Una comunidad madura se caracteriza por tener una profunda comunión con Dios y los demás miembros de la comunidad, objetivos claros para servir a Dios, fidelidad en su compromiso con la comunidad, una fuerte identidad católica y pertenencia a la Iglesia, participación activa, capacidad para resolver conflictos de forma pacífica, renovación constante, apertura y solidaridad con otras comunidades, impulsar el crecimiento espiritual de los miembros, revisión periódica de su progreso, y vivir con una vis