedores como en humanos8 . Como conclusión, la amígdala es el corazón del cerebro emocional. Las respuestas emocionales innatas, desencadenadas por estímulos aversivos o atractivos incondicionados, usan cortocircuitos en los que la amígdala central y el estriado ventral originan las vías descendentes del miedo y el refuerzo respectivamente (Fig. 5). Pero además, estos estímulos alcanzan la amígdala basolateral en la que se asocian con otros estímulos procesados por el cortex. Esta asociación, producida mediante fenómenos de plasticidad sináptica (la base del aprendizaje), da lugar a respuestas condicionadas (aprendidas, no innatas) de atracción o aversión. d. Las memorias emocionales son independientes de las restantes memorias Una de las clasificaciones más corrientes de la memoria considera memorias perceptivas (capacidad de recordar caras o voces, por ejemplo), memorias motoras (p.e., saber tocar un instrumento musical), memorias episódicas, relacionales o narrativas (la
  • 6. 6 capacidad de recordar y narrar episodios de nuestra vida). La memoria emocional es otro tipo de memoria diferente de éstas e independiente de ellas. FIGURA 4. Paradigma del miedo condicionado a sonidos. Una rata control (izquierda) colocada en una caja en la que suena un sonido sufre pequeñas oscilaciones de la presión arterial (grafica roja inferior) y apenas pasa tiempo detenida (gráfica azul). Si se hace sonar el mismo sonido, y al final del mismo se le administra una descarga eléctrica (centro), el animal sufre un brusco aumento de la presión arterial y pasa casi el 80% del tiempo en parálisis (freezing), lo que demuestra miedo. Tras esta experiencia, el estímulo auditivo por si mismo provoca la respuesta de miedo (derecha). Se ha producido un aprendizaje Pavolviano: el sonido se ha convertido en el estímulo condicionado (la descarga eléctrica es el incondicionado) y se ha desarrollado miedo condicionado al mismo. Las división basolateral de la amígdala es responsable de este aprendizaje. Basado en diversos artículos de Joseph E. LeDoux. Reforzantes naturales AAgguuaa,, ccoommiiddaa,, sseexxoo,, ssaabboorr dduullccee yy ssaallaaddoo Estímulos aversivos innatos DDoolloorr,, eessttíímmuullooss iinntteennssooss iinneessppeerraaddooss,, ssaabboorr aammaarrggoo Estriado ventral Amígdala central Amígdala basolateral placer/atracció n miedo/aversió n Estímulos neutros Aprendizaje A B Respuestas aprendidas atracción condicionada por A miedo condicionado por B FIGURA 5. La amígdala es el corazón del cerebro emocional. Ver texto Córtex cerebral
  • 7. 7 Para ilustrar este hecho basta recordar el caso descrito por Oliver Sacks, de un hombre aquejado de una nítida amnesia anterógrada (incapacidad de adquirir memorias narrativas, pero sin olvidar las ya adquiridas) debida a una lesión hipocámpica. El neurólogo visitó a este paciente varias veces a la semana durante años y, todos los días, tenía que presentarse: el ritual consistía en darle la mano cordialmente mientras se presentaba: “soy el Dr. X, que vengo a tratar sus problemas de memoria”. Un día, el neurólogo, al presentarse, hizo una broma a su paciente: escondía una chincheta en la mano y al estrechársela le dio un pequeño pinchazo en la mano de su paciente amnésico. El paciente siguió sin recordar a su neurólogo, que tenía que presentarse en cada nuevo encuentro, pero ya nunca le dio la mano. Aunque los distintos tipos de memoria utilizan mecanismos celulares y moleculares similares (la llamada plasticidad sináptica) residen en lugares diferentes del cerebro. Así, las memorias episódicas y perceptivas residen en distintas porciones del neocortex, lo que permite que accedamos a las mismas de forma consciente y voluntaria, por lo que se dice que son memorias explícitas. Por el contrario, como demuestra el caso descrito, las memorias emocionales que residen en la amígdala son implícitas, es decir, las expresamos en nuestros actos sin ser conscientes de ellas. A eso se debe que nuestras emociones sean independientes de nuestra voluntad, se impongan a ella. Nuestros miedos, nuestros anhelos y nuestros gustos (en ocasiones obsesivos), nos pueden resultan inexplicables, llegando a ‘dominarnos’. Cuando las memorias emocionales contradicen a otros tipos de memoria, siempre son las emociones las que se imponen. Un caso muy llamativo es el síndrome de Capgras10 , provocado por una pequeña lesión de la sustancia blanca del lóbulo temporal que impide que la información relativa a la identidad de las caras acceda a la amígdala. Como consecuencia, aunque las caras son reconocidas (la corteza asociativa temporal responsable de esta memoria perceptiva funciona), no provocan ninguna emoción. La consecuencia es que el paciente afirma, convencido, que unos actores con un parecido asombroso con sus familiares más cercanos, los suplantan. Estos pacientes presentan dos memorias contradictorias: su memoria perceptiva les permite reconocer las caras de sus padres, hijos o cónyuges, mientras que sus emociones niegan esta identidad. Ante esta contradicción, la memoria emocional implícita siempre tiene más crédito, y la única explicación posible en esa situación es la de los familiares impostores. Aunque esta situación sea muy infrecuente, ilustra muy bien la angustia que puede generar las memorias en conflicto. Como veremos, este tipo de contradicciones mnemónicas son más frecuentes de lo que pensamos, sobre todo en relación con nuestras experiencias en la infancia temprana. LA IMPORTANCIA DE LA EXPERIENCIA EMOCIONAL TEMPRANA Una vez descritos los mecanismos biológicos de la emocionalidad, podemos abordar las implicaciones que éstos tienen en la salud mental infantil. En este sentido cabe hacer notar que la especie humana nace más inmadura que ninguna otra. Como veremos en primer lugar, esto le confiere una enorme capacidad de adquirir experiencia y adaptarse al mundo. Sin embargo, esta capacidad tiene sus contrapartidas: el recién nacido es absolutamente dependiente desde todos los puntos de vista (esto ya lo sabemos) pero, además, es emocionalmente muy vulnerable. Estudiaremos el porqué y el cómo de esta vulnerabilidad y ello nos permitirá entresacar unos pocos consejos neurobiológicos para la salud mental infantil.
  • 8. 8 a. Fisiología del aprendizaje infantil: experiencia durante períodos críticos Cada especie animal tiene unas capacidades predeterminadas. Por ejemplo, asumiendo que la incapacidad de comunicarnos con nuestros parientes más próximos, los chimpancés, pueden deberse a su incapacidad de emitir vocalizaciones adecuadamente moduladas, se ha intentado enseñar lenguaje de sordos o con símbolos a chimpancés criados en cautividad. Se ha conseguido así que los chimpancés manejaran más de un centenar de términos con una sintaxis sencilla. No obstante, la diferencia con un niño se hace evidente desde el primer momento. El chimpancé usa el lenguaje tan sólo para pedir, mientras que los niños y niñas sanos lo usan desde el principio para describir su entorno. Así parece que la capacidad de aprender un lenguaje descriptivo es específicamente humana. No obstante, la oportunidad de aprenderlo no es eterna, sino que disminuye con la edad (como resulta evidente si intentamos aprender idiomas en la edad adulta). El desarrollo de estas capacidades predeterminadas requiere de una experiencia intensiva temprana. Esto se ha comprobado incluso con las capacidades perceptivas visuales. Nuestro sistema visual extrae de inmediato la información relativa a los márgenes de los objetos, y por eso podemos reconocer una casa a partir de un dibujo esquemático de la misma. Blakemore y Cooper11 criaron gatitos recién nacidos en un medio en el que sólo podían ver rayas verticales durante las tres primeras semanas de vida (Fig. 6). Cuando crecían, estos gatos eran incapaces de ver objetos horizontales u oblicuos, sólo parecían detectar objetos verticales. La exposición a estímulos con otras orientaciones después de las tres semanas de edad no tenía efectos en la capacidad visual de los gatitos. Por eso se habla de un período crítico en el desarrollo, en el que la experiencia es necesaria para desarrollar las capacidades visuales del animal. La especie humana posee un cerebro visual similar pero más complejo. De ello se deriva nuestra mayor agudeza visual y la capacidad, única en nuestra especie, de reconocer las caras de nuestros congéneres con una simple mirada12 . Es lógico suponer que, como en gatos, el desarrollo de esta capacidad requiera de una experiencia sensorial compleja en un período crítico de nuestra infancia. Quizás esto explicaría que, quienes hemos crecido en un entorno étnicamente homogéneo, tengamos dificultades en apreciar las diferencias que permiten reconocer las caras en personas de otras etnias. Eso explicaría porqué a los europeos todos los orientales nos parecen iguales (y viceversa). La tesis que defiendo es que, como ocurre con nuestras capacidades sensoriales y perceptivas, la adquisición completa de nuestras capacidades emocionales requiere de FIGURA 6. Diseño del sistema de deprivación sensorial selectiva que usaron Blakemore y Cooper11 para conseguir que los gatitos tuvieran experiencia sólo con estímulos visuales verticales. Si durante un periodo crítico (las tres primeras semanas de vida) el animal estaba en esta situación, cuando se le enfrentaba a una situación normal, el gato ignoraba los estímulos no verticales. Esta ‘ceguera selectiva’ era irreversible.
  • 9. 9 experiencias emocionales durante un período crítico de nuestra infancia. Hasta donde sé no hay estudios neurocientíficos sobre el tema. No obstante, me permito sugerir que el carácter emocionalmente plano de muchos niños maltratados podría ser consecuencia, no sólo de mecanismos defensivos frente a experiencias emocionales negativas, sino también de la falta de experiencias emocionales positivas durante un período crítico de su infancia. b. La vida emocional del niño: los instintos emocionales humanos Muchas veces pensamos que la mayor parte de los comportamientos de los animales son instintivos, es decir, innatos, de forma que el animal no necesita aprenderlos. Por el contrario, es difícil encontrar comportamientos humanos que no resulten de un aprendizaje laborioso, inducido por los adultos: leer, escribir, caminar, ir en bicicleta. Incluso aquellos comportamientos estrictamente necesarios para la supervivencia, como comer o beber, nos son enseñados por nuestros padres durante el primer año de vida. Así que la pregunta inmediata es ¿tenemos comportamientos instintivos los seres humanos?. Efectivamente los bebés recién nacidos ya muestran unos pocos comportamientos que no necesitan aprender, entre los cuales destacan los reflejos de succión y de aprehensión. Pero además el neonato esta dotado de una amplia gama de reacciones emocionales instintivas que le permiten comunicarse con los adultos de su entorno y son fundamentales para su supervivencia y para el éxito reproductivo de nuestra especie. Por un lado, nacemos con un bagaje de reacciones emocionales instintivas que compartimos con todos los mamíferos e incluyen respuestas de gratificación (atracción, placer) a la comida, la bebida, la temperatura de bienestar y a los sabores dulce y salado, así como respuestas de rechazo (aversión, miedo o ansiedad) al dolor, al frío o al calor, al sabor amargo y a estímulos intensos y/o inesperados. Además, el bebé cuenta con una serie de reacciones emocionales instintivas específicamente humanas (quizás compartidas con unos pocos primates) frente a estímulos sociales, en las que se fundamenta el carácter social de nuestra especie. Así el bebé muestra respuestas de gratificación (atracción, placer) a expresiones faciales de alegría o aprobación (sonrisas, risas; la sonrisa social) y quizás a voces de alegría/aprobación, y respuestas de miedo/ansiedad (o aversión) a expresiones faciales y voces de enfado, miedo o reprobación y al llanto13 . Estas capacidades de respuesta instintiva del niño requieren de una capacidad muy precoz de percibir los rasgos faciales y de identificar el contenido emocional de los mismos (reconocer la alegría, la tristeza o el enfado en la cara), y de elaborar comportamientos de respuesta emocional a los mismos, lo que indica que el niño lactante ya posee un sistema emocional muy maduro. El resultado de estos comportamientos emocionales instintivos es lo que podríamos llamar el mimetismo emocional o reacciones emocionales especulares: el niño llora al ver llorar y sonríe al ver sonreír. Más exactamente, el niño se pone contento cuando está rodeado de adultos felices, y siente tristeza si vive en un ambiente dominado por emociones negativas. Esta madurez emocional del bebé es fruto de la historia evolutiva de nuestra especie. Al nacer nuestro cuerpo es absolutamente inmaduro (podemos decir que somos neoténicos, somos larvas nacidas) y dependemos absolutamente de los adultos que nos rodean. Las reacciones emocionales sociales instintivas aseguran el cuidado del bebé por los adultos que lo rodean. Parece claro que la respuesta al llanto infantil también es instintiva, la tenemos programada en nuestros genes. Pocos estímulos son más difíciles de soportar que el llanto inconsolable del bebé. Por ello, al llorar el bebé moviliza a
  • 10. 10 todos los adultos de su entorno que se desviven por satisfacerlo, aplacar su malestar y acabar con su llanto. c. La reactividad emocional instintiva del bebé es una herramienta educativa de doble filo Estas características de la emocionalidad del bebé son muy útiles a los adultos de su entorno (padres, tutores, cuidadores, personal sanitario) como herramientas para su cría y educación. En este sentido es muy importante ser conscientes de que se trata de herramientas educativas de doble filo. Pondré unos pocos ejemplos: El mejor premio para un niño es la aprobación sincera, ya que una expresión facial de satisfacción y aprobación suponen un mensaje emocional positivo muy potente para el niño. La aprobación fingida, el desinterés o fastidio disfrazados de aprobación, no son efectivos e incluso son contraproducentes. La expresión facial no se puede fingir con facilidad (solo grandes actores son capaces de fingir sentimientos de forma fidedigna) y el niño reconoce la impostura con enorme facilidad. Por su parte, la reprobación, mostrar enfado o contrariedad, es un ‘castigo’ suficiente en el preescolar y lo sigue siendo después si se mantiene una relación emocional intensa con el niño. Por ello, una intensa relación emocional con los niños hace la educación mucho fácil. Los miedos se transmiten de padres a hijos. La expresión de miedo por parte de los adultos es la causa de miedo en el niño. El miedo condicionado hacia la fuente de miedo del adulto surge de inmediato. Así un estudio en monos macacos determinó que los monitos no tenían miedo innato a las serpientes, sino que lo adquirían al observar el miedo a estos reptiles en los adultos de su grupo14 . Así pues, de nuestra actitud en situaciones difíciles dependen los miedos de nuestros niños: es muy importante mostrar serenidad y seguridad Estos consejos tienen especial relevancia porque, como vamos a ver para acabar, aunque aparentemente hemos olvidado todo de nuestra vida preescolar, algunas memorias emocionales son prácticamente indelebles. LA PRIMERA INFANCIA ES UN PERIODO SUSCEPTIBLE A DESAJUSTES PSÍQUICOS Como ya hemos citado, la amígdala es el corazón del circuito cerebral de las emociones. Este circuito se observa sin grandes cambios en todos los vertebrados amniotas (reptiles, aves y mamíferos) lo que indica que es una de las porciones antiguas del cerebro5 . Es por ello, que el cerebro emocional se desarrolla muy pronto y por ello podemos adquirir memorias emocionales prácticamente desde el nacimiento. Por el contrario, las porciones del cerebro responsables de la adquisición de memorias explícitas, más concretamente el hipocampo, del que depende la capacidad de adquirir memoria episódica o narrativa, es de desarrollo tardío. Es una de las posibles razones por las que nadie tiene recuerdos anteriores a los 3 años de edad. Por ello, las memorias emocionales adquiridas en la infancia no tienen un correlato cognitivo. Esto puede generar desajustes psíquicos futuros, ya que solemos ignorar las razones de nuestros miedos más profundos, los que adquirimos en nuestra primera infancia. Por desgracia, las memorias emocionales positivas (gustos y apetencias) y las negativas (miedos adquiridos) usan mecanismos cerebrales diferentes y tienen una evolución distinta.
  • 11. 11 a. Las memorias emocionales positivas son fugaces A lo largo de la vida, tenemos muchas ocasiones de asociar estímulos neutros con estímulos placenteros o satisfactorios. Esta asociación transfiere el valor positivo a los estímulos neutros (el olor de la comida sabrosa se hace sabroso a su vez). Además estos estímulos placenteros refuerzan los comportamientos que nos permiten obtenerlos. Estas memorias emocionales positivas son la base conductista de la educación por premio. Los mecanismos cerebrales de este tipo de aprendizaje, se han estudiado a fondo en animales de laboratorio, mediante paradigmas instrumentales como los basados en cajas de Skinner. En todos los casos se observa que las memorias emocionales positivas tardan en adquirirse, requiriendo de muchas asociaciones entre estímulos placenteros (incondicionados) y los estímulos neutros (condicionados). Por el contrario, la extinción es muy rápida: bastan unas pocas ocasiones en que el estímulo neutro no vaya seguido del premio (estímulo incondicionado), para el estímulo neutro pierda su valor emocional y el animal deje de responder para conseguir el premio (Fig. 7)15 . Así pues, conviene reforzar el buen comportamiento con frecuencia. En otras palabras, dar cariño y aprobación (cuando se merece) nunca no es malcriar. b. Las memorias emocionales negativas son casi indelebles También a lo largo de nuestra vida tenemos múltiples ocasiones en las que adquirir miedo a estímulos inocuos, por asociación con otros que son realmente amenazantes. Ya hemos visto la gran ventaja adaptativa de este aprendizaje emocional negativo: reaccionamos anticipadamente a las posibles amenazas gracias a que hemos adquirido miedo a los estímulos que las preceden. La gran importancia de estas reacciones para la supervivencia, exige que los miedos se adquieran rápidamente y se extingan lentamente. Así por ejemplo, el modelo experimental de miedo adquirido, el miedo condicionado a un sonido unitonal, sólo requiere de una exposición al tono seguida de un shock eléctrico para que el animal muestre miedo, en lo sucesivo, al tono. Por su parte, la extinción es lenta y el miedo revierte espontáneamente. Así, a lo largo de sesiones sucesivas se expone al animal al tono, sin que este vaya seguido del shock, y se observa cómo el miedo disminuye progresivamente (el tiempo que el animal pasa paralizado en respuesta al tono va disminuyendo). Sin embargo, en una nueva sesión (al día siguiente) el miedo reaparece (Fig. 8). Además, el miedo revierte con más fuerza aún si el animal ha sido sometido a estrés (o lo que es lo mismo, las ansiedades por diferentes causas se potencian mutuamente). Greg Quirk16 ha estudiado este proceso de extinción, y ha demostrado que la extinción es un proceso activo que depende de la actividad del cortex prefrontal medial. Si se lesiona esta área del cortex, los animales ya no pueden perder el miedo adquirido al tono. Nuevamente, la persistencia del miedo y la dificultad en conseguir que remita tienen una razón adaptativa: un error en la predicción de un peligro puede costar la vida. No habrá segunda oportunidad. Así que más vale un falso positivo (tener miedo cuando no hay peligro real) que un falso negativo (no tener miedo cuando hay una amenaza para la supervivencia). Así que el miedo adquirido es realmente indeleble. La investigación del grupo de Greg Quirk indica que el cortex prefrontal medial es capaz de inhibir la expresión del miedo, a través de sus proyecciones sobre la amígdala, pero no borra la memoria: sólo inhibe su expresión.
  • 12. 12 c. Las razones de la vulnerabilidad emocional del niño Los datos expuestos indican que la superación de los miedos requiere de la función de la corteza prefrontal. Una de las patologías del miedo más devastadoras que existen es el estrés post-traumático, una disfunción sufrida por determinadas personas tras una experiencia traumática con un gran impacto afectivo. Un accidente, una agresión, una gran tragedia natural o un conflicto armado dejan huellas muy profundas en la mente de las víctimas (o incluso de los testigos), que con relativa frecuencia de sus se ven invadidos en pensamientos recurrentes y obsesivos sobre el hecho traumático que hacen su vida muy difícil. Un estudio reciente con técnicas de neuroimagen indica que la intensidad del estrés post-traumático está correlacionada positivamente con la actividad de la amígdala y negativamente con la del cortex prefrontal. En otras palabras, una de las posibles causas del estrés post-traumático, de la incapacidad de superar los miedos, es una hipofunción del cortex prefrontal17 . El polo frontal es el que más ha crecido en la evolución de los homínidos. Se trata, por lo tanto, de una zona del cortex muy ‘nueva’ y como tal su desarrollo ontogenético es muy tardío. De hecho, los estudios sobre el desarrollo del cortex en FIGURA 7. Las memorias emocionales positivas son fugaces. Un experimento de condicionamiento instrumental muestra como la rata aprende a apretar la palanca en una sesión de 3 horas, si se le premia adecuadamente. Si se la deja de premiar (sesión 9, extinción), la extinción se produce de inmediato, a lo largo de esa misma sesión. Modificado de la referencia 15. FIGURA 8. Las memorias emocionales negativas son indelebles. Resultados de un experimento de miedo condicionado, en el que se representa el porcentaje del tiempo que las ratas pasan paralizadas por el miedo cuado suena un tono. Durante el período de aprendizaje (Cond), el miedo al tono aumenta rápidamente. Durante la extinción, la respuesta de miedo decae lentamente. Sin embargo, al día siguiente el miedo reaparece a pesar de que el tono no viene seguido de la descarga eléctrica (seguimos por lo tanto en condiciones de extinción). La lesión del cortex infralímbico (equivalente en la rata al cortex prefrontal ventromedial humano) la reaparición del miedo en el segundo día es mucho más marcada. Modificado de la referencia 16.
  • 13. 13 humanos indican que el polo prefrontal es el último en madurar, y este proceso no acaba hasta el final de la adolescencia18 . Por lo tanto, durante la infancia el niño dispone de un sistema cerebral emocional en el que los elementos reactivos están maduros (la amígdala es capaz de generar miedos y placeres) pero en el que la modulación prefrontal es aun incipiente. La posibilidad de adquirir miedos indelebles es, por ello, mucho mayor que en la vida adulta. Además, el niño preescolar carece de un sistema de memorias explícitas madura, por lo que de los miedos adquiridos, no tendrá en el futuro correlato cognitivo alguno. Una situación idónea para generar desajustes psíquicos. CONCLUSIONES Las evidencias experimentales discutidas a lo largo de esta ponencia me sugieren las siguientes conclusiones: a. Las experiencias traumáticas en la niñez provocan miedos absolutamente indelebles (por inmadurez de la corteza prefrontal) b. Si estas experiencias se producen antes de los 3 años no hay registro de las mismas en la memoria explícita, lo que genera ansiedades y desajuste psíquico c. La protección emocional del niño preescolar es fundamental para su salud mental presente y futura. Especialmente durante esa edad, pero también durante toda la infancia, hay que evitarle tormentas emocionales. Nuestra expresividad (facial y verbal) es una fuente muy importante de estímulos emocionales para el niño. Una discusión violentas es una tormenta emocional para un niño. d. Los miedos se transmiten. Ante los niños hay que mostrar seguridad en situaciones adversas e. La corrección de los comportamientos erróneos del niño no necesita de grandes castigos: la simple reprobación sincera es suficiente en el periodo preescolar. f. Esta dinámica permanecerá en la edad escolar si el educador establece vínculos emocionales intensos basados en el cariño, la ternura y el juego. g. La autoestima del niño y su salud mental requieren de un refuerzo constante, puesto que las memorias emocionales positivas son muy lábiles. BIBLIOGRAFÍA 1. Hufeland CW. 1807. Some Account of Dr. Gall’s New Theory of Physiognomy, founded upon the Anatomy and Physiology of the Brain, and the Form of the Skull. Longman, London, 179 pp. Accesible en http://books.google.es/ 2. Harlow JM. 1848. Passage of an iron rod through the head. Boston Medical and Surgical Journal, 39:389-393 3. Damasio A. 1994/2006. El error de Descartes. La emoción, la razón y el cerebro humano. Ed. Crítica. Barcelona. 4. LeDoux JE. 1999. El Cerebro Emocional. Ed. Planeta, Barcelona 5. Martínez-García F, Novejarque A, Lanuza E. 2007. Evolution of the amygdala in vertebrates. En: Kaas JH (ed.) Evolution of Nervous Systems, Vol. 2, pp. 255-334. Academic Press: Oxford. 6. Hitchcock JM, Davis M..1991. Efferent pathway of the amygdala involved in conditioned fear as measured with the fear-potentiated startle paradigm. Beba. Neurosci. 105:826-42. 7. Breiter H et al. 1996. fMRI images showing activation of the amygdala in response to viewing faces. Neuron 17: 875-87.
  • 14. 14 8. Schoenbaum G et al. 2003. Encoding predicted outcome and acquired value in orbitofrontal cortex during cue sampling depends upon input from basolateral amygdala. Neuron. 39:855-67. O'Doherty JP. 2004. Reward representations and reward-related learning in the human brain: insights from neuroimaging. Curr Opin Neurobiol. 14:769-76. 9. Sacks O. 2002. Un antropólogo en Marte. Siete relatos paradójicos. Ed. Anagrama, Barcelona. 10. Hirstein W, Ramachandran VS. 1997. Capgras syndrome: a novel probe for understanding the neural representation of the identity and familiarity of persons. Proc Biol Sci. 264:437-44. 11. Blakemore C, Cooper GF. 1970. Development of the brain depends on the visual environment. Nature. 228:477-478. Las neuronas del cortex visual de los gatos responden a pequeñas barritas de luz con una orientación precisa. Cada neurona tiene su orientación preferida y cada porción del cortex visual posee neuronas con todas las orientaciones posibles. Los gatos criados por Blakemore y Cooper en las condiciones descritas, sólo habían desarrollado neuronas con orientación preferida vertical. 12. Como he dicho antes, esta capacidad reside en el cortex temporal asociativo visual. Pequeñas lesiones de esta zona del cortex dan lugar a prosopagnosia, una incapacidad de reconocer caras. Esta disfunción está perfectamente descrita en el relato titulado El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, de Oliver Sacks (2004. Ed. Anagrama S.A., Barcelona). 13. Serrano JM et al. 1992.Visual discrimination and recognition of facial expressions of anger, fear and surprise in 4- to 6-month-old infants. Dev Psychobiol. 25:411- 425. 14. Mineka S et al. 1984. Observational conditioning of snake fear in rhesus monkeys. J. Abn. Psychol. 93:355-72. 15. Carlezon WA Jr, Wise RA. 1996. Rewarding actions of phencyclidine and related drugs in nucleus accumbens shell and frontal cortex. J Neurosci. 16:3112-3122. 16. Quirk GJ. 2006. Prefrontal mechanisms in extinction of conditioned fear. Biol Psychiatry. 60:337-343. 17. Shin LM et al. 2005. A functional magnetic resonance imaging study of amygdala and medial prefrontal cortex responses to overtly presented fearful faces in posttraumatic stress disorder. Arch Gen Psychiatry. 62:273-281. 18. Gogtay et al. 2004. Dynamic mapping of human cortical development during childhood through early adulthood. Proc Natl Acad Sci U S A. 2004 101(21):8174-9