1. La moralidad de un acto depende del objeto, el fin y las circunstancias del acto.
2. Las pasiones son moralmente buenas cuando contribuyen a una acción buena, y malas si empujan a obrar mal.
3. Para dominar las pasiones y actuar moralmente, es necesario siempre tener presente a Dios y pedir su ayuda.
- EL HOMBRE Y LA SOCIEDAD,
- LA SICOLOGIA HUMANA,
- LA SICOLOGIA DEL ORO.
Divino Mensaje para el mundo terrestre; para su comprensión mental; porque éste vive apegado a los placeres de la vida, de la cual se espera que una vez más comprenda, cómo el Creador se manifiesta, al mundo de la prueba o mundo de carne.-
Escribe
EL ÁNGEL Y E LIBRITO
Divino Mensaje para el mundo terrestre; para su comprensión mental; porque éste vive apegado a los placeres de la vida, de la cual se espera que una vez más comprenda, cómo el Creador se manifiesta, al mundo de la prueba o mundo de carne.-
Pythagoras - forjando un hombre nuevo (por: carlitosrangel)Carlos Rangel
(jun.2013) Reflexiones de Pythágoras, el gran Maestro de Samos -Grecia-, a quien le debemos mucho más que relaciones numéricas, pues su verdadera atención estaba en las relaciones humanas, en la relación con uno mismo, en la relación con la vida…
Producción original: Carlos Rangel
- EL HOMBRE Y LA SOCIEDAD,
- LA SICOLOGIA HUMANA,
- LA SICOLOGIA DEL ORO.
Divino Mensaje para el mundo terrestre; para su comprensión mental; porque éste vive apegado a los placeres de la vida, de la cual se espera que una vez más comprenda, cómo el Creador se manifiesta, al mundo de la prueba o mundo de carne.-
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EL ÁNGEL Y E LIBRITO
Divino Mensaje para el mundo terrestre; para su comprensión mental; porque éste vive apegado a los placeres de la vida, de la cual se espera que una vez más comprenda, cómo el Creador se manifiesta, al mundo de la prueba o mundo de carne.-
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La ética kantiana es una teoría ética deontológica formulada por el filósofo Immanuel Kant. Desarrollada como producto del racionalismo ilustrado, está basada en la postura que la única cosa intrínsecamente buena es una buena voluntad; por lo tanto una acción solo puede ser buena si su máxima obedece a la ley moral. Central a la construcción kantiana de la ley moral es el imperativo categórico, que actúa sobre todas las personas, sin importar sus intereses o deseos. Kant lo formuló de varias maneras. Su principio de universalidad requiere que, para que una acción sea permisible, debe ser posible aplicarla a todas las personas sin resultar contradictoria.
20 Respuestas a las interrogantes más comunes acerca de la libertad humana, su moralidad y el papel de la conciencia, desde el punto de vista cristiano.
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Fuente: Emeric Amyot d'Inville, C.M. "Anunciar la Buena Nueva de la Salvación siguiendo las huellas de San Vicente", Vincentiana: Vol. 41: No. 4, Artículo 7.
A. ¿Qué es la soledad?
• En el Antiguo Testamento la palabra hebrea que más se utiliza para “solitario” es shamem, que significa “desolado”.
• En el Nuevo Testamento la palabra griega eremos significa “lugares desiertos”.
• La soledad es el estado emocional de tristeza causado por sentirse solo, aislado o alejado de los demás.
• Una persona puede sentir la falta de cercanía con otros aún cuando estén en su presencia.
• David exclamó al Señor en tiempo de soledad:
“Mírame, y ten misericordia de mí, porque estoy solo y afligido”.
(Salmos 25:16)
B. ¿Qué significa estar solo?
• En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea que se traduce solo es badad, que significa “estar con uno mismo”.
• En el Nuevo Testamento, la palabra griega monos denota “sin compañía, solo, solitario”.
• Estar solo es la condición de estar sin compañía, separado de otros.
• Con frecuencia, Jesús buscó estar a solas. Se apartaba de los demás para poder tener comunión con el Padre.
“Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo”.
(Mateo 14:23)
C. ¿Cuál es la diferencia entre estar a solas y sentir soledad?
• La soledad se refiere al estado emocional (por sentirse rechazado y desolado).
• Estar a solas se refiere al estado físico (el estado de estar separado de los demás).
• La soledad generalmente es una experiencia negativa (que va acompañada de un sentimiento de desesperanza).
• Estar a solas puede ser una experiencia positiva (convirtiéndola en un momento de creatividad y comunión con el Señor).
D. Ejemplos bíblicos de soledad
DAVID EXPERIMENTÓ SOLEDAD POR EL RECHAZO.
“Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer;
No tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida”.
(Salmos 142:4)
JOB EXPERIMENTÓ SOLEDAD POR SUS AMIGOS DESLEALES.
“El atribulado es consolado por su compañero; aun aquel que abandona el temor del Omnipotente. Pero mis hermanos me traicionaron como un torrente; pasan como corrientes impetuosas”.
(Job 6:14–15)
ELÍAS EXPERIMENTÓ SOLEDAD PORQUE TEMIÓ LA IRA DE DIOS.
“Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres”.
(1 Reyes 19:3–4)
E. Ejemplos bíblicos de estar solo
PABLO ESTUVO SOLO CUANDO SUS AMIGOS LO ABANDONARON.
“En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león”.
(2 Timoteo 4:16–17)
JOB ESTUVO SOLO CUANDO
Esta guía es una ayuda para hacer por tu cuenta el retiro mensual, allí dónde te encuentres, especialmente en caso de dificultad de asistir en el oratorio o iglesia donde habitualmente nos reunimos para orar.
Diseña una experiencia de aprendizaje sobre lectura y escritura como
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La experiencia se debe planear en el formato 1 y luego, se socializa en
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La categoría singular del hombre -que le distingue y eleva por encima de los otros seres de la creación visible- radica en que está dotado de inteligencia y voluntad -creado a imagen y semejanza de Dios-, con libertad para tomar decisiones. Pero, siendo criatura, su libertad debe estar armonizada con la de Dios y con la de sus semejantes. Esto es lo que hacen los mandamientos, que son caminos de la libertad, poniendo orden en el ejercicio de la libertad criatural de modo que sea verdadera libertad, armonizada y concertada con la libertad de los demás. En consecuencia, si hay un mandamiento legítimo el hombre tiene la obligación de cumplirlo y no es moralmente libre, aunque tendrá libertad psicológica y física; si no existe mandamiento, es muy libre de tomar la decisión que quiera. Así, el hombre tiene que educar su libertad para utilizarla correctamente; es decir, tiene que obrar como hombre ejercitando la inteligencia y la voluntad, pero referidas a una norma objetiva y trascendente que dirige y regula su conducta. La moralidad, pues, es una cualidad del acto humano libremente ejercido; y será positiva -buena- si se ajusta a la norma que lo ordena como ser racional; será negativa -mala-, si actúa irracionalmente en contra de la norma.
En la experiencia más elemental del ser humano se produce un fenómeno que conviene señalar: sabe que obra bien o que obra mal, que sus acciones son buenas o malas. ¿Cómo lo sabe? Se lo dice la conciencia, esa voz interior que avisa: Hay que hacer el bien y evitar el mal. Pero la conciencia no hace más que traducir la convicción previa de que tenemos grabada en lo profundo una ley, a la que debemos someternos; de modo que, si obramos de acuerdo con ella, obramos bien; y si la contradecimos, obramos mal. Con el fin de tener a mano un criterio claro y sencillo, los autores consideran que la moralidad depende del objeto, el fin y las circunstancias: a) El objeto elegido , que es aquel bien hacia el que tiende la voluntad, pudiendo decirse que es la materia del acto humano. Y es que hay cosas que son buenas por sí mismas y cosas que son malas de suyo, es decir, siempre. Por ejemplo, quitar la vida a un inocente siempre será un crimen, aunque se quiera disimular con eufemismos hipócritas; por el contrario, adorar a Dios es un acto bueno en sí mismo. b) El fin o la intención del acto puede modificar la moralidad, porque la acción buena en sí pero realizada con mala intención, pervierte aquella acción y la convierte en mala, como sentencia el principio que dice: "El fin no justifica los medios". c) Las circunstancias , por último, también influyen en la moralidad agravando o disminuyendo la cualidad buena o mala de un acto; y afirmando con claridad que lo que es malo no puede volverse bueno, sean cuales sean las circunstancias. Por tanto, para que un acto sea moralmente bueno es preciso que sea bueno el objeto, el fin y las circunstancias; si es mala alguna de estas tres cosas, el acto es malo. Erraría, pues, quien juzgase de la moralidad de los actos humanos considerando sólo la intención que los inspira , o las circunstancias (ambiente, presión social, coacción o necesidad de obrar, etc.). Hay actos que -por sí y en sí, independientemente de las circunstancias y de la intención- son gravemente ilícitos por razón de su objeto; por eso la moral afirma rotundamente que nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien.
En el ser humano anida una serie de impulsos, tendencias, afectos y sentimientos, que se conocen con el término "pasiones", reconocidas como fuerzas que Dios ha puesto en la naturaleza y que nos mueven a obrar. Consiguientemente al pecado esas fuerzas están desordenadas y provocan tensión en el hombre, pero es indudable su utilidad si se logra controlarlas. Son como el agua embalsada: represada y encauzada es fuente de vida y de energía; si se rompe la presa, provoca la catástrofe. El amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la ira, son las pasiones principales. Las pasiones de por sí no son buenas ni malas, pero lo son en la medida en que dependen de la razón y de la voluntad e impulsan a obrar el bien o el mal. Luego las pasiones son moralmente buenas cuando contribuyen a una acción buena, y son moralmente malas si empujan a obrar mal. Las pasiones pueden ser asumidas en las virtudes o pervertidas en los vicios .
No es fácil dominar las pasiones sometiéndolas a la razón con una libertad fuerte y ordenada pero es necesario, si queremos vivir con la dignidad que comporta la condición humana y sobre todo la dignidad de cristianos, que se saben hijos de Dios. Hace falta querer y luchar, y se necesita ante todo la gracia de Dios, que el Espíritu Santo proporciona en abundancia a los que la piden. Así es posible conseguir que nuestro comportamiento -los actos todos- sean bueno porque el objeto, el fin y las circunstancias sean buenos, a pesar de las pasiones; o mejor, dominando las pasiones, y no dejándonos arrastrar por ellas. Una recomendación de San Agustín -recogida en el Concilio de Trento- nos puede alentar en la lucha contra las pasiones para aprovecharlas en la dirección de la Providencia: "Dios no manda cosas imposibles sino que, cuando manda algo, te advierte que hagas lo que puedas, que pidas lo que no puedas, y te ayudará para que puedas". Entonces el Espíritu Santo ayuda para que todo nuestro ser -incluidos dolores, temores y tristezas, como aparece en la agonía y pasión de Cristo- sean para Dios. Cuando se vive en Cristo, los sentimientos humanos pueden alcanzar su consumación en la caridad.