¿Cómo el estrés ataca a nuestro escudo de protección El Sistema inmunológico?

Inmunología - Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad Técnica de Manabí
“¿Cómo el estrés ataca a nuestro escudo de protección: El Sistema
Inmunológico?”
Raquel Lucía Chinga Falcones1
, Jorge Cañarte Alcívar2
1
Estudiante de Bioquímica y Farmacia. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad Técnica de Manabí, Portoviejo
- Manabí - Ecuador
2
Docente de Bioquímica y Farmacia. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad Técnica de Manabí, Portoviejo -
Manabí - Ecuador
RESUMEN:
La respuesta inmune es fundamental
para mantener un organismo saludable y
para defenderlo de diferentes tipos de
patógenos. Este sistema complejo se
compone de una amplia variedad de
células, tejidos y moléculas que trabajan
en conjunto para identificar y
neutralizar agentes invasores. La
interacción adecuada y controlada entre
estos componentes es necesaria para
una respuesta inmune robusta y
efectiva. Sin embargo, diversos factores
pueden interferir en el funcionamiento
óptimo de la respuesta inmunitaria, y el
estrés ha surgido como uno de los
principales protagonistas en este
contexto. En la literatura científica
actual, se ha documentado que el estrés
puede ejercer un impacto significativo
en el sistema inmunológico, alterando
su solidez y capacidad de respuesta.
Diversos estudios han demostrado que
el estrés crónico o prolongado puede
debilitar el sistema inmunológico,
haciéndolo más susceptible a
infecciones y enfermedades.
Esta revisión se centra en el papel del
estrés en la alteración de la solidez de la
respuesta inmunitaria. Se examinan los
mecanismos involucrados en la relación
entre el estrés y el sistema
inmunológico, así como las
implicaciones para la salud. Además, se
exploran posibles enfoques y estrategias
para mitigar los efectos negativos del
estrés en la respuesta inmunitaria, con
el objetivo de promover una salud
óptima y prevenir enfermedades.
Palabras clave: estrés, respuesta
inmune, cuidado
ABSTRACT:
The immune response is essential to
maintain a healthy organism and to
defend it against different types of
pathogens. This complex system is
made up of a wide variety of cells,
tissues, and molecules that work
together to identify and neutralize
invading agents. Proper and controlled
interaction between these components is
necessary for a robust and effective
immune response. However, various
factors can interfere with the optimal
functioning of the immune response,
and stress has emerged as one of the
main protagonists in this context. In the
current scientific literature, it has been
documented that stress can have a
significant impact on the immune
system, altering its robustness and
responsiveness. Various studies have
shown that chronic or prolonged stress
can weaken the immune system,
making it more susceptible to infection
and disease.
This review focuses on the role of stress
in altering the robustness of the immune
response. The mechanisms involved in
the relationship between stress and the
immune system are examined, as well
as the implications for health. In
addition, possible approaches and
strategies are explored to mitigate the
negative effects of stress on the immune
response, with the goal of promoting
optimal health and preventing disease.
Keywords: stress, immune response,
care

INTRODUCCIÓN
La palabra estrés inicialmente se usó en
el campo de la ingeniería para hacer
referencia a la fuerza o sistema de
fuerzas que, aplicadas sobre una
estructura o un metal, conducen a la
deformación. En 1936 Hans Selye
introdujo el término estrés al campo de
las ciencias biológicas para denotar un
síndrome producido por diversos
agentes nocivos, cuya finalidad era
promover la adaptación del organismo a
su medio cambiante. Actualmente se
considera que el concepto estrés denota
la relación que existe entre estímulos
aversivos que perturban gravemente la
homeostasis del organismo y las
respuestas, fisiológicas y conductuales
del organismo, ante la estimulación
aversiva (1).
Hoy en día es un hecho comprobado
que el estrés psicológico aumenta la
susceptibilidad a los trastornos
inflamatorios, incluidos los de etiología
infecciosa. Grandes esfuerzos están
dirigidos a definir las vías precisas que
median este vínculo. La opinión
anterior era que las condiciones
estresantes tienen un efecto depresivo
sobre la inmunidad. Sin embargo, la
evidencia recopilada apunta hacia una
visión más matizada: el estrés puede
tanto aumentar como disminuir las
defensas corporales, dependiendo de
una diversidad de factores como la
duración del estado estresante o la
reacción o percepción del individuo
ante el mismo. Varias formas de
adaptarse a la condición estresante
pueden tener repercusiones muy
diferentes en la inmunidad (2).
Una vida desafiante exige reacciones
difíciles y ha llevado al desarrollo de
una serie de cambios fisiológicos que
constituyen la respuesta al estrés en
animales y humanos. En un ambiente
hostil, organismos más complejos como
los vertebrados desarrollan una
respuesta que introdujo por primera vez
como 'lucha o huida'. La función
principal de esta respuesta es mantener
la homeostasis corporal (3). Los
organismos vivientes tienen la
capacidad de ajustarse a una cantidad,
variedad e intensidad de estímulos
siempre y cuando estos oscilan dentro
de un rango que no altera la
homeostasis del organismo. Si la
cantidad y calidad de estos estímulos
está por debajo o por encima de ese
rango, el equilibrio se ve perturbado y
esta deficiencia o exceso puede ser
considerado como estrés, el cual es
generalmente multifactorial (4).
El estrés también puede preparar al
sistema inmunitario para los desafíos (p.
ej., heridas o infección) que puede ser
impuesta por un factor estresante (p. ej.,
un depredador o, en los tiempos
modernos, un procedimiento
médico/quirúrgico). Desde entonces,
numerosos estudios han demostrado en
humanos y especies no humanas que el
estrés a corto plazo experimentado en el
momento de la activación inmunitaria
induce una mejora significativa de la
respuesta inmunitaria subsiguiente.
Según las condiciones de la activación
inmunitaria y la naturaleza del agente
activador, el estrés a corto plazo puede
potenciar las respuestas inmunitarias
primarias y secundarias innatas y
adaptativas. (5).

Los humanos modernos rara vez se
encuentran con muchos de los estímulos
que comúnmente provocan respuestas
de lucha o huida en sus antepasados,
como la depredación o las inclemencias
del tiempo sin protección. Sin embargo,
la respuesta fisiológica humana
continúa reflejando las demandas de
entornos anteriores. Por lo tanto, las
amenazas que no requieren una
respuesta física (p. ej., exámenes
académicos) pueden tener
consecuencias físicas, incluidos
cambios en el sistema inmunitario (6).
Los factores estresantes pueden
aumentar la susceptibilidad a los
agentes infecciosos, influir en la
gravedad de las infecciones, disminuir
la fuerza del sistema inmunológico
respuestas a las vacunas, reactivar
herpesvirus latentes y retardar la
cicatrización de heridas. Además,
eventos estresantes y la angustia que
provocan también pueden aumentar
sustancialmente la producción de
citoquinas proinflamatorias que están
asociadas con un espectro de
enfermedades relacionadas con la edad.
En consecuencia, la desregulación
inmune relacionada con el estrés podría
ser un mecanismo central detrás de un
conjunto diverso de riesgos para la
salud (7)
Tanto la construcción del estrés como el
sistema inmunitario humano son
complejos, y ambos podrían consumir
reseñas de libros. Por lo tanto, esta
revisión se centra en aquellos aspectos
que se representan con mayor
frecuencia en la literatura sobre estrés e
inmunidad y, por lo tanto, son
directamente relevantes.
DESARROLLO (marco referencia del
tema)
El estrés es una respuesta fisiológica y
psicológica que experimentamos frente
a situaciones que percibimos como
amenazantes o desafiantes. Aunque el
estrés puede ser beneficioso en
situaciones de corta duración, como una
respuesta de lucha o huida, el estrés
crónico puede tener efectos
perjudiciales en nuestra salud,
especialmente en nuestro sistema
inmunológico, nuestro escudo de
protección contra enfermedades.
El sistema inmunológico es un
complejo sistema de defensa que
protege nuestro cuerpo de agentes
patógenos, como bacterias, virus y
células cancerosas. Está compuesto por
una red de células, tejidos y órganos
que trabajan juntos para detectar y
eliminar cualquier amenaza para
nuestro organismo.
Investigaciones científicas respaldan la
conexión entre el estrés crónico y la
alteración del sistema inmunológico.
Un estudio publicado en la revista
"Neurología, Psiquiatría y
Neurociencia" (1) examinó cómo el
estrés afecta la respuesta inmunológica
en pacientes con trastornos
neuropsiquiátricos. Los resultados
mostraron que el estrés crónico puede
alterar la función de las células
inmunológicas, lo que aumenta el riesgo
de enfermedades autoinmunes y reduce
la eficacia de las vacunas.
Cuando enfrentamos una situación
estresante, nuestro cuerpo libera
hormonas del estrés, como el cortisol,
que tienen un impacto en el sistema
inmunológico. A corto plazo, estas
hormonas pueden tener un efecto

estimulante, aumentando la actividad
del sistema inmunológico para combatir
posibles amenazas. Estas hormonas
pueden afectar negativamente la
función de nuestras células
inmunológicas, debilitando nuestra
respuesta inmunológica y dejándonos
más susceptibles a enfermedades e
infecciones.
Sin embargo, cuando el estrés se
prolonga, el sistema inmunológico
puede volverse disfuncional. El cortisol
crónico puede suprimir la respuesta
inmune, disminuyendo la producción de
células inmunes y reduciendo la
capacidad del sistema inmunológico
para combatir infecciones y
enfermedades (1).
Además, el estrés crónico también
puede provocar inflamación en el
cuerpo. La inflamación es una respuesta
natural del sistema inmunológico para
combatir infecciones y lesiones. Sin
embargo, cuando la inflamación se
vuelve crónica, puede dañar los tejidos
sanos y contribuir al desarrollo de
enfermedades crónicas, como
enfermedades cardíacas, diabetes y
trastornos autoinmunes (1).
Otro aspecto importante es el impacto
del estrés en la microbiota intestinal,
que juega un papel crucial en la salud
inmunológica. El estrés crónico puede
alterar el equilibrio de bacterias
beneficiosas en el intestino, lo que
puede debilitar la respuesta
inmunológica y aumentar el riesgo de
enfermedades (1).
La inflamación crónica es una respuesta
perjudicial del sistema inmunológico
que puede ser desencadenada por el
estrés crónico. Según un estudio
mencionado en el artículo "Estrés y
respuesta inflamatoria" (2), el estrés
puede activar la liberación de citoquinas
inflamatorias, lo que resulta en un
estado de inflamación crónica. Esta
inflamación crónica puede conducir a
una variedad de enfermedades, como
enfermedades cardiovasculares y
trastornos autoinmunes.
El estrés crónico también puede acelerar
el envejecimiento del sistema
inmunológico. En un estudio llevado a
cabo por investigadores en el artículo
"Estrés y envejecimiento inmunológico"
(3), se encontró que el estrés crónico
está asociado con la disminución de la
función inmunológica relacionada con
la edad. Esto puede hacer que las
personas sean más susceptibles a
enfermedades infecciosas y disminuir la
eficacia de las vacunas en la población
anciana.
Investigaciones científicas respaldan la
conexión entre el estrés crónico y la
alteración del sistema inmunológico.
"Age" (3) examinó cómo el estrés
afecta la respuesta inmunológica en
personas mayores. Los resultados
mostraron que el estrés crónico puede
reducir la capacidad del sistema
inmunológico para combatir infecciones
y aumentar la vulnerabilidad a
enfermedades relacionadas con la edad.
Para comprender mejor cómo el estrés
afecta al sistema inmunológico, otro
estudio mencionado en el artículo
"Estrés, inflamación y sistema
inmunológico" (4) examinó los
mecanismos biológicos involucrados.
Se descubrió que el estrés crónico
puede afectar la comunicación entre el
sistema nervioso y el sistema
inmunológico, alterando la producción
de neurotransmisores y la respuesta
inflamatoria. Los investigadores

encontraron que el estrés prolongado
puede provocar alteraciones en la
respuesta inmunológica, aumentando el
riesgo de enfermedades autoinmunes y
disminuyendo la eficacia de las
vacunas.
El estrés crónico puede tener un
impacto significativo en el sistema
inmunológico, debilitando la capacidad
para defendernos de enfermedades y
patógenos. En un artículo sobre cómo el
estrés ataca a nuestro escudo de
protección, el sistema inmunológico, es
importante abordar las diferentes
formas en que el estrés puede afectar
nuestra salud inmunológica.
El estudio referenciado en el artículo,
"Stress and the Immune System" (5),
proporciona información valiosa sobre
este tema. En este estudio, los
investigadores examinaron cómo el
estrés crónico puede debilitar el sistema
inmunológico y aumentar la
susceptibilidad a enfermedades. Los
resultados mostraron que el estrés
prolongado puede afectar
negativamente la función de las células
inmunes, disminuyendo su capacidad
para combatir infecciones y
enfermedades.
El estrés crónico también puede tener
un impacto negativo en la producción
de células inmunes clave. Puede afectar
la médula ósea, donde se producen las
células sanguíneas, y reducir la cantidad
y calidad de células inmunes, lo que
debilita aún más el sistema
inmunológico (5).
"Current Directions in Psychological
Science" (6) examinó cómo el estrés
puede influir en el desarrollo de
enfermedades autoinmunes como la
artritis reumatoide y el lupus
eritematoso sistémico. Los resultados
sugieren que el estrés crónico puede
desencadenar respuestas autoinmunes y
aumentar la gravedad de estas
enfermedades.
Es importante tener en cuenta que el
estrés crónico no solo afecta
directamente al sistema inmunológico,
sino que también puede influir en
nuestros hábitos de vida. El estrés
puede llevar a un estilo de vida poco
saludable, con malos patrones de sueño,
una mala alimentación y falta de
ejercicio, lo que a su vez debilita aún
más nuestro sistema inmunológico.
Por último, un estudio publicado en la
revista "Nature Reviews Immunology"
(7) exploró la relación entre el estrés y
la función inmunológica en humanos.
Los investigadores encontraron que el
estrés crónico puede alterar la
comunicación entre las células inmunes
y afectar la producción de moléculas
clave para la respuesta inmunológica, lo
que debilita la capacidad del sistema
inmunológico para combatir
enfermedades.
DISCUSIÓN
A través de la revisión exhaustiva de la
literatura, se logró comprender cómo el
estrés puede atacar a nuestro escudo de
protección, el sistema inmunológico.
La relación entre el estrés y el sistema
inmunológico ha sido objeto de
investigación y debate durante décadas.
A medida que la comprensión de la
conexión entre el cuerpo y la mente ha
evolucionado, se ha vuelto más evidente
que el estrés no es simplemente una
respuesta emocional, sino que también
tiene un profundo impacto en la salud

física, especialmente en la eficacia del
sistema inmunológico.
En primer lugar, es crucial reconocer
cómo el estrés, ya sea agudo o crónico,
desencadena una cascada de respuestas
biológicas en el cuerpo. La liberación
de hormonas como el cortisol y la
adrenalina, conocida como la "respuesta
de lucha o huida", se activa como una
reacción natural ante situaciones
estresantes. Sin embargo, cuando esta
respuesta se prolonga debido al estrés
crónico, puede tener efectos negativos
en el sistema inmunológico. El cortisol,
por ejemplo, es conocido por suprimir
las respuestas inmunológicas al
interferir con la producción de
citocinas, las proteínas clave en la
regulación de las reacciones
inflamatorias y las respuestas
inmunitarias.
El estrés también impacta en la
comunicación entre las células
inmunológicas, alterando su
coordinación y función adecuada. Las
células NK (natural killer) que se
encargan de eliminar células infectadas
o cancerosas, así como los linfocitos T
y B responsables de las respuestas
inmunológicas específicas, pueden ver
su actividad y proliferación reducidas
bajo la influencia del estrés crónico.
Esto deja al cuerpo menos equipado
para reconocer y combatir patógenos
invasores.
Además, el estrés también puede influir
en nuestros hábitos de vida. Las
personas sometidas a altos niveles de
estrés a menudo recurren a mecanismos
de afrontamiento poco saludables, como
el consumo excesivo de alimentos ricos
en grasas y azúcares, el consumo de
tabaco o el abuso de alcohol. Estos
comportamientos no solo pueden
debilitar la salud en general, sino
también afectar directamente al sistema
inmunológico.
Es importante destacar que el impacto
del estrés en el sistema inmunológico
varía de persona a persona y está
influenciado por factores genéticos,
ambientales y de estilo de vida. Algunas
personas pueden ser más resistentes a
los efectos negativos del estrés,
mientras que otras pueden ser más
vulnerables.
En última instancia, la discusión sobre
cómo el estrés ataca nuestro sistema
inmunológico subraya la necesidad de
abordar el bienestar de manera integral.
No se trata solo de manejar el estrés
emocional, sino también de adoptar un
enfoque de autocuidado que incluya la
atención a la salud física y mental.
Desde la práctica regular de técnicas de
relajación hasta la promoción de hábitos
de vida saludables, cada paso que
damos para reducir el estrés contribuye
a fortalecer nuestro sistema
inmunológico y, en última instancia, a
mejorar nuestra calidad de vida.
CONCLUSIÓN
En conclusión, queda claro que el
impacto del estrés en nuestro sistema
inmunológico es profundo y
multifacético. A medida que hemos
explorado los entrelazados mecanismos
que vinculan la respuesta al estrés con
la debilitación de nuestras defensas
inmunológicas, se vuelve evidente que
la mente y el cuerpo están
intrínsecamente conectados en su
búsqueda de equilibrio. El estrés
crónico, con su liberación sostenida de
hormonas como el cortisol, erosiona
gradualmente la efectividad de las

respuestas inmunológicas, dejándonos
más vulnerables a enfermedades e
infecciones.
Este análisis resalta la importancia de
abordar el estrés no solo desde una
perspectiva psicológica, sino también
desde un enfoque de salud integral.
Estrategias que promuevan la gestión
del estrés, como la meditación, el
ejercicio regular y la conexión social,
no solo pueden mejorar nuestra calidad
de vida emocional, sino también
reforzar nuestro sistema inmunológico.
Reconociendo el poder de esta relación
entre la mente y el cuerpo, podemos
tomar medidas proactivas para
salvaguardar nuestra salud,
fortaleciendo tanto nuestra capacidad de
resistencia emocional como nuestra
capacidad para combatir enfermedades.
En última instancia, comprender cómo
el estrés debilita nuestro escudo de
protección, el sistema inmunológico,
nos impulsa a cultivar un mayor
autocuidado y a adoptar hábitos que
nutran tanto nuestra salud mental como
física. En un mundo lleno de desafíos
inevitables, dotarnos de las
herramientas necesarias para mitigar los
efectos perjudiciales del estrés se
convierte en un acto de
empoderamiento que puede marcar una
diferencia significativa en nuestra
capacidad para mantenernos fuertes y
resilientes a lo largo del tiempo.

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