5. ACTOS DEL HOMBRE
Carecen de conciencia o de libertad o de ambas
cosas, un ejemplo claro es por ejemplo la digestión,
la respiración, etc. Los actos del hombre sólo
pertenecen al hombre porque él los ha ejecutado,
pero no son propiamente humanos porque su
origen no está en el hombre en cuanto a hombre,
sino en cuanto a animal. Estos actos carecen de
moral (son amorales) por lo tanto no pueden
juzgarse desde el punto de vista moral como
buenos o malos, si pueden juzgarse como buenos o
malos pero desde otro punto de vista, como por
ejemplo el fisiológico.
6.
7. CLASIFICACIÓN DE LOS ACTOS HUMANOS
INTERNO: solamente en el interior de la persona, con las facultades internas: pensamiento, deseo,
imaginación.
EXTERNO: Si se realiza con las facultades exteriores, puede ser percibido por otros: curar un enfermo.
NATURAL: El que se puede realizar solo con las posibilidades humanas sin auxilio de la gracia: caminar, trabajar,
estudiar.
SOBRENATURAL: Requiere el auxilio de la gracia: fe teologal.
VÁLIDO: Reúne todas las condiciones requeridas para producir determinados efectos: ej. Matrimonio válido.
INVÁLIDO: No reúne las condiciones requeridas y no produce los efectos intentados: Un matrimonio sin mutuo
consentimiento de los contrayentes.
8. BUENO: Por su naturaleza es ordenable a Dios: ej. Un acto de caridad con el prójimo.
MALO: Por su naturaleza no puede ser ordenable a Dios: ej: quitar la vida a un inocente.
INDIFERENTE: Del cual no se puede afirmar por sí mismo que sea bueno o malo, aunque en concreto, según la
intención, todos los actos humanos son buenos o malos.
LÍCITO: Si está autorizado por la ley natural, por la ley divina o por cualquier otra ley positiva legítima: Ej:
celebrar la Eucaristía diariamente.
ILÍCITO: Si el acto está prohibido o no autorizado por una ley positiva: Ej: celebrar varias veces la Eucaristía sin
razón pastoral alguna.
PERFECTO: Es el acto que se realiza con plena advertencia y pleno consentimiento, es decir, con pleno dominio
de la libertad.
IMPERFECTO: Es el acto que se realiza sin plena advertencia o sin pleno consentimiento. Ej: Cuando quien lo
realiza está semidormido o lo hace por una coacción externa.
9. LA ADVERTENCIA
Es el acto por el cual el entendimiento percibe lo
que la persona va a realizar o está realizando, es
decir, se da cuenta de lo que hizo, va a hacer o
está haciendo.
10. TIPOS DE ADVERTENCIA:
Esta advertencia es plena si se advierte totalmente la acción con todos sus
elementos e implicaciones, incluso la relación con el orden moral. La advertencia
que reúne estas condiciones se llama también perfecta; de lo contrario sería una
advertencia imperfecta.
La advertencia se llama distinta, si la acción se advierte con toda claridad, con sus
elementos, su bondad o malicia; de lo contrario sería una advertencia confusa.
La advertencia es antecedente si el sujeto se da cuenta de la acción, de sus
elementos e implicaciones antes de realizarla.
Es consiguiente si solamente se da cuenta de ello después de realizada la acción.
Hay también advertencia concomitante, que es la que se tiene al mismo tiempo
que la acción se está realizando; en cuanto a sus efectos se equipara a la
antecedente.
11. PRINCIPIOS DE LA ADVERTENCIA:
- Para que haya responsabilidad moral se requiere indispensablemente
que el sujeto advierta el acto psicológicamente considerado, es decir,
que se dé cuenta de lo que está haciendo o lo que va a hacer y que,
además, advierta también la relación de ese acto en el orden moral, si
es moralmente bueno o moralmente malo, lícito o ilícito.
- La responsabilidad del sujeto en relación con el acto será mayor o
menor según el grado de advertencia que haya tenido al realizarlo.
- La advertencia consiguiente o consecuente no afecta para nada
moralmente una acción. Solamente la afectan los elementos que se
advierten al ejecutarla, no los que inculpablemente no se alcanzó a
advertir.
12. LA VOLUNTAD
El ejercicio de la voluntad comunica al acto su condición de
voluntario. Santo Tomás de Aquino define así el acto voluntario: “El
que procede de un principio intrínseco con conocimiento de fin”
13. EL ACTO VOLUNTARIO PUEDE SER:
DIRECTO: si la voluntad se dirige a ese acto como tal. Ej: quien quiere
ingerir licor porque le gusta.
INDIRECTO: Si la voluntad no se dirige a ese acto como tal, sino al
efecto que ha de producir; por ejemplo, quien ingiere una medicina no
porque le agrade sino para recobrar la salud. Recibe también el nombre
de voluntario en su causa.
14. EL ACTO VOLUNTARIO INDIRECTO
El acto voluntario indirecto se da cuando al realizar una acción, además del efecto
que se persigue de modo directo con ella, se sigue otro efecto adicional, que no se
pretende sino sólo se tolera por venir unido al primero (por ejemplo, el militar que
bombardea una ciudad enemiga, a sabiendas de que morirán muchos inocentes:
quiere directamente destruir al enemigo -voluntario directo-, y tolera la muerte de
inocentes -voluntario indirecto-).
Es un acto, por tanto, del que se sigue un efecto bueno y otro malo, y por eso se le
llama también voluntario de doble efecto.
Es importante percatarse de que no es un acto hecho con doble fin (por ejemplo,
robar al rico para darle al pobre), sino un acto del que se siguen dos efectos: doble
efecto, no doble fin.
"Robin Hood" o "Chucho el Roto" realizan acciones con doble fin: el fin inmediato
es robar al rico, el fin mediato es darle ese dinero a los pobres. No es una acción de
doble efecto, sino una acción con un fin propio y un fin ulterior.
15. • Hay casos en que es lícito realizar acciones en que, junto a un efecto bueno
se seguirá otro malo. Para que sea lícito realizar una acción de la que se
siguen dos efectos, bueno uno (voluntario directo) y malo el otro
(voluntario indirecto), es necesario que se reúnan determinadas
condiciones:
• 1. Que la acción sea buena en sí misma, o al menos indiferente.
• Así, nunca es lícito realizar acciones malas (por ejemplo, mentir, jurar en
falso, etc.), aunque con ellas se alcanzaran óptimos efectos, ya que el fin
nunca justifica los medios, y por tanto no se puede hacer el mal para
obtener un bien.
• Para saber si la acción es buena o indiferente habrá que atender a su
objeto, fin y circunstancias.
16. • 3. Que uno se proponga el fin bueno, es decir, el resultado del efecto
bueno, y no el malo, que solamente se tolera.
• Si se intentara el fin malo, aunque fuera a través del bueno, la acción sería
inmoral, por la perversidad de la intención. El fin malo sólo se tolera, por
ser imposible separarlo del bueno, con disgusto o desagrado.
• Ni siquiera es lícito intentar los dos efectos, sino únicamente el bueno,
permitiendo el malo solamente por su absoluta inseparabilidad del
primero (por ejemplo, el empleado que amenazado de muerte da el dinero
a los asaltantes, ha de tener como fin salvar su vida, y no que le roben al
patrón). Aun teniendo los dos fines a la vez, el acto sería inmoral.
17. 4. Que haya un motivo proporcionado para permitir el efecto malo.
Porque el efecto malo -aunque vaya junto con el bueno y se le permita
sólo de modo indirecto- es siempre materialmente malo, y el pecado
material -en el que no existe voluntariedad de pecar- no se puede
permitir sin causa proporcionada.
No sería lícito, por ejemplo, que para conseguir un pequeño arsenal de
municiones del ejército enemigo haya que arrasar a todo un pueblo: el
motivo no es proporcionado al efecto malo.
18. POSITIVO: si se trata de un acto voluntariamente realizado o aceptado.
NEGATIVO: Si se trata de un acto voluntariamente omitido o rechazado.
EXPLÍCITO O EXPRESO: si el acto se da a conocer externamente por medio de las palabras u
otros signos.
IMPLÍCITO O TÁCITO: si el acto no se manifiesta, sino que está incluido en otro acto.
ACTUAL: si la voluntad está obrando al mismo tiempo que se realiza el acto.
VIRTUAL: Si la voluntad se tuvo antes de realizar el acto y de alguna manera sigue
influyendo en él.
HABITUAL: Si la voluntad se tuvo antes del acto y ya no influye en él. Se trata de los actos
que se realizan por fuerza de la costumbre, sin conciencia de lo que se está haciendo.
19.
20. El ser humano por su inteligencia espiritual, capta los
bienes que le rodean, los valora, y tiende a ellos o los
rechaza. Su comportamiento no es una respuesta
meramente instintiva a la atracción o repulsión, sino
que obra con dominio y señorío; en esto consiste la
libertad, que es también poder obrar o no obrar, hacer
una cosa u otra. Ese poder está redicado en la razón y
en la voluntad; es poder ejecutar por sí mismo acciones
deliberadas.
21. La libertad es fuerza de crecimiento y maduración en la verdad y en la
bondad; alcanza la perfección cuando está ordenada a Dios. Implica la
posibilidad de elegir entre el bien y el mal, de crecer en la perfección, o
de flaquear y pecar. Caracteriza los actos propiamente humanos.
No hay verdadera libertad sino en el servicio al bien y a la justicia. En la
medida en que la persona hace el bien se hace más libre. La elección
del mal es abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado.
(Rm 6,17)
22.
23. LA LIBERTAD, PRESUPUESTO DEL ORDEN MORAL
Solamente se puede hablar de acción moral cuando la persona es libre
para obrar. El ámbito de lo moral coincide con el ámbito de la voluntad
libre; fuera de este ámbito no hay moralidad. Pretender negar a la
persona humana la libertad equivale a pretender quitarle su carácter
de ser moral.
24. Condición importante de la libertad es el que no haya
coacción interna alguna, es decir, que la voluntad no esté
movida u obligada por una fuerza interior ni exterior. En este
sentido es preciso tener en cuenta que la coacción o violencia
externa puede, en cierta forma, obligar a realizar el acto
externo, o impedirlo, pero no puede forzar el querer interno
del sujeto.
25. La libertad ha sido dada a la persona como un germen que
debe crecer. El alcance real de esa libertad puede tener
variada intensidad y profundidad. Puede ser reducida por la
herencia biológica o psíquica, por el ambiente o por la propia
historia. Crece cuando la persona emplea toda su
potencialidad en hacer el bien.
La libertad puede dominar las pasiones, y también las
pasiones pueden dominar a la libertad.
26. Un prerrequisito para la libertad moral es el
conocimiento del bien. Donde no hay conocimiento no
hay libertad; por tanto, tampoco hay responsabilidad.
Cuanto mayor y más profundo es el conocimiento,
tanto mayor es la responsabilidad.
27. La libertad necesita ser educada; mejor, el ser humano
necesita ser educado para la libertad. En la educación de la
libertad entra la educación de la conciencia. Se debe hacer de
tal manera que la persona, mientras educa su libertad, esté
libre de toda coacción. Siempre se debe tener como objetivo
el que la persona ejercite en una capacidad de espontánea
decisión
28.
29.
30. EXISTENCIA DE UN ORDEN MORAL OBJETIVO
Existe un orden moral objetivo, es decir, hay acciones que por su misma
naturaleza son buenas o malas, independientemente de todo acto de
voluntad divina o humana que quiera darles ese carácter de buenas o
malas. (Contra errores del positivismo y el nominalismo).
31. EXTENSIÓN DE LA MORALIDAD
La moralidad se extiende a todos los actos realizados consciente y
libremente por el ser humano. La bondad o malicia de los actos deliberados
afecta, en primer lugar, el acto interno, pues es en el interior de la persona
donde se dan los procesos del entendimiento, deliberación y decisión. Pero
de ordinario la realización externa del acto aumenta la bondad o malicia del
acto interno correspondiente, especialmente por estas razones:
- Por la mayor intensidad de la voluntad en la realización del acto externo.
- Por la mayor duración del acto interno al prolongarse al externo.
- Por la repetición y multiplicación del acto interno en la realización del
externo
- Por las consecuencias del acto externo, tales como la ejemplaridad o el
escándalo, los beneficios o daños causados, sea a la misma persona que los
realiza, o sea a otras personas.
32. FUENTES DE LA MORALIDAD
El acto humano no es una estructura simple, sino integrada por elementos
diversos. ¿En cuáles de ellos estriba la moralidad de la acción? La pregunta
anterior, clave para el estudio de la ciencia moral, se responde diciendo que,
en el juicio sobre la bondad o maldad de un acto, es preciso considerar:
a) el objeto del acto en sí mismo,
b) las circunstancias que lo rodean, y
c) la finalidad que el sujeto se propone con ese acto.
Para dictaminar la moralidad de cualquier acción, hay que reflexionar antes
sobre estos tres aspectos.
33.
34. El objeto constituye el dato fundamental: es la acción misma del sujeto,
pero tomada bajo su consideración moral.
Nótese que el objeto no es el acto sin más, sino que es el acto de
acuerdo a su calificativo moral. Un mismo acto físico puede tener
objetos muy diversos, como se aprecia en los ejemplos siguientes:
35. La moralidad de un acto depende principalmente del objeto: si el objeto es
malo, el acto ser necesariamente malo; si el objeto es bueno, el acto ser
bueno si lo son las circunstancias y la finalidad.
Por ejemplo, nunca es lícito blasfemar, perjurar, calumniar, etc., por más
que las circunstancias o la finalidad sean muy buenas.
Si el objeto del acto no tiene en sí mismo moralidad alguna (p. ej., pasear),
la recibe de la finalidad que se intente (p. ej., para descansar y conservar la
salud), o de las circunstancias que lo acompañan (p. ej., con una mala
compañía).
La Teología Moral enseña que, aun cuando pueden darse objetos morales
indiferentes en sí mismos ni buenos ni malos, sin embargo, en la práctica no
existen acciones indiferentes (su calificativo moral procede en este caso del
fin o de las circunstancias). De ahí que en concreto toda acción o es buena o
es mala.
36. LAS CIRCUNSTANCIAS
para que una acción concreta sea buena, debe realizarse siempre,
teniendo en cuenta las circunstancias: el tiempo debido, el lugar
adecuado, la persona que corresponde, etc. Recordemos simplemente
que no sólo hay que hacer el bien, sino que hay que hacerlo bien.
Las circunstancias (circum-stare = hallarse alrededor) son diversos
factores o modificaciones que afectan al acto humano. Se pueden
considerar en concreto las siguientes (cfr. S. Th. I-II, q. 7, a. 3):
37. 1) quién realiza la acción (p. ej., peca más gravemente quien teniendo autoridad da
mal ejemplo);
2) las consecuencias o efectos que se siguen de la acción (un leve descuido del
médico puede ocasionar la muerte del paciente);
3) qué cosa: designa la cualidad de un objeto (p. ej., el robo de una cosa sagrada) o
su cantidad (p. ej., el monto de lo robado);
4) dónde: el lugar donde se realiza la acción (p. ej., un pecado cometido en público
es más grave, por el escándalo que supone);
5) con qué medios se realizó la acción (p. ej., si hubo fraude o engaño, o si se utilizó
la violencia);
6) el modo como se realizó el acto (p. ej., rezar con atención o distraídamente,
castigar a los hijos con exceso de crueldad);
7) cuándo se realizó la acción, ya que en ocasiones el tiempo influye en la
moralidad (p. ej., comer carne en día de vigilia).
38. Hay circunstancias que atenúan la moralidad del acto, circunstancias
que la agravan y, finalmente, circunstancias que añaden otras
connotaciones morales a ese acto. Por ejemplo, actuar a impulso de
una pasión puede -según los casos- atenuar o agravar la culpabilidad.
Insultar es siempre malo: pero insultar a un semejante es mucho
menos grave que insultar a una persona enferma.
Es claro que en el examen de los actos morales sólo deben tenerse en
cuenta aquellas circunstancias que posean un influjo moral. Así, p. ej.,
en el caso del robo, da lo mismo que haya sido en martes o en jueves,
etc.
39. 1) Circunstancias que añaden connotación moral al pecado, haciendo que en un
solo acto se cometan dos o más pecados específicamente distintos (p. ej., el que
roba un cáliz bendecido comete dos pecados: hurto y sacrilegio). La circunstancia
que añade nueva connotación moral es la circunstancia “qué cosa”, en este caso la
cualidad del cáliz, que estaba consagrado (de robo se muda en robo y en
sacrilegio).
2) Circunstancias que cambian la especie teológica del pecado haciendo que un
pecado pase de mortal a venial o al contrario (p. ej., el monto de lo robado indica si
un pecado es venial o mortal).
3) Circunstancias que agravan o disminuyen el pecado sin cambiar su especie (p. ej.,
es más grave dar mal ejemplo a los niños que a los adultos; es menos grave la
ofensa que procede de un brote repentino de ira al hacer deporte, etc.).
40. EL FIN
Para que una acción sea buena se requiere que esté rectamente orientada. El
fin de la acción es lo que generalmente denominamos la “intención” del
acto. Podemos identificarla en nuestros actos preguntándonos por el “¿para
qué realizamos cuanto estamos realizando?”.
La intención es un elemento fundamental en la calificación moral del acto
hasta el punto tal que, en gran parte de los casos, según sea el fin (bueno o
malo) tal será la cualificación moral de toda la acción. Es más, hemos de
decir que tiene tal importancia en la vida moral, que de la determinación
objetiva del Fin Ultimo, cada hombre recibirá una impronta o información de
todos los actos de su vida: “aquello en lo que uno descansa como en su fin
último, domina el afecto del hombre, porque de ello toma las reglas para
toda su vida”.
41. La finalidad es la intención
que tiene el hombre al
realizar un acto, y puede
coincidir o no con el objeto
de la acción.
No coincide, p. ej., cuando
camino por el campo
(objeto) para recuperar la
salud (fin). Si coincide, en
cambio, en aquel que se
emborracha (objeto) con el
deseo de emborracharse
(fin).
42. En relación a la moralidad, el fin
del que actúa puede influir de
modos diversos:
a) si el fin es bueno, agrega al acto
bueno una nueva bondad (p. ej.,
oír Misa -objeto bueno- en
reparación por los pecados -fin
bueno-);
b) si el fin es malo, vicia por
completo la bondad de un acto (p.
ej., ir a Misa -objeto bueno- sólo
para criticar a los asistentes -fin
malo-);
43. c) cuando el acto es de suyo indiferente el fin
lo convierte en bueno o en malo (p. ej.,
pasear frente al banco -objeto indiferente-
para preparar el próximo robo -fin malo-);
d) si el fin es malo, agrega una nueva malicia
a un acto de suyo malo (p. ej., robar -objeto
malo- para después embriagarse -fin malo-);
e) el fin bueno del que actúa nunca puede
convertir en buena una acción de suyo mala.
Dice San Pablo: no deben hacerse cosas
malas para que resulten bienes (cfr. Rom.
8,3); (p. ej., no se puede jurar en falso -objeto
malo- para salvar a un inocente -fin bueno-, o
dar muerte a alguien para liberarlo de sus
dolores, o robar al rico para dar a los pobres,
etc.).
44. El principio básico para juzgar la moralidad es el siguiente:
Para que una acción sea buena, es necesario que lo sean sus tres elementos:
objeto bueno, fin bueno y circunstancias buenas; para que el acto sea malo,
basta que lo sea cualquiera de sus elementos (“bonum ex integra causa,
malum ex quocumque defectu”: el bien nace de la rectitud total; el mal nace
de un sólo defecto; S. Th., I-II, q. 18, a. 4, ad. 3).
La razón es clara: estos tres elementos forman una unidad indisoluble en el
acto humano, y aunque uno solo de ellos sea contrario a la ley divina, si la
voluntad obra a pesar de esta oposición, el acto es moralmente malo.
45.
46. La opción fundamental es la primera expresión del comportamiento
humano responsable. La opción fundamental (orientación o sentido
que se le da a la existencia) es una decisión, que brota del centro de la
personalidad, del corazón del hombre, como núcleo de su
personalidad. Es una decisión fundamental, que condiciona, como
intención básica, todos los demás actos. Es decir, la opción
fundamental es la intención nuclear, que se desarrolla a través de los
actos morales concretos.
47. Subyace a la opción fundamental una concepción según la cual la
persona humana es dinámica, posee capacidad de tomar decisiones. La
vida humana es elegida y vocacionada, por tanto, “opción” pertenece
al mundo de la elección, entre diversas alternativas, y de la decisión,
en cuanto que el sujeto queda implicado en la alternativa elegida.
48. La opción fundamental se refiere al conjunto de toda la existencia. Es
una decisión de tal densidad que abarca totalmente a la persona,
dando orientación y sentido a toda su vida. Toda la vida moral es
juzgada desde la profundidad de dicha opción.
49. La decisión moral brota del núcleo autónomo de la personal.
Únicamente tiene sentido una decisión ética cuando es responsable, es
decir, cuando es una respuesta del yo ante las exigencias de su propia
realización. En este sentido la opción del sujeto puede ser una decisión
fundamental de entrega, de fe, de aceptar al otro, o de clausura, hacer
su propia historia, endiosamiento, egoísmo, soberbia. Se trata de dos
curvas existenciales desde las cuales el sujeto determina el horizonte
de su realización humana.
50. La decisión moral se expresa a través de opciones y actitudes. La
actitud en términos psicológicos se refiere a las disposiciones
habituales y adquiridas para reaccionar de cierta forma ante
situaciones, personas u objetos de su alrededor. Las actitudes son las
disposiciones adquiridas y habituales (fidelidad, gratuidad, justicia,
servicio, sinceridad, solidaridad...), que posibilitan formas peculiares y
coherentes de respuesta personal ante las diversas situaciones de la
existencia humana; ejercen su función de nexo entre la opción
fundamental y los actos concretos.
51. Finalmente el acto moral es la manifestación
de la opción y de la actitud. Los actos serán
responsables (buenos o malos) en la medida
que participen de la opción fundamental.
Los actos de la persona tienen sentido a
través de esta decisión fundamental. Ellos
manifiestan el enraizamiento existencial de
la opción fundamental, a la vez que
contribuyen a su configuración, desarrollo,
consolidación, debilitamiento o
modificación. Ellos son el criterio normal
para evaluar la consistencia e intensidad de
la opción fundamental.
52. En la perspectiva cristiana dicha opción fundamental u orientación de la
dirección de toda la vida se encontraría en el amor a Dios manifestado en el
amor al prójimo. “... Cuando Dios se ofrece al hombre como el verdadero
contenido de su realización, y cuando el hombre libremente se decide a
acogerse a ese ámbito de referencia, entonces tiene lugar la “gracia” de la
opción cristiana”. Por tanto, la opción cristiana es la verificación de la
experiencia paulina: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20). En
este sentido la opción fundamental es la aceptación radical de Cristo como
un alguien, que “condiciona” nuclearmente la comprensión y la realización
de la existencia personal. En síntesis, la opción fundamental cristiana
constituye la decisión nuclear del existir cristiano y los comportamientos o
decisiones singulares son “mediaciones” de la opción fundamental.