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Educación sostenible para colombia
1. Educación sostenible para Colombia
Las Naciones Unidas han declarado el decenio 2005-2014 como Década de la Educación para el Desarrollo
Sostenible (EDS), encargando a la UNESCO su puesta en práctica. En los documentos de ambas
instituciones se reconoce que la EDS no se centra en un ámbito concreto, sino que abarca a 15 campos tan
distintos como la paz, la salud, la urbanización sostenible, el sida o la economía de mercado.
Debido a esa amplitud, la EDS no pretende suplantar a ninguno de los movimientos educativos ya existentes,
sino constituirse en un llamamiento generalizado a todos ellos (educación para la salud, para la
interculturalidad, para el consumo responsable, para la paz…) a fin de que incorporen la dimensión de la
sostenibilidad. Eso supone que el desarrollo sostenible debe incorporarse a otras asignaturas y, debido a su
amplitud, no puede enseñarse como una asignatura independiente (UNESCO, 2005).
Siendo Colombia un país biodiverso, lo menos que debe hacer es prepara a su población para que herede la
biodiversidad que en el momento gozamos, a los colombianos nos toca establecer mejores relaciones con el
ambiente, con nuestros ríos, mares, suelos, plantas, animales, microorganismos, ya que por ahí dice
Leonardo Boff que la “tierra está enferma” y se ha enfermado por el mal trato que la humanidad ha dado a
nuestro maravilloso planeta.
Hemos valorado por encima de todo el tener frente al conservar, por tal razón es más importante adquirir o
sustraer las joyas que brotan de la naturaleza, tales como petróleo, diamantes, esmeraldas, oro, madera,
agua, coltan entre otras, en detrimento de los recursos naturales hídricos, aéreos y terrestres.
La educación Colombia a de fortalecer el reencanto de estos valores ancestrales de conservación y de
fortalecer niveles de conciencia ambiental en las nuevas generaciones para que ellas valoren, admiren y
deifiquen la naturaleza.
La educación mundial y nacional se enfrenta, cuando menos, a dos retos ineludibles: por un lado el reto
ecológico, que implica contribuir a formar y capacitar no sólo a jóvenes y niños, sino también a los gestores,
planificadores y las personas que toman las decisiones, para que orienten sus valores y comportamientos
hacia una relación armónica con la naturaleza; por otro, el desafío social que, en un mundo en el que la
riqueza está muy injustamente repartida, nos impele a transformar radicalmente las estructuras de gestión y
redistribución de los recursos de la Tierra. Ambas cuestiones constituyen verdaderos ejes referenciales al
hablar de desarrollo sostenible.