En las Olimpiadas Especiales de Seattle, nueve participantes con discapacidad mental compitieron en los 100 metros. Un niño tropezó y comenzó a llorar, por lo que los otros ocho corredores se detuvieron, regresaron y lo ayudaron a levantarse para cruzar juntos la línea de meta, recibiendo una ovación de pie del estadio entero. Este acto muestra que lo más importante en la vida es ayudar a los demás y ganar juntos, no de forma individual.