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COSMOS DIVINO. UNAPERSPECTIVA RACIONAL DEL ASUNTO
En la presente entrega abordaremos el tópico de las cosas de Dios(1), esto es,
la Ciencia que trata de la Deidad. En este sentido, para una Teología más completa,
es imprescindible acompañarla de esa rama científica conocida con el nombre de
Cosmología (encargada del estudio del Mundo Sideral). Más adelante, se verá
porque…
Empezaremos nuestra nota informativa inclinándonos en favor de la visión
panteísta, según la cual “Dios es Todo” o “Todo es Dios” (una declaración sostenida,
por cierto, con no poco acierto por nuestros aborígenes americanos). Para la misma, la
Naturaleza es la propia Divinidad, y los seres tales como plantas, animales y humanos
no son más que manifestaciones o materializaciones del Ser Supremo. ¿Podría tener
razón esta afirmación? ¿Podrían estar en lo cierto personas como los indígenas,
quienes han sido calificados de gente salvaje y primitiva? En los próximos párrafos,
veremos, que efectivamente, la respuesta a esta pregunta es un rotundo sí, aunque a
primera vista no lo parezca. Así, ¿quién iba pensarlo?, los nativos no se encuentran
tan equivocados como uno cree.
Ahora bien, el siguiente paso en nuestra exposición, es ahondar en el
significado de la expresión “Dios es Todo”, determinando correctamente la identidad
de este Ente. ¿Quién es Dios? ¿A qué nos referimos con eso de que Él es Todo? Para
contestar esta interesante interrogante responderemos comentando que cuando se
alega que Él es Todo, queremos decir, literalmente, Todo… Lo cual incluye al más
amplísimo ambiente de desenvolvimiento de cuanto existe, evidentemente, estamos
haciendo alusión al Cosmos. De esta manera, el Universo sería Dios, por lo cual no
está demás dirigirnos a él como el Dios-Universo.
La Constitución Real del Universo
Es ya clásico aseverar que nuestro Cosmos está formado por objetos celestes,
los cuales no son más que los astros examinados por nuestros lentes. Algunos de
ellos son: Meteoritos, asteroides, cometas, satélites, planetas, soles, agujeros negros y
galaxias, entre muchos otros. Todos ellos vagando por las inmensidades
inconmensurables de un vacío Espacio Exterior. No obstante, esta imagen
reduccionista de un vacío rodeando a cuerpos inertes es errónea, como veremos
enseguida, y para sustentar esta postura, acudiremos nuevamente a la sabiduría de
los pueblos autóctonos de nuestra América: «Piénsase que en el fondo ellos creían en
un poder o cualidad misteriosa, fuerza productora de cuanto existe, propia de los
espíritus de la Naturaleza, a veces del alma de los muertos, de los hombres y de las
cosas materiales, que aunque una en su esencia está dividida entre los diversos seres
de la Naturaleza, que obra, aun a distancia, de un modo místico y sobrenatural, y
gobierna el Universo, que es un ser subsistente, una sutil esencia» (páginas 108-109
del primer tomo de la obra Historia del Estado Falcón, escrita por el Doctor Pedro
Manuel Arcaya y editada en 1.920 por la Tipografía Cosmos).
En estos momentos, se preguntarán ¿a cuál sutil esencia se está mencionando
en el párrafo en cuestión? De acuerdo al Cosmólogo Francisco Aniceto Lugo esa sutil
esencia sería el Espacio. Básicamente, el Universo está conformado por el Espacio,
siendo éste último una sustancia, no un vacío. Por consiguiente, los objetos
celestiales no flotan en un “vacío”, sino que “navegan” en alguna clase de fluido
líquido (podríamos tildarlo de “etéreo”) de nombre Espacio. ¿El Espacio un líquido?
¿Una sustancia? Sí, y para sustentar la anterior afirmación, facilitaremos dos
elementos de convicción: 1. En el Universo se originan agujeros negros que drenan el
Espacio justo como lo harían los desaguaderos. 2. En el Mundo Sideral circulan
corrientes eléctricas, pero todos sabemos que para que exista electricidad debe haber
un conductor. Mas, ¿cómo puede producirse dicha electricidad en ese “vacío” llamado
Espacio Exterior? La respuesta es contundente: Es el propio Espacio el conductor
eléctrico, demostrando de esta forma, su carácter sustancial (la cita previa es un
artículo titulado El Computador Viviente, de nuestro puño y letra, el cual apareció en la
página 14 de la sección Ciencia del periódico Vierne5, del 5 de Febrero del 2.016).
Pero, prosigamos penetrando en los misterios divinos…Muchos le adjudican a
la Deidad la cualidad de la infinitud (“Dios es el infinito por excelencia”). Pues bien, por
mera lógica, el Espacio debería ser también infinito en extensión (realmente, es difícil
imaginarse al Espacio terminando en una “pared” o en la “nada”). De ser cierta la
pasada premisa –la de un volumen con unas dimensiones sin límites–, Dios no puede
encontrarse separado del Espacio, luego, ambos son la misma entidad.
Otro llamativo atributo del Espacio es que, como la Divinidad, es eterno
(verdaderamente, esta sustancia no puede “podrirse”, es imposible que se ponga
“vieja”, cosa que si ocurre con los volúmenes acotados, esto es, los cuerpos que
tienen existencia en el Espacio Exterior). Allí pillamos otra poderosa similitud…
Y sigue la cadena de coincidencias: Cuando nuestro sujeto tratado, ese favorito
de todos nosotros apodado con el alias de “Espacio”, se le valora infinito en tamaño,
en consecuencia, varios de sus parámetros se hacen infinitos: La cantidad de materia
(por tanto, se originan infinitas creaciones o materializaciones), la energía es
inagotable (al ser infinita, el poder del Cosmos se antoja también infinito, como se le
atribuyen a los poderes divinos) y, por supuesto, por carambola, la fuerza.
Naturalmente, un Espacio infinito significa llanamente que no manifiesta forma
alguna (solo las formas tienen límites), lo cual es inconcebible, se hace imposible
definirlo, conceptualizarlo. O sea, ¡estamos en presencia de Dios!
Por otra parte, añadimos como conclusión accesoria que si el número de
criaturas no tiene término, ello equivale a declarar que este conjunto de creaciones es
Dios. ¡Y vaya que lo es!
El Verdadero Hogar
Es común escuchar frases tales como “Dios está en las Alturas” o “cuando
fulanito murió se fue al Cielo”. También hemos oído la frase “vivimos en la Tierra”. Sin
embargo, si reflexionamos detenidamente en estas cuestiones, reparamos que son
comentarios inexactos. En efecto, no estamos en la esferita azul, vivimos en el
Espacio. Zutanito no paró en el Cielo, porque ya lo está (debemos reseñar que el Cielo
era la palabra con la cual se denotaba al Espacio en la antigüedad, así que son
sinónimos). Y para colofón, Dios no puede hallarse en el Cielo, porque él es el Cielo.
Además, para más inri, nuestra obligación es recordarle al lector que el Cielo no está
arriba de su cabeza, porque en el Espacio no hay esas terminologías tales como
“arriba”, “abajo”, “a la izquierda” y “a la derecha”.
En fin, a la sempiterna pregunta ¿cuál es nuestro verdadero ambiente o campo
de acción? La respuesta es una: El Espacio Divino. Éste posee una función creadora
ya que como medioambiente que es (es el Ambiente Ideal o en su Estado Primordial),
es el Hogar de Todo, y es el generador de energía por antonomasia. Todo se da en Él
(tiene lugar cuanto cuerpo o fenómeno existente), de Él sale Todo. Todo extrae
energía de Él (evidentemente, cualquier creación obtiene fuerzas o retira energías de
este maravilloso Sistema). Y Todo retorna a Él. Imagine la siguiente situación: Una
persona se forma, toma energías y se desarrolla en su ambiente más próximo (el cual
podría ser su vecindario). Pero a su vez, el resto de los seres vivos se alimentan del
planeta. ¿Y de qué “lugar” se forma surge la Tierra? ¿De dónde nuestro Mundo toma
sus energías? Pues, del prístino medio de desarrollo, donde se producen cualquier
cantidad de eventos, estamos hablando, del Gran Espacio. Él es el único entorno,
podemos alegar sin temor a equívocos, el Ambiente Unigénito o en su Máxima
Expresión.
Un Cuerpo Inmedible
Previamente, señalamos que el Espacio no es un escueto volumen vacío (el
vacío absoluto es imposible puesto que, como bien apunta Salvador Freixedo, en su
texto Por qué Agoniza el Cristianismo, la totalidad del Universo, esto es, lo que sería el
Espacio, está lleno de partículas, energías, radiaciones, vibraciones y ondas), sino una
sustancia, quizás un fluido líquido extremadamente “liviano” o “etérico”. De ser
apropiada esta analogía se pueden extraer impresionantes conclusiones, pero eso lo
dejamos para después… También, suministramos sólidos elementos de prueba en
favor de esta postura. Sin embargo, continuaremos dando un ejemplo más en lo
concerniente a esta arista de la sustancia sutil, para reforzar la idea. Y lo haremos de
la mano de un viejo conocido de nosotros, quien ha sido valorado como la gran mente
de la Astrofísica del siglo XX… Para cumplir con tal fin, es necesario comentemos
algunas nociones relativas a la Cosmología. Para el mortal común el espacio y el
tiempo son medidas separadas. Sin embargo, si nos fundamentamos en teorías como
la de la Relatividad, del célebre Albert Einstein, notaremos cómo las dimensiones
espaciales y temporales están unidas. Expliquémoslo en términos entendibles para el
público: La teoría del Bing Bag afirma que en los albores del Espacio Exterior éste
presentaba el tamaño de un átomo. Después, se produjo la explosión primigenia y
empezó el Cosmos a expandirse hasta presentar las dimensiones actuales. Esta visión
nos muestra un modelo de Espacio Sideral inflacionario y, con base a esta figura,
podemos realizar la siguiente analogía para explicar la naturaleza del espacio y el
tiempo: En realidad, no es correcto hablar de espacio y tiempo, de manera separada,
debemos referirnos a ellos como el conjunto espacio-tiempo, siendo este último algo
así como la superficie de un globo que, gradualmente, se va incrementando de
tamaño. Los objetos celestes tales como galaxias se alejan entre sí en línea o
trayectoria recta debido al aumento constante del radio del globo (en este caso el
globo haría de Universo). ¿En cuál caso los cuerpos celestes siguen una trayectoria
curva u elíptica? Sencillamente, cuando son capturados por otros objetos mucho más
masivos o pesados que ellos mismos. Ejemplo: Nuestra Tierra tiene una trayectoria en
forma de elipse alrededor de otro astro mucho más grande: El Sol. El lector se
preguntará: ¿Por qué hay cuerpos como nuestro planeta que describen estos giros?
Pues bien, hemos dicho que el continuo espacio-tiempo es como la superficie de un
globo inflado con gas caliente. Imagínese, por un momento, que sobre esta superficie,
se posiciona una bala redonda de cañón. Entonces, se verá como la referida superficie
se abomba hacia abajo, lo cual significa que se
ha distorsionado, deformado o curvado esa área de espacio-tiempo. La Tierra debería
seguir una trayectoria en línea recta tal como lo haría un punto de ese globo inflable,
pero como ha sido capturada por el Sol sigue una trayectoria circular. ¿Qué sucede si
un cuerpo celestial es muy pesado? La respuesta no es muy difícil de imaginar: Si se
colocase sobre la superficie del globo (la cual sería el espacio-tiempo) un cuerpo
extremadamente pesado, se rompería creando un orificio (un agujero negro), donde en
su interior no hay ni espacio ni tiempo, porque precisamente en esa zona se destruyó
dicho espacio-tiempo. Esta conjetura einsteiniana fue confirmada en parte cuando se
han llevado a cabo este par de mediciones: A. La teoría de Einstein predecía que
nuestro Sol desvía los rayos de otras estrellas. Esta aseveración se ha demostrado al
producirse los eclipses, puesto que en esos momentos se ha observado con
telescopio en mano, que la posición de varias estrellas ha cambiado. Profundicemos
en dicha cuestión: Cuando todavía hay luz solar usted puede ver una estrella en una
región de la bóveda celeste. Pero, realmente, no está en esa zona del Cielo debido a
que el Sol desvía los rayos de esta estrella que se ve a simple vista (véase la imagen
extractada de la página 38 del libro Otra Incógnita despejada en Giza: ¡La Pirámide es
Atlántica!). Entonces, lo que usted ve es una posición engañosa de la estrella. Sin
embargo, si el Sol es solapado en parte por un eclipse lunar, ya usted no verá a esa
estrella en el área donde habitualmente aparece, sino en otra región del espacio
visible (esto se debe a que la luna anula la acción de algunos rayos solares). En
consecuencia, una estrella como el Sol afecta el espacio y el tiempo. B. Se han
realizado mediciones de tiempo al ubicar un reloj fuera de la Tierra y situar otro
cronómetro dentro de nuestro mundo azul. Ambos, han medido un mismo tipo de
evento (pongamos por ejemplo el caso del movimiento rotario de uno de nuestros
brazos). Lo sorprendente del caso es que el tiempo del evento producido en el espacio
ha sido más rápido o pasa más deprisa (aunque, digamos, en el orden del décimo de
segundo). La conclusión es que un astro, como por ejemplo, nuestro globo
terráqueo, comprime el tiempo; si fuera un objeto hiper masivo como un agujero negro
¡anularía totalmente la dimensión del tiempo (la extensa cita anterior proviene de un
artículo intitulado El Efecto Piramidal, de nuestro puño y letra, el cual está disponible
en nuestro link http://marango8a.webnode.com.ve/news/el-efecto-piramidal/).
La imagen corresponde a la página número 38 de nuestro libro Otra Incógnita
despejada en Giza: ¡La Pirámide es Atlántica!
En suma: El Espacio se extiende como la piel de un globo inflable. De todo esto
se desprende que el Espacio sería algún tipo de tejido, lo cual se puede traducir en
otras palabras, que es un cuerpo, inclusive, en cierto sentido, tangible. En lo
concerniente a este último punto, podemos fundamentarnos en otra prestigiosa fuente:
Una Conferencia dictada por el eminente Profesor Aniceto Lugo en el Auditorio del
Planetarium Distrital de Bogotá (Colombia). Allí dictó las bases de su modelo del
Cosmos, el Espacio-Sustancia, la Teoría Cosmológica Cíclica o de la Burbuja-
Universo. Según sus sabias palabras, nuestro Cosmos es como una burbuja, con la
propiedad de inflarse, formando un insignificante fragmento del Universo Infinito,
productor de otras burbujas. Esto significa que el Espacio exhibe una característica
«elástica», por su capacidad de «estiramiento» (estamos evocando textualmente los
términos usados por el propio Lugo). Pero, reiteremos las declaraciones del Profesor
Lugo al respecto: «Imaginemos ahora que tenemos ante nosotros nuestra burbuja o
subuniverso. Esta es, como hemos dicho, de forma esferoidal y se rige, en todas sus
manifestaciones por la elasticidad, que es característica del Cosmos en toda su
integridad… Es de notar, de paso, que las galaxias situadas a mayor altura que las
demás, en el movimiento de expansión de la burbuja, se desplazan a mayor velocidad,
claro está, que las que están muy por debajo de ellas. Pero esto no es todo, se deduce
de todo esto que en realidad las galaxias, particularmente las que sufren el efecto
Doppler, no se mueven en realidad, sino que son movidas por el estiramiento propio
de la burbuja al expandirse su elasticidad». Una y otra vez Aniceto hace énfasis en
este tópico, hablando sobre «la elasticidad propia, característica, del espacio-
sustancia». Y para subrayar el carácter corporal del Espacio, Lugo pone de relieve
uno de los modos operandi de este fluido universal, su vibración: «El Espacio vibra
constante y copiosamente… Hasta aquí tenemos, pues, al Espacio como una entidad
única esencialmente vibratoria y eterna». Este revelador extracto de la exposición del
Profesor venezolano es la confirmación de la naturaleza corpórea del Espacio.
El Espacio, ¿un cuerpo? ¿Es posible evaluarlo como un objeto en la más llana
expresión del término? Sí, y de hecho, podemos analizarlo como un organismo.
Cualquier científico o entendido en la materia lo sabe. Para entenderlo, lo
explicaremos colocando a la palestra, un simple ejemplo: El cuerpo humano. A un nivel
atómico o celular nuestro cuerpo es “hueco”, “vacío”. En efecto, para una de nuestras
diminutas células su medio –el cuerpo de una persona– no sería sólido (en realidad,
nuestra armazón de la cual estamos constituidos es hueca, siendo un arreglo de
partículas girando a increíbles velocidades, lo cual produce la “impresión de que
nuestra forma humana es sólida”; es como si le lanzáramos peloticas a las aspas en
rotación de un ventilador, notaremos que son rechazadas, rebotando hacia nosotros).
En contraste, para la propia persona su cuerpo es macizo. Lo mismo se aplica para el
Universo. Desde el punto de vista de nosotros las galaxias son “huecas”, pero a nivel
cósmico son completamente tangibles, llegando a chocar entre ellas (como se ha
podido verificar al ser avistadas sus colisiones con nuestros telescopios). En este
sentido, se registra otro paralelismo con el Espacio. Para nosotros, los humanos, lo
percibimos como un “vacío” interminable, “etéreo” o, sencillamente, la “nada” (como ya
alegamos con antelación, el vacío no existe, pues como bien anota Ervin Laszlo, en El
Universo In-formado, en el Espacio siempre están presentes energías como las
relativas al Campo Higgs y al Campo de Punto Cero). Pero para Él, la situación puede
ser muy distinta… Él no se vería como un vacío (y perdónennos las múltiples
evocaciones de esta palabra), sino como un cuerpo totalmente tangible, palpable,
real, compacto, físico e incluso material. Como ven, todo es cuestión del marco de
referencia y escala considerados.
Manteniendo el mismo hilo de ideas, volvemos al asunto de abordar al
Universo como un organismo. Es merced profundizar en esta temática. Como sabrán,
la acepción más general y parca del término organismo es aquel que está
conformado por un grupo de órganos. Pero, la mayoría creerá que nos estamos
circunscribiendo a un ser orgánico o viviente, con órganos biológicos. En realidad no,
el concepto global de órgano es persona o cosa empleada para la concreción de
una acción. De manera que, despojando del carácter biológico de la palabra órgano,
éste puede ser definido como cosa empleada para la cristalización de una acción.
¿Qué queremos decir con todo esto? Que, efectivamente, el Cosmos se comporta
como un organismo en todo el sentido literal de la palabra, siendo, por ejemplo, una
galaxia como uno de sus órganos, ya que esta aglomeración masiva de estrellas
haría la función de un objeto utilizado para el logro de un acto, como ya marcamos.
Mas, al indagar un poco más en el delicado asunto, se puede llegar a la
conclusión de que todo está vivo, inclusive los cuerpos inertes o minerales. ¡Lo que
estamos intentando indicar es que hasta las piedras están vivas! En tal sentido, el
Doctor Lugo desarrolló en su monumental obra El Hombre ante el Universo poderosos
argumentos a favor de esta tesis, que no vamos a replicar. Pero sí advertiremos que
sugerir que los minerales están vivos no es tan descabellado, puesto que hay un
ejemplo muy cercano al ser humano (más de lo que ustedes creen): Nosotros mismos.
Es así como debemos acotarles a los lectores que nuestros cuerpos están constituidos
por una serie de minerales, así que somos, después de todo, ¡minerales andantes!
Con relación al párrafo anterior, comentaremos que en la Tierra solemos
diferenciar mucho las cosas que nosotros llamamos animadas de las que
denominamos inanimadas. Esta diferenciación, sin embargo, no tiene mucha
justificación, porque cuando señalamos los caracteres que consideramos distintivos y
exclusivos de la vida que asignamos a los organismos, tras un estudio profundo de la
cuestión nos encontramos con que estas cualidades son también atributos, y muy
significativos, de innumerables seres inorgánicos (la cita hecha proviene de un artículo
intitulado Puntos Claves de la Exobiología, de Francisco Aniceto Lugo, el cual
apareció en el binomio de páginas números 62-63, pertenecientes a la revista Cábala,
edición 46, correspondiente al 29 de Enero de 1.981). Así, verbigracia, trazas de
conciencia, sensibilidad, memoria y otras actividades psíquicas han sido
encontradas aún en la materia inorgánica (esta cita proviene de un artículo titulado
La Voluntad, Líder Biológico, de Francisco Aniceto Lugo, el cual apareció en las
páginas 25-32, de la revista Mundo Desconocido, número 19, del mes de Enero de
1.978).
Por otro lado, el nombrado científico Lugo sentencia: «Todas las facultades
psíquicas pueden encontrarse en la célula» (artículo La Voluntad, Líder Biológico,
página 31 de la publicación Mundo Desconocido), siendo esta última una ínfima parte
del organismo humano. De ahí, se infiere que una célula es una personita en toda la
regla, siendo el organismo de la persona su Cosmos. En lo respectivo a esta
observación, justamente, el propio Lugo emplea un acertado símil de nuestra situación
particular frente al Espacio Sidéreo o la Madre Naturaleza: «El hombre es parte
indesalojable de la Naturaleza, ni más ni menos como una célula lo es del organismo
humano» (segunda parte del artículo La Creación Mental, página número 60 de la
publicación Mundo Desconocido, edición 70, de Abril de 1.982). De este modo, una
persona equivaldría a una célula y el Universo se comportaría como un organismo.
Igualmente, al apelar a cualquier ejemplar de ese texto de significados –
imprescindible libro de cabecera– denominado Diccionario de Sinónimos, leemos que
colectividad y/o grupo es semejante a organismo. ¡Es la constatación de la postura del
panteísmo! ¿Por qué? Porque el total de elementos de un conjunto es igual a un
organismo (éste es la suma de las partes u órganos). Todo lo que está rodeado por
el Espacio, absolutamente todo, lo define; Todo lo que se encuentra dentro del
Cosmos es Él. En resumen, Todo es Dios o la Totalidad = Dios.
Una Realidad Integradora
En este apartado de la presente exposición haremos hincapié en un aspecto de
la Teoría del Todo (también denominada Teoría de la Unificación) de capital
importancia como lo es el Principio de Unidad o Integración. El enunciado universal del
mismo reza más o menos así: Todo está relacionado, Todo forma parte integrante de
Dios (Cosmos) o Todo participa dentro de la Unidad Mayor.
Declarado este principio, resta explicarlo: En primer lugar, ¿qué significa
Unidad? y ¿cuál es la Unidad Mayor? Es sabido que cada objeto se contabiliza en un
único elemento, o en otras términos, representa una unidad. Ejemplos: Cuando
estamos en presencia, por ejemplo, de un sólo tornillo, un sólo tomate o un único gato,
estamos haciendo alusión a “una unidad” particular de una cosa. Pero “unidad” es
aplicable a todo: Una casa es una unidad, una isla es una unidad, el planeta Tierra es
una unidad, una estrella es una unidad, una galaxia es una unidad. Y así
sucesivamente… Hasta que llegamos a la Unidad Suprema que no puede ser otra
cosa que el Universo mismo (el Espacio es la máxima unidad puesto que es
indivisible por naturaleza, ya que no hay manera de “separarlo”, de “seccionarlo en
porciones”, de allí que es ya norma exponer que no posee fronteras). Es más: ¡El
Espacio Exterior es la verdadera unidad que existe!, lo demás es ¡derivado suyo!
Pero insistamos facilitando argumentos en pro de la Unidad: Al conceptualizar
al Espacio como infinito (conocido también en el argot con el alias de “Hiperespacio”),
nada, absolutamente nada, puede escapar a su influencia/influjo, quedando cualquier
cosa atrapada en la “unidad espacial”. Por ende, el Universo posee una función de
contención, pero nada puede envolverlo a Él. Además, esto queda perfectamente
plasmado si lo dibujamos con el venidero ejemplo: Un ser humano vivo se
desenvuelve, lógicamente, en el Mundo, estando en el Cosmos. Al fallecer, la esencia
de la persona sigue estando en el Universo por ser éste infinito. La conclusión visible
de todo esto es que nada puede salir del infinito del Espacio, no hay escape de Él (lo
cual demostraría que el Espacio es Dios).
En segundo lugar, ¿en qué consiste la Teoría de la Unificación? Esta insiste en
que la totalidad de cuerpos del Cosmos es una agrupación dentro del mismo. En
consecuencia, todo está junto e integrado, formando un conjunto en el Universo.
Esta aseveración significa que a nivel cósmico no existe la separación. Otra
manera de sostener este punto de vista es recitando las clásicas frases «Dios está en
todas partes» o «todas las partes son Dios», las cuales pueden ser actualizadas con
estas palabras: El Espacio es Todo o Todo es Espacio.
Y en tercer lugar, no podemos olvidar la esencia divina: El Amor. Éste no es
otro que un sinónimo de la palabra Espacio. Veamos: Parafraseando a Freixedo (Por
qué Agoniza el Cristianismo) el Amor es el fluido sutil con el cual la Deidad se
mantiene unida a todas sus criaturas y con el que la totalidad de los fragmentos están
juntos entre sí. ¿Podría tener razón? ¿Qué tiene que ver el Amor con el Espacio?
Intentaremos explicarlo en el próximo párrafo:
El Amor viene siendo lo mismo que el Espacio porque éste une, relaciona y
envuelve a todo, cuidándolo y manteniéndolo. El Espacio es el factor común del
Universo (no conocemos, aún una parte del Universo desprovista de Espacio; sin
duda, el Espacio es la sustancia que sobreabunda), es lo que iguala, equipara y une
a dos cuerpos separados. El Espacio-Amor es igual en todas partes, uniforme,
repartido de igual forma para todos, sin distingo alguno.
Lo anterior puede ser entendido mediante el empleo de una metáfora: En una
relación entre dos personas la atracción se cristaliza a través de los puntos comunes.
En el Universo lo que une sería el Espacio. Todo es Espacio, hasta cada uno de
nosotros.
En síntesis: Todo está junto (nada está separado, principio del Todo está
Relacionado o Amor) en Él y dentro de Él. Es el panteísmo elevado y llevado a su
máxima expresión…
El Espacio: ¿Una Mente?
De antiguo en cualquier rincón de la bolita del Mundo una casta privilegiada de
hombres siempre ha sabido que la esencia real de la Naturaleza es pensante... A
veces, se difunde esta “nueva”. Verbigracia, tenemos el caso del científico gaucho
José Álvarez López (un hombre curtido en las disciplinas de la Física y la Química),
quien hace suya la frase del Lankavatara Sutra, de la Antigua India: «Todo es Mente y
no hay nada más» (lo cual nos trae a la memoria al Kybalión). Y es que el Doctor
argentino llegó a revelar en alguna ocasión que en sus experimentos detectó una
Inteligencia Rectora del Microcosmos. Indudablemente, estamos haciendo referencia a
lo que algunos denominan la “Mente Universal”.
Pero, ¿dónde se encuentra esta Mente? A nuestro entender, y tras revisar a
muchos investigadores heterodoxos de ayer y hoy, definitivamente, el personaje que
mejor la conceptualiza es Francisco Aniceto Lugo (citado por nosotros por enésima
vez). Y no puede ser de otra manera puesto que el de Venezuela era una voz
autorizada (Filósofo, Astrónomo, Cosmólogo y Experto en los Poderes de la Mente) en
el tema, además de un Sabio en toda la extensión de la palabra. Él dictó cátedra con
esta contundente exposición: En términos de la Física Cósmica, la Mente podría
confundirse enteramente con el Espacio-Sustancia. En efecto, son dos cosas muy
parecidas o, mejor, idénticas (primera parte del artículo La Creación Mental, página
número 17 de la publicación Mundo Desconocido, edición 69, de Marzo de 1.982).
No obstante, no es el único y para muestra un botón: Ervin Laszlo. Este
connotado científico de hoy en día, oriundo de Budapest, coincide con Lugo en el
comportamiento sustancial del Espacio, aunque, evidentemente, hace una
actualización de la teoría. El Doctor Laszlo vierte sus ideas en su libro El Universo In-
formado, del cual nos permitimos tomar la licencia de extractar algunas disertaciones
de relevancia: Designa al Espacio vacío –específicamente vacío cuántico–,
sosteniendo que no se refiere al volumen geométrico (al igual que Lugo) sino a un
medio físico completamente existente(2). Aduce que no está “vacío”, sino que es pleno
(hasta en esto coincide con Lugo, quien defendía en 1.960 que el Espacio no se
encuentra lleno, es la llenura misma). Consecuentemente, no hay algo como “la nada”,
por el carácter fluídico del Espacio. Además, se registran otros paralelismos del
hombre originario de Budapest (en su texto del 2.007) con la concepción cosmológica
del investigador criollo: Realmente, la mejor concepción del Universo –el gran Laszlo
lo bautiza con el nombre de “Meta-Universo” o “Metaverso”– sería concebirlo como
una entidad infinita, siendo el asiento de una miríada infinita de “mini universos”, los
cuales se comportan exactamente igual que las burbujas (cada cosmos surge de una
explosión inicial, un big bang, se expande, luego se contrae, desapareciendo en una
explosión final, un big crunch). El nacimiento, la vida y la finalización de un universo-
burbuja sería un proceso cíclico también al ad infinitum.
Manteniendo el hilo argumentativo, Laszlo, debemos admitirlo, tiene la
honestidad de referirse al Espacio o Vacío Cuántico como antaño se le conocía:
Akasha (del sánscrito hindú). Él lo denomina Campo Akásico o Campo A. Dicho
“Campo A” no es otro que los famosos Registros Akásicos. Akásico significaría Cielo o
Espacio, por lo que Registro Akásico se traduciría como “Archivo Celeste”. ¿Qué
queremos transmitir con todo ello? Lo que se desea explicar es que en la Antigua India
se tenía la idea de acuerdo a la cual hay una memoria celestial (depositaria de
cuanto conocimiento existe) o, lo que es lo mismo, el Cielo es pensante. Todo esto
nos trae a la memoria las palabras de Lugo: «El Universo entero es básicamente
mental» (quinta parte del artículo La Creación Mental, página número 30 de la
publicación Mundo Desconocido, edición 73, de Julio de 1.982).
¿Podría ser cierto que el Espacio Sideral fuera una Macromente? Sí, y más de
lo que uno pueda creer…Efectivamente, al apreciar la silueta del Cosmos
observable, éste exhibe inequívocos paralelismos con la estructura interna de
un cerebro. Así, cuando se han mapeado sectores inmensos del Universo, tomando
en cuenta la intervención de la llamada “materia oscura”, nos percatamos como los
mismos se asemejan –y mucho– a las neuronas. Pero ahondemos aún más: Uno
podría pensar que las estructuras cósmicas más grandes son las galaxias, nada más
lejos de la verdad. Existen infinidad de galaxias agrupadas en diversos conjuntos,
entre los cuales están los cúmulos galácticos y los filamentos (son como hilos
extensísimos de galaxias). Se mantienen unidas entre sí gracias al concurso de la
materia negra y de la gravedad. Pues bien, estos cuerpos hipermasivos son similares
a la red neuronal. En este sentido, David Jou, Físico, Poeta y autor del libro Cerebro y
Universo, Dos Cosmologías, dice que el Universo está formado de galaxias, mientras
que el cerebro de neuronas (la cita previa es un artículo intitulado Memoria Celeste, de
nuestra autoría, el cual apareció en la página 14 de la sección Ciencia del periódico
Vierne5, del 29 de Abril del 2.016).
Esta analogía Cerebro-Cosmos es una clara evocación de la Cosmología
Fractal (fractal quiere decir que la forma de un cuerpo se reproduce a distintas
escalas, en este caso, el cerebro humano tiene su fiel correspondencia en el Espacio
Interestelar). Si nos vamos más atrás en el tiempo, este símil se formula con ese
principio hermético «de cómo es arriba, es abajo». Y si nos retrotraemos aún más
atrás, a épocas pretéritas, retomamos el verso bíblico «a imagen de la Deidad lo
creó…», demostrándonos su vigencia.
Argumentos en Pro del Organismo Universal
Nuevamente, volvemos a caer una y otra vez al mismo punto… Al de la
existencia de un organismo cósmico, de carácter corporal; a ese organismo,
técnicamente, se le denomina Universo, mientras que el vulgo lo llama “Dios”.
Además, para más inri, es la constatación de la tesis panteísta. Pero, explayémonos
en argumentos:
Es sabido que un organismo es un conjunto de órganos para lograr un fin. Para
nuestro caso, las grandes partes del Todo podrían ser los filamentos y los
supercúmulos galácticos (Harían de órganos, respectivamente). De igual forma, desde
el punto de vista filosófico, debemos aducir que al encontrase todo dentro de Él,
todo está vinculado, funcionando el Universo como el Organismo por
Antonomasia. Mejor dicho: Es el Organismo. Es el ideario de un Organismo.
Como acabamos de señalar, la garantía de funcionalidad de cualquier
organismo radica en la relación entre sus partes, mas la pregunta del millón es ¿cuál
es el mecanismo de acuerdo al cual opera la conectividad entre las porciones de un
sistema?
La contestación a tal interrogante se reduce al mundo de lo diminuto, al
atómico, pues. A tal efecto, se han realizado experimentos cuyos resultados han
probado terminantemente que la vinculación entre las partes de un organismo o
sistema es un principio que obra a nivel universal. Estas pruebas de laboratorio
consisten en acometer estudios sobre un par de partículas. Para ello, se procede a
seleccionar una partícula, midiéndola, esto es, definiendo su estado. Al hacerlo,
tenemos, digamos, un estado 1 (el cual está definido si se miden algunos de sus
parámetros, como la posición o la energía). Luego, tomamos otra partícula y llevamos
a cabo un procedimiento análogo, determinando un estado 2, calculando para ella las
mismas variables (de posición o energía). Pues bien, se ha advertido que el estado de
la segunda partícula se ve afectado en algún grado por el de su primer acompañante,
pese a que están separadas. Otra cosa: Si la partícula “número dos” obtiene el mismo
estado de la “número uno” (es decir, el estado 2 es igual al estado 1), surge algún tipo
de relación (inclusive perenne) entre ambas, aunque exista una brecha entre ellas. Y
por si fuera poco, se ha verificado que esta asociación se sucede a velocidades miles
de veces superior a la de la luz, sino de manera instantánea (al respecto, no nos
queda más remedio que remitir al lector a los experimentos de Alain Aspect y Nicolás
Gisin, quienes comprobaron la hiper velocidad de las partículas).
Dependiendo del tipo de organismo escogido y de la escala utilizada, se ha
demostrado la famosa “relación entre las partes”. Ya sea que se tome como organismo
un átomo, una persona, una galaxia, o el propio Universo, se ha probado esta noble
cualidad de unificación que posee la realidad. Veamos su modus operandi: Imagínese,
por un momento, a un elemental electrón. La estructura corpórea de esta
pequeñísima porción de materia genera ondas que recorren a velocidad infinita a todo
el Cosmos. De este modo, un hipotético segundo electrón ubicado al otro “extremo”
del Universo, recibe de manera instantánea los campos producidos por el primer
electrón, siendo influenciado (no debemos sorprendernos si hay campos más rápidos
que la velocidad de la luz, pues se arguye que el Campo de Torsión es mil millones de
veces más raudo que ésta, según recoge Peggy Phoenix Dubro y David Lapierre,
coautores de Entramados de Conciencia; otro caso gráfico de esta situación son las
declaraciones de un representante de la Ciencia, el Profesor Universitario Álvarez
López: Como prueba concreta del ocultamiento de importantes temas científicos,
tenemos el hecho de la real existencia de varios tipos de ondas y agentes físicos que
viajan a mucho mayores velocidades que la luz, pero este conocimiento ha sido
ocultado a los públicos del Mundo; un tercer caso lo constituye el científico europeo,
Doctor Marcel Pages, quien habla de “velocidades superlumínicas”; finalmente, una
cuarta opinión que avala esta postura la ofrece el científico ruso Andrés Job Sklyarov,
la cual transcribimos a continuación: La “prohibición” de exceder la velocidad de la luz
sólo existe en nuestras cabezas…). Sobre ello ya hablamos: Es la coherencia,
interacción y correlación obrando mencionadas por Laszlo… Una partícula “copia”
de otra su información, estado e incluso comportamiento (pero esta forma de
proceder se sucede también en los sistemas biológicos: El científico Giacomo
Rizzolatti descubrió las “neuronas-espejo”, encargadas de reflejar o imitar lo que
estamos viendo. Así, estas células cerebrales explicarían, por ejemplo, la acción de
bostezar cuando observamos a nuestro semejante bostezando). De esta situación
planteada, sacamos el siguiente binomio de conclusiones: 1ra
, Indefectiblemente,
cualquier fenómeno o cuerpo presente en la realidad afecta a la totalidad del Cosmos,
de allí “la relación entre las partes” (todo lo que ocurre en el Espacio Sidéreo incide en
él, es la famosa ley de la Causa-Efecto) de un organismo. 2da
, La transmisión de
información y/o energía es automática, con independencia del espacio y el tiempo, lo
cual se puede leer como que el Espacio es corpóreo. Lo explicaremos colocando en
bandeja de plata, un sencillo ejemplo, dejándolo para su juicio: Ya sea que una
persona reciba un golpe en la cabeza o en los dedos del pie, sentirá el dolor
independientemente de la región donde haya ocurrido el impacto.
En lo relativo al punto previo, lo abordaremos con otras palabras, para que se
vea que hay muchas formas de mirar las cosas, todo depende de la arista empleada.
El concepto clásico del Espacio es el “vacío”. Entonces, cuando una partícula produce
ondas perturba al “vacío” (alterando la estructura del Espacio), pero como estas ondas
no pueden tener fin, la partícula afecta a todo el Cosmos. Análogamente, cualquier
porción del Espacio Interestelar forma parte de un campo cuyo tamaño puede ser
infinito, lo cual quiere decir que dicha fracción se encuentra unida a la totalidad del
Universo (el comportamiento de un fragmento trae consecuencias al conjunto de las
partes). Ahora bien, si se analiza solamente al Espacio –omitiendo al resto de sus
insignificantes partes–, considerándose como único elemento a estudiar (viéndolo
como ya apuntamos, como objeto de estudio o único ente existente), cualquier
evento que suceda (verbigracia, la actuación de una partícula) repercute en Él. Y
dado que el Espacio engloba a todo, absolutamente todo, cualquier cosa que le
ocurra (como el mencionado desenvolvimiento de una simple y diminuta partícula en
Él) influye en sus partes.
Quizás la idea de sopesar al Espacio como un organismo, y además, una
entidad pensante, tenga una base de apoyo aún más sólida si hacemos énfasis en el
tratamiento de la información. Ésta puede ser transferida al tomar en cuenta la
naturaleza ondular del Cosmos. El proceso obra así: Un primer objeto, localizado, por
supuesto, en un punto determinado del Universo, genera ondas. Las ondas llegan
hasta un segundo cuerpo, chocando con él. En la colisión, graban información
contentiva del primer objeto al segundo. Lo más interesante del asunto es que la data
no se pierde. El proceso se aplica a cualquier cosa, a todo nivel: La información viaja y
se archiva de cuerpo a cuerpo y esto es válido para los átomos, moléculas, minerales,
plantas, animales, personas, planetas, estrellas… Es perfectamente plausible que una
galaxia, por ejemplo, produzca sus particulares ondas. Su campo viaja a través del
“cuerpo del Espacio” y colisiona con otro campo y con otra galaxia. Debido al “impacto
sutil”, la galaxia golpeada, recibe y almacena información de su par emisora. Así, de
acuerdo a la descripción del científico Laszlo, el Espacio se convierte en un medio
físico de transporte de información y en alguna especie de memoria. De este
modo, el Universo puede ser considerado como un organismo viviente (la cita previa
es un artículo intitulado Memoria Celeste, de nuestro autoría, el cual apareció en la
página 14 de la sección Ciencia del periódico Vierne5, del 29 de Abril del 2.016), pues
es un sujeto pensante. Y como envuelve a toda la creación, la información fluye por
doquier, estando algún tipo de memoria latente en todas partes.
A todo esto, podemos suministrar un razonamiento extra a favor de la
existencia de una Inteligencia subyacente en el Cosmos. Cualquier forma en la
Naturaleza, verbigracia, una galaxia, demuestra que hay simetría, por consiguiente,
orden. Es como si una mente ordenara la silueta galáctica, pues su forma implica
algún tipo de organización (dejando de lado el caos y la aleatoriedad). ¿Y quién
organiza a las galaxias? Pues, no puede ser otro que el propio Universo, lo cual es la
constatación de que es inteligente.
Disertaciones Finales
Ha llegado el momento de darle término a nuestro discurso. Por eso, debemos
iniciar haciendo un repaso, punto por punto, y aspecto por aspecto, de nuestra
exposición, para reforzar su eje central. El primer tópico fue el del tratamiento del
Espacio. Dijimos que no es un vacío, sino algún tipo de líquido etérico. Para defender
esta hipótesis, suministramos varios insumos al respecto. Son elementos de prueba,
indirectos sí, pero en realidad, así es en esta clase de casos cuando estudiamos
fenómenos o la naturaleza de las cosas. En la mayoría de las veces, se sabe acerca
de su existencia únicamente por los efectos generados al entorno. Pero retornando a
las pruebas indirectas sobre la naturaleza fluídica del Espacio, añadiremos a nuestro
repertorio otra más: La figura o silueta de las ondas. En lo concerniente a ellas, los
científicos se han dado cuenta que la más variopinta gama de ondas se desplazan por
el Espacio Exterior de forma radial o circular. Gracias a esta observación, inferimos
que el Espacio se comporta similarmente a una sustancia líquida. Para que lo
entienda el lector el Espacio sería como el agua líquida de un acuario: Cuando los
pececillos mueven sus aletas producen ondas (circulares, por supuesto) que
abarcan todo el líquido vital.
De constituirse el Espacio en algún tipo de líquido desconocido, se infiere, por
consiguiente, que posee un cuerpo. Y de hecho, nosotros explicamos que el Espacio
es un cuerpo. Al respecto, nuevamente, nos vemos obligados a presentar un desfile
de elementos probatorios:
1º, El Universo genera ondas o campos tal como si fuera un mega cerebro. Por
ende, la característica fundamental sobre la cual reposa el Espacio, es que éste es
marcadamente ondular (estamos evocando la concepción cosmológica de Lugo,
totalmente en vigencia, pues ha sido reivindicada gracias a los cálculos y mediciones
realizados debido a la actual disposición de un instrumental más preciso), vibrando
perennemente (así pues, es dinámico y no estático como sugiere Einstein). Las
otras características del Espacio son la infinitud y la elasticidad.
La anterior afirmación de acuerdo a la cual el Cosmos es un cerebro, y por lo tanto,
un cuerpo (en consecuencia, generador de ondas), encuentra en el hombre su
perfecto símil, como veremos de enseguida: Todo cuerpo, cualquiera que sea su
naturaleza, emite y recibe ondas. En cuanto al ser humano, posee una estación
emisora y receptora en su cerebro, bien conocida de algunos neurólogos. La forma de
su transmisión es radial, desde un punto central en todas direcciones. Esta se pone de
manifiesto, muy claramente –por ejemplo– en los fenómenos telepáticos (tercera parte
del artículo La Creación Mental, de Francisco Aniceto Lugo, página 43 de la
publicación Mundo Desconocido, edición 71, de Mayo de 1.982). Pues bien, este
comportamiento del cerebro humano es una réplica espacial del Cosmos, como ya
hemos visto.
Siendo el Espacio Interestelar un cerebro (como lo es), significaría efectivamente, que
sería una mente, y en consecuencia, estaría vivo. En concordancia con esta cuestión,
transcribimos las palabras formuladas en alguna ocasión por Aniceto: «Algunos sabios
comienzan ya a decirnos que el Universo es biógeno, es decir, que produce la vida.
Más, en realidad, el Universo todo está vivo, es viviente».
Igualmente, otro destacado Cosmólogo, Luis Cabareda –como Lugo, Ingeniero
Eléctrico y también oriundo del Estado Delta Amacuro–, se refiere al Espacio Sideral
en términos similares: Todo el Universo está vivo. Él ha sido responsable del libro El
Partonatón o Partícula-η, ¡Más rápido que la Luz! En esta obra, Cabareda propone un
modelo de un Cosmos con seis dimensiones (a las clásicas dimensiones conocidas
como Alto, Ancho, Largo y Tiempo, les añade las de la Luz y las del Pensamiento). Lo
cautivante de su teoría se fundamenta en la posibilidad de cuantificar la cualidad del
pensamiento. Expliquemos de pasada su esquema cósmico: El Espacio geométrico
está conformado por tres ejes: El eje x, el eje y y el eje z. A estas longitudes le agrega
el trío del eje del tiempo, del eje de la luz y del eje del pensamiento. Justamente, para
nosotros, el último eje es el más trascendental de todos, puesto que significa que el
Espacio está constituido literalmente por pensamientos. Por tal razón, y
parafraseando a Cabareda, éste ha asegurado que las ideas no son generadas en el
cerebro, están en todo el Universo.
2º, Se ha estudiado que la energía más baja en cualquier sección del Espacio es
distinta a cero (como ocurriría con la energía del Campo Higgs, la cual siempre será
mayor a “0”). Si la energía, como todo parece indicar, nunca es nula, implica que hay
un movimiento o actividad constantes, luego, el Espacio vive (les recordamos que
la vida es sinónimo del movimiento). Otro ejemplo clásico de esta situación lo
representa el Campo de Punto Cero o Zero Point Field: El postulado acerca de este
campo defiende la existencia de energía de alguna región del Espacio pese a
encontrarse a la temperatura mínima del Cosmos: El cero absoluto. No obstante, en
vez de aseverar que en el Espacio hay energía, lo correcto es decir que el Espacio
tiene o produce energía.
3º, El principio de unidad se cumple a carta cabal, siendo la Verdadera Unidad
Existente el propio Cosmos. Todo está junto o integrado dentro del Universo, pues
éste no posee fronteras (no puede haber separación).
4º, El Espacio es como un tipo de tejido (algo ya aceptado, actualmente, por los
Físicos), en cierta manera, sería la “piel de Dios”. Es una realidad física, y de
hecho, de acuerdo a Ervin Laszlo, observaciones parecen insinuar que las galaxias
están distribuidas uniformemente por todo el Espacio Sidéreo. La relación total e
inquebrantable entre cualquieras de las partes del Cosmos y su constitución granulada
o comportamiento como de un granulado a nivel cuántico (esto es, microscópico),
ratificaría su naturaleza corpórea. Precisamente, la teoría de la espuma cuántica
consiste en sostener que a escalas subatómicas, del orden de la longitud de Planck, la
naturaleza del espacio-temporal es “espumosa”. De modo semejante, otra teoría, la
del Océano de Dirac, postula una consistencia del vacío parecida a un mar, pero un
mar de partículas ilimitado.
5º, Se ha constatado una relación, ya innegable, entre elementos del Universo y
el Espacio, demostrando que el vacío no existe (esta premisa ha sido puesto en
escena gracias a la cristalización de distintos experimentos en los laboratorios). El
“vacío” –que lo único de vacío que tiene es el nombre– interaccionaría con el resto de
objetos y fenómenos del Cosmos, incidiendo directamente en la masa de partículas,
su carga, su spin y su momento angular, entre otras muchas cosas. Empero, del
mismo modo, se ha reconocido los consiguientes hechos: El vacío entrega energía a
todo; hay una relación energética simbiótica entre el Espacio y los cuerpos que lo
habitan; los átomos viven por el Espacio, lo cual es la constatación de la realidad física
del “vacío” (los electrones deberían chocar con el núcleo de su átomo por su gasto o
emisión de energía, pero recuperan su poder al retirar energía del Espacio,
manteniendo su posición en sus respectivas órbitas; lo mismo acontece con nuestro
mundo, él mismo debería ir hacia el Sol, sin embargo, el Espacio mantiene la brecha
entre nuestra estrella y la Tierra, alimentando literalmente de energía a nuestro mundo
azul). Además, la fuerza gravitatoria, la inercia y la ya nombrada masa (entre muchos
otros parámetros) son consecuencias de la intervención del “factor espacial” o de la
mera existencia del Espacio.
6º, El Espacio es el conductor universal por excelencia. Por el comentado medio o
super cable conductivo circulan la información, la energía, la luz, la electricidad, la
materia, la presión, las ondas, las fuerzas y los más variopintos fenómenos.
En otro orden de ideas, dijimos que el Espacio es Energía y Amor. Desde la
arista analítica o mecánica, el Espacio es la Energía porque es la Fuente de Poder de
todo cuanto existe. Desde la arista sensible y sutil, es el Amor porque cubre a
cuanta cosa haya, preservándola, y a través de Él, vincula a dos objetos
separados. En síntesis: El Espacio es la materialización física del Amor.
De igual manera, colocamos sobre la mesa el asunto del “don divino de la
ubicuidad” (como lo llaman los religiosos) o el fenómeno de la no localidad (como lo
conocen los científicos). En este sentido, manifestamos (aunque con otras palabras)
que la ubicación de un cuerpo es una mera ficción, en realidad todo tiene
alcance universal. Esta afirmación se deriva del hecho de que toda cosa está
ubicada en el Cosmos, por lo tanto, su accionar repercute en todo el Universo.
Para entender la anterior premisa en su justa dimensión debemos poner en la
palestra varias situaciones, las cuales vamos a plasmar en las próximas líneas: Al
abordar esa rama de la Física bautizada como Dinámica de Cuerpos, se estudia el
denominado movimiento relativo a un sistema de referencia en traslación.
Básicamente, consiste en analizar las velocidades y aceleraciones de un par de
objetos en desplazamiento. Pero para cumplir con tal fin, debemos ubicarlos en
función de dos sistemas de coordenadas. Uno de estos sistemas está fijo (no registra
movimiento) y el otro no (de allí que se mencione el término de “traslación”). Pero,
como todos deberíamos saber, la selección de una posición de un objeto es
siempre arbitraria, subjetiva y relativa, nunca absoluta. Por ejemplo, ahí tenemos
el caso de un vaso de agua colocado sobre una mesa. Éste está ubicado según el
juicio individual de cada persona: De esta forma, puede estar situado a un metro de
altura (la altura de la mesa), a dos metros por debajo del techo de la casa, a tres
metros de usted. ¿Cuál es la posición verdadera?
Veamos otras similitudes: Un carro (localizado, por ejemplo, en New York) que
se mueve del punto A al punto B va a una velocidad de 150 kilómetros por hora. Si el
mismo vehículo mantiene su ritmo, dirigiéndose en dirección contraria a otro auto –el
cual va a 100 kilómetros por hora–, impactando ambos, se habrán encontrado a una
velocidad de 250 kilómetros por hora. Por el contario, si cada uno de estos
automóviles se mueve a 120 kilómetros por hora, uno paralelo al otro, para ellos no
hay velocidad, entre ellos no hay movimiento. Para un sistema tan vasto como nuestra
galaxia, la Vía Láctea, este binomio de carros no se mueve (tiene una velocidad
cercana a “cero”). Para el sistema mayor o real, el Cosmos, la consideración es más
dramática, pues, verbigracia, uno de estos carros está ubicado en el Universo (que
equivale a decir que está en todas partes), y como en el Espacio no hay
direcciones, arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda, ni tampoco existe algo como un
“centro”, está en ninguna parte (no se puede fijar localización). Como ven, no
existe algo como la posición o la ubicación. No estamos ni en una ciudad, región, país
o el planeta, estamos en el Universo. Y, como el Espacio debería ser infinito en
magnitud no puede haber centros ni fragmentos, por consiguiente, cualquier cosa
se encuentra en todas partes (o sea, en el Cosmos) o, a su vez, en ninguna
(porque no existen las partes, no se puede seccionar o “ubicar” al Espacio).
El estudio de la no localidad se hace palpable cuando analizamos a las
partículas. De ellas, nunca puede saberse donde estar focalizadas, pues hay un
principio conocido como el Principio de Incertidumbre de Heisenberg (de acuerdo al
cual es imposible saber donde está una partícula). Pero es que, además, el asunto se
agrava debido a que una partícula exhibe a un comportamiento dual: Ondulatorio-
corpuscular. Expliquémoslo de manera sencilla para entenderlo: Si se conceptualiza
una partícula como una onda, no está fija, sino en todas partes (debido a su
indetenible desplazamiento), luego, se encuentra en un estado “virtual”. Una vez que
medimos, o determinamos una variable relativa a ella, definiéndola, pasa a ser “real”
(en cierta forma, cuando se estudia una partícula es como si seleccionáramos al azar,
literalmente, un pedazo del Cielo: Esto demuestra que por doquier, a una escala
infinitesimal, el citado Cielo es corpóreo, puesto que se toma aleatoriamente una
muestra de Espacio, esto es, una partícula). Esta característica ondular de una mísera
partícula, evidentemente, se puede extrapolar a macrosistemas, verbigracia, ¡usted
mismo!: Recuérdese que el cuerpo de su persona es una agrupación de átomos, por
ende, un ser humano también exhibe la cualidad de la no ubicuidad.
En tal sentido, lo que ocurre en un sitio se cristaliza en otras partes; lo
acontecido se reitera tiempo después. Nada se circunscribe a un centro físico ni a un
momento en particular. Así, como bien afirma Ervin Laszlo, todo tiene una proyección
universal. Esto se debe a que un objeto, solamente por el hecho de ser un cuerpo,
genera ondas que llegan a otro, influyéndolo. Entonces, el cuerpo receptor
asimila la información del cuerpo emisor. Es, realmente, un copiado de
información. Para colmo, es una «trasmisión instantánea de información» como diría
el nombrado Luis Cabareda.
Si cualquier cuerpo o evento tienen un alcance cósmico, únicamente
puede significar una cosa: Que es la misma Divinidad. En relación a ello, y
fundamentándonos en el principio de la no localidad, llegamos a la conclusión de
acuerdo a la cual el panteísmo no está tan errado como se piensa (tan será así que
incluso disponemos de un pasaje bíblico panteísta, el Hechos 17-28: Pues en Él
vivimos, nos movemos y somos... Porque linaje de éste somos también). Por eso,
Cabareda ha sentenciado: Dios no está en todas partes, todas las partes están en
Dios y Dios está en Él, en Él mismo (es el Universo-Dios en acción y en todo su
esplendor). Por tanto, recurramos de nuevo al comportamiento dual de la partícula o
hipótesis de De Broglie: Fue puesta en la mesa por el Príncipe francés Luis De Broglie
(séptimo Duque De Broglie), valiéndole el premio Nobel de Física en el año 1.929.
Consiste en el hallazgo de la naturaleza ondulatoria del electrón, verificado por medio
de experimentos. De acuerdo a esta óptica, hay ondas de materia, o sea, cualquier
materia tiene una onda asociada a ella. Recientemente, pruebas de laboratorio han
arrojado que ¡hasta objetos como moléculas se asemejan mucho a las ondas!
(https://es.wikipedia.org/wiki/Dualidad_onda_corp%C3%BAsculo). Como sabrán, una
onda se propaga al infinitum por el Espacio, suponiéndole masa nula y una velocidad
de propagación. De Broglie concibió su hipótesis en estos términos: «Toda la materia
presenta características tanto ondulatorias como corpusculares comportándose de uno
u otro modo dependiendo del experimento específico» (información extractada de la
Wikipedia). Esta hipótesis de la naturaleza dual de las cosas, comportándose las
mismas tanto como ondas como cuerpos, puede ser interpretada así: Todo cuerpo en
el Cosmos, genera ondas –otra cosa es que no sean perceptibles al ojo humano–,
extendiéndose la amplitud de las mismas, por toda la infinitud del Espacio, por ende, la
verdadera longitud del cuerpo es el propio Universo... Esto es: El objeto es equivalente
al Espacio Interestelar o, lo que es lo mismo, ¡el cuerpo es Dios! Técnicamente, si no
estuviésemos limitados por el achacoso sentido de la vista, notaríamos con asombro
que nuestras dimensiones no son únicamente las de nuestro físico, sino que nuestro
verdadero cuerpo posee un tamaño infinito porque incluye a sus
incircunscriptas ondas o radiaciones que emitimos.
Con el movimiento sin cesar de las ondas de esa ingente cantidad de cuerpos,
vagando por el Espacio, se origina un sensacional intercambio de información. Esta
información (en “formato de memoria”) fluye en todas las direcciones del Cosmos, lo
cual quiere decir que el mismo es una entidad cavilante. Pocos saben, que es
perfectamente plausible considerar al Universo como un Supraorganismo. Es
más, para que se sepa, organismo es equivalente a sistema, y como ya hemos
marcado, los científicos tratan al Cosmos como un sistema. Por eso y con toda
justicia, esta corriente de pensamiento ha sido denominada con el término de
Pansiquismo (la Realidad es mental). Al respecto, el Cosmólogo bretón Fred Hoyle
alude la existencia de un Superser a la hora de referirse a la Naturaleza (véase Los
Últimos 3 Minutos: Conjeturas acerca del Destino Final del Universo, de Paul Davies),
siendo la misma sinónimo de Espacio, Cosmos, Realidad, Dios…
El “don divino de la ubicuidad” está implícito en todo y ciertamente
cualquier cosa en el Universo disfruta de este atributo. Así, la no localidad de las
partículas implica que hay que ver al Espacio como un todo, un único conjunto o
un único elemento. Desde esta perspectiva, si se analiza con exclusividad sólo a ese
ente que es el Espacio, el más mínimo cambio que obre en él repercute en todo,
porque el Espacio engloba a todo, valga la redundancia. Análogamente, como ya
hemos visto, la correcta ubicación de un objeto es en el Espacio, lo cual significa
en otras palabras, que abarca cualquier porción del Cosmos (es imposible hablar
de “partes del Espacio”, no se puede fragmentarlo, separarlo, o se hace
verdaderamente necio buscar un “centro” en el Mundo Sideral).
Recapitulemos. El Espacio reúne varios requisitos y condiciones que lo igualan
a la Deidad, pudiéndolo calificar de Dios. Veamos:
Es infinito en extensión (lo cual lo convierte en inabarcable,
inconcebible, indeterminable, insuperable).
Tiene todo el poder (su energía es inacabable o infinita).
Es eterno (el Espacio no se “marchita”).
Es creador (de él y en él surge o nace todo).
Es sustentador (suministra energía a cualquier elemento del Cosmos,
preservándolo).
Es el Hogar donde tiene su asiento cualquier clase de fenomenología
(de allí su carácter amoroso).
Se mueve, por lo tanto, está vivo (vibra por su carácter ondular).
Es corpóreo (a un nivel diminuto su constitución es granular o a base de
partículas).
Es inteligente o pensante (sus órganos tales como galaxias muestran
atributos como la simetría y el orden; las formas materiales del Espacio
exhiben una similitud pasmosa con el interior de un Cerebro,
especialmente con las neuronas; la información no se pierde, se
trasmite de cuerpo en cuerpo por todo el Cosmos, a través de ondas, lo
cual quiere decir que existe alguna clase de memoria universal, la cual
algunos denominan “Mente Cósmica”).
A todo esto, algunos se preguntarán: ¿Cuáles son las consecuencias derivadas
de esta concepción? La de definirse como un elemento inseparable de la Realidad
Divina… Evidentemente, debería de estrecharse los nexos no solamente entre
nosotros, los hombres, habitantes del Mundo, sino también con el resto de la Creación.
Salta a la vista que deberíamos tratar con mayor consideración a nuestro entorno
cercano por ser parte indisoluble de la Deidad Cósmica.
Escrito por Marco Rango.
NOTAS:
1: No hemos resistido la tentación de facilitar al lector una serie de nombres asociados
a la Deidad:
Sinónimos de Dios: Espacio, Espacio Exterior, Espacio Sideral, Vacío, Vacío Cuántico,
Universo, Cosmos, Cielo, Firmamento, Naturaleza, Ambiente, Mente, Mente Universal,
Inteligencia Cósmica, Conciencia, Conciencia del Absoluto, Esencia, Sustancia, Fluido,
Éter, Infinito, Energía, Potencia, Fuerza, Espíritu, Amor, Mónada, Uno (1).
2: No se puede rechazar de facto la posibilidad de una realidad física del Espacio. No
obstante, aquí surge la pregunta del millón: ¿Se podría cuantificar al Espacio? o, para
ser más precisos, ¿se puede “pesar” al “Vacío”? A estas interrogantes debemos
responder, rotundamente, sí. Para ello, debemos apelar al bueno del Doctor Marcel
Pages. Este científico galo propone que el Espacio no está vacío, más bien se
comporta, literalmente hablando, de modo similar a una atmósfera gaseosa –alguna
clase de superfluido–, cuya característica fundamental es la energía que despliega. Y
si, efectivamente, como todo parece indicar, el Espacio posee energía, entonces
puede determinarse su masa e, inclusive, su presión (recuérdese para estos efectos,
que la energía en cualquiera de sus formas se le toma en cuenta con masa; un
ejemplo clásico de ello lo representan nuestros cuerpos, verdaderos paquetes
vibrantes de energía que pueden ser colocados sobre una balanza, listos para ser
pesados). Pero, ¿cuánta energía genera el Espacio? y, lo más importante, para la
presente exposición, ¿cuánto pesa? Al respecto, debemos advertir que Pages da en
su libro sobre antigravedad valores no del todo exactos y congruentes, pero esto es
así porque se basan en información sensible. Así, con todo, alcanza a sugerir que en
un centímetro cúbico de Espacio se produce energía en el rango de 1021
a 1027
joules (datos obtenidos por Vigier, Bohm y De Broglie). Igualmente, ¡un centímetro
cúbico de Espacio pesa 10 millones de toneladas! Esta fantástica mole fue
calculada por Pages en 1.957 y esta increíble cantidad fue ratificada por el presidente
de la Academia de Ciencias, el referido príncipe De Broglie (página 166 del libro Las
Puertas de la Atlántida, escrito por Guy Tarade y editada en 1.981 por la Editorial
Diana). Este binomio de valores se lograron por distintos datos teóricos, llegando a
resultados similares. Pero, es que además, esta data ha sido actualizada: En el tercer
capítulo del libro Los Últimos Tres Minutos (de principios del nuevo milenio), de Paul
Davies, está asentado que un centímetro cúbico de Espacio pesaría 1067
–un uno
seguido de sesenta y siete ceros– toneladas y contendría un poder energético
de 1087
joules (en verdad, tienen razón los científicos de llamarlo “falso vacío”). Para
culminar con esta nota, es necesario redondear las concepciones de Marcel Pages
para ubicarnos en un justo contexto: El comportamiento del Espacio se aproxima al de
un gas (eso sí, singularmente tenue), estando el mismo lleno de energía (por algo el
francés Pages lo ha bautizado como «Espacio de Energía»), y la energía en
cualquiera de sus presentaciones o formas tiene masa, por consiguiente, puede ser
pesada. Pages menciona a un “gas gravitón”, el cual permea todo el Vacío. En
definitiva, el Espacio es un plenum que cuenta con un prodigioso gradiente energético.
Entonces, Pages muestra evidencia de la realidad material del Espacio, pues posee
energía tangible, la cual puede ser medible. Sin embargo, el Espacio presenta dos
caras: Una, la visible, donde dicho espacio físico puede ser considerado sólido, líquido
o gaseoso, cuyo “power” (energía) puede ser estimado. El otro rostro del “Vacío” se
caracteriza por su sutileza, razón por la cual se habla de un espacio psíquico “PSI”. Es
el espacio de la mente (esto evoca al concepto de la Mente Universal). Éste no puede
ser captado por nuestros limitados sentidos. Para rematar, Marcel Pages sentencia: El
Espacio o Universo no puede tener ni inicio ni fin, por ende, es eterno. Este Cosmos
es el espacio supremo de inteligencia PSI.
http://marango8a.webnode.com.ve/news/cosmos-divino-una-perspectiva-racional-del-
asunto/

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Cosmos Divino

  • 1. COSMOS DIVINO. UNAPERSPECTIVA RACIONAL DEL ASUNTO En la presente entrega abordaremos el tópico de las cosas de Dios(1), esto es, la Ciencia que trata de la Deidad. En este sentido, para una Teología más completa, es imprescindible acompañarla de esa rama científica conocida con el nombre de Cosmología (encargada del estudio del Mundo Sideral). Más adelante, se verá porque… Empezaremos nuestra nota informativa inclinándonos en favor de la visión panteísta, según la cual “Dios es Todo” o “Todo es Dios” (una declaración sostenida, por cierto, con no poco acierto por nuestros aborígenes americanos). Para la misma, la Naturaleza es la propia Divinidad, y los seres tales como plantas, animales y humanos no son más que manifestaciones o materializaciones del Ser Supremo. ¿Podría tener razón esta afirmación? ¿Podrían estar en lo cierto personas como los indígenas, quienes han sido calificados de gente salvaje y primitiva? En los próximos párrafos, veremos, que efectivamente, la respuesta a esta pregunta es un rotundo sí, aunque a primera vista no lo parezca. Así, ¿quién iba pensarlo?, los nativos no se encuentran tan equivocados como uno cree. Ahora bien, el siguiente paso en nuestra exposición, es ahondar en el significado de la expresión “Dios es Todo”, determinando correctamente la identidad de este Ente. ¿Quién es Dios? ¿A qué nos referimos con eso de que Él es Todo? Para contestar esta interesante interrogante responderemos comentando que cuando se alega que Él es Todo, queremos decir, literalmente, Todo… Lo cual incluye al más amplísimo ambiente de desenvolvimiento de cuanto existe, evidentemente, estamos haciendo alusión al Cosmos. De esta manera, el Universo sería Dios, por lo cual no está demás dirigirnos a él como el Dios-Universo. La Constitución Real del Universo Es ya clásico aseverar que nuestro Cosmos está formado por objetos celestes, los cuales no son más que los astros examinados por nuestros lentes. Algunos de ellos son: Meteoritos, asteroides, cometas, satélites, planetas, soles, agujeros negros y galaxias, entre muchos otros. Todos ellos vagando por las inmensidades inconmensurables de un vacío Espacio Exterior. No obstante, esta imagen reduccionista de un vacío rodeando a cuerpos inertes es errónea, como veremos enseguida, y para sustentar esta postura, acudiremos nuevamente a la sabiduría de los pueblos autóctonos de nuestra América: «Piénsase que en el fondo ellos creían en un poder o cualidad misteriosa, fuerza productora de cuanto existe, propia de los espíritus de la Naturaleza, a veces del alma de los muertos, de los hombres y de las cosas materiales, que aunque una en su esencia está dividida entre los diversos seres de la Naturaleza, que obra, aun a distancia, de un modo místico y sobrenatural, y gobierna el Universo, que es un ser subsistente, una sutil esencia» (páginas 108-109 del primer tomo de la obra Historia del Estado Falcón, escrita por el Doctor Pedro Manuel Arcaya y editada en 1.920 por la Tipografía Cosmos). En estos momentos, se preguntarán ¿a cuál sutil esencia se está mencionando en el párrafo en cuestión? De acuerdo al Cosmólogo Francisco Aniceto Lugo esa sutil esencia sería el Espacio. Básicamente, el Universo está conformado por el Espacio, siendo éste último una sustancia, no un vacío. Por consiguiente, los objetos celestiales no flotan en un “vacío”, sino que “navegan” en alguna clase de fluido
  • 2. líquido (podríamos tildarlo de “etéreo”) de nombre Espacio. ¿El Espacio un líquido? ¿Una sustancia? Sí, y para sustentar la anterior afirmación, facilitaremos dos elementos de convicción: 1. En el Universo se originan agujeros negros que drenan el Espacio justo como lo harían los desaguaderos. 2. En el Mundo Sideral circulan corrientes eléctricas, pero todos sabemos que para que exista electricidad debe haber un conductor. Mas, ¿cómo puede producirse dicha electricidad en ese “vacío” llamado Espacio Exterior? La respuesta es contundente: Es el propio Espacio el conductor eléctrico, demostrando de esta forma, su carácter sustancial (la cita previa es un artículo titulado El Computador Viviente, de nuestro puño y letra, el cual apareció en la página 14 de la sección Ciencia del periódico Vierne5, del 5 de Febrero del 2.016). Pero, prosigamos penetrando en los misterios divinos…Muchos le adjudican a la Deidad la cualidad de la infinitud (“Dios es el infinito por excelencia”). Pues bien, por mera lógica, el Espacio debería ser también infinito en extensión (realmente, es difícil imaginarse al Espacio terminando en una “pared” o en la “nada”). De ser cierta la pasada premisa –la de un volumen con unas dimensiones sin límites–, Dios no puede encontrarse separado del Espacio, luego, ambos son la misma entidad. Otro llamativo atributo del Espacio es que, como la Divinidad, es eterno (verdaderamente, esta sustancia no puede “podrirse”, es imposible que se ponga “vieja”, cosa que si ocurre con los volúmenes acotados, esto es, los cuerpos que tienen existencia en el Espacio Exterior). Allí pillamos otra poderosa similitud… Y sigue la cadena de coincidencias: Cuando nuestro sujeto tratado, ese favorito de todos nosotros apodado con el alias de “Espacio”, se le valora infinito en tamaño, en consecuencia, varios de sus parámetros se hacen infinitos: La cantidad de materia (por tanto, se originan infinitas creaciones o materializaciones), la energía es inagotable (al ser infinita, el poder del Cosmos se antoja también infinito, como se le atribuyen a los poderes divinos) y, por supuesto, por carambola, la fuerza. Naturalmente, un Espacio infinito significa llanamente que no manifiesta forma alguna (solo las formas tienen límites), lo cual es inconcebible, se hace imposible definirlo, conceptualizarlo. O sea, ¡estamos en presencia de Dios! Por otra parte, añadimos como conclusión accesoria que si el número de criaturas no tiene término, ello equivale a declarar que este conjunto de creaciones es Dios. ¡Y vaya que lo es! El Verdadero Hogar Es común escuchar frases tales como “Dios está en las Alturas” o “cuando fulanito murió se fue al Cielo”. También hemos oído la frase “vivimos en la Tierra”. Sin embargo, si reflexionamos detenidamente en estas cuestiones, reparamos que son comentarios inexactos. En efecto, no estamos en la esferita azul, vivimos en el Espacio. Zutanito no paró en el Cielo, porque ya lo está (debemos reseñar que el Cielo era la palabra con la cual se denotaba al Espacio en la antigüedad, así que son sinónimos). Y para colofón, Dios no puede hallarse en el Cielo, porque él es el Cielo. Además, para más inri, nuestra obligación es recordarle al lector que el Cielo no está arriba de su cabeza, porque en el Espacio no hay esas terminologías tales como “arriba”, “abajo”, “a la izquierda” y “a la derecha”. En fin, a la sempiterna pregunta ¿cuál es nuestro verdadero ambiente o campo de acción? La respuesta es una: El Espacio Divino. Éste posee una función creadora ya que como medioambiente que es (es el Ambiente Ideal o en su Estado Primordial),
  • 3. es el Hogar de Todo, y es el generador de energía por antonomasia. Todo se da en Él (tiene lugar cuanto cuerpo o fenómeno existente), de Él sale Todo. Todo extrae energía de Él (evidentemente, cualquier creación obtiene fuerzas o retira energías de este maravilloso Sistema). Y Todo retorna a Él. Imagine la siguiente situación: Una persona se forma, toma energías y se desarrolla en su ambiente más próximo (el cual podría ser su vecindario). Pero a su vez, el resto de los seres vivos se alimentan del planeta. ¿Y de qué “lugar” se forma surge la Tierra? ¿De dónde nuestro Mundo toma sus energías? Pues, del prístino medio de desarrollo, donde se producen cualquier cantidad de eventos, estamos hablando, del Gran Espacio. Él es el único entorno, podemos alegar sin temor a equívocos, el Ambiente Unigénito o en su Máxima Expresión. Un Cuerpo Inmedible Previamente, señalamos que el Espacio no es un escueto volumen vacío (el vacío absoluto es imposible puesto que, como bien apunta Salvador Freixedo, en su texto Por qué Agoniza el Cristianismo, la totalidad del Universo, esto es, lo que sería el Espacio, está lleno de partículas, energías, radiaciones, vibraciones y ondas), sino una sustancia, quizás un fluido líquido extremadamente “liviano” o “etérico”. De ser apropiada esta analogía se pueden extraer impresionantes conclusiones, pero eso lo dejamos para después… También, suministramos sólidos elementos de prueba en favor de esta postura. Sin embargo, continuaremos dando un ejemplo más en lo concerniente a esta arista de la sustancia sutil, para reforzar la idea. Y lo haremos de la mano de un viejo conocido de nosotros, quien ha sido valorado como la gran mente de la Astrofísica del siglo XX… Para cumplir con tal fin, es necesario comentemos algunas nociones relativas a la Cosmología. Para el mortal común el espacio y el tiempo son medidas separadas. Sin embargo, si nos fundamentamos en teorías como la de la Relatividad, del célebre Albert Einstein, notaremos cómo las dimensiones espaciales y temporales están unidas. Expliquémoslo en términos entendibles para el público: La teoría del Bing Bag afirma que en los albores del Espacio Exterior éste presentaba el tamaño de un átomo. Después, se produjo la explosión primigenia y empezó el Cosmos a expandirse hasta presentar las dimensiones actuales. Esta visión nos muestra un modelo de Espacio Sideral inflacionario y, con base a esta figura, podemos realizar la siguiente analogía para explicar la naturaleza del espacio y el tiempo: En realidad, no es correcto hablar de espacio y tiempo, de manera separada, debemos referirnos a ellos como el conjunto espacio-tiempo, siendo este último algo así como la superficie de un globo que, gradualmente, se va incrementando de tamaño. Los objetos celestes tales como galaxias se alejan entre sí en línea o trayectoria recta debido al aumento constante del radio del globo (en este caso el globo haría de Universo). ¿En cuál caso los cuerpos celestes siguen una trayectoria curva u elíptica? Sencillamente, cuando son capturados por otros objetos mucho más masivos o pesados que ellos mismos. Ejemplo: Nuestra Tierra tiene una trayectoria en forma de elipse alrededor de otro astro mucho más grande: El Sol. El lector se preguntará: ¿Por qué hay cuerpos como nuestro planeta que describen estos giros? Pues bien, hemos dicho que el continuo espacio-tiempo es como la superficie de un globo inflado con gas caliente. Imagínese, por un momento, que sobre esta superficie, se posiciona una bala redonda de cañón. Entonces, se verá como la referida superficie se abomba hacia abajo, lo cual significa que se
  • 4. ha distorsionado, deformado o curvado esa área de espacio-tiempo. La Tierra debería seguir una trayectoria en línea recta tal como lo haría un punto de ese globo inflable, pero como ha sido capturada por el Sol sigue una trayectoria circular. ¿Qué sucede si un cuerpo celestial es muy pesado? La respuesta no es muy difícil de imaginar: Si se colocase sobre la superficie del globo (la cual sería el espacio-tiempo) un cuerpo extremadamente pesado, se rompería creando un orificio (un agujero negro), donde en su interior no hay ni espacio ni tiempo, porque precisamente en esa zona se destruyó dicho espacio-tiempo. Esta conjetura einsteiniana fue confirmada en parte cuando se han llevado a cabo este par de mediciones: A. La teoría de Einstein predecía que nuestro Sol desvía los rayos de otras estrellas. Esta aseveración se ha demostrado al producirse los eclipses, puesto que en esos momentos se ha observado con telescopio en mano, que la posición de varias estrellas ha cambiado. Profundicemos en dicha cuestión: Cuando todavía hay luz solar usted puede ver una estrella en una región de la bóveda celeste. Pero, realmente, no está en esa zona del Cielo debido a que el Sol desvía los rayos de esta estrella que se ve a simple vista (véase la imagen extractada de la página 38 del libro Otra Incógnita despejada en Giza: ¡La Pirámide es Atlántica!). Entonces, lo que usted ve es una posición engañosa de la estrella. Sin embargo, si el Sol es solapado en parte por un eclipse lunar, ya usted no verá a esa estrella en el área donde habitualmente aparece, sino en otra región del espacio visible (esto se debe a que la luna anula la acción de algunos rayos solares). En consecuencia, una estrella como el Sol afecta el espacio y el tiempo. B. Se han realizado mediciones de tiempo al ubicar un reloj fuera de la Tierra y situar otro cronómetro dentro de nuestro mundo azul. Ambos, han medido un mismo tipo de evento (pongamos por ejemplo el caso del movimiento rotario de uno de nuestros brazos). Lo sorprendente del caso es que el tiempo del evento producido en el espacio ha sido más rápido o pasa más deprisa (aunque, digamos, en el orden del décimo de segundo). La conclusión es que un astro, como por ejemplo, nuestro globo terráqueo, comprime el tiempo; si fuera un objeto hiper masivo como un agujero negro ¡anularía totalmente la dimensión del tiempo (la extensa cita anterior proviene de un artículo intitulado El Efecto Piramidal, de nuestro puño y letra, el cual está disponible en nuestro link http://marango8a.webnode.com.ve/news/el-efecto-piramidal/).
  • 5. La imagen corresponde a la página número 38 de nuestro libro Otra Incógnita despejada en Giza: ¡La Pirámide es Atlántica! En suma: El Espacio se extiende como la piel de un globo inflable. De todo esto se desprende que el Espacio sería algún tipo de tejido, lo cual se puede traducir en otras palabras, que es un cuerpo, inclusive, en cierto sentido, tangible. En lo concerniente a este último punto, podemos fundamentarnos en otra prestigiosa fuente: Una Conferencia dictada por el eminente Profesor Aniceto Lugo en el Auditorio del Planetarium Distrital de Bogotá (Colombia). Allí dictó las bases de su modelo del Cosmos, el Espacio-Sustancia, la Teoría Cosmológica Cíclica o de la Burbuja- Universo. Según sus sabias palabras, nuestro Cosmos es como una burbuja, con la propiedad de inflarse, formando un insignificante fragmento del Universo Infinito, productor de otras burbujas. Esto significa que el Espacio exhibe una característica «elástica», por su capacidad de «estiramiento» (estamos evocando textualmente los términos usados por el propio Lugo). Pero, reiteremos las declaraciones del Profesor Lugo al respecto: «Imaginemos ahora que tenemos ante nosotros nuestra burbuja o subuniverso. Esta es, como hemos dicho, de forma esferoidal y se rige, en todas sus manifestaciones por la elasticidad, que es característica del Cosmos en toda su integridad… Es de notar, de paso, que las galaxias situadas a mayor altura que las demás, en el movimiento de expansión de la burbuja, se desplazan a mayor velocidad, claro está, que las que están muy por debajo de ellas. Pero esto no es todo, se deduce de todo esto que en realidad las galaxias, particularmente las que sufren el efecto Doppler, no se mueven en realidad, sino que son movidas por el estiramiento propio de la burbuja al expandirse su elasticidad». Una y otra vez Aniceto hace énfasis en este tópico, hablando sobre «la elasticidad propia, característica, del espacio- sustancia». Y para subrayar el carácter corporal del Espacio, Lugo pone de relieve
  • 6. uno de los modos operandi de este fluido universal, su vibración: «El Espacio vibra constante y copiosamente… Hasta aquí tenemos, pues, al Espacio como una entidad única esencialmente vibratoria y eterna». Este revelador extracto de la exposición del Profesor venezolano es la confirmación de la naturaleza corpórea del Espacio. El Espacio, ¿un cuerpo? ¿Es posible evaluarlo como un objeto en la más llana expresión del término? Sí, y de hecho, podemos analizarlo como un organismo. Cualquier científico o entendido en la materia lo sabe. Para entenderlo, lo explicaremos colocando a la palestra, un simple ejemplo: El cuerpo humano. A un nivel atómico o celular nuestro cuerpo es “hueco”, “vacío”. En efecto, para una de nuestras diminutas células su medio –el cuerpo de una persona– no sería sólido (en realidad, nuestra armazón de la cual estamos constituidos es hueca, siendo un arreglo de partículas girando a increíbles velocidades, lo cual produce la “impresión de que nuestra forma humana es sólida”; es como si le lanzáramos peloticas a las aspas en rotación de un ventilador, notaremos que son rechazadas, rebotando hacia nosotros). En contraste, para la propia persona su cuerpo es macizo. Lo mismo se aplica para el Universo. Desde el punto de vista de nosotros las galaxias son “huecas”, pero a nivel cósmico son completamente tangibles, llegando a chocar entre ellas (como se ha podido verificar al ser avistadas sus colisiones con nuestros telescopios). En este sentido, se registra otro paralelismo con el Espacio. Para nosotros, los humanos, lo percibimos como un “vacío” interminable, “etéreo” o, sencillamente, la “nada” (como ya alegamos con antelación, el vacío no existe, pues como bien anota Ervin Laszlo, en El Universo In-formado, en el Espacio siempre están presentes energías como las relativas al Campo Higgs y al Campo de Punto Cero). Pero para Él, la situación puede ser muy distinta… Él no se vería como un vacío (y perdónennos las múltiples evocaciones de esta palabra), sino como un cuerpo totalmente tangible, palpable, real, compacto, físico e incluso material. Como ven, todo es cuestión del marco de referencia y escala considerados. Manteniendo el mismo hilo de ideas, volvemos al asunto de abordar al Universo como un organismo. Es merced profundizar en esta temática. Como sabrán, la acepción más general y parca del término organismo es aquel que está conformado por un grupo de órganos. Pero, la mayoría creerá que nos estamos circunscribiendo a un ser orgánico o viviente, con órganos biológicos. En realidad no, el concepto global de órgano es persona o cosa empleada para la concreción de una acción. De manera que, despojando del carácter biológico de la palabra órgano, éste puede ser definido como cosa empleada para la cristalización de una acción. ¿Qué queremos decir con todo esto? Que, efectivamente, el Cosmos se comporta como un organismo en todo el sentido literal de la palabra, siendo, por ejemplo, una galaxia como uno de sus órganos, ya que esta aglomeración masiva de estrellas haría la función de un objeto utilizado para el logro de un acto, como ya marcamos. Mas, al indagar un poco más en el delicado asunto, se puede llegar a la conclusión de que todo está vivo, inclusive los cuerpos inertes o minerales. ¡Lo que estamos intentando indicar es que hasta las piedras están vivas! En tal sentido, el Doctor Lugo desarrolló en su monumental obra El Hombre ante el Universo poderosos argumentos a favor de esta tesis, que no vamos a replicar. Pero sí advertiremos que sugerir que los minerales están vivos no es tan descabellado, puesto que hay un ejemplo muy cercano al ser humano (más de lo que ustedes creen): Nosotros mismos.
  • 7. Es así como debemos acotarles a los lectores que nuestros cuerpos están constituidos por una serie de minerales, así que somos, después de todo, ¡minerales andantes! Con relación al párrafo anterior, comentaremos que en la Tierra solemos diferenciar mucho las cosas que nosotros llamamos animadas de las que denominamos inanimadas. Esta diferenciación, sin embargo, no tiene mucha justificación, porque cuando señalamos los caracteres que consideramos distintivos y exclusivos de la vida que asignamos a los organismos, tras un estudio profundo de la cuestión nos encontramos con que estas cualidades son también atributos, y muy significativos, de innumerables seres inorgánicos (la cita hecha proviene de un artículo intitulado Puntos Claves de la Exobiología, de Francisco Aniceto Lugo, el cual apareció en el binomio de páginas números 62-63, pertenecientes a la revista Cábala, edición 46, correspondiente al 29 de Enero de 1.981). Así, verbigracia, trazas de conciencia, sensibilidad, memoria y otras actividades psíquicas han sido encontradas aún en la materia inorgánica (esta cita proviene de un artículo titulado La Voluntad, Líder Biológico, de Francisco Aniceto Lugo, el cual apareció en las páginas 25-32, de la revista Mundo Desconocido, número 19, del mes de Enero de 1.978). Por otro lado, el nombrado científico Lugo sentencia: «Todas las facultades psíquicas pueden encontrarse en la célula» (artículo La Voluntad, Líder Biológico, página 31 de la publicación Mundo Desconocido), siendo esta última una ínfima parte del organismo humano. De ahí, se infiere que una célula es una personita en toda la regla, siendo el organismo de la persona su Cosmos. En lo respectivo a esta observación, justamente, el propio Lugo emplea un acertado símil de nuestra situación particular frente al Espacio Sidéreo o la Madre Naturaleza: «El hombre es parte indesalojable de la Naturaleza, ni más ni menos como una célula lo es del organismo humano» (segunda parte del artículo La Creación Mental, página número 60 de la publicación Mundo Desconocido, edición 70, de Abril de 1.982). De este modo, una persona equivaldría a una célula y el Universo se comportaría como un organismo. Igualmente, al apelar a cualquier ejemplar de ese texto de significados – imprescindible libro de cabecera– denominado Diccionario de Sinónimos, leemos que colectividad y/o grupo es semejante a organismo. ¡Es la constatación de la postura del panteísmo! ¿Por qué? Porque el total de elementos de un conjunto es igual a un organismo (éste es la suma de las partes u órganos). Todo lo que está rodeado por el Espacio, absolutamente todo, lo define; Todo lo que se encuentra dentro del Cosmos es Él. En resumen, Todo es Dios o la Totalidad = Dios. Una Realidad Integradora En este apartado de la presente exposición haremos hincapié en un aspecto de la Teoría del Todo (también denominada Teoría de la Unificación) de capital importancia como lo es el Principio de Unidad o Integración. El enunciado universal del mismo reza más o menos así: Todo está relacionado, Todo forma parte integrante de Dios (Cosmos) o Todo participa dentro de la Unidad Mayor. Declarado este principio, resta explicarlo: En primer lugar, ¿qué significa Unidad? y ¿cuál es la Unidad Mayor? Es sabido que cada objeto se contabiliza en un único elemento, o en otras términos, representa una unidad. Ejemplos: Cuando estamos en presencia, por ejemplo, de un sólo tornillo, un sólo tomate o un único gato,
  • 8. estamos haciendo alusión a “una unidad” particular de una cosa. Pero “unidad” es aplicable a todo: Una casa es una unidad, una isla es una unidad, el planeta Tierra es una unidad, una estrella es una unidad, una galaxia es una unidad. Y así sucesivamente… Hasta que llegamos a la Unidad Suprema que no puede ser otra cosa que el Universo mismo (el Espacio es la máxima unidad puesto que es indivisible por naturaleza, ya que no hay manera de “separarlo”, de “seccionarlo en porciones”, de allí que es ya norma exponer que no posee fronteras). Es más: ¡El Espacio Exterior es la verdadera unidad que existe!, lo demás es ¡derivado suyo! Pero insistamos facilitando argumentos en pro de la Unidad: Al conceptualizar al Espacio como infinito (conocido también en el argot con el alias de “Hiperespacio”), nada, absolutamente nada, puede escapar a su influencia/influjo, quedando cualquier cosa atrapada en la “unidad espacial”. Por ende, el Universo posee una función de contención, pero nada puede envolverlo a Él. Además, esto queda perfectamente plasmado si lo dibujamos con el venidero ejemplo: Un ser humano vivo se desenvuelve, lógicamente, en el Mundo, estando en el Cosmos. Al fallecer, la esencia de la persona sigue estando en el Universo por ser éste infinito. La conclusión visible de todo esto es que nada puede salir del infinito del Espacio, no hay escape de Él (lo cual demostraría que el Espacio es Dios). En segundo lugar, ¿en qué consiste la Teoría de la Unificación? Esta insiste en que la totalidad de cuerpos del Cosmos es una agrupación dentro del mismo. En consecuencia, todo está junto e integrado, formando un conjunto en el Universo. Esta aseveración significa que a nivel cósmico no existe la separación. Otra manera de sostener este punto de vista es recitando las clásicas frases «Dios está en todas partes» o «todas las partes son Dios», las cuales pueden ser actualizadas con estas palabras: El Espacio es Todo o Todo es Espacio. Y en tercer lugar, no podemos olvidar la esencia divina: El Amor. Éste no es otro que un sinónimo de la palabra Espacio. Veamos: Parafraseando a Freixedo (Por qué Agoniza el Cristianismo) el Amor es el fluido sutil con el cual la Deidad se mantiene unida a todas sus criaturas y con el que la totalidad de los fragmentos están juntos entre sí. ¿Podría tener razón? ¿Qué tiene que ver el Amor con el Espacio? Intentaremos explicarlo en el próximo párrafo: El Amor viene siendo lo mismo que el Espacio porque éste une, relaciona y envuelve a todo, cuidándolo y manteniéndolo. El Espacio es el factor común del Universo (no conocemos, aún una parte del Universo desprovista de Espacio; sin duda, el Espacio es la sustancia que sobreabunda), es lo que iguala, equipara y une a dos cuerpos separados. El Espacio-Amor es igual en todas partes, uniforme, repartido de igual forma para todos, sin distingo alguno. Lo anterior puede ser entendido mediante el empleo de una metáfora: En una relación entre dos personas la atracción se cristaliza a través de los puntos comunes. En el Universo lo que une sería el Espacio. Todo es Espacio, hasta cada uno de nosotros. En síntesis: Todo está junto (nada está separado, principio del Todo está Relacionado o Amor) en Él y dentro de Él. Es el panteísmo elevado y llevado a su máxima expresión…
  • 9. El Espacio: ¿Una Mente? De antiguo en cualquier rincón de la bolita del Mundo una casta privilegiada de hombres siempre ha sabido que la esencia real de la Naturaleza es pensante... A veces, se difunde esta “nueva”. Verbigracia, tenemos el caso del científico gaucho José Álvarez López (un hombre curtido en las disciplinas de la Física y la Química), quien hace suya la frase del Lankavatara Sutra, de la Antigua India: «Todo es Mente y no hay nada más» (lo cual nos trae a la memoria al Kybalión). Y es que el Doctor argentino llegó a revelar en alguna ocasión que en sus experimentos detectó una Inteligencia Rectora del Microcosmos. Indudablemente, estamos haciendo referencia a lo que algunos denominan la “Mente Universal”. Pero, ¿dónde se encuentra esta Mente? A nuestro entender, y tras revisar a muchos investigadores heterodoxos de ayer y hoy, definitivamente, el personaje que mejor la conceptualiza es Francisco Aniceto Lugo (citado por nosotros por enésima vez). Y no puede ser de otra manera puesto que el de Venezuela era una voz autorizada (Filósofo, Astrónomo, Cosmólogo y Experto en los Poderes de la Mente) en el tema, además de un Sabio en toda la extensión de la palabra. Él dictó cátedra con esta contundente exposición: En términos de la Física Cósmica, la Mente podría confundirse enteramente con el Espacio-Sustancia. En efecto, son dos cosas muy parecidas o, mejor, idénticas (primera parte del artículo La Creación Mental, página número 17 de la publicación Mundo Desconocido, edición 69, de Marzo de 1.982). No obstante, no es el único y para muestra un botón: Ervin Laszlo. Este connotado científico de hoy en día, oriundo de Budapest, coincide con Lugo en el comportamiento sustancial del Espacio, aunque, evidentemente, hace una actualización de la teoría. El Doctor Laszlo vierte sus ideas en su libro El Universo In- formado, del cual nos permitimos tomar la licencia de extractar algunas disertaciones de relevancia: Designa al Espacio vacío –específicamente vacío cuántico–, sosteniendo que no se refiere al volumen geométrico (al igual que Lugo) sino a un medio físico completamente existente(2). Aduce que no está “vacío”, sino que es pleno (hasta en esto coincide con Lugo, quien defendía en 1.960 que el Espacio no se encuentra lleno, es la llenura misma). Consecuentemente, no hay algo como “la nada”, por el carácter fluídico del Espacio. Además, se registran otros paralelismos del hombre originario de Budapest (en su texto del 2.007) con la concepción cosmológica del investigador criollo: Realmente, la mejor concepción del Universo –el gran Laszlo lo bautiza con el nombre de “Meta-Universo” o “Metaverso”– sería concebirlo como una entidad infinita, siendo el asiento de una miríada infinita de “mini universos”, los cuales se comportan exactamente igual que las burbujas (cada cosmos surge de una explosión inicial, un big bang, se expande, luego se contrae, desapareciendo en una explosión final, un big crunch). El nacimiento, la vida y la finalización de un universo- burbuja sería un proceso cíclico también al ad infinitum. Manteniendo el hilo argumentativo, Laszlo, debemos admitirlo, tiene la honestidad de referirse al Espacio o Vacío Cuántico como antaño se le conocía: Akasha (del sánscrito hindú). Él lo denomina Campo Akásico o Campo A. Dicho “Campo A” no es otro que los famosos Registros Akásicos. Akásico significaría Cielo o Espacio, por lo que Registro Akásico se traduciría como “Archivo Celeste”. ¿Qué queremos transmitir con todo ello? Lo que se desea explicar es que en la Antigua India se tenía la idea de acuerdo a la cual hay una memoria celestial (depositaria de cuanto conocimiento existe) o, lo que es lo mismo, el Cielo es pensante. Todo esto
  • 10. nos trae a la memoria las palabras de Lugo: «El Universo entero es básicamente mental» (quinta parte del artículo La Creación Mental, página número 30 de la publicación Mundo Desconocido, edición 73, de Julio de 1.982). ¿Podría ser cierto que el Espacio Sideral fuera una Macromente? Sí, y más de lo que uno pueda creer…Efectivamente, al apreciar la silueta del Cosmos observable, éste exhibe inequívocos paralelismos con la estructura interna de un cerebro. Así, cuando se han mapeado sectores inmensos del Universo, tomando en cuenta la intervención de la llamada “materia oscura”, nos percatamos como los mismos se asemejan –y mucho– a las neuronas. Pero ahondemos aún más: Uno podría pensar que las estructuras cósmicas más grandes son las galaxias, nada más lejos de la verdad. Existen infinidad de galaxias agrupadas en diversos conjuntos, entre los cuales están los cúmulos galácticos y los filamentos (son como hilos extensísimos de galaxias). Se mantienen unidas entre sí gracias al concurso de la materia negra y de la gravedad. Pues bien, estos cuerpos hipermasivos son similares a la red neuronal. En este sentido, David Jou, Físico, Poeta y autor del libro Cerebro y Universo, Dos Cosmologías, dice que el Universo está formado de galaxias, mientras que el cerebro de neuronas (la cita previa es un artículo intitulado Memoria Celeste, de nuestra autoría, el cual apareció en la página 14 de la sección Ciencia del periódico Vierne5, del 29 de Abril del 2.016). Esta analogía Cerebro-Cosmos es una clara evocación de la Cosmología Fractal (fractal quiere decir que la forma de un cuerpo se reproduce a distintas escalas, en este caso, el cerebro humano tiene su fiel correspondencia en el Espacio Interestelar). Si nos vamos más atrás en el tiempo, este símil se formula con ese principio hermético «de cómo es arriba, es abajo». Y si nos retrotraemos aún más atrás, a épocas pretéritas, retomamos el verso bíblico «a imagen de la Deidad lo creó…», demostrándonos su vigencia. Argumentos en Pro del Organismo Universal Nuevamente, volvemos a caer una y otra vez al mismo punto… Al de la existencia de un organismo cósmico, de carácter corporal; a ese organismo, técnicamente, se le denomina Universo, mientras que el vulgo lo llama “Dios”. Además, para más inri, es la constatación de la tesis panteísta. Pero, explayémonos en argumentos: Es sabido que un organismo es un conjunto de órganos para lograr un fin. Para nuestro caso, las grandes partes del Todo podrían ser los filamentos y los supercúmulos galácticos (Harían de órganos, respectivamente). De igual forma, desde el punto de vista filosófico, debemos aducir que al encontrase todo dentro de Él, todo está vinculado, funcionando el Universo como el Organismo por Antonomasia. Mejor dicho: Es el Organismo. Es el ideario de un Organismo. Como acabamos de señalar, la garantía de funcionalidad de cualquier organismo radica en la relación entre sus partes, mas la pregunta del millón es ¿cuál es el mecanismo de acuerdo al cual opera la conectividad entre las porciones de un sistema? La contestación a tal interrogante se reduce al mundo de lo diminuto, al atómico, pues. A tal efecto, se han realizado experimentos cuyos resultados han probado terminantemente que la vinculación entre las partes de un organismo o sistema es un principio que obra a nivel universal. Estas pruebas de laboratorio
  • 11. consisten en acometer estudios sobre un par de partículas. Para ello, se procede a seleccionar una partícula, midiéndola, esto es, definiendo su estado. Al hacerlo, tenemos, digamos, un estado 1 (el cual está definido si se miden algunos de sus parámetros, como la posición o la energía). Luego, tomamos otra partícula y llevamos a cabo un procedimiento análogo, determinando un estado 2, calculando para ella las mismas variables (de posición o energía). Pues bien, se ha advertido que el estado de la segunda partícula se ve afectado en algún grado por el de su primer acompañante, pese a que están separadas. Otra cosa: Si la partícula “número dos” obtiene el mismo estado de la “número uno” (es decir, el estado 2 es igual al estado 1), surge algún tipo de relación (inclusive perenne) entre ambas, aunque exista una brecha entre ellas. Y por si fuera poco, se ha verificado que esta asociación se sucede a velocidades miles de veces superior a la de la luz, sino de manera instantánea (al respecto, no nos queda más remedio que remitir al lector a los experimentos de Alain Aspect y Nicolás Gisin, quienes comprobaron la hiper velocidad de las partículas). Dependiendo del tipo de organismo escogido y de la escala utilizada, se ha demostrado la famosa “relación entre las partes”. Ya sea que se tome como organismo un átomo, una persona, una galaxia, o el propio Universo, se ha probado esta noble cualidad de unificación que posee la realidad. Veamos su modus operandi: Imagínese, por un momento, a un elemental electrón. La estructura corpórea de esta pequeñísima porción de materia genera ondas que recorren a velocidad infinita a todo el Cosmos. De este modo, un hipotético segundo electrón ubicado al otro “extremo” del Universo, recibe de manera instantánea los campos producidos por el primer electrón, siendo influenciado (no debemos sorprendernos si hay campos más rápidos que la velocidad de la luz, pues se arguye que el Campo de Torsión es mil millones de veces más raudo que ésta, según recoge Peggy Phoenix Dubro y David Lapierre, coautores de Entramados de Conciencia; otro caso gráfico de esta situación son las declaraciones de un representante de la Ciencia, el Profesor Universitario Álvarez López: Como prueba concreta del ocultamiento de importantes temas científicos, tenemos el hecho de la real existencia de varios tipos de ondas y agentes físicos que viajan a mucho mayores velocidades que la luz, pero este conocimiento ha sido ocultado a los públicos del Mundo; un tercer caso lo constituye el científico europeo, Doctor Marcel Pages, quien habla de “velocidades superlumínicas”; finalmente, una cuarta opinión que avala esta postura la ofrece el científico ruso Andrés Job Sklyarov, la cual transcribimos a continuación: La “prohibición” de exceder la velocidad de la luz sólo existe en nuestras cabezas…). Sobre ello ya hablamos: Es la coherencia, interacción y correlación obrando mencionadas por Laszlo… Una partícula “copia” de otra su información, estado e incluso comportamiento (pero esta forma de proceder se sucede también en los sistemas biológicos: El científico Giacomo Rizzolatti descubrió las “neuronas-espejo”, encargadas de reflejar o imitar lo que estamos viendo. Así, estas células cerebrales explicarían, por ejemplo, la acción de bostezar cuando observamos a nuestro semejante bostezando). De esta situación planteada, sacamos el siguiente binomio de conclusiones: 1ra , Indefectiblemente, cualquier fenómeno o cuerpo presente en la realidad afecta a la totalidad del Cosmos, de allí “la relación entre las partes” (todo lo que ocurre en el Espacio Sidéreo incide en él, es la famosa ley de la Causa-Efecto) de un organismo. 2da , La transmisión de información y/o energía es automática, con independencia del espacio y el tiempo, lo cual se puede leer como que el Espacio es corpóreo. Lo explicaremos colocando en bandeja de plata, un sencillo ejemplo, dejándolo para su juicio: Ya sea que una
  • 12. persona reciba un golpe en la cabeza o en los dedos del pie, sentirá el dolor independientemente de la región donde haya ocurrido el impacto. En lo relativo al punto previo, lo abordaremos con otras palabras, para que se vea que hay muchas formas de mirar las cosas, todo depende de la arista empleada. El concepto clásico del Espacio es el “vacío”. Entonces, cuando una partícula produce ondas perturba al “vacío” (alterando la estructura del Espacio), pero como estas ondas no pueden tener fin, la partícula afecta a todo el Cosmos. Análogamente, cualquier porción del Espacio Interestelar forma parte de un campo cuyo tamaño puede ser infinito, lo cual quiere decir que dicha fracción se encuentra unida a la totalidad del Universo (el comportamiento de un fragmento trae consecuencias al conjunto de las partes). Ahora bien, si se analiza solamente al Espacio –omitiendo al resto de sus insignificantes partes–, considerándose como único elemento a estudiar (viéndolo como ya apuntamos, como objeto de estudio o único ente existente), cualquier evento que suceda (verbigracia, la actuación de una partícula) repercute en Él. Y dado que el Espacio engloba a todo, absolutamente todo, cualquier cosa que le ocurra (como el mencionado desenvolvimiento de una simple y diminuta partícula en Él) influye en sus partes. Quizás la idea de sopesar al Espacio como un organismo, y además, una entidad pensante, tenga una base de apoyo aún más sólida si hacemos énfasis en el tratamiento de la información. Ésta puede ser transferida al tomar en cuenta la naturaleza ondular del Cosmos. El proceso obra así: Un primer objeto, localizado, por supuesto, en un punto determinado del Universo, genera ondas. Las ondas llegan hasta un segundo cuerpo, chocando con él. En la colisión, graban información contentiva del primer objeto al segundo. Lo más interesante del asunto es que la data no se pierde. El proceso se aplica a cualquier cosa, a todo nivel: La información viaja y se archiva de cuerpo a cuerpo y esto es válido para los átomos, moléculas, minerales, plantas, animales, personas, planetas, estrellas… Es perfectamente plausible que una galaxia, por ejemplo, produzca sus particulares ondas. Su campo viaja a través del “cuerpo del Espacio” y colisiona con otro campo y con otra galaxia. Debido al “impacto sutil”, la galaxia golpeada, recibe y almacena información de su par emisora. Así, de acuerdo a la descripción del científico Laszlo, el Espacio se convierte en un medio físico de transporte de información y en alguna especie de memoria. De este modo, el Universo puede ser considerado como un organismo viviente (la cita previa es un artículo intitulado Memoria Celeste, de nuestro autoría, el cual apareció en la página 14 de la sección Ciencia del periódico Vierne5, del 29 de Abril del 2.016), pues es un sujeto pensante. Y como envuelve a toda la creación, la información fluye por doquier, estando algún tipo de memoria latente en todas partes. A todo esto, podemos suministrar un razonamiento extra a favor de la existencia de una Inteligencia subyacente en el Cosmos. Cualquier forma en la Naturaleza, verbigracia, una galaxia, demuestra que hay simetría, por consiguiente, orden. Es como si una mente ordenara la silueta galáctica, pues su forma implica algún tipo de organización (dejando de lado el caos y la aleatoriedad). ¿Y quién organiza a las galaxias? Pues, no puede ser otro que el propio Universo, lo cual es la constatación de que es inteligente.
  • 13. Disertaciones Finales Ha llegado el momento de darle término a nuestro discurso. Por eso, debemos iniciar haciendo un repaso, punto por punto, y aspecto por aspecto, de nuestra exposición, para reforzar su eje central. El primer tópico fue el del tratamiento del Espacio. Dijimos que no es un vacío, sino algún tipo de líquido etérico. Para defender esta hipótesis, suministramos varios insumos al respecto. Son elementos de prueba, indirectos sí, pero en realidad, así es en esta clase de casos cuando estudiamos fenómenos o la naturaleza de las cosas. En la mayoría de las veces, se sabe acerca de su existencia únicamente por los efectos generados al entorno. Pero retornando a las pruebas indirectas sobre la naturaleza fluídica del Espacio, añadiremos a nuestro repertorio otra más: La figura o silueta de las ondas. En lo concerniente a ellas, los científicos se han dado cuenta que la más variopinta gama de ondas se desplazan por el Espacio Exterior de forma radial o circular. Gracias a esta observación, inferimos que el Espacio se comporta similarmente a una sustancia líquida. Para que lo entienda el lector el Espacio sería como el agua líquida de un acuario: Cuando los pececillos mueven sus aletas producen ondas (circulares, por supuesto) que abarcan todo el líquido vital. De constituirse el Espacio en algún tipo de líquido desconocido, se infiere, por consiguiente, que posee un cuerpo. Y de hecho, nosotros explicamos que el Espacio es un cuerpo. Al respecto, nuevamente, nos vemos obligados a presentar un desfile de elementos probatorios: 1º, El Universo genera ondas o campos tal como si fuera un mega cerebro. Por ende, la característica fundamental sobre la cual reposa el Espacio, es que éste es marcadamente ondular (estamos evocando la concepción cosmológica de Lugo, totalmente en vigencia, pues ha sido reivindicada gracias a los cálculos y mediciones realizados debido a la actual disposición de un instrumental más preciso), vibrando perennemente (así pues, es dinámico y no estático como sugiere Einstein). Las otras características del Espacio son la infinitud y la elasticidad. La anterior afirmación de acuerdo a la cual el Cosmos es un cerebro, y por lo tanto, un cuerpo (en consecuencia, generador de ondas), encuentra en el hombre su perfecto símil, como veremos de enseguida: Todo cuerpo, cualquiera que sea su naturaleza, emite y recibe ondas. En cuanto al ser humano, posee una estación emisora y receptora en su cerebro, bien conocida de algunos neurólogos. La forma de su transmisión es radial, desde un punto central en todas direcciones. Esta se pone de manifiesto, muy claramente –por ejemplo– en los fenómenos telepáticos (tercera parte del artículo La Creación Mental, de Francisco Aniceto Lugo, página 43 de la publicación Mundo Desconocido, edición 71, de Mayo de 1.982). Pues bien, este comportamiento del cerebro humano es una réplica espacial del Cosmos, como ya hemos visto. Siendo el Espacio Interestelar un cerebro (como lo es), significaría efectivamente, que sería una mente, y en consecuencia, estaría vivo. En concordancia con esta cuestión, transcribimos las palabras formuladas en alguna ocasión por Aniceto: «Algunos sabios comienzan ya a decirnos que el Universo es biógeno, es decir, que produce la vida. Más, en realidad, el Universo todo está vivo, es viviente».
  • 14. Igualmente, otro destacado Cosmólogo, Luis Cabareda –como Lugo, Ingeniero Eléctrico y también oriundo del Estado Delta Amacuro–, se refiere al Espacio Sideral en términos similares: Todo el Universo está vivo. Él ha sido responsable del libro El Partonatón o Partícula-η, ¡Más rápido que la Luz! En esta obra, Cabareda propone un modelo de un Cosmos con seis dimensiones (a las clásicas dimensiones conocidas como Alto, Ancho, Largo y Tiempo, les añade las de la Luz y las del Pensamiento). Lo cautivante de su teoría se fundamenta en la posibilidad de cuantificar la cualidad del pensamiento. Expliquemos de pasada su esquema cósmico: El Espacio geométrico está conformado por tres ejes: El eje x, el eje y y el eje z. A estas longitudes le agrega el trío del eje del tiempo, del eje de la luz y del eje del pensamiento. Justamente, para nosotros, el último eje es el más trascendental de todos, puesto que significa que el Espacio está constituido literalmente por pensamientos. Por tal razón, y parafraseando a Cabareda, éste ha asegurado que las ideas no son generadas en el cerebro, están en todo el Universo. 2º, Se ha estudiado que la energía más baja en cualquier sección del Espacio es distinta a cero (como ocurriría con la energía del Campo Higgs, la cual siempre será mayor a “0”). Si la energía, como todo parece indicar, nunca es nula, implica que hay un movimiento o actividad constantes, luego, el Espacio vive (les recordamos que la vida es sinónimo del movimiento). Otro ejemplo clásico de esta situación lo representa el Campo de Punto Cero o Zero Point Field: El postulado acerca de este campo defiende la existencia de energía de alguna región del Espacio pese a encontrarse a la temperatura mínima del Cosmos: El cero absoluto. No obstante, en vez de aseverar que en el Espacio hay energía, lo correcto es decir que el Espacio tiene o produce energía. 3º, El principio de unidad se cumple a carta cabal, siendo la Verdadera Unidad Existente el propio Cosmos. Todo está junto o integrado dentro del Universo, pues éste no posee fronteras (no puede haber separación). 4º, El Espacio es como un tipo de tejido (algo ya aceptado, actualmente, por los Físicos), en cierta manera, sería la “piel de Dios”. Es una realidad física, y de hecho, de acuerdo a Ervin Laszlo, observaciones parecen insinuar que las galaxias están distribuidas uniformemente por todo el Espacio Sidéreo. La relación total e inquebrantable entre cualquieras de las partes del Cosmos y su constitución granulada o comportamiento como de un granulado a nivel cuántico (esto es, microscópico), ratificaría su naturaleza corpórea. Precisamente, la teoría de la espuma cuántica consiste en sostener que a escalas subatómicas, del orden de la longitud de Planck, la naturaleza del espacio-temporal es “espumosa”. De modo semejante, otra teoría, la del Océano de Dirac, postula una consistencia del vacío parecida a un mar, pero un mar de partículas ilimitado. 5º, Se ha constatado una relación, ya innegable, entre elementos del Universo y el Espacio, demostrando que el vacío no existe (esta premisa ha sido puesto en escena gracias a la cristalización de distintos experimentos en los laboratorios). El “vacío” –que lo único de vacío que tiene es el nombre– interaccionaría con el resto de objetos y fenómenos del Cosmos, incidiendo directamente en la masa de partículas, su carga, su spin y su momento angular, entre otras muchas cosas. Empero, del
  • 15. mismo modo, se ha reconocido los consiguientes hechos: El vacío entrega energía a todo; hay una relación energética simbiótica entre el Espacio y los cuerpos que lo habitan; los átomos viven por el Espacio, lo cual es la constatación de la realidad física del “vacío” (los electrones deberían chocar con el núcleo de su átomo por su gasto o emisión de energía, pero recuperan su poder al retirar energía del Espacio, manteniendo su posición en sus respectivas órbitas; lo mismo acontece con nuestro mundo, él mismo debería ir hacia el Sol, sin embargo, el Espacio mantiene la brecha entre nuestra estrella y la Tierra, alimentando literalmente de energía a nuestro mundo azul). Además, la fuerza gravitatoria, la inercia y la ya nombrada masa (entre muchos otros parámetros) son consecuencias de la intervención del “factor espacial” o de la mera existencia del Espacio. 6º, El Espacio es el conductor universal por excelencia. Por el comentado medio o super cable conductivo circulan la información, la energía, la luz, la electricidad, la materia, la presión, las ondas, las fuerzas y los más variopintos fenómenos. En otro orden de ideas, dijimos que el Espacio es Energía y Amor. Desde la arista analítica o mecánica, el Espacio es la Energía porque es la Fuente de Poder de todo cuanto existe. Desde la arista sensible y sutil, es el Amor porque cubre a cuanta cosa haya, preservándola, y a través de Él, vincula a dos objetos separados. En síntesis: El Espacio es la materialización física del Amor. De igual manera, colocamos sobre la mesa el asunto del “don divino de la ubicuidad” (como lo llaman los religiosos) o el fenómeno de la no localidad (como lo conocen los científicos). En este sentido, manifestamos (aunque con otras palabras) que la ubicación de un cuerpo es una mera ficción, en realidad todo tiene alcance universal. Esta afirmación se deriva del hecho de que toda cosa está ubicada en el Cosmos, por lo tanto, su accionar repercute en todo el Universo. Para entender la anterior premisa en su justa dimensión debemos poner en la palestra varias situaciones, las cuales vamos a plasmar en las próximas líneas: Al abordar esa rama de la Física bautizada como Dinámica de Cuerpos, se estudia el denominado movimiento relativo a un sistema de referencia en traslación. Básicamente, consiste en analizar las velocidades y aceleraciones de un par de objetos en desplazamiento. Pero para cumplir con tal fin, debemos ubicarlos en función de dos sistemas de coordenadas. Uno de estos sistemas está fijo (no registra movimiento) y el otro no (de allí que se mencione el término de “traslación”). Pero, como todos deberíamos saber, la selección de una posición de un objeto es siempre arbitraria, subjetiva y relativa, nunca absoluta. Por ejemplo, ahí tenemos el caso de un vaso de agua colocado sobre una mesa. Éste está ubicado según el juicio individual de cada persona: De esta forma, puede estar situado a un metro de altura (la altura de la mesa), a dos metros por debajo del techo de la casa, a tres metros de usted. ¿Cuál es la posición verdadera? Veamos otras similitudes: Un carro (localizado, por ejemplo, en New York) que se mueve del punto A al punto B va a una velocidad de 150 kilómetros por hora. Si el mismo vehículo mantiene su ritmo, dirigiéndose en dirección contraria a otro auto –el cual va a 100 kilómetros por hora–, impactando ambos, se habrán encontrado a una velocidad de 250 kilómetros por hora. Por el contario, si cada uno de estos automóviles se mueve a 120 kilómetros por hora, uno paralelo al otro, para ellos no
  • 16. hay velocidad, entre ellos no hay movimiento. Para un sistema tan vasto como nuestra galaxia, la Vía Láctea, este binomio de carros no se mueve (tiene una velocidad cercana a “cero”). Para el sistema mayor o real, el Cosmos, la consideración es más dramática, pues, verbigracia, uno de estos carros está ubicado en el Universo (que equivale a decir que está en todas partes), y como en el Espacio no hay direcciones, arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda, ni tampoco existe algo como un “centro”, está en ninguna parte (no se puede fijar localización). Como ven, no existe algo como la posición o la ubicación. No estamos ni en una ciudad, región, país o el planeta, estamos en el Universo. Y, como el Espacio debería ser infinito en magnitud no puede haber centros ni fragmentos, por consiguiente, cualquier cosa se encuentra en todas partes (o sea, en el Cosmos) o, a su vez, en ninguna (porque no existen las partes, no se puede seccionar o “ubicar” al Espacio). El estudio de la no localidad se hace palpable cuando analizamos a las partículas. De ellas, nunca puede saberse donde estar focalizadas, pues hay un principio conocido como el Principio de Incertidumbre de Heisenberg (de acuerdo al cual es imposible saber donde está una partícula). Pero es que, además, el asunto se agrava debido a que una partícula exhibe a un comportamiento dual: Ondulatorio- corpuscular. Expliquémoslo de manera sencilla para entenderlo: Si se conceptualiza una partícula como una onda, no está fija, sino en todas partes (debido a su indetenible desplazamiento), luego, se encuentra en un estado “virtual”. Una vez que medimos, o determinamos una variable relativa a ella, definiéndola, pasa a ser “real” (en cierta forma, cuando se estudia una partícula es como si seleccionáramos al azar, literalmente, un pedazo del Cielo: Esto demuestra que por doquier, a una escala infinitesimal, el citado Cielo es corpóreo, puesto que se toma aleatoriamente una muestra de Espacio, esto es, una partícula). Esta característica ondular de una mísera partícula, evidentemente, se puede extrapolar a macrosistemas, verbigracia, ¡usted mismo!: Recuérdese que el cuerpo de su persona es una agrupación de átomos, por ende, un ser humano también exhibe la cualidad de la no ubicuidad. En tal sentido, lo que ocurre en un sitio se cristaliza en otras partes; lo acontecido se reitera tiempo después. Nada se circunscribe a un centro físico ni a un momento en particular. Así, como bien afirma Ervin Laszlo, todo tiene una proyección universal. Esto se debe a que un objeto, solamente por el hecho de ser un cuerpo, genera ondas que llegan a otro, influyéndolo. Entonces, el cuerpo receptor asimila la información del cuerpo emisor. Es, realmente, un copiado de información. Para colmo, es una «trasmisión instantánea de información» como diría el nombrado Luis Cabareda. Si cualquier cuerpo o evento tienen un alcance cósmico, únicamente puede significar una cosa: Que es la misma Divinidad. En relación a ello, y fundamentándonos en el principio de la no localidad, llegamos a la conclusión de acuerdo a la cual el panteísmo no está tan errado como se piensa (tan será así que incluso disponemos de un pasaje bíblico panteísta, el Hechos 17-28: Pues en Él vivimos, nos movemos y somos... Porque linaje de éste somos también). Por eso, Cabareda ha sentenciado: Dios no está en todas partes, todas las partes están en Dios y Dios está en Él, en Él mismo (es el Universo-Dios en acción y en todo su esplendor). Por tanto, recurramos de nuevo al comportamiento dual de la partícula o hipótesis de De Broglie: Fue puesta en la mesa por el Príncipe francés Luis De Broglie
  • 17. (séptimo Duque De Broglie), valiéndole el premio Nobel de Física en el año 1.929. Consiste en el hallazgo de la naturaleza ondulatoria del electrón, verificado por medio de experimentos. De acuerdo a esta óptica, hay ondas de materia, o sea, cualquier materia tiene una onda asociada a ella. Recientemente, pruebas de laboratorio han arrojado que ¡hasta objetos como moléculas se asemejan mucho a las ondas! (https://es.wikipedia.org/wiki/Dualidad_onda_corp%C3%BAsculo). Como sabrán, una onda se propaga al infinitum por el Espacio, suponiéndole masa nula y una velocidad de propagación. De Broglie concibió su hipótesis en estos términos: «Toda la materia presenta características tanto ondulatorias como corpusculares comportándose de uno u otro modo dependiendo del experimento específico» (información extractada de la Wikipedia). Esta hipótesis de la naturaleza dual de las cosas, comportándose las mismas tanto como ondas como cuerpos, puede ser interpretada así: Todo cuerpo en el Cosmos, genera ondas –otra cosa es que no sean perceptibles al ojo humano–, extendiéndose la amplitud de las mismas, por toda la infinitud del Espacio, por ende, la verdadera longitud del cuerpo es el propio Universo... Esto es: El objeto es equivalente al Espacio Interestelar o, lo que es lo mismo, ¡el cuerpo es Dios! Técnicamente, si no estuviésemos limitados por el achacoso sentido de la vista, notaríamos con asombro que nuestras dimensiones no son únicamente las de nuestro físico, sino que nuestro verdadero cuerpo posee un tamaño infinito porque incluye a sus incircunscriptas ondas o radiaciones que emitimos. Con el movimiento sin cesar de las ondas de esa ingente cantidad de cuerpos, vagando por el Espacio, se origina un sensacional intercambio de información. Esta información (en “formato de memoria”) fluye en todas las direcciones del Cosmos, lo cual quiere decir que el mismo es una entidad cavilante. Pocos saben, que es perfectamente plausible considerar al Universo como un Supraorganismo. Es más, para que se sepa, organismo es equivalente a sistema, y como ya hemos marcado, los científicos tratan al Cosmos como un sistema. Por eso y con toda justicia, esta corriente de pensamiento ha sido denominada con el término de Pansiquismo (la Realidad es mental). Al respecto, el Cosmólogo bretón Fred Hoyle alude la existencia de un Superser a la hora de referirse a la Naturaleza (véase Los Últimos 3 Minutos: Conjeturas acerca del Destino Final del Universo, de Paul Davies), siendo la misma sinónimo de Espacio, Cosmos, Realidad, Dios… El “don divino de la ubicuidad” está implícito en todo y ciertamente cualquier cosa en el Universo disfruta de este atributo. Así, la no localidad de las partículas implica que hay que ver al Espacio como un todo, un único conjunto o un único elemento. Desde esta perspectiva, si se analiza con exclusividad sólo a ese ente que es el Espacio, el más mínimo cambio que obre en él repercute en todo, porque el Espacio engloba a todo, valga la redundancia. Análogamente, como ya hemos visto, la correcta ubicación de un objeto es en el Espacio, lo cual significa en otras palabras, que abarca cualquier porción del Cosmos (es imposible hablar de “partes del Espacio”, no se puede fragmentarlo, separarlo, o se hace verdaderamente necio buscar un “centro” en el Mundo Sideral). Recapitulemos. El Espacio reúne varios requisitos y condiciones que lo igualan a la Deidad, pudiéndolo calificar de Dios. Veamos: Es infinito en extensión (lo cual lo convierte en inabarcable, inconcebible, indeterminable, insuperable).
  • 18. Tiene todo el poder (su energía es inacabable o infinita). Es eterno (el Espacio no se “marchita”). Es creador (de él y en él surge o nace todo). Es sustentador (suministra energía a cualquier elemento del Cosmos, preservándolo). Es el Hogar donde tiene su asiento cualquier clase de fenomenología (de allí su carácter amoroso). Se mueve, por lo tanto, está vivo (vibra por su carácter ondular). Es corpóreo (a un nivel diminuto su constitución es granular o a base de partículas). Es inteligente o pensante (sus órganos tales como galaxias muestran atributos como la simetría y el orden; las formas materiales del Espacio exhiben una similitud pasmosa con el interior de un Cerebro, especialmente con las neuronas; la información no se pierde, se trasmite de cuerpo en cuerpo por todo el Cosmos, a través de ondas, lo cual quiere decir que existe alguna clase de memoria universal, la cual algunos denominan “Mente Cósmica”). A todo esto, algunos se preguntarán: ¿Cuáles son las consecuencias derivadas de esta concepción? La de definirse como un elemento inseparable de la Realidad Divina… Evidentemente, debería de estrecharse los nexos no solamente entre nosotros, los hombres, habitantes del Mundo, sino también con el resto de la Creación. Salta a la vista que deberíamos tratar con mayor consideración a nuestro entorno cercano por ser parte indisoluble de la Deidad Cósmica. Escrito por Marco Rango. NOTAS: 1: No hemos resistido la tentación de facilitar al lector una serie de nombres asociados a la Deidad: Sinónimos de Dios: Espacio, Espacio Exterior, Espacio Sideral, Vacío, Vacío Cuántico, Universo, Cosmos, Cielo, Firmamento, Naturaleza, Ambiente, Mente, Mente Universal, Inteligencia Cósmica, Conciencia, Conciencia del Absoluto, Esencia, Sustancia, Fluido, Éter, Infinito, Energía, Potencia, Fuerza, Espíritu, Amor, Mónada, Uno (1). 2: No se puede rechazar de facto la posibilidad de una realidad física del Espacio. No obstante, aquí surge la pregunta del millón: ¿Se podría cuantificar al Espacio? o, para ser más precisos, ¿se puede “pesar” al “Vacío”? A estas interrogantes debemos responder, rotundamente, sí. Para ello, debemos apelar al bueno del Doctor Marcel Pages. Este científico galo propone que el Espacio no está vacío, más bien se comporta, literalmente hablando, de modo similar a una atmósfera gaseosa –alguna clase de superfluido–, cuya característica fundamental es la energía que despliega. Y si, efectivamente, como todo parece indicar, el Espacio posee energía, entonces puede determinarse su masa e, inclusive, su presión (recuérdese para estos efectos, que la energía en cualquiera de sus formas se le toma en cuenta con masa; un ejemplo clásico de ello lo representan nuestros cuerpos, verdaderos paquetes vibrantes de energía que pueden ser colocados sobre una balanza, listos para ser pesados). Pero, ¿cuánta energía genera el Espacio? y, lo más importante, para la
  • 19. presente exposición, ¿cuánto pesa? Al respecto, debemos advertir que Pages da en su libro sobre antigravedad valores no del todo exactos y congruentes, pero esto es así porque se basan en información sensible. Así, con todo, alcanza a sugerir que en un centímetro cúbico de Espacio se produce energía en el rango de 1021 a 1027 joules (datos obtenidos por Vigier, Bohm y De Broglie). Igualmente, ¡un centímetro cúbico de Espacio pesa 10 millones de toneladas! Esta fantástica mole fue calculada por Pages en 1.957 y esta increíble cantidad fue ratificada por el presidente de la Academia de Ciencias, el referido príncipe De Broglie (página 166 del libro Las Puertas de la Atlántida, escrito por Guy Tarade y editada en 1.981 por la Editorial Diana). Este binomio de valores se lograron por distintos datos teóricos, llegando a resultados similares. Pero, es que además, esta data ha sido actualizada: En el tercer capítulo del libro Los Últimos Tres Minutos (de principios del nuevo milenio), de Paul Davies, está asentado que un centímetro cúbico de Espacio pesaría 1067 –un uno seguido de sesenta y siete ceros– toneladas y contendría un poder energético de 1087 joules (en verdad, tienen razón los científicos de llamarlo “falso vacío”). Para culminar con esta nota, es necesario redondear las concepciones de Marcel Pages para ubicarnos en un justo contexto: El comportamiento del Espacio se aproxima al de un gas (eso sí, singularmente tenue), estando el mismo lleno de energía (por algo el francés Pages lo ha bautizado como «Espacio de Energía»), y la energía en cualquiera de sus presentaciones o formas tiene masa, por consiguiente, puede ser pesada. Pages menciona a un “gas gravitón”, el cual permea todo el Vacío. En definitiva, el Espacio es un plenum que cuenta con un prodigioso gradiente energético. Entonces, Pages muestra evidencia de la realidad material del Espacio, pues posee energía tangible, la cual puede ser medible. Sin embargo, el Espacio presenta dos caras: Una, la visible, donde dicho espacio físico puede ser considerado sólido, líquido o gaseoso, cuyo “power” (energía) puede ser estimado. El otro rostro del “Vacío” se caracteriza por su sutileza, razón por la cual se habla de un espacio psíquico “PSI”. Es el espacio de la mente (esto evoca al concepto de la Mente Universal). Éste no puede ser captado por nuestros limitados sentidos. Para rematar, Marcel Pages sentencia: El Espacio o Universo no puede tener ni inicio ni fin, por ende, es eterno. Este Cosmos es el espacio supremo de inteligencia PSI. http://marango8a.webnode.com.ve/news/cosmos-divino-una-perspectiva-racional-del- asunto/