En varios países de América Latina hoy es el día de la Madre. A la luz del Evangelio proclamado este IV Domingo de Pascua, conocido como del Buen Pastor, y de oración por las vocaciones, celebramos este modo de "pastoreo" que es la maternidad.
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“SOMOSUNO”OUNA
Ana María Díaz, Ñuñoa, 8 de mayo, 2022
Si bien que no en todas
partes es en esta fecha, en
muchísimos países el 10 mayo
es el día de la madre, cuya
celebración se suele correr al
domingo más próximo, como
es hoy.
Independiente de otras
perspectivas, hay tres aspectos
a destacar sobre la celebración
de hoy que amplían el horizonte de su
significado. Conviene saber que la
fundadora del día de la madre, la
norteamericana Anne Jarvis, nunca tuvo
hijos, pero sí tuvo el mejor motivo que fue
honrar la memoria de su madre. María
Jarvis, su madre, fue una gran activista
social en favor de los derechos de salud y
seguridad social de madres trabajadoras.
También, durante la guerra de secesión,
organizó grupos de mujeres que se
encargaban de curar a los heridos, en
ambos bandos, guiada por ese instinto de
comprender que todo ser humanos es hijo
de una madre.
María Jarvis falleció el 10 de mayo
de 1905, fecha elegida por su hija para
honrarla a ella y a todas las madres del
mundo a través de las generaciones.
Entonces, el motivo más importante que
dio inicio a esta celebración, no es una hija
que amaba a su madre, aunque fuera
cierto. El motivo es una hija que estaba
orgullosísima de la mujer, de la persona
humana que fue, porque extendió su
maternidad mucho más allá de los
hijos propios, lo cual le da una
densidad diferente a esta
celebración.
Cuando en los albores de la
trayectoria evolutiva, el homínido
se puso de pie y comenzó a caminar
erguido, obtuvo enormes ventajas
con respecto al resto. Sin embargo,
trajo como consecuencia que la
pelvis de las hembras se estrechara, al
tiempo que el cerebro del feto comenzó a
crecer. Los biólogos han reflexionado, que
la naturaleza solucionó esta situación,
haciendo que la cría humana naciera
prematura, para asegurar el paso fluido
por el canal del parto. De modo que el ser
humano nace como un año antes de
tiempo,
con
relación
al período
de
gestación
de otros
mamíferos que nacen con un mucho más
alto grado de desarrollo, como es caminar
y comer solos, por ejemplo.
Esta extrema fragilidad de nacer
prematuros, genera el vínculo más fuerte
que se conoce: el de la madre y su hijo o
hija, el cual ha asegurado la vida de cada
cual y de la humanidad a través del
tiempo. Queremos nuestra madre, porque
no solo le debemos la gestación si no,
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especialmente, nuestra sobrevivencia una
vez nacidos. En esa etapa se gesta una
relación emocional perdurable que
produce seguridad, contención, agrado y
placer.
Representa la acogida más total
que recibimos de la vida, y su impacto nos
acompaña mucho más allá del tiempo del
que gozamos de su presencia física en
nuestra vida. La madre es esa energía
vitalizadora que nos impulsa a vivir, a
confiaren la vida y a esperarlo mejor de la
vida.
En el evangelio de
hoy, vemos a Jesús hablar
de su ministerio, con la
imagen del pastor, usando
apasionadas expresiones
como “mis ovejas escuchan
mi voz”, “yo las conozco”,
“ellas me siguen”, “yo les
doy la vida eterna”, “nadie
las arrebatará de mi mano”.
Luego proclama el
fundamento de su misión:
“mi Padre me las ha dado”, “nadie puede
arrebatarlas de la mano del Padre”. Jesús
tiene la ardiente convicción de que la
amorosidad creadora que ha depositado a
las creaturas en la vida, no las abandona,
las cuida para siempre y las ha confiado a
su cuidado. Finalmente, hace la revelación
más candente: “mi Padre y yo somos
uno”.
El milagro de la maternidad
consiste en pasar de la evidencia de que
los hijos e hijas son parte de uno, de la
manera más concreta y material posible, a
descubrir que los hijos e hijas en realidad
pertenecer a esa amorosa fuerza creadora
de la Vida, y que te los y las confía para
protegerlos, cuidarlos y amarlos para que
tengan una vida abundante, y también
como un entrenamiento que despierta la
necesidad de cuidar toda vida y todas las
vidas. La maternidad, como pocas
experiencias, te hace experimentar que
“mi Padre y yo somos uno” o una.
¡Gracias mamá!