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2011
UNIVERSIDAD LA GRAN
COLOMBIA GRIPO 1-63

MARIACAILA DAZA –
JOHANA BOHORQUEZ –
MARTHA CUESTAS - LUZ
MYRIAM CAMACHO




 [DIMENSION ESPIRITUAL:
 IMPORTANCIA EN LA
 FAMILIA]
 Este texto determinara mediante encuestas que tan importante es para los hombres de
 estrato 3 y edades entre los 30 y los 40 años la espiritualidad a la hora de conformar una
 familia.
DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA




       Dimensión espiritual: importancia en la familia


   1. Elegir problemática y determinar



       Como se sabe, la religión con mayor cantidad de adeptos en Colombia
       es la religión católica pero sin embargo hay otros movientes religiosos
       que están tomando fuerza en el país. Por otra a la hora de crear una
       familia las parejas tienden a alejarse por tener cada uno diferentes
       creencias. ¿Seria beneficioso criar a los hijos fruto de esa unión bajo
       estas condiciones?



   2. Identificar el problema y plantear en forma de pregunta



       Se ha querido saber: teniendo en cuenta a los hombres de estrato 3
       entre los 30 y lo 40 años de edad ¿Qué tanto influyo su espiritualidad a
       la hora de conformar una familia?



   3. Recopilación y análisis de los resultados obtenidos mediante las
      encuestas.




   4. Marco teórico

   La espiritualidad del ser humano


   El hombre es un ser de la naturaleza pero, al mismo tiempo, la trasciende.
   Comparte con los demás seres naturales todo lo que se refiere a su ser
   material, pero se distingue de ellos porque posee unas dimensiones
   espirituales que le hacen ser una persona.

   De acuerdo con la experiencia, la doctrina cristiana afirma que en el hombre
   existe una dualidad de dimensiones, las materiales y las espirituales, en una
   unidad de ser, porque la persona humana es un único ser compuesto de

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DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA

   cuerpo y alma. Además, afirma que el alma espiritual no muere y que está
   destinada a unirse de nuevo con su cuerpo al fin de los tiempos.

   Esta doctrina se encuentra en la base de toda la vida cristiana, que
   quedaría completamente desfigurada si se negara la espiritualidad humana.

   La cumbre de la creación material

   A veces se dice que no puede establecerse un orden entre los seres
   naturales, como si unos fuesen más perfectos que otros, y se añade que, en
   el fondo, una clasificación de este tipo incurriría en el defecto de ser
   «antropocéntrica», porque pretendería colocar al hombre, de manera
   egoísta, en el primer lugar de la naturaleza, justificando un uso
   indiscriminado de los demás seres.

   Sin embargo, prescindiendo de detalles que sólo interesan a las ciencias y
   sin intentar justificar cualquier uso de la naturaleza, es evidente que la
   Iglesia describe una realidad cuando afirma que entre las criaturas existe
   una jerarquía que culmina en el hombre. «La jerarquía de las criaturas está
   expresada por el orden de los "seis días", que va de lo menos perfecto a lo
   más perfecto. Dios ama todas sus criaturas (cfr. Ps. CXLV, 9), cuida de
   cada una, incluso de los pajarillos. Pero Jesús dice: Vosotros valéis más
   que muchos pajarillos (Lc. XII, 6-7), o también: ¡Cuánto más vale un
   hombre que una oveja! (Matth. XII, 12)

   La Iglesia enseña que la creación material llega a su punto culminante en el
   hombre: «El hombre es la cumbre de la obra de la creación. El relato
   inspirado lo expresa distinguiendo netamente la creación del hombre y la de
   las otras criaturas (cfr. Gen. I, 26)».

   La creación material encuentra su sentido en el hombre, única criatura
   natural que es capaz de conocer y amar a Dios, y, de este modo, conseguir
   ser feliz. El mundo material hace posible la vida humana, y sirve de cauce
   para su desarrollo. Por eso, la Iglesia afirma que «Dios creó todo para el
   hombre (cfr. Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et Spes, 12, 1; 24, 3; 39, 1),
   pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la
   creación».

   El hombre se encuentra por encima del resto de la naturaleza y puede
   dominarla, aunque debe ejercer ese dominio de acuerdo con los planes de
   Dios. El Papa Juan Pablo II afirma: «Es algo manifiesto para todos, sin
   distinción de ideologías sobre la concepción del mundo, que el hombre,
   aunque pertenece al mundo visible, a la naturaleza, se diferencia de algún
   modo de esa misma naturaleza. En efecto, el mundo visible existe "para él"
   y el hombre "ejerce el dominio" sobre el mundo; aun cuando está
   "condicionado" de varios modos por la naturaleza, la "domina", gracias a lo
   que él es, a sus capacidades y facultades de orden espiritual, que lo
   diferencian del mundo natural. Son precisamente estas facultades las que
   constituyen al hombre. Sobre este punto, el libro del Génesis es
   extraordinariamente preciso: definiendo al hombre como "imagen de Dios",

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DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA

   pone en evidencia aquello por lo que el hombre es hombre, aquello por lo
   que es un ser distinto de todas las demás criaturas del mundo visible».

   Imagen de Dios

   Todas las criaturas reflejan, de algún modo, las perfecciones divinas. Pero,
   entre los seres naturales, sólo el hombre participa del modo de ser propio
   de Dios: es un ser personal, inteligente y libre, capaz de amar. La Sagrada
   Escritura, al narrar la creación, lo pone de relieve diciendo que el hombre
   está hecho a imagen de Dios: «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen
   de Dios lo creó, hombre y mujer los creó (Gen. I, 27). El hombre ocupa un
   lugar único en la creación: "está hecho a imagen de Dios"».

   La imagen de Dios se da en el hombre independientemente del sexo, tal
   como se advierte en el relato inspirado donde se dice que la persona
   humana fue creada por Dios como hombre y como mujer.

   Que el hombre es imagen de Dios significa, ante todo, que es capaz de
   relacionarse con Él, que puede conocerle y amarle, que es amado por Dios
   como persona. «De todas las criaturas visibles sólo el hombre es "capaz de
   conocer y amar a su Creador" (Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et Spes,
   12, 3); es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí
   misma" (ibid., 24, 3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y
   el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón
   fundamental de su dignidad». Cuando se buscan los factores que distinguen
   al hombre de los demás seres naturales, éste es el fundamental: el hombre
   es capaz de relacionarse con Dios; sin duda, existen otras diferencias
   importantes, pero ninguna es tan profunda como ésta.

   El hombre es persona, no es simplemente una cosa. La persona tiene una
   dignidad única: nadie puede sustituirla en lo que es capaz de hacer como
   persona. Y sólo entre personas puede darse la amistad y el amor. «Por
   haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de
   persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de
   poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y
   es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una
   respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar».

   No tendría sentido utilizar la ciencia natural para negar, en nombre del
   progreso científico, la diferencia esencial que existe entre el hombre y los
   demás seres de la naturaleza, alegando, por ejemplo, que el hombre tiene
   una constitución material semejante a otros seres y que las diferencias se
   deberían únicamente a la organización de los componentes materiales. Por
   el contrario, la ciencia natural proporciona una de las pruebas más
   convincentes acerca de las peculiaridades del hombre; en efecto, pone de
   manifiesto que el hombre, a diferencia de otros seres, posee unas
   capacidades creativas y argumentativas que resultan indispensables para
   plantear los problemas científicos, buscar soluciones, y poner a prueba su
   validez. El gran progreso científico y técnico de la época moderna ilustra las
   capacidades únicas de la persona humana, y no tendría sentido utilizarlo

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DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA

   para negar lo que, en último término, hace posible la existencia de la
   ciencia.

   Unidad y dualidad

   Cuando intentamos comprender nuestro ser, tropezamos con una realidad
   innegable: que somos un sólo ser, pero poseemos dimensiones diferentes.
   «El hombre es una unidad: es alguien que es uno consigo mismo. Pero en
   esta unidad se contiene una dualidad. La Sagrada Escritura presenta tanto
   la unidad (la persona) como la dualidad (el alma y el cuerpo)».

   La dualidad es real. No responde a una mentalidad dualista ya superada, de
   la cual se podría prescindir en la actualidad. Sin duda, la realidad se puede
   conceptualizar desde diferentes perspectivas, y puede suceder que unas
   fórmulas representen mejor que otras algunos aspectos. Pero nuestro ser
   posee a la vez dimensiones materiales y espirituales, y esta realidad no
   depende de las ideas de una época.

   En ocasiones, se afirma que el dualismo sería ajeno a la perspectiva de la
   Sagrada Escritura, que subraya la unidad de la persona humana. No puede
   olvidarse, sin embargo, que la misma Sagrada Escritura contiene claras
   afirmaciones acerca de la dualidad constitutiva del hombre. El Papa Juan
   Pablo II comenta al respecto: «Frecuentemente se subraya que la tradición
   bíblica pone de relieve sobre todo la unidad personal del hombre (...). La
   observación es exacta. Pero esto no impide que en la tradición bíblica
   también esté presente, a veces de modo muy claro, la dualidad del hombre.
   Esta tradición se refleja en las palabras de Cristo: No tengáis miedo de los
   que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien al que
   puede hacer perecer el alma y el cuerpo en la Gehenna (Matth., X, 22). Las
   fuentes bíblicas autorizan a ver al hombre como unidad personal y a la vez
   como dualidad de alma y cuerpo: y este concepto ha sido expresado en la
   entera Tradición y en la enseñanza de la Iglesia» .

   Cualquier explicación fidedigna debe respetar los datos seguros de la
   experiencia humana, que se refieren tanto a la unidad de la persona como a
   la dualidad de sus dimensiones básicas. Las dificultades para
   conceptualizar ambos aspectos a la vez, indican que el hombre es un ser
   complejo, y nada se ganaría simplificando arbitrariamente el problema.

   Alma y cuerpo

   Para expresar la dualidad constitutiva del ser humano, durante siglos se ha
   utilizado una terminología ya clásica, según la cual el hombre está
   compuesto de alma y cuerpo. La Iglesia ha utilizado esta terminología en
   sus formulaciones, introduciendo a la vez las aclaraciones necesarias: por
   ejemplo, que alma y cuerpo no son substancias completas, y que el alma es
   forma substancial del cuerpo. Cuando la Iglesia habla de alma y cuerpo, se
   refiere a las dimensiones espirituales y materiales de la persona humana,
   que es un ser único; pero también subraya que el alma espiritual trasciende
   las dimensiones materiales y, por tanto, subsiste después de la muerte,

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DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA

   cuando las condiciones materiales hacen imposible la permanencia de la
   persona en el estado que le corresponde en su vida terrena.

   Frente a los dualismos exagerados que minusvaloran la dignidad de lo
   material, la Iglesia siempre ha enseñado que «El cuerpo del hombre
   participa de la dignidad de la "imagen de Dios": es cuerpo humano
   precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la
   persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el
   Templo del Espíritu (cfr. I Cor. VI, 19-20; XV, 44-45)».

   En la Sagrada Escritura, el término alma se utiliza con diferentes
   significados; a veces designa la vida humana, o toda la persona. «Pero
   designa también lo que hay de más íntimo en el hombre (cfr. Matth. XXVI,
   38; Iohan. XII, 27) y de más valor en él (cfr. Matth. X, 28; II Mac. VI, 30),
   aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: "alma" significa el
   principio espiritual en el hombre»11. Éste es el sentido en que se habla del
   alma cuando se afirma que la persona humana se compone de alma y
   cuerpo.

   Sin duda, lo más importante es el contenido de la doctrina; las palabras con
   que se expresa pueden variar, siempre que se respete el contenido
   auténtico de la doctrina. Con respecto al alma humana, entre «lo que, en
   nombre de Cristo, enseña la Iglesia», se encuentra lo siguiente: «La Iglesia
   afirma la supervivencia y la subsistencia, después de la muerte, de un
   elemento espiritual que está dotado de conciencia y de voluntad, de manera
   que subsiste el mismo "yo" humano. Para designar este elemento, la Iglesia
   emplea la palabra "alma", consagrada por el uso de la Sagrada Escritura y
   de la Tradición. Aunque ella no ignora que este término tiene en la Biblia
   diversas acepciones, opina, sin embargo, que no se da razón alguna válida
   para rechazarlo, y considera al mismo tiempo que un término verbal es
   absolutamente indispensable para sostener la fe de los cristianos».

   Unidad de alma y cuerpo

   El Concilio Vaticano II expresa la simultánea unidad y dualidad de la
   persona humana con una fórmula breve y lapidaria: corpore et anima unus:
   «Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne
   en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él,
   éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador».

   La unidad de la persona humana siempre ha sido enunciada por la Iglesia,
   frente a los dualismos exagerados. En uno de los Concilios ecuménicos, se
   utilizó la terminología aristotélica para subrayar precisamente que alma y
   cuerpo forman una única realidad: «La unidad del alma y del cuerpo es tan
   profunda que se debe considerar al alma como la "forma" del cuerpo (cfr.
   Conc. de Vienne, año 1312: DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la
   materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el
   hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su
   unión constituye una única naturaleza».


Grupo 1-63                                                              Página 6
DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA

   En definitiva, «el hombre creado a imagen de Dios es un ser a la vez
   corporal y espiritual, o sea, un ser que por una parte está unido al mundo
   exterior y por otra lo trasciende: en cuanto espíritu, además de cuerpo es
   persona. Esta verdad sobre el hombre es objeto de nuestra fe, como
   también lo es la verdad bíblica sobre su constitución a "imagen y
   semejanza" de Dios; y es una verdad constantemente presentada, a lo largo
   de los siglos, por el Magisterio de la Iglesia» .

   La persona humana es una síntesis de lo material y lo espiritual: «en su
   propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo material». Una
   importante consecuencia de esta doctrina es que las dimensiones
   materiales son buenas y queridas por Dios: «La persona humana, creada a
   imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico
   expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que Dios
   formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida
   y resultó el hombre un ser viviente (Gen. II, 7). Por tanto, el hombre en su
   totalidad es querido por Dios». El cuerpo es algo bueno, querido por Dios, y
   destinado a la vida eterna: «Por consiguiente, no es lícito al hombre
   despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar
   su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha
   de resucitar en el último día».

   La espiritualidad del alma humana

   En algunas épocas, la Iglesia ha debido subrayar la bondad del cuerpo,
   frente a quienes proponían un espiritualismo que condenaba como malo
   todo lo relacionado con lo material. En la actualidad, con frecuencia se debe
   hacer frente al extremo opuesto: un materialismo que desconoce las
   dimensiones espirituales y pretende reducir al hombre a las dimensiones
   materiales que pueden ser estudiadas mediante los métodos de las ciencias
   empíricas.

   En este contexto, el Papa Juan Pablo II ha subrayado que el hombre se
   parece más a Dios que a la naturaleza: «Son conocidas las numerosas
   tentativas que la ciencia ha hecho y continúa haciendo en varios ámbitos
   para demostrar los lazos del hombre con el mundo natural y su
   dependencia de él, a fin de insertarlo en la historia de la evolución de las
   diversas especies. Respetando tales investigaciones, no podemos
   limitarnos a ellas. Si analizamos al hombre en lo más profundo de su ser,
   vemos que se diferencia del mundo de la naturaleza más de cuanto se
   asemeja a ese mundo. En este sentido proceden también la antropología y
   la filosofía cuando intentan analizar y comprender la inteligencia, la libertad,
   la conciencia y la espiritualidad del hombre. El libro del Génesis parece salir
   al encuentro de todas estas experiencias de la ciencia y, hablando del
   hombre como "imagen de Dios", permite comprender que la respuesta al
   misterio de su humanidad no se encuentra en el camino de la semejanza
   con el mundo de la naturaleza. El hombre se parece más a Dios que a la
   naturaleza. En este sentido dice el salmo 82, 6: "Sois dioses", palabras que
   más tarde citará Jesús».


Grupo 1-63                                                                 Página 7
DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA

   El Concilio Vaticano II enseña: «No se equivoca el hombre al afirmar su
   superioridad sobre el universo material y al considerarse algo más que una
   simple partícula de la naturaleza (...). En efecto, por su interioridad es
   superior al universo entero»2. Citando este pasaje del Concilio, Juan Pablo
   II comenta: «He aquí cómo la misma verdad sobre la unidad y la dualidad
   (la complejidad) de la naturaleza humana puede ser expresada en un
   lenguaje más próximo a la mentalidad contemporánea».

      La espiritualidad humana se encuentra ampliamente testimoniada por
      muchos e importantes aspectos de nuestra experiencia, a través de
      capacidades humanas que trascienden el nivel de la naturaleza material.
      En el nivel de la inteligencia, las capacidades de abstraer, de razonar, de
      argumentar, de reconocer la verdad y de enunciarla en un lenguaje. En
      el nivel de la voluntad, las capacidades de querer, de autodeterminarse
      libremente, de actuar en vistas a un fin conocido intelectualmente. Y en
      ambos niveles, la capacidad de auto-reflexión, de modo que podemos
      conocer nuestros propios conocimientos (conocer que conocemos) y
      querer nuestros propios actos de querer (querer querer). Como
      consecuencia de estas capacidades, nuestro conocimiento se encuentra
      abierto hacia toda la realidad, sin límite (aunque los conocimientos
      particulares sean siempre limitados); nuestro querer tiende hacia el bien
      absoluto, y no se conforma con ningún bien limitado; y podemos
      descubrir el sentido de nuestra vida, e incluso darle libremente un
      sentido, proyectando el futuro.

      En nuestra época, el materialismo se presenta frecuentemente con un
      ropaje científico. Suele argumentar que todo lo humano se relaciona con
      lo material, y que el hombre es tan material como los demás seres
      naturales; sus características especiales se explicarían mediante la
      peculiar organización de los componentes materiales. Añade que la
      ciencia ya ha explicado muchos aspectos de la persona humana, y
      promete que, en el futuro, cada vez explicará mejor los restantes. Sin
      embargo, el materialismo es un reduccionismo ilegítimo; intenta explicar
      toda la realidad recurriendo sólo a los componentes materiales y a su
      funcionamiento, renunciando a cualquier pregunta de otro tipo: este
      reduccionismo carece de base e incluso va contra el rigor científico,
      porque no distingue los diferentes niveles de la realidad y las diferentes
      perspectivas que deben adoptarse para conocerlos.

      En otras ocasiones, las críticas a la espiritualidad humana se basan en
      la posibilidad de construir máquinas que igualen, e incluso superen, las
      capacidades humanas. Sin duda, las máquinas nos pueden igualar y
      superar en muchos aspectos, pero carecen de la interioridad
      característica de la persona y de las capacidades relacionadas con esa
      interioridad (capacidad intelectual y argumentativa, conciencia personal y
      moral, capacidad de amar y ser amado, por ejemplo). Los intentos de
      equiparar las máquinas con las personas suelen incurrir en una falacia
      básica: exigen que se defina la persona humana en función de unas
      operaciones concretas que pueden ser imitadas por las máquinas.


Grupo 1-63                                                               Página 8
DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA

      La inmortalidad del alma humana

      La Iglesia afirma, junto con la espiritualidad del alma humana, su
      inmortalidad: cuando el hombre muere, el alma espiritual continúa su
      existencia. La inmortalidad del alma humana ha sido afirmada en
      diferentes ocasiones por el Magisterio de la Iglesia , y el Concilio
      Vaticano II enseña: «Al afirmar, por tanto, en sí mismo la espiritualidad y
      la inmortalidad de su alma, no es el hombre juguete de un espejismo
      ilusorio provocado solamente por las condiciones físicas y sociales
      exteriores, sino que toca, por el contrario, la verdad más profunda de la
      realidad».

      Sin duda, es imposible imaginar el estado del alma humana separada
      del cuerpo, porque nuestra imaginación necesita datos sensibles que, en
      ese caso, no poseemos. Pero, por el mismo motivo, tampoco podemos
      imaginar a Dios, y esto no afecta en absoluto a su realidad: tenemos la
      capacidad de conocer las realidades espirituales, remontándonos por
      encima de las condiciones materiales.

      Aunque la fe cristiana da especial certeza a esta afirmación, podemos
      conocer la inmortalidad del alma a través de nuestra razón. Por una
      parte, porque si el alma es espiritual, trasciende las condiciones
      naturales y seguirá existiendo incluso cuando esas condiciones hagan
      imposible la vida humana en su estadio terrestre. Por otra parte, porque
      en esta vida la trayectoria moral de las personas no siempre encuentra
      la recompensa adecuada. Además, porque no es lógico que Dios ponga
      en el hombre unas ansias de felicidad e infinitud que luego no se puedan
      satisfacer. Y todo ello cobra especial fuerza cuando se advierte que el
      alma humana debe ser creada por Dios y que, por consiguiente, sólo
      podría dejar de existir si Dios la aniquilase, lo cual parece incoherente
      con el plan divino.

      El alma humana, creada directamente por Dios

      La Iglesia afirma también que el alma humana es creada
      inmediatamente por Dios. El Papa Pío XII, a propósito de la aplicación
      de las teorías evolucionistas al hombre, advirtió que el cuerpo podía
      proceder de otros organismos, y señaló que, en cambio, «la fe católica
      nos obliga a mantener que las almas son creadas inmediatamente por
      Dios». En el Credo del Pueblo de Dios, formulado por el Papa Pablo VI,
      se lee: "Creemos en un solo Dios (...) y también creador, en cada
      hombre, del alma espiritual e inmortal" .

      Con esta doctrina, el Magisterio de la Iglesia, a lo largo de los siglos, ha
      salido al paso de diferentes errores, como el priscilianismo, el
      traducianismo y el emanacionismo. Los priscilianos, siguiendo a
      Orígenes, afirmaban que las almas tenían una existencia previa y que,
      como consecuencia de algún pecado, habían sido arrojadas a la
      existencia terrenal. Los traducianistas, queriendo explicar la transmisión
      del pecado original, afirmaban que el alma humana es engendrada por

Grupo 1-63                                                                Página 9
DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA

      los padres. Según los emanacionistas, el alma humana es una parte de
      Dios.

      En nuestra época, a veces se habla de una emergencia de las
      características humanas, que provendrían, en definitiva, de la materia.
      Pero las dimensiones espirituales no se pueden reducir a un resultado
      de fuerzas y procesos materiales, porque se encuentran en un nivel
      superior al material. En esta línea, el Papa Juan Pablo II, recordando la
      enseñanza de Pío XII a propósito de la evolución, afirma: «La doctrina
      de la fe afirma invariablemente, en cambio, que el alma espiritual del
      hombre es creada directamente por Dios (...). El alma humana, de la
      cual depende en definitiva la humanidad del hombre, siendo espiritual,
      no puede emerger de la materia».

      El Catecismo de la Iglesia Católica enseña: «Con su apertura a la verdad
      y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de
      su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se
      interroga sobre la existencia de Dios. En estas aperturas, percibe signos
      de su alma espiritual. La "semilla de eternidad que lleva en sí, al ser
      irreductible a la sola materia" (Conc. Vaticano II, const. Gaudium et
      Spes, 18, 1; cfr. 14, 2), su alma, no puede tener origen más que en
      Dios»30. Y , remitiendo a las enseñanzas del Concilio Lateranense V, de
      Pío XII y de Pablo VI, añade: «La Iglesia enseña que cada alma
      espiritual es directamente creada por Dios (Cfr. Pío XII, enc. Humani
      generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8) -no es
      "producida" por los padres-, y que es inmortal (cfr. Conc. V de Letrán,
      año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la
      muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final» .

      La creación inmediata del alma humana no significa que otras realidades
      estén sustraidas a la acción divina, y tampoco significa un cambio por
      parte de Dios, que es inmutable. La acción divina se extiende a todo lo
      creado, pero en el caso del alma humana, el efecto de la acción divina
      posee un modo de ser que trasciende el ámbito de la naturaleza
      material. Y ese modo de ser, la espiritualidad, es lo más característico
      del hombre: lo que le hace persona, capaz de amar y de ser feliz,
      partícipe de la naturaleza divina, sujeto irrepetible e insustituible que es
      objeto directo del amor divino.

      La espiritualidad humana y la vida cristiana

      La doctrina de la Iglesia sobre el alma humana no es algo meramente
      teórico; tiene importantes repercusiones en muchos aspectos de la vida
      cristiana.

      Por ejemplo, la vida moral no tendría sentido si no se admitiera la
      libertad, que supone la espiritualidad. De hecho, algunas confusiones
      doctrinales y prácticas arrancan de esa base: se niega la espiritualidad,
      se reduce la persona a los condicionamientos materiales (características
      genéticas, impulsos instintivos, condiciones físicas de vida), y se niega

Grupo 1-63                                                               Página 10
DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA

      que exista auténtica libertad; en consecuencia, el cristianismo se
      reduciría a la lucha por unas metas que pueden ser legítimas, pero que
      se refieren sólo a la vida terrena. La lucha por alcanzar la virtud y evitar
      el pecado no tendría sentido, o en el mejor caso, las nociones de virtud y
      pecado deberían reinterpretarse, alterando toda la enseñanza moral de
      la Iglesia.

      Si no se admitiese la inmortalidad del alma, tampoco tendría sentido la
      escatología intermedia, o sea, el estado de las almas después de la
      muerte y antes de la resurrección final. Sin embargo, la Iglesia ha
      definido solemnemente que el destino del alma queda decidido
      inmediatamente después de la muerte, yendo al cielo o al infierno, o en
      su caso, yendo al cielo después de la necesaria purificación. Tampoco
      tendrían sentido las oraciones de la liturgia de la Iglesia que se refieren a
      esa escatología intermedia, ni la intercesión de los santos (ni, por tanto,
      las beatificaciones y canonizaciones).

      Si se altera la doctrina sobre el alma, también se alteraría la doctrina
      sobre Jesucristo, que tomó cuerpo y alma, bajó a los infiernos después
      de su muerte, resucitó al tercer día, y está realmente presente en la
      Sagrada Eucaristía también con su alma humana.

      El materialismo, teórico y práctico, es una de las principales fuentes de
      confusión en nuestra época. Por este motivo, tiene una especial
      importancia profundizar en la doctrina de la Iglesia sobre la espiritualidad
      humana.




Grupo 1-63                                                                Página 11

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Dimension espiritual

  • 1. 2011 UNIVERSIDAD LA GRAN COLOMBIA GRIPO 1-63 MARIACAILA DAZA – JOHANA BOHORQUEZ – MARTHA CUESTAS - LUZ MYRIAM CAMACHO [DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA] Este texto determinara mediante encuestas que tan importante es para los hombres de estrato 3 y edades entre los 30 y los 40 años la espiritualidad a la hora de conformar una familia.
  • 2. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA Dimensión espiritual: importancia en la familia 1. Elegir problemática y determinar Como se sabe, la religión con mayor cantidad de adeptos en Colombia es la religión católica pero sin embargo hay otros movientes religiosos que están tomando fuerza en el país. Por otra a la hora de crear una familia las parejas tienden a alejarse por tener cada uno diferentes creencias. ¿Seria beneficioso criar a los hijos fruto de esa unión bajo estas condiciones? 2. Identificar el problema y plantear en forma de pregunta Se ha querido saber: teniendo en cuenta a los hombres de estrato 3 entre los 30 y lo 40 años de edad ¿Qué tanto influyo su espiritualidad a la hora de conformar una familia? 3. Recopilación y análisis de los resultados obtenidos mediante las encuestas. 4. Marco teórico La espiritualidad del ser humano El hombre es un ser de la naturaleza pero, al mismo tiempo, la trasciende. Comparte con los demás seres naturales todo lo que se refiere a su ser material, pero se distingue de ellos porque posee unas dimensiones espirituales que le hacen ser una persona. De acuerdo con la experiencia, la doctrina cristiana afirma que en el hombre existe una dualidad de dimensiones, las materiales y las espirituales, en una unidad de ser, porque la persona humana es un único ser compuesto de Grupo 1-63 Página 2
  • 3. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA cuerpo y alma. Además, afirma que el alma espiritual no muere y que está destinada a unirse de nuevo con su cuerpo al fin de los tiempos. Esta doctrina se encuentra en la base de toda la vida cristiana, que quedaría completamente desfigurada si se negara la espiritualidad humana. La cumbre de la creación material A veces se dice que no puede establecerse un orden entre los seres naturales, como si unos fuesen más perfectos que otros, y se añade que, en el fondo, una clasificación de este tipo incurriría en el defecto de ser «antropocéntrica», porque pretendería colocar al hombre, de manera egoísta, en el primer lugar de la naturaleza, justificando un uso indiscriminado de los demás seres. Sin embargo, prescindiendo de detalles que sólo interesan a las ciencias y sin intentar justificar cualquier uso de la naturaleza, es evidente que la Iglesia describe una realidad cuando afirma que entre las criaturas existe una jerarquía que culmina en el hombre. «La jerarquía de las criaturas está expresada por el orden de los "seis días", que va de lo menos perfecto a lo más perfecto. Dios ama todas sus criaturas (cfr. Ps. CXLV, 9), cuida de cada una, incluso de los pajarillos. Pero Jesús dice: Vosotros valéis más que muchos pajarillos (Lc. XII, 6-7), o también: ¡Cuánto más vale un hombre que una oveja! (Matth. XII, 12) La Iglesia enseña que la creación material llega a su punto culminante en el hombre: «El hombre es la cumbre de la obra de la creación. El relato inspirado lo expresa distinguiendo netamente la creación del hombre y la de las otras criaturas (cfr. Gen. I, 26)». La creación material encuentra su sentido en el hombre, única criatura natural que es capaz de conocer y amar a Dios, y, de este modo, conseguir ser feliz. El mundo material hace posible la vida humana, y sirve de cauce para su desarrollo. Por eso, la Iglesia afirma que «Dios creó todo para el hombre (cfr. Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et Spes, 12, 1; 24, 3; 39, 1), pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación». El hombre se encuentra por encima del resto de la naturaleza y puede dominarla, aunque debe ejercer ese dominio de acuerdo con los planes de Dios. El Papa Juan Pablo II afirma: «Es algo manifiesto para todos, sin distinción de ideologías sobre la concepción del mundo, que el hombre, aunque pertenece al mundo visible, a la naturaleza, se diferencia de algún modo de esa misma naturaleza. En efecto, el mundo visible existe "para él" y el hombre "ejerce el dominio" sobre el mundo; aun cuando está "condicionado" de varios modos por la naturaleza, la "domina", gracias a lo que él es, a sus capacidades y facultades de orden espiritual, que lo diferencian del mundo natural. Son precisamente estas facultades las que constituyen al hombre. Sobre este punto, el libro del Génesis es extraordinariamente preciso: definiendo al hombre como "imagen de Dios", Grupo 1-63 Página 3
  • 4. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA pone en evidencia aquello por lo que el hombre es hombre, aquello por lo que es un ser distinto de todas las demás criaturas del mundo visible». Imagen de Dios Todas las criaturas reflejan, de algún modo, las perfecciones divinas. Pero, entre los seres naturales, sólo el hombre participa del modo de ser propio de Dios: es un ser personal, inteligente y libre, capaz de amar. La Sagrada Escritura, al narrar la creación, lo pone de relieve diciendo que el hombre está hecho a imagen de Dios: «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó (Gen. I, 27). El hombre ocupa un lugar único en la creación: "está hecho a imagen de Dios"». La imagen de Dios se da en el hombre independientemente del sexo, tal como se advierte en el relato inspirado donde se dice que la persona humana fue creada por Dios como hombre y como mujer. Que el hombre es imagen de Dios significa, ante todo, que es capaz de relacionarse con Él, que puede conocerle y amarle, que es amado por Dios como persona. «De todas las criaturas visibles sólo el hombre es "capaz de conocer y amar a su Creador" (Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et Spes, 12, 3); es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma" (ibid., 24, 3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad». Cuando se buscan los factores que distinguen al hombre de los demás seres naturales, éste es el fundamental: el hombre es capaz de relacionarse con Dios; sin duda, existen otras diferencias importantes, pero ninguna es tan profunda como ésta. El hombre es persona, no es simplemente una cosa. La persona tiene una dignidad única: nadie puede sustituirla en lo que es capaz de hacer como persona. Y sólo entre personas puede darse la amistad y el amor. «Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar». No tendría sentido utilizar la ciencia natural para negar, en nombre del progreso científico, la diferencia esencial que existe entre el hombre y los demás seres de la naturaleza, alegando, por ejemplo, que el hombre tiene una constitución material semejante a otros seres y que las diferencias se deberían únicamente a la organización de los componentes materiales. Por el contrario, la ciencia natural proporciona una de las pruebas más convincentes acerca de las peculiaridades del hombre; en efecto, pone de manifiesto que el hombre, a diferencia de otros seres, posee unas capacidades creativas y argumentativas que resultan indispensables para plantear los problemas científicos, buscar soluciones, y poner a prueba su validez. El gran progreso científico y técnico de la época moderna ilustra las capacidades únicas de la persona humana, y no tendría sentido utilizarlo Grupo 1-63 Página 4
  • 5. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA para negar lo que, en último término, hace posible la existencia de la ciencia. Unidad y dualidad Cuando intentamos comprender nuestro ser, tropezamos con una realidad innegable: que somos un sólo ser, pero poseemos dimensiones diferentes. «El hombre es una unidad: es alguien que es uno consigo mismo. Pero en esta unidad se contiene una dualidad. La Sagrada Escritura presenta tanto la unidad (la persona) como la dualidad (el alma y el cuerpo)». La dualidad es real. No responde a una mentalidad dualista ya superada, de la cual se podría prescindir en la actualidad. Sin duda, la realidad se puede conceptualizar desde diferentes perspectivas, y puede suceder que unas fórmulas representen mejor que otras algunos aspectos. Pero nuestro ser posee a la vez dimensiones materiales y espirituales, y esta realidad no depende de las ideas de una época. En ocasiones, se afirma que el dualismo sería ajeno a la perspectiva de la Sagrada Escritura, que subraya la unidad de la persona humana. No puede olvidarse, sin embargo, que la misma Sagrada Escritura contiene claras afirmaciones acerca de la dualidad constitutiva del hombre. El Papa Juan Pablo II comenta al respecto: «Frecuentemente se subraya que la tradición bíblica pone de relieve sobre todo la unidad personal del hombre (...). La observación es exacta. Pero esto no impide que en la tradición bíblica también esté presente, a veces de modo muy claro, la dualidad del hombre. Esta tradición se refleja en las palabras de Cristo: No tengáis miedo de los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien al que puede hacer perecer el alma y el cuerpo en la Gehenna (Matth., X, 22). Las fuentes bíblicas autorizan a ver al hombre como unidad personal y a la vez como dualidad de alma y cuerpo: y este concepto ha sido expresado en la entera Tradición y en la enseñanza de la Iglesia» . Cualquier explicación fidedigna debe respetar los datos seguros de la experiencia humana, que se refieren tanto a la unidad de la persona como a la dualidad de sus dimensiones básicas. Las dificultades para conceptualizar ambos aspectos a la vez, indican que el hombre es un ser complejo, y nada se ganaría simplificando arbitrariamente el problema. Alma y cuerpo Para expresar la dualidad constitutiva del ser humano, durante siglos se ha utilizado una terminología ya clásica, según la cual el hombre está compuesto de alma y cuerpo. La Iglesia ha utilizado esta terminología en sus formulaciones, introduciendo a la vez las aclaraciones necesarias: por ejemplo, que alma y cuerpo no son substancias completas, y que el alma es forma substancial del cuerpo. Cuando la Iglesia habla de alma y cuerpo, se refiere a las dimensiones espirituales y materiales de la persona humana, que es un ser único; pero también subraya que el alma espiritual trasciende las dimensiones materiales y, por tanto, subsiste después de la muerte, Grupo 1-63 Página 5
  • 6. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA cuando las condiciones materiales hacen imposible la permanencia de la persona en el estado que le corresponde en su vida terrena. Frente a los dualismos exagerados que minusvaloran la dignidad de lo material, la Iglesia siempre ha enseñado que «El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de Dios": es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el Templo del Espíritu (cfr. I Cor. VI, 19-20; XV, 44-45)». En la Sagrada Escritura, el término alma se utiliza con diferentes significados; a veces designa la vida humana, o toda la persona. «Pero designa también lo que hay de más íntimo en el hombre (cfr. Matth. XXVI, 38; Iohan. XII, 27) y de más valor en él (cfr. Matth. X, 28; II Mac. VI, 30), aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: "alma" significa el principio espiritual en el hombre»11. Éste es el sentido en que se habla del alma cuando se afirma que la persona humana se compone de alma y cuerpo. Sin duda, lo más importante es el contenido de la doctrina; las palabras con que se expresa pueden variar, siempre que se respete el contenido auténtico de la doctrina. Con respecto al alma humana, entre «lo que, en nombre de Cristo, enseña la Iglesia», se encuentra lo siguiente: «La Iglesia afirma la supervivencia y la subsistencia, después de la muerte, de un elemento espiritual que está dotado de conciencia y de voluntad, de manera que subsiste el mismo "yo" humano. Para designar este elemento, la Iglesia emplea la palabra "alma", consagrada por el uso de la Sagrada Escritura y de la Tradición. Aunque ella no ignora que este término tiene en la Biblia diversas acepciones, opina, sin embargo, que no se da razón alguna válida para rechazarlo, y considera al mismo tiempo que un término verbal es absolutamente indispensable para sostener la fe de los cristianos». Unidad de alma y cuerpo El Concilio Vaticano II expresa la simultánea unidad y dualidad de la persona humana con una fórmula breve y lapidaria: corpore et anima unus: «Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él, éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador». La unidad de la persona humana siempre ha sido enunciada por la Iglesia, frente a los dualismos exagerados. En uno de los Concilios ecuménicos, se utilizó la terminología aristotélica para subrayar precisamente que alma y cuerpo forman una única realidad: «La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la "forma" del cuerpo (cfr. Conc. de Vienne, año 1312: DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza». Grupo 1-63 Página 6
  • 7. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA En definitiva, «el hombre creado a imagen de Dios es un ser a la vez corporal y espiritual, o sea, un ser que por una parte está unido al mundo exterior y por otra lo trasciende: en cuanto espíritu, además de cuerpo es persona. Esta verdad sobre el hombre es objeto de nuestra fe, como también lo es la verdad bíblica sobre su constitución a "imagen y semejanza" de Dios; y es una verdad constantemente presentada, a lo largo de los siglos, por el Magisterio de la Iglesia» . La persona humana es una síntesis de lo material y lo espiritual: «en su propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo material». Una importante consecuencia de esta doctrina es que las dimensiones materiales son buenas y queridas por Dios: «La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente (Gen. II, 7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios». El cuerpo es algo bueno, querido por Dios, y destinado a la vida eterna: «Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día». La espiritualidad del alma humana En algunas épocas, la Iglesia ha debido subrayar la bondad del cuerpo, frente a quienes proponían un espiritualismo que condenaba como malo todo lo relacionado con lo material. En la actualidad, con frecuencia se debe hacer frente al extremo opuesto: un materialismo que desconoce las dimensiones espirituales y pretende reducir al hombre a las dimensiones materiales que pueden ser estudiadas mediante los métodos de las ciencias empíricas. En este contexto, el Papa Juan Pablo II ha subrayado que el hombre se parece más a Dios que a la naturaleza: «Son conocidas las numerosas tentativas que la ciencia ha hecho y continúa haciendo en varios ámbitos para demostrar los lazos del hombre con el mundo natural y su dependencia de él, a fin de insertarlo en la historia de la evolución de las diversas especies. Respetando tales investigaciones, no podemos limitarnos a ellas. Si analizamos al hombre en lo más profundo de su ser, vemos que se diferencia del mundo de la naturaleza más de cuanto se asemeja a ese mundo. En este sentido proceden también la antropología y la filosofía cuando intentan analizar y comprender la inteligencia, la libertad, la conciencia y la espiritualidad del hombre. El libro del Génesis parece salir al encuentro de todas estas experiencias de la ciencia y, hablando del hombre como "imagen de Dios", permite comprender que la respuesta al misterio de su humanidad no se encuentra en el camino de la semejanza con el mundo de la naturaleza. El hombre se parece más a Dios que a la naturaleza. En este sentido dice el salmo 82, 6: "Sois dioses", palabras que más tarde citará Jesús». Grupo 1-63 Página 7
  • 8. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA El Concilio Vaticano II enseña: «No se equivoca el hombre al afirmar su superioridad sobre el universo material y al considerarse algo más que una simple partícula de la naturaleza (...). En efecto, por su interioridad es superior al universo entero»2. Citando este pasaje del Concilio, Juan Pablo II comenta: «He aquí cómo la misma verdad sobre la unidad y la dualidad (la complejidad) de la naturaleza humana puede ser expresada en un lenguaje más próximo a la mentalidad contemporánea». La espiritualidad humana se encuentra ampliamente testimoniada por muchos e importantes aspectos de nuestra experiencia, a través de capacidades humanas que trascienden el nivel de la naturaleza material. En el nivel de la inteligencia, las capacidades de abstraer, de razonar, de argumentar, de reconocer la verdad y de enunciarla en un lenguaje. En el nivel de la voluntad, las capacidades de querer, de autodeterminarse libremente, de actuar en vistas a un fin conocido intelectualmente. Y en ambos niveles, la capacidad de auto-reflexión, de modo que podemos conocer nuestros propios conocimientos (conocer que conocemos) y querer nuestros propios actos de querer (querer querer). Como consecuencia de estas capacidades, nuestro conocimiento se encuentra abierto hacia toda la realidad, sin límite (aunque los conocimientos particulares sean siempre limitados); nuestro querer tiende hacia el bien absoluto, y no se conforma con ningún bien limitado; y podemos descubrir el sentido de nuestra vida, e incluso darle libremente un sentido, proyectando el futuro. En nuestra época, el materialismo se presenta frecuentemente con un ropaje científico. Suele argumentar que todo lo humano se relaciona con lo material, y que el hombre es tan material como los demás seres naturales; sus características especiales se explicarían mediante la peculiar organización de los componentes materiales. Añade que la ciencia ya ha explicado muchos aspectos de la persona humana, y promete que, en el futuro, cada vez explicará mejor los restantes. Sin embargo, el materialismo es un reduccionismo ilegítimo; intenta explicar toda la realidad recurriendo sólo a los componentes materiales y a su funcionamiento, renunciando a cualquier pregunta de otro tipo: este reduccionismo carece de base e incluso va contra el rigor científico, porque no distingue los diferentes niveles de la realidad y las diferentes perspectivas que deben adoptarse para conocerlos. En otras ocasiones, las críticas a la espiritualidad humana se basan en la posibilidad de construir máquinas que igualen, e incluso superen, las capacidades humanas. Sin duda, las máquinas nos pueden igualar y superar en muchos aspectos, pero carecen de la interioridad característica de la persona y de las capacidades relacionadas con esa interioridad (capacidad intelectual y argumentativa, conciencia personal y moral, capacidad de amar y ser amado, por ejemplo). Los intentos de equiparar las máquinas con las personas suelen incurrir en una falacia básica: exigen que se defina la persona humana en función de unas operaciones concretas que pueden ser imitadas por las máquinas. Grupo 1-63 Página 8
  • 9. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA La inmortalidad del alma humana La Iglesia afirma, junto con la espiritualidad del alma humana, su inmortalidad: cuando el hombre muere, el alma espiritual continúa su existencia. La inmortalidad del alma humana ha sido afirmada en diferentes ocasiones por el Magisterio de la Iglesia , y el Concilio Vaticano II enseña: «Al afirmar, por tanto, en sí mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma, no es el hombre juguete de un espejismo ilusorio provocado solamente por las condiciones físicas y sociales exteriores, sino que toca, por el contrario, la verdad más profunda de la realidad». Sin duda, es imposible imaginar el estado del alma humana separada del cuerpo, porque nuestra imaginación necesita datos sensibles que, en ese caso, no poseemos. Pero, por el mismo motivo, tampoco podemos imaginar a Dios, y esto no afecta en absoluto a su realidad: tenemos la capacidad de conocer las realidades espirituales, remontándonos por encima de las condiciones materiales. Aunque la fe cristiana da especial certeza a esta afirmación, podemos conocer la inmortalidad del alma a través de nuestra razón. Por una parte, porque si el alma es espiritual, trasciende las condiciones naturales y seguirá existiendo incluso cuando esas condiciones hagan imposible la vida humana en su estadio terrestre. Por otra parte, porque en esta vida la trayectoria moral de las personas no siempre encuentra la recompensa adecuada. Además, porque no es lógico que Dios ponga en el hombre unas ansias de felicidad e infinitud que luego no se puedan satisfacer. Y todo ello cobra especial fuerza cuando se advierte que el alma humana debe ser creada por Dios y que, por consiguiente, sólo podría dejar de existir si Dios la aniquilase, lo cual parece incoherente con el plan divino. El alma humana, creada directamente por Dios La Iglesia afirma también que el alma humana es creada inmediatamente por Dios. El Papa Pío XII, a propósito de la aplicación de las teorías evolucionistas al hombre, advirtió que el cuerpo podía proceder de otros organismos, y señaló que, en cambio, «la fe católica nos obliga a mantener que las almas son creadas inmediatamente por Dios». En el Credo del Pueblo de Dios, formulado por el Papa Pablo VI, se lee: "Creemos en un solo Dios (...) y también creador, en cada hombre, del alma espiritual e inmortal" . Con esta doctrina, el Magisterio de la Iglesia, a lo largo de los siglos, ha salido al paso de diferentes errores, como el priscilianismo, el traducianismo y el emanacionismo. Los priscilianos, siguiendo a Orígenes, afirmaban que las almas tenían una existencia previa y que, como consecuencia de algún pecado, habían sido arrojadas a la existencia terrenal. Los traducianistas, queriendo explicar la transmisión del pecado original, afirmaban que el alma humana es engendrada por Grupo 1-63 Página 9
  • 10. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA los padres. Según los emanacionistas, el alma humana es una parte de Dios. En nuestra época, a veces se habla de una emergencia de las características humanas, que provendrían, en definitiva, de la materia. Pero las dimensiones espirituales no se pueden reducir a un resultado de fuerzas y procesos materiales, porque se encuentran en un nivel superior al material. En esta línea, el Papa Juan Pablo II, recordando la enseñanza de Pío XII a propósito de la evolución, afirma: «La doctrina de la fe afirma invariablemente, en cambio, que el alma espiritual del hombre es creada directamente por Dios (...). El alma humana, de la cual depende en definitiva la humanidad del hombre, siendo espiritual, no puede emerger de la materia». El Catecismo de la Iglesia Católica enseña: «Con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios. En estas aperturas, percibe signos de su alma espiritual. La "semilla de eternidad que lleva en sí, al ser irreductible a la sola materia" (Conc. Vaticano II, const. Gaudium et Spes, 18, 1; cfr. 14, 2), su alma, no puede tener origen más que en Dios»30. Y , remitiendo a las enseñanzas del Concilio Lateranense V, de Pío XII y de Pablo VI, añade: «La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios (Cfr. Pío XII, enc. Humani generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8) -no es "producida" por los padres-, y que es inmortal (cfr. Conc. V de Letrán, año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final» . La creación inmediata del alma humana no significa que otras realidades estén sustraidas a la acción divina, y tampoco significa un cambio por parte de Dios, que es inmutable. La acción divina se extiende a todo lo creado, pero en el caso del alma humana, el efecto de la acción divina posee un modo de ser que trasciende el ámbito de la naturaleza material. Y ese modo de ser, la espiritualidad, es lo más característico del hombre: lo que le hace persona, capaz de amar y de ser feliz, partícipe de la naturaleza divina, sujeto irrepetible e insustituible que es objeto directo del amor divino. La espiritualidad humana y la vida cristiana La doctrina de la Iglesia sobre el alma humana no es algo meramente teórico; tiene importantes repercusiones en muchos aspectos de la vida cristiana. Por ejemplo, la vida moral no tendría sentido si no se admitiera la libertad, que supone la espiritualidad. De hecho, algunas confusiones doctrinales y prácticas arrancan de esa base: se niega la espiritualidad, se reduce la persona a los condicionamientos materiales (características genéticas, impulsos instintivos, condiciones físicas de vida), y se niega Grupo 1-63 Página 10
  • 11. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA que exista auténtica libertad; en consecuencia, el cristianismo se reduciría a la lucha por unas metas que pueden ser legítimas, pero que se refieren sólo a la vida terrena. La lucha por alcanzar la virtud y evitar el pecado no tendría sentido, o en el mejor caso, las nociones de virtud y pecado deberían reinterpretarse, alterando toda la enseñanza moral de la Iglesia. Si no se admitiese la inmortalidad del alma, tampoco tendría sentido la escatología intermedia, o sea, el estado de las almas después de la muerte y antes de la resurrección final. Sin embargo, la Iglesia ha definido solemnemente que el destino del alma queda decidido inmediatamente después de la muerte, yendo al cielo o al infierno, o en su caso, yendo al cielo después de la necesaria purificación. Tampoco tendrían sentido las oraciones de la liturgia de la Iglesia que se refieren a esa escatología intermedia, ni la intercesión de los santos (ni, por tanto, las beatificaciones y canonizaciones). Si se altera la doctrina sobre el alma, también se alteraría la doctrina sobre Jesucristo, que tomó cuerpo y alma, bajó a los infiernos después de su muerte, resucitó al tercer día, y está realmente presente en la Sagrada Eucaristía también con su alma humana. El materialismo, teórico y práctico, es una de las principales fuentes de confusión en nuestra época. Por este motivo, tiene una especial importancia profundizar en la doctrina de la Iglesia sobre la espiritualidad humana. Grupo 1-63 Página 11