Este documento presenta un análisis detallado de varios pasajes bíblicos y cómo estos anticipan los principios de los derechos humanos. Resalta que la Biblia promueve la dignidad humana, la justicia y la igualdad para todos, así como limitaciones al poder de los gobernantes. También muestra cómo historias como la de Abraham, David y Betsabé, y Rut enfatizan valores como la compasión por los vulnerables y la no violencia, que son fundamentales para los derechos humanos. El autor argumenta que la Declaración Universal se basa
Derechos humanos en la Biblia y su influencia en la Declaración Universal
1. Universidad de Chile
Departamento de Pregrado
Cursos de Formación General
www.plataforma.uchile.cl
[Curso: CFG HOLOCAUSTO Y DD.H
Módulo 2: LOS DERECHOS HUMANOS: ENTRE LA MODERNIDAD Y LA POSTMODERNIDAD
4ª Sesión. Hitos en la Universalización de los Derechos Humanos: desde la Revolución Francesa hasta el Tribunal
Penal Internacional.
La Biblia y los derechos humanos1
Por: Raquel Hodara
A la vieja pregunta de si existe una ética judía, la autora parece oponer su propia respuesta, al hablar de lo judío que existe en la ética
universal. Al contrario de lo que sostienen algunos grupos religiosos en Israel, los derechos humanos y el judaísmo van muy bien de la
mano. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, según algunos de sus propios mentores, no sería más que una
"traducción de los Diez Mandamientos a lenguaje moderno". Primera de dos notas.
Una de las discusiones más interesantes que tienen lugar en Israel entre diversos grupos
religiosos, es aquella que se refiere a los derechos humanos. La abrumadora mayoría de
los representantes políticos de estos sectores se ha opuesto sisteméticamente -aunque no
siempre con éxito- a la promulgación de las "leyes fundamentales" tendientes a proteger
dichos derechos. Según aducen, estas leyes, provenientes de la cultura occidental, chocan
con los principios básicos del judaísmo. Por otra parte, un pequeño grupo de ortodoxos
-constituido especialmente por juristas y académicos especializados en las fuentes
judaicas- sostiene que no hay nada más auténticamente judío que la preocupación por los
derechos humanos; es más: indican que la Biblia jugó un papel cardinal en el proceso que
fue conduciendo paulatinamente a la concepción moderna de los derechos humanos. Ellos
nos recuerdan que Rene Cassin -uno de los principales promotores de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas (proclamada en 1948)- afirmó
haberse "limitado a traducir los Diez Mandamientos a lenguaje moderno" y que el
renombrado jurista Milton Konvitz aseveró que las raíces de la Declaración "se encuentran
en los relatos y las profecías de las Escrituras Hebreas".
Es cierto: los términos "derechos" y "humano" brillan por su ausencia no sólo en el
Decálogo sino en la Biblia entera. Sin embargo, cuando cotejamos cuidadosamente la
Declaración Universal de los Derechos Humanos con la legislación del Pentateuco, la
similitud entre muchas de sus cláusulas salta a la vista; podremos percibir también que el
espíritu que impregna otros párrafos bíblicos guarda una estrecha semejanza con el que se
expresa en la Declaración.
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El artículo de la Dra. Hodara (z.l.) fue publicado en http://www.wzo.org.il/es/recursos/view.asp?
id=349
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2. Creo que esto quedará claro para todo aquél que está dispuesto a internarse en el estudio
de una cultura diferente, dejando de lado una aproximación lexicográfica mecanicista para
intentar traducir ideas y valores y no palabras. En nuestro examen del texto bíblico
debemos tomar en cuenta sus formas de expresión y su contexto histórico. Al
familiarizarnos con su estilo literario, nos percataremos de su marcada preferencia por
formulaciones concretas y específicas y de su parquedad en el uso de abstracciones y
generalizaciones; su visión de mundo no se expresa en un sistema filosófico, sino en sus
preceptos y sus profecías, en sus cuentos y sus poesías. Además, para entender mejor su
ideario, es menester comparar sus posturas con las de las culturas circundantes.
Antes de abocarme a la comparación entre algunas de las cláusulas de la Declaración y la
legislación de la Torá -comparación a la que dedicaré la próxima nota- haré un breve
análisis de algunos relatos bíblicos. Estos no fueron escritos para entretener; su belleza
literaria y su fuerza emocional no son sino instrumentos para transmitir mensajes
educativos. Pienso, por lo tanto, que una mirada a lo que se esconde entre sus líneas
contribuirá a una mejor comprensión del tema que nos ocupa. Además, estas historias
tuvieron un impacto penetrante y persistente en el pensar de Occidente; ellas llegaban no
sólo a las mentes, sino también a los corazones de quienes las oían con fruición en las
iglesias y después de la Reforma, también en numerosos hogares. Su fuerte presencia en
todas las manifestaciones del arte europeo fue a la vez resultado y vehículo de esta
influencia.
TODO HOMBRE ES "POCO MENOR QUE DIOS"
Al interceder por los justos que, según él cree, residen entre los pecadores de Sodoma y
Gomorra (Génesis XVIII, 16-33), Abraham se siente con derecho a enfrentarse a Dios,
derecho que se deriva de la dignidad conferida a alguien que se supone creado a Su
imagen y semejanza y que por lo mismo es -en palabras del salmo N° 8- "poco menor que
Dios". El no fundamenta su pedido de justicia en abstracciones como conciencia, derechos
humanos, el derecho a la vida, la oposición a la práctica del castigo colectivo. Sin embargo,
si estos no fueran los valores que sustentan sus palabras, la historia perdería todo
significado. El único juicio moral explícito se encuentra en la pregunta con la cual
Abraham confronta a Dios: "¿El juez de toda la tierra no hará justicia?" Pero, como dice
Milton Konvitz, lo que esta pregunta retórica deja entrever es la convicción de que el
procedimiento honesto exige que el virtuoso sea distinguido del pecador; que mientras es
correcto castigar al culpable, la pena se convierte ipso facto en injusticia cuando entraña el
sufrimiento del inocente. Por mi parte, creo que podemos leer entre líneas dos postulados
no menos importantes: que aunque Dios es visto como el dador de la vida, tampoco El
tiene derecho a quitarla sin legítima justificación, y que también el propio legislador
-incluso cuando se trata de Dios- está sujeto a las normas de justicia que El ordena
respetar.
Este principio es el que se defiende -esta vez en cuanto al rey- en la famosa historia de las
relaciones entre el poderoso rey Ajab y uno de sus súbditos (1Reyes XXI, 1-24). El rey
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3. desea comprar a buen precio el viñedo adyacente al palacio, pero Nabot, su dueño, declina
la oferta basándose en leyes ancestrales. Ajab (que está lejos de ser considerado un rey
ejemplar por los redactores de la Biblia) entiende que debe renunciar a sus deseos. La
pregunta de su esposa Jezabel, de origen fenicio y acostumbrado a las monarquías
absolutas, traduce su asombro: "¿Y eres tú el que ejerce la realeza en Israel?" Decidiendo
instruir a su marido respecto de las atribuciones de un verdadero rey, la reina planea
apoderarse de la viña; sin embargo, incluso ella sabe que en Israel no podrá transgredir la
ley abiertamente y por lo tanto monta un juicio falso, logrando que Nabot sea condenado a
muerte. La historia, lejos de terminar ahí, llega a su climax cuando a la inmortal pregunta
del profeta Elías -"¿Has asesinado y también usurparás?"- seguida por la amenaza de
terribles castigos- el rey no responde matando a Elías o echándolo de su presencia, sino
manifestando su sincero arrepentimiento.
De la aun más célebre historia acerca de David y Betsabé (2 Samuel XI-XII) me limitaré a
señalar algunos puntos: David decide asesinar a Urías -marido de Betsabé- precisamente
porque sabe que tampoco él, el glorioso rey de Israel, puede cometer adulterio
impunemente; la sutil -pero a la vez punzante- comparación entre la conducta admirable
de Urías (que no era hijo de Israel) y la de David, el rey ideal, enseña que nunca se le debe
adjudicar al poder real el más leve viso de santidad; también las palabras "y lo que había
hecho David fue malo a los ojos de Dios" (2 Samuel XI, 27) le recuerdan al pueblo que ni
siquiera su rey más amado está por encima de la Ley.
En cuanto a las atribuciones del monarca, no está de más recordar que, de acuerdo al
relato bíblico, diez de las doce tribus de Israel se rebelaron contra Roboam -ocasionando el
cisma del reino- porque el nuevo rey había desatendido el pedido del pueblo en cuanto a
la reducción de los pesados impuestos que había recaudado Salomón, su padre (1 Reyes,
XII). El narrador, no quepa duda, está del lado del pueblo. La historia deja entrever que el
respeto por los derechos de los ciudadanos es más importante aun que la unidad nacional.
Estos relatos demuestran contundentemente que el pueblo entero -y no sólo un grupo
selecto- conocía sus derechos y estaba dispuesto a hacerlos valer. Con la promulgación de
las leyes (probablemente mucho tiempo después de los sucesos descritos) y la obligación
de hacerlas públicas, se incrementa el valor del individuo: la información recibida lo hace
dueño de controles que debilitan el poder de los gobernantes.
DARLE PAN AL ENEMIGO
"No los mates. ¿Acaso a los que haces cautivos con tu espada y con tu arco los matas? Pon
ante ellos pan y agua para que coman y beban y se vuelvan a su señor". Así responde el
profeta Eliseo al rey que pregunta si ha de matar a los prisioneros de guerra. El narrador
agrega: "Les sirvió un gran banquete, comieron, bebieron y los despidió, y se fueron a su
señor..." (2 Reyes VI, 21-33). Al tono de asombro que asoma en la pregunta retórica de
Eliseo, debemos sumar la siguiente frase, pronunciada (en un relato anterior) por los
servidores del rey de Aram, cuyo ejército acababa de ser vencido por el de Israel: "Hemos
oido que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos" (1 Reyes 21, 13). No
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4. podremos sino concluír, entonces, que los reyes de Israel se abstenían de matar a sus
prisioneros de guerra o que esa era, al menos la norma a la que aspiraba el narrador. No
está de más recordar aquí el versículo del libro de Proverbios (XXV, 21): "Si tu enemigo
tiene hambre dale de comer pan, y si tuviere sed dale de beber agua".
El brevísimo libro de Ruth transmite en forma sofisticadamente simple y con gran fuerza
emotiva las ideas más importantes de la Biblia: a. la falacia de las diferencias esenciales
entre los hombres se pone en evidencia al admitir que el rey David -símbolo del pasado
glorioso y del futuro anhelado- fuera descendiente de dos mujeres de abominable linaje:
por un lado de Ruth la moabita y por otro de Tamar la canaanea (Ruth IV, 12, 18; Génesis
XXXVIII); b. la conducta ejemplar de ambas, al contrastar con la de los grupos en cuyo
seno se criaron, confirma además la fe en el libre albedrío y en la responsabilidad
personal; c. la preocupación empática y generosa por el desvalido se pone de manifiesto
en la conducta del pueblo para con Ruth que, siendo viuda, pobre y extranjera, plasma en
su persona todos los componentes de la marginalidad. Es más: Ruth es símbolo viviente
de lo que hoy denominaríamos "el otro", el diferente.
Las ideas que se reflejan en todos estos relatos se desprenden de los primeros capítulos del
Génesis; el hecho de que los redactores finales de la Biblia decidieran colocarlos al
comienzo de todo este gran compendio, es en sí mismo una declaración de principios.
Al puntualizar que la primera pareja fue creada a imagen y semejanza de Dios (Génesis I,
26-27), el narrador nos transmite uno de los postulados més significativos de la cultura
bíblica: la indiscutible dignidad del hombre. Es importante indicar que el que se asemeja a
Dios no es sólo el rey -como en algunos mitos del entorno- ni tampoco el hijo del pueblo
de Israel, sino el ser humano como tal, todo ser humano. Luego, al ir conociendo a las
siguientes generaciones, nos vamos percatando de la segunda idea fundamental: la
humanidad entera desciende de la misma pareja; la unen, por lo tanto, lazos familiares.
(Génesis V, 1-2). Para que la unión de la familia humana no se viera ensombrecida por el
estigma que pudiera pesar sobre una de sus ramas, el relato del Diluvio (Génesis, VI-IX)
deja en claro que todos los sobrevivientes son descendientes de Set, el tercer hijo de Adán
y Eva; ninguno tiene entre sus antepasados a Caín, el asesino arquetípico.
El primer homicidio (G יnesis IV) es un fratricidio; no se trata de una casualidad. Tampoco
lo es que la palabra "hermano" se repita siete veces en un texto tan breve. El narrador
parece estar diciendo: en todo asesinato es al propio hermano a quien se mata. Las
palabras "de mano del hombre su hermano demandará la vida del hombre" (Génesis IX, 5)
-incluidas en la primera formulación de la prohibición del homicidio- corroboran dicha
interpretación.
La íntima relación entre este ideario y el marco conceptual de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos se hace evidente cuando leemos algunas de las cláusulas
fundamentales de esta última, como por ejemplo: "Considerando que el reconocimiento de la
dignidad inherente y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia
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5. humana es la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo" (del pre ámbulo) y "Todos los
seres humanos... deben actuar entre sí en un espíritu de fraternidad" (artículo 1).
Si recordamos, además, que la formulación de los derechos humanos tiene como objetivo
primordial la limitación de las atribuciones de los gobernantes, la conexión será sin duda
insoslayable. Sólo puede negarla quien por circunstancias que afectaran al pueblo judío en
el exilio o por motivos políticos mezquinos, prefiera adoptar visiones más particularistas y
estrechas que también pueden encontrarse, sin duda, en las fuentes del judaísmo.
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6. humana es la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo" (del pre ámbulo) y "Todos los
seres humanos... deben actuar entre sí en un espíritu de fraternidad" (artículo 1).
Si recordamos, además, que la formulación de los derechos humanos tiene como objetivo
primordial la limitación de las atribuciones de los gobernantes, la conexión será sin duda
insoslayable. Sólo puede negarla quien por circunstancias que afectaran al pueblo judío en
el exilio o por motivos políticos mezquinos, prefiera adoptar visiones más particularistas y
estrechas que también pueden encontrarse, sin duda, en las fuentes del judaísmo.
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