Las tradiciones religiosas no deben elevarse al nivel de la ley de Dios. Aunque las tradiciones pueden ayudar a guiar la conducta, nadie tiene autoridad para cambiar los mandamientos divinos. Jesús criticó a los fariseos por invalidar la palabra de Dios a través de sus propias tradiciones y reglas. La verdadera justicia proviene de entregarse a Cristo, no de obras humanas.