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Mercosur: uni ón m ás
política que económica,
por Alain Touraine
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en diario Clarín, 18 de junio de 1997. (agregar)
Se está desarrollando, esta vez en Asunción, la reunión semestral de los presidentes de los países del
Mercosur · Según el sociólogo francés Alain Touraine, es oportuno interrogarse acerca de la posibilidad de
que un mercado común derive en una verdadera unión económica · A su juicio, esta integración se basa en
una relación asim étrica entre Argentina y Brasil
Al principio, la creación del Mercosur no atrajo una gran atención. ¿Acaso América latina no ten ía el hábito
de los pactos económicos regionales, desde el Pacto Andino hasta el Mercado Común Centroamericano?
¿Acaso el acercamiento de Brasil y la Argentina era diferente al de Colombia y Venezuela? Muchos incluso
consideraban que era una tentativa en sentido contrario en el momento en que se preparaba el NAFTA. Los
chilenos, en particular, partidarios del libre comercio y preocupados por ampliar sus mercados en los Estados
Unidos, desconfiaron de lo que les parecía un proteccionismo regional y siguieron d ándole prioridad a su
expansión financiera en los países vecinos y sobre todo en la Argentina. Todavía hoy, el porvenir del
Mercosur se muestra incierto, puesto que el presidente Clinton acaba de retomar el proyecto de creación de
una zona continental de libre comercio, proyecto que constituiría un paso decisivo hacia una regionalización
del mundo que no se opone completamente a su globalización sino que da una forma m ás institucional a las
relaciones jerárquicas que se introducen en cada uno de los polos de la tríada, entre Japón y las economías
emergentes del sudeste asiático, así como entre Europa occidental y oriental. Todas estas interpretaciones
llevan a considerar al Mercosur como una etapa hacia una integración económica del continente, o por lo
menos a interrogarse con cierta desconfianza sobre la capacidad de un mercado común para transformarse
en una comunidad económica o en una unión, para retomar los t érminos europeos. Estas dudas no carecen
de fundamento, del mismo modo que se puede dudar de la creación real de una unidad europea y no ver en
ella m ás que un medio al servicio de la libre circulación de los capitales y de una mundialización de las
economías europeas, mientras que los proyectos a la Delors de construcción de una Europa pol ítica y social
no serían m ás que un "ardid de la historia" por medio del cual los socialdemócratas aceleran el triunfo de
una concepción liberal de la economía.
A paso firme
Pero, si bien sería muy aventurado predecir que el futuro del Cono Sur irá en otra dirección, es imposible no
presentar paralelamente una hipótesis muy diferente, reconocerle incluso una cierta prioridad y analizar su
razón de ser y sus consecuencias posibles.
Esta otra hip ótesis debe ser presentada de una forma extrema para poner de manifiesto su importancia y su
originalidad. Consiste en ver en el Mercosur el medio de formación de una uni ón de los pa íses del sur de la
Am érica latina, dirigida por una alianza desigual entre Brasil y la Argentina y que se fortalecerá y adquirirá
una capacidad de decisión econ ómica y política más rápida y firmemente de como lo ha hecho la Comunidad
Económica Europea. En t érminos todavía m ás concretos, esta hip ótesis afirma que el Mercosur es un
proyecto político más que económico. Lo que incita a formular tal hip ótesis es, en principio, el r ápido éxito
del Mercosur desde antes de su creación oficial. Los intercambios económicos entre los países miembros se
cuadruplicaron en cinco años, de suerte que la etapa de la unión aduanera, del Zollverein, del Cono Sur,
parece haber sido atravesada rápidamente y sin dificultad. Por otra parte, la atracción del Mercosur qued ó
demostrada por el cambio de actitud de Chile, que es suficientemente importante como para merecer un
análisis que puede ilustrarnos sobre el sentido real del Mercosur.
Durante muchos años, Chile claramente dio prioridad a un desarrollo enteramente "hacia afuera",
apoyándose en la exportación de materias primas agr ícolas y sobre todo mineras, de conformidad con la
historia económica de este país, y a la inversión de capitales en los sistemas bancarios extranjeros, sin
lanzar ni un programa de industrialización nacional ni una pol ítica de ampliación del mercado interno y
redistribución de los ingresos. El que llevó adelante esta política de manera muy inteligente fue Alejandro
Foxley, ministro de Finanzas que no aceptó, como lo hicieron México y la Argentina, los capitales
golondrinas, lo que le permiti ó a Chile evitar el efecto tequila.
Pero Chile se da cuenta, en especial desde el informe del Banco Mundial que subrayaba la importancia de
sus desigualdades sociales, que debe ampliar su proyecto de desarrollo y, en consecuencia, elaborar un
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proyecto propiamente político de transformación.Se perfila en Chile un movimiento de opinión en favor de
una política más industrializadora y m ás "social", que apoya la candidatura del socialista moderado Ricardo
Lagos en las próximas elecciones presidenciales. Aun cuando una evolución de este tipo tropiece con la
resistencia importante del centroderecha que constituye una gran parte del electorado dem ócratacristiano,
ella indica que, incluso bajo la presidencia de Eduardo Frei que sigue siendo ante todo un liberal que casi no
va más allá de un cierto solidarismo cristiano, Chile piensa activamente en la construcción de un modelo
social que podríamos llamar a la Blair, para hacer referencia a la anglofilia tradicional de los chilenos.
Esta breve referencia a Chile y a su acercamiento al Mercosur nos ayuda a comprender la significación del
Mercosur para sus fundadores mismos: hacer una política a la Jean Monnet, lo que puede conducir -aunque
no necesariamente- a la construcción de una capacidad de decisión política autónoma y a la defensa de una
identidad social y cultural apoyada en una estrategia econ ómica que se podría llamar interregional.
Los costos del liberalismo
En toda América latina, hoy se trata de salir de una transici ón liberal cuya necesidad nadie discute -ni
tampoco el elevad ísimo costo social-, pero que puede conducir al caos si no es superada por una política de
reintegración de la sociedad. Pero los países donde esta nueva orientación puede tomar una forma positiva
son poco numerosos. México vive una interminable crisis de su sistema político y nadie sabe cuánto tiempo
tendrá que pasar para que el PRI deje de ser un partido cuasi-único y en qué forma podrá combinarse un
sistema multipartidario con un régimen presidencialista.
Muchos países están seriamente afectados por el caos y el desarrollo de la economía ilegal: es el caso de
Colombia, cuyos éxitos económicos, sin embargo, han sido prolongados y brillantes; o el caso de Venezuela
que no ha logrado evitar la corrupción por el petróleo, e incluso de Ecuador, que titubea a ún entre el
populismo y el liberalismo. Si se deja de lado a Perú que, después de tantos años de violencia, tiene un
régimen autoritario que se está deteriorando, es cierto, pero que acaba de verse fortalecido por la aventura
doblemente destructora del último núcleo de Túpac Amaru, es s ólo en el sur del continente donde podemos
encontrar cierta capacidad política de acción.
Esta oposición del norte y el sur del continente es esencial, al punto que se podría distinguir hoy tres
Am éricas latinas: la de la incorporación a la economía norteamericana, que es la de los países caribe ños,
una gran parte de Am érica central y, de hecho, M éxico; la del caos, que domina a la mayor parte de los
países andinos; y la de los proyectos y tentativas de gestión sociopolítica de economías en reconstrucción
después del tormento de la hiperinflación. El Mercosur corresponde a esta zona de la América latina, que es
la única que posee cierta capacidad de acción política.
Es necesario ubicarse fuera de los países del Mercosur para comprender la situació n de la que forman parte
y a la cual tratan de dar una respuesta original. Se objetará que las diferencias entre la Argentina y Brasil
son inmensas y de todas clases. Esto es tan exacto que ahora debemos considerar al actor principal, aquel
cuyas intenciones y recursos dan sentido al Mercosur: Brasil.
Aun cuando este país finalmente, y muy tardía y parcialmente, liberalizó su economía, no podemos olvidar
que toda su historia estuvo dominada por el Estado. Este inmenso pa ís, atravesado por diferencias sociales y
regionales extremas, se desarrolló y sobrevivió únicamente por el papel central del Estado y en particular del
Estado militar, especialmente cuando se proclamó la república, después de la abolici ón de la esclavitud, en
1888-89. Es cierto que Brasil destruy ó su aparato estatal en el momento de la liberalización de su economía
y, en particular, durante la presidencia de Collor, y que hoy, a pesar de la voluntad de Fernando Henrique
Cardoso y su ministro C. Bresser Pereira, la reforma del Estado, o mejor dicho, su reconstrucción, avanza
muy lentamente. Pero no se puede poner en duda su voluntad política e incluso su convicción de convertirse,
a comienzos del próximo siglo, en una de las grandes potencias mundiales, que tendrá derecho a ocupar un
lugar permanente en el Consejo de Seguridad y participará en las reuniones de lo que será el equivalente al
G7 y donde se sentará, con China e India, junto a los Estados Unidos y los principales países europeos.
Esta voluntad política se apoya en una realidad económica y social que, a partir de hoy, lo convierte, como
dice su presidente, no en un pa ís subdesarrollado sino en un país desarrollado pero injusto. Brasil, cuyo
mercado interno es enorme, cuya capacidad de producción científica, técnica e industrial es considerable, no
tiene ninguna razón para limitarse a ser sólo una zona econ ómica. Quiere y puede ser el actor político de su
propia historia. Hay que agregar ahora, sin atribuir a los brasile ños una conciencia de superioridad o una
voluntad de hegemonía que no tienen, que Brasil tiene conciencia de ser el único país del continente que es
capaz hoy de llevar adelante una política autónoma y dar un sentido concreto a su soberanía. La unión
aduanera con la Argentina no es m ás que uno de los elementos de la política brasileña, pero es importante
porque el proyecto brasileño supone la asociación y la complementariedad de tres objetivos: la
reconstrucción del Estado, el fortalecimiento del comercio regional y la lucha contra la desigualdad social,
que ha asumido una forma tan extrema que amenaza la unidad del país y lo expone a la violencia.
Podemos atrevernos a concluir que el Mercosur conlleva la construcción no de una unión econ ómica y política
del Cono Sur, sino de la condición regional de acceso de Brasil al rango de gran potencia. Esto no significa
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que la Argentina deba tener un rol subordinado en el mercado común y la comunidad económica en
formación, sino que únicamente Brasil tiene una voluntad de gran potencia. La Argentina no ha logrado a ún
la reconstrucción económica; necesita desarrollar sus inversiones productivas, aprovechar mejor sus grandes
recursos humanos, luchar contra el desempleo, pero la Argentina gozará en los próximos años, al igual que
todo el conjunto del continente, de una coyuntura internacional favorable, ya que los capitales extranjeros
encuentran en América latina suficiente estabilidad, competencia y... bajos salarios para considerarla un
lugar preferido de inversión. Para la Argentina, el Mercosur, donde su lugar sólo está asegurado frágilmente
por masivas exportaciones de gas a Brasil, es una ayuda importante para una modernización econ ómica que
tiene posibilidades de concretarse a través de una cierta estabilización política. El eje Brasil-Argentina no es
en absoluto de naturaleza semejante al de Francia-Alemania en la Comunidad Econ ómica Europea; los dos
principales participantes del Mercosur mantienen una relación desigual, sobre la cual el gobierno argentino
tiene razón en pensar que es la mejor solución para él. Esto indica claramente que la l ógica principal del
Mercosur es política más que económica, como lo subrayó espectacularmente Fernando H. Cardoso al
organizar en diciembre pasado en Fortaleza una conferencia internacional sobre los aspectos no económicos
del Mercosur.
ALAIN TOURAINE, Sociólogo. Investigador de la Escuela de Altos Estudios Sociales, Par ís.
Copyright Clarín y revista Aspenia, 1997. Traducción: Elisa Carnelli.
Geografía - Postítulo en Ciencias Sociales
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