POEMAS ILUSTRADOS DE LUÍSA VILLALTA. Elaborados polos alumnos de 4º PDC do IE...
DOCENTE
1. PROF: FABIOLA JUNCO CHANGANAQUÍ TRIUNFADORES DESDE EL PRINCIPIO…!
NIVEL: Secundaria
NOMBRES: __________________________________
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GRADO: 3º FECHA: 25/06/2018
INSTITUCIÓN EDUCATIVA PARTICULAR
CURSO: Raz. Verbal
Tema e ideas en un texto
I. Lee los siguientes textos, subraya la idea principal de color rojo y de azul las secundarias, luego responde
y/o subraya las respuestas:
TEXTO N° 1 El banquete
Con dos meses de anticipación, don Fernando Pasamano había preparado
los pormenores de este magno suceso.
En primer término, su residencia hubo de sufrir una transformación general.
Como se trataba de un caserón antiguo, fue necesario echar abajo algunos
muros, agrandar las ventanas, cambiar la madera de los pisos y pintar de
nuevo todas las paredes.
Esta reforma trajo consigo otras (…). Cuando todos estos detalles quedaron
ultimados, don Fernando constató con cierta angustia que en ese banquete,
al cual asistirían ciento cincuenta personas, cuarenta
mozos de servicio, dos orquestas, un cuerpo de ballet y un operador de cine, había invertido toda su fortuna.
Pero, al fin de cuentas, todo dispendio le parecía pequeño para los enormes beneficios que obtendría de esta
recepción.
−Con una embajada en Europa y un ferrocarril a mis tierras de la montaña rehacemos nuestra fortuna en menos
de lo que canta un gallo (decía a su mujer). Yo no pido más.
Soy un hombre modesto.
−Falta saber si el Presidente vendrá (replicaba su mujer). En efecto, había omitido hasta el momento hacer
efectiva su invitación. Le bastaba saber que era pariente del Presidente (…) para estar plenamente seguro que
aceptaría. Sin embargo, para mayor seguridad, aprovechó su primera visita a palacio para conducir al
Presidente a un rincón y comunicarle humildemente su proyecto.
−Encantado (le contestó el Presidente). Me parece una magnífica idea. Pero por el momento me encuentro
muy ocupado. Le confirmaré por escrito mi aceptación.
Don Fernando se puso a esperar la confirmación. Para combatir su impaciencia, ordenó algunas reformas
complementarias que le dieron a su mansión un aspecto de un palacio afectado para alguna solemne
mascarada. Su última idea fue ordenar la ejecución de un retrato del presidente (que un pintor copió de una
fotografía) y que él hizo colocar en la parte más visible de su salón.
Al cabo de cuatro semanas, la confirmación llegó. Don Fernando, quien empezaba a inquietarse por la tardanza,
tuvo la más grande alegría de su vida.
Aquel fue un día de fiesta, salió con su mujer al balcón para contemplar su jardín iluminado y cerrar con un
sueño bucólico esa memorable jornada (…). Más lejos, en un ángulo de su quimera, veía un ferrocarril
regresando de la floresta con sus vagones cargados de oro. Y por todo sitio, movediza y transparente como una
alegoría de la sensualidad, veía una figura femenina que tenía las piernas de un cocote, el sombrero de una
marquesa, los ojos de un tahitiana y absolutamente nada de su mujer.
El día del banquete, los primeros en llegar fueron los soplones. (…)
Luego fueron llegando los automóviles. De su interior descendían ministros, parlamentarios, diplomáticos,
hombre de negocios, hombres inteligentes. Un portero les abría la verja, un ujier los anunciaba, un valet recibía
sus prendas, y don Fernando, en medio del vestíbulo, les estrechaba la mano, murmurando frases corteses y
conmovidas. Cuando todos los burgueses del vecindario se habían arremolinado delante de la mansión y la
gente de los conventillos se hacía una fiesta de fasto tan inesperado, llegó el Presidente. Escoltado por sus
edecanes, penetró en la casa y don Fernando, olvidándose de las reglas de la etiqueta, movido por un impulso
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de compadre, se le echó en los brazos con tanta simpatía que le dañó una de sus charreteras. Repartidos por
los salones, los pasillos, la terraza y el jardín, los invitados se bebieron discretamente, entre chistes y epigramas,
los cuarenta cajones de whisky. Luego se acomodaron en las mesas que les estaban reservadas (la más grande,
decorada con orquídeas, fue ocupada por el presidente y los hombres ejemplares) y se comenzó a comer y a
charlar ruidosamente mientras la orquesta, en un ángulo del salón, trataba de imponer inútilmente un aire
vienés. (…)
Don Fernando, mientras tanto, veía con inquietud que el banquete, pleno de salud ya, seguía sus propias leyes,
sin que él hubiera tenido ocasión de hacerle al Presidente sus confidencias. A pesar de haberse sentado, contra
las reglas del protocolo, a la izquierda del agasajado, no encontraba el instante propicio para hacer un aparte.
Para colmo, terminado el servicio, los comensales se levantaron para formar grupos amodorrados y
digestónicos y él, en su papel de anfitrión, se vio obligado a correr de grupos en grupo para reanimarlos con
copas de mentas, palmaditas, puros y paradojas.
Al fin, cerca de medianoche, cuando ya el ministro de gobierno, ebrio, se había visto forzado a una aparatosa
retirada, don Fernando logró conducir al Presidente a la salida de música y allí, sentados en uno de esos
canapés, que en la corte de Versalles servían para declararse a una princesa o para desbaratar una coalición, le
deslizó al oído su modestia. −Pero no faltaba más (replicó el Presidente). Justamente queda vacante en estos
días la embajada de Roma. Mañana, en consejo de ministros, propondré su nombramiento, es decir, lo
impondré. Y en lo que se refiere al ferrocarril sé que hay en diputados una comisión que hace meses discute
ese proyecto. Pasado mañana citaré a mi despacho a todos sus miembros y a usted también, para que resuelvan
el asunto en la forma que más convenga.
Una hora después el Presidente se retiraba, luego de haber reiterado sus promesas (…). Solamente a las tres
de la mañana quedaron solos don Fernando y su mujer. Cambiando impresiones, haciendo auspiciosos
proyectos, permanecieron hasta el alba entre los despojos de su inmenso festín. Por último, se fueron a dormir
con el convencimiento de que nunca caballero limeño había tirado con más gloria su casa por la ventana ni
arriesgado su fortuna con tanta sagacidad. A las doce del día, don Fernando fue despertado por los gritos de
su mujer. Al abrir los ojos lo vio penetrar en el dormitorio con un periódico abierto entre las manos.
Arrebatándoselo, leyó los titulares y, sin proferir una exclamación, se desvaneció sobre la cama. En la
madrugada, aprovechándose de la recepción, un ministro había dado un golpe de estado y el Presidente había
sido obligado a dimitir.
Glosario:
Verja: Enrejado que sirve de puerta, ventana o, especialmente, cerca.
Ujier: Portero que servía en un palacio, especialmente en la entrada de las habitaciones del rey.
Dimitir: Renunciar, hacer dejación de algo, como un empleo, una comisión, etc.
1. Indica la secuencia en la que aparecen los siguientes episodios del texto:
I. El Presidente confirmó a don Fernando su asistencia, después de cuatro semanas.
II. Aprovechándose de la recepción, un ministro le dio golpe de Estado al Presidente.
III. Don Fernando transformó, en forma general, su residencia.
IV. El Presidente asistió a la casa de don Fernando y antes de retirarse, reiteró sus
promesas.
a. II, IV, I, III b. IV. III. II, I c. III, I, IV, II d. III, IV, I, II
2. De acuerdo al contexto, ¿qué significa la palabra “dispendio”?
“Cuando todos estos detalles quedaron ultimados, don Fernando constató con cierta angustia que, en ese
banquete, al cual asistirían ciento cincuenta personas, cuarenta mozos de servicio, dos orquestas, un cuerpo
de ballet y un operador de cine, había invertido toda su fortuna. Pero, al fin de cuentas, todo dispendio le
parecía pequeño para los enormes beneficios que obtendría de esta recepción”.
a. Ahorro b. Despilfarro c. Capital d. Dinero
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3. Según el texto, se podría afirmar que don Fernando se caracterizaba por ser:
a. Organizado, amoroso, dadivoso
b. Dadivoso, desinteresado, impaciente
c. Interesado, impaciente, amoroso
d. Impaciente, interesado, arriesgado
4. ¿Cuál es el tema central del texto?
a. El ostentoso y rico banquete por un trabajo de miles de soles
b. La pérdida de fortuna de Fernando por su excesiva ambición
c. La irresponsabilidad de don Fernando por unos ferrocarriles
d. Los lujos de don Fernando y el orgullo de su digna esposa
5. ¿Qué opinas acerca de los gastos que realizó don Fernando para organizar el banquete? Sustenta.
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TEXTO N° 2 La camisa de Margarita
Margarita Pareja era (por los años de 1765) la hija más mimada de don
Raimundo Pareja, caballero de Santiago y colector general del Callao. La
muchacha era una de esas limeñitas que, por su belleza, cautivan al mismo
diablo y lo hacen persignarse y tirar piedras. Lucía un par de ojos negros que
eran como dos torpedos cargados con dinamita y que hacían explosión sobre
las entretelas del alma de los galanes limeños.
Llegó por entonces de España un arrogante mancebo (…), llamado don Luis
Alcázar. Tenía este en Lima un tío solterón y acaudalado, (…) que gastaba más
orgullo que los hijos del rey Fruela.
Por supuesto que, mientras le llegaba la ocasión de heredar al tío, vivía nuestro
don Luis tan pelado como una rata y pasando la pena negra. Con decir que hasta sus trapicheos eran al fiado y
para pagar cuando mejorase de fortuna, creo que digo lo preciso. En la procesión de Santa Rosa conoció Alcázar
a la linda Margarita. La muchacha le llenó el ojo y le flechó el corazón. Le echó flores, y aunque ella no le
contestó ni sí ni no, dio a entender con sonrisitas y demás armas del arsenal femenino que el galán era plato
muy a su gusto. La verdad, como si me estuviera confesando, es que se enamoraron hasta la raíz del pelo.
Como los amantes olvidan que existe la aritmética, creyó don Luis que para el logro de sus amores no sería
obstáculo su presente pobreza, y fue al padre de Margarita y, sin muchos perfiles, le pidió la mano de su hija.
A don Raimundo no le cayó en gracia la petición, y cortésmente despidió al postulante, diciéndole que
Margarita era aún muy niña para tomar marido, pues, a pesar de sus diez y ocho mayos, todavía jugaba a las
muñecas. Pero no era esta la verdadera madre del ternero. La negativa nacía de que don Raimundo no quería
ser suegro de un pobretón; y así hubo de decirlo en confianza a sus amigos, uno de los que fue con el chisme a
don Honorato, que así se llamaba el tío aragonés. Este, que era más altivo que el Cid, trinó de rabia y dijo:
−¡Cómo se entiende! ¡Desairar a mi sobrino! Muchos se darían con un canto en el pecho por emparentar con
el muchacho, que no le hay más gallardo en todo Lima. ¡Habrase visto insolencia de la allá! Pero ¿adónde ha
de ir conmigo ese colectorcito de mala muerte? Margarita, que se anticipaba a su siglo, pues era nerviosa como
una damisela de hoy, gimoteó, y se arrancó el pelo, y tuvo pataleta, y si no amenazó con envenenarse fue
porque todavía no se habían inventado los fósforos. Margarita perdía colores y carnes, se desmejoraba a vista
de ojos, hablaba de meterse monja y no hacía nada en concierto. −¡O de Luis o de Dios! −gritaba cada vez que
los nervios se le sublevaban, lo que acontecía una hora sí y otra también. Alarmóse el caballero santiagués,
llamó físicos y curanderas, y todos declararon que la niña tiraba a tísica y que la única melecina salvadora no
se vendía en la botica. O casarla con el varón de su gusto, o encerrarla en el cajón de palma y corona. Tal fue el
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ultimátum médico.
Don Raimundo (¡al fin padre!), olvidándose de coger capa y bastón, se encaminó como loco a casa de don
Honorato, y le dijo: −Vengo a que consienta usted en que mañana mismo se case su sobrino con Margarita,
porque si no la muchacha se nos va por la posta.
−No puede ser −contestó con desabrimiento el tío−. Mi sobrino es un pobretón, y lo que usted debe buscar
para su hija es un hombre que varee la plata. El diálogo fue borrascoso. Mientras más rogaba don Raimundo,
más se subía el aragonés a la parra, y ya aquel iba a retirarse desahuciado, cuando don Luis, terciando en la
cuestión, dijo:
−Pero, tío, no es de cristianos que matemos a quien no tiene la culpa.
−¿Tú te das por satisfecho?
−De todo corazón, tío y señor.
−Pues bien, muchacho, consiento en darte gusto; pero con una condición, y es esta: don Raimundo me ha de
jurar ante la Hostia consagrada que no regalará un ochavo a su hija ni le dejará un real en la herencia.
Aquí entabló nuevo y más agitado litigio. −Pero, hombre −arguyó don Raimundo−, mi hija tiene veinte mil duros
de dote.
−Renunciamos a la dote. La niña vendrá a casa de su marido nada más que con lo
encapillado.
−Concédame usted entonces obsequiarle los muebles y el ajuar de novia.
−Ni un alfiler. Si no acomoda, dejarlo y que se muera la chica.
−Sea usted razonable, don Honorato. Mi hija necesita llevar siquiera una camisa para reemplazar la puesta.
−Bien; paso por esa funda para que no se me acuse de obstinado. Consiento en que le regale la camisa de novia,
y san se acabó.
Al día siguiente don Raimundo y don Honorato se dirigieron muy de mañana a San Francisco, arrodillándose
para oír misa, y, según lo pactado, en el momento en que el sacerdote elevaba la Hostia divina, dijo el padre
de Margarita: −Juro no dar a mi hija más que la camisa de novia. Así Dios me condene si perjurare. Y don
Raimundo cumplió ad pedem litterae (al pie de la letra) su juramento, porque ni en vida ni en muerte dio
después a su hija cosa que valiera un maravedí (moneda). Los encajes de Flandes que adornaban la camisa de
la novia costaron dos mil setecientos duros, según lo afirma Bermejo, quien parece copió este dato de las
Relaciones secretas. de Ulloa y don Jorge Juan.
Además, el cordoncillo que ajustaba al cuello era una cadeneta de brillantes, valorizada en treinta mil morlacos.
Los recién casados hicieron creer al tío aragonés que la camisa a lo más valdría una onza; porque don Honorato
era tan testarudo, que, a saber, lo cierto, habría forzado al sobrino a divorciarse. Convengamos en que fue muy
merecida la fama que alcanzó la camisa nupcial de Margarita Pareja.
Glosario:
Melecina: Medicina
Ochavo: Cosa insignificante, de poco o ningún valor. Antigua moneda española de cobre con peso de un octavo
de onza.
Litigio: Pleito, altercado en juicio. Disputa, contienda.
Dote: Conjunto de bienes y derechos aportados por la mujer al matrimonio.
Encapillado: Ropa que se lleva puesta.
1. Indica la secuencia en la que aparecen los siguientes episodios del texto:
I. El joven Luis pidió la mano de Margarita a su padre, pero este lo rechazó.
II. El tío del joven aceptó el casamiento con la condición que su padre no regale nada
a la novia, solo la camisa.
III. El padre de Margarita suplicó al tío del joven que permita que su sobrino se case
con ella
IV. Margarita se arrancó el pelo porque su padre no consintió el matrimonio.
a. I, IV, III, II b. II, III, I, IV c. IV, I, II, III d. III, II, IV, I
5. PROFESORA: FABIOLA JUNCO CHANGANAQUÍ. TRIUNFADORES DESDE EL PRINCIPIO…!
2. El autor utiliza frecuentemente un lenguaje figurado. ¿Qué significado tienen las expresiones subrayadas
de los párrafos siguientes?
“A don Raimundo no le cayó en gracia la petición, y cortésmente despidió al postulante, diciéndole que
Margarita era aún muy niña para tomar marido, pues, a pesar de sus diez y ocho mayos, todavía jugaba a
las muñecas. Pero no era esta la verdadera madre del ternero. La negativa nacía de que don Raimundono
quería ser suegro de un pobretón; y así hubo de decirlo en confianza a sus amigos, uno de los que fue con el
chisme a don Honorato, que así se llamaba el tío aragonés”.
a. A pesar de tener la razón - Solo tenía dieciocho años.
b. A pesar de sus dieciocho años - Pero no era esto el verdadero ternero.
c. A pesar de sus dieciocho años - Pero no era esta la verdadera razón.
d. A pesar de sus dieciocho años - Pero su madre no era verdadera.
3. Según el texto leído, se podría afirmar que don Honorato, se caracterizaba por ser:
a. Testarudo, ansioso, pedigüeño, impaciente
b. Altivo, rabioso, arriesgado, interesado
c. Acaudalado, terco, caprichoso, orgulloso
d. Arriesgado, obstinado, soberbio, interesado
4. Cuál es el tema central del texto?
a. La llegada y estadía del joven Luis
b. La riqueza de don Honorato
c. La pobreza de don Raimundo
d. El orgullo excesivo de un padre.
5. En la siguiente oración, ¿con qué intención el autor utiliza el conector subrayado?
Los encajes de Flandes que adornaban la camisa de la novia costaron dos mil setecientos duros, según lo
afirma Bermejo, quien parece copió este dato de las Relaciones secretas de Ulloa y don Jorge Juan. Además,
el cordoncillo que ajustaba al cuello era una cadeneta de brillantes, valorizada en treinta mil morlacos.
a. Para contraponer alguna idea expresada en el enunciado anterior.
b. Para añadir información a la que se presenta en el enunciado anterior.
c. Para explicar algunas oraciones que se enunciaron anteriormente.
d. Para indicar que lo que sigue es una consecuencia de lo anterior.