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EL CORAZÓN, ASIENTO DE LA MENTE
El corazón asienta la mente y los pensamientos. Si en el plano físico
tiene dos protectores, el pericardio y el intestino delgado, en el
plano mental es importante ver cómo reeducamos nuestra mente y
nuestros sentimientos para que el corazón funcione bien.
El corazón late: sin latido no hay vida. El latido puede acompasarse
con el respirar. Una respiración agitada, acelerada, incompleta, es
señal de que algo pasa. En cambio, una respiración calmada y
profunda ayuda a armonizar el latido del corazón.
SOMOS MÁS QUE CUERPO
La persona es un todo con varias dimensiones. Poseemos un
cuerpo, pero también una mente y un espíritu.
Un buen latido del corazón revelará salud en estas tres
dimensiones.
Hemos de cuidar las tres:
CUIDAR EL CUERPO
Hoy vivimos a un ritmo acelerado. Todos corremos y nos cuidamos
poco. Parece que nuestra vida es un continuo hacer, correr,
producir.
Incluso cuando queremos mantenernos en forma nos lanzamos a
hacer deportes excesivos, que nos aceleran más, nos restan energía
y nos agotan. Eso tampoco es bueno para el corazón.
Persona
cuerpo
mente
espíritu
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Tampoco nos alimentamos bien: no tomamos los nutrientes
necesarios ni nos paramos a comer con calma y consciencia.
¿Desayunamos bien, parando, bendiciendo los alimentos,
saboreando, para salir bien nutridos y fortalecidos al mundo? A
mediodía, ¿masticamos nuestro almuerzo con calma, o engullimos
rápido cualquier cosa para continuar trabajando? Por la noche,
¿cenamos temprano, frugal, para poder descansar bien, o nos
vamos a la cama con el estómago repleto de comida que nos
cuesta muchísimo de digerir?
Esta forma de vida acelerada, sin consciencia, sin una buena
nutrición, nos enferma y nos gasta, y va minando la energía del
corazón.
Y ¿qué sucede? Que el cuerpo sujeta la mente y el espíritu. Es la
base, el fundamento. Un cuerpo cuidado equivale a una mente
abierta, despierta, atenta.
Observad qué ocurre cuando alguien tiene un accidente y cae en
coma. Su cuerpo es mantenido de forma artificial, con máquinas,
pues su corazón no funciona solo. Cuando esto ocurre, la
consciencia, la mente, se va del cuerpo. Al recuperarse, la persona
puede ser que haya olvidado cosas importantes, como quiénes son
sus seres queridos, y otros conocimientos. En cambio, no ha
olvidado cómo andar, comer, respirar… Las funciones orgánicas
tienen memoria en el cuerpo, pero las mentales se pueden perder.
Si ha habido un parón, una desconexión fuerte entre el cuerpo y la
mente, no siempre se recupera, o tarda mucho en recobrarse.
Cuidarse
alimentación
estrés
ejercicio
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COHERENCIA CUERPO-MENTE-ESPÍRITU
Esto nos habla de la importancia de mantener bien unidos cuerpo,
mente y espíritu para mantener la identidad de la persona, sus
relaciones, su afecto, su espíritu y su voluntad. La coherencia
cuerpo-mente-espíritu es fundamental. Y esta coherencia se asienta
en el corazón.
Porque resulta que el corazón también tiene cerebro, ¡tenemos un
cerebro emocional!
El cerebro del corazón se ha descubierto y confirmado
científicamente hace poco. Pero todas las culturas de la humanidad
saben que el corazón es la sede de la máxima inteligencia. En el
antiguo Egipto, la sabiduría estaba arraigada en el corazón, no en el
cerebro. En Hawai, el corazón es el centro de la sabiduría. En el
Cristianismo, Jesucristo es representado con un corazón ardiente y
a veces lleno de espinas: significa que se puede amar, aunque haya
sufrimiento. Buda enseñaba a sus seguidores que un corazón
calmado ahuyenta el caos de la vida. En todas las culturas
tradicionales el corazón prevalece como guía de la vida.
cuerpo
mente
VIDA
espíritu
VIDA
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LA MENTE
Nuestra cultura occidental ha puesto la mente en el centro de la
vida. La razón, tan creativa, ha logrado tantos avances científicos y
ha acumulado tanto conocimiento que le hemos dado la máxima
prioridad. Y hemos olvidado el libro del corazón, la intuición.
Vivimos en una era en la que la mente es el “número uno”. Internet
ha permitido que todo el saber de la historia se recopile en pocos
años, y no solo eso, sino que los conocimientos del mundo se
multiplican y se amplían cada pocos meses. Jamás se ha conocido
tal expansión de la mente y de la información.
Pero, ¿qué sucede? Mi pensamiento produce emociones. Y estas
emociones no siempre responden a lo que el corazón me dicta.
Un exceso de información nos puede bloquear. Podemos
perdernos en un mar de pensamientos y de información que no nos
deja escuchar lo que dice el corazón.
La mente es maravillosa pero debe estar en su lugar y no anular la
energía y la sabiduría del corazón.
De la misma manera que cuidamos el cuerpo con alimentos, sueño
y respiración, hay que cuidar la mente. ¿Cómo?
pensamiento
emociones sentir
MENTE
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CÓMO CUIDAR LA MENTE
Las corrientes de la New Age han insistido mucho en la importancia
del pensamiento positivo y las afirmaciones. Estas técnicas mentales
son interesantes, pero no hay que obsesionarse con el pensamiento
positivo. ¿Por qué a menudo esto no funciona? Porque de lo que se
trata es de crear redes neurológicas nuevas. El cerebro está
acostumbrado a pensar y actuar de una manera, y hay que
enseñarle a crear conexiones nuevas. Esto no se hace pensando,
sino actuando.
Haz algo nuevo, algo positivo, que te siente bien, y esto creará
nuevas conexiones en el cerebro. Haz, actúa: el cambio es el motor
de la neuroplasticidad. Es decir, que actuando de otra manera
enseñarás a tu cerebro a pensar y a sentir de otro modo.
En cambio, solemos hacerlo al revés. Sentimos, damos importancia
a nuestras emociones del momento y a nuestros pensamientos,
repetidos una y otra vez. Nos centramos en lo negativo de siempre
y esas convicciones se establecen como hábito, separándonos de
nuestro espíritu y de nuestra voluntad.
Si queremos una mente serena y positiva, hemos de adoptar unas
prácticas diarias que nos hagan sentirnos bien, y perseverar en
ellas. No se trata de repetir frases ni ideas, sino acciones. Adquiere
un nuevo hábito. Llama a tus amigos, encuéntrate con ellos.
Cuídate. Persevera en estas acciones positivas. Si lo haces de
verdad, tu cuerpo se lo creerá y tu cerebro generará una nueva
corriente.
EL SILENCIO, NECESARIO
Para conseguir una mente clara es necesario parar la actividad. Hay
que detenerse y hacer silencio, a solas. Buda se retiró a meditar al
bosque para conseguir la iluminación. Jesús se fue al desierto
cuarenta días, a rezar a solas, antes de iniciar su vida pública.
Hemos de parar si queremos sentirnos. La mente clara necesita
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calma. ¡Para y siéntete! Contempla lo que te rodea. Siéntete a ti
mismo, vivo. Respira. No te llenes de tanta información y de
pensamientos que te quitan la alegría.
Un cuerpo sano y una mente clara favorecen un corazón bien
asentado.
LAS EMOCIONES
En la Medicina Tradicional China se asocia cada órgano del cuerpo
con una emoción. Esto tiene una base: cuando nos emocionamos,
siempre hay una reacción física: podemos acalorarnos, se nos
disparan los latidos del corazón, o bien nos encogemos y
contenemos el aliento… También a nivel químico segregamos
ciertas hormonas y sustancias que acompañan a las emociones y
contribuyen a fijarlas.
El corazón siempre se mueve, es caliente y se asocia al elemento
fuego. La emoción propia del corazón es la alegría. Si no hay
alegría, ¡el corazón se para!
Veamos cómo las emociones asociadas a un órgano físico afectan
al corazón.
• miedo• tristeza
• exceso
de
reflexión
• ira
HÍGADO BAZO
RIÑÓNPULMÓN
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EL HÍGADO Y LA IRA
El hígado se asocia con la ira. Ya vemos que quien se enfada mucho
enrojece, se congestiona, se acalora. Es como echar demasiada leña
al fuego: la ira asfixia el corazón. Quita vida. La frustración es la ira
escondida; el enfado, en vez de estallar, se proyecta hacia adentro,
contra uno mismo. Quien vive frustrado está enojado porque las
cosas no son como querría.
El corazón libre ama los cambios. El mejor antídoto para la ira es la
aceptación: hay que aceptar las mutaciones de los tiempos, la
evolución, las crisis y los imprevistos. No se trata de querer
cambiarlo todo, sino de adaptarse. De lo contrario, el corazón
estará encogido, acumulará calor coronario y dará vértigos, mareos,
hipertensión, problemas en los ojos, pitidos en los oídos… Todo
esto son síntomas de un corazón caliente y enrabiado.
EL BAZO Y LA PREOCUPACIÓN
El bazo alberga un exceso de reflexión. Es la actitud de aquellos que
todo lo piensan mil veces, lo planean, lo viven por anticipado… No
viven en el presente, sino en su mente. Esto es como quitar leña al
fuego. Demasiado pensar roba fuerza al corazón. La persona así va
lenta, falta de energía, cansada. El vientre se abulta, “embarazado
de pensamientos”. ¿Os habéis sentido así alguna vez?
Hay que aprender a ser flexibles, no preocuparse tanto con lo que
pensamos y ocuparse más en vivir el momento presente, tal como
viene.
EL RIÑÓN Y EL MIEDO
¿Qué ocurre si le echamos agua al fuego? Echar agua al corazón es
apagar su energía y su calor. El agua es el miedo, la emoción
asociada al riñón. El miedo impide hacer planes y propuestas y lleva
a la parálisis. Atención, porque hoy nuestra sociedad vive bajo el
signo del miedo. Las noticias nos bombardean con atentados y
sucesos que nos abruman, nos hacen sentir impotentes y nos
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quitan la energía para vivir. El impacto de tantas noticias ante las
que no podemos hacer nada nos sabotea. Los medios rivalizan
entre sí para ofrecer más información espantosa, porque saben que
esto vende y así ganan audiencia. ¿A costa de qué? De privarnos de
alegría y capacidad de acción. Sepamos cerrar la tele. Es bueno
estar informado de lo que ocurre, especialmente de lo que pasa
cerca de nosotros, para poder actuar, pero no nos saturemos de
telediarios ni de crónicas de sucesos. Si hay que hacer recortes,
hagámoslos de malas noticias. Recordad, el miedo paraliza el
corazón.
EL PULMÓN Y LA TRISTEZA
El pulmón cargado lleva consigo la tristeza. Es como soplar al
fuego: primero parece que lo aviva, pero si hay demasiado viento,
termina apagándolo. La tristeza apaga el corazón.
¿Cómo respiramos? ¿Tenemos motivos, de verdad, para estar tan
tristes? Si los tenemos, ¿podemos cambiar? ¿Hay algo que
podamos hacer? Y si no, siempre podemos aceptarlo. La calma
alivia la tristeza.
La aceptación y amar los cambios propician un corazón en
calma, armónico.
Respirando el corazón se calma. Respirad hondo. ¿Habéis visto
cómo en las salas de duelo, en las funerarias, la gente suspira y
solloza? Después de soltar el aire, se sienten mejor. Respirar hondo,
suspirar, llorar… todo esto libera y calma.
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ALEGRÍA, CALMA, GOZO
¿Queréis alegría? Los niños pequeños, siempre abiertos, siempre
receptivos, desprenden alegría de forma natural. Son pura
honestidad en el sentir. Buscad a los niños, pasad tiempo con ellos.
El estado natural del corazón es la alegría.
La calma también es imprescindible. La necesitamos a diario.
Buscad, cada día, unos minutos para vosotros mismos. Que los
demás nos vean retirarnos es muy educativo y enseñará al resto de
la familia que es bueno hacer silencio. Así nuestros hijos y nietos
también aprenderán. En esos minutos de silencio, respirad hondo,
estad bien presentes, con vosotros mismos, sentíos y encontrad
vuestra calma interior.
Finalmente, el corazón es la casa del gozo. Gozo y alegría no son lo
mismo. El gozo es más profundo que la alegría. Es la recreación:
recrearme en aquello que me deleita.
¿Me recreo cada día, haciendo lo que más me gusta? ¿Dedico un
tiempo a lo que me apasiona? Buscad aquello que os llene, que os
haga felices, que os recree. Esto da vida al corazón, salud al cuerpo,
apertura de mente y de espíritu.
El gozo es una energía que se comparte, se engrandece y se
expande con otros. El gozo no podemos guardárnoslo para
nosotros, hay que compartirlo en grupo. Antiguamente los pueblos,
las tribus, las familias, se unían en ocasiones especiales para hacer
celebrar algo. Este es el sentido de la fiesta: compartir el gozo.
En vuestro entorno, no dejéis de asociaros. Buscad vuestro grupo,
vuestros amigos, vuestra tribu. Compartid vuestro gozo, lo que os
gusta, lo que os llena. Somos seres comunitarios, hechos para la
fiesta.
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RECAPITULANDO
La mente se asienta en el corazón.
Lo que pensamos y las emociones que producimos, todo esto
genera redes neuronales en el cerebro. Actuando de manera
distinta producimos neuroplasticidad: cambiamos las redes
neuronales y asentamos otros pensamientos y emociones en el
corazón.
Hemos de cuidar el cuerpo físico porque es el que sostiene el
espíritu.
Somos cuerpo y somos energía, no podemos separarnos de esto.
Nuestra energía vital es ascendente, sube en espiral por la
columna vertebral, activando nuestros centros nerviosos. Todo ser
consciente, con vida, con energía, posee esta “espiral de energía”
que sube por su espalda. En las antiguas culturas se habla de ella en
forma simbólica: la serpiente kundalini de la India, la serpiente que
Moisés colocó en lo alto de un poste; la serpiente del dios griego
de la salud, Esculapio, que hoy vemos en los logos de las
farmacias... Hasta nuestro ADN tiene esta forma de espiral. La
energía emergente es reconocida en todas las culturas. Se
consolida cuando el niño deja de mamar y se pone en pie. Entonces
empieza a caminar, mira el mundo y sabe lo que quiere.
Finalmente, si queremos cuidar nuestro corazón y potenciar sus
buenas emociones, busquemos la alegría, no olvidemos nuestras
relaciones y no estemos lejos de los niños; cultivemos la calma con
un tiempo de silencio a diario y practiquemos aquello que más nos
apasiona, compartiendo nuestro gozo con los demás.
Sonia Lorente Teruel
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