2. B. GALLARDO-PAÚLS
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naturaleza accional, ejecutiva, mucho más
amplia; dicho en otras palabras, el interés tra-
dicional por el ‘decir’del lenguaje se comple-
menta ahora con una atención al ‘hacer’ me-
diante el lenguaje. En línea con las propues-
tas de la psicología cognitiva funcionalista
[39] se asume que la adquisición y utilización
del lenguaje exige necesariamente la interde-
pendencia de sus aspectos formales (fonolo-
gía, morfosintaxis), semánticos (semántica) y
de adecuación contextual (pragmática). Esta
interdependencia determina la naturaleza de
las lenguas naturales frente a otros sistemas
de comunicación; de hecho, el único ámbito
en el que resulta posible la separación de las
tres dimensiones es el ámbito de la reflexión
metalingüística.
Por consiguiente, junto a unidades como
fonema, morfema, sintagma, lexema u ora-
ción es preciso integrar en la descripción del
lenguaje otras unidades y categorías, como
turno e intervención, par adyacente e inter-
cambio, inicio y respuesta, implicatura, pre-
suposición, etc. Su adecuada conceptualiza-
ción resultará necesaria como paso previo pa-
ra el análisis neurolingüístico.
LAS TRES PRAGMÁTICAS
Puesto que la pragmática se encarga de la rea-
lización de acciones simultáneas a la emisión
de intervenciones, es preciso dar cuenta de
todos los elementos que participan en tales
procesos. De ahí la ordenación interna en tres
ámbitos pragmáticos [40] cuya descripción
privilegia respectivamente al hablante (prag-
mática enunciativa), al mensaje (pragmática textual) y al oyente
(pragmática del receptor). En la tabla II mostramos algunas de
las categorías y principios pragmáticos más estudiados.
Es preciso insistir en que todas estas categorías y principios
se dan en el lenguaje de manera simultánea, y que la distinción
de estas tres esferas de indagación no deja de constituir un
reduccionismo, útil pero artificial. El enfoque que presentamos
en los siguientes párrafos se incluye en el marco de la lingüísti-
ca perceptiva [41], que analiza los hechos de lenguaje focali-
zando ciertos aspectos del mismo y utilizando el resto como
fondo explicativo; por ejemplo, en la pragmática enunciativa
consideramos los hechos desde la perspectiva del hablante, pero
se trata evidentemente de un hablante que se dirige a cierto
interlocutor; en la pragmática del texto nuestro análisis presta
atención especial a la organización interna del mensaje, pero sin
perder de vista que es un mensaje transmitido por cierto sujeto a
cierto receptor, etc.
CATEGORÍAS INFERENCIALES
ENUNCIATIVAS: MODOS DE SIGNIFICAR
Como hemos dicho, la pragmática enunciativa se construye en
torno a la teoría de John Austin (1962) y John Searle [42] sobre
los AH; en tales actos es posible distinguir simultáneamente tres
dimensiones (Tabla II).
La dimensión locutiva es, evidentemente, la más arraigada
en el estudio lingüístico tradicional, es decir, el estudio gramati-
cal; obviamente, la transmisión de ciertos signos lingüísticos
con significado es posible por la combinación de fonología,
morfosintaxis y semántica. Pero gran parte de la teoría pragmá-
tica de los años setenta y ochenta se dedicará a la clasificación y
tipología de los actos de habla ilocucionales, lo que supone cen-
trar la investigación en la intención comunicativa del emisor. La
emisión de cada enunciado (acto locutivo) vehicula simultánea-
mente otra acción (acto ilocutivo): lamentaciones, agradecimien-
Tabla I. Categorías y principios pragmáticos.
Pragmática del enunciado Pragmática textual Pragmática del receptor
Categorías Acto de habla Superestructura textual Turno e intervención
Implicatura Conector pragmático Par adyacente
Presuposición/foco Deixis (‘inferencias’ Intercambio
Inferencia trópica textuales fóricas, Secuencia
Sobreentendido correferencia, etc.) Gestión temática
Interjección Tópico/comento
Principios Ilocutividad Coherencia Prioridad
Orientación interactiva Cohesión Predictibilidad
Figura. Modos de significar: gramática y pragmática.
Tabla II. Actos de habla.
Dimensión locutiva
Acto enunciativo Emitir sonidos de la lengua Fonología
Acto proposicional Organizar esos sonidos en Morfosintaxis,
una cadena con significado semántica
Dimensión ilocutiva
Acto ilocutivo Tener cierta intención comunicativa Pragmática
(‘fuerza ilocucional’)
Dimensión perlocutiva
Acto perlocutivo Lograr cierto efecto en el receptor Pragmática
Pragmática
GramáticaExplícito: significado literal
3. DISFASIAS PRIMARIAS
REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S65-S71 S67
tos, aseveraciones, promesas, felicitaciones, desafíos… Estas ac-
ciones, que proyectan sobre la interacción las intenciones co-
municativas de los hablantes, son el tema de interés por exce-
lencia de la pragmática enunciativa.
Al abordar la caracterización neurolingüística de los AH es
preciso ser conscientes de esta diferenciación de niveles, pues
no significa lo mismo decir que cierto hablante tiene alterada la
capacidad de pedir/preguntar/mandar (dimensión ilocutiva del
AH, específicamente pragmática) que decir que ese mismo
hablante tiene alterada la capacidad de construir verbalmente
peticiones, preguntas o mandatos (dimensión locutiva, es decir,
gramatical, del AH). Así, cuando Soroker et al. [43] defienden
la localización de los actos de habla básicos en el hemisferio
izquierdo (‘impairment of the four basic speech acts correlated
significantly with the extent of damage in left perisylvian corti-
cal regions’), se están refiriendo en realidad a la construcción
morfosintáctica de tales actos de habla, es decir, a su dimensión
locutiva, para la que han creado contextos de ocurrencia natural,
pero no a la capacidad ilocucional (‘pragmática’) de realizar
tales acciones; la interacción habitual con hablantes afásicos
demuestra, de hecho, que están capacitados para realizar tales
actos, aunque el déficit lingüístico les obligue en ocasiones a
usar códigos básicamente suprasegmentales o no verbales.
Otro aspecto de interés para el análisis neurolingüístico de
los AH es la indirección. Con cierta frecuencia, el uso real de la
lengua nos presenta situaciones en las que el acto locutivo (la
transmisión de significado según cierta gramática) no coincide
con el acto ilocutivo (la intención comunicativa del hablante),
con lo que hablamos de actos de habla indirectos: por ejemplo,
‘¿tienes hora?’ para significar ‘dime la hora’. En tales casos
decimos que la comunicación no es explícita, sino que se basa
en la inferencia; se trata, en definitiva, de situaciones en las que
afirmamos cierta cosa para significar otra. A partir de las pro-
puestas de Grice en los años cincuenta, podemos sistematizar
los tipos de significado según refleja la figura.
En los siguientes apartados haremos un breve recorrido por
los diferentes tipos de implícito, atendiendo a su caracterización
lingüística.
Implícitos convencionales: las presuposiciones
La presuposición es una categoría de significado inferencial que
manejan los hablantes a partir del uso gramatical; es, por tanto,
la inferencia más próxima al uso explícito, puesto que se trata
de significados con anclaje en el signifi-
cante, es decir, que dependen de las pala-
bras concretas que se pronuncian.
Las presuposiciones son significados
que se asumen como verdaderos al utili-
zar ciertos enunciados; así, ‘lamento que
llueva’ presupone la veracidad de ‘llueve’,
igual que ‘¿cuándo vienes?’presupone ‘vie-
nes’, ‘¿dónde te dieron la mochila?’ presu-
pone ‘te dieron la mochila’, y ‘ha dejado
de nevar’ presupone ‘nevaba’; del mismo
modo, el uso de la conjunción ‘pero’ en
expresiones del tipo de ‘era pobre pero
honrado’ sirve para transmitir la presupo-
sición de cierta incompatibilidad entre
pobreza y honradez.
Las presuposiciones se desencadenan
por el uso de los llamados gatillos (trig-
gers) presuposicionales. En español podemos citar varias cate-
gorías morfosintácticas que activan presuposiciones:
– Las preguntas no polares o pronominales presuponen la ver-
dad de su complemento: ‘¿dónde te vas estas fallas?’ presu-
pone ‘te vas a algún sitio estas fallas’, ‘¿quién ha dibujado
en la pared?’ presupone ‘alguien ha dibujado en la pared’.
– Los verbos de cambio de estado presuponen la veracidad
del complemento: dejar de, empezar a...
– Los verbos factivos también presuponen su complemento:
saber, lamentar...
– Condicionales contrafácticos: ‘si hubieras cogido el paraguas
no estarías empapada’ presupone ‘no cogiste el paraguas’.
En la medida en que la presuposiciones tienen un anclaje direc-
to en el significante, cabría pensar que su manejo depende del
componente semántico; sin embargo, la presuposición constitu-
ye una categoría pragmática porque sirve para que el emisor
organice los distintos planos informativos según sus intereses.
Frente a los significados que el hablante asume como verdade-
ros, sus mensajes explicitan y destacan, como contrapunto, una
categoría pragmática complementaria: el foco. En la sintaxis
enunciativa normal nuestras lenguas identifican los focos me-
diante el énfasis entonativo, pero además existen dislocaciones
sintácticas específicas para focalizar ciertos elementos del
enunciado, como mostramos en la tabla III; una misma emisión
(‘Juan recogió las fotos en casa’) puede asumir como presuposi-
ción informaciones distintas.
No se debe confundir la presuposición con otras informa-
ciones que posee el hablante y que son de naturaleza sociocultu-
ral (supuestos, conocimiento enciclopédico) o de naturaleza
cognitiva. Así, Roth et al, en su propuesta de evaluación prag-
mática infantil [44-45] llaman presuposición a la habilidad del
niño para suponer estados mentales en su interlocutor, algo que
en realidad corresponde a la teoría de la mente y no a una cate-
goría pragmática lingüística.
Dada su vinculación al uso de ciertas palabras concretas, la
presuposición no suele tener un tratamiento específico en la
bibliografía de pragmática clínica; obviamente, al depender del
uso de ciertas palabras, el manejo de las presuposiciones de-
penderá de la habilidad lingüística conservada por el hablante.
Por otro lado, cabe señalar que los procedimientos entonativos
de focalización se muestran claramente alterados en las perso-
nas con disprosodia, un síntoma habitual (pero no exclusivo)
Tabla III.
Expresiones posibles (lo dicho) Presuposición (implícita) Foco
Juan recogió las fotos en casa
Fue Juan quien recogió las fotos en casa ‘Alguien recogió las fotos en casa’ ‘Juan’
Las fotos en casa, las recogió Juan
Juan recogió las fotos en casa
Fueron las fotos lo que Juan recogió en casa ‘Juan recogió algo en casa’ ‘las fotos’
Las fotos, las recogió Juan en casa
Juan recogió las fotos en casa
Fue en casa donde Juan recogió las fotos ‘Juan recogió las fotos en algún lugar’ ‘en casa’
En casa, recogió Juan las fotos
4. B. GALLARDO-PAÚLS
REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S65-S71S68
en las lesiones de HD que no afecta sólo a los aspectos emocio-
nales sino también, como vemos, a la informatividad de los
enunciados.
Implícitos convencionales: los modismos
Las inferencias trópicas o modismos son expresiones idiomáti-
cas que están fijadas en la lengua, es decir, que han sufrido un
proceso que los lingüistas llamamos de lexicalización o grama-
ticalización, ya que son sintagmas que funcionan como una
entidad léxica inseparable. Se trata de grupos de palabras fijos
que cualquier hablante competente conoce y cuyo significado,
por lo general, no se desprende exclusivamente de los significa-
dos aislados de sus palabras constituyentes (es un significado
‘trasladado’). Básicamente diferenciamos entre:
– Locuciones fraseológicas, que funcionan como elementos
oracionales, sin integridad enunciativa; según su valor sin-
táctico pueden ser nominales (‘mosquita muerta’), adjetivas
(‘de rompe y rasga’), adverbiales (‘de tapadillo’), prepositi-
vas (‘gracias a’), clausales (‘como quien oye llover’), etc.
– Enunciados fraseológicos, que pueden funcionar como
enunciados completos; hay dos grupos básicos: a) Paremias
o refranes: ‘las paredes oyen’, ‘en abril, aguas mil’, ‘agua que
no has de beber, déjala correr’; y b) Fórmulas rutinarias que
salpican el discurso con diversas funciones interaccionales:
‘¿qué tal?’, ‘ni hablar’, ‘ya lo creo’.
Estas unidades fraseológicas, como hemos dicho, son parte de
la gramática de una lengua, están lexicalizadas, y por lo tanto,
resulta plausible equiparar su tratamiento semántico al de otras
unidades léxicas (palabras). Un error habitual en la bibliografía
consiste en tratar conjuntamente estas expresiones idiomáticas
(modismos), y el uso figurado [46-48], lo que complica las
investigaciones acerca de la participación hemisférica en su
descodificación; una cosa es la inferencia trópica lexicalizada,
convertida en parte del léxico de una lengua, y otra cosa es el
uso figurado como tal, que un hablante improvisa para cierto
momento discursivo.
Así, para interpretar el significado de las expresiones espa-
ñolas ‘caer chuzos de punta’ o ‘llover a mares’, basta con que
busquemos en un diccionario y aprenderemos esta expresión
como de uso compartido por todos los hablantes de español; sin
embargo, cuando Machado describe metafóricamente el sol
como ‘una lluvia de saetas de oro’, está utilizando un recurso
literario exclusivo y propio, para cuya correcta interpretación no
nos basta con el diccionario; se trata de un tropo no lexicalizado,
es decir, no convencional, y que probablemente no utilice ningún
otro hablante (veremos más adelante que surge por la transgre-
sión de la máxima conversacional de cualidad). El mismo tipo de
significado se maneja en otras inferencias puntuales como la iro-
nía, el sarcasmo, etc. Una diferencia básica entre ambas catego-
rías se relaciona con su comportamiento en la traducción: las
inferencias trópicas rara vez admiten una traducción literal exac-
ta a otra lengua, a diferencia del uso figurado no convencional.
Dada esta caracterización lingüística, podríamos pensar que
los hablantes con problemas semánticos tendrán dificultades
para decodificar los modismos (p. ej., afásicos [49]), mientras
que el uso figurado no convencional puede ser problemático
para aquellos hablantes que muestren alteraciones de tipo prag-
mático (p. ej., hablantes con autismo o síndrome de Williams
[50], o lesionados en HD [51]). De ahí que nos parezca perti-
nente insistir en que no puede agruparse el significado no literal
de los modismos (inferencia trópica) con el significado no lite-
ral que obedece a actos específicos de creatividad verbal (actos
de habla indirectos); como señalan Papagno et al: ‘a problem
with the dichotomy between left and right hemisphere is that it
is based on a sharp distinction between literal and non-literal
language, in which the right hemisphere is viewed as equally
engaged in the processing of all sorts of non-strictly denotative
linguistic materials, including prosodic cues (typically carrying
emotional as well as linguistic information), metaphors, idioms,
proverbs, and different types of speech acts’. Entre esos distin-
tos tipos de material ‘no estrictamente denotativo’ cabe separar,
como venimos diciendo, la inferencia trópica lexicalizada y el
uso figurado que, como veremos enseguida, se fundamenta en
la transgresión de máximas conversacionales.
Implícitos no convencionales: las implicaturas
La implicatura es un tipo de significado inferencial no conven-
cional que ya no se basa en el uso de ciertas palabras, sino en la
aplicación de ciertas normas comunicativas; tienen, por tanto,
un carácter más social que las inferencias presuposicionales y
trópicas.
Como se sabe, estos significados derivan de la aplicación de
cuatro máximas conversacionales que surgen a partir del princi-
pio de cooperación identificado en los años setenta por el filóso-
fo H. Paul Grice. Son máximas que se aplican básicamente a los
intercambios informativos, y que Grice equiparaba a otros posi-
bles intercambios humanos:
– Máxima de la cantidad: ‘no des más ni menos información
de la necesaria’.
– Máxima de la cualidad: ‘no digas aquello de lo que no ten-
gas evidencia o creas falso’.
– Máxima de la manera: ‘sé breve y ordenado, evita la oscuri-
dad y la ambigüedad’.
– Máxima de la pertinencia o de la relevancia: ‘haz contribu-
ciones relevantes, ve al grano’.
Existen dos tipos básicos de implicatura conversacional, que sur-
gen bien por la aplicación de las máximas conversacionales
(hablamos entonces de implicatura generalizada) o bien por su
transgresión (en cuyo caso hablamos de implicatura anómala).
Estas transgresiones son muy frecuentes en la conversación coti-
diana, especialmente las que afectan a la máxima de cualidad y
que podemos englobar en el concepto de indirección, ya mencio-
nado al hablar de los actos de habla. Si nuestro interlocutor entra
en casa levemente mojado y dice ‘llueve un poquito’, la máxima
de la cualidad nos lleva a inferir una implicatura como ‘es cierto
que llueve un poquito’; pero si pronuncia esta misma frase cuan-
do llega a casa completamente mojado, entenderemos que está
hablando irónicamente, y la inferencia será una implicatura anó-
mala del tipo ‘está lloviendo muchísimo, no un poquito, y por eso
está todo mojado’.
Ambos tipos de implicatura suponen un nivel diferente de
complejidad interpretativa, tal y como ya señalara Happé [52] en
sus estudios sobre autismo y teoría de la mente; a partir de la teo-
ría de la relevancia, formulada por Sperber y Wilson [53] como
radicalización de la máxima griceana de pertinencia, esta autora
establece una gradación entre el símil literal, la metáfora y la iro-
nía, ya que su correcta interpretación exige el reconocimiento pre-
vio de intenciones comunicativas (actos ilocutivos) en el interlo-
cutor. La metáfora, así, frente al sentido literal, conllevaría una
metarrepresentación de primer nivel, mientras la ironía supondría
5. DISFASIAS PRIMARIAS
REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S65-S71 S69
una metarrepresentación de segundo nivel, en tanto en cuanto exi-
ge un juicio sobre la pertinencia del símil o de la metáfora. Si con-
sideramos estos recursos en el contexto global del principio de
cooperación (que puede ser entendido como correlato conversa-
cional de la teoría de la mente), reconocemos la diferencia entre
implicatura generalizada (símil literal) y la anómala (a su vez, con
una complejidad creciente entre metaforas, ironías y sarcasmos).
Junto con la ironía, otros recursos estilísticos que surgen de la
violación de la máxima de cualidad son la metáfora, la hipérbole,
o el sarcasmo; estos recursos han sido objeto de interés especial
para los investigadores que diseñan pruebas de evaluación prag-
mática, como el Profile of Communicative Appropriateness [54],
la Right Hemisphere Communication Battery de Gardner et al
[55], la Right Hemisphere Language Battery [56] o la Right He-
misphere Communication Battery de Zaidel et al [57]. Sin embar-
go, no siempre la investigación de la metáfora o el sarcasmo se
enmarca en la esfera de los actos de habla indirectos o la transgre-
sión de las máximas conversacionales.
Cuando una metáfora u otro tipo de tropo se lexicaliza pasa
a formar parte del léxico de una lengua y se convierte, como
hemos visto, en inferencia trópica; en tal caso, los hablantes uti-
lizan la expresión fija como una unidad compacta, sin necesidad
de conocer el significado concreto inicial (podemos usar expre-
siones como ‘coger algo por los pelos’ o ‘a buenas horas, man-
gas verdes’ sin pensar en los marinos que caen al agua ni en el
uniforme de la Guardia Civil). Cuando la bibliografía no tiene
en cuenta el carácter lexicalizado de las metáforas, y trata con-
juntamente las metáforas gramaticalizadas y las que improvisa
un hablante en cierto momento de su discurso, surgen confusio-
nes. Así, en un reciente trabajo de Schmidt et al [58], esta dife-
rencia (implicatura anómala creada por un hablante concreto vs.
inferencia trópica lexicalizada y perteneciente a una gramática)
se plasma recurriendo a la distinción entre ‘metáforas familia-
res’ y ‘no familiares’: ‘the right hemisphere is preferentially in-
volved in the processing of metaphors with the distant semantic
relationships found in unfamiliar metaphors, while the left hemi-
sphere processes the close semantic relationships in familiar
metaphors’. Esas ‘metáforas familiares’ son, obviamente, las
que pertenecen al lexicón de una lengua.
Las implicaturas surgen de un principio cooperativo que no
es exclusivo de la actividad lingüística, sino que caracteriza a la
interacción social de los seres humanos; por eso es posible dise-
ñar pruebas de evaluación de implicaturas que no se basen en su
utilización lingüística, sino visual; así lo proponen Zaidel et al en
su batería del hemisferio derecho, en la que utilizan pinturas
famosas para comprobar su inferencia apropiada por parte de los
sujetos. Los conocidos materiales que presentan fotografías con
elementos erróneos o discordantes son, de hecho, una manera de
trabajar la implicatura de pertinencia en ámbitos no verbales
(aunque cuando estas tarjetas se utilizan como estímulo desenca-
denante, la respuesta del evaluado se produce en código verbal, y
consiste en explicitar la aplicación correcta de la máxima).
Implícitos no convencionales: los sobreentendidos
Existe un último tipo de inferencia, el sobreentendido, que se
describe como no convencional (no depende del uso de ciertas
estructuras lingüísticas) y no conversacional (tampoco surge
por la aplicación de ciertos principios conversacionales). Por el
contrario, se trata de un tipo de inferencias basado exclusiva-
mente en la relación previa que mantienen los interlocutores, lo
que supone que:
– Los sobreentendidos sólo pueden ser interpretados por ha-
blantes que conozcan esa relación previa.
– Los sobreentendidos son indemostrables: nadie puede res-
ponsabilizar a un hablante de los sobreentendidos que des-
encadena su intervención (‘no lo decía en ese sentido’, ‘no
quería dar a entender eso’).
Como ejemplo evidente de esta categoría inferencial podemos
citar un intercambio procedente de Un tranvía llamado deseo,
donde a la pregunta ‘¿qué ocurrió?’, la segunda hablante res-
ponde directamente con un ‘¡qué fácil es para ti echarme la cul-
pa de todo!’. Es evidente que esa idea de culpa no es inferible a
partir de la pregunta ‘¿qué ocurrió?’, y que para llegar a ella la
segunda hablante ha de basarse en elementos no lingüísticos.
En el ámbito de las patologías no es frecuente (ni fácil) eva-
luar este tipo de significados inferenciales, pues son altamente
irregulares e impredecibles, y están muy vinculados a la actitud
psicológica de cada hablante (la suspicacia no deja de ser una
predisposición para interpretar sobreentendidos negativos en el
habla de los demás).
Categorías inferenciales textuales: moralejas y conclusiones
Las inferencias que acabamos de tratar se sitúan en el nivel
enunciativo, son activadas por el emisor en su uso del lenguaje;
pero existen otras inferencias de nivel más complejo que se
basan en la superestructura textual, es decir, en el esquema dis-
cursivo abstracto que tiene cada texto.
En el ámbito de la superestructura argumentativa podemos
citar el silogismo como el ejemplo más evidente de inferencia
textual: cuando alguien nos proporciona dos premisas, tende-
mos a inferir la conclusión sin necesidad de que el hablante la
explicite. Por ejemplo, a la pregunta ‘¿has hablado con Martín?’
nuestra interlocutora responde: ‘lo he llamado y estaba comuni-
cando’; en tal caso deducimos que no ha podido hablar gracias
a un proceso inferencial lógico.
En el ámbito de la superestructura narrativa, las moralejas y
los aspectos evaluativos de la historia son confiados con fre-
cuencia a los procesos inferenciales del receptor, especialmente
en las historias conversacionales; la bibliografía neurolingüísti-
ca ha prestado atención concreta a cómo se procesan estas infe-
rencias textuales en los casos de Alzheimer, o lesión de HI y
HD; tal y como señala Garayzábal-Heinze [59]: ‘Los pacientes
con lesiones del hemisferio derecho tiene grandes dificultades
en realizar inferencias durante la comprensión de historias.
Beeman, Bowden y Gernsbacher (2000) llevaron a cabo un
estudio con lesionados del hemisferio izquierdo y derecho en el
que pretendían evaluar dos tipos de inferencias, las predictivas
(predicen consecuencias posteriores) y las inferencias de cohe-
rencia (resuelven una ruptura de coherencia) durante la com-
prensión de un discurso. Mientras que las últimas son más pro-
bables, por su obligatoriedad en la comprensión de la historia,
las primeras lo son menos y están más condicionadas por facto-
res intrínsecos al receptor y a la propia historia. Los pacientes
con lesión del hemisferio derecho, a pesar de obtener buenas
puntuaciones en los test lingüísticos simples, muestran dificul-
tades en el momento de generar inferencias, lo que les penaliza
cuando deben responder preguntas sobre información inferible
y la conexión entre las diferentes partes del discurso. Parece que
[...] el hemisferio derecho se especializa en mantener la activa-
ción de las relaciones semánticas distantes de las palabras así
como de las múltiples interpretaciones de palabras ambiguas,
6. B. GALLARDO-PAÚLS
REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S65-S71S70
mientras que el hemisferio izquierdo activa asociaciones estre-
chas y una única interpretación de cada palabra’.
La capacidad de inferir un elemento del texto a partir de la
información que está explícita se relaciona con la capacidad de
mantener la coherencia textual (tanto en la emisión como en la
recepción). Schmitter-Edgecombe et al [60] han señalado que
los hablantes con traumatismo craneoencefálico tienen dificul-
tades no sólo con los procesos inferenciales que garantizan la
coherencia de los textos narrativos, sino también con las rela-
ciones de cohesión que conforman también la textualidad de los
enunciados en el nivel sintáctico. Algunas investigaciones dan
protagonismo del HI para las relaciones de conexidad y cohe-
sión (sintácticas) y del HD para las relaciones de coherencia
(inferencias textuales) [61,62]. En el ámbito del trastorno espe-
cífico del lenguaje (TEL), Bishop y Adams [63] han estudiado
el tratamiento de las inferencias narrativas en niños con TEL,
prestando atención a los grupos de predominio gramatical y de
predominio semántico-pragmático, y concluyen que estos últi-
mos tienen más dificultad.
Inferencias culturales: los supuestos
El uso del lenguaje puede activar otro tipo de inferencias basa-
das en el conocimiento enciclopédico de los hablantes, es decir,
su bagaje cultural general. Por ejemplo, al denominar ‘dos rom-
bos’ a un programa de televisión sobre temas sexuales, se activa
una inferencia de este tipo, ya que es necesario conocer el siste-
ma de catalogación de la censura franquista para saber que los
programas ‘no tolerados para menores’ se marcaban con dos
rombos en la esquina superior de la pantalla. En este caso tene-
mos un sobreentendido cultural, un supuesto.
CONCLUSIONES
El repaso de las diferentes categorías inferenciales pone de
manifiesto, una vez más, la naturaleza inseparable de pragmáti-
ca y gramática; para poder evaluar y rehabilitar el dominio
pragmático de un hablante aquejado por alguna patología lin-
güística, resulta indispensable que el profesional implicado
conozca cuáles son los distintos tipos de inferencias que puede
manejar ese hablante, y cuál es la naturaleza lingüística de las
mismas, a fin de no confundirlas y saber en cada caso qué es lo
que está evaluando. En este trabajo hemos pretendido una pre-
sentación clara y sencilla de estas categorías, tanto en el nivel
enunciativo (presuposiciones e inferencias trópicas, implicatu-
ras y sobreentendidos) como en el nivel textual (inferencias ar-
gumentativas y narrativas).
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