1. 2011
UNIVERSIDAD LA GRAN
COLOMBIA GRIPO 1-63
MARIACAILA DAZA –
JOHANA BOHORQUEZ –
MARTHA CUESTAS - LUZ
MYRIAM CAMACHO
[DIMENSION ESPIRITUAL:
IMPORTANCIA EN LA
FAMILIA]
Este texto determinara mediante encuestas que tan importante es para los hombres de
estrato 3 y edades entre los 30 y los 40 años la espiritualidad a la hora de conformar una
familia.
2. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA
Dimensión espiritual: importancia en la familia
1. Elegir problemática y determinar
Como se sabe, la religión con mayor cantidad de adeptos en Colombia
es la religión católica pero sin embargo hay otros movientes religiosos
que están tomando fuerza en el país. Por otra a la hora de crear una
familia las parejas tienden a alejarse por tener cada uno diferentes
creencias. ¿Seria beneficioso criar a los hijos fruto de esa unión bajo
estas condiciones?
2. Identificar el problema y plantear en forma de pregunta
Se ha querido saber: teniendo en cuenta a los hombres de estrato 3
entre los 30 y lo 40 años de edad ¿Qué tanto influyo su espiritualidad a
la hora de conformar una familia?
3. Recopilación y análisis de los resultados obtenidos mediante las
encuestas.
4. Marco teórico
La espiritualidad del ser humano
El hombre es un ser de la naturaleza pero, al mismo tiempo, la trasciende.
Comparte con los demás seres naturales todo lo que se refiere a su ser
material, pero se distingue de ellos porque posee unas dimensiones
espirituales que le hacen ser una persona.
De acuerdo con la experiencia, la doctrina cristiana afirma que en el hombre
existe una dualidad de dimensiones, las materiales y las espirituales, en una
unidad de ser, porque la persona humana es un único ser compuesto de
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3. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA
cuerpo y alma. Además, afirma que el alma espiritual no muere y que está
destinada a unirse de nuevo con su cuerpo al fin de los tiempos.
Esta doctrina se encuentra en la base de toda la vida cristiana, que
quedaría completamente desfigurada si se negara la espiritualidad humana.
La cumbre de la creación material
A veces se dice que no puede establecerse un orden entre los seres
naturales, como si unos fuesen más perfectos que otros, y se añade que, en
el fondo, una clasificación de este tipo incurriría en el defecto de ser
«antropocéntrica», porque pretendería colocar al hombre, de manera
egoísta, en el primer lugar de la naturaleza, justificando un uso
indiscriminado de los demás seres.
Sin embargo, prescindiendo de detalles que sólo interesan a las ciencias y
sin intentar justificar cualquier uso de la naturaleza, es evidente que la
Iglesia describe una realidad cuando afirma que entre las criaturas existe
una jerarquía que culmina en el hombre. «La jerarquía de las criaturas está
expresada por el orden de los "seis días", que va de lo menos perfecto a lo
más perfecto. Dios ama todas sus criaturas (cfr. Ps. CXLV, 9), cuida de
cada una, incluso de los pajarillos. Pero Jesús dice: Vosotros valéis más
que muchos pajarillos (Lc. XII, 6-7), o también: ¡Cuánto más vale un
hombre que una oveja! (Matth. XII, 12)
La Iglesia enseña que la creación material llega a su punto culminante en el
hombre: «El hombre es la cumbre de la obra de la creación. El relato
inspirado lo expresa distinguiendo netamente la creación del hombre y la de
las otras criaturas (cfr. Gen. I, 26)».
La creación material encuentra su sentido en el hombre, única criatura
natural que es capaz de conocer y amar a Dios, y, de este modo, conseguir
ser feliz. El mundo material hace posible la vida humana, y sirve de cauce
para su desarrollo. Por eso, la Iglesia afirma que «Dios creó todo para el
hombre (cfr. Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et Spes, 12, 1; 24, 3; 39, 1),
pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la
creación».
El hombre se encuentra por encima del resto de la naturaleza y puede
dominarla, aunque debe ejercer ese dominio de acuerdo con los planes de
Dios. El Papa Juan Pablo II afirma: «Es algo manifiesto para todos, sin
distinción de ideologías sobre la concepción del mundo, que el hombre,
aunque pertenece al mundo visible, a la naturaleza, se diferencia de algún
modo de esa misma naturaleza. En efecto, el mundo visible existe "para él"
y el hombre "ejerce el dominio" sobre el mundo; aun cuando está
"condicionado" de varios modos por la naturaleza, la "domina", gracias a lo
que él es, a sus capacidades y facultades de orden espiritual, que lo
diferencian del mundo natural. Son precisamente estas facultades las que
constituyen al hombre. Sobre este punto, el libro del Génesis es
extraordinariamente preciso: definiendo al hombre como "imagen de Dios",
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4. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA
pone en evidencia aquello por lo que el hombre es hombre, aquello por lo
que es un ser distinto de todas las demás criaturas del mundo visible».
Imagen de Dios
Todas las criaturas reflejan, de algún modo, las perfecciones divinas. Pero,
entre los seres naturales, sólo el hombre participa del modo de ser propio
de Dios: es un ser personal, inteligente y libre, capaz de amar. La Sagrada
Escritura, al narrar la creación, lo pone de relieve diciendo que el hombre
está hecho a imagen de Dios: «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen
de Dios lo creó, hombre y mujer los creó (Gen. I, 27). El hombre ocupa un
lugar único en la creación: "está hecho a imagen de Dios"».
La imagen de Dios se da en el hombre independientemente del sexo, tal
como se advierte en el relato inspirado donde se dice que la persona
humana fue creada por Dios como hombre y como mujer.
Que el hombre es imagen de Dios significa, ante todo, que es capaz de
relacionarse con Él, que puede conocerle y amarle, que es amado por Dios
como persona. «De todas las criaturas visibles sólo el hombre es "capaz de
conocer y amar a su Creador" (Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et Spes,
12, 3); es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí
misma" (ibid., 24, 3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y
el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón
fundamental de su dignidad». Cuando se buscan los factores que distinguen
al hombre de los demás seres naturales, éste es el fundamental: el hombre
es capaz de relacionarse con Dios; sin duda, existen otras diferencias
importantes, pero ninguna es tan profunda como ésta.
El hombre es persona, no es simplemente una cosa. La persona tiene una
dignidad única: nadie puede sustituirla en lo que es capaz de hacer como
persona. Y sólo entre personas puede darse la amistad y el amor. «Por
haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de
persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de
poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y
es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una
respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar».
No tendría sentido utilizar la ciencia natural para negar, en nombre del
progreso científico, la diferencia esencial que existe entre el hombre y los
demás seres de la naturaleza, alegando, por ejemplo, que el hombre tiene
una constitución material semejante a otros seres y que las diferencias se
deberían únicamente a la organización de los componentes materiales. Por
el contrario, la ciencia natural proporciona una de las pruebas más
convincentes acerca de las peculiaridades del hombre; en efecto, pone de
manifiesto que el hombre, a diferencia de otros seres, posee unas
capacidades creativas y argumentativas que resultan indispensables para
plantear los problemas científicos, buscar soluciones, y poner a prueba su
validez. El gran progreso científico y técnico de la época moderna ilustra las
capacidades únicas de la persona humana, y no tendría sentido utilizarlo
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5. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA
para negar lo que, en último término, hace posible la existencia de la
ciencia.
Unidad y dualidad
Cuando intentamos comprender nuestro ser, tropezamos con una realidad
innegable: que somos un sólo ser, pero poseemos dimensiones diferentes.
«El hombre es una unidad: es alguien que es uno consigo mismo. Pero en
esta unidad se contiene una dualidad. La Sagrada Escritura presenta tanto
la unidad (la persona) como la dualidad (el alma y el cuerpo)».
La dualidad es real. No responde a una mentalidad dualista ya superada, de
la cual se podría prescindir en la actualidad. Sin duda, la realidad se puede
conceptualizar desde diferentes perspectivas, y puede suceder que unas
fórmulas representen mejor que otras algunos aspectos. Pero nuestro ser
posee a la vez dimensiones materiales y espirituales, y esta realidad no
depende de las ideas de una época.
En ocasiones, se afirma que el dualismo sería ajeno a la perspectiva de la
Sagrada Escritura, que subraya la unidad de la persona humana. No puede
olvidarse, sin embargo, que la misma Sagrada Escritura contiene claras
afirmaciones acerca de la dualidad constitutiva del hombre. El Papa Juan
Pablo II comenta al respecto: «Frecuentemente se subraya que la tradición
bíblica pone de relieve sobre todo la unidad personal del hombre (...). La
observación es exacta. Pero esto no impide que en la tradición bíblica
también esté presente, a veces de modo muy claro, la dualidad del hombre.
Esta tradición se refleja en las palabras de Cristo: No tengáis miedo de los
que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien al que
puede hacer perecer el alma y el cuerpo en la Gehenna (Matth., X, 22). Las
fuentes bíblicas autorizan a ver al hombre como unidad personal y a la vez
como dualidad de alma y cuerpo: y este concepto ha sido expresado en la
entera Tradición y en la enseñanza de la Iglesia» .
Cualquier explicación fidedigna debe respetar los datos seguros de la
experiencia humana, que se refieren tanto a la unidad de la persona como a
la dualidad de sus dimensiones básicas. Las dificultades para
conceptualizar ambos aspectos a la vez, indican que el hombre es un ser
complejo, y nada se ganaría simplificando arbitrariamente el problema.
Alma y cuerpo
Para expresar la dualidad constitutiva del ser humano, durante siglos se ha
utilizado una terminología ya clásica, según la cual el hombre está
compuesto de alma y cuerpo. La Iglesia ha utilizado esta terminología en
sus formulaciones, introduciendo a la vez las aclaraciones necesarias: por
ejemplo, que alma y cuerpo no son substancias completas, y que el alma es
forma substancial del cuerpo. Cuando la Iglesia habla de alma y cuerpo, se
refiere a las dimensiones espirituales y materiales de la persona humana,
que es un ser único; pero también subraya que el alma espiritual trasciende
las dimensiones materiales y, por tanto, subsiste después de la muerte,
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6. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA
cuando las condiciones materiales hacen imposible la permanencia de la
persona en el estado que le corresponde en su vida terrena.
Frente a los dualismos exagerados que minusvaloran la dignidad de lo
material, la Iglesia siempre ha enseñado que «El cuerpo del hombre
participa de la dignidad de la "imagen de Dios": es cuerpo humano
precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la
persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el
Templo del Espíritu (cfr. I Cor. VI, 19-20; XV, 44-45)».
En la Sagrada Escritura, el término alma se utiliza con diferentes
significados; a veces designa la vida humana, o toda la persona. «Pero
designa también lo que hay de más íntimo en el hombre (cfr. Matth. XXVI,
38; Iohan. XII, 27) y de más valor en él (cfr. Matth. X, 28; II Mac. VI, 30),
aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: "alma" significa el
principio espiritual en el hombre»11. Éste es el sentido en que se habla del
alma cuando se afirma que la persona humana se compone de alma y
cuerpo.
Sin duda, lo más importante es el contenido de la doctrina; las palabras con
que se expresa pueden variar, siempre que se respete el contenido
auténtico de la doctrina. Con respecto al alma humana, entre «lo que, en
nombre de Cristo, enseña la Iglesia», se encuentra lo siguiente: «La Iglesia
afirma la supervivencia y la subsistencia, después de la muerte, de un
elemento espiritual que está dotado de conciencia y de voluntad, de manera
que subsiste el mismo "yo" humano. Para designar este elemento, la Iglesia
emplea la palabra "alma", consagrada por el uso de la Sagrada Escritura y
de la Tradición. Aunque ella no ignora que este término tiene en la Biblia
diversas acepciones, opina, sin embargo, que no se da razón alguna válida
para rechazarlo, y considera al mismo tiempo que un término verbal es
absolutamente indispensable para sostener la fe de los cristianos».
Unidad de alma y cuerpo
El Concilio Vaticano II expresa la simultánea unidad y dualidad de la
persona humana con una fórmula breve y lapidaria: corpore et anima unus:
«Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne
en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él,
éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador».
La unidad de la persona humana siempre ha sido enunciada por la Iglesia,
frente a los dualismos exagerados. En uno de los Concilios ecuménicos, se
utilizó la terminología aristotélica para subrayar precisamente que alma y
cuerpo forman una única realidad: «La unidad del alma y del cuerpo es tan
profunda que se debe considerar al alma como la "forma" del cuerpo (cfr.
Conc. de Vienne, año 1312: DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la
materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el
hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su
unión constituye una única naturaleza».
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7. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA
En definitiva, «el hombre creado a imagen de Dios es un ser a la vez
corporal y espiritual, o sea, un ser que por una parte está unido al mundo
exterior y por otra lo trasciende: en cuanto espíritu, además de cuerpo es
persona. Esta verdad sobre el hombre es objeto de nuestra fe, como
también lo es la verdad bíblica sobre su constitución a "imagen y
semejanza" de Dios; y es una verdad constantemente presentada, a lo largo
de los siglos, por el Magisterio de la Iglesia» .
La persona humana es una síntesis de lo material y lo espiritual: «en su
propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo material». Una
importante consecuencia de esta doctrina es que las dimensiones
materiales son buenas y queridas por Dios: «La persona humana, creada a
imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico
expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que Dios
formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida
y resultó el hombre un ser viviente (Gen. II, 7). Por tanto, el hombre en su
totalidad es querido por Dios». El cuerpo es algo bueno, querido por Dios, y
destinado a la vida eterna: «Por consiguiente, no es lícito al hombre
despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar
su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha
de resucitar en el último día».
La espiritualidad del alma humana
En algunas épocas, la Iglesia ha debido subrayar la bondad del cuerpo,
frente a quienes proponían un espiritualismo que condenaba como malo
todo lo relacionado con lo material. En la actualidad, con frecuencia se debe
hacer frente al extremo opuesto: un materialismo que desconoce las
dimensiones espirituales y pretende reducir al hombre a las dimensiones
materiales que pueden ser estudiadas mediante los métodos de las ciencias
empíricas.
En este contexto, el Papa Juan Pablo II ha subrayado que el hombre se
parece más a Dios que a la naturaleza: «Son conocidas las numerosas
tentativas que la ciencia ha hecho y continúa haciendo en varios ámbitos
para demostrar los lazos del hombre con el mundo natural y su
dependencia de él, a fin de insertarlo en la historia de la evolución de las
diversas especies. Respetando tales investigaciones, no podemos
limitarnos a ellas. Si analizamos al hombre en lo más profundo de su ser,
vemos que se diferencia del mundo de la naturaleza más de cuanto se
asemeja a ese mundo. En este sentido proceden también la antropología y
la filosofía cuando intentan analizar y comprender la inteligencia, la libertad,
la conciencia y la espiritualidad del hombre. El libro del Génesis parece salir
al encuentro de todas estas experiencias de la ciencia y, hablando del
hombre como "imagen de Dios", permite comprender que la respuesta al
misterio de su humanidad no se encuentra en el camino de la semejanza
con el mundo de la naturaleza. El hombre se parece más a Dios que a la
naturaleza. En este sentido dice el salmo 82, 6: "Sois dioses", palabras que
más tarde citará Jesús».
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8. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA
El Concilio Vaticano II enseña: «No se equivoca el hombre al afirmar su
superioridad sobre el universo material y al considerarse algo más que una
simple partícula de la naturaleza (...). En efecto, por su interioridad es
superior al universo entero»2. Citando este pasaje del Concilio, Juan Pablo
II comenta: «He aquí cómo la misma verdad sobre la unidad y la dualidad
(la complejidad) de la naturaleza humana puede ser expresada en un
lenguaje más próximo a la mentalidad contemporánea».
La espiritualidad humana se encuentra ampliamente testimoniada por
muchos e importantes aspectos de nuestra experiencia, a través de
capacidades humanas que trascienden el nivel de la naturaleza material.
En el nivel de la inteligencia, las capacidades de abstraer, de razonar, de
argumentar, de reconocer la verdad y de enunciarla en un lenguaje. En
el nivel de la voluntad, las capacidades de querer, de autodeterminarse
libremente, de actuar en vistas a un fin conocido intelectualmente. Y en
ambos niveles, la capacidad de auto-reflexión, de modo que podemos
conocer nuestros propios conocimientos (conocer que conocemos) y
querer nuestros propios actos de querer (querer querer). Como
consecuencia de estas capacidades, nuestro conocimiento se encuentra
abierto hacia toda la realidad, sin límite (aunque los conocimientos
particulares sean siempre limitados); nuestro querer tiende hacia el bien
absoluto, y no se conforma con ningún bien limitado; y podemos
descubrir el sentido de nuestra vida, e incluso darle libremente un
sentido, proyectando el futuro.
En nuestra época, el materialismo se presenta frecuentemente con un
ropaje científico. Suele argumentar que todo lo humano se relaciona con
lo material, y que el hombre es tan material como los demás seres
naturales; sus características especiales se explicarían mediante la
peculiar organización de los componentes materiales. Añade que la
ciencia ya ha explicado muchos aspectos de la persona humana, y
promete que, en el futuro, cada vez explicará mejor los restantes. Sin
embargo, el materialismo es un reduccionismo ilegítimo; intenta explicar
toda la realidad recurriendo sólo a los componentes materiales y a su
funcionamiento, renunciando a cualquier pregunta de otro tipo: este
reduccionismo carece de base e incluso va contra el rigor científico,
porque no distingue los diferentes niveles de la realidad y las diferentes
perspectivas que deben adoptarse para conocerlos.
En otras ocasiones, las críticas a la espiritualidad humana se basan en
la posibilidad de construir máquinas que igualen, e incluso superen, las
capacidades humanas. Sin duda, las máquinas nos pueden igualar y
superar en muchos aspectos, pero carecen de la interioridad
característica de la persona y de las capacidades relacionadas con esa
interioridad (capacidad intelectual y argumentativa, conciencia personal y
moral, capacidad de amar y ser amado, por ejemplo). Los intentos de
equiparar las máquinas con las personas suelen incurrir en una falacia
básica: exigen que se defina la persona humana en función de unas
operaciones concretas que pueden ser imitadas por las máquinas.
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9. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA
La inmortalidad del alma humana
La Iglesia afirma, junto con la espiritualidad del alma humana, su
inmortalidad: cuando el hombre muere, el alma espiritual continúa su
existencia. La inmortalidad del alma humana ha sido afirmada en
diferentes ocasiones por el Magisterio de la Iglesia , y el Concilio
Vaticano II enseña: «Al afirmar, por tanto, en sí mismo la espiritualidad y
la inmortalidad de su alma, no es el hombre juguete de un espejismo
ilusorio provocado solamente por las condiciones físicas y sociales
exteriores, sino que toca, por el contrario, la verdad más profunda de la
realidad».
Sin duda, es imposible imaginar el estado del alma humana separada
del cuerpo, porque nuestra imaginación necesita datos sensibles que, en
ese caso, no poseemos. Pero, por el mismo motivo, tampoco podemos
imaginar a Dios, y esto no afecta en absoluto a su realidad: tenemos la
capacidad de conocer las realidades espirituales, remontándonos por
encima de las condiciones materiales.
Aunque la fe cristiana da especial certeza a esta afirmación, podemos
conocer la inmortalidad del alma a través de nuestra razón. Por una
parte, porque si el alma es espiritual, trasciende las condiciones
naturales y seguirá existiendo incluso cuando esas condiciones hagan
imposible la vida humana en su estadio terrestre. Por otra parte, porque
en esta vida la trayectoria moral de las personas no siempre encuentra
la recompensa adecuada. Además, porque no es lógico que Dios ponga
en el hombre unas ansias de felicidad e infinitud que luego no se puedan
satisfacer. Y todo ello cobra especial fuerza cuando se advierte que el
alma humana debe ser creada por Dios y que, por consiguiente, sólo
podría dejar de existir si Dios la aniquilase, lo cual parece incoherente
con el plan divino.
El alma humana, creada directamente por Dios
La Iglesia afirma también que el alma humana es creada
inmediatamente por Dios. El Papa Pío XII, a propósito de la aplicación
de las teorías evolucionistas al hombre, advirtió que el cuerpo podía
proceder de otros organismos, y señaló que, en cambio, «la fe católica
nos obliga a mantener que las almas son creadas inmediatamente por
Dios». En el Credo del Pueblo de Dios, formulado por el Papa Pablo VI,
se lee: "Creemos en un solo Dios (...) y también creador, en cada
hombre, del alma espiritual e inmortal" .
Con esta doctrina, el Magisterio de la Iglesia, a lo largo de los siglos, ha
salido al paso de diferentes errores, como el priscilianismo, el
traducianismo y el emanacionismo. Los priscilianos, siguiendo a
Orígenes, afirmaban que las almas tenían una existencia previa y que,
como consecuencia de algún pecado, habían sido arrojadas a la
existencia terrenal. Los traducianistas, queriendo explicar la transmisión
del pecado original, afirmaban que el alma humana es engendrada por
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10. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA
los padres. Según los emanacionistas, el alma humana es una parte de
Dios.
En nuestra época, a veces se habla de una emergencia de las
características humanas, que provendrían, en definitiva, de la materia.
Pero las dimensiones espirituales no se pueden reducir a un resultado
de fuerzas y procesos materiales, porque se encuentran en un nivel
superior al material. En esta línea, el Papa Juan Pablo II, recordando la
enseñanza de Pío XII a propósito de la evolución, afirma: «La doctrina
de la fe afirma invariablemente, en cambio, que el alma espiritual del
hombre es creada directamente por Dios (...). El alma humana, de la
cual depende en definitiva la humanidad del hombre, siendo espiritual,
no puede emerger de la materia».
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña: «Con su apertura a la verdad
y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de
su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se
interroga sobre la existencia de Dios. En estas aperturas, percibe signos
de su alma espiritual. La "semilla de eternidad que lleva en sí, al ser
irreductible a la sola materia" (Conc. Vaticano II, const. Gaudium et
Spes, 18, 1; cfr. 14, 2), su alma, no puede tener origen más que en
Dios»30. Y , remitiendo a las enseñanzas del Concilio Lateranense V, de
Pío XII y de Pablo VI, añade: «La Iglesia enseña que cada alma
espiritual es directamente creada por Dios (Cfr. Pío XII, enc. Humani
generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8) -no es
"producida" por los padres-, y que es inmortal (cfr. Conc. V de Letrán,
año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la
muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final» .
La creación inmediata del alma humana no significa que otras realidades
estén sustraidas a la acción divina, y tampoco significa un cambio por
parte de Dios, que es inmutable. La acción divina se extiende a todo lo
creado, pero en el caso del alma humana, el efecto de la acción divina
posee un modo de ser que trasciende el ámbito de la naturaleza
material. Y ese modo de ser, la espiritualidad, es lo más característico
del hombre: lo que le hace persona, capaz de amar y de ser feliz,
partícipe de la naturaleza divina, sujeto irrepetible e insustituible que es
objeto directo del amor divino.
La espiritualidad humana y la vida cristiana
La doctrina de la Iglesia sobre el alma humana no es algo meramente
teórico; tiene importantes repercusiones en muchos aspectos de la vida
cristiana.
Por ejemplo, la vida moral no tendría sentido si no se admitiera la
libertad, que supone la espiritualidad. De hecho, algunas confusiones
doctrinales y prácticas arrancan de esa base: se niega la espiritualidad,
se reduce la persona a los condicionamientos materiales (características
genéticas, impulsos instintivos, condiciones físicas de vida), y se niega
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11. DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA
que exista auténtica libertad; en consecuencia, el cristianismo se
reduciría a la lucha por unas metas que pueden ser legítimas, pero que
se refieren sólo a la vida terrena. La lucha por alcanzar la virtud y evitar
el pecado no tendría sentido, o en el mejor caso, las nociones de virtud y
pecado deberían reinterpretarse, alterando toda la enseñanza moral de
la Iglesia.
Si no se admitiese la inmortalidad del alma, tampoco tendría sentido la
escatología intermedia, o sea, el estado de las almas después de la
muerte y antes de la resurrección final. Sin embargo, la Iglesia ha
definido solemnemente que el destino del alma queda decidido
inmediatamente después de la muerte, yendo al cielo o al infierno, o en
su caso, yendo al cielo después de la necesaria purificación. Tampoco
tendrían sentido las oraciones de la liturgia de la Iglesia que se refieren a
esa escatología intermedia, ni la intercesión de los santos (ni, por tanto,
las beatificaciones y canonizaciones).
Si se altera la doctrina sobre el alma, también se alteraría la doctrina
sobre Jesucristo, que tomó cuerpo y alma, bajó a los infiernos después
de su muerte, resucitó al tercer día, y está realmente presente en la
Sagrada Eucaristía también con su alma humana.
El materialismo, teórico y práctico, es una de las principales fuentes de
confusión en nuestra época. Por este motivo, tiene una especial
importancia profundizar en la doctrina de la Iglesia sobre la espiritualidad
humana.
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