El documento discute la importancia de renovar las prácticas curriculares desde una perspectiva postestructuralista. Esta visión concibe la cultura como dinámica y el currículum como una práctica de significación que produce identidades a través de relaciones sociales y de poder. Los educadores deben reflexionar críticamente sobre el rol del currículum y las políticas educativas actuales para promover sociedades más igualitarias.