La miopía del cortoplacismo, las retóricas promesas de un pretendido desarrollo sin justicia social y la indiferencia de una clase política y económica dominante del país promueven, una vez más, medidas que relegan a un segundo plano la salud de la población, el resguardo de un ambiente sano, los mecanismos de participación ciudadana y la visión compleja y de largo plazo de los territorios.