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La articulación del tobillo, o articulación talocrural, es
la articulación distal del miembro inferior. Es una tró-
clea, lo que significa que sólo posee un único grado de
libertad. Condiciona los movimientos de la pierna en
relación al pie en el plano sagital. No sólo es necesaria,
sino indispensable para la marcha, tanto si ésta se des-
arrolla en terreno llano como si se desarrolla en terre-
no accidentado.
Se trata de una articulación muy “cerrada”, muy enca-
jada, que sufre limitaciones importantes, ya que en
apoyo monopodal soporta la totalidad del peso del
cuerpo, incluso aumentado por la energía cinética
cuando el pie contacta con el suelo a cierta velocidad
durante la marcha, la carrera o la recepción del salto.
Es fácil imaginar la cantidad de problemas que hay que
resolver para crear prótesis totales talocrurales con
cierta garantía de longevidad.
Capítulo 3
EL TOBILLO
El complejo articular del pie
En realidad, la articulación talocrural es la articula-
ción más importante –”la reina” como decía
Farabeuf– de todo el complejo articular del retropié.
Este conjunto de articulaciones, con la ayuda de la
rotación axial de la rodilla, tiene las mismas funciones
que una sola articulación de tres grados de libertad,
que permite orientar la bóveda plantar en todas las
direcciones para que se adapte a los accidentes del
terreno. De nuevo, se halla un paralelismo con el
miembro superior, en el que las articulaciones de la
muñeca, con ayuda de la pronosupinación, permiten la
orientación de la mano en cualquier plano. Sin embar-
go, la amplitud de esta capacidad de orientación es
mucho más limitada en el pie que en la mano.
Los tres ejes principales de este complejo articular
(Fig. 1) se interrumpen aproximadamente en el retro-
pié. Cuando el pie está en una posición de referencia,
estos tres ejes son perpendiculares entre sí; en este
esquema la extensión del tobillo modifica la orienta-
ción del eje Z, mientras que los otros dos ejes están
fijos.
El eje transversal XX´ pasa por los dos maléolos y
corresponde al eje de la articulación talocrural.
Grosso modo, está incluido en el plano frontal y con-
diciona los movimientos de flexoextensión del pie
(véase pág. 160) que se realizan en el plano sagital.
El eje longitudinal de la pierna Y es vertical y con-
diciona los movimientos de aducción-abducción del
pie, que se efectúan en el plano transversal. Ya se vio
con anterioridad (véase pág. 74) que estos movimien-
tos son factibles con la rotación axial de la rodilla fle-
xionada. En menor medida, estos movimientos de
aducción-abducción se localizan en las articulaciones
posteriores del tarso, aunque siempre estarán combi-
nadas con movimientos en torno al tercer eje.
El eje longitudinal del pie Z es horizontal y pertene-
ce al plano sagital. Condiciona la orientación de la
planta del pie de forma que le permite “mirar” ya sea
directamente hacia abajo, hacia fuera o hacia dentro.
Por analogía con el miembro superior, estos movi-
mientos reciben el nombre de pronación y supina-
ción.
158
Fig. 1
Fig. 1
160
La flexoextensión
La posición de referencia (Fig. 2) es aquélla en la
que la planta del pie es perpendicular al eje de la pier-
na A. A partir de esta posición, la flexión del tobillo
B se define como el movimiento que aproxima el
dorso del pie a la cara anterior de la pierna; también
se denomina flexión dorsal o dorsiflexión, pero se
trata de una redundancia.
Por el contrario, la extensión de la articulación talo-
crural C aleja el dorso del pie de la cara anterior de la
pierna, mientras que el pie tiende a situarse en la pro-
longación de la pierna. Este movimiento también se
denomina flexión plantar, aunque no es la denomina-
ción más adecuada, puesto que la flexión siempre
corresponde a un movimiento que aproxima los seg-
mentos de los miembros al tronco. Además, no sería
lógico que los músculos extensores realizasen una fle-
xión……El término de flexión plantar no debería pues
emplearse.
En esta figura se puede comprobar que la amplitud de
la extensión es mucho mayor que la de la flexión. Para
medir estos ángulos es mejor valorar el ángulo entre
la planta del pie y el eje de la pierna (Fig. 3) que
tomar como referencia el centro de la articulación
talocrural:
• cuando este ángulo es agudo b, se trata de una fle-
xión. Su amplitud es de 20 a 30°. La zona sombrea-
da indica el margen de variaciones individuales de
amplitud, es decir 10°;
• cuando este ángulo es obtuso c, se puede afirmar
entonces que se trata de una extensión. Su amplitud
es de 30 a 50°. El margen de variaciones individua-
les (zona azulada) es mayor (20°) que el de la fle-
xión.
En los movimientos extremos no sólo interviene la
articulación talocrural sino que se añade la amplitud
propia de las articulaciones del tarso, que no por ser
menos importante debe despreciarse.
• En la máxima flexión (Fig. 4) las articulaciones del
tarso añaden algunos grados + mientras que la bóve-
da se aplana.
• A la inversa, en la máxima extensión (Fig. 5), la
amplitud adicional + se debe a un hundimiento de la
bóveda.
161
Fig. 2
Fig. 4
Fig. 3
Fig. 5
b
B
10º
20º
A
Fig. 2
c
30º
Fig. 3
C
20º
B
+
B´
A
Fig. 4
A
Fig. 5
C´
+ C
162
Las superficies de la articulación
talocrural
Si se compara la articulación talocrural a un modelo
mecánico (Fig. 6), se puede describir de la siguiente
manera:
• una pieza inferior A, el astrágalo, que soporta una
superficie cilíndrica con un gran eje transversal
XX’;
• una pieza superior B, la porción inferior de la tibia
y el peroné, que constituyen un bloque –aquí
supuestamente transparente– cuya superficie infe-
rior presenta un agujero en forma de segmento cilín-
drico idéntico al anterior.
El cilindro macizo, encajado en el segmento de cilin-
dro hueco, y sujeto lateralmente entre ambos flancos
de la pieza superior, puede realizar movimientos de
flexión (flecha azul) y de extensión (flecha roja) alre-
dedor del eje común XX´.
En la realidad anatómica (Fig. 7: visión anteroin-
terna de la articulación talocrural “desmontada” y
Fig. 8: ídem, visión posteroexterna), el cilindro
macizo corresponde a la tróclea astragalina com-
puesta de tres partes: una superficie superior y dos
superficies laterales, las carillas.
• La superficie superior, la polea propiamente dicha,
convexa de delante atrás, marcada longitu-
dinalmente por una depresión axial, la garganta de
la polea 1, hacia la que convergen la vertiente inter-
na 2 y la vertiente externa 3 de la tróclea.
• La carilla interna 7, es prácticamente plana –excep-
to por delante, donde se desvía hacia dentro. Una
arista aguda 11 la separa de la vertiente interna 2.
Contacta con la carilla articular 8 de la cara externa
del maléolo medial 9, recubierta de un cartílago que
prolonga el de la superficie inferior de la cara articu-
lar inferior 10.
• La carilla externa 12 se desvía considerablemente
hacia fuera (Fig. 8), cóncava tanto de arriba abajo
(véase Fig. 11, pág. 165) como de delante atrás
(véase Fig. 9, pág, 165); su “plano” es ligeramente
oblicuo hacia delante y hacia fuera. Contacta con la
carilla articular 13 de la cara interna (Fig. 7) del
maléolo peroneo 14. Esta carilla está separada de la
superficie tibial por la interlínea peroneotibial infe-
rior 15, ocupada por una franja sinovial 16 (véase
pág. 174) en contacto con la arista 17 que separa la
vertiente y carilla externas de la tróclea. Esta arista
está biselada por delante 18 y por detrás 19 (véase
Fig. 12, pág. 165). Esta articulación, tipo sindesmo-
sis, está sujeta por el ligamento tibioperoneo ante-
rior 27 y el ligamento tibioperoneo posterior 28.
Esta superficie troclear de la tróclea del astrágalo
corresponde a una superficie inversamente confor-
mada, situada en la superficie inferior del pilón
tibial (Figs. 7 y 8): cóncava de delante atrás (Fig. 12:
corte sagital, visión externa), presenta una cresta roma
sagital 4 que se introduce en la garganta de la tróclea
(Fig. 11: corte frontal, visión anterior). A cada lado,
una corredera interna 5 y otra externa 6 reciben las
correspondientes vertientes de la polea.
Esta superficie está delimitada por detrás por un
reborde 20 denominado en ocasiones el tercer maléo-
lo de Destot.
Los ligamentos externos de la articulación talocru-
ral pueden observarse en una visión anterointerna
(Fig. 7):
• el ligamento tibioperoneo anterior 21;
• el ligamento calcaneoperoneo externo 22;
• el ligamento tibioperoneo posterior 23.
Los ligamentos internos de la articulación talocru-
ral pueden observarse en una visión posteroexterna
(Fig. 8), dispuestos en dos capas, la capa profunda y la
capa superficial:
• el ligamento tibioperoneo posterior profundo 24;
• el ligamento tibioperoneo anterior profundo 25;
• la capa superficial del ligamento deltoideo 26.
163
Fig. 7 Fig. 8
Fig. 6
X X´
A
Fig. 6
10
5
9
24
25
26
11
6
8
1
2
39
38
1
1
3
1
1
37
27
15
16
3
21
3
5
4
6
9
20
28
3
22 11
7
1
18 2
Fig. 7
1
4
2
7
7 2
9
Fig. 8
B
X X´
164
Las superficies de la articulación
talocrural (continuación)
Una visión superior (Fig. 9: articulación talocrural
en cortes de los maléolos) permite entender perfecta-
mente el encajonamiento de la tróclea astragalina
entre los dos maléolos, lo que los cirujanos denomi-
nan pinza bimaleolar. Se distingue la cara superior de
la tróclea astragalina, que es más ancha L por delante
y por detrás 1. Esto es, como podrá apreciarse más
adelante, muy importante desde el punto de vista
mecánico.
Esta cara superior, que tiene forma de polea, está com-
puesta por una carilla interna 2, que participará en la
constitución de la interlínea astragalina medial 5, y
una carilla externa 3, que, simétricamente, forma la
interlínea astragalina lateral 6. Éstas dos carillas están
separadas por una garganta poco profunda 1, que no es
estrictamente sagital, pero que está ligeramente des-
plazada hacia adelante y hacia fuera (flecha Z), en la
misma dirección que el eje longitudinal del pie, mien-
tras que el cuello del astrágalo se dirige hacia adelan-
te y hacia dentro (flecha T): lo que significa que el
astrágalo está torcido sobre sí mismo.
La carilla interna 7 de la tróclea astragalina, visible
en una visión interna del astrágalo (Fig. 10), es sagital
(Fig. 9) y prácticamente plana –excepto por delante,
donde se desvía hacia dentro (Fig. 7)–. Contacta (Fig.
9) con la carilla articular 8 de la cara externa del malé-
olo medial 9, recubierta de un cartílago que prolonga
el de la cara inferior del pilón tibial 4 (los autores clá-
sicos denominaban de esta forma el extremo inferior
de la tibia). Entre estas dos superficies, el ángulo die-
dro 10 recibe la arista aguda 11 que separa vertiente
y carilla internas de la tróclea astragalina.
La carilla externa 12 se desvía considerablemente
hacia fuera (Fig. 8), cóncava tanto de arriba abajo
(Fig. 11) como de delante atrás (Fig. 9); su “plano” es
ligeramente oblicuo hacia adelante y hacia fuera
(línea a trazos). Contacta con la carilla articular 13
de la cara interna (Fig. 7) del maléolo lateral 14. Esta
carilla está separada de la superficie tibial por la inter-
línea peroneotibial inferior 15. Esta sindesmosis la
mantienen los ligamentos tibioperoneos inferiores 40.
Está ocupada por una franja sinovial 14 (véase pág.
174), en contacto con la arista 17 que separa la ver-
tiente y carilla externas de la tróclea. Esta arista está
biselada* (Fig. 12) por delante 18 y por detrás 19
(véase pág. 172).
De este modo, las dos caras laterales de la tróclea
astragalina están sujetas por los maléolos (flechas
rojas). El conjunto de la cara articular inferior y de los
dos maléolos también se denomina mortaja tibiope-
ronea. Las características de los maléolos se oponen
punto por punto:
• el maléolo lateral es más voluminoso que el maléo-
lo medial;
• desciende más abajo m (Fig. 11);
• es más posterior (Fig. 9), lo que explica la ligera
oblicuidad (20º) por fuera y por detrás del eje XX´.
También se describe como tercer maléolo de Destot
(Fig. 12) el margen posterior de la superficie tibial 20
de desciende más abajo p que el margen anterior.
* Este término significa que la arista, aguda en su parte central, tiene una forma plana, más ancha que gruesa, en sus extremos.
165
Fig. 9
Fig. 10
Fig. 11
12
40 15
16 6
3 17
12 13
19
4
1
5
10
11
2
7
9
14
m
4
17
20
p
19
12
18
Fig. 11
7
8
9
Fig. 12
11
7
L
9
7
11
Fig. 10
14
12
17
8
1
2
13
l
Fig. 9
18
3
X
19
37
38
39
X´
3
3
3
Z
T
166
Los ligamentos de la articulación talocrural
Los ligamentos de la articulación talocrural se compo-
nen de dos sistemas ligamentosos principales, los
ligamentos laterales externo e interno, y dos siste-
mas accesorios, los ligamentos anterior y posterior.
Los ligamentos laterales constituyen, a cada lado de la
articulación, potentes abanicos fibrosos cuyo vértice
se fija en el maléolo correspondiente, próximo al eje
de flexoextensión XX’, y cuya periferia se expande
por los dos huesos del tarso posterior:
El ligamento lateral externo (Fig. 13: visión exter-
na) está formado por tres haces, dos de ellos se diri-
gen al astrágalo y el otro restante al calcáneo:
• el haz anterior 21, adherido al borde anterior del
maléolo peroneo 14, se dirige oblicuamente hacia
abajo y adelante para insertarse en el astrágalo,
entre la carilla externa y la apertura del seno del
tarso;
• el haz medio 22 se inicia en las proximidades del
punto más prominente del maléolo para dirigirse
hacia abajo y atrás e insertarse en la cara externa del
calcáneo. El ligamento astrágalo-calcáneo lateral 32
recorre todo su borde inferior;
• el haz posterior 23, se origina en la cara interna del
maléolo (véase Fig. 7, pág. 163), por detrás de la
carilla articular, para dirigirse horizontalmente
hacia dentro y ligeramente hacia atrás e insertarse
en el tubérculo posteroexterno del astrágalo 37. Su
posición y dirección hacen que sea más visible en el
plano posterior (Fig. 14). Se prolonga a través de un
pequeño ligamento denominado calcaneoastragali-
no posterior 31. Astrágalo y calcáneo están unidos
por el potente ligamento astrágalo-calcáneo que los
clásicos denominaban “Hilera interósea” h.
Del maléolo lateral parten también los dos ligamentos
peroneotibiales inferiores (Figs. 14 y 15): el anterior
27 y el posterior 28, cuya función se analizará más
adelante.
El ligamento lateral interno (Fig. 16: visión inter-
na) se divide en dos planos, superficial y profundo.
El plano profundo está constituido por dos haces
tibioastragalinos:
• el haz anterior 25, oblicuo hacia abajo y adelante,
se inserta en la rama interna del yugo astragalino;
• el haz posterior 24, oblicuo hacia abajo y atrás, se
inserta en una fosita profunda (Fig. 10) localizada
por debajo de la carilla interna; sus fibras más pos-
teriores se fijan en el tubérculo posterointerno 39.
El plano superficial, muy extenso y triangular, forma
el ligamento deltoideo 26. Al cubrir los haces profun-
dos, en la visión anterior (Fig. 15), ha sido necesario
seccionar y apartar el ligamento deltoideo para poder
ver el haz profundo anterior 25; y en la visión interna
(Fig. 16) se le representa transparente. Desde su ori-
gen tibial 36, se expande por una línea de inserción
inferior continua en el escafoides 33, el borde interno
34 del ligamento glenoideo y la apófisis menor del
calcáneo 35. Así pues, el ligamento deltoideo, como
es el caso del haz medio del ligamento lateral externo,
no tiene ninguna inserción en el astrágalo, motivo por
el cual los clásicos lo han denominado “tibio-escafo-
gleno-sustentacular transastragalino”.
Los ligamentos anterior (Fig. 15: visión anterior) y
posterior (Fig. 14: visión posterior) de la articula-
ción talocrural son simples engrosarnientos capsula-
res.
El ligamento anterior 29 une oblicuamente el mar-
gen anterior de la superficie tibial y la rama de la
bifurcación posterior del yugo astragalino*
(Fig. 13).
El ligamento posterior 30 está formado por fibras de
origen tibial y peroneo que convergen hacia el tubér-
culo posterointerno del astrágalo 39, que con el tubér-
culo posteroexterno 37, constituye los límites de la
corredera profunda del músculo flexor corto del dedo
gordo 38. Esta corredera del tendón del músculo fle-
xor corto del dedo gordo se prolonga por la cara inter-
na del sustentáculo del astrágalo 41.
* El yugo astragalito es una cresta en forma de Y, expandida transversalmente en la cara superior del cuello del astrágalo, cuya rama única es in-
terna. Puede observarse en la Fig. 19, pág. 189.
167
Fig. 13 Fig. 14
Fig. 16
Fig. 15
27
21
29
14
23
37
h
31
28
9
30
X´
14
23
X
31
22
37
X
24
22 39
32
38
41
Fig. 13 Fig. 14
X´
33
35
34
Estas cuatro figuras están inspiradas en Rouvière. Las leyendas son comunes a todas las figuras de esta página y de la página anterior.
X
27
14
21
22
32
29
9
25
26
33
Fig. 15
9
24
36
25
39
38 31
Fig. 16
168
Estabilidad anteroposterior del tobillo y
factores limitantes de la flexoextensión
La amplitud de los movimientos de flexoextensión
está, ante todo, determinada por el desarrollo de las
superficies articulares (Fig. 17: diagrama de perfil).
Sabiendo que la superficie tibial tiene un desarrollo de
700
de arco y que la tróclea astragalina se extiende de
140 a 1500
, se puede deducir, por una simple resta, que
la amplitud global de la flexoextensión es de 70 a
800
. También se puede constatar que el desarrollo de la
polea es mayor por detrás que por delante, lo que expli-
ca el predominio de la extensión sobre la flexión.
La limitación de la flexión (Fig. 18) depende de fac-
tores óseos, capsulo-ligamentosos y musculares:
• factores óseos: en la flexión máxima, la cara supe-
rior del cuello del astrágalo impacta 1 contra el mar-
gen anterior de la superficie tibial. Si el movimiento
resulta ser demasiado forzado, el cuello puede inclu-
so fracturarse. La parte anterior de la cápsula se ve
protegida del pinzarniento, al ser desplazada 2 por la
tensión de los flexores (flecha), merced a las adhe-
rencias que establece con las vainas de los mismos;
• factores capsuloligamentosos: la parte posterior de
la cápsula se tensa 3, al igual que los haces posterio-
res de los ligamentos laterales 4;
• factor muscular: la resistencia tónica del músculo
tríceps 5 interviene antes que los factores preceden-
tes descritos. De forma que una retracción muscular
puede limitar precozmente la flexión; incluso el
tobillo puede permanecer en extensión en la posi-
ción denominada “pie equino*
”; en este caso, se
puede recurrir a una intervención quirúrgica para
alargar el tendón calcáneo.
La limitación de la extensión (Fig. 19) obedece a
factores idénticos:
• factores óseos: los tubérculos del astrágalo, sobre
todo el externo, contactan 1 con el margen posterior
de la superficie tibial. También existen, aunque son
raras, fracturas del tubérculo externo por hiperex-
tensión, pero el tubérculo externo se ve anatómica-
mente separado del astrágalo con frecuencia, for-
mando el hueso trígono. La cápsula está protegida
del pinzarniento 2 por un mecanismo análogo al de
la flexión;
• factores capsuloligamentosos: la parte anterior de
la cápsula se tensa 3 al igual que los haces anterio-
res de los ligamentos laterales 4.
• factor muscular: la resistencia tónica de los múscu-
los flexores 5 limita en primer lugar la extensión. La
hipertonía de los flexores provoca una flexión per-
manente en la posición denominada “pie talo” ya
que el pie talo anda sobre el talón,
La estabilidad anteroposterior de la articulación
talocrural y su coaptación (Fig. 20) están garanti-
zadas por la acción de la gravedad 1 que ejerce el
astrágalo sobre la superficie tibial cuyos márgenes
anterior 2 y posterior 3 representan unas barreras
que impiden que la polea se escape hacia delante o,
con mucha más frecuencia hacia atrás, cuando el pie
extendido contacta con fuerza con el suelo. Los liga-
mentos laterales 4 garantizan la coaptación pasiva y
los músculos (no representados aquí) actúan todos
como coaptadores activos sobre una articulación
intacta.
Cuando los movimientos de fIexoextensión sobrepa-
san la amplitud permitida, uno de los elementos debe
ceder necesariamente. De esta forma, la hiperexten-
sión puede provocar una luxación posterior (Fig.
21) con una ruptura capsuloligamentosa más o
menos completa, o una fractura del margen poste-
rior (Fig. 22), o tercer maléolo, induciendo así una
subluxación posterior. La deformación puede repro-
ducirse incluso después de una reducción correcta
–denominada deformación incoercible– si el frag-
mento marginal supera en desarrollo el tercio de la
superficie tibial, entonces será preciso fijarlo quirúr-
gicamente mediante tornillo. Del mismo modo, la
hiperflexión puede provocar una luxación anterior
(Fig. 23), o una fractura del margen anterior (Fig.
24).
En el esguince del ligamento lateral externo, el haz
anterior (Fig. 25) es el primero que se solicita: en pri-
mer lugar, en caso de esguince benigno estará simple-
mente “estirado”, se rompe en los esguinces graves.
Entonces es posible poner de manifiesto un cajón
anterior, clínicamente o, sobre todo, radioló-
gicamente: el astrágalo se desplaza hacia delante y los
dos arcos de círculo de la tróclea astragalina y del
techo de la mortaja tibial han dejado de ser concén-
tricos; cuando los centros de la curva están despla-
zados más de 4-5 mm, existe una ruptura del haz ante-
rior del ligamento lateral externo.
* El término “equino” proviene de equus que, en latín, significa “caballo”: el pie equino anda con los dedos, como el caballo.
169
Fig. 17
Fig. 18
Fig. 19
Fig. 21
Fig. 20
Fig. 23
Fig. 24 Fig. 22 Fig. 25
Fig. 22
2
5
1
3
Fig. 18
70°
20-30°
30-50° 140-150°
Fig. 17
2
3
1
Fig. 19
2
3
1
Fig. 20
Fig. 23
Fig. 21
Fig. 24 Fig. 25
170
Estabilidad transversal de la articulación
talocrural
La articulación talocrural es una articulación dotada de
un solo grado de libertad, ya que su propia estructura
le impide cualquier movimiento alrededor de uno de
sus otros dos ejes. Esta estabilidad se debe a un estre-
cho acoplamiento, verdadera unión entre espiga y
mortaja (término procedente de la carpintería): la espi-
ga astragalina está bien sujeta en la mortaja tibiopero-
nea (Fig. 26). Cada rama de la pinza bimaleolar suje-
ta lateralmente al astrágalo, siempre que la separación
entre el maléolo lateral A y el medial B permanezca
inalterable. Esto supone, además de la integridad de los
maléolos, la de los ligamentos peroneotibiales inferio-
res 1. Además, los potentes ligamentos laterales exter-
no 2 e interno 3 impiden cualquier movimiento de
balanceo del astrágalo sobre su eje longitudinal.
Cuando un movimiento forzado de abducción dirige
el pie hacia fuera, la carilla externa del astrágalo ejer-
ce una presión sobre el maléolo peroneo. Se pueden
dar entonces varias posibilidades:
• la pinza bimaleolar se disloca (Fig. 27) por ruptu-
ra de los ligamentos peroneotibiales inferiores 1: de
este modo aparece la diastasis intertibioperonea. El
astrágalo ya no está sujeto y puede realizar movi-
mientos de lateralidad denominados vaivén astraga-
lino. También puede efectuar (Fig. 28) una rotación
sobre su eje longitudinal (inclinación o “bandazo”),
favorecida por un esguince del ligamento lateral
interno 3 –en este caso, el ligamento sólo ha sufrido
una elongación: se trata de un esguince benigno–;
por último, puede girar (Fig. 33) en torno a su eje
vertical (flecha Ab), mientras que la parte posterior
de la polea hace saltar el margen posterior (flecha
2),
• si el movimiento va más allá (Fig. 32), el ligamento
lateral interno se rompe 3: se trata del esguince
grave del ligamento lateral interno asociado a la
diástasis intertibioperonea 1;
• bien es el maléolo medial B el que cede (Fig. 30) al
mismo tiempo que el externo A por encima de los
ligamentos peroneotibiales inferiores 1. Así se pro-
voca una fractura de Dupuytren “alta”. A veces,
la línea de fractura peronea está situada mucho más
arriba, en el cuello: se trata de la fractura de
Maisonneuve, sin representar aquí;
con frecuencia, los ligamentos tibioperoneos inferio-
res resisten (Fig. 29), o al menos el anterior. La frac-
tura del maléolo medial B se asocia entonces a una
fractura del maléolo lateral por debajo o a través de la
articulación peroneotibial inferior. En este caso se
habla de una Dupuytren “baja” o de una de sus equi-
valentes cuando una ruptura del ligamento lateral
interno 3 sustituye la fractura del maléolo medial
(Fig. 31). Las fracturas “bajas” de Dupuytren conlle-
van a menudo una fractura asociada del margen
posterior con desprendimiento de un tercer fragmen-
to posterior que puede formar un bloque con el frag-
mento maleolar interno.
• Junto a estas dislocaciones de la pinza maleolar pro-
ducidas por un movimiento de abducción, se pueden
observar fracturas bimaleolares por aducción
(Fig. 34): la punta del pie, dirigida hacia dentro,
hace que el astrágalo gire (Fig. 33) alrededor de su
eje vertical (flecha Ad), la carilla interna hace saltar
(flecha 3) el maléolo medial B y la báscula del
astrágalo rompe el maléolo lateral A a la altura de la
cara articular inferior.
• Sin embargo, la mayoría del tiempo, el movimiento
de aducción o de inversión no conduce a una fractu-
ra sino a un esguince del ligamento lateral exter-
no. Afortunadamente, en la mayoría de los casos, el
esguince es benigno, ya que el ligamento está dis-
tendido pero no roto. Por el contrario, en el caso de
un esguince grave, con ruptura del ligamento late-
ral externo, la estabilidad de la articulación talocru-
ral se ve comprometida. En una radiografía ante-
rior del tobillo en inversión forzada (si es necesario,
tras anestesia local) se puede constatar (Fig. 35) una
báscula del astrágalo: ambas líneas de la interlínea
superior, en vez de estar paralelas, forman un ángu-
lo abierto hacia fuera superior a los 10-12°. De
hecho, algunos tobillos son hiperlaxos y es necesa-
rio realizar una placa comparativa del tobillo
supuestamente sano. Un esguince grave necesita en
ocasiones una intervención quirúrgica.
• No es necesario decir que todas estas lesiones de la
pinza bimaleolar exigen una corrección estricta
si se pretende restablecer la estabilidad de la articu-
lación y su funcionamiento normal.
171
1
A B
3
2
1 1
Fig. 26 Fig. 27
A
A
3
Fig. 28
A
1
B
B
B
Fig. 30
A
Fig. 29
Ab Ad
1
Fig. 33
3 1
3
B
Fig. 32
Fig. 31
10-20º
A
3
2
Fig. 35

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  • 1. La articulación del tobillo, o articulación talocrural, es la articulación distal del miembro inferior. Es una tró- clea, lo que significa que sólo posee un único grado de libertad. Condiciona los movimientos de la pierna en relación al pie en el plano sagital. No sólo es necesaria, sino indispensable para la marcha, tanto si ésta se des- arrolla en terreno llano como si se desarrolla en terre- no accidentado. Se trata de una articulación muy “cerrada”, muy enca- jada, que sufre limitaciones importantes, ya que en apoyo monopodal soporta la totalidad del peso del cuerpo, incluso aumentado por la energía cinética cuando el pie contacta con el suelo a cierta velocidad durante la marcha, la carrera o la recepción del salto. Es fácil imaginar la cantidad de problemas que hay que resolver para crear prótesis totales talocrurales con cierta garantía de longevidad. Capítulo 3 EL TOBILLO
  • 2.
  • 3. El complejo articular del pie En realidad, la articulación talocrural es la articula- ción más importante –”la reina” como decía Farabeuf– de todo el complejo articular del retropié. Este conjunto de articulaciones, con la ayuda de la rotación axial de la rodilla, tiene las mismas funciones que una sola articulación de tres grados de libertad, que permite orientar la bóveda plantar en todas las direcciones para que se adapte a los accidentes del terreno. De nuevo, se halla un paralelismo con el miembro superior, en el que las articulaciones de la muñeca, con ayuda de la pronosupinación, permiten la orientación de la mano en cualquier plano. Sin embar- go, la amplitud de esta capacidad de orientación es mucho más limitada en el pie que en la mano. Los tres ejes principales de este complejo articular (Fig. 1) se interrumpen aproximadamente en el retro- pié. Cuando el pie está en una posición de referencia, estos tres ejes son perpendiculares entre sí; en este esquema la extensión del tobillo modifica la orienta- ción del eje Z, mientras que los otros dos ejes están fijos. El eje transversal XX´ pasa por los dos maléolos y corresponde al eje de la articulación talocrural. Grosso modo, está incluido en el plano frontal y con- diciona los movimientos de flexoextensión del pie (véase pág. 160) que se realizan en el plano sagital. El eje longitudinal de la pierna Y es vertical y con- diciona los movimientos de aducción-abducción del pie, que se efectúan en el plano transversal. Ya se vio con anterioridad (véase pág. 74) que estos movimien- tos son factibles con la rotación axial de la rodilla fle- xionada. En menor medida, estos movimientos de aducción-abducción se localizan en las articulaciones posteriores del tarso, aunque siempre estarán combi- nadas con movimientos en torno al tercer eje. El eje longitudinal del pie Z es horizontal y pertene- ce al plano sagital. Condiciona la orientación de la planta del pie de forma que le permite “mirar” ya sea directamente hacia abajo, hacia fuera o hacia dentro. Por analogía con el miembro superior, estos movi- mientos reciben el nombre de pronación y supina- ción. 158
  • 5. 160 La flexoextensión La posición de referencia (Fig. 2) es aquélla en la que la planta del pie es perpendicular al eje de la pier- na A. A partir de esta posición, la flexión del tobillo B se define como el movimiento que aproxima el dorso del pie a la cara anterior de la pierna; también se denomina flexión dorsal o dorsiflexión, pero se trata de una redundancia. Por el contrario, la extensión de la articulación talo- crural C aleja el dorso del pie de la cara anterior de la pierna, mientras que el pie tiende a situarse en la pro- longación de la pierna. Este movimiento también se denomina flexión plantar, aunque no es la denomina- ción más adecuada, puesto que la flexión siempre corresponde a un movimiento que aproxima los seg- mentos de los miembros al tronco. Además, no sería lógico que los músculos extensores realizasen una fle- xión……El término de flexión plantar no debería pues emplearse. En esta figura se puede comprobar que la amplitud de la extensión es mucho mayor que la de la flexión. Para medir estos ángulos es mejor valorar el ángulo entre la planta del pie y el eje de la pierna (Fig. 3) que tomar como referencia el centro de la articulación talocrural: • cuando este ángulo es agudo b, se trata de una fle- xión. Su amplitud es de 20 a 30°. La zona sombrea- da indica el margen de variaciones individuales de amplitud, es decir 10°; • cuando este ángulo es obtuso c, se puede afirmar entonces que se trata de una extensión. Su amplitud es de 30 a 50°. El margen de variaciones individua- les (zona azulada) es mayor (20°) que el de la fle- xión. En los movimientos extremos no sólo interviene la articulación talocrural sino que se añade la amplitud propia de las articulaciones del tarso, que no por ser menos importante debe despreciarse. • En la máxima flexión (Fig. 4) las articulaciones del tarso añaden algunos grados + mientras que la bóve- da se aplana. • A la inversa, en la máxima extensión (Fig. 5), la amplitud adicional + se debe a un hundimiento de la bóveda.
  • 6. 161 Fig. 2 Fig. 4 Fig. 3 Fig. 5 b B 10º 20º A Fig. 2 c 30º Fig. 3 C 20º B + B´ A Fig. 4 A Fig. 5 C´ + C
  • 7. 162 Las superficies de la articulación talocrural Si se compara la articulación talocrural a un modelo mecánico (Fig. 6), se puede describir de la siguiente manera: • una pieza inferior A, el astrágalo, que soporta una superficie cilíndrica con un gran eje transversal XX’; • una pieza superior B, la porción inferior de la tibia y el peroné, que constituyen un bloque –aquí supuestamente transparente– cuya superficie infe- rior presenta un agujero en forma de segmento cilín- drico idéntico al anterior. El cilindro macizo, encajado en el segmento de cilin- dro hueco, y sujeto lateralmente entre ambos flancos de la pieza superior, puede realizar movimientos de flexión (flecha azul) y de extensión (flecha roja) alre- dedor del eje común XX´. En la realidad anatómica (Fig. 7: visión anteroin- terna de la articulación talocrural “desmontada” y Fig. 8: ídem, visión posteroexterna), el cilindro macizo corresponde a la tróclea astragalina com- puesta de tres partes: una superficie superior y dos superficies laterales, las carillas. • La superficie superior, la polea propiamente dicha, convexa de delante atrás, marcada longitu- dinalmente por una depresión axial, la garganta de la polea 1, hacia la que convergen la vertiente inter- na 2 y la vertiente externa 3 de la tróclea. • La carilla interna 7, es prácticamente plana –excep- to por delante, donde se desvía hacia dentro. Una arista aguda 11 la separa de la vertiente interna 2. Contacta con la carilla articular 8 de la cara externa del maléolo medial 9, recubierta de un cartílago que prolonga el de la superficie inferior de la cara articu- lar inferior 10. • La carilla externa 12 se desvía considerablemente hacia fuera (Fig. 8), cóncava tanto de arriba abajo (véase Fig. 11, pág. 165) como de delante atrás (véase Fig. 9, pág, 165); su “plano” es ligeramente oblicuo hacia delante y hacia fuera. Contacta con la carilla articular 13 de la cara interna (Fig. 7) del maléolo peroneo 14. Esta carilla está separada de la superficie tibial por la interlínea peroneotibial infe- rior 15, ocupada por una franja sinovial 16 (véase pág. 174) en contacto con la arista 17 que separa la vertiente y carilla externas de la tróclea. Esta arista está biselada por delante 18 y por detrás 19 (véase Fig. 12, pág. 165). Esta articulación, tipo sindesmo- sis, está sujeta por el ligamento tibioperoneo ante- rior 27 y el ligamento tibioperoneo posterior 28. Esta superficie troclear de la tróclea del astrágalo corresponde a una superficie inversamente confor- mada, situada en la superficie inferior del pilón tibial (Figs. 7 y 8): cóncava de delante atrás (Fig. 12: corte sagital, visión externa), presenta una cresta roma sagital 4 que se introduce en la garganta de la tróclea (Fig. 11: corte frontal, visión anterior). A cada lado, una corredera interna 5 y otra externa 6 reciben las correspondientes vertientes de la polea. Esta superficie está delimitada por detrás por un reborde 20 denominado en ocasiones el tercer maléo- lo de Destot. Los ligamentos externos de la articulación talocru- ral pueden observarse en una visión anterointerna (Fig. 7): • el ligamento tibioperoneo anterior 21; • el ligamento calcaneoperoneo externo 22; • el ligamento tibioperoneo posterior 23. Los ligamentos internos de la articulación talocru- ral pueden observarse en una visión posteroexterna (Fig. 8), dispuestos en dos capas, la capa profunda y la capa superficial: • el ligamento tibioperoneo posterior profundo 24; • el ligamento tibioperoneo anterior profundo 25; • la capa superficial del ligamento deltoideo 26.
  • 8. 163 Fig. 7 Fig. 8 Fig. 6 X X´ A Fig. 6 10 5 9 24 25 26 11 6 8 1 2 39 38 1 1 3 1 1 37 27 15 16 3 21 3 5 4 6 9 20 28 3 22 11 7 1 18 2 Fig. 7 1 4 2 7 7 2 9 Fig. 8 B X X´
  • 9. 164 Las superficies de la articulación talocrural (continuación) Una visión superior (Fig. 9: articulación talocrural en cortes de los maléolos) permite entender perfecta- mente el encajonamiento de la tróclea astragalina entre los dos maléolos, lo que los cirujanos denomi- nan pinza bimaleolar. Se distingue la cara superior de la tróclea astragalina, que es más ancha L por delante y por detrás 1. Esto es, como podrá apreciarse más adelante, muy importante desde el punto de vista mecánico. Esta cara superior, que tiene forma de polea, está com- puesta por una carilla interna 2, que participará en la constitución de la interlínea astragalina medial 5, y una carilla externa 3, que, simétricamente, forma la interlínea astragalina lateral 6. Éstas dos carillas están separadas por una garganta poco profunda 1, que no es estrictamente sagital, pero que está ligeramente des- plazada hacia adelante y hacia fuera (flecha Z), en la misma dirección que el eje longitudinal del pie, mien- tras que el cuello del astrágalo se dirige hacia adelan- te y hacia dentro (flecha T): lo que significa que el astrágalo está torcido sobre sí mismo. La carilla interna 7 de la tróclea astragalina, visible en una visión interna del astrágalo (Fig. 10), es sagital (Fig. 9) y prácticamente plana –excepto por delante, donde se desvía hacia dentro (Fig. 7)–. Contacta (Fig. 9) con la carilla articular 8 de la cara externa del malé- olo medial 9, recubierta de un cartílago que prolonga el de la cara inferior del pilón tibial 4 (los autores clá- sicos denominaban de esta forma el extremo inferior de la tibia). Entre estas dos superficies, el ángulo die- dro 10 recibe la arista aguda 11 que separa vertiente y carilla internas de la tróclea astragalina. La carilla externa 12 se desvía considerablemente hacia fuera (Fig. 8), cóncava tanto de arriba abajo (Fig. 11) como de delante atrás (Fig. 9); su “plano” es ligeramente oblicuo hacia adelante y hacia fuera (línea a trazos). Contacta con la carilla articular 13 de la cara interna (Fig. 7) del maléolo lateral 14. Esta carilla está separada de la superficie tibial por la inter- línea peroneotibial inferior 15. Esta sindesmosis la mantienen los ligamentos tibioperoneos inferiores 40. Está ocupada por una franja sinovial 14 (véase pág. 174), en contacto con la arista 17 que separa la ver- tiente y carilla externas de la tróclea. Esta arista está biselada* (Fig. 12) por delante 18 y por detrás 19 (véase pág. 172). De este modo, las dos caras laterales de la tróclea astragalina están sujetas por los maléolos (flechas rojas). El conjunto de la cara articular inferior y de los dos maléolos también se denomina mortaja tibiope- ronea. Las características de los maléolos se oponen punto por punto: • el maléolo lateral es más voluminoso que el maléo- lo medial; • desciende más abajo m (Fig. 11); • es más posterior (Fig. 9), lo que explica la ligera oblicuidad (20º) por fuera y por detrás del eje XX´. También se describe como tercer maléolo de Destot (Fig. 12) el margen posterior de la superficie tibial 20 de desciende más abajo p que el margen anterior. * Este término significa que la arista, aguda en su parte central, tiene una forma plana, más ancha que gruesa, en sus extremos.
  • 10. 165 Fig. 9 Fig. 10 Fig. 11 12 40 15 16 6 3 17 12 13 19 4 1 5 10 11 2 7 9 14 m 4 17 20 p 19 12 18 Fig. 11 7 8 9 Fig. 12 11 7 L 9 7 11 Fig. 10 14 12 17 8 1 2 13 l Fig. 9 18 3 X 19 37 38 39 X´ 3 3 3 Z T
  • 11. 166 Los ligamentos de la articulación talocrural Los ligamentos de la articulación talocrural se compo- nen de dos sistemas ligamentosos principales, los ligamentos laterales externo e interno, y dos siste- mas accesorios, los ligamentos anterior y posterior. Los ligamentos laterales constituyen, a cada lado de la articulación, potentes abanicos fibrosos cuyo vértice se fija en el maléolo correspondiente, próximo al eje de flexoextensión XX’, y cuya periferia se expande por los dos huesos del tarso posterior: El ligamento lateral externo (Fig. 13: visión exter- na) está formado por tres haces, dos de ellos se diri- gen al astrágalo y el otro restante al calcáneo: • el haz anterior 21, adherido al borde anterior del maléolo peroneo 14, se dirige oblicuamente hacia abajo y adelante para insertarse en el astrágalo, entre la carilla externa y la apertura del seno del tarso; • el haz medio 22 se inicia en las proximidades del punto más prominente del maléolo para dirigirse hacia abajo y atrás e insertarse en la cara externa del calcáneo. El ligamento astrágalo-calcáneo lateral 32 recorre todo su borde inferior; • el haz posterior 23, se origina en la cara interna del maléolo (véase Fig. 7, pág. 163), por detrás de la carilla articular, para dirigirse horizontalmente hacia dentro y ligeramente hacia atrás e insertarse en el tubérculo posteroexterno del astrágalo 37. Su posición y dirección hacen que sea más visible en el plano posterior (Fig. 14). Se prolonga a través de un pequeño ligamento denominado calcaneoastragali- no posterior 31. Astrágalo y calcáneo están unidos por el potente ligamento astrágalo-calcáneo que los clásicos denominaban “Hilera interósea” h. Del maléolo lateral parten también los dos ligamentos peroneotibiales inferiores (Figs. 14 y 15): el anterior 27 y el posterior 28, cuya función se analizará más adelante. El ligamento lateral interno (Fig. 16: visión inter- na) se divide en dos planos, superficial y profundo. El plano profundo está constituido por dos haces tibioastragalinos: • el haz anterior 25, oblicuo hacia abajo y adelante, se inserta en la rama interna del yugo astragalino; • el haz posterior 24, oblicuo hacia abajo y atrás, se inserta en una fosita profunda (Fig. 10) localizada por debajo de la carilla interna; sus fibras más pos- teriores se fijan en el tubérculo posterointerno 39. El plano superficial, muy extenso y triangular, forma el ligamento deltoideo 26. Al cubrir los haces profun- dos, en la visión anterior (Fig. 15), ha sido necesario seccionar y apartar el ligamento deltoideo para poder ver el haz profundo anterior 25; y en la visión interna (Fig. 16) se le representa transparente. Desde su ori- gen tibial 36, se expande por una línea de inserción inferior continua en el escafoides 33, el borde interno 34 del ligamento glenoideo y la apófisis menor del calcáneo 35. Así pues, el ligamento deltoideo, como es el caso del haz medio del ligamento lateral externo, no tiene ninguna inserción en el astrágalo, motivo por el cual los clásicos lo han denominado “tibio-escafo- gleno-sustentacular transastragalino”. Los ligamentos anterior (Fig. 15: visión anterior) y posterior (Fig. 14: visión posterior) de la articula- ción talocrural son simples engrosarnientos capsula- res. El ligamento anterior 29 une oblicuamente el mar- gen anterior de la superficie tibial y la rama de la bifurcación posterior del yugo astragalino* (Fig. 13). El ligamento posterior 30 está formado por fibras de origen tibial y peroneo que convergen hacia el tubér- culo posterointerno del astrágalo 39, que con el tubér- culo posteroexterno 37, constituye los límites de la corredera profunda del músculo flexor corto del dedo gordo 38. Esta corredera del tendón del músculo fle- xor corto del dedo gordo se prolonga por la cara inter- na del sustentáculo del astrágalo 41. * El yugo astragalito es una cresta en forma de Y, expandida transversalmente en la cara superior del cuello del astrágalo, cuya rama única es in- terna. Puede observarse en la Fig. 19, pág. 189.
  • 12. 167 Fig. 13 Fig. 14 Fig. 16 Fig. 15 27 21 29 14 23 37 h 31 28 9 30 X´ 14 23 X 31 22 37 X 24 22 39 32 38 41 Fig. 13 Fig. 14 X´ 33 35 34 Estas cuatro figuras están inspiradas en Rouvière. Las leyendas son comunes a todas las figuras de esta página y de la página anterior. X 27 14 21 22 32 29 9 25 26 33 Fig. 15 9 24 36 25 39 38 31 Fig. 16
  • 13. 168 Estabilidad anteroposterior del tobillo y factores limitantes de la flexoextensión La amplitud de los movimientos de flexoextensión está, ante todo, determinada por el desarrollo de las superficies articulares (Fig. 17: diagrama de perfil). Sabiendo que la superficie tibial tiene un desarrollo de 700 de arco y que la tróclea astragalina se extiende de 140 a 1500 , se puede deducir, por una simple resta, que la amplitud global de la flexoextensión es de 70 a 800 . También se puede constatar que el desarrollo de la polea es mayor por detrás que por delante, lo que expli- ca el predominio de la extensión sobre la flexión. La limitación de la flexión (Fig. 18) depende de fac- tores óseos, capsulo-ligamentosos y musculares: • factores óseos: en la flexión máxima, la cara supe- rior del cuello del astrágalo impacta 1 contra el mar- gen anterior de la superficie tibial. Si el movimiento resulta ser demasiado forzado, el cuello puede inclu- so fracturarse. La parte anterior de la cápsula se ve protegida del pinzarniento, al ser desplazada 2 por la tensión de los flexores (flecha), merced a las adhe- rencias que establece con las vainas de los mismos; • factores capsuloligamentosos: la parte posterior de la cápsula se tensa 3, al igual que los haces posterio- res de los ligamentos laterales 4; • factor muscular: la resistencia tónica del músculo tríceps 5 interviene antes que los factores preceden- tes descritos. De forma que una retracción muscular puede limitar precozmente la flexión; incluso el tobillo puede permanecer en extensión en la posi- ción denominada “pie equino* ”; en este caso, se puede recurrir a una intervención quirúrgica para alargar el tendón calcáneo. La limitación de la extensión (Fig. 19) obedece a factores idénticos: • factores óseos: los tubérculos del astrágalo, sobre todo el externo, contactan 1 con el margen posterior de la superficie tibial. También existen, aunque son raras, fracturas del tubérculo externo por hiperex- tensión, pero el tubérculo externo se ve anatómica- mente separado del astrágalo con frecuencia, for- mando el hueso trígono. La cápsula está protegida del pinzarniento 2 por un mecanismo análogo al de la flexión; • factores capsuloligamentosos: la parte anterior de la cápsula se tensa 3 al igual que los haces anterio- res de los ligamentos laterales 4. • factor muscular: la resistencia tónica de los múscu- los flexores 5 limita en primer lugar la extensión. La hipertonía de los flexores provoca una flexión per- manente en la posición denominada “pie talo” ya que el pie talo anda sobre el talón, La estabilidad anteroposterior de la articulación talocrural y su coaptación (Fig. 20) están garanti- zadas por la acción de la gravedad 1 que ejerce el astrágalo sobre la superficie tibial cuyos márgenes anterior 2 y posterior 3 representan unas barreras que impiden que la polea se escape hacia delante o, con mucha más frecuencia hacia atrás, cuando el pie extendido contacta con fuerza con el suelo. Los liga- mentos laterales 4 garantizan la coaptación pasiva y los músculos (no representados aquí) actúan todos como coaptadores activos sobre una articulación intacta. Cuando los movimientos de fIexoextensión sobrepa- san la amplitud permitida, uno de los elementos debe ceder necesariamente. De esta forma, la hiperexten- sión puede provocar una luxación posterior (Fig. 21) con una ruptura capsuloligamentosa más o menos completa, o una fractura del margen poste- rior (Fig. 22), o tercer maléolo, induciendo así una subluxación posterior. La deformación puede repro- ducirse incluso después de una reducción correcta –denominada deformación incoercible– si el frag- mento marginal supera en desarrollo el tercio de la superficie tibial, entonces será preciso fijarlo quirúr- gicamente mediante tornillo. Del mismo modo, la hiperflexión puede provocar una luxación anterior (Fig. 23), o una fractura del margen anterior (Fig. 24). En el esguince del ligamento lateral externo, el haz anterior (Fig. 25) es el primero que se solicita: en pri- mer lugar, en caso de esguince benigno estará simple- mente “estirado”, se rompe en los esguinces graves. Entonces es posible poner de manifiesto un cajón anterior, clínicamente o, sobre todo, radioló- gicamente: el astrágalo se desplaza hacia delante y los dos arcos de círculo de la tróclea astragalina y del techo de la mortaja tibial han dejado de ser concén- tricos; cuando los centros de la curva están despla- zados más de 4-5 mm, existe una ruptura del haz ante- rior del ligamento lateral externo. * El término “equino” proviene de equus que, en latín, significa “caballo”: el pie equino anda con los dedos, como el caballo.
  • 14. 169 Fig. 17 Fig. 18 Fig. 19 Fig. 21 Fig. 20 Fig. 23 Fig. 24 Fig. 22 Fig. 25 Fig. 22 2 5 1 3 Fig. 18 70° 20-30° 30-50° 140-150° Fig. 17 2 3 1 Fig. 19 2 3 1 Fig. 20 Fig. 23 Fig. 21 Fig. 24 Fig. 25
  • 15. 170 Estabilidad transversal de la articulación talocrural La articulación talocrural es una articulación dotada de un solo grado de libertad, ya que su propia estructura le impide cualquier movimiento alrededor de uno de sus otros dos ejes. Esta estabilidad se debe a un estre- cho acoplamiento, verdadera unión entre espiga y mortaja (término procedente de la carpintería): la espi- ga astragalina está bien sujeta en la mortaja tibiopero- nea (Fig. 26). Cada rama de la pinza bimaleolar suje- ta lateralmente al astrágalo, siempre que la separación entre el maléolo lateral A y el medial B permanezca inalterable. Esto supone, además de la integridad de los maléolos, la de los ligamentos peroneotibiales inferio- res 1. Además, los potentes ligamentos laterales exter- no 2 e interno 3 impiden cualquier movimiento de balanceo del astrágalo sobre su eje longitudinal. Cuando un movimiento forzado de abducción dirige el pie hacia fuera, la carilla externa del astrágalo ejer- ce una presión sobre el maléolo peroneo. Se pueden dar entonces varias posibilidades: • la pinza bimaleolar se disloca (Fig. 27) por ruptu- ra de los ligamentos peroneotibiales inferiores 1: de este modo aparece la diastasis intertibioperonea. El astrágalo ya no está sujeto y puede realizar movi- mientos de lateralidad denominados vaivén astraga- lino. También puede efectuar (Fig. 28) una rotación sobre su eje longitudinal (inclinación o “bandazo”), favorecida por un esguince del ligamento lateral interno 3 –en este caso, el ligamento sólo ha sufrido una elongación: se trata de un esguince benigno–; por último, puede girar (Fig. 33) en torno a su eje vertical (flecha Ab), mientras que la parte posterior de la polea hace saltar el margen posterior (flecha 2), • si el movimiento va más allá (Fig. 32), el ligamento lateral interno se rompe 3: se trata del esguince grave del ligamento lateral interno asociado a la diástasis intertibioperonea 1; • bien es el maléolo medial B el que cede (Fig. 30) al mismo tiempo que el externo A por encima de los ligamentos peroneotibiales inferiores 1. Así se pro- voca una fractura de Dupuytren “alta”. A veces, la línea de fractura peronea está situada mucho más arriba, en el cuello: se trata de la fractura de Maisonneuve, sin representar aquí; con frecuencia, los ligamentos tibioperoneos inferio- res resisten (Fig. 29), o al menos el anterior. La frac- tura del maléolo medial B se asocia entonces a una fractura del maléolo lateral por debajo o a través de la articulación peroneotibial inferior. En este caso se habla de una Dupuytren “baja” o de una de sus equi- valentes cuando una ruptura del ligamento lateral interno 3 sustituye la fractura del maléolo medial (Fig. 31). Las fracturas “bajas” de Dupuytren conlle- van a menudo una fractura asociada del margen posterior con desprendimiento de un tercer fragmen- to posterior que puede formar un bloque con el frag- mento maleolar interno. • Junto a estas dislocaciones de la pinza maleolar pro- ducidas por un movimiento de abducción, se pueden observar fracturas bimaleolares por aducción (Fig. 34): la punta del pie, dirigida hacia dentro, hace que el astrágalo gire (Fig. 33) alrededor de su eje vertical (flecha Ad), la carilla interna hace saltar (flecha 3) el maléolo medial B y la báscula del astrágalo rompe el maléolo lateral A a la altura de la cara articular inferior. • Sin embargo, la mayoría del tiempo, el movimiento de aducción o de inversión no conduce a una fractu- ra sino a un esguince del ligamento lateral exter- no. Afortunadamente, en la mayoría de los casos, el esguince es benigno, ya que el ligamento está dis- tendido pero no roto. Por el contrario, en el caso de un esguince grave, con ruptura del ligamento late- ral externo, la estabilidad de la articulación talocru- ral se ve comprometida. En una radiografía ante- rior del tobillo en inversión forzada (si es necesario, tras anestesia local) se puede constatar (Fig. 35) una báscula del astrágalo: ambas líneas de la interlínea superior, en vez de estar paralelas, forman un ángu- lo abierto hacia fuera superior a los 10-12°. De hecho, algunos tobillos son hiperlaxos y es necesa- rio realizar una placa comparativa del tobillo supuestamente sano. Un esguince grave necesita en ocasiones una intervención quirúrgica. • No es necesario decir que todas estas lesiones de la pinza bimaleolar exigen una corrección estricta si se pretende restablecer la estabilidad de la articu- lación y su funcionamiento normal.
  • 16. 171 1 A B 3 2 1 1 Fig. 26 Fig. 27 A A 3 Fig. 28 A 1 B B B Fig. 30 A Fig. 29 Ab Ad 1 Fig. 33 3 1 3 B Fig. 32 Fig. 31 10-20º A 3 2 Fig. 35